miércoles, 11 de marzo de 2015

GRECIA: ALGO MAS DE GRECIA QUE TENEMOS QUE SABER LOS ESPAÑOLES


Entrevista al analista político Dimitris Pantoulas

"En Grecia, los jóvenes en paro, se han convertido en un actor político clave"

11.03.2015

Dimitris Pantoulas (Ioannina, 1979) es un analista político griego, de formación británica, que ha contemplado los recientes cambios acaecidos en su país con un pie dentro y otro fuera de su tierra. Es la posición justa para aportar una mirada crítica y aguda que, Pantoulas, desglosa en un castellano fluido, aprendido entre Sevilla y América Latina…
Juan Agulló (JA)- Me gustaría comenzar esta conversación con una pregunta que nos ayude a enfocar el tema: ¿hasta qué punto cree usted que hay tergiversación u ocultación sobre Grecia y sobre el Gobierno de Syriza en la prensa internacional y muy especialmente, en la europea?
Dimitris Pantoulas (DP)- Los grandes medios internacionales transmiten, en general, las ideas dominantes en cada país, que muchas veces son promovidas por Gobiernos y grupos de interés y aceptadas por unas opiniones públicas que, a su vez, retroalimentan el proceso. En el caso de Grecia, por ejemplo, la prensa alemana ha sido bastante hostil contra el nuevo Gobierno: como el Gobierno alemán. La prensa financiera internacional, por su parte, ha estado defendiendo la posibilidad de que Grecia llegue a un acuerdo con sus acreedores (incluso si eso perjudica a amplios sectores sociales). En paralelo, es justo reconocer que en periódicos prestigiosos como The Guardian o The New York Times ha habido voces discordantes que han tendido a preocuparse, más por el pueblo griego, que por la ‘estabilidad del sistema’. En definitiva, tanto Syriza como la propia Grecia, se están moviendo en un ambiente mediático internacional hosco.
JA- Syriza llegó al Gobierno hace mes y pico con la bandera del fin de la austeridad. La reciente firma de una pró rroga del Rescate¿cómo debe ser interpretada? 
DP- Cuando Syriza llegó al Gobierno se dio de bruces con una realidad que no esperaba… y eso que había tenido dos años para prepararse. De todos modos, la Unión Europea (UE) nunca mostró voluntad de compromiso y en cuanto al Banco Central Europeo (BCE), como dijo Alexis Tsipras, le ha puesto “la soga al cuello” al país. La clave radica en la relación de fuerzas en el seno de la UE, que no beneficia al actual Gobierno griego porque en estos momentos es el único de izquierda en la UE (por ejemplo, cuando negoció la prórroga tuvo que enfrentarse, él solo, a los otros 18 Gobiernos de la Eurozona). Ahora, con la prórroga, se han conseguido cuatro meses adicionales para negociar aunque, en realidad, cuesta imaginar qué se negociará puesto que, si la voluntad es no salir de la Eurozona, las opciones son mínimas.
JA- ¿Y por qué, Syriza, no se plantea salir de la Eurozona? Hace no mucho la idea todavía era esa y los que defendían lo que ahora defiende Syriza eran otros que, ahora en las elecciones de enero, no llegaron ni al 1% de los votos
DP- La gran paradoja de la Grecia actual es que la mayoría de la gente (casi el 80%, según las encuestas) no quiere que el país salga de la Eurozona pero, al mismo tiempo, el 70%, aplaude la firmeza del Gobierno frente a los acreedores. Es decir que, salvo los comunistas, un sector minoritario de Syriza y un pequeño partido (llamado ANTARSYA) los griegos no quieren austeridad pero tampoco quieren salir del Euro. El verdadero problema de fondo es que ese juego de contradicciones lo conoce el actual Gobierno pero, también, los acreedores.
JA- ¿Syriza tiene un riesgo de desgaste político si incumple algunas promesas electorales básicas ¿Cree usted que posible que, elViejo Régimen -o al menos, parte del mismo- se restaure? De hecho, ahora mismo ¿cuál es la alternativa política real en Grecia: Nueva Democracia (ND) o est á en formación?
DP- Vayamos por partes. Syriza fue siempre un partido político muy democrático y plural y durante mucho tiempo esa fue su fortaleza en el marco de un sistema de partidos muy rígido y poco democrático. En el contexto actual, sin embargo, quizá ese rasgo le pueda pasar factura. Ahora mismo, por ejemplo, el ala izquierda del partido está en contra de la prórroga al Rescate: lo ha hecho público y eso ha colocado a Tsipras en una situación incómoda. Por otra parte hay quien piensa que el margen político de Syriza, al menos en el frente interno (y más concretamente en el ámbito de las políticas públicas, sobre todo, sociales) sigue siendo grande, pero también hay quien arguye que los griegos votaron a Syriza para que les sacara de la crisis y no solo para que les gestionaran mejor y con mayor sensibilidad…
Por su parte, lo de ND, también es complejo: la derecha perdió las elecciones por un 8% de diferencia pero no ha cambiado a su dirigencia, como hasta ahora solía ser costumbre en casos así, porque mucha gente piensa que el Gobierno de Syriza va a ser breve y que ND va a recuperar, rápidamente, el poder. Pero el problema, también, es que los griegos quieren salir de la crisis y que les gestionen mejor y ND no promete nada diferente a lo que le hizo perder… La alternativa a todo esto mucho me temo que puede implicar incluso a [la neonazi] Aurora Dorada (AD).
JA- ¿Realmente AD tiene posibilidades¿Hasta qué punto, agitar el fantasma neo-nazi en Grecia puede ser un señuelo? ¿A qué sectores sociales representa AD y por qué cree que podría tener potencial de crecimiento, no solo político sino sociológico? En definitiva ¿no cree posibles otras salidas a la crisis orgánica que usted describe?
DP- La dirigencia de AD lleva 18 meses en prisión, acusada de ser una banda criminal. Pese a ello y a toda la propaganda en su contra, AD ha logrado convertirse en la tercera fuerza política del país, aunque con un porcentaje electoral menor que en elecciones previas. La agenda de AD es anti-austeridad, nacionalista y xenófoba. Su base electoral son hombres jóvenes en paro que viven en zonas urbanas marginales. Mi impresión es que, como Syriza decepcione y la gente se sienta humillada por la UE, puede haber un voto de protesta masivo (en defensa del ‘orgullo griego’, muy malherido en los últimos tiempos) y AD es un símbolo de ese voto/protesta.
JA- Ya que hablamos de malestares y protestas ¿usted cuál cree que es, realmente, el componente político más débil de la alianza social que aupó a la izquierda no socialdemócrata al Gobierno? 
DP- Sin duda, los jóvenes desempleados que están contra de los programas de austeridad.
JA- ¿Y no una clase social en concreto, una zona del país o un sector de la población? ¿Así de simple, “los jóvenes desempleados que están contra la austeridad”?
DP- Cuesta, en un país con un 25% de paro como Grecia, atenerse a categorías del tipo obreros/capitalistas. Por otra parte, en Grecia, la cuestión territorial no es tan importante como en otros países… Más bien, la juventud empobrecida o con pésimas expectativas es la que se ha convertido en un actor político clave que quiere cambio y que está demostrando ser capaz de poner y quitar Gobiernos. De momento ha ayudado a Syriza. A partir de ahora, veremos…
JA- Miremos ahora hacia los aliados institucionales de Syriza ¿quiénes son los Griegos Independientes (ANEL)? Mucha gente, fuera de Grecia, se lo pregunta… ¿Son un aliado de conveniencia o un rival potencial cauterizado? Socialmente hablando ¿a qué electorado representan?
DP- ANEL es un partido anti-austeridad que nació en 2012, cuando Grecia estaba negociando su segundo y más desastroso Rescate. Básicamente es un partido conservador y nacionalista; no neoliberal, eso sí, que fue creado por ex miembros de ND decepcionados por el viraje del partido que, de ganar las elecciones de 2012 con un mensaje anti-austeridad, pasó a negociar rescates aún más desastrosos que los anteriores y a aplicar políticas de austeridad extrema.
Su alianza con Syriza se explica, en parte por la coincidencia anti-Rescate y en parte, también, por realismo de Syriza: sus votos fueron fundamentales para hacer caer, el pasado mes de enero, al Gobierno de Andonis Samaras (ND) y provocar las elecciones que ganó Tsipras (Syriza).
JA- ¿Y usted piensa que, en un escenario crítico, el electorado de ANEL podría regresar a ND o más bien emigrar hacia posiciones más cercanas a las de AD? Otra pregunta que se relaciona con otro partido, sociológicamente de derecha: ¿se parece el electorado del de To Potami al de ANEL? ¿En un escenario crítico, cabría esperar una evolución parecida de ambos actores?
DP- Es difícil predecir en política. En el caso de ANEL, después de las elecciones, se les presentó una oportunidad de oro para entrar al Gobierno. Simplemente, la aprovecharon. Más adelante, quién sabe…
Potami es otra cosa. Su electorado tiene una extracción social diferente: son clases medias urbanas más preocupadas por cambiar las estructuras institucionales griegas que por las relaciones de clase o incluso, por las negociaciones con la UE.
JA- Es decir que, si no le estoy entendiendo mal, los mecanismos tradicionales de dominación y las alianzas de poder en los que éstos se sustentan han saltado por los aires… No solo han sido los partidos tradicionales
DP- No, claro. En la sociedad griega, como consecuencia de la crisis, está produciéndose un cambio de valores significativo. De hecho, muchas de las tendencias sociales que hasta hace poco eran hegemónicas (consumismo, hedonismo, materialismo, sueño americano, etc.) están revirtiéndose. Las clases medias están muy golpeadas. La gente empieza a ser consciente de las relaciones de dominación y a cuestionar el periodo anterior… pero todo eso convive con el deseo, todavía mayoritario, de mantenerse en la Eurozona lo cual demuestra que tampoco puede hablarse, como hacen algunos, de un periodo ‘post-neoliberal’ o mucho menos, ‘post-capitalista’… Más bien estamos en la post-austeridad y de todos modos, todavía queda mucho para saber qué quiere decir eso.
JA- Movámonos ahora, para terminar con este repaso a la sociedad griega contemporánea, hacia sus márgenes, que no parecen ser menores ¿Qué perfil tiene ese tercio del electorado que, en unos comicios tan polarizados y hasta cierto punto, tan rupturistas como las del pasado 25 de enero, decidió abstenerse?
DP- Es difícil responder a esta pregunta sobre todo porque me parece que, hasta ahora, nadie ha hecho un estudio en profundidad de la abstención. Sin embargo, hay algo que evidente: el sistema electoral griego, las leyes que lo regulan y el contexto socioeconómico no incentivaron la participación en enero pasado. De hecho la emigración, interna y externa, ha crecido muchísimo como consecuencia de la crisis. Por eso, muchos de los inscritos en el censo electoral, o bien están en el extranjero o bien, aunque están en Grecia, ahora viven en grandes ciudades (principalmente, en Atenas) y debido al escasísimo tiempo transcurrido entre la convocatoria y la elección, a la mayoría, no le dio tiempo a cambiar formalmente su lugar residencia y en cuanto a viajar a sus lugares de origen para votar, para muchos, es un lujo.
JA- Eso de que viajar al lugar de origen pueda ser un lujo en Europa, en pleno 2015, interpela… pero también es una de las consecuencias clásicas de las políticas de austeridad. En ese terreno ¿qué margen real de maniobra tiene Syriza para recuperar políticas redistributivas que, no sólo combatan la exclusión, sino que redefinan las relaciones de poder? ¿No cree usted que el riesgo de defraudar en este ámbito es enorme?
Syriza ha prometido implementar políticas redistributivas que alivien la emergencia social que, actualmente, padece el país. En ese sentido, una de las medidas estrella de Tsipras consiste en proporcionar electricidad gratuita a unas 300 mil familias pobres o que coquetean con la pobreza. Además de eso hay programas alimenticios para niños, un incremento del salario mínimo y un encarecimiento del despido que va a contracorriente de lo que llevaba ocurriendo hace muchos años. A grandes rasgos hay una voluntad evidente por parte de Syriza de cambiar las relaciones de fuerza. Ahí, el gran problema es el margen de maniobra político real que quede después de la negociación del Rescate… En cuanto al riesgo de defraudar, las cosas van más bien por el lado de no caer en tentaciones dañinas como el clientelismo, la corrupción, etc.
JA- Ya que usted menciona categorías como esas ¿es posible pensar en una reconfiguración del clientelismo (o al menos, de cierto grado de clientelismo) en el contexto de la que usted define como ‘post-austeridad’?
DP- Seamos claros: a menudo, el término clientelismo, se utiliza como arma arrojadiza contra los grupos organizados que demandan mejoras en su nivel de vida. Pero clientelismo no es eso. Es, más bien, una relación social en la que los intereses privados se anteponen a lo público y en la que, el mérito, es sustituido por relaciones de vasallaje.
A partir de ahí, como es probable que en los próximos años, Syrirza, tome medidas a favor de los empleados públicos y privados (que se orientarán a la recuperación de un mercado interno) es muy factible que determinados sectores políticos y sociales aprovechen para identificar esas medidas con prácticas clientelares clásicas. Pero, en principio, no lo serían. Clientelismo sería que se le siguieran haciendo favores a grandes grupos de interés o dándole privilegios a particulares a costa de la mayoría: si las cosas fueran así no habría ruptura y eso, muy probablemente, el electorado no lo perdonaría.
JA- Alejémonos ahora un poco, para ir terminando, de la política interior griega ¿Cómo se percibe en su país el cruce polí tico, in édito, al que estamos asistiendo entre Grecia y España? El Primer Ministro español, Mariano Rajoy, haciendo campaña en Atenas a favor de Samaras y el opositor Pablo Iglesias, haciendo lo mismo, pero a favor de Tsipras; Madrid maniobrando en Bruselas contra Grecia; Tsipras atacando a Rajoy que se defiende con una contundencia poco habitual y muy poco diplomática… ¿Qué ocurre?
DP- Hay quien sostiene que una "Marea Rosa" (Pink Tide en inglés) podría cernirse sobre Europa como ocurrió en America Latina en los 2000. Muchos gobiernos que no son de izquierda temen esa posibilidad y temen que la victoria de Syriza pueda provocar un efecto dominó. Creo que esa es la razón de tanta agresividad por parte de Rajoy, a pesar de que lo que defiende Tsipras, en el fondo, beneficiaría a España. Personalmente, yo no le veo mucho sentido a la actitud de Rajoy porque tampoco me parece que un eventual fracaso de Syriza pudiera favorecer, automáticamente, al PP: demasiado lineal.
JA- ¿Y usted ve a Podemos en España, a Beppe Grillo en Italia o al Livre portugués como exponentes de la misma Marea Rosa que Syriza?
DP- Cada país tiene características propias e historias diferentes. Italia, por ejemplo, es difícilmente comparable con Grecia. Sin embargo, lo que iguala a casi todos es que las sociedades europeas están cansadas de tanta austeridad. Por eso es muy posible que, en los próximos años, haya partidos y coaliciones que canalicen ese malestar. Lo deseable es que lo hagan a partir de propuestas progresistas porque sí no -y el caso de Marine Le Pen, en Francia, es preocupante- Europa podría volver a vivir sus días más negros…
JA- Terminemos, ahora sí, dando un pequeño vistazo al exterior. ¿Usted cree que hay posibilidades de que, si a la Grecia de Syriza se le cierran todas las puertas en la UE, empiece a mirar hacia Moscú o hacia Pekín? Otra cosa ¿cree usted posible que, durante el mandato de Tsipras, se redefinan las relaciones de Grecia con Turquía?
DP- Empiezo por Rusia. Grecia, lleva 70 años de relaciones fluidas con Europa Occidental y aunque tradicionalmente, Rusia, siempre ha sido un aliado (fundamentalmente, por motivos religiosos) veo difícil que, Grecia, termine sustituyendo a Rusia por la UE (Rusia, de hecho, tiene ahora mismo muchos problemas: Ucrania, crisis económica, etc.).
China, por su parte, podría ser una opción estratégica pero eso podría molestar mucho a la UE así que lo veo improbable…
Para terminar, lo de Turquía: actualmente, tanto Grecia como Turquía, pasan por situaciones políticas complicadas por lo que, como se trata de un tema sensible para ambos países, no me parece que vaya a haber grandes cambios, al menos a corto plazo.
* Juan Agulló es sociólogo y periodista: geotlati@gmail.com

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PARA UN ANÁLISIS DEL CAPITALISMO


50 años de guerras imperiales: resultados y perspectivas

3/5

09.03,2015

Traducido del inglés para Rebelión por Sara Plaza

Reflexiones teóricas sobre la construcción del imperio en América Latina

La construcción del imperio estadounidense en América Latina es un proceso cíclico que refleja los cambios estructurales registrados en el poder político y la reestructuración de la economía mundial: fuerzas y factores que "ignoran" el estado imperial y la tendencia del capital a acumularse. La acumulación y expansión del capital no dependen simplemente de las fuerzas impersonales "del mercado", pues las relaciones sociales bajo las cuales funciona el "mercado" operan dentro de los límites de la lucha de clase.

La pieza central de las acciones del estado imperial, a saber, las largas guerras territoriales en Oriente Medio, están ausentes en América Latina. Lo que mueve la política del estado imperial estadounidense es la búsqueda de recursos (agro-mineros), fuerza de trabajo (empleados por cuenta propia con bajos ingresos) y mercados (tamaño y poder adquisitivo de 600 millones de consumidores). Detrás de la expansión imperial se hallan los intereses económicos de las multinacionales.

Aun cuando en este caso se hubiera podido sacar partido de una posición geoestratégica ventajosa –el Caribe, América Central y América del Sur están situados más cerca de Estados Unidos– predominan los objetivos económicos, no los militares.

Sin embargo, la facción militarista-sionista del estado imperial ignora estos motivos económicos tradicionales y deliberadamente opta por actuar teniendo en cuenta otras prioridades: el control de las zonas productoras de petróleo, la destrucción de las naciones o los movimientos islámicos, o simplemente acabar con los adversarios antiimperialistas. La facción militarista-sionista consideró que los "beneficios" para Israel, su supremacía militar en Oriente Medio, eran más importantes que asegurar la supremacía económica de Estados Unidos en América Latina. Este hecho se observa claramente si analizamos las prioridades imperiales en función de los recursos estatales utilizados para fines políticos.

Incluso si tenemos en cuenta el objetivo de la "seguridad nacional" y lo interpretamos en su sentido más amplio de garantizar la seguridad de los territorios nacionales del imperio, el ataque militar estadounidense a países islámicos impulsado por la ideología islamofóbica concomitante, los asesinatos masivos y el desarraigo de millones de musulmanes resultantes han producido el efecto contrario: terrorismo recíproco. Las "guerras totales" de Estados Unidos contra civiles han provocado ataques islamistas contra ciudadanos occidentales.

Los países latinoamericanos a los que apunta el imperialismo económico son menos beligerantes que los países de Oriente Medio que están en la mira de los militaristas estadounidenses. Un análisis coste/beneficio demostraría el carácter absolutamente "irracional" de la estrategia militarista. Sin embargo, si tenemos en cuenta la composición y los intereses concretos que mueven individualmente a los responsables de las políticas del estado imperial, vemos que existe algo así como una perversa "racionalidad". Los militaristas defienden la "racionalidad" de costosas e interminables guerras esgrimiendo las ventajas de adueñarse de "las puertas al petróleo" mientras que los sionistas esgrimen el mayor poder regional alcanzado por Israel.

Si bien durante más de un siglo América Latina fue un objetivo prioritario de la conquista económica imperial, en el siglo XXI ha perdido su primacía a favor de Oriente Medio.

La desaparición de la URSS y la conversión de China al capitalismo

El mayor impulso hacia la exitosa expansión imperial de Estados Unidos no se lo dieron las guerras por poderes ni las invasiones militares. Más bien, el imperio estadounidense logró su mayor crecimiento y conquista con la ayuda de líderes políticos clientelistas, organizaciones y estados vasallos en la URSS, Europa del Este, los estados bálticos, los Balcanes y el Cáucaso. La estrategia de penetración política y financiación a gran escala y a largo plazo que llevaron a cabo Estados Unidos y la Unión Europea contribuyó de manera exitosa al derrumbe de los regímenes colectivistas de Rusia y la URSS y a la aparición de estados vasallos. Estos pronto estarían a disposición de la OTAN y serían incorporados a la Unión Europea. Bonn se anexionó Alemania Oriental y dominó los mercados de Polonia, la República Checa y otros estados de Europa Central. Los banqueros de Estados Unidos y Londres colaboraron con los mafiosos oligarcas ruso-israelíes en actividades conjuntas para llevar a cabo el expolio de recursos, industrias, bienes inmuebles y fondos de pensiones. La Unión Europea explotó a decenas de millones de científicos, ingenieros y trabajadores altamente cualificados importándolos, o bien despojándolos de los derechos laborales y las prestaciones del estado de bienestar y sirviéndose de ellos como mano de obra barata en sus propios países.

El "imperialismo por invitación" avalado por el régimen vasallo de Yeltsin se apropió muy fácilmente de la riqueza rusa. Las fuerzas militares del Pacto de Varsovia entraron a formar parte de una legión extranjera en las guerras imperiales de Estados Unidos en Afganistán, Iraq y Siria. Sus instalaciones militares fueron convertidas en bases militares y emplazamientos de misiles para cercar a Rusia.

La conquista imperial estadounidense del Este creó un "mundo unipolar", en el cual los responsables de la toma de decisiones y estrategas de Washington creyeron que, como potencia mundial suprema, podrían intervenir impunemente.

El alcance y la profundidad del imperio mundial estadounidense se ampliaron con la incorporación de China al capitalismo y la invitación de su gobierno a las multinacionales de Estados Unidos y la Unión Europea a entrar y explotar la mano de obra barata del país. La expansión global del imperio estadounidense reforzó la sensación de poder ilimitado, alentando a sus gobernantes a ejercer dicho poder contra cualquier adversario o competidor.

Entre 1990 y 2000, Estados Unidos llevó sus bases militares hasta la frontera de Rusia. Las multinacionales estadounidenses fortalecieron su posición en China e Indochina. Los regímenes clientelistas de Estados Unidos en América Latina desmantelaron sus economías nacionales, privatizando y desnacionalizando más de cinco mil empresas públicas de sectores estratégicos lucrativas. Todos los sectores se vieron afectados: recursos naturales, transportes, telecomunicaciones y finanzas.

A lo largo de los años noventa, Estados Unidos siguió expandiéndose mediante la estrategia de la penetración política y la fuerza militar. El presidente George H. W. Bush emprendió una guerra contra Iraq. Clinton bombardeó Yugoslavia, y Alemania y la Unión Europea se unieron a Estados Unidos para dividir Yugoslavia en "mini-estados".

El crucial año 2000: la cima y el declive del imperio

El rápido y amplio proceso de expansión imperial, entre 1989 y 1999, las conquistas fáciles y el expolio concomitante crearon las condiciones para el declive del imperio de Estados Unidos.

El saqueo y empobrecimiento de Rusia condujo a la aparición de un nuevo liderazgo bajo el presidente Putin, que estaba decidido a reconstruir el estado y la economía y poner fin al vasallaje.

El liderazgo chino aprovechó su dependencia del capital y la tecnología de Occidente para crear una poderosa economía exportadora e impulsar el crecimiento de un dinámico complejo industrial nacional público-privado. Los centros financieros imperiales que habían florecido al calor de una regulación excesivamente laxa quebraron. Los cimientos domésticos del imperio se estremecieron. La máquina de guerra imperial tuvo que competir con el sector financiero por las partidas presupuestarias y los subsidios federales.

El crecimiento fácil condujo a la expansión excesiva del imperio. Las zonas de conflicto se multiplicaron en todo el mundo, reflejo del resentimiento y la hostilidad ante la destrucción provocada por los bombardeos y las invasiones. Los gobernantes clientelistas, estrechos colaboradores del imperio, vieron debilitado su poder. El imperio mundial superó la capacidad de Estados Unidos para controlar satisfactoriamente a sus nuevos estados vasallos. Los puestos avanzados coloniales reclamaron nuevos envíos de tropas y armas y nuevas inyecciones de dinero, en un momento en el que contrarrestar las tensiones internas exigía el recorte y el repliegue.

Todas las conquistas recientes –fuera de Europa– fueron muy costosas. La sensación de invencibilidad e impunidad llevó a los diseñadores del imperio a sobrestimar su capacidad de expandirse, de mantener el control y de contener la inevitable resistencia antiimperialista.

Las crisis y el colapso de los estados vasallos neoliberales en América Latina se aceleraron. Las revueltas antiimperialistas se extendieron desde Venezuela (1999) hasta Argentina (2001), Ecuador (2000-2005) y Bolivia (2003-2005). Surgieron regímenes de centro-izquierda en Brasil, Uruguay y Honduras. Los movimientos de masas conformados por comunidades indígenas y mineras tomaron un nuevo impulso en las zonas rurales. Los planes imperiales que se habían elaborado para garantizar la integración centrada en Estados Unidos fueron rechazados. En su lugar proliferaron múltiples acuerdos regionales que excluían a Estados Unidos: ALBA, UNASUR, CELAC. La rebelión interna de América Latina coincidió con el ascenso económico de China. Un prolongado auge de las materias primas debilitó seriamente la supremacía imperial estadounidense. Estados Unidos tenía pocos aliados locales en América Latina y compromisos excesivamente ambiciosos para controlar Oriente Medio, el sur de Asia y el norte de África.

Washington perdió su mayoría automática en América Latina: su apoyo a los golpes de Estado en Honduras y Paraguay, su intervención en Venezuela (2001) y el embargo en contra de Cuba fueron repudiados por todos los gobiernos, incluso por los aliados conservadores.

Washington se dio cuenta de que resultaba mucho menos sencillo defender un imperio global que establecerlo. Los estrategas imperiales en Washington vieron las guerras de Oriente Medio a través del prisma de las prioridades militares israelíes, ignorando los intereses económicos globales de las multinacionales.

Los estrategas militares imperiales sobrestimaron la capacidad militar de vasallos y clientes, a los que Estados Unidos preparó muy mal para gobernar en países con movimientos armados de resistencia nacional. Aumentaron las guerras, las invasiones y las ocupaciones militares. A Iraq y Afganistán se sumaron Yemen, Somalia, Libia, Siria y Paquistán. Los gastos del estado imperial estadounidense excedieron con mucho cualquier transferencia de riqueza desde los países ocupados.

Cientos de miles de millones de dólares del Tesoro estadounidense fueron saqueados por una enorme burocracia mercenaria civil y militar.

El papel central de las guerras de conquista destrozó la infraestructura institucional y las bases económicas necesarias para que las multinacionales pudieran instalarse y ganar dinero.
Aferrado a las ideas estratégicas militares de imperio, el liderazgo militar-político del estado imperial diseñó una ideología global para justificar y fundamentar una política de guerra permanente y múltiple. La doctrina de la "guerra al terror" justificó la guerra en todas partes y en ninguna. La doctrina era "elástica", se podía adaptar a cada zona de conflicto e invitaba a nuevos compromisos militares: Afganistán, Libia, Irán y el Líbano fueron designados como zonas de guerra. La "doctrina del terror", de alcance global, ofreció una justificación para múltiples guerras y para la destrucción (no explotación) masiva de sociedades y recursos económicos. Sobre todo, la "guerra contra el terrorismo" justificó la tortura (Abu Ghraib), los campos de concentración (Guantánamo) y los objetivos civiles (vía drones) en cualquier parte. Las tropas fueron retiradas y enviadas de nuevo a Afganistán e Iraq a medida que aumentaba la resistencia. Miles de efectivos de las fuerzas especiales estuvieron en activo en montones de países, sembrando el caos y la muerte.

Además, el violento desarraigo, la degradación y la estigmatización de pueblos islámicos enteros propagó la violencia en los centros imperiales de París, Nueva York, Londres, Madrid y Copenhague. La globalización del terror del estado imperial se tradujo en terror individual.
 El terror imperial dio lugar al terror al interior de los estados: el primero de forma sostenida, abarcando civilizaciones enteras, conducido y justificado por representantes políticos electos y autoridades militares. El segundo mediante un grupo transversal de "internacionalistas" que inmediatamente se identificaron con las víctimas del terror del estado imperial.


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PODEMOS: OTRO ANÁLISIS


UNA SOCIEDAD EN BUSCA DE REFERENTES

Ignacio Urquizu
Sociología Crítica
10.03.2015




Podemos es fruto del desencanto, Ciudadanos es la búsqueda de alternativas técnicas
Fuente: El país. 7 de marzo, 2015 ]El último clima social de Metroscopia nos muestra una fragmentación partidista desconocida en nuestra democracia: nunca cuatro partidos de ámbito nacional se habían situado a tan poca distancia entre ellos. De hecho, los porcentajes están tan cercanos, que podríamos hablar de un empate técnico. Este escenario sólo podemos comprenderlo si entendemos qué está pasando en nuestra sociedad en los últimos años. Fruto de las múltiples crisis por las que pasa nuestro país, la ciudadanía se ha mostrado desconcertada y perdida. En esta situación, los partidos tradicionales han mostrado cierta incapacidad puesto que no han logrado empatizar con el estado de ánimo de los españoles. Y fruto de este desconcierto, en la ciudadanía se han instalado dos deseos.

Por un lado, desde hace bastante tiempo hay instaurada una fuerte pulsión de cambio. La magnitud de la crisis económica y sus consecuencias sociales y políticas parecen haber configurado en el imaginario colectivo el fin de una etapa que daría paso a nuevos actores. Estos sentimientos están siendo canalizados en los últimos meses a través de Podemos y Ciudadanos. Son dos formaciones que responden a motivaciones totalmente distintas. Mientras que el partido de Pablo Iglesias es fruto del desencanto, la formación de Albert Rivera está mucho más relacionada con la búsqueda de alternativas técnicas. Pero a ambos les une una conexión con el deseo ciudadano de cambio.

Por otro lado, estamos ante una ciudadanía en busca de referentes. Todos los datos sociológicos de esta legislatura han revelado una gran orfandad política en nuestra sociedad. Pero no sólo respecto a los partidos, sino que en muchos ámbitos cuesta encontrar en estos momentos referentes con algo de credibilidad. Y ante estas ausencias, la ciudadanía parece estar escuchando con atención a los nuevos.

Sólo si entendemos estas dos motivaciones ciudadanas podemos situar en un contexto mucho más amplio el famoso debate entre élites y ciudadanos (o los de abajo frente a los de arriba). Una interpretación excesivamente simplista sería pensar que el resultado de este conflicto social es una democracia asamblearia, sin dirigentes ni partidos. Pero los datos de opinión pública no dicen eso. En una reciente encuesta elaborada por Metroscopia observamos que el 75% de los españoles consideran necesarias a las formaciones políticas y casi el 70% cree que sin partidos no es posible la democracia. Lo que les produce una profunda desafección es su funcionamiento: el 70% dice estar poco o nada satisfecho. Y si echamos la vista atrás, ya en 2012 el 65% de los españoles consideraba que otros líderes deberían ponerse al frente de los principales partidos.

En definitiva, la enorme fragmentación política que empieza a visualizarse en nuestro país tiene mucho que ver con los deseos de cambio que hay en una sociedad carente de referentes sólidos. La única duda que queda en el aire es si esta división electoral se trasladará al Parlamento. Nuestro sistema electoral ha generado un fuerte bipartidismo en el 60% de los distritos electorales, los cuales reparten casi el 40% de los escaños. Por ello la implantación territorial de los distintos partidos será fundamental a la hora de transformar los deseos de los españoles en diputados.

Ignacio Urquizu es profesor de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid y coordinador del seminario de análisis político de Metroscopia.

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