jueves, 9 de junio de 2022

Denuncian en Uruguay intentos de privatizar agua potable

 

 

Denuncian en Uruguay intentos de privatizar agua potable

TERCERA INFORAMCION / 08.06.2022

La Federación de Empleados de Obras Sanitarias del Estado (OSE) de Uruguay denunció hoy nuevos intentos de privatización del agua potable mediante un proyecto gubernamental que involucra a firmas extranjeras.


Bautizado como Neptuno implica la construcción de una nueva estación de bombeo en un balneario aledaño al Rio de La Plata y una tubería aductora de 85 kilómetros de extensión para mejorar el abastecimiento.

El presidente de la gremial, por sus siglas FFOSE, Federico Kreimerman, declaró que «este tipo de políticas no solo perjudican a las grandes mayorías sino que benefician a grandes empresas.

Agregó que «la privatización de la producción de agua potable antepone el lucro al fin social, contrario al mandato constitucional que considera el acceso a ese recurso como un derecho humano fundamental».

Según detalló, el cuestionado proyecto tiene un costo de tres mil millones de dólares y está la propuesta de que eso se financie con un contrato a 30 años, que operaría la planta y la OSE le compraría el agua potable para luego distribuirla a los usuarios.

En esa perspectiva la entidad estatal pagaría por cada metro cúbico y por tener agua potable pronta y disponible, 12 millones de dólares por año, agregó el dirigente sindical.

FFOSE dejó claro que desaprueba las privatizaciones en todas las áreas del organismo y del Estado, porque encubren el progresivo deterioro y desmantelamiento, favoreciendo la precarización del trabajo y la ineficiencia de los servicios brindados.

En el seno de OSE, el director por el Frente Amplio, Edgardo Ortuño, reivindicó que la idea del anterior gobierno era la construcción con menor costo de una represa sobre el arroyo Casupá que desemboca en el río Santa Lucía, en el vecino departamento Canelones, un proyecto ya encaminado cuando asumió la presidencia Lacalle Pou.

Por su parte la central sindical Pit-Cnt manifestó su pleno respaldo a la denuncia de los empleados de la empresa estatal OSE, que dispone de una larga experiencia en el servicio a la poblacion capaz de asegurar el acceso público del agua.

oda/hr

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Identifican casi 700 puntos de vertido y vertederos ilegales en la Comunidad de Madrid

 

Identifican casi 700 puntos de vertido y vertederos ilegales en la Comunidad de Madrid

TERCERA INFORMACION / 09.06.2022

  • Ecologistas en Acción ha presentado el mapa y el informe sobre vertidos ilegales en suelo madrileño, localizados hasta mayo de 2022.
  • Escombros, enseres, amianto, residuos industriales, neumáticos y vehículos abandonados o calcinados son las tipologías de residuos identificadas.
  • Aunque se trata de un problema generalizado en la región, la zona más afectada es el sur metropolitano, en concreto los municipios de Leganés, Alcorcón, Valdemoro, Getafe, Madrid, Arganda del Rey, Parla y Móstoles.
  • Ecologistas en Acción alerta de que estamos ante un problema fuera de control con graves consecuencias ambientales, de salud pública y económicas.


La gestión de residuos está regulada por normativa europea, estatal y regional. Su manipulación, es decir la recogida y traslado debe realizarse por empresas autorizadas y solo se pueden depositar en instalaciones permitidas, bien para su clasificación, su reciclado/reutilización o su depósito definitivo. Sin embargo, el abandono de todo tipo de residuos en cualquier sitio está proliferando y, cada vez es más complejo su control.

Ante la falta de seguimiento de este problema por parte de la Consejería de Medio Ambiente, Vivienda y Agricultura y la ineficacia de las denuncias, Ecologistas en Acción está recogiendo en un mapa la localización y características de los puntos de vertido y vertederos ilegales de los que tiene conocimiento. En total, hasta finales del pasado mes de mayo, se han identificado 672 ubicaciones, distribuidas en 24 municipios. Todas ellas se localizan en zonas de fácil acceso para vehículos, junto a caminos vecinales, vías pecuarias, carreteras, vías e instalaciones de ferrocarril y cursos fluviales.

Puntos de vertido y vertederos ilegales

Los residuos localizados se han dividido en puntos y zonas de vertido o vertederos. Cuando el vertido ocupa una extensión reducida, se ha considerado punto de vertido. La mayor parte de estos se han localizado en los municipio de Leganés (360), Alcorcón (76), Valdemoro (61), Getafe (43), Arganda del Rey (25) o Parla (21). Cuando el vertido ocupa una amplia superficie, con diferentes tipologías de residuos mezclados y es permanente, se ha considerado zona de vertido o vertedero. Estas zonas se han localizado en Leganés con una superficie de 105 hectáreas (superficie equivalente a la del parque de Polvoranca), Madrid con una superficie de 50 hectáreas (superficie equivalente a la del parque Tierno Galván) y Móstoles y Arroyomolinos con los vertidos a las riberas y al cauce del río Guadarrama con una superficie de 6,5 hectáreas.

Tipología de vertidos

En cuanto a la tipología de residuos, la mayor parte proceden de la construcción. A pesar de que para obtener autorización municipal, el promotor, debe acreditar la contratación de una empresa especializada para la retirada de residuos, en la práctica no siempre sucede. Esta situación se ha agravado con la eliminación de la licencia en reformas y con la implantación de las declaraciones responsables en obras menores. Por tanto, no existe un control previo. Los ayuntamientos carecen de medios para controlar, una vez iniciadas, todas las obras que se realizan en sus municipios, lo que favorece el vertido en cualquier parte. Las escombreras suponen el 28 % de los puntos de vertido localizados.

Los enseres (colchones, muebles, electrodomésticos) también están vinculados a las obras de reformas de viviendas y, en muchas ocasiones están mezclados con escombros. Este tipo de vertido supone el 25 % de los localizados. El amianto procedente de las planchas de fibrocemento de cubiertas de edificaciones y de tuberías, también está relacionado con la construcción y supone el 20 % del total.

Por último, los residuos industriales (pinturas, disolventes, plásticos) suponen el 4,3 %. Estos se han localizado preferentemente en Arganda del Rey. Los neumáticos y vehículos abandonados o calcinados llegan al 2%.

Localizaciones de los vertidos

Los puntos de vertido y vertederos se localizan tanto en zonas urbanas como rurales. En el primer caso se suelen encontrar en el interior y periferia de polígonos industriales abandonados o con poca actividad, en los límites de barrios inconclusos o, en los alrededores de vertederos autorizados. Algunos ejemplos son el Parque Tecnológico de Leganés, el entorno del polígono Ventorro del Cano en Alcorcón o La Atalayuela o el Parque Tecnológico de Valdemingómez, en Madrid.

En las zonas rurales, la basura se abandona en caminos y riberas (Camino de San Galindo paralelo al río Tajuña en Chinchón), camino de la Magdalena en Madrid; en vías pecuarias como la Cañada Real Galiana paralelo al río Jarama a su paso por San Fernando de Henares; en oquedades naturales como la sima próxima a la Laguna de San Juan, en Chinchón donde hay vehículos abandonados; en caminos y edificaciones sin uso de la red de ferrocarril, como en Aranjuez. Incluso llegan a tirarse electrodomésticos y muebles a cauces de ríos como es el caso del río Guadarrama, a su paso por los municipios de Móstoles y Arroyomolinos, cuyo problema se traslada aguas abajo, hasta Batres o municipios de Toledo como Carranque.

Los espacios protegidos tampoco se libran de esta “diáspora” de basura, se han localizado importantes vertederos en espacios protegidos Red Natura 2000 como la Zona de Especial Conservación Cuencas de los ríos Jarama y Henares o en la Zona de Especial Conservación Vegas, Cuestas y Páramos del Sureste que incluye el río Tajuña. En el Parque Regional del curso medio del río Guadarrama, incluido también en Red Natura 2000, se localiza uno de los principales vertederos, el del río Guadarrama pero también hay un gran punto de vertido en Majadahonda.

Impactos de los vertidos

Las consecuencias de esta actividad ilegal tiene tres importantes vértices: medioambiental porque contaminan el suelo, el agua y el aire consecuencia de los escapes de disolventes, pinturas, lixiviados, emisiones de contaminantes a la atmósfera por volatilización de sustancias químicas, etc. El agua de lluvia arrastra estas sustancias y los lixiviados (líquidos procedentes de la descomposición de la materia orgánica) que terminan en ríos y arroyos, afectando a la flora y la fauna.

Esta situación que afecta al entorno natural también repercute sobre la salud de las personas. Los vertederos ilegales con mezcla de todo tipo de residuos atraen plagas (insectos, roedores) y algunos elementos como el amianto es altamente tóxico, si se fractura y se manipula sin protección.

Pero la basura incontrolada además genera problemas económicos porque se está impidiendo que empresas autorizadas desarrollen su actividad económica generando beneficios y creando puestos de trabajo. Por otra parte, la retirada de tan enorme volumen de vertidos y de puntos tan dispersos, al recaer sobre las administraciones, supone un fuerte impacto para las arcas públicas.

Por todo ello, Ecologistas en Acción, considera imprescindible frenar esta inercia e impedir que sigan proliferando los puntos de vertido. Para ello las medidas disuasorias son imprescindibles como la impermeabilización de caminos para evitar el acceso y descarga. Y de forma paralela hay que incrementar la inspección mediante la colaboración de las policías municipales, el Cuerpo de Agentes Forestales de la Comunidad de Madrid y la Delegación del Gobierno en Madrid. Pero ninguna de estas medidas será eficaz sin campañas de educación y concienciación de la sociedad. Estamos ante una emergencia ambiental y de salud pública y no es aceptable seguir mirando para otro lado.

– Mapa e informe sobre vertidos ilegales en la Comunidad de Madrid.

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– Vídeo resumen


– Municipios en los que se han localizado vertidos: Ajalvir, Alcorcón, Ambite, Aranjuez, Arganda del Rey, Arroyomolinos, Campo Real, Chinchón, Fuenlabrada, Getafe, Leganés, Madrid, Majadahonda, Morata de Tajuña, Móstoles, Parla, Pinto, Pozuelo de Alarcón, San Fernando de Henares, Torrelaguna, Valdemoro, Villamanrique de Tajo, Villar del Olmo, Villaviciosa de Odón.

Vídeos

1.       Leganés

Avenida de la Innovación. Parque Tecnológico https://youtu.be/k_H7DXGeDgE

Vertedero en un antiguo club deportivo abandonado, junto a la autopista R5 https://youtu.be/rAKGa3GUBOM

Vertedero en laguna temporal https://youtu.be/2yHwScBoj-A

Vertido de botes de pintura https://youtu.be/dlK3mYfrRCI

2.      Valdemoro

Gran acumulación de amianto en naves abandonadas al oeste del casco urbano, junto a la autovía A-4, muy próximas al CEIP Fuente de la Villa y al IES Neil Armstrong. Los estudiantes lo usan como lugar de esparcimiento sin saber el riesgo que corren. https://youtu.be/8lfc-SnQuQU

3.      Getafe

Vertidos en el Camino Viejo de Toledo e inmediaciones de polígono industrial. https://youtu.be/Mi9Ww1xsQsM

4.      San Fernando de Henares

Gran vertedero en la Cañada Real Galiana y ribera del río Jarama, en San Fernando de Henares, junto a la autovía A-2. Espacio protegido Red Natura 2000 como la Zona de Especial Conservación Cuencas de los ríos Jarama y Henares. https://youtu.be/1pX4njEUHwM

5.       Pinto

Vertedero en el polígono Sector 3 El Esparragal, noroeste de Pinto. Autor del vídeo @parlaenbici. https://youtube.com/shorts/Kx--e-PgiTA?feature=share

6.      Alcorcón

Acumulación de planchas de amianto junto a un camino de uso público de Alcorcón próximo a la Carretera de los Pantanos y a la M-50, al Polígono Comercial El Lucero y a la vía pecuaria Vereda de Villaviciosa, unos 5000 kilos de amianto, abandonado en una propiedad privada https://youtu.be/1xxs4nCyuAk

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Ocho países de América Latina se unen contra la basura marina

 

Ocho países de América Latina se unen contra la basura marina

 

Por América Latina y Caribe

Rebelion

 09/06/2022


Fuentes: IPS


Los comprometidos en el Plan de Acción de Basura Marina para el Pacífico Nordeste 2022-2026 son Colombia, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua y Panamá.

Ocho países latinoamericanos lanzaron este miércoles 8 un acuerdo para abordar de manera conjunta y coordinada el problema de la contaminación por plásticos en las aguas del Pacífico nororiental, bajo el paraguas del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma).

El plan, elaborado por autoridades de los países concernidos, la alianza Mundial sobre la Basura Marina y la Fundación MarViva, analiza la situación de la basura marina en la región, identifica brechas y oportunidades de mejora y genera recomendaciones para la prevención, reducción y gestión de los residuos marinos.

Según el Pnuma, 80 % de la basura marina proviene de fuentes terrestres, principalmente plásticos asociados a empaques de alimentos y bebidas, y los océanos se han convertido en inmensos depósitos de desechos plásticos.

La producción y el diseño de productos con alto contenido de plástico innecesario o de un solo uso, el consumo acelerado y un manejo ineficiente de los residuos son algunas de las causas de esta epidemia plástica, la cual produce impactos negativos en los ecosistemas, las economías y el bienestar humano.

Jorge Jiménez, director general de la Fundación MarViva, dijo que “a pesar de que los océanos son esenciales para el equilibrio del planeta, los ecosistemas costeros son cada vez más vulnerables, como consecuencia de las actividades humanas, principalmente las terrestres, que son origen de 80 % de la basura marina”.

“Se trata de un problema global y, por lo tanto, la única forma de abordarlo es con soluciones coordinadas y de gran alcance”, agregó Jiménez.

Aumentar la información, monitorear, fortalecer la vigilancia del cumplimiento de las normas, sensibilizar a la población y responsabilizar al productor de sus propios residuos, son algunas de las oportunidades prioritarias identificadas en el Plan.

“Este plan reúne los esfuerzos de múltiples actores para trabajar en favor de la prevención de la contaminación por plásticos y la conservación de nuestros océanos, como recurso esencial para asegurarles un futuro sostenible a las próximas generaciones”, opinó Jacqueline Álvarez, representante regional del Pnuma.

Estudios del Pnuma señalan que en la región se general diariamente 17 000 toneladas de residuos plásticos, de los cuales 30 %aún se dispone en basureros a cielo abierto, afectando a más de 40 millones de personas.

Se estima que 15 % de la basura marina flota en la superficie del mar, otro 15 % se localiza en la columna de agua y 70% permanece en el fondo marino.

Los plásticos son la fracción más grande, dañina y persistente de la basura marina, representando al menos 85 % del total. El plástico de un solo uso, a su vez, puede constituir hasta 70 % del material encontrado en los mares.

Para el año 2050 habrá más plástico que peces en el mar.

Si la situación actual continúa, para 2025 se pronostica que 1 303 000 toneladas de plástico estarán presentes en los espacios marinos de la región del Pacifico nororiental.

El Plan de Acción de Basura Marina para el Pacífico Nordeste 2022-2026 se lanza en el marco de la celebración del Día Mundial de los Océanos, que se conmemora cada 8 de junio para recordar a todo el mundo el papel de los océanos en la vida humana y la necesidad de protegerlos dela contaminación.

Fuente: https://ipsnoticias.net/2022/06/ocho-paises-de-america-latina-se-unen-contra-la-basura-marina/

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El armario viejo

 

Tal día como hoy de 1870 moría el gran escritor Charles Dickens. En su epitafio de Westminster puede leerse: "Fue un simpatizante del pobre, del miserable y del oprimido, y con su muerte el mundo ha perdido a unos de los mejores escritores ingleses".


El armario viejo

 

Charles Dickens

EL Viejo Topo

9 junio, 2022 



Eran las diez de la noche. En la hostería de los Tres Pichones, de Abbeylands, un viajero, joven aún, se había retirado a su cuarto, y de pie, cruzados los brazos contra el pecho, contemplaba el contenido de un baúl que acababa de abrir.

-Bueno, todavía debo sacar algún partido de lo que me queda -dijo-. Sí, en este baúl puedo invocar un genio no menos poderoso que el de Las mil y una noches: el genio de la venganza… y quizá también el de la riqueza… ¿Quién sabe?… Empecemos antes por el primero.

Quien hubiese visto el contenido del baúl, más bien habría pensado que su dueño no debería hacer mejor cosa que llevárselo a un trapero, pues todo eran ropas, en su mayor parte pertenecientes, por su tela y forma, a las modas de otro siglo, excepto uno o dos vestidos de mujer; pero ¿qué podía hacer con traje de mujer el joven cuya imaginación se exaltaba de ese modo ante aquel guardarropa híbrido? No eran días de Carnaval…

-¡Alto! Dan las diez -repuso de pronto-. Tengo que apresurarme, no vaya a cerrar la tienda ese bribón.

Y hablando consigo mismo se abrochó el frac, se echó encima un capote de caza, bajó, franqueó la puerta, siguió por la Calle Mayor hasta recorrerla casi toda, torció por una calleja y se detuvo ante el escaparate de un comercio.

Quizá fuese el único abierto de todo el pueblo. Detrás del escaparate se veían las más variadas mercancías: muebles, libros, gemelos, monedas de plata, alhajas, relojes, hierro viejo y artículos de tocador. La mayoría de estos objetos tenían un rótulo que indicaba su precio. Detrás de un mostrador enrejado se sentaba un hombre con la pluma sobre la oreja, como un contable que acabara de interrumpir una operación matemática para despabilar la luz de la vela. Porque, en medio de todas aquellas riquezas, el hombre del mostrador se alumbraba económicamente con una prosaica vela de sebo colocada en una vieja botella vacía.

También él, lo mismo que el joven de la hostería, animaba su soledad con un monólogo o con uno de esos diálogos cuyas preguntas y respuestas las hace uno mismo.

“Es una gran verdad, sí, señor. En un chelín hay un millón, como en un grano de trigo hay toda una cosecha para llenar un granero; el secreto consiste en colocar bien el chelín y en sembrar el grano de trigo en buena tierra. La inteligencia y el ahorro dan a los ceros valor poniéndolos a continuación de las cifras; la locura y la prodigalidad ponen la cifra a continuación de los ceros. ¡Qué maravillosa semana! Las doscientas libras esterlinas que me prestó hace diez años Tomás Evans han dado excelente fruto. El imbécil perdió mi pagaré; siempre hacía igual por su habitual negligencia. Eso sí, también habría perdido el dinero si se hubiera presentado al vencimiento, en vez de morir nombrando heredero a su hijo Jorge, aún más derrochador que él. Creo firmemente que Tomás Evans tuvo la intención de dejarme ese legado, aunque el joven me escribió reclamándome las doscientas libras esterlinas con el pretexto de que no pagué a su padre”.

-“Señor mío -le contesté-, presénteme el pagaré y haré honor a mi firma. No pido ningún requisito más: soy solvente. Venga usted mismo si no tiene confianza en su agente de negocios”.

“¡Sí, sí! Le pareció mejor correr mundo con una actriz y gastarse las rentas antes de cobrarlas, en Norteamérica, de donde creo que no regresará. Dicen que también él se ha hecho cómico… ¡Cómico!… ¡Cualquier día el teatro le indemnizará de lo que le ha costado! Razón tiene nuestro ministro, el reverendo señor Mac-Holy, cuando llama escuela de Satanás al teatro. Si Tomás Evans hubiera sabido que su hijo acabaría su educación en esa escuela, además del pagaré de las doscientas libras esterlinas me hubiera legado también todo el modesto patrimonio que tan mal invirtió el heredero réprobo. ¡Comerse con una actriz la herencia de Tomás Evans y acabar por dedicarse él mismo a las tablas!… Ese joven está perdido. ¡No seré yo quien vaya a verlo trabajar, ni aunque me regalase la entrada!”

El señor Benson, intérprete de este soliloquio, que ejercía el doble oficio de prendero y prestamista, era acaso igualmente ingrato con el teatro y con su difunto amigo Tomás Evans. Porque muchos de los artículos que había en su tienda procedían de esos pobres comediantes que él convertía en discípulos de Satán, y los había comprado hacía poco por la tercera parte de su valor, a consecuencia de la quiebra del empresario del coliseo de Abbeylands. Su última frase, pronunciada con la elocuencia de un fiel sectario del reverendo Mac-Holy, quizá fuera oída por el joven pupilo de la hostería de los Tres Pichones, quien después de echar una ojeada llena de curiosidad a través de los cristales entraba en aquel momento en la tienda.

-Para servirle, señor Benson -saludó-. Me alegro de que no haya cerrado aún. Deseo tratar con usted un pequeño negocio.

-¿Tiene usted algún reloj de más y algunas guineas de menos? -preguntó Benson abriendo un cajoncito.

-No, señor, no me sobra ninguno. Respecto a las guineas, tengo, por fortuna, bastantes todavía para poder comprarle un mueble que he visto esta mañana al pasar delante de su tienda: un armario pequeño con cajones… Creo que es de encina… ¡Ah! Casualmente está ahí…

-¡Dispénseme! -exclamó Benson al comprender que había juzgado mal al comprador, quien llegaba a la hora intempestiva que suele elegirse para deshacerse de alguna prenda-. Si le interesa el armario está por completo a su disposición… ¡Buen mueble, de veras…, de encina, sí…, y encina de primera calidad, con cajones muy útiles y bonitos! Ese armario me ha costado bastante caro en la subasta del granjero Merrywood, que murió la semana pasada. Pero me conformo con poca ganancia, aunque se han puesto de moda los muebles antiguos. El granjero Merrywood decía que este armario lo tenía su familia desde hace lo menos dos siglos. Puedo vendérselo por dos libras esterlinas.

-No presumo de ser inteligente en muebles viejos -respondió el joven-; pero tengo una tía a quien creo que le gustaría éste, y es un regalo que quiero hacerle para completar nuestro mobiliario. No regatearé; aquí tiene usted las dos libras esterlinas. Pago al contado, con dos condiciones: primera, que el mueble sea entregado esta noche, sin gastos, y que si por casualidad no agradase a mi tía, me lo cambie usted mañana a primera hora por otra cosa, en cuyo caso los gastos de devolución correrían de mi cuenta.

-Con mucho gusto, con mucho gusto -asintió Benson, que se esperaba el regateo de algunos chelines-. Pero ¿cómo voy a enviarlo esta noche?

-Eso allá usted -respondió el comprador-. Deseo también un recibo del dinero, y en ese recibo tendrá la bondad de especificar que me vende el armario con todo cuanto contiene, porque a lo mejor se encuentra una fortuna en estos armatostes antiguos -añadió sonriendo-. Se habla de butacas que la propietaria había rellenado de billetes de banco.

-¡Oh! Eso no me preocupa -dijo Benson, extendiendo el recibo-. En cuanto al transporte… No pesa mucho el armario… Yo me encargo de él… ¿Adónde hay que llevarlo?

-A la señora de Truman, Calle de Salisbury, número 2, en el arrabal… No es un barrio muy recomendable, pero cada uno se aloja donde puede, con los alquileres tan caros.

-Es una calle muy oscura y que no goza de buena fama -objetó el prestamista-. ¿No podría usted aguardar a mañana por la mañana? Estoy solo en casa con una criada, y como a estas horas no encontraré en su puesto al recadero de la esquina, seguro que me veré obligado a llevar yo mismo el armario. Hace unos veinte años, en esa misma calle, robaron y asesinaron a un hombre.

-¡Oh! ¡Sí, hace veinte años…! -comentó riendo el joven-. Pero la Calle de Salisbury ha mejorado mucho desde esa fecha. Además, ¿a qué ladrón seduciría la idea de robar un armario vacío, que ha estado dos o tres siglos en poder de la familia del granjero Merrywood?

El señor Benson dirigió una mirada de desconfianza al comprador; pero le tranquilizó la fisonomía franca y leal de aquel joven de apenas veinticuatro años. En efecto, ¿qué podía temer? Y, además, “¡qué ocasión tan excelente para ahorrarme el viaje del mozo de cuerda! ¡Verdaderamente -se decía a sí mismo-, yo debiera invitar a este hombre a un refresco! Pero la buena intención se desvaneció como tantas otras buenas que a veces cruzaban rápidas por su imaginación.

-Si llega a casa de mi tía antes que yo, le ruego que diga únicamente que es de parte de su sobrino, aunque estaré a tiempo para recibirlo yo mismo. Sólo me detendré un cuarto de hora en la Calle Mayor y regresaré a toda prisa.

Y acto seguido se envolvió el joven con el capote y se despidió del señor Benson.

Éste paseó una mirada de satisfacción en tomo suyo.

-¡Ea! -concluyó-. He hecho un magnífico negocio que completa el día con gran beneficio. ¡Qué buen muchacho! ¡Cuánto debe de querer a su tía para no regatear al hacerle un regalo! Me daré prisa en llevarle este armario, que amenazaba con estorbarme aquí mucho tiempo.

Y llamando a la criada para participarle su salida, se echó el armario al hombro, cerró la puerta de la tienda y se encaminó con paso rápido a la Calle de Salisbury. Había cesado de llover.

Cuando llegó al número 2, el prestamista llamó una vez con la aldaba sin obtener respuesta.

-¡Vaya! -dedujo para su capote-. Creo que esta es la casa que ha estado desalquilada tanto tiempo. No sabía que la ocuparan ya inquilinos. ¿A quién se habrán dirigido, pues, para los muebles?

Volvió a llamar y entonces dieron señales de vida; se oyeron pisadas en el pasillo y abrió una vieja que parecía extrañada por tan tardía visita.

-Iba a acostarme -dijo la anciana-. No esperaba más que a mi sobrino y creí que sería él…

-Pronto estará aquí -respondió Benson-, y me ha encargado que le traiga de su parte este precioso armario. Todo está pagado…, a menos que quiera usted añadir alguna propina -indicó sin el menor remordimiento de conciencia, porque el avaro prestamista pensaba que no debía impedir a la buena mujer mostrarse tan generosa como su sobrino.

-¡No faltaba más! -accedió la vieja-. Ahí tiene una moneda de seis peniques… ¡Qué amable es para su tía mi querido sobrino!

-¿Hace mucho tiempo que vive usted aquí, señora? -indagó Benson mientras la tía se registraba los bolsillos.

-¡No! Sólo llevo tres días -contestó la anciana.

-Gracias, señora; y si le hace falta algún mueble más, venga usted misma a mi tienda, donde hallará objetos de su agrado y baratísimos.

-Gracias a mi sobrino, no creo que me falte gran cosa, máxime cuando mi antiguo mobiliario ha llegado todo esta mañana por el canal. Buenas noches.

Benson se embolsó la propina y se marchó, sin preocuparse más que la vieja de prolongar la conversación en el pasillo, donde le había mandado dejar el armario, sin invitarle a entrar en las habitaciones.

Al llegar a su casa, el prestamista, como hombre minucioso, encendió de nuevo la bujía, anotó su último ingreso y se permitió el lujo de fumar una pipa antes de acostarse, y de servirse una copa de aguardiente para humedecer de cuando en cuando los labios. No tardó en oír dar las doce en uno de sus relojes; pero como otro dio una hora menos creyó que este último era el que acertaba y cargó de nuevo la pipa para esperar a que tocase un tercero. En aquel momento paró a su puerta un carruaje.

-¿Quién podrá llegar a mi casa a estas horas? -se preguntó al oír que llamaban-. ¡Ya va, ya va!… Probablemente será algún noble arruinado que viene a ofrecerme su vajilla heredada o alguna condesa que quiere deshacerse de un diamante que la estorba.

Con tan agradable reflexión, salió a abrir. Vio a una señora que se apeaba de una silla de postas, cuyo estribo fue levantado de nuevo por el conductor, quien cerró también la portezuela, en tanto que la viajera disponía:

-Que aguarde el coche. Tengo que tratar con usted un asunto importante, señor Benson; entremos en su casa, para que nadie nos moleste.

Benson penetró en la tienda, y a la luz de la vela notó que su entrevista a solas se efectuaba con una mujer de distinguidísimo porte, vestida con sencillez y dominada por una gran emoción.

-¿Es usted, realmente, el señor Benson el prestamista? -se informó.

-Sí, señora, y comerciante de objetos de ocasión: muebles, libros, estatuas, relojes de pared y bolsillo, alhajas, escopetas de dos cañones, pistolas y otros diversos artículos.

-¿Estuvo usted en la subasta del granjero Merrywood el miércoles de la semana pasada?

-Sí, señora.

-¿Lo ha comprado usted?

-¿Qué?

-¡Ah, es verdad! Aún no se lo he dicho, ni debo decírselo… ¿Cuánto ha pagado usted por todos los artículos que adquirió allí?

-He hecho algunas buenas adquisiciones, lo confieso, pero me han costado unas treinta guineas

-¿Quiere enseñarme la factura de todos los lotes y dejarme escoger? O mejor aún, ¿quiere usted concedérmelo por cien guineas?

Benson miraba a aquella señora tan emocionada, de labios temblorosos. Lo que ofrecía era de corazón.

-No -contestó-. Cien guineas es muy poco. Acaso para usted valga eso, pero para mí vale más.

-¡Le daré doscientas, y asunto terminado! ¿Qué ha adquirido usted? ¿Las camas, las butacas, los aparadores?… Enséñeme la lista…

Benson descolgó de un clavo de la tienda la memoria del tasador y se la entregó a la señora, que la examinó y con la misma agitación febril exclamó:

-¿Para qué comprobar artículo por artículo? Sólo hay uno que me interesa, y es éste. Quédese con los demás y véndame ese armarito con sus cuatro cajones. Señale usted mismo el precio y no perdamos un tiempo precioso.

-¡No puede ser, señora! -opuso Benson, a su vez pálido y azorado-. Ese armario no está ya en mi poder. Lo he vendido y lo he llevado yo mismo al comprador.

-¡Infeliz! -exclamó la señora-. ¡Me ha arruinado usted y se ha arruinado también a sí mismo! Ese armario nos hubiera hecho ricos a los dos. ¿Por qué me enteraría tan tarde de la venta? ¿Por qué? ¿Y no puede usted recobrarlo? ¿Quién lo ha adquirido? ¿Accederá el comprador a vendérmelo? Dígame su nombre y su dirección… Quizás no se haya perdido todo aún…

-No sé el nombre del comprador -replicó Benson-; pero, por fortuna, sé dónde vive, y quizá encontremos medio de volver a verlo… Sin embargo, dígame antes por qué se le antoja tan valioso el armario. Lo he examinado detenidamente, se lo aseguro; es un mueble ordinario, no tiene doble fondo ni muelle alguno secreto… Debe usted de equivocarse, sin duda.

-No hay equivocación. ¿Ha mirado usted bien los cuatro cajones? ¿Se ha fijado en su grueso? ¿No ha reparado en que el de arriba tenía una especie de corredera en un borde?

-No… nada he visto. Pero si tan segura está usted de lo que afirma, habré mirado mal… Decididamente, soy muy torpe; se han burlado de mí… me han engañado…

Pareció tan abrumado el prestamista por la convicción de su simpleza, que hasta la misma señora se conmovió.

-Escúcheme -le dijo-; si se las agencia usted bien, aún podremos repararlo todo; pero es necesario que actuemos de acuerdo. ¿Quiere que acordemos repartirnos lo que contenga el cajón?

-Pero ¿qué contiene? -inquirió Benson bajando la voz-. ¿Contiene realmente algo?

-¿Le ofrecería yo si no cien o doscientas guineas por tal mueble? En fin, quiero confiárselo todo. ¿Conocía usted al granjero Merrywood?

-No, no puedo asegurar que lo conociera. Hace tiempo le vendí una silla de montar y recuerdo que pocos días después vino a reprocharme haberlo engañado en la calidad de la borra.

-¡Qué suyo es eso! Espíritu desconfiado, inquieto, lúgubre… Pero no siempre fue así el pobre hombre; la desgracia trastorna con frecuencia un buen carácter. Tenía una hija cuya extraordinaria belleza ponderaba todo el mundo hace unos veinte años; hija única… ¡Pobre Carolina! Constituía su ídolo y mostraba con él todas las atenciones del cariño filial. Agradecida a la brillante educación que recibiera, quería consagrar su vida a tan buen padre: le leía, le ejecutaba sonatas al piano; en una palabra, era el ángel de la casa. ¡Tan amable! Todos la queríamos.

-¿También la conocía usted?

-¡Que si la conocía! Fuimos amigas desde la infancia y éramos primas por parte de madre. Aunque yo era pobre, se portó muy bien conmigo; exigió a su padre que yo viviera con ellos en la granja. Claro que yo, por mi parte, los ayudaba con multitud de pequeños servicios; pero ¡qué delicadeza en el proceder de tan generosos parientes! Me hubieran tomado por hermana de Carolina siempre vestida igual, compartiendo sus diversiones… yendo al baile con ella… ¡Al baile!… Ya adivinará usted lo demás.

-¡No, se lo juro! La escucho.

-¿De modo que no ha oído usted hablar del viejo marqués de…? ¡Pero dejemos ese nombre odioso!… Tenía un hijo, el joven conde Rogelio…, muchacho amabilísimo, espléndido, muy alegre, sin la menor arrogancia… Vio a Carolina y le impresionó su belleza; la amó, como todos… ¿Quién no la hubiera amado?… Le declaró su amor y lo compartió con ella… Lo de siempre, señor Benson… el amor y sus penas amargas… Una noche, hará de esto doce años, sí, doce años, transcurría el mes de septiembre, Carolina vino a verme a mi cuarto… “Prima -me dijo-, ¿crees que mi padre es hombre capaz de perdonar?” “Sin duda, Carolina -le respondí-. ¿No es cristiano?” “Lo es; pero ¿perdonaría a una hija que hubiese ambicionado elevarse por encima de su condición? ¿Le perdonaría hacerse lady? ¿Se descubriría de buena gana ante ella, como hace cuando la marquesa pasa por su lado en carroza para ir a la iglesia?” “¡Qué locura!”, contesté a Carolina, temiendo comprenderla. Y en cuanto me hubo confesado todo, le di un consejo amistoso, aunque me sedujera también verla ir y venir por mi cuarto aquella noche dándose aires de condesa, abanicándose con una zapatilla y recogiéndose la cola del traje de corte…, que a la sazón no era sino el camisón…

-¿Y qué sucedió? ¿Cogió una pleuresía y murió?

-No, sucedió que fue raptada. Carolina desapareció una mañana de aquel mes, y desde tan aciago día, el granjero Merrywood no levantó la cabeza de humillación. El infortunado padre pareció olvidar que había tenido una hija. No volvió a hablar de Carolina; nadie se atrevió ya a nombrarla, y cuando al mes siguiente recibió carta de ella, en la que le anunciaba que se iba a casar, que iba a ser una gran señora importante y rica, pero que siempre amaría y respetaría a su padre… el granjero rompió la carta y arrojó los pedazos al aire, sin pronunciar más que estas palabras: “¡Insensata! ¡Insensata!”

-Loca estaba, en efecto -confirmó Benson-, porque presumo que no se casaría con ella el joven conde.

-¡Ay, no! Y ella no volvió a escribir. Merrywood subió al cuarto que ocupaba Carolina, abrió violentamente el armario de encina en que ella guardaba sus vestidos y ropa blanca, vació en el suelo los cajones y echó al fuego trajes, lencería, cofias, toquillas, etcétera, etcétera. Aquel armario era un antiguo mueble de familia que había pertenecido a su propia abuela, luego a su madre, después a su esposa… El cajón superior tenía un doble fondo, que servía a Carolina de cartera, donde guardaba las cartas que cuando estaba en el colegio recibió de su padre. El granjero abrió asimismo ese doble fondo, las sacó de él todas, intentó releer una y no pudo continuar por las muchas lágrimas que acudieron a sus ojos. Pasó un mes, luego otro, después el año entero, y el pobre padre no se mostraba menos taciturno ni menos triste, cuando recibió otra carta que llevaba en el sello las armas del marqués. La abrió y vio que era del joven conde Rogelio, cuyo padre acababa de morir, legándole todos sus títulos y propiedades, pero a condición de que se casara con la heredera de lord Rockigham. “Carolina -escribía el nuevo marqués- es dichosa; mas yo debo a usted una reparación personal, porque sé que su fortuna se ha resentido de sus penas. Le envío, pues, en nombre de su hija, cuatro billetes de banco de mil libras esterlinas cada uno.”

-¡Alabado sea Dios! -gritó el prestamista-. ¡Qué señor tan noble y dadivoso! ¡Cuatro mil libras esterlinas! ¡Vaya una fortuna para el granjero Merrywood!

-¡Qué mal lo juzga usted! ¡Ah! ¡Si hubiera visto, como yo vi, la cólera reconcentrada con que estrujó en sus manos la carta sin pronunciar una palabra!… Al cabo de un cuarto de hora de triste silencio me dijo: “Sube conmigo, Juana. Deseo que seas testigo de lo que voy a hacer.” Lo seguí toda temblorosa hasta el cuarto de Carolina. “Aquí hay -agregó- cuatro mil libras esterlinas que ese cobarde seductor pretende hacerme aceptar en nombre de mi hija. Líbreme Dios de tocarlas, y no se las devuelvo porque podría emplearlas en seducir a otras; pero… cuando yo muera…, si alguna vez queda en la miseria la hija que él me raptó, no quiero que perezca de hambre. Justo es que recobre el precio de su deshonra; tú sabrás de dónde sacar lo que le pertenece.” Y al decir esto, abrió el doble fondo, metió en él los billetes de banco, empujó el cajón con un postrer acceso de desesperación y me entregó este alfiler de plata, que sirve para activar el muelle secreto. El granjero Merrywood ha muerto; Carolina ha dejado también de existir. ¿Para quién deben ser las cuatro mil libras esterlinas?

-¡Y yo que he vendido el armario por dos libras! -suspiró Benson- ¡Miserable de mí! Lo repito: ¡me han robado! ¿Está usted segura de que es la única que sabía lo que acaba de contarme? ¡Ah! ¡He debido desconfiar del joven de aparente inocencia que venía como por casualidad a escoger ese mueble entre todos los de mi tienda!

-Dígame el nombre del comprador -repitió la dama-; no sólo poseo el secreto, sino que tengo también el alfiler.

-Déjeme el alfiler -prosiguió Benson-. No es demasiado tarde para ir a comprobarlo. Corro allá.

-No, no; quiero conservar la llave. Traiga usted el armario, y una vez que esté aquí lo comprobaremos juntos, y juntos lo abriremos puesto que debemos repartirnos la suma. A no ser que prefiera darme la dirección del comprador para que me arregle con él.

-No, no -porfió, a su vez, Benson-; yo he cometido la falta, yo tengo que repararla. Esté usted aquí mañana por la mañana, a las nueve.

-¡Mañana, a las nueve! -repitió la prima Juana-. Buenas noches.

Y montó de nuevo en el carruaje.

Benson no cerró los ojos en toda la noche por miedo a que el sol y el joven de la Calle de Salisbury madrugaran más que él. En cuanto amaneció, corrió a la calle en cuestión, y daban las seis cuando se hallaba delante del número 2.

Antes de echar mano a la aldaba, se cercioró de que llevaba en el bolsillo una bolsa de monedas de oro. “Supongo -pensaba- que la vista del dinero seducirá a mi modesto joven, y, sobre todo, a la tía vieja, a quien tal vez haya que indemnizar. ¡Magnífico! Estoy prevenido. Llamemos.”

-¿Quién es?

-¿Está levantada la señora de Truman? -preguntó Benson por el ojo de la cerradura.

-Aún no.

-¿Y su sobrino?

-Soy yo -respondió una voz desde dentro.

Y al abrirse la puerta. el sobrino, presentándose en persona, expresó su extrañeza por tan temprana visita.

-Caballero -le expuso Benson-, nunca se apresura uno lo bastante, cuando se trata de reparar un error. Lo cometí anoche, al venderle un armario que me descabalaba la pareja. Y vengo a deshacer el trato; pero soy demasiado justo para no resarcirle espléndidamente. Usted mismo escogerá lo que quiera de toda mi tienda.

-De ningún modo, señor. Mi tía está entusiasmada con el regalo y no creo que haya el menor error. Por otra parte, todavía no he abierto los cajones, y recordará usted que lo he previsto todo… ¿Y si encontrase en él mi fortuna? Esos muebles antiguos de familia han enriquecido a más de un heredero, como le decía a usted ayer.

Hubo una pausa. Benson reflexionaba y calculaba. Reanudó la conversación a media voz y apoyó su elocuencia sacando del bolsillo la bolsa. Y debió de hallar, por fin, un argumento contundente, porque media hora más tarde el armario gótico entraba de nuevo en la tienda, después de desandar, a hombros del prestamista, todo el camino recorrido la víspera.

-¡Al fin respiro! -exclamó-. Pero ¿aguardaré a las nueve? ¡Ah! ¡Esa buena prima que cree que no puedo prescindir de su alfiler! Aquí tengo una hachita que ha roto otros muchos muebles!

Monologando así, sacó el primer cajón del armario y vio pegado en una de las paredes interiores un papel.

-¡Vaya, vaya! -murmuró-. ¿Será uno de los billetes?

Y leyó:

“Recibí: Jorge Evans.”

En el mismo instante entraba el joven cómico en su cuarto de la hostería de los Tres Pichones y restituía a su baúl dos vestidos de mujer.

-¡Vaya! -se dijo-. ¡Mucha prisa se ha dado en quebrar el empresario de este pueblo! Yo hubiera podido hacerle recaudar algunos ingresos con mi estreno. He tenido bastante éxito en mis papeles de la tía Truman y de la prima Juana. Deducidos de mis doscientas cincuenta libras esterlinas el alquiler de la casa de la Calle de Salisbury, las dos libras del armario, lo que debo por la silla de posta y la propina de seis peniques, tan generosamente dada al ambicioso Benson, aún me quedarán las doscientas libras de mi padre, con los intereses de diez años. ¡Ojalá la conciencia de mi deudor esté tan tranquila como la mía!

FIN

Fuente: Blog Ciudad Seva.

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