jueves, 9 de julio de 2015

GRECIA, LA DICTADURA DE UNOS POCOS Y MAS ALLÁ DEL EURO



El voto griego o el desquite por el “No” en el referéndum de 2005

Rebelión
Le Figaro
09.07.2015

Traducido del francés para Rebelión por Carlos Riba García


La victoria del “No” en el referéndum realizado en Grecia este 5 de julio ha sido un acontecimiento histórico. A pesar de las muchas presiones en favor del “Sí” tanto por parte de los medios griegos como por la de los dirigentes de la Unión Europea, a pesar de que el Banco Central Europeo organizó las condiciones para un pánico bancario, el pueblo griego ha hecho oír su voz. Lo ha hecho con una fuerza insólita, ya que contrariamente a lo que permitían pensar los sondeos realizados a pie de urna, la victoria del “No” ha obtenido, con una diferencia notable, casi el 60 por ciento de los votos. Es evidente que esto refuerza al gobierno de Alexis Tsipras y que hará reflexionar a sus interlocutores. Muy pronto veremos cuáles serán las consecuencias.

Esta victoria del “No” despierta también amargos recuerdos de lo ocurrido en Francia. Se ha producido casi 10 años después de otra victoria del “No”, esta vez en nuestro país (también en Holanda). Entonces, en 2005, se trataba del proyecto de Tratado Constitucional Europeo. En Francia, este proyecto fue rechazado por más del 54 por ciento de los votos. Sin embargo, después de múltiples maniobras, un texto prácticamente igual, el “Tratado de Lisboa”, se adoptó algunos años más tarde en el “congreso” mediante la ambigüedad de una alianza ad hoc entre la UMP y el PS. Ciertamente, de aquel entonces data la fractura existente entre las elites políticas y mediáticas por un lado y los votantes por el otro. Esa negación de la democracia, ese robo del voto soberano, es una herida profunda sufrida por numerosos franceses. La amplia victoria del “No” en Grecia llega para reabrir esa herida y podría empujar a que los votantes pidieran cuentas por un pasado que decididamente no acaba de pasar.

El sentido del “NO”
Pero es necesario comprender el sentido profundo de ese “No” en Grecia. Se opone a los comportamientos muy antidemocráticos de los responsables en tres ámbitos distintos: el Eurogrupo, la Comisión Europea y el Parlamento Europeo. Mina el prestigio de personalidades como Jean-Claude Juncker, Dijssenbloem, e incluso Martin Schulz, presidente del parlamento. Se opone sobre todo a la lógica implementada a partir del 27 de junio, cuando Dijssenbloem, presidente del Eurogrupo, decidió excluir de una reunión al ministro de Finanzas griego Yanis Varoufakis. Este gesto inaudito equivalía a la exclusión de Grecia de la Zona Euro. Entonces, es preciso destacar la sorprendente pasividad del ministro francés Michel Sapin. Al quedarse en la sala se hizo cómplice del abuso de poder cometido por Dijssenbloem. Aunque hoy día el gobierno francés diga que quiere la permanencia de Grecia en la zona Euro, la actitud de uno de sus miembros más importantes, muy cercano al presidente de la República, plantea –si no un mentís– al menos una duda sobre la realidad de ese compromiso. Es imposible que el gobierno griego no haya tomado nota de eso. De hecho, hemos sido excluidos de una batalla en la que Alemania, ya sea directa o indirectamente, ha inspirado ampliamente las posiciones europeas.

El hecho de que el BCE haya organizado durante la semana del 28 de junio al 5 de julio la asfixia financiera de los bancos griegos, provocando así una conmoción muy comprensible en la población, es la prueba de que las instituciones europeas no tenían ninguna intención de continuar negociando con Alexis Tsipras y trataban de obtener en cambio ya fuera su salida voluntaria o su caída en uno de esos timos asamblearios que un régimen parlamentario como el griego hace posible. El referéndum fue también una tentativa de oponerse a esas maniobras. La victoria del “No” garantiza que, al menos por un tiempo, el gobierno de Tsipras está protegido contra este tipo de intentos.

¿Es posible retomar las negociaciones?
No obstante, esto de ninguna manera significa que las negociaciones sobre la deuda griega, aunque necesarias y justificadas como recuerda un informe del FMI oportunamente publicado a pesar de las tentativas para impedirlo realizadas por el Eurogrupo, puedan retomarse. Todos los economistas que han trabajado en esta cuestión, las ilustres personalidades como Paul Krugman y el Nobel Joseph Stiglitz, los especialistas internacionales como James Galbraith o Thomas Piketty, han explicado durante semanas que sin una reestructuración de la deuda acompañada de la quita de una parte de ella, Grecia sería incapaz de reencontrar el camino del crecimiento. Pero lo necesario es no perder tiempo; no está dicho que las instituciones europeas –que han tratado de impedir la publicación del informe del FMI– lo quieran. Si el BCE no se decide a elevar muy rápidamente el techo del acuerdo sobre liquidez (ELA, por sus siglas en inglés), muy pronto la situación se hará crítica en Grecia y las negociaciones perderán todo sentido. Esto es lo que ha dicho Alexis Tsipras la noche de la victoria del “No”. El acuerdo es posible en tanto las dos partes lo deseen. Y, justamente, existe el derecho de dudar sobre las intenciones de las instituciones europeas.

Por lo tanto, si el BCE no sube el techo de la ELA, el gobierno griego ya no tendrá opción. Deberá poner en circulación unos “certificados de pago”, que constituirán una moneda paralela cuyo control sería asumido –por decreto– por el Banco Central; asimismo, el BCG estaría obligado a poner en circulación tanto los billetes que mantenga en su poder como aquellos que sean queden en manos de los bancos comerciales con su autorización. La toma del control de las finanzas por parte del Banco Central griego estaría completamente justificada por la actitud del BCE y el Eurogrupo; con todo, es probable que sea la primera solución por la que se opte. Esto conduciría a un sistema de dos monedas en circulación en Grecia; es posible pensar que después de algunas semanas una de esas dos monedas desaparecerá. Entonces, estaríamos frente a la salida de Grecia de la Zona Euro: el “Grexit”.

La salida de Grecia del euro, ¿esta en marcha?
Aquí es preciso recordar que la salida del euro no pasa necesaria (ni obligatoriamente) por una decisión nítida y tajante. Puede ser el resultado de la lógica de las circunstancias y de las reacciones del gobierno griego ante el doble juego del Eurogrupo y el BCE que están tratando de estrangular financieramente a Grecia. Sigue siendo inusitado que un Banco Central –como es el BCE–, encargado legalmente de la estabilidad del sistema bancario en los países de la Zona Euro, se ocupe en realidad de estrangular a los bancos y de hacerlos quebrar. Es un hecho inaudito, pero no es un hecho sin precedentes.

En la Alemania de 1930, el presidente del Reichbank, Hjalmar Schacht, frustró un préstamo estadounidense al gobierno de la República de Weimar provocando un pánico bancario. A su vez, este pánico ocasionó la caída de la coalición por entonces en el poder y la renuncia del ministro de Finanzas, el socialista Rudolph Hilferding. Habiendo obtenido lo que él quería, Schacht levantó su veto. Pudo verse así que la acción antidemocrática de un Banco Central tiene un precedente, incluso se puede decir un precedente trágico. Con la llegada del canciller Brüning, Alemania eligió una austeridad insensata que llevó, algunos años más tarde, a los nazis al poder. Esa acción estableció que el poder del Reichbank era un poder paralelo al del gobierno. Además, la expresión Nebenregierung o “gobierno paralelo pasó al discurso técnico e histórico de Alemania.

Así, tenemos todo el derecho de preguntarnos si la salida de Grecia de la Zona Euro no ha empezado acaso hace ya una semana. Aunque está claro pues que esta salida se debe por completo al Eurogrupo y el BCE. En realidad, se trata de una expulsión, una acción tan escandalosa como ilegal, que legitimaría el recurso de las autoridades griegas a las medidas más drásticas.

El gran temor de los popes del euro
Pues, digámoslo, si hay algo que aterroriza totalmente a los responsables europeos es que Grecia demuestre que hay vida fuera del euro, y que se compruebe que esa vida podría, dadas ciertas condiciones, ser mejor que la de dentro de la Zona Euro. Tan grande es su temor que los llena de pavor. Ya que eso les mostraría a todos –portugueses, españoles, italianos y franceses– cuál sería el camino posible. Eso desvelaría también el inmenso fraude que ha sido el euro, que no ha sido un instrumento de crecimiento ni tampoco de estabilidad para los países que lo han adoptado, y la naturaleza despótica del poder –no refrendado en ninguna elección– del Eurogrupo y del BCE.

Por tanto, es posible –es decir, probable– que los dirigentes del Eurogrupo y del BCE hagan todo lo que está en su mano para provocar el caos en Grecia. Conviene, pues, que el gobierno griego, al mismo tiempo que trate de negociar honestamente, como lo ha hecho desde febrero de 2015, se prepare para tomar medidas que aseguren la estabilidad interna del país y el funcionamiento normal de la economía y las instituciones, dando por hecho que eso obliga a tomarse ciertas libertades en relación con la letra de los tratados. Después de todo, no ha sido el gobierno griego el primero en dejar de respetarla; es posible pensar que las acciones tanto del Eurogrupo como del BCE de la última semana han constituido acciones contrarias tanto al espíritu como a la forma de esos tratados.

Jacques Sapir dirige el grupo de investigación Irses en la FMSH y coorganiza con el Instituto de Previsión de la Economía Nacional (IPEN-ASR) el seminario franco-ruso que estudia los problemas financieros y monetarios del desarrollo de Rusia. Es posible leer sus notas en el blog RussEurope.


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ECONOMISTAS QUE CUANDO APRENDAN SABRÁN ECONOMÍA


Economistas que pierden el norte 

atacando a Podemos



Juan Torres López
07 de junio de 2015
Publicado en Público.es el 6 de junio de 2015

Desde que nació Podemos y se vislumbró que se ponían seriamente en cuestión las políticas que provocaron la crisis y que han convertido a España en el país donde más crece la desigualdad, los ataques a quienes defendemos alternativas económicas han arreciado.
El común denominador de todos ellos es que una eventual victoria electoral de Podemos y sus aliados llevaría consigo todo tipo de males porque sus propuestas económicas son peligrosas y descabelladas.
Como es lógico, los economistas tienen un lugar privilegiado en esa batalla y los medios conceden un lugar destacado a los que están dispuestos o lanzar dardos contra Podemos.
Uno de los economistas que se presta con más ahínco a esa cruzada es José Carlos Díez. Le tengo simpatía personal y lo considero una persona inteligente y comprometida. Al menos, tiene la valentía de dar la cara y de defender sus ideas sin ningún tipo de tapujos. Pero, como me gusta decir la verdad, he de reconocer que me defrauda muy a menudo. Una vez reconoció en TV que para criticar mis libros no tenía que leerlos. Otra, se prestó a criticarme tras el plasma sin dar la cara frente a mí, lo que no fue muy valiente que digamos, y en varias ocasiones ha hecho observaciones por las que se suspendería a un alumno de segundo de Económicas.
Hace un par de días ha vuelto de nuevo a la carga en el diario El País con un artículo titulado Ley de Gresham en el que critica la propuesta de Barcelona en Común  y Compromís dirigida a crear una moneda local.
En la línea arriba mencionada de vincular cualquier tipo de propuesta alternativa con el caos, en su artículo afirma que la creación de esas monedas “tendría un impacto muy negativo en el exterior y nos afectaría a todos los españoles” y que “por el bien de los barceloneses, valencianos y españoles esperemos que estas monedas no entren en vigor”.
Los argumentos (si es que se pueden llamar así) que utiliza Díez para asustar con esa propuesta son tan malos y equivocados que creo que solo caben dos posibilidades: o escribe sin saber lo que dice o conscientemente manipula hechos y saberes para sembrar animadversión hacia la gente que defiende o vota lo que a él no le gusta.
Por un lado, Díez comete graves errores en relación con la naturaleza y puesta en marcha de estas monedas. Por ejemplo:
– Introduce en el mismo saco conceptos monetarios diferentes y que, por tanto, tienen experiencias y efectos muy distintos. No matiza las grandes diferencias que existen entre las monedas sociales respaldadas en moneda legal y las que se basan en el crédito mutuo. Confunde incluso la naturaleza material de la moneda de la que habla al calificarla como metálica. Y tampoco tiene en cuenta las diferencias que hay entre el dinero metálico (hoy prácticamente inexistente), el dinero convencional actual (bancario o financiero sin respaldo alguno), el dinero respaldado por bienes o el basado en sistemas que pueden ser muy diferentes como por ejemplo las criptomonedas. Sin saber exactamente de qué tipo sería la moneda barcelonesa, no se pueden sacar las conclusiones que saca Díez.
– Pasa por alto que hoy día funcionan en el mundo más de 4.000 experiencias de monedas o sistema monetarios alternativos al del dinero convencional en 30 o 40 países. Tampoco menciona Díez que hay experiencias (muy exitosas) de monedas locales, como las que podrían poner en marcha Barcelona en Común o Compromís, en ciudades como Bristol, Nantes, Toulouse, Nápoles e incluso la muy exitosa promovida por el Banco Palmas en Fortaleza (Brasil). Y al achacar la propuesta y sus males a Podemos muestra también un enorme desconocimiento, o mala fe, puesto que confunde a la gente al mezclar las monedas sociales con las monedas paralelas (Tax Anticipated Notes) que están siendo recomendadas a Grecia para que las utilice como hizo Arnold Schwarzenegger en 2010 en California, cuando era Gobernador del Partido Republicano).
– José Carlos Díez se refiere a la propuesta de Barcelona en Común y Compromís como si fuera una ocurrencia más de Podemos y así oculta o desconoce que este tipo de propuestas tienen su origen en la teoría del dinero libre de Silvio Gesell, un economista alemán a quien John Maynard Keynes dedicó tres páginas en su obra cumbre “Teoría General de la Ocupación, el interés y el dinero” y en la que dejó escrito que “el porvenir aprenderá más de Gesell que de Marx”, mencionando también su idea del dinero sellado (conocido también como oxidación del dinero), y que recibió la aprobación nada menos que del profesor Irvin Fisher”, uno de los más grandes economistas norteamericanos..
– En esa línea, Díez también parece desconocer, u ocultarle a sus lectores, que las propuestas de creación y puesta en marcha de nuevos tipos de sistemas monetarios y, en concreto, de emisión de monedas alternativas, tiene tras de sí docenas de obras teóricas escritas por académicos reconocidos en todo el mundo y que trabajan en muchas de las universidades y centros de investigación más importantes del planeta.
– También falsea Díez la realidad cuando afirma que estas propuestas son “experimentos monetarios que siempre han acabado en desastre”. Si de verdad fuese así, si esa afirmación tan tajante de Díez fuese cierta: ¿habría reconocido la Asamblea francesa la posibilidad de crear “monedas locales complementarias” en su reciente Ley de Economía Social y Solidaria (en su artículo 16 que puede leerse aquí: http://bit.ly/1Jt7kww)? Lamento decirlo así pero esa opinión de Díez es una falsedad impropia de una persona seria y rigurosa.
En el plano de la teoría económica que tiene que ver con la circulación de monedas complementarias, locales, sociales, etc. el artículo de José Carlos Díez también contiene o se basa en errores de bulto. Los más importantes son los siguientes:
– Las monedas alternativas (sea del tipo concreto que sean) como la que se propone emitir Barcelona en Común no se emiten con el propósito de monetizar el déficit. Y, en la mayoría de los casos, ni siquiera podrían monetizarlo al tener pleno respaldo en bienes o al basarse en crédito mutuo.
– Cuando se habla de este tipo de “monedas” (complementarias, locales, sociales…) no se hace referencia a las piezas metálicas y a los billetes (por extensión). Por tanto, su creación no implica una doble circulación metálica, como dice Díez.
– Lo interesante de estas monedas y lo que Díez no ha entendido en absoluto es que no es verdad que “compitan” con el euro, en nuestro caso (y que entonces nunca serían preferidas a este, en su opinión) sino que lo “complementan”. Es decir, que llegan a donde no llega el euro.
– Por las razones anteriores, a la circulación de este tipo de “monedas” no le es de aplicación la ley de Gresham. Es más, lo que indica la experiencia es que, precisamente porque llegan a donde no llega el euro (es decir al bolsillo donde no hay euros o donde hay euros insuficientes) lo que ocurre es que son especialmente bien deseadas, hasta el punto de que los comerciantes incluso hacen descuentos si se paga con ellas (justo porque gracias a ellas pueden tener un ingreso adicional que de otro modo no tendrían).
– Para colmo, Díez se equivoca cuando dice que según la Ley de Gresham “la moneda buena es preferida a la mala”. Es justo lo contrario. Lo que Sir Thomas Gresham dijo en el siglo XVI es que la moneda  de menor valor intrínseco tiende a desplazar a la de mayor mayor. Es al revés de lo que dice Díez: según Gresham, es la moneda mala la que desplaza a la buena.
– Díez cae en un error muy propio de los economistas que desconocen la naturaleza real del dinero y dice que la circulación de mayor cantidad de moneda crea inflación per se.
Como dicen Juan J. R. Calaza y Juan Güell (Para entender la europeseta electrónica. Qué es y, sobre todo, qué no es) al referirse a una moneda complementaria nacional pero con un criterio perfectamente extensivo a las locales, este tipo de moneda no es inflacionista “puesto que por definición es aquella que permite una transacción sin la cual no se realizaría”.
También es falso el juicio de Díez porque la creación de dinero no siempre crea inflación. En Estados Unidos, se creó en 2008 más dinero (817.904. millones de dólares) que el que se creó en los sesenta y tres años anteriores (desde 1945 a 2008, 821.585 millones de dólares) y de enero de 2008 a septiembre de 2014 se creó 3,91 veces más que desde 1945 a 2008. Si fuese cierta la tesis de Díez debería haberse provocado una inflación gigantesca.
No fue así porque para que un incremento de los medios de pago cree inflación a) deben llegar a la economía; b) deben gastarse en bienes y servicios y c) debe haber oferta insuficiente e imposibilidad de aumentarla.
La idea de las monedas complementarias es, precisamente, contribuir a que pueda realizarse oferta real y potencial que ahora no se realiza. Por tanto, no solo no crean inflación sino que, por el contrario, contribuyen a eliminar el paro y dinamizar los recursos infrautilizados.
También parece mentira que Díez desconozca que es materialmente imposible que medios de pago plenamente respaldados generan inflación. Sobre todo, cuando se trata, como en la mayoría de las llamadas monedas sociales, de sistemas basados en el crédito mutuo en donde los saldos negativos se compensan con los positivos.
Y más sorprendente aún es que Díez no se percate de que lo que realmente crea inflación es el dinero que los bancos crean ex nihilo, es decir, de la nada, como decía el Premio Nobel de Economía Maurice Allais, y los intereses que lleva consigo.
– Por último, José Carlos Díez parece no estar al tanto, u oculta que lo está, de propuestas más recientes de creación de monedas complementarias que se están haciendo en ámbitos tan poco sospechosos como el Banco Central Europeo o el Instituto Veblen y que son defendidas por economistas de todas las tendencias ideológicas. Incluso el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schaeuble, ha reconocido que se plantea la creación de una moneda complementaria en Grecia. Es verdad que la casuística (como ya he dicho más arriba) es variada y que se trata de propuestas que comportan problemas importantes que hay que resolver (¿cuál no?) pero basta saber de ellas para deducir que propuestas como las de Barcelona en Común o Compromís no son, como dice Díez, una locura de extremistas peligrosos. Le recomiendo leer, por ejemplo, Parallel currencies for the eurozone. An outline and an attempt at systemisation, de Ludwig Schuster, con más de 40 referencias bibliográficas adicionales, o A parallel currency for Greece: Part I y Part II, de Biagio Bossone, Marco Cattaneo, o The economics of parallel currencies, de  Jérémie Cohen-Setton.
En definitiva, bien sea por error, por desconocimiento o por cualquier otra razón que no me atrevo a aventurar, lo cierto es que José Carlos Díez vuelve a confundir a sus lectores. Una cosa es que cada uno tengamos ideas diferentes y las expongamos para tratar de influir en la sociedad y otra lanzar cruzadas sin miramientos, como hace desde hace tiempo este economista, contra todos los que no piensan como él. Y, sobre todo, hacerlo con soberbia y descalificación a diestro y siniestro.
No hace falta que diga a los lectores de este artículo que las televisiones y demás medios que convocan a menudo a José Carlos Díez para que exponga ideas como las que he criticado no me van a llamar a mí para que pueda rebatírselas en directo y cara a cara. Por tanto, solicito que divulguen al máximo este artículo y todos los que le lleguen criticando las propuestas neoliberales.

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SOBRE IMPERIALISMO

Imperialismo del siglo XXI (I)

La teoría clásica del imperialismo

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18.05.2011

La concepción marxista del imperialismo está emparentada con el folleto escrito por Lenin, en el marco de la Primera Guerra mundial y la revolución bolchevique. Ese trabajo alcanzó gran difusión, fue citado y objetado con pasión e influyó sobre varias generaciones de militantes e investigadores. Este perdurable impacto del texto indujo a olvidar el contexto que rodeó a su elaboración [3] .

PREPARACIÓN DE LA GUERRA
El siglo XX comenzó con un gran impulso económico. En las economías metropolitanas predominaba la prosperidad, la innovación tecnológica y la transformación administrativa de las grandes empresas. Como ese crecimiento capitalista incentivó las conquistas de ultramar, el imperialismo se transformó en un concepto dominante. Perdió peso la vieja asociación del término con el despotismo bonapartista francés y ganó terreno su identificación con la supremacía británica de la era victoriana.

Luego de ocupar Egipto (1882) e imponerse en Sudáfrica (1899-1902), Inglaterra forjó una Unión Imperial, que precipitó las confrontaciones territoriales entre las potencias. El retroceso de Francia contrastó con el avance de Alemania, que subió la apuesta y quebrantó los equilibrios europeos. En el continente americano la victoria estadounidense sobre España (1898) ilustró la irrupción de otro competidor y en el Extremo Oriente, Japón desplegó un protagonismo análogo.

El ocaso marítimo de Gran Bretaña sepultaba varias décadas de estabilidad geopolítica y los litigios se acentuaron, cuando los desafiantes del viejo colonialismo comenzaron a extender su empuje productivo al plano territorial. Las disputas por el reparto de las antiguas posesiones otomanas, austro-húngaras y rusas acrecentaron las tensiones entre los codiciosos contendientes.

El aplastamiento de China por Japón, la expansión norteamericana hacia el Pacífico y la conversión de Alemania en la segunda potencia naval del planeta prepararon el estallido general, en un marco de cambiantes alianzas y vertiginosos realineamientos. Gran Bretaña intentó sostener su imperio reforzando el control de las minas sudafricanas y las exacciones impositivas de la India. Trató de tender un cerco al ingreso de mercancías y capitales foráneos, pero no logró contener el avance de sus rivales.

El imperialismo que estudio Lenin corresponde a esa etapa de gestación de los dramáticos enfrentamientos inter-imperiales. El adjetivo “clásico” es muy útil para precisar la especificidad del período comprendido entre 1880 y 1914. Esa fase anticipó las sangrientas matanzas de entre-guerra y preparó el ambiente de una era de catástrofes.

La época analizada por el líder bolchevique constituyó la antítesis de la etapa previa de conflictos acotados y equilibrios militares pos-napoleónicos (1830-1880). Todas las potencias fueron obligadas a renovar sus credenciales en el campo de batalla. La efervescencia militarista, la agresividad racista y la intolerancia chauvinista conducían al tendal de muertos, mutilados y destrozos que rodeó a la Primera Guerra mundial.

El objetivo de todas las matanzas era un botín colonial apetecido por las potencias metropolitanas, que depredaban la periferia, ensanchando las brechas entre ambas regiones. La expansión imperial fue naturalizada con variadas justificaciones colonialistas, basadas en el mito de la superioridad europea.

Se multiplicaron las convocatorias morales a extender la civilización, los llamados religiosos a evangelizar a los pueblos primitivos y las exhortaciones educativas a erradicar la ignorancia. No faltaron las consideraciones biológicas para mejorar la pureza racial y las propuestas económicas, para auxiliar a las naciones subdesarrolladas.

Pero la sangría colonial suscitó también fuertes cuestionamientos en los centros metropolitanos. La crítica liberal al malgasto de ultramar sacudió primero a Inglaterra y se extendió luego a Estados Unidos. En ambos centros tuvo gran impacto la resistencia de los países sometidos.

Estas protestas eran también intensas entre los pueblos que reclamaban independencia nacional, en las fronteras de los viejos imperios en declive (Rusia, Austria, Turquía). La crítica al colonialismo recobró fuerza en países de larga tradición revolucionaria (Francia) y en naciones que albergaban una insurgente clase obrera (Alemania). En este contexto emergió el análisis de Lenin. Todas sus caracterizaciones contemplan problemas debatidos con gran intensidad, en el socialismo europeo de la época.


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PUBLICADO EN CRÓNICA DE ARAGÓN

El PP de Mariano Rajoy, que no es socialista, y el PSOE de Pedro Sánchez, que tampoco es socialista, apoyan lo que sus homólogos griegos han hecho en Grecia: robar de las arcas del Estado hasta dejar sumida en la pobreza a la inmensa mayoría de la población griega. Bien es verdad que el PP lo hace sin cortarse un pelo, mientras que el segundo, por aquello de que la historia del PSOE hasta Felipe González está protagonizada por admirables y honradas personas, tienen que dar un rodeo semántico, pero sólo semántico, para guardar las formas y dar la sensación a sus votantes que hay todavía alguna diferencia sustancial con el PP que, evidentemente, la práctica política de ambos partidos se empeña en negar.

Las políticas sociales aplicas tanto del PSOE como del PP contra los derechos de los trabajadores se parecen como una gota de agua a otra gota de agua. Ambos partidos, como si se tratara de un asunto particular de ellos, de la noche a la mañana se ponen de acuerdo para modificar el artículo 135 de la Constitución, mediante el cual comprometen el futuro de todos los españoles al hacer posible "constitucionalmente" que los intereses de los bancos estén antes y por encima del derecho del pensionista a cobrar su pensión, o antes que los sueldos de los médicos de la sanidad pública o que los maestros de escuela o que los bomberos, etc.

Ambos partidos se muestran de acuerdo en que en España (Morón de la Frontera) haya militares americanos de forma permanente, con lo que el peligro de sufrir ataques o atentados ha quedado asegurado. Se han opuesto en el Congreso de los diputados a la convocatoria de un referéndum para que el pueblo español diga si quiere quedar sometido a los intereses de lso grandes capitales a través del acuerdo que en secreto negocia la Unión Europea con multinacionales americanas. Y queda por ver, si ambos partidos votarán juntos y a favor de dicho acuerdo, mediante el cual, la agricultura española y otros sectores sociales y económicos se pueden ver gravemente perjudicados..., para siempre.

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Albiol recuerda a los eurodiputados del PSOE que “no le deben lealtad” a Schulz y les anima a votar contra el TTIP “como hará la izquierda"

07.07.2015
>>> La eurodiputada de IU ha recordado que PP, PSOE, CiU, PNV y UPyD votaron en el Congreso contra la 
propuesta de someter el TTIP a referéndum en España

Estrasburgo (UE).- La portavoz de Izquierda Unida en el Parlamento Europeo, Marina Albiol, se ha dirigido este martes a los eurodiputados del PSOE para recordarles que “no le deben lealtad” ni al presidente de la Eurocámara, Martin Schulz, ni a la Gran Coalición que forman con los conservadores y liberales, sino “a sus electores” y, por tanto, les ha animado a que rompan esos lazos y “voten en contra del TTIP como hará la izquierda” en el pleno de Estrasburgo este miércoles.


Así se ha expresado la eurodiputada de IU justo después de intervenir en el debate sobre el Tratado Transatlántico para el Comercio y la Inversión (TTIP) que se ha celebrado esta mañana, un debate que, como ha recordado, debería haberse hecho hace un mes, pero que Schulz decidió suspender para evitar que el acuerdo comercial con EEUU se fuera al traste en la primera prueba que se le ponía en la Eurocámara.
Schulz decidió en junio que como no iban a ganar la votación no debía votarse. Y ahora ya puede votarse porque socialdemócratas, conservadores y liberales han llegado a un acuerdo sobre los tribunales de arbitraje”, dijo Albiol antes de acusar a las formaciones mayoritarias, y en especial a los socialdemócratas, de estar asegurando que no aprobarían estos tribunales de arbitraje (ISDS), “cuando lo que nos traen son los mismos ISDS pero con un poco de maquillaje”.
Albiol ha dicho que el referéndum convocado por el Gobierno griego “para consultar al pueblo sobre las medidas que las instituciones europeas pretendían imponerles”, fue “una lección de democracia de la que algunos deberían aprender”. Se ha referido así a la Gran Coalición del Estado español con PP, PSOE, CiU, PNV y UPyD, que “votaron en el Congreso de los Diputados en contra de la propuesta de IU para someter a referéndum el TTIP”.
Por ello, la eurodiputada ha afirmado que “lo que se va a ver este miércoles con el TTIP es la misma alianza”, la alianza que en Europa “llamó a votar sí en el referéndum griego, que hizo al señor Juncker presidente de la Comisión Europea, a Miguel Arias Cañete comisario y a Schulz presidente del PE”.
Foto: IU
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