miércoles, 23 de febrero de 2022

Mientras la UE aprueba nuevas sanciones contra Rusia, desde Moscú promet...

Correos, una emergencia social. [Cuando no se conoce la historia al trabajador le roban hasta el aliento. Eso de la historia no es otra cosa que lo acontecido en el pasado, no se vaya a pensar que la historia es un melón con ruedas o algo parecido. Y lo acontecido está escrito en los libros, revistas, etc., quiere decirse, mi elementalito Watson, que para enterarse de la historia hay que leer, justamente eso que no suele hacerse por parte de los trabajadores, que yo hablo de los trabajadores. Eso de que quien no conoce la historia está condenado a repetirla viene a ser una gilipollada como otra cualquiera que entra por una oreja y sale por la otra sin dejar nada a su paso. Tú créeme, Watson, como no leas te roban hasta el aliento, querido mío. No es que leer produzca el efecto mágico de ponerte a salvo del robo, no, que no es eso, sino que si lees y te roban empiezas a decir, oye, mira, que me cago en tu puta madre y que voy a ver cómo me organizo junto a los otros que también robas para que no me sigas robando, cacho cabrón. El servicio de Correos en España garantizaba que a cualquier rincón de España llegara lo que se mandaba por muy poco dinero: céntimos de peseta o pocas pesetas (por cierto, los trabajadores de Correos tenían su puestecito de trabajo garantizado, ¡Ah!, y cumplían con su trabajo). Tenía Correos prácticamente en todas las ciudades y prácticamente en todos los pueblos la CAJA POSTAL, al que podías ir con tu libretita y sacar tus 25 pesetas, 114 pesetas o las que quisieras, si las tenías, claro está, ¡Ah!, sin pagar comisiones ni leches. Todo esto se ha perdido o se está perdiendo del todo, desde que los robadores del Estado, efectivamente: jefes del Estado Español, políticos y otras malas yerbas llegaron y al robo en vez de llamarle robo le empezaron a llamar privatización. Y en estas estamos, Watson mío de mi corazón y de mi alma. Tenemos hoy el producto de lo que hicimos ayer (eso es historia, Watson) y tendremos mañana lo que hagamos hoy, y como resulta que hoy como ayer estamos haciendo nada (aparte del miedo, acojono, impotencia, frustraciones, etc.) porque no nos roben las pensiones o por impedir que España compre el gas al amigo americano un 40% más caro de cómo se le podría comprar al vecino X (que digo X porque Watson las cosas están muy negras y si digo ruso igual me enchiqueran por agente minisuperinfiltado al servicio del comunismo chipiriorripilante internacional con ramalazo proetárrico separador que separa buen separador será y con ventanas a la calle. Pero vamos, que X = ruso, aquí entre nosotros)]

 

Correos, una emergencia social

 

Por Mario Murillo 

Rebelion / España

23/02/2022 


Fuentes: El Salto

Poco se habla de lo que sucede en la empresa pública postal. A pesar del tremendo deterioro de las condiciones laborales y del servicio que prestamos, parecemos condenados a un silencio mediático y político casi absolutos.

Correos se encuentra en mitad de un naufragio que amenaza con estrellar el barco contra el acantilado. Actualmente, el capitán de la nave es Juan Manuel Serrano, pero sus predecesores tripularon el barco en la misma dirección. Y esto es importante decirlo, porque si erramos en el diagnóstico del problema, fallaremos en la solución que queramos aplicarle.

Como casi todas las situaciones complicadas, no se resuelven de forma sencilla. A todos nos gustaría creer que para frenar la marcha de Correos hacia el acantilado de la privatización, bastase con cambiar al presidente de turno. Sin embargo, si repasamos el largo listado de dirigentes que hemos tenido y sus acciones al frente de la empresa, resulta insostenible mantener esta premisa.

La conversión de Correos en Sociedad Anónima Estatal (2001), la exclusión del Estatuto Básico del Empleado Público (2007), la entrada en la SEPI (2012), la pérdida de más de 15.000 empleos en lo que llevamos de siglo, la “eventualización” de la plantilla o el predominio del negocio por encima del servicio público que prestamos son solo algunas muestras que ponen de manifiesto que el proceso de amazonización, ya existía mucho antes del señor Serrano. 

El presidente actual, de lo que sin duda es responsable, es de impulsar y acelerar todo este camino que nos aleja de lo público y nos adentra cada vez más en la selva de la competencia privada. Juan Manuel Serrano es el protagonista de la gestión nefasta de una empresa a la deriva, sin un plan estratégico (del que hace ya meses que no hay noticias) que permita asegurar el futuro de Correos a largo plazo, con lo que esto podría suponer tanto para la plantilla que lo integramos, como para la ciudadanía y el país en su conjunto.

Un modelo llamado bancarrota

Ya sea por inoperancia e incapacidad de los gestores o por un plan para deteriorar deliberadamente Correos con el fin de entregarlo a las garras de los buitres privados, lo cierto es que la realidad laboral se ha vuelto del todo insoportable.

La pérdida de clientes, el creciente volumen de negocio de la filial Correos Exprés y el hecho de estar cada vez más sujetos a las fluctuaciones del mercado y desarraigados de la Administración, se traduce en inestabilidad laboral e incertidumbre, especialmente para la plantilla eventual que ha visto drásticamente reducidas sus posibilidades de conseguir un contrato.

Mientras los de arriba no articulan un proyecto empresarial que asegure nuestra actividad a lo largo de los años, los de abajo padecemos su desastrosa gestión, su delirio comercial y sus supuestas innovaciones y adaptaciones a los nuevos tiempos.

Diariamente, transfieren toda la presión hacia la plantilla. Pretenden que hagamos triunfar iniciativas absurdas, alianzas comerciales sin futuro, que carguemos carros del tamaño de un arcón y todo ello, sin personal ni herramientas suficientes.

Pongamos algunos ejemplos. En las oficinas de Correos ya se pueden contratar ofertas de luz y gas de Repsol o Endesa, se colabora en la promoción de seguros de Mapfre y Caser, es posible realizar operaciones básicas del Banco Santander y, por supuesto, se vende lotería los 365 días del año. El resultado está siendo una tremenda presión sobre las plantillas de atención al público para la consecución de objetivos comerciales, ejercida por toda la cadena de mando de la red de oficinas.

Al mismo tiempo, iniciativas que en verdad podrían ser útiles y sociales como la “ventanilla única”, un punto de centralización de gestiones asociadas a las diversas administraciones, quedan siempre en segundo plano. Una gota de agua en mitad del desierto.

En las unidades de reparto se está apostando por una remodelación de la organización del trabajo que se parece mucho a la que tienen las empresas privadas de paquetería y distribución. Pruebas piloto han sido iniciadas en diversos lugares del país como Cantabria, Madrid, Vallés, León o Valencia, entre otras, de manera unilateral por parte de la empresa, sin contar con la representación sindical ni realizar evaluaciones previas de los riesgos laborales que puede conllevar dicha remodelación.

La reorganización consiste, de forma muy sintética, en reconvertir las secciones de reparto unipersonales en sectores sin un titular concreto, con la paquetería como eje de prioridad. Hoy, la situación de las carterías no es nada buena, pues la inmensa mayoría no disponen del número suficiente de carteros para tener cubiertas todas las secciones, lo que deriva en que las secciones sin cubrir se reparten entre el resto de la plantilla, sobrecargando a los trabajadores y obligándoles a realizar recorridos mucho más extensos, aumentando así los riesgos psicosociales, las posibilidades de accidentes y convirtiendo cada jornada en un martirio.

Tampoco se salvan las Unidades de Servicios Especiales (reparto en furgoneta o moto), donde aumenta la siniestralidad laboral, el estrés y la sensación de maltrato laboral, trabajando incluso sin mobiliario básico (mesas) en algunos de estos centros y con jornadas en las que de forma permanente se exigen objetivos imposibles de cumplir.

En base a esto, cualquiera llegaría a la conclusión lógica de cubrir adecuadamente las unidades, aumentar la contratación y disponer del personal necesario para dar un servicio de calidad. Cualquiera menos los directivos de Correos, que parece que tienen prohibido invertir en personal y mejoras que hagan más saludable el trabajo. Al contrario, pretenden instaurar el modelo privado que ya conocemos de empresas como RD Post.

En los centros de clasificación no estamos mucho mejor. El drástico recorte de personal y la extensión de contratos a tiempo parcial, provocan que los esfuerzos diarios sean extenuantes, trabajando siempre apremiados porque no damos abasto, cargando peso de forma permanente, de aquí para allá toda la jornada porque no hay gente suficiente para cubrir todos los puestos, siempre bajo la atenta mirada de unas jefaturas intermedias cuyo número, paradójicamente, no deja de aumentar.

Una tendencia general de disminución de la plantilla que afecta desde los puestos base mencionados a departamentos cruciales como el de reclamaciones, que por supuesto, impactan de forma negativa sobre la calidad del trabajo.

En todas las unidades nos encontramos con crecientes problemas de salud y con denegaciones sistemáticas de permisos asociados al descanso. Un combo total de precariedad que podría solucionarse con voluntad empresarial de cuidar lo público y disminuir las cifras del paro en España.

Dejen hacer, dejen pasar

Conviene recordar aquel eslogan liberal del siglo XVIII que en francés se escribe “laissez faire, laissez passer”. Una oda a la total libertad del mercado, sin interferencias estatales y de las instituciones públicas. Pues así lleva funcionando Correos durante décadas y hay que denunciarlo a diferentes niveles.  

Dentro de la empresa, las sucesivas directivas han podido operar cambios de todo tipo y deteriorar las condiciones laborales y la calidad del servicio, con un convenio colectivo de data de 2011. Mientras en muchas empresas se han vivido fuertes tensiones en las negociaciones de nuevos convenios, porque la patronal pretendía desregular condiciones, modificar acuerdos en detrimento de las plantillas, etc., en Correos, con la misma “carta magna” se ha podido pasar la apisonadora hasta dejar nuestros derechos maltrechos en la puerta de la mutua.

Un convenio que contó con el beneplácito de la mayoría sindical (conformada por CC OO, UGT, CSIF y Sindicato Libre), plagado de ambigüedades y que ha supuesto una enorme transferencia de potestades a la parte empresarial, de las cuales se ha valido para llevarnos hasta la situación actual. Conocer nuestro convenio explica muchos de los agravios que sufrimos en la plantilla, como la falta de control sobre la contratación y los procesos internos (concursos, reajustes, bolsas de empleo, promoción interna…), la pérdida de poder adquisitivo (al no disponer de una cláusula de revisión salarial como reivindicamos desde CGT) o la supeditación de algunos derechos a las sagradas “necesidades del servicio y la producción”.

La lectura más evidente es que desniveló de forma abierta las relaciones laborales en favor de la Directiva. Y de aquellos lodos, estos barros. En 2018, cuando se firmó el Acuerdo Plurianual -por los mismos sindicatos que el Convenio- se dejó pasar una oportunidad para haber conseguido mejoras significativas. Pero ya conocemos la historia.

A nivel externo, aun con una cronología que replica lo que ya hemos visto tantas veces en empresas públicas que acabaron siendo desbrozadas por la SEPI para ser puestas en manos privadas, existe una permisividad política y un silencio mediático que han ayudado a que se pudiera aplicar esta hoja de ruta sin mayores sobresaltos, a pesar de las movilizaciones y resistencias que hemos protagonizado desde algunos sectores de la plantilla organizada.

Sin ir más lejos, en estos momentos existen decenas de miles de personas agraviadas por Correos por el escándalo de las bolsas de empleo eventual. Tras inscribirse en el mes de febrero, y tener que esperar a septiembre para la verificación de admitidos, el 15 de septiembre se detectó un error en la contabilización de los méritos de muchos candidatos. La empresa, tras la presión ejercida por los agraviados y la parte sindical, tuvo que abrir un periodo extraordinario de reclamaciones (del 20 al 24 de septiembre). Desde entonces, nada ha vuelto a saberse por más insistencia que ha habido de candidatos y sindicatos, dejándoles en la estacada y sin hacer público, al menos, un plazo para la publicación de los listados definitivos y el arranque de las nuevas bolsas. Finalmente, hoy 23 de noviembre, se reúne la Comisión de Empleo Central para abordar la publicación definitiva de las bolsas. Dos meses después del fallido primer intento, durante los cuales los afectados no han tenido comunicación alguna por parte de Correos acerca del plazo de resolución y arranque de la contratación en base a los nuevos listados.

No muy diferente resulta lo ocurrido con el último examen realizado dentro del proceso de consolidación de empleo, que tuvo lugar el pasado 12 de septiembre. La convocatoria extraordinaria (para aquellas personas que por causas de fuerza mayor no pudieron acudir en la cita original) se llevó a cabo un mes y medio después, el 27 de octubre. Y para colmo, en ambas fechas ha habido que impugnar preguntas, siendo especialmente grave el hecho de que en el segundo examen hubiera varias repetidas respecto al primero. Tras acabar el periodo de reclamaciones, no han llegado más noticias al respecto y se desconoce cuándo la empresa tiene intención de finalizarlo con el ingreso de las personas que superen el proceso selectivo.

Imaginamos que los principales medios de comunicación tienen mejores y más trascendentes noticias de las que informar. Por desgracia, ésta es la tónica habitual en Correos y otras empresas públicas. En nuestro caso, solo conseguimos saltar a los grandes medios en los primeros meses de la pandemia y con grandes esfuerzos para poder sortear el bloqueo. La directiva paga mucho dinero en campañas publicitarias y marketing. Como suele decirse, “quien paga la orquesta elige la música”.

Si el problema es social, también lo es político

Puesto que prestamos un servicio público como el postal y jugamos un papel fundamental en la vertebración de todo el estado, es imperdonable que no haya existido actuación política para evitar llegar al punto donde nos encontramos. Tanto a escala española como internacional, los servicios postales han sido destrozados por la liberalización del sector. 

Hace poco tuve la oportunidad de participar en el II Foro Transnacional de Alternativas a la Uberización celebrado en Bruselas. Un lugar de encuentro de cientos de colectivos de medio mundo para mancomunar las ideas, las propuestas y las acciones a desarrollar. Y un punto de presión para las instituciones europeas que se encuentran elaborando una directiva en relación a la economía de plataformas. 

Lo cierto es que la plantilla de Correos no guardamos un buen recuerdo de las decisiones tomadas en Europa, pues la mencionada liberalización de los servicios postales fue posible en la Unión Europea precisamente a partir de la Directiva 2008/6/CE. El enésimo regalo al mercado privado.

Sin embargo, quisimos estar presentes y participar para empujar a que la directiva que se presente en los próximos meses sea en positivo para los trabajadores de las plataformas. De ser así, no serán las personas empleadas en ellas las únicas beneficiarias, sino que al garantizar derechos y regular condiciones, se lucha contra el dumping laboral y se avanza socialmente. 

Correos no puede seguir como hasta ahora. El Gobierno tiene que tomar cartas en el asunto, nunca mejor dicho. Hasta ahora, con Ejecutivos de diferente signo, se ha permitido y favorecido un modelo que consiste, en resumidas cuentas, en el transvase hacia lo privado de actividades que consideran rentables. Lo hemos visto en muchos sectores y empresas y sabemos cómo acaba. Necesitamos apostar por un modelo diametralmente opuesto, donde lo público sea el eje de nuestra economía, donde los servicios que la ciudadanía necesita queden blindados y también caminar hacia otros nuevos.

Nos hallamos ante un camino difícil de revertir, pero no imposible. Correos puede cumplir un papel de primer orden en España, como lo ha hecho durante siglos. Necesitamos que sea así, no solo los trabajadores postales, sino la sociedad en su conjunto. No se puede mirar para otro lado, ni tolerar que el señor Escrivá siga actuando en nuestra contra, antes como jefe de los hombres de negro de la AIReF y ahora desde el Ministerio.

Nos estamos quedando sin tiempo para salvar Correos. La tarea recae sobre las diferentes partes: la plantilla y las organizaciones sindicales hemos de exigir un proyecto público de futuro con derechos y estabilidad laboral, así como el Gobierno y las fuerzas políticas que sean partidarias de un país con un sector público fuerte que garantice servicios de calidad para la ciudadanía. Hay que actuar y hay que hacerlo ya: destituyan al Presidente Serrano, asignen a Correos un papel central en la reconstrucción económica y social del país, inclúyanos en el EBEP junto al resto de la Administración, integren las filiales del Grupo (Nexea, Telecom y Correos Exprés) en la matriz y pongamos todas las capacidades profesionales a trabajar para la gente.

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/opinion/correos-una-emergencia-social

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Para Endesa no hay crisis; supera con creces las ganancias del año anterior. [A Endesa (empresa robi-robada al patrimonio público español) le pasa igual que al “presidentillo” de la Comunidad de Madrid por ser hermano de la presidenta legitima de la misma Comunidad, señora Ayuso, mirlo blanco en el manejo de las esencias no confesables pero manifiestas del PP, que con la pandemia y contra los españoles también sale ganando. ¡Jope, tío. Que listos son!]

 

Para Endesa no hay crisis; supera con creces las ganancias del año anterior


Marca España y Democracia Plena, le llaman a eso.

 

Redacción lanueve.info

febrero 23, 2022

 


Poco ha importado que el deterioro de los activos de generación eléctrica en la parte no peninsular del Estado español les haya provocado una pérdida de 652 millones de euros.

Este “contratiempo” no ha sido impedimento para que Endesa haya obtenido en 2021 un beneficio neto de 1.435 millones de euros. Este hecho significa que ha superado lo ganado el año anterior, concretamente estamos hablando del 2,94% más.

Todo parece indicar que el dividendo a repartir a los accionistas superará las previsiones en un 11%, llegando a situarse en los 1,44 euros por acción.

Esto ha provocado que el consejero delegado de Endesa, José Bogas, haya sacado pecho, todo risueño, para expresar que los resultados tan buenos se han registrado incluso en “uno de los ejercicios más desafiantes de los últimos años, justo después de otro año como el 2020 que estuvo marcado por el tremendo golpe de la pandemia”.

No cabe duda, con la derecha del PP o con la derecha del PSOE (y sus socios de UP), empresas semejantes tienen en España un gran paraíso para ganar dinero sin freno; el otro paraíso (el fiscal) lo tienen un poco más lejos, pero llegan a él muy fácilmente y les sirve para no restar nada o casi nada de lo escandalosamente ganado a costa de los de siempre.

Marca España y Democracia Plena, le llaman a eso.

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Cuando todo huele a podrido en el PP

 

La guerra total entre Casado y Ayuso, una lucha por el poder, está sacando a la luz algunas de las peores prácticas de corrupción y guerra sucia empleadas a lo largo de su historia por el principal partido de la derecha española.


Cuando todo huele a podrido en el PP

Jaime Pastor

El Viejo Topo

23 febrero, 2022 

 


La guerra total entre Casado y Ayuso está sacando a la luz algunas de las peores prácticas de corrupción y guerra sucia empleadas a lo largo de su historia por el principal partido de la derecha española, no sólo contra sus enemigos políticos sino también en su propio seno.

Llega además pocos días después del fracaso de su proyecto de obtener la mayoría absoluta en las elecciones anticipadas en Castilla y León; fue primera fuerza, pero con 31 escaños, lo que le obliga a encontrar una fórmula que le permita gobernar esa Comunidad sin tener que ceder a todas las exigencias que ya le está planteando Vox. Unas elecciones en las que este partido de ultraderecha ha visto consolidados los resultados que había ya alcanzado en las pasadas elecciones generales de 019, pasando de 1 a 13 escaños, aunque con 10% menos de votos, mientras que el PSOE y UP han conocido un retroceso notable (bajaron de 35 a 28 escaños y de 2 a 1, respectivamente), principalmente en beneficio de Unión del Pueblo Leonés (con 3 escaños) y de Soria ¡Ya! (con otros 3), formaciones que han sabido canalizar el malestar popular ante unos desequilibrios  territoriales cada vez mayores en el interior de esa Comunidad y a escala estatal.

¿Nuevo ciclo?

Sin duda, ahora se abre un nuevo ciclo, pero no el que deseaba el todavía principal líder de la oposición en su aspiración a llegar a la Moncloa, sino el que se está desencadenando en el interior de su partido y en el que no cabe descartar el peor de los escenarios: una ruptura orgánica, más pronto o más tarde, entre los dos sectores enfrentados, si bien son muchos también los intereses comunes que pueden presionar a favor de una recomposición que, en cualquier caso, no evitará importantes daños colaterales.

Desde luego, no faltan antecedentes de esa mezcla de corrupción y guerra sucia que ha ido caracterizando al PP desde sus orígenes y, sobre todo, en las últimas décadas: el tamayazo de 2003 (que, comprando a dos diputados del PSOE, dio el gobierno en la Comunidad de Madrid a la madrina política de Ayuso, Esperanza Aguirre); los espionajes de la gestapillo del ahora dimitido Angel Carromero a dirigentes de su propio partido, o los del siniestro Villarejo al extesorero Bárcenas, la larga historia de macroescándalos de corrupción (con la Gürtel como detonante de la moción de censura que echó a  Rajoy de la Moncloa)[1], o, más recientemente, su connivencia con dos diputados de UPN para impedir que saliera adelante el decreto de reforma laboral del gobierno.

Por eso no faltan razones jurídicas que justifiquen, como ha sostenido Javier Pérez Royo[2], reclamar la ilegalización de este partido, calificado ya judicialmente como “organización criminal”. Porque, no lo olvidemos, se trata de una formación política que lleva en sus genes sus orígenes franquistas[3] y que ha ido consolidando unas redes de corrupción y una “clase público-privada’ (Pastor, 2010: 93) que tienen su anclaje en un capitalismo inmobiliario y extractivista y en el núcleo duro del aparato estatal. Así que, no hay nada nuevo bajo el sol, salvo que ahora toda las tensiones dentro de esta trama de intereses se manifiesta con toda su crueldad, como lo han tenido que reconocer los propios protagonistas.

Esta guerra llega además en un momento en el que Pablo Casado ha ido acercándose cada vez más al discurso que desarrolló Ayuso en su exitosa campaña electoral de mayo del año pasado, adaptándose a la presión por ofrecer una versión trumpista neoliberal y neocon a la española que le permita contrarrestar la influencia de Vox en una parte creciente de su electorado.[4]

Una lucha por el poder

Así pues, no tiene mucho sentido buscar diferencias entre ambos dirigentes en el plano ideológico. Se trata, pura y simplemente, de una lucha por el poder cuya evolución dependerá probablemente de cuál sea la posición que adopten los principales barones autonómicos en los próximos días, con el presidente gallego, Feijóo, a la cabeza, quien parece apostar por un Congreso extraordinario en el caso de que ambos contendientes no lleguen pronto a un armisticio. Un conflicto en cuyo desenlace influirá sin duda el alineamiento que vayan tomando los principales poderes mediáticos y, junto a ellos, el peso que tenga la calle, con iniciativas como la manifestación convocada este domingo 20 de febrero en Madrid en apoyo de Ayuso delante de la sede del PP.

Porque el papel que puedan jugar estos actores no tan secundarios es la principal baza que tiene la presidenta madrileña frente a Casado: su liderazgo carismático innegable le está permitiendo presentarse como víctima, pese a las evidentes pruebas de la corrupción en la que se ha visto implicada en el peor momento de la pandemia. Movilizando a sus seguidores en defensa de su «libertad» de negocio… a costa de dinero público, y de “lo más importante, mi familia” frente al espionaje sufrido, vuelve a tirar de argumentario para dejar en segundo plano su constante recurso al nepotismo y a  redes clientelares.

Esa complicidad conquistada entre su base más militante es la que viene a corroborar cómo a lo largo de las últimas décadas se ha ido consolidando lo que define el juez Joaquim Bosch como “electorado corrupto”: esos “ciudadanos que aplauden los tratos de favor y las prácticas fraudulentas, con conocimiento de que lo son. Esa carencia de valores éticos favorece notablemente la corrupción”. Una complicidad que no supone negar el peso de otros factores que pueden explicar el éxito electoral de Ayuso y que tienen que ver con el arraigo social, cultural e ideológico de su neoliberalismo trumpista a la madrileña. Pero no por ello debemos desdeñar la contaminación en su electorado fiel del todo vale en la defensa común de sus intereses y privilegios de poder o de estatus. Lo mismo cabría sostener, obviamente, respecto a Casado pese a que quiera presentarse ahora con voluntad de distanciarse del pasado corrupto de su partido… recurriendo para ello a los peores métodos de la gestapillo.

Como insisten desde el PSOE –que también tiene un historial de corrupción y guerra sucia que no debemos olvidar- y también desde UP, no cabe ninguna esperanza en que de esta crisis surja una derecha “democrática y moderna, europea”, sobre todo cuando lo que estamos viendo en muchos países vecinos, como Francia, es una adaptación creciente a la agenda y a los discursos de las extremas derechas respectivas por parte de esas viejas derechas..

Esta guerra interna irrumpe además cuando Vox puede presentarse como la única oposición creíble frente al gobierno PSOE-UP, tras la descomposición de  Ciudadanos y, ahora, la división interna creciente en las filas del PP respecto a la táctica a adoptar ante ese partido. Algunos columnistas de medios como El Confidencial ya auguran un sorpasso de la ultraderecha al PP en el caso de que Casado siga a la cabeza de esta formación en las próximas elecciones generales.

En cambio, desde el otro lado, el del pueblo de izquierdas, en unos sectores se extiende la resignación ante la política del mal menor y, en otros, la desilusión respecto a un gobierno que no ha cumplido las principales promesas que, aun siendo moderadas, contenía su programa electoral, como las relativas a la derogación de la reforma laboral de 2012, la reforma fiscal o, mucho nos tememos también, la de la ley mordaza, cuyo proyecto ha sido ya criticado como mero “maquillaje” por diferentes organizaciones sociales, entre ellas Amnistía Internacional. Por tanto, no podemos sorprendernos de que, en medio de una desmovilización casi general, el vacío que dejan esos partidos haya facilitado la irrupción de nuevas fuerzas políticas provinciales en las instituciones ni, sobre todo, de que  aumente la desafección ciudadana ante la política y los partidos en general.

Todo esto se da, en fin, en un contexto internacional en el que es difícil encontrar diferencias sustanciales entre los principales partidos del régimen, coincidentes ambos en su obediencia a los dictados de la Comisión Europea -como ha tenido que reconocer la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz- y del FMI, que ya pide ajustes en 2023. O, lo que es todavía más indignante, el servilismo que muestran ante el imperialismo estadounidense, con el que han cerrado filas desde el primer momento para promover la escalada militar de la OTAN ante la crisis abierta en torno a Ucrania. Un conflicto que nos obliga a recuperar la memoria de los movimientos antiOTAN y antimilitarista de pasadas décadas para emprender iniciativas capaces de frenar la amenaza real de estallido de una guerra cuyas consecuencias serían desastrosas más allá de la región directamente afectada.

Será frente al ascenso de Vox y su creciente control de la agenda política, así como ante la falta de voluntad del PSOE y su gobierno (UP se está convirtiendo en mero espectador de su deriva al centro cada vez más patente)  para romper con los límites marcados por la Comisión Europea, la CEOE y las grandes transnacionales,  como habrá que recuperar fuerzas e ilusión que demuestren que existe otro camino posible: el que han marcado la confluencia entre organizaciones sindicales, sociales y políticas en la necesidad de ir más allá de la no derogación de la reforma laboral de 2012; la reafirmación del movimiento feminista en las calles ante el próximo 8 de marzo; la perseverante lucha de diferentes colectivos en su defensa del derecho a una vivienda digna, o campañas como la que se está emprendiendo ahora por una Iniciativa Popular para una regulación extraordinaria de las personas extranjeras. Desde esos y otros espacios en reconstrucción habrá que trabajar, con “lenta impaciencia”, por reconstruir nuevos frentes comunes y polos políticos alternativos.

Notas

[1] Véase también artículo de Nuria Alabao en CTXT, 17/02/2022: “Tras la guerra de bandas del PP…hay lo mismo”)  https://ctxt.es/es/20220201/Firmas/38789/Nuria-Alabao-PP-Ayuso-Casado-lucha-interna-corrupcion.htm

[2] https://www.eldiario.es/contracorriente/ilegalizar-pp_132_8758203.html

[3] A propósito de esto, ha sido muy oportuna la publicación reciente del libro, La Patria en la cartera, del juez Joaquim Bosch, ya que viene a recordarnos cómo el legado de la corrupción sistémica de la dictadura franquista no llegó a erradicarse durante la mitificada Transición y cómo, pese a algunos éxitos judiciales, pervive en muchas instituciones, con la monarquía como representación máxima, y en la sociedad.

[4] Me remito a los artículos de Luisa Martín Rojo y Laura Camargo publicados recientemente en viento sur, 180, en donde analizan la evolución discursiva tanto de Ayuso como de Pablo Casado.

Artículo publicado originalmente en Viento Sur.

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