jueves, 26 de enero de 2012

RELATO DE JUAN CARLOS VAZQUEZ (DEL BLOG DIALOGOSDELSAPO)

EL SAPO QUE SE TRANSFORMÓ EN PRÍNCIPE QUE SE TRANSFORMÓ EN SAPO



(De izquierda a derecha por orden de aparición en escena: Su Majestad el Rey de España, su yerno Urdangarin, Duque de Palma y la mujer de Urdangarín, Duque de Palma o hija del Rey, la Princesa que sonrie)

En un país muy, muy lejano, como comienza el cuento de un famoso ogro verde, vivían un sapo, una princesa y un fiscal. Ninguno de ellos se conocía hasta que undía la princesa se fijó en el apuesto sapo, mojado y cubierto por una especie de capa pegajosa que debió encender los deseos más ocultos de la bella infanta, tanto que se agachó sobre él y lo besó. Tras esta cariñosa acción de la joven princesa el sapo sufrió una fantástica metamorfosis, como en los cuentos, se transformó en un apuesto yerno, alto y delgado yerno de su majestad el rey del país muy, muy lejano. Este yerno fue tal tras casarse con aquella que al besarlo le dio su apariencia humana actual. Se besaron y se amaron y el pueblo los aclamaba y se amaban,…y tanto se amaron entre fluidos viscosos que tuvieron varios hijos, tantos como si hubiesen sido ovíparos o mamíferos del OPUS, o conejos. Fueron felices y comieron perdices y quisieron más perdices, y más perdices, aunque no se las pudieran comer todas; pero querían más. Esta pareja de ilusión empezó a engordar y su glotonería se transformo en avaricia y egoismo. El padre de la princesita llegó a llamarle la atención a su yerno del alma y le dijo que no podía seguir engordando, ni el ni su familia, que explotarían todos y al explotar podían llenar de mierda al propio rey y a la propia reina, y a todos los demás principes y princesas y principitos y principesitas, que sumando a todos no se crean, que son unos pocos para que la explosión los afecte a todos. Así, ante el inminente peligro de explosión y lo que ello acarrearía en cuanto a los olores en el Palacio Real, el Rey, con voz firmele dijo a la joven y gorda pareja que se fuesen al otro lado del Océano, a otro país en el que ella sería ella y el sería el y sus hijos serían sus hijos; y que allí adelgazarían y se curarían. Pero aquí aparece el fiscal que no conocían y que ahora sí conocían y les dijo que se habían comido lo suyo y lo de los demás y que eso en el país de muy, muy lejano era delito. La princesa decía no puede ser, no me lo puedo creer, lo mismo que decía el príncipe yerno, no me lo puedo creer, no puede ser. Pero el fiscal implacable quería seguir preguntando, estaba dispuesto a preguntarle al mismísimo Rey; pero esto no fue posible, el rey estaba triste y su habitación era custodiada por dos gigantes con pistola, como si no valiese con lo de ser gigantes. Además su jefe, el del fiscal le dijo: déjalo, está muy mayor y bastante disgusto tiene. El fiscal armado con la razón no comprendía que no le dejasen implicar al rey, el sabía de la glotonería de su pariente y no dijo nada, debió castigarlo él mismo, con sus propias manos, que para eso es rey ¡coño!, ¡perdón, que es un cuento!.
Ante esta frustrante situación que hacía derrumbarse los ideales del derecho que con tanto ahínco estudió nuestro querido fiscal, se centró en la obesidad mórbida de nuestro príncipe, que poco a poco iba borrando en él todo aspecto humano, transformándose poco a poco en un homosapo, el sudor que impregnaba su cuerpo ante la presencia del fiscal le iba devolviendo su asqueroso aspecto sapinoliento, pegajoso y viscoso. Su mujer no quería separarse de él; pero lo decía con la boquita pequeña, con la de lo siento; pero es mejor así. Si tú te conviertes en sapo yo regresaré a mi país muy, muy lejano, con mi papá y mi mamá, y mi pueblo me querrá y querrá a mi papá y a mi mamá y a mi hermano y a mi hermana y a mis hijos y a mis sobrinos y a mis tíos y a todo el mundo, mi país será feliz. Y tú no te preocupes, lo miraba con su aspecto de sapo totalmente conformado, te devolveré donde te encontré, entiéndelo, allí serás feliz, podrás estar con los tuyos, en el fango. El sapo miraba a la princesa de paisano con ojos de sapo, con piel de sapo y con cara de sapo y le dijo algo en idioma de sapo que la princesa no comprendió. Sin besarlo se dio media vuelta, cogió un taxi y se dirigió al aeropuerto para coger un avión al país de muy, muy lejano.
Se cree que el sapo fue aplastado por un camión de la basura unos años después, tras haber comido un montón de moscas. La princesa por su parte, que no es mala, vivió feliz en compañía de los suyos de siempre y nunca más se acordó de su sapo ni se le ocurrió besar a ningún otro, al menos que se sepa.
Juan Carlos Vázquez.


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PUBLICADO EN CRONICA DE ARAGON

¿La guerra nuclear contra Irán que nos preparan los micifús del capital es la solución al capitalismo actual?


Por Manuel Sogas

La economía a palo seco no existe, al igual que no existe la política desprovista de la economía, lo mismo que la una sin la otra tampoco tiene existencia si no van aderezadas con la ideología.

Es decir, que la economía junto a la política y la ideología son los tres soportes donde se sustenta la sociedad actual, al igual que cualquier otra sociedad que se considere (incluida la prehistoria), de manera que quien intente hacer de esos tres elementos departamentos estancos el uno del otro y sin ninguna relación entre sí, o es un completo ignorante o es un redomado embustero que sabe mucho y no pretende otra cosa que engañarnos para enredar la madeja de modo que no podamos encontrar explicación a las cuestiones políticas, económicas o ideológicas. Verbigracia: los mercados financieros.

Los mercados financieros son una nebulo-nebulosa cargada de misterio que responden a la vocación del santo Tócame Roque, que de esto sabe un rato. No hay pues en los mercados financieros ni economía, ni política ni ideología, sólo Tócame roque.

Si nos dejamos por un rato de sandeces y simplezas y nos da por llamar a las cosas por su nombre, veremos que el fantasmeta de los mercados financieros no es otra cosa que la sábana blanca donde se esconden los grandes capitales para meter miedo y hacer lo único que en estos momentos pueden hacer, y es: robarnos hasta el aliento a través de la especulación financiera y otras choricetas, dado que ya no pueden obtener el volumen de beneficios que necesitan directamente a través del ciclo productivo.

Los kamikazes del capital en sus infinitas formas con que se presentan, evidentemente, son responsables directos de la injusticia social que se padece a nivel mundial y que está sólidamente asentada en las leyes que ellos hacen y mandan hacer para sí. Pero nosotros (especialmente los que vivimos de nuestro trabajo) no estamos exentos de responsabilidad al dejar en manos de esos kamikazes del capital nuestra existencia como seres humanos.

El último recurso del capital para hacer prevalecer sus intereses, que son contrapuestos a los intereses de la sociedad en general, es la guerra.

Los dos mayores crímenes contra la Humanidad, todavía no aclarados, lo constituyeron la I y la II Guerra Mundial. Las guerras derivadas de la última gran guerra, que todavía no han terminado, se debe igualmente a los distintos intereses en pugna de los diferentes grandes grupos de capitalistas (y le podemos llamar “h” si queremos) y, como la crisis actual del capitalismo no tiene solución atendiendo a los parámetros de funcionamiento del capital (porque el sistema capitalista no puede seguir funcionando con esos parámetros del capital ni aunque se pongan panza arriba los capitostes capataces economistas al servicio de los grandes capitales), después de la panoplia de recortes sociales (robis robandus común comune) que nos han preparado toda la parva de políticos vendidos al capital, no queda otra que la guerra, y esa es la guerra que ya están preparando con la excusilla de las armas atómicas de Irán; armas que, por cierto, tienen India y Pakistán, además de Francia, Reino Unido y USA, si bien es verdad que la energía atómica USA no hace pupita ¡Y viva La Pepa!

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