sábado, 30 de mayo de 2015

DEUDA PÚBLICA:ENTRE COL Y COL, MENTIRAS



Deuda pública: billones de mentiras


Rebelión
30.05.2015


Usted y yo, Bill Gates, Amancio Ortega y un inmigrante que pretenda salvar la valla criminal de Melilla para entrar en Europa tenemos contraída una deuda de igual monto derivada de los préstamos solicitados y no devueltos todavía por nuestros gobiernos, comunidades regionales y municipios: 6.800 euros por cabeza. Parece absurdo y lo es. Así lo refleja la estadística de los economistas a sueldo de don capital.

La deuda pública a escala mundial asciende a casi 50 billones de euros, mientras que el PIB de todos los países supera por poco los 70 billones. De esa producción global convertida en dinero o valores financieros, el 25 por ciento, cerca de 18 billones, se encuentran escondidos en paraísos fiscales. Lo aterradoramente absurdo de estas cifras inhumanas es que 85 personas acumulan tanta riqueza como más de la mitad de la población mundial, o sea, 3.570 millones de seres humanos.

Si se sumara a la deuda pública el astronómico fardo de la privada (bancos, empresas, familias) entraríamos en un absurdo de perfil aún superior: el mundo estaría (¿está?) en bancarrota técnica pues las deudas son infinitamente mayores que la producción. En efecto, quedarían las existencias, el ahorro atrapado en viejos bolsillos a costa del consumo y el nivel de vida presente y la riqueza cautiva en las manos de los poseedores de las grandes fortunas, pero los apartados reseñados no cuentan en el despropósito absurdo del capitalismo que basa su razón de ser en la gestión de la escasez y en la plusvalía proveniente de la explotación laboral.

Plusvalía y deuda

Obligaciones de deuda, salarios controlados, excedentes empresariales, dividendos bancarios y pelotazos bursátiles son aspectos de una amalgama denominada régimen capitalista. El quid de la cuestión reside en la forma de distribuir la riqueza. Se dispone de producción suficiente para dar de comer varias veces a la Humanidad al completo, por solo poner un ejemplo más que significativo, pero no se reparte el alimento con la equidad requerida. La ética y la moral nada pueden ante la alianza religiosa de la economía y la política.

¿Cómo es posible que un prestamista acumule un excedente de riqueza que transformada convenientemente por la ingeniería financiera cede a terceros mediante un interés monetario como si fuera dinero propio? Gracias al robo, legalizado o no. O a la plusvalía obtenida previamente en negocios no laborales que genera un ahorro particular extraordinario. O a la especulación con cantidades no necesarias para el gasto vital mínimo. O a través de la gestión colectiva de pequeños fondos de particulares. O extrayendo recursos y materias primas de países pobres a precios de saldo. O… En cualquier caso, las demasías que se destinan a préstamos jamás proceden del trabajo personal de los detentadores del capital sino de procesos financieros o empresariales que acumulan plusvalías que tienen su origen en la producción de facto y en serie del sistema capitalista. El valor añadido es el agregado de factores intangibles que hacen evaporar el fruto real de la producción, esto es, la mercancía, bien, servicio u objeto final. La riqueza real ya no cristaliza en objetos o medios de uso sino en ficciones financieras que nacen del margen hurtado al trabajo por el empresario y de agentes invisibles de intercambio de valores construidos más allá del consumo directo y de las necesidades humanas imprescindibles para la reproducción de la vida.

Los países deben a los bancos


Ahí se oculta uno de los trucos del concepto de deuda pública. Los países captan fondos del mercado y se debe, por ende, a las instituciones privadas que operan como fantasmas en el mismo. En pocas palabras, los países deben a las empresas y jamás al contrario. Cuando se dice, por ejemplo, que Grecia tiene contraída una deuda con Alemania resulta completamente falso: son bancos alemanes los acreedores de los griegos, no el país como tal. Si fueran obligaciones contractuales entre países, las deudas globales y particulares entre ellos quedarían reducidas, modificadas o condonadas de modo más sencillo y transparente, restando o cancelando cantidades que se superponen entre sí y obteniendo saldos simples a favor o en contra. Pero la realidad resulta más sofisticada y compleja. Bancos españoles pueden ser acreedores a la vez de Alemania, Grecia y España. Y entidades de cualquier país de otros terceros. Por ello, cuando los gobiernos de turno defienden los intereses de todos los habitantes en la deuda de un país dado la mentira que deviene es colosal: solo hablan en interés de bancos o empresas privadas anónimas, jamás en el mal utilizado interés público o general.

Por tanto, la deuda pública es una falacia ideológica y política tal y como se plantea por los gurús financieros, analistas de mercado o bursátiles y los ministros de finanzas, hacienda o economía de los países occidentales. Sobre esa falacia argumental y su lógica absurda descansa el sistema neoliberal de la globalidad contemporánea. Iríamos aún más lejos: toda deuda pública es ilegítima porque se ha conformado en origen en la expropiación de parte del trabajo realizado mediante la plusvalía obtenida por el capital. Toda acumulación de capital se tiene que llevar a cabo necesariamente robando tiempo de trabajo no remunerado. En el caso especial de los bancos o entidades financieras, estos entes no son más que depósitos de capital y trabajo mezclados que mueven a su antojo ingentes cantidades de dinero ajeno como si fuera propio para rentabilizar únicamente su modus operandi particular y el de los clientes de mayor rango comercial, industrial o financiero. El ahorro doméstico aquí juega aquí un papel subalterno, sin voz ni voto.

Deudas comparadas

Veamos ejemplos y comparativas alrededor de la deuda pública y también de la privada, tomando a España como país de referencia. Son datos que en muy raras ocasiones merecen titulares explicativos en los principales medios de comunicación. ¿Saben ustedes cuál es el país de mayor deuda externa en comparación con el porcentaje de su PIB? España, que debe a bancos y entidades extranjeras más de un billón de euros, por encima del cien por cien de su producción anual. EE.UU. debe más de 4,5 millones pero esta cantidad representa menos de un tercio de su PIB. Por tanto, los españoles somos campeones mundiales cum laude en deuda externa ponderada. Un mérito dudoso, pero así de paradójica y contrahecha es la manida marca España.

Sigamos con España. Nuestra deuda pública, un billón de euros, representa casi el cien por cien del PIB. Cada habitante debe más de 20.000 euros. ¿A quién? Esta respuesta siempre la esconden los gobernantes y jamás los acreedores sacan pecho con nombre y apellidos. Primera sorpresa: el principal acreedor del Estado es la banca española (¿250.000 millones de euros?), el Banco Santander y el BBVA tirando del motor lucrativo con unos 90.000 millones entre los dos. Otro acreedor de postín son nuestras pensiones futuras o dicho a lo fino el Fondo de Reserva de la Seguridad Social. Algunas estimaciones indican que el desfalco de la Seguridad Social ronda los 60.000 millones de euros.

Otros acreedores punteros: el Banco Central Europeo, entidades bancarias alemanas y francesas, aseguradoras y fondos de inversión (Blackrock, JP Morgan, PIMCO, Fidelity, Carmignac…), particulares (uno por ciento) y empresas españolas de carácter no financiero.

Aunque siempre se pone el acento en la deuda pública, la privada en España representa alrededor del 85 por ciento de la suma de ambas. Del 16 por ciento que corresponde a la deuda pública, las tres cuartas partes son imputables a la administración central, el 20 por ciento a las comunidades autónomas y el resto a los ayuntamientos. En torno a la quinta parte de la deuda privada es de las familias y más del 60 por ciento es atribuible a los bancos, entidades financieras y empresas.

La deuda total española podría estar situada en la inefable cota de 4,25 billones de euros, cuatro veces el PIB, siendo los principales acreedores de la deuda externa instituciones y entes, entre otras de menor cuantía, de Alemania, Francia, EE.UU., Gran Bretaña e Italia. En román paladino quiere decir que siempre estaremos endeudados. Ahora bien, ¿para qué quiere un acreedor deudores que jamás podrán saldar su deuda? Una cosa es rotundamente cierta: cliente muerto no paga. Lo óptimo sería asfixiar al máximo para sacar el mayor jugo posible al factor trabajo (explotación laboral intensiva llamada productividad salvaje, pluriempleo…). De por vida. En el fondo, esa es la filosofía de las hipotecas con vencimiento a largo plazo: apretar pero nunca ahogar del todo, salvo en tiempos de crisis aguda.

¿Tiene el binomio deuda pública/PIB alguna relación específica con la riqueza o estabilidad económica de un país concreto? Pues depende de la perspectiva que se adopte. Nadie diría que Japón y EE.UU. sean paradigmas de países pobres, sin embargo los nipones son los líderes destacados en la clasificación mundial de deuda pública vinculando este factor al porcentaje que ocupa de su PIB. En el caso de Japón, más del 250 por cien: 12,5 billones de euros. Cada japonés tiene una deuda simbólica o nominal de 85.000 euros. Por su parte, cada estadounidense debe más de 40.000 euros de una deuda pública global de unos 18 billones de euros, más del cien por cien del PIB USA.

Los datos de la grandiosa y todopoderosa Alemania de Merkel tampoco arrojan resultados espectacularmente positivos. Su deuda pública supera los 2 billones de euros, el 80 por ciento de su PIB, lo que viene a decir que cada alemán debe al mundo (o sea, los bancos) unos 25.000 euros.

Las cifras anteriores contrastan bastante con las de otros países a los que la propaganda capitalista teme, ningunea o acosa ideológicamente de manera sistemática. China registra una deuda pública de 2 billones de euros, el 20 por ciento de su PIB, y cada uno de sus habitantes debe unos 1.000 euros. En el caso de Rusia, su deuda pública viene a ser el 10 por ciento del PIB, menos de 300 mil millones de euros, alrededor de 1.200 euros de deuda per cápita. La deuda pública de Venezuela, por último, se estima en unos 50 mil millones de euros, el 60 por ciento de su producción anual bruta. Cada venezolano tiene una deuda de aproximadamente 7.000 euros.

Deuda y gasto militar

La deuda pública, por tanto, es un instrumento o mecanismo de dominio y hegemonía del mundo rico sobre los países pobres, de tamaño mediano o periféricos en el orden capitalista de la globalidad. No existe una relación directa y absoluta de causa-efecto entre deuda y peso político en el concierto internacional. De hecho, los países más endeudados son los exponentes predilectos del capitalismo más genuino y avanzado: Japón y EE.UU.

Otrosí. La deuda representa la subordinación del poder político, la geografía, la historia, la cultura y la demografía a las multinacionales, el mercado, los paraísos fiscales y el poder financiero. En este sentido, la deuda pública es puro artefacto ideológico que expresa la hegemonía de la elite dominante del régimen capitalista.

Ahora bien, además de la ideología y la política, sin el brazo militar nada sería como es en la realidad actual. La falacia económica hay que defenderla también a golpe de guerras humanitarias e incursiones quirúrgicas de carácter bélico para dejar bien sentado quien manda en última instancia, esto es, en qué bando habita la santa verdad oficial. Cada día, el mundo gasta en el sector militar 70 millones de euros. Multipliquen y verán la descomunal cifra que da convertida en periodos de semanas, meses, años…

Pero no todos los países gastan lo mismo. El gasto militar de EE.UU. representa el 40 por ciento del total mundial. Con sus aliados de la OTAN, el montante asciende al 60 por ciento. Austeridad no rima con militar.

EE.UU. dedica 3,5 veces más recursos económicos a su estamento militar que China y 7 veces más que Rusia. Después de los tres países citados, invierten más en el capítulo militar Arabia Saudí (¡¡¡???), Francia, Gran Bretaña, Alemania, Japón (¡?), India y Corea del Sur (¡¡¡???).

Elite, clase trabajadora y pobres

Como colofón, podríamos señalar que el mundo de la deuda pública segmenta a las personas en tres tercios muy definidos: la elite, la clase trabajadora activa y los pobres de solemnidad más los marginados de todo tipo y condición. En esta división parece a simple vista que los pobres y marginados nada aportan a la producción global, pero se trata de una apreciación equívoca. La pobreza y la marginación, además de ejército de reserva laboral, sirven para recordar a los trabajadores, trabajadoras y clases medias que siempre se puede caer más bajo en la miseria si no se aceptan las condiciones inherentes al sistema capitalista.

De su materia, nos referimos a los pobres y los marginados, se producen miedos emocionales dirigidos a la población estándar y sirven asimismo para moldear a partir de su magma indiferenciado agentes sociales malvados, chivos expiatorios y otros alter ego (rebeldes, antisistema, terroristas…) de índole diversa y coyuntural con los que alentar conflictos transversales que no permitan ver con claridad los procesos de dominio biológico, tecnológico, económico, ideológico y político que van de consuno con el capitalismo occidental.

¿Se imaginan un mundo sin deuda pública ni deuda privada? Para que los sueños no se hagan colectivos ni se eleven a conciencia política se inventó el gasto militar. La ecuación resulta evidente: a mayor deuda pública en su conjunto y de riesgo de impago, más gasto militar en general. En términos sociales también tiene su fórmula correlativa: más paro y pobreza, mayor represión legal y policial. La historia está ahí para corroborar dicha tesis.


Fuentes consultadas: Internet y elaboración propia. Datos Macro, El País, De verdad digital, 15Mpedia, Madrilonia, Actualidad RT, FMI, Banco Mundial, La Vanguardia, El Economista, Wikipedia, Red Voltaire… 

UE, ¿LA HIZO DIOS CUANDO CREÓ EL MUNDO?



La Europa neoliberal y la izquierda alternativa

Rebelión
26.05.2015

¿Es esta la única Europa posible? ¿La Europa de los recortes del incipiente estado del bienestar? ¿La Europa que quita competencias a los gobiernos y a los parlamentos estatales para traspasarlas a instituciones carentes de legitimidad democrática? ¿La Europa que tolera los recortes del estado de derecho para las minorías, como sucede en las repúblicas bálticas? ¿La Europa que permite que uno de sus miembros, Hungría, plantee volver a implantar la pena de muerte? 

Es la Europa conservadora de Jean-Claude JunckerDonald TuskAngela Merkel o David Cameron, la que pretende imponer sus políticas por encima de la soberanía popular, la que hace unos meses amenazaba más o menos sutilmente el pueblo griego para que no votara Alexis Tsipras y Syriza en las recientes elecciones del país heleno. 

Es la Europa neoliberal que apoya y comparte la política imperialista de Estados Unidos, que ha provocado la caída de numerosos regímenes considerados “enemigos”, pero también la muerte de miles de personas inocentes, para acabar cayendo a menudo en el caos más absoluto, como ocurre actualmente en Libia o en las zonas controladas por el Estado Islámico. Una política imperial que ha provocado demenciales reacciones anti-occidentales como los atentados del 11-S en Nueva York (2001), del 11-M en Madrid (2004), de Londres en 2005 o de París más recientemente. 

Lamentablemente, es la Europa conservadora y neoliberal a la que socialdemocracia se ha acabado adaptando, una socialdemocracia cada vez más alejada de su ya muy descafeinada tradición de izquierdas, como demostró hace unos años la "tercera vía" de Toni Blair y el llamado "Nuevo Laborismo". Una tercera vía especialmente compartida hoy por el Partido Democrático italiano, un revoltijo de excomunistas "arrepentidos" y democrata-cristianos desorientados que ya hace unos años afirmaban, a través Walter Veltroni (su líder en ese momento), que eran "reformistas, no de izquierdas". 

No es casualidad que otro de sus líderes, el defenestrado primer ministro Enrico Letta, comparta actos con Josep Antoni Duran Lleida, o queMatteo Renzi haya gobernado a menudo con el apoyo de la derecha y haya conseguido recientemente la aprobación de una reforma electoral dudosamente democrática, con el rechazo de toda la oposición e incluso de una parte significativa de su propio partido. 

Esta nueva "tercera vía" social-liberal ya cuenta con un referente internacional, la Alianza Progresista, una organización fundada hace poco más de dos años por socialdemócratas alemanes, laboralistas británicos, demócratas italianos y demócratas estadounidenses, y que pretende sustituir la ya muy desacreditada, dentro del ámbito de la izquierda, Internacional Socialista. 

Pero eso es cada vez más necesario reforzar y consolidar la izquierda alternativa en todo el continente, hoy agrupada especialmente entorno al Partido de la Izquierda Europea. Una izquierda plural, heredera de acontecimientos tan diversos, e incluso aparentemente tan contradictorios, como la revolución francesa, la revolución de octubre, la lucha contra el nazismo y el fascismo, la primavera de Praga, el mayo francés, la revolución de los claveles o la caída del muro de Berlín. 

Hace ya muchos años, incluso bastante antes de que cayera el muro de Berlín, numerosas personas que nos reivindicamos inequívocamente de izquierdas acabamos reconociendo el fracaso de aquel modelo, el llamado "socialismo real". Ahora lo que hace falta es que también mucha gente, del Este o del Oeste, se dé cuenta del fracaso sin paliativos del "capitalismo real". 

Jordi Córdoba es miembro del Consejo Nacional de Esquerra Unida i Alternativa (EUiA)

UE, ES NECESARIO CAMBIARLA



Romper con la falsa izquierda, condición del cambio en Europa

Colau, Podemos y el modelo Grenoble

La Vanguardia
26.05.2015

Una clave de la victoria de la izquierda es romper sin complejos con esa socialdemocracia degenerada que practica, desde hace décadas, el programa neoliberal de la gran desigualdad en Europa. No hay nada electoralmente más desmovilizador y tóxico que ser el compañero de viaje de esa izquierda que no se diferencia en nada esencial de la derecha.Syriza ganó porque rompió con ellos. Podemos, como seudónimo de una variopinta regeneración política ibérica, sube, y podría ganar unas generales por seguir esa misma pauta, pero es en Francia donde el cambio de actitud hacia los “socialistas” es más importante y complicado.

Importante porque a diferencia de Grecia, un país pequeño, y de España, un país grande pero periférico en el concierto europeo, Francia es una potencia central. Un cambio en sentido popular de la política francesa, unido a lo que ya está ocurriendo en Grecia y España, y lo que pueda pasar en Irlanda y Portugal, rompería la espina dorsal del regresivo curso de Bruselas y Berlín que lleva a la Unión Europea contra las rocas.

Difícil, porque ni la corrupción ni el desprestigio de las instituciones son tan acusados en Francia como en Grecia o España. En la cultura política de la “gauche” hay una inercia fatal de falso “frente popular” entendido como la suma del Partido Socialista con el espectro de la izquierda real, en la que ésta queda siempre condenada, en el mejor de los casos, al papel de comparsa. Por eso el “modelo Grenoble” merece tanta atención.

Hace poco más de un año una coalición de ecologistas y la izquierda presentó a su candidato, Éric Piolle, al frente de la candidatura “Grenoble, une Ville pour Tous” y le arrebató la alcaldía de esa gran ciudad de más de 150.000 habitantes a un alcalde socialista. Se demostró a escala local que con un buen líder y un programa que apele a los intereses de la mayoría social, se puede introducir otra manera de funcionar.

Éric Piolle es un católico-humanista muy introducido en el mundo asociativo que trabajaba como ejecutivo de la multinacional Hewlett-Packard y que fue despedido por negarse a aplicar un plan de deslocalización. Como Tsipras y los personajes que están surgiendo en España, Piolle supo unir en una misma apuesta al partido verde EELV -normalmente en la órbita del PS- la izquierda anticapitalista, los alternativos, diversas asociaciones ciudadanas y al Parti de gauche.

Jean-Luc Mélenchon, que está obsesionado por el modelo Podemos, es decir apelar a los intereses de la mayoría social rompiendo sin complejos con los socialistas, contempla el caso de Grenoble con gran interés. El problema es que los verdes de EELV a nivel nacional y algunos comunistas, siguen fascinados por la posibilidad de regresar al gobierno u obsesionados por “hacer el juego a la derecha” si se rompe con el hollandismo, respectivamente.

Lo que pueda haber de sano en el PS/ PSOE/Pasok, si es que aún queda algo, siempre puede recuperarse desde una posición de fuerza de la nueva izquierda, como la que ahora hay en Atenas, Madrid o Barcelona, pero nunca siendo comparsa de políticas neoliberales disfrazadas de puño y rosa. Esa es, parece ser, la lección que indica el lento proceso de despertar europeo. 


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UCRANIA TAMBIÉN ESTÁ ALA VUELTA DE LA ESQUINA, Y LA NECESIDAD DE QUE LAS PERSONAS NORMALES NO NOS DEJEMOS MANEJAR E INTERVENGAMOS EN POLÍTICA


¿QUÉ QUIERE PUTIN?

Rostislav Ishchenko
Sociología Crítica
29.05.2015
Traducido del Ruso al Inglés por Denis, Gideon y Robin
Es gratificante que los “patriotas” no culpasen inmediatamente a Putin por la imposibilidad de lograr una derrota a gran escala de las tropas ucranianas en el Donbás en enero y febrero, o por las reuniones de Moscú con Merkel y Hollande.
Aun así, todavía están impacientes por una victoria. Los más radicales están convencidos de que Putin “rendirá a Novorrusia” de todas maneras. Y los moderados tienen miedo de que él tan pronto como se firme la próxima tregua (si eso ocurre) abandone la necesidad de reagrupar y reponer al ejército Novorruso (lo cual en realidad se podría haber hecho sin el cese de las operaciones militares), para llegar a un acuerdo con las nuevas circunstancias en el frente internacional, y prepararse para las nuevas batallas diplomáticas.
De hecho, a pesar de toda la atención que los diletantes políticos y/o militares (los Talleyrand y los Bonaparte de Internet) le están dando a la situación en el Donbás y Ucrania en general, este es sólo un punto en un frente global: el resultado de la guerra está siendo decidido no en el aeropuerto de Donetsk o en las colinas de las afueras de Debaltsevo, sino en las oficinas en la Plaza Staraya 1 y la Plaza Smolenskaya 2 en las oficinas en París, Bruselas y Berlín. Porque la acción militar es sólo uno de los muchos componentes de la disputa política.
Es la más dura y el componente final, que conlleva un gran riesgo, pero el asunto no se inicia con la guerra y no termina con la guerra. La guerra es sólo un paso intermedio que significa la imposibilidad de compromiso. Su propósito es crear nuevas condiciones en las que el compromiso sea posible o mostrar que ya no hay ninguna necesidad de este, con la desaparición de uno de los bandos del conflicto. Cuando es el momento para el compromiso, cuando el combate ha terminado y las tropas regresan a sus cuarteles y los generales comienzan a escribir sus memorias y a prepararse para la próxima guerra, ahí es cuando el resultado real de la confrontación es determinado por los políticos y diplomáticos en la mesa de negociaciones.
Las decisiones políticas no suelen ser entendidos por la población en general o por los militares. Por ejemplo, durante la guerra austro-prusiana de 1866, el canciller prusiano Otto Von Bismarck (más tarde canciller del imperio alemán) hizo caso omiso a las reiteradas peticiones del Rey Guillermo I (el futuro emperador alemán) y las demandas de los generales prusianos de tomar Viena, y él tenía toda la razón para hacerlo. De esa manera aceleró la paz en los términos de Prusia y también aseguró que Austria-Hungría se convirtiera para siempre (bueno, hasta su desmembramiento en 1918) en un socio menor de Prusia y más tarde del Imperio Alemán.
Para entender cómo, cuándo y en qué condiciones la actividad militar puede terminar, tenemos que saber lo que quieren los políticos y la forma en que ven las condiciones del compromiso de la posguerra. Quedará claro entonces por qué la acción militar se convirtió en una guerra civil de baja intensidad con treguas ocasionales, no sólo en Ucrania, sino también en Siria.
Obviamente, los puntos de vista de los políticos de Kiev no nos interesan porque no deciden nada. El hecho de que personas foráneas gobiernan Ucrania ya no es un secreto. No importa si los ministros del gabinete son de Estonia o Georgia; al final son estadounidenses. También sería un gran error interesarnos en cómo los líderes de la República Popular de Donetsk (RPD) y la República Popular de Lugansk (RPL) ven el futuro. Las repúblicas existen sólo con el apoyo de Rusia, y mientras Rusia las apoye, los intereses de Rusia tienen que ser protegidos, incluso de decisiones e iniciativas independientes. Hay demasiado en juego para permitir a [Alexander] Zakharchenko o [Igor] Plotnitsky, o cualquier otra persona, tomar decisiones independientes en esta materia.
Tampoco estamos interesados en la posición de la Unión Europea. Mucho dependía de la UE hasta el verano del año pasado, cuando la guerra se podría haber evitado o detenido desde el principio. Se necesitaba una posición dura y de principios en contra de la guerra por parte de la UE. Podría haber bloqueado las iniciativas estadounidenses para iniciar la guerra y la UE se habría convertido en un actor geopolítico independiente y significativo. La UE dejó pasar esa oportunidad y en el lugar de eso se comportó como un fiel vasallo de los Estados Unidos.
Como resultado, Europa está al borde de una conmoción interna espantosa. En los próximos años, tiene todas las posibilidades de sufrir la misma suerte que Ucrania, sólo que con un gran estruendo, un gran derramamiento de sangre y menos posibilidades de que las cosas se reestablezcan en un futuro cercano – en otras palabras, que alguien aparezca y ponga las cosas en orden.
De hecho, hoy en día la UE puede elegir si desea seguir siendo un instrumento de los Estados Unidos o acercarse a Rusia. Dependiendo de su elección, Europa puede caer con un ligero susto, como una ruptura de parte de su periferia y la posible fragmentación de algunos países, o podría colapsar por completo. A juzgar por la renuencia de las élites europeas a romper abiertamente con los Estados Unidos, el colapso es casi inevitable.
Lo que nos debe interesar es la opinión de los dos principales contendores que determinan la configuración del frente geopolítico y, de hecho, están luchando por la victoria en la guerra de nueva generación – la Tercera Guerra Mundial centrada en la red. Estos contendores son los Estados Unidos y Rusia.
La posición de EE.UU. es clara y transparente. En la segunda mitad de la década de 1990, Washington perdió su única oportunidad de reformar la economía de la Guerra Fría sin obstáculos y con ello evitar la crisis que se avecina en un sistema cuyo desarrollo está limitado por la naturaleza finita del planeta Tierra y sus recursos, incluidos los humanos, que entra en conflicto con la necesidad de imprimir dólares de forma ininterrumpida.
Después de eso, los Estados Unidos sólo podía prolongar la agonía del sistema saqueando al resto del mundo. En un principio fue tras los países del Tercer Mundo. Luego fue por los potenciales competidores. Luego por los aliados e incluso amigos cercanos. Tal saqueo podía continuar sólo mientras los Estados Unidos se mantuviera como potencia hegemónica indiscutible del mundo.
Así, cuando Rusia declaró su derecho a tomar decisiones políticas independientes – decisiones no de importancia global, sino regional -, un enfrentamiento con los Estados Unidos se hizo inevitable. Este choque no puede terminar en un compromiso de paz.
Para los Estados Unidos, un compromiso con Rusia significaría renunciar de forma voluntaria a su hegemonía, lo que lo llevaría a una catástrofe sistémica acelerada – no sólo una crisis política y económica, sino también una parálisis de las instituciones del Estado y la incapacidad del gobierno para funcionar. En otras palabras, su inevitable desintegración.
Pero si Estados Unidos gana, entonces es Rusia quien experimentará una catástrofe sistémica. Después de un cierto tipo de “rebelión”, las clases dirigentes de Rusia serían castigadas con la liquidación y confiscación de activos, así como penas de prisión. El estado se fragmentaría, se anexarían territorios sustanciales y el ejercito del país podría ser destruido.
Así que la guerra durará hasta que un lado gane. Cualquier acuerdo provisional debe considerarse sólo como una tregua temporal – un respiro necesario para reagruparse, para movilizar nuevos recursos y encontrar (es decir, robar) aliados adicionales.
Para completar el panorama de la situación, sólo necesitamos la posición de Rusia. Es esencial entender lo que el liderazgo ruso quiere lograr, sobre todo el presidente, Vladimir Putin. Estamos hablando del rol clave que desempeña Putin en la organización de la estructura de poder de Rusia. Este sistema no es autoritario, como muchos afirman, sino más bien autoritativo – lo que significa que no se basa en la consolidación legislativa de la autocracia, sino en la autoridad de la persona que creó el sistema y, como la cabeza de él, hace que funcione con eficacia.
Durante los 15 años de Putin en el poder, a pesar de la difícil situación interna y externa, él ha tratado de maximizar el papel del gobierno, la Asamblea Legislativa, e incluso las autoridades locales. Estos son pasos totalmente lógicos que deberían haber dado al sistema integridad, estabilidad y continuidad. Debido a que ningún político puede gobernar para siempre, la continuidad política, sin importar quién llegue al poder, es la clave para un sistema estable.
Por desgracia no se ha alcanzado el control totalmente autónomo, es decir, la capacidad de funcionar sin la supervisión del presidente. Putin sigue siendo el componente clave del sistema, ya que las personas pusieron su confianza en él personalmente. Tienen mucha menos confianza en el sistema, como el representado por las autoridades públicas y determinadas agencias.
Por lo tanto la opinión y los planes políticos de Putin se convierten en el factor decisivo en ámbitos como la política exterior de Rusia. Si la frase “sin Putin, no hay Rusia” es una exageración, entonces, en mi opinión, la frase “lo que quiere Putin, Rusia también lo quiere” refleja la situación con bastante precisión.
En primer lugar, notemos que el hombre que durante 15 años ha guiado cuidadosamente a Rusia en su renacimiento lo ha hecho en condiciones de hegemonía por parte de Estados Unidos en la política mundial, junto con importantes oportunidades de Washington para influir en la política interna de Rusia. Tenía que entender la naturaleza de la lucha y su oponente. De lo contrario, no habría durado tanto tiempo.
El nivel de confrontación en el que Rusia se permitió entrar con Estados Unidos creció muy lentamente y hasta cierto punto pasó desapercibido. Por ejemplo, Rusia no reaccionó en absoluto al primer intento de la revolución de color en Ucrania en 2000-2002 (el caso Gongadze 3, el escándalo Cassette 4, y la protesta en Ucrania para sacar a Kuchma 5).
Rusia tomó una posición opuesta, pero no intervino activamente en los golpes de Estado que tuvieron lugar entre noviembre de 2003 y enero de 2004 en Georgia y entre noviembre de 2004 y enero de 2005 en Ucrania. En 2008, en Osetia y Abjasia, Rusia utilizó sus tropas contra Georgia, un aliado de Estados Unidos. En 2012, en Siria, la flota rusa demostró su disposición a enfrentarse a Estados Unidos y sus aliados de la OTAN.
En 2013, Rusia comenzó a tomar medidas económicas contra el régimen de [Víctor] Yanukovich, que contribuyeron a hacerlo entender la nocividad de la firma de un acuerdo de asociación [con la UE].
Moscú no podía haber salvado a Ucrania del golpe de Estado, debido a la bajeza, cobardía y estupidez de los líderes de Ucrania – no sólo Yanukovich sino todos ellos sin excepción. Después del golpe armado en Kiev en febrero de 2014, Rusia entró en abierta confrontación con Washington. Antes de eso, los conflictos se entremezclaban con mejoras en las relaciones, pero a principios de 2014 las relaciones entre Rusia y Estados Unidos se deterioraron rápidamente y casi de inmediato llegaron a un punto en que, de haber estado en la era pre nuclear, la guerra hubiera sido declarada de forma automática.
Por lo tanto en un momento dado Putin se involucró precisamente en el nivel de confrontación con los Estados Unidos que Rusia podía manejar. Si Rusia no esta limitando en este momento el nivel de confrontación, significa que Putin cree que, en la guerra de las sanciones, la guerra de nervios, la guerra de la información, la guerra civil en Ucrania, y la guerra económica, Rusia puede ganar.
Esta es la primera conclusión importante sobre lo que Putin quiere y lo que espera. Él espera ganar. Y teniendo en cuenta que avanza de forma meticulosa y se esfuerza por anticipar sorpresas, pueden estar seguros de que cuando se tomó la decisión de no retroceder ante la presión de los Estados Unidos, sino de responder, el liderazgo ruso tenía una doble, si no triple, garantía de victoria.
Me gustaría señalar que la decisión de entrar en un conflicto con Washington no se tomó en 2014, ni en 2013. La guerra del 8 de agosto de 2008, fue un desafío que Estados Unidos no podía dejar sin castigo. Después de eso, cada nueva etapa de la confrontación sólo subió las apuestas. De 2008 a 2010, la capacidad de los Estados Unidos – no sólo militar o económica, sino su capacidad en general – ha disminuido, mientras que la de Rusia ha mejorado significativamente. Así que el objetivo principal era elevar las apuestas lentamente en lugar de en forma explosiva. En otras palabras, había que retrasar el mayor tiempo posible un enfrentamiento abierto en el que toda simulación se eliminara y todo el mundo entendiera que había una guerra. Pero hubiera sido aún mejor evitarlo por completo.
Con cada año que pasaba, los Estados Unidos se hacía más débil mientras que Rusia se hacía más fuerte. Este proceso era natural e imposible de detener, y podríamos haber proyectado con un alto grado de certeza que para el 2020 al 2025, sin ningún tipo de confrontación, el período de la hegemonía estadounidense habría terminado, y para los Estados Unidos sería entonces más aconsejable no pensar en cómo gobernar el mundo, sino la forma de evitar su precipitada decadencia interna.
Así que el segundo deseo de Putin está claro: mantener la paz o la apariencia de paz el mayor tiempo posible. La paz es ventajosa para Rusia porque en condiciones de paz, sin grandes gastos, se obtiene el mismo resultado político, pero en una situación geopolítica mucho mejor. Es por eso que Rusia extiende continuamente la rama de olivo. Del mismo modo como la junta en Kiev colapsará en condiciones de paz en el Donbás, en condiciones de paz mundial, el complejo militar-industrial y el sistema financiero global creado por los Estados Unidos están condenados a la autodestrucción. En este sentido, las acciones de Rusia son acertadamente descritas por la máxima de Sun Tzu “La mayor victoria es aquella que no requiere batalla.”
Está claro que Washington no está dirigido por idiotas, no importa lo que se diga en programas de entrevistas rusos o se escriba en los blogs. Los Estados Unidos entienden precisamente la situación en la que se encuentran. Por otra parte, también entienden que Rusia no tiene planes de destruirlos y está realmente dispuesta a cooperar como un igual. Aún así, debido a la situación política y socioeconómica en los Estados Unidos, dicha cooperación no es aceptable para ellos. Es probable que se produzca un colapso económico y una explosión social antes de que Washington (incluso con el apoyo de Moscú y Pekín) tenga tiempo para introducir las reformas necesarias, sobre todo si tenemos en cuenta que la UE tendrá que someterse a una reforma de forma simultanea. Por otra parte, la élite política que ha surgido en los Estados Unidos en los últimos 25 años se ha acostumbrado a su condición de dueños del mundo. Ellos sinceramente no entienden cómo alguien puede desafiarlos.
Para la elite gobernante en Estados Unidos (no tanto la clase de los negocios, sino la de la burocracia gubernamental), pasar de ser un país que decide el destino de los pueblos inferiores a uno que negocia con ellos en igualdad de condiciones es intolerable. Probablemente es equivalente a ofrecer a Gladstone o Disraeli el puesto de primer ministro del Reino Zulú bajo Cetshwayo kaMpande. Y así, a diferencia de Rusia, la cual necesita de paz para desarrollarse, los Estados Unidos requieren la guerra como algo vital.
En principio, cualquier guerra es una lucha por recursos. Por lo general, el ganador es el que tiene más recursos y, en última instancia puede movilizar más tropas y construir más tanques, barcos y aviones. Aun así, a veces los que están estratégicamente en desventaja puede revertir la situación con una victoria táctica en el campo de batalla. Los ejemplos incluyen las guerras de Alejandro el Grande y Federico el Grande, así como la campaña de 1939-1940 de Hitler.
Las potencias nucleares no pueden enfrentarse entre sí directamente. Por lo tanto, su base de recursos es de suma importancia. Este es exactamente el por qué de la competencia desesperada entre Rusia y Estados Unidos por aliados en el último año. Rusia ha ganado esta competición. Los Estados Unidos pueden contar sólo con la UE, Canadá, Australia y Japón como aliados (y no siempre de manera incondicional), pero Rusia ha logrado movilizar el apoyo de los BRICS, ganar un firme apoyo en América Latina, y comenzar a desplazar a Estados Unidos en Asia y África del Norte.
Por supuesto, no salta a la vista, pero si tenemos en cuenta los resultados de las votaciones en la ONU, suponiendo que una falta de apoyo oficial a los Estados Unidos significa disidencia y de este modo un apoyo a Rusia, resulta que los países alineados con Rusia juntos controlan alrededor del 60% del PIB del mundo, tiene más de dos tercios de su población, y cubre más de tres cuartas partes de su superficie. Así que Rusia ha sido capaz de movilizar más recursos.
En este sentido, los Estados Unidos tenían dos opciones tácticas. La primera parecía tener un gran potencial y fue empleada por ellos desde los primeros días de la crisis ucraniana.
Esta era intentar forzar a Rusia a elegir entre una situación mala y una aún peor. Rusia se vería obligada a aceptar un estado nazi en sus fronteras y, por tanto, una dramática pérdida de autoridad internacional y de confianza y apoyo de sus aliados, y después de un breve periodo de tiempo se volvería vulnerable para las fuerzas pro estadounidenses a lo interno y externo, con ninguna posibilidad de sobrevivir. O sino podía enviar a su ejército sobre Ucrania, barrer a la junta antes de que se organizara, y restaurar el gobierno legítimo de Yanukovich. Eso, sin embargo, habría traído una acusación de agresión contra un Estado independiente y de suprimir una revolución del pueblo. Tal situación habría dado lugar a un alto grado de desaprobación por parte de los ucranianos y la necesidad de constantemente gastar significativos recursos militares, políticos, económicos, y diplomáticos para mantener un régimen títere en Kiev, ya que ningún otro gobierno hubiera sido posible bajo tales condiciones.
Rusia evitó este dilema. No hubo invasión directa. Es el Donbás el que está luchando contra Kiev. Son los estadounidenses los que tienen que dedicar sus escasos recursos en el condenado régimen títere de Kiev, mientras que Rusia puede permanecer al margen haciendo propuestas de paz.
Así que ahora los Estados Unidos está empleando la segunda opción. Tan vieja como las montañas. Lo que no se puede mantener, y que será tomado por el enemigo, debe destruirse tanto como sea posible para que la victoria del enemigo sea más costosa que la derrota, ya que todos sus recursos se utilizarán para reconstruir el territorio destruido. Por lo tanto, Estados Unidos ha dejado de asistir a Ucrania con algo más que retórica política alentando al mismo tiempo a Kiev a esparcir la guerra civil en todo el país.
El suelo ucraniano debe arder, no sólo en Donetsk y Lugansk, sino también en Kiev y Lvov. La tarea es simple: destruir la infraestructura social tanto como sea posible y dejar a la población en el borde mismo de la supervivencia. Entonces la población de Ucrania consistirá de millones de personas hambrientas, desesperadas y fuertemente armadas que se matarán entre sí por comida. La única manera de detener este baño de sangre sería una masiva intervención militar internacional en Ucrania (la milicia por sí sola no será suficiente) y la inyección masiva de fondos para alimentar a la población y para reconstruir la economía hasta que Ucrania pueda comenzar a alimentarse.
Es evidente que todos estos costes recaerían sobre Rusia. Putin cree correctamente que no sólo el presupuesto, sino también los recursos públicos en general, incluidos los militares, se verían en este caso sobrecargados y posiblemente serían insuficientes. Por lo tanto, el objetivo es no permitir que Ucrania explote antes de que la milicia pueda poner la situación bajo control. Es crucial minimizar las bajas y la destrucción y salvar tanto de la economía como sea posible y la infraestructura de las grandes ciudades para que la población de alguna manera sobreviva y luego los propios ucranianos se hagan cargo de los rufianes nazis.
En este punto la UE se muestra como un aliado para Putin. Porque Estados Unidos siempre trató de usar los recursos de Europa en su lucha con Rusia, la Unión Europea, que ya estaba debilitada, alcanzó su punto de agotamiento y tiene que lidiar con sus propios problemas de larga data.
Si Europa ahora tuviera en su frontera oriental a una Ucrania completamente destruida, de la que millones de personas armadas huirían no sólo hacia Rusia sino también a la Unión Europea, llevando con sigo lindos pasatiempos como el tráfico de drogas, el tráfico de armas y el terrorismo, la UE no sobreviviría. Para Rusia, sin embargo las Repúblicas Populares de Novorrusia servirían como un amortiguador.
Europa no puede confrontar a los Estados Unidos, pero le aterra una Ucrania destruida. Por lo tanto, por primera vez en el conflicto, Hollande y Merkel no están simplemente tratando de sabotear las demandas de Estados Unidos (imponiendo sanciones, pero sin ir demasiado lejos), sino también llevando a cabo una acción limitada pero independiente con el objetivo de lograr un compromiso – tal vez no la paz, pero al menos una tregua en Ucrania.
Si Ucrania se incendia, arderá rápidamente, y si la UE se convierte en un socio poco fiable que está listo, si no a entrar en el campo ruso al menos a tomar una posición neutral, Washington, fiel a su estrategia, se vería obligado a incendiar Europa.
Está claro que una serie de guerras civiles e interestatales en un continente lleno de todo tipo de armas, donde viven más de quinientos millones de personas, es mucho peor que una guerra civil en Ucrania. El Atlántico separa a Estados Unidos de Europa. Incluso Gran Bretaña podría esperar mantenerse alejado a través del Canal. Pero Rusia y la UE comparten una frontera muy larga [sic].
No está en lo absoluto entre los intereses de Rusia tener una conflagración que se extienda desde el Atlántico hasta los Cárpatos, cuando el territorio de los Cárpatos hasta el Dnieper sigue ardiendo. Por lo tanto, otro objetivo de Putin es, en la medida de lo posible, evitar la mayor parte de los efectos negativos de una conflagración en Ucrania y una conflagración en Europa. Debido a que es imposible evitar completamente ese resultado (si Estados Unidos quiere encender el fuego, lo hará), es necesario poder extinguirlo rápidamente para salvar lo que es más valioso.
Por lo tanto, para proteger los intereses legítimos de Rusia, Putin considera que la paz es de vital importancia, ya que es la paz la que hará posible alcanzar este objetivo con un efecto máximo a un costo mínimo. Pero debido a que la paz ya no es posible, y las treguas son cada vez más teóricas y frágiles, Putin necesita la guerra para terminar lo más rápido posible.
Pero quiero hacer hincapié en que si se podría haber llegado a un compromiso hace un año en condiciones más favorables para Occidente (Rusia habría seguido obtenido sus objetivos, pero más tarde – una concesión menor), ya no es posible, y la condiciones están empeorando progresivamente. Aparentemente, la situación sigue siendo la misma; la paz en casi cualquier condición sigue siendo beneficiosa para Rusia. Sólo una cosa ha cambiado, pero es de la mayor importancia: la opinión pública. La sociedad rusa anhela la victoria y que se aplique castigo. Como señalé anteriormente, el poder ruso es autoritativo, y no autoritario; por lo tanto, la opinión pública importa en Rusia, en contraste con las “democracias tradicionales.”
Putin puede mantener su papel como el eje del sistema sólo en la medida que tenga el apoyo de la mayoría de la población. Si pierde este apoyo, dado que no hay figuras de su estatura que hayan surgido de la élite política de Rusia, el sistema perderá su estabilidad. Pero el poder puede mantener su autoridad solo mientras exprese con éxito los deseos de las masas. Así, la derrota del nazismo en Ucrania, incluso si es diplomática, debe ser clara e indiscutible – sólo bajo esas condiciones es posible un compromiso por parte de Rusia.
Por lo tanto, independientemente de los deseos de Putin y los intereses de Rusia, dado el equilibrio global de fuerzas, así como las prioridades y capacidades de los protagonistas, una guerra que debería haber terminado el año pasado dentro del territorio de Ucrania es casi seguro que se extienda a Europa. Uno sólo puede suponer quién será más eficaz – los americanos con su bidón de gasolina o los rusos con su extintor de incendios? Pero una cosa está absolutamente clara: las iniciativas de paz de los líderes rusos estarán limitadas no por sus deseos, sino por sus capacidades reales. Es inútil luchar contra los deseos de la gente o el curso de la historia; pero cuando estos coinciden, lo único que un político sabio puede hacer es entender los deseos de la gente y la dirección del proceso histórico y tratar de apoyarlo a toda costa.
Las circunstancias descritas anteriormente hacen muy poco probable que los partidarios de un estado independiente Novorruso vean sus deseos cumplidos. Dada la magnitud de la conflagración por venir, determinar el destino de la Ucrania como un todo no es excesivamente complicado pero, al mismo tiempo, no será barato.
Es lógico que el pueblo ruso deba preguntar: si los rusos, a quienes rescatamos de los nazis, viven en Novorrusia, ¿por qué tienen que vivir en un Estado independiente? Si quieren vivir en un Estado independiente, ¿por qué Rusia debería reconstruir sus ciudades y fábricas? A estas preguntas sólo hay una respuesta razonable: Novorrusia debe convertirse en parte de Rusia (especialmente porque tiene suficientes combatientes, aunque la clase gobernante es problemática). Bueno, si parte de la Ucrania puede unirse a Rusia, ¿por qué no toda ella? Sobre todo porque con toda probabilidad, por el momento esta pregunta está en la agenda, la Unión Europea ya no será una alternativa a la Unión Euroasiática [para la Ucrania].
En consecuencia, la decisión de reunificarse con Rusia será tomada por una Ucrania federada pero unida y no por alguna entidad sin un estatus claro. Creo que es prematuro redibujar el mapa político. Lo más probable es que el conflicto en Ucrania concluya a finales de año. Pero si Estados Unidos logra extender el conflicto a la UE (y lo intentará), la resolución final de los asuntos territoriales tardará al menos un par de años y tal vez más.
En cualquier situación nos beneficiamos de la paz. En condiciones de paz, a medida que la base de recursos de Rusia crece, más aliados nuevos (antiguos socios de los Estados Unidos) pasan a su lado, y a medida que Washington es progresivamente marginado, la reestructuración territorial se volverá mucho más simple y temporalmente menos importante, especialmente para aquellos que están siendo reestructurados.
Notas:
1 Calle de Moscú donde se localiza la oficina principal de la Administración Presidencial de Rusia.
2 Plaza de Moscú donde se localiza el Ministrio de Asuntos Exteriores de Rusia.
3 Georgiy Gongadze fue un periodista y director de cine Ucraniano nacido en Georgia que fue secuestrado y asesinado en el año 2000.
4 El Escándalo Cassette estalló en el año 2000 con la publicación de unos casetes de audio en los que Leonid Kuchma presuntamente discutía la necesidad de silenciar a Gongadze por informar sobre la corrupción a los más altos niveles.
5 Como resultado del Escandalo Cassette, se llevó a cabo una masiva protesta anti-Kuchma en la Ucrania en 2000 – 2001.

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