martes, 8 de diciembre de 2009

ARTICULO DE GUSTAVO VIDAL MANZANARES





Gustavo Vidal Manzanares. Jurista y Escritor.

Víctor Jara y Pablo Iglesias, diamantes entre el barro[i]

Estos días, los amantes de la libertad, la igualdad y la justicia recordamos a dos diamantes entre el barro: Víctor Jara y Pablo Iglesias.
El pasado sábado, más de 12.000 personas acompañaron el cortejo fúnebre de Víctor Jara, 36 años después de su martirio y asesinato. Ningún espíritu miserable los acusó de “reabrir viejas heridas”. Hijo de campesinos, sufrió la pobreza y la explotación en su infancia. Dotado de un alma sensible, el amor a la música y las artes lo impulsó a estudiar dramaturgia y canto. Pronto la inmortal Violeta Parra descubriría las cualidades de aquel muchacho flaco y de cabello ensortijado. Arrebatado por las ideas de izquierda, sus canciones protesta cuajarían el aire chileno de retales de justicia y esperanza. ¿Quién ha olvidado “Te recuerdo Amanda”, “El cigarrito”…? Desgraciadamente, en aquellos tiempos, el nubarrón de odio y sangre de la dictadura de Pinochet ensombrecería la vida de Chile, y Víctor Jara sería una de las primeras víctimas. Así, el abogado Navia relató a El País cómo Víctor Jara fue torturado hasta la muerte: “Lo golpeaban, lo golpeaban, una y otra vez. En el cuerpo, en la cabeza, descargando con furia las patadas. Casi le estalla un ojo. Nunca olvidaré el ruido de esa bota en las costillas…Siguió golpeando con el cañón del arma. Le rompió la cabeza y el rostro de Víctor quedó cubierto por la sangre que bajaba desde su frente”… poco después, el cuerpo del cantautor yacería acribillado, con más de cuarenta balazos en las entrañas. La dictadura de Pinochet asesinó a más de tres mil seres humanos, torturaría a docenas de miles y provocaría el exilio de otros tantos. Ello no impediría que un Papa ultraconservador, psicópata, besacementos y encubridor de pederastas, impartiera la comunión al déspota chileno. Aquellos asesinos, bendecidos por la iglesia católica, acabaron con una vida, ciertamente, pero crearon un símbolo. Y, dentro de unos días, el miércoles, recordaremos el 84 aniversario de la muerte de otro mito: Pablo Iglesias Posse, una de las trayectorias más hermosas no solo de la vida política sino, posiblemente, de la vida en sí misma. Al igual que Víctor Jara, Iglesias padeció en su infancia y juventud la pobreza extrema. Huérfano, sin hogar y privado hasta de ropa y alimentos, hubo de ser acogido en el Hospicio para niños pobres de San Fernando, donde aprendería el oficio de tipógrafo. Tras huir de aquella casa de acogida donde sufría malos tratos, se convirtió en un obrero de once años que recorría imprentas en busca del trabajo con que sustentar a su madre y a su hermano pequeño. En ocasiones, hasta hubo de combatir el invierno con papelotes bajo la ropa. Con una voluntad granítica, que actuaba como una incitante e invisible droga, consiguió asimilar una cultura autodidacta y forjar el PSOE y la UGT… epopeya que excede, por su dimensión, las posibilidades de esta columna. Sí, a veces, muchas veces, podemos pensar que el mundo es un inmenso cenagal de codicia, mentiras, ignorancia, fanatismo… pero tal vez nos aliviemos recordando a dos diamantes en ese barrizal: Víctor Jara y Pablo Iglesias. El escritor Arturo Barea, en su trilogía “La forja de un rebelde” se refería así al Pablo Iglesias que conoció: “… los socialistas reivindican todos los días… los meten en la cárcel, los dan palos, pero al final se salen con la suya. A la cabeza de todos está Pablo Iglesias, un tipógrafo ya viejo al que llaman el abuelo, le han metido en la cartel ocho o nueve veces, pero él sigue luchando para que todos vivan con dignidad”… …Víctor Jara, Pablo Iglesias… ¡inolvidables!