miércoles, 16 de noviembre de 2022

Por la recuperación de la sanidad pública

 

Por la recuperación de la sanidad pública



Publicado el 22 de abril de 2022 / Por Otros medios / kaosenlared

Por Arturo Borges Álamo

Mientras el Gobierno de coalición PSOE-UP profundiza en su política neoliberal, la respuesta para la Defensa de la Salud y la Sanidad Pública deja mucho que desearen cuanto a unidad, y por tanto también en cuanto a eficacia para cambiar las cosas.

Desde hace más de tres décadas se ha favorecido, desde el Ministerio de Sanidad que marca la pauta y desde las Consejerías Autonómicas que aplican las competencias, todo un conjunto de políticas a favor de los sectores con intereses lucrativos en el terreno sanitario, como mutuas patronales, compañías de seguros privados, corporaciones médicas, patronal de las clínicas privadas además de la industria farmacéutica y la de tecnologías sanitarias.

Con la aparición de la pandemia, el nivel de desmantelamiento sanitario alcanzó su máxima expresión de impotencia a pesar de lo cual la necesaria mejora no se ha producido y continuamos arrastrando múltiples deficiencias de todo tipo que han venido motivando de sobra muchas movilizaciones profesionales y ciudadanas. Sin embargo, cabe resaltar la dispersión de las mismas e incluso las divisiones existentes, las contraprogramaciones…que expresan la falta de la necesaria unidad para “golpear juntas” entre las diversas plataformas, coordinadoras, federaciones, asociaciones…. y con ello conseguir la máxima eficacia para cambiar el actual estado de cosas.

En estos momentos, si la guerra de Ucrania y su manipulación por la OTAN no lo impide, dada la desviación de sustanciosos fondos económicos al presupuesto militar, el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia “España puede” puede suponer la aplicación de unos 72.000 millones de euros en los próximos tres años, mediante los llamados PERTE o proyectos estratégicos para la recuperación y transformación económica, con lo que se fomentará hasta el infinito la privatización de la salud mediante las “colaboraciones público-privadas”.

Además, se deben encender todas las alarmas ante el Anteproyecto de Ley presentado por el Ministerio de Sanidad “para la mejora de la Equidad, Universalidad y Cohesión del Sistema Nacional de Salud” incorporando literalmente los preceptos de la Ley 15/97, en cuanto al papel de las empresas privadas, así como otros añadidos sobre los llamados consorcios sanitarios (colaboración pública-privada), a la Ley General de Sanidad de 1986 (ley básica de sanidad).

Sería particularmente lamentable que dándose una más que suficiente coincidencia en análisis y objetivos sobre los temas señalados, se siguiese dando la situación de división que señalábamos más arriba. Porque se coincide por los distintos colectivos y plataformas en rechazar las políticas de privatizaciones y recortes y en la necesidad de incrementar el nivel de equidad, universalidad y cohesión del Sistema Sanitario Público.

Se coincide en la necesaria derogación de la Ley 15/97, para blindar la provisión y gestión pública de los centros sanitarios financiados públicamente, que ahora el Ministerio de Sanidad copia textualmente su contenido en eAnteproyecto de Ley para la mejora de la Equidad, Universalidad y Cohesión del Sistema Nacional de Salud.

También se puede coincidir en la necesidad de acabar con la existencia del modelo de aseguramiento paralelo y mayoritariamente privatizado que suponen las Mutualidades de funcionarios, que rompe la equidad, y que puede realizarse progresivamente mediante la incorporación al SNS de todas las personas que ingresen en la función pública, quedando el resto en el modelo actual a extinguir.

Otro punto de acuerdo puede ser la disminución paulatina de los copagos actuales, hasta su total desaparición, para evitar que se perpetúe un mecanismo de financiación que penaliza a las personas más enfermas y/o con menos recursos económicos.

Y qué decir respecto a propiciar una industria farmacéutica pública, dado el carácter estratégico para disponer de capacidad de respuesta en caso de emergencia y en casos de desabastecimientos. Una empresa pública que haga investigación básica y aplicada y comercialice el producto, orientada a dar respuesta a los problemas y demandas de salud de la población.

También, por supuesto, se coincide en la necesidad de garantizar la universalidad de la atención sanitaria a aquellas personas que no tienen regularizada su situación en el Estado español, eliminando trabas administrativas de difícil cumplimiento.

Otro objetivo importante para la unidad en la acción puede pasar por incluir en la Cartera de Servicios del SNS la Interrupción Voluntaria del Embarazo (la mayoría se realiza en centros privados) y el derecho a la Eutanasia (no aplicado por algunas Comunidades Autónomas con gobiernos de derechas).

Todo lo cual nos debe llevar sin distinción de siglas, organizaciones o enfoques a la movilización unitaria para exigir la retirada del citado Anteproyecto de Ley presentado por el Ministerio de Sanidad y la apertura de un proceso de negociación con las organizaciones sociales, políticas y profesionales que representan a la movilización ciudadana, para adoptar medidas de mejora del Sistema de Salud que se basen en los problemas y necesidades señaladas de la población, reforzando efectivamente la Sanidad Pública.

¿Será posible lograr esa unidad de acción con la que derrotar las políticas sanitarias neoliberales que aquí apuntamos?

¿De verdad seremos capaces de unirnos por la recuperación de la Sanidad Pública?

En cuanto a la Sanidad y la Salud en Canarias, no podemos obviar que en el año 2010, mediante una amplia movilización unitaria en nuestras islas, se presentó una ILP en el Parlamento de Canarias, respaldada por casi 25.000 firmas, que recogía una serie de reivindicaciones que siguen estando pendientes de abordaje y aun a pesar de que el trámite parlamentario fue de admisión inicial, por unanimidad, luego se la dejó arrumbada con el triste récord de ser la propuesta legislativa más antigua en situación de trámite.

¿Seremos capaces en Canarias de unirnos para exigir que dicha ILP sea útil al pueblo canario?

Arturo Borges Álamo es médico y secretario de la Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública de Canarias.

https://fadsp.es/recuperacion-sanidad-publica/

Fuente original:  Por la recuperación de la sanidad pública

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Los países más ricos destinan 30 veces más recursos al gasto militar que a la financiación para el clima

 



Los países más ricos destinan 30 veces más recursos al gasto militar que a la financiación para el clima


Publicado el 16 de noviembre de 2022 / Por Centre Delas d Estudis per a la Pau / KAOSENLARED

 

Mientras autoridades de todo el mundo se reúnen en Egipto en la 27ª cumbre anual por el clima, un nuevo informe revela que el gasto militar está profundizando la crisis climática al aumentar las emisiones, desviar dinero y alimentar los conflictos en los países más vulnerables a la crisis climática.

El informe “Los daños colaterales del clima”, elaborado por la organización internacional de investigación Transnational Institute, junto con Stop Wapenhandel (Países Bajos) y Tipping Point North South (Reino Unido), copublicado por el International Peace Bureau y el Centre Delàs d’Estudis per la Pau, examina el impacto del aumento del gasto militar mundial en la crisis climática. El informe revela que:

  • Los países más ricos (conocidos como países del “Anexo 2” en las negociaciones climáticas de la ONU) están destinando 30 veces más en gasto militar que en financiamiento climático.
  • El aumento en el gasto militar ha llevado a un incremento de las emisiones militares de gases de efecto invernadero, que actualmente representan el 5,5% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero.
  • En lugar de proporcionar financiamiento climático, los países del Anexo 2 están vendiendo armas a 40 de los países más vulnerables a la crisis climática, alimentando los conflictos y la inestabilidad a medida que se profundiza la crisis climática.

El informe examina las afirmaciones de los estados miembros de la OTAN, como EE. UU. y el Reino Unido, de que están abordando el cambio climático mediante la ecologización de sus ejércitos. En este sentido, la investigación detalla varios objetivos de ‘cero neto’ pero no encuentra evidencia de que las fuerzas armadas puedan reducir la gran mayoría de las emisiones de sus aviones, barcos y tanques, que dependen en gran medida de los combustibles fósiles y para los cuales los combustibles alternativos no existen o vienen con costes sociales y ambientales inaceptables.

El informe también destaca el caso de Egipto, país anfitrión de la COP27, como estudio de caso de un país apoyado por acuerdos de armamento europeos y estadounidenses en lugar de financiación climática, lo que ha permitido que un régimen autoritario continúe reprimiendo a su población.

“Este informe muestra que el cambio climático se ha convertido en el último daño colateral de la guerra. Solo quedan unos pocos años para actuar para abordar la crisis climática, pero los ejércitos del mundo están echando más leña al fuego. Los 2,1 billones de dólares de gasto militar mundial están desviando dinero de la acción climática, aumentando las emisiones y alimentando los conflictos en los países más vulnerables a la crisis climática. Necesitamos urgentemente reducir las tensiones y encontrar soluciones pacíficas a los conflictos si queremos proteger nuestro planeta. No existe un país seguro en un planeta inseguro”, apunta el coautor del informe, Nick Buxton del Transnational Institute.

Wendela de Vries, investigadora de StopWapenhandel, campaña holandesa contra el comercio de armas, afirma: “En medio de una crisis climática, necesitamos seguridad para todos, no solo para los países ricos. En lugar de gastar dinero en armas y vender armas a países vulnerables, los países más ricos deberían cumplir con su financiación climática prometida y reducir sus emisiones militares”.

“Dentro de esta COP27, he visto un salto cuántico en la conciencia de las emisiones militares por parte de delegados, gobiernos y medios por igual. Esas emisiones no pueden desvincularse del alto gasto militar, ni del escándalo de los países más ricos que no cumplen con los objetivos de financiamiento climático. Nuestro informe enlaza todas estas cuestiones y ofrece formas de avanzar”, dice la coautora del informe, Deborah Burton de Tipping Point North South, quien ha asistido a la COP27.

El Centre Delàs d’Estudis per la Pau copublica este nuevo informe que da continuidad a su informe de reciente publicación “Transnacionales, belicismo y emergencia climática”, que afirma que “la crisis climática jugará un papel directo o indirecto en la precipitación de conflictos armados en países vulnerables del Sur Global, con armas que muy probablemente se comprarán en los países que a la vez son los que más destinan al gasto militar y que mayor responsabilidad tienen sobre la emergencia climática, lo que generará una rueda de violencia con responsabilidades acusadamente unidireccionales hacia los países del Norte Global”.

Imagen de portada: Portada del informe “Los daños colaterales del clima”, elaborado por la organización internacional de investigación Transnational Institute, junto con Stop Wapenhandel (Países Bajos) y Tipping Point North South (Reino Unido), copublicado por el International Peace Bureau y el Centre Delàs d’Estudis per la Pau

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Ciencia ciudadana, la nueva revolución científica. [La participación libre y consciente del individuo normal de carne y hueso en todos los elementos que componen la vida social (economía, política e ideología) es el único camino efectivo para transformar la vida, para todos, en algo que sea digno de ser vivida, lo que empieza por poder pagar la luz a fin de mes y haber tenido comida durante ese mes. Pero claro, esto necesita a un ser consciente de sí mismo y del papel que juega en la sociedad, de lo que hoy estamos muy lejos.]

 

En la actualidad, la Ciencia Ciudadana podría considerarse una nueva revolución científica, y es que la participación de la sociedad civil en la recolección, verificación, análisis e intercambio de datos hace posible que la ciencia adquiera unas interconexiones globales nunca antes vistas.


Ciencia ciudadana, la nueva revolución científica


Jaime García Gila

El Viejo Topo

16 noviembre, 2022 

 


Si los siglos XIX y XX fueron los siglos de la física y la biología, lo que llevamos de siglo XXI destaca por ser el siglo de los datos.

Como si de petróleo, silicio o acero se tratara, hoy en día, los datos se han convertido en una «materia prima» de gran utilidad y muy alta demanda. Los datos se recopilan y almacenan de forma masiva para generar grandes bases de información. Estas son empleadas por numerosas compañías para elaborar complejos modelos descriptivos y predictivos que sirven para conocer los intereses de la población, y así, ajustar sus modelos de negocio a la demanda de productos, servicios e incluso de preferencias políticas.

La recopilación masiva de grandes cantidades de datos o Big Data ha supuesto, por ende, una revolución a la hora de entender el funcionamiento de la sociedad, siendo posible gracias al auge en las últimas décadas de las Tecnologías de la Información y la Comunicación —conocidas como TIC’s—. Dentro de las TIC’s destaca un elemento sobre todos los demás: el smartphone o teléfono inteligente. En los países desarrollados, prácticamente la totalidad de la población cuenta las veinticuatro horas del día con uno de estos dispositivos en su bolsillo, que es, en esencia, un recolector de datos; lo que convierte a cada ciudadano, sin darse cuenta, en una valiosísima fuente de información.

Sin embargo, la recopilación masiva de datos a través de teléfonos inteligentes no solo ha cambiado ámbitos como el marketing, la ingeniería social o el desarrollo de productos, sino también el de la ciencia.

Desde hace al menos veinte años, y de una forma mucho más evidente desde la aparición del teléfono inteligente, se ha implantado una tendencia a nivel mundial dentro del ámbito científico conocida como Ciencia Ciudadana. Esta, no es más que un nuevo tipo de producción científica, mucho más democrática, ya que hace partícipe de forma consciente y voluntaria a una gran red tejida por ciudadanos repartidos por todo el globo. Lo que consigue que, cualquier persona, independientemente de su estatus social o lugar de procedencia, pueda poner a disposición de la comunidad científica su inteligencia o sus recursos tecnológicos.

La Ciencia Ciudadana podría considerarse una nueva revolución científica, y es que la participación de la sociedad civil en la recolección, verificación, análisis e intercambio de datos hace posible que la ciencia adquiera unas dimensiones e interconexiones globales nunca antes vistas.

Hace menos de un siglo que la imagen del científico ermitaño —casi loco—, embutido en su bata blanca y absorto en sus experimentos en un frío laboratorio quedó atrás. La ciencia ha derivado, por complejidad, en grupos de investigación amplios, en ocasiones repartidos por varios países y conformados por personal multidisciplinar. Sin embargo, faltaba algo. La ciencia seguía siendo inaccesible para aquellas personas ajenas al mundo académico, por lo que en la recolección y tratamiento de datos estas quedaban excluidas.

En la actualidad, esto está cambiando. Con la Ciencia Ciudadana la democratización de la ciencia ha dado un gran paso adelante. Ahora, cualquier persona puede participar en la larga cadena de generación de conocimiento, lo que ha puesto en evidencia —con sus sombras— las numerosas ventajas que ello conlleva.

Por un lado, si, por ejemplo, un grupo de investigación quisiera conocer la distribución de una avispa invasora con una picadura de alta letalidad a lo largo de un continente, y otro distinto, los niveles de contaminación sonora de varias ciudades europeas, ambos grupos se enfrentarían a un grave problema: el esfuerzo de muestreo. El esfuerzo de muestreo no es más que la cantidad de tiempo, material y personal humano necesario para la toma de un número de datos suficientemente representativo de la realidad, que permita llegar a unas conclusiones fiables. Estos supuestos grupos de investigación tendrían que dedicar gran parte de su tiempo y presupuesto a desplazamientos, colocación de trampas y dispositivos de medición. Todo esto, además de ser en muchos casos inviable desde un punto de vista económico, retrasaría la obtención de datos, su interpretación y la toma de decisiones. Quizá, en el caso de la investigación sobre la contaminación sonora, la rapidez no sería el factor fundamental, sino elaborar un plan de gestión individualizado que se adecue a las necesidades de cada ciudad; pero en el caso de la distribución de la avispa invasora sí. Conocer con celeridad sus zonas de expansión y la velocidad con la que esta se produce, podría ser clave a la hora de elaborar una estrategia de erradicación antes de que la invasión sea imparable —como lo es en la mayoría de los casos.

Sin Ciencia Ciudadana, tanto la elaboración del plan de erradicación como el de gestión sonora sería muy costoso y, probablemente, inviable. En cambio, disponer de una red de ciudadanos con acceso a un teléfono inteligente que cuente con cámara fotográfica, GPS y grabadora de audio, cambia las cosas. Ahora, ambos grupos de investigación, tras elaborar un sencillo protocolo de identificación y obtención de datos, dispondrían de un ejército de ciudadanos interesados en los proyectos, fotografiando y geolocalizando los nidos de la fatal avispa o grabando el ruido del tráfico antes de entrar al supermercado. De esta forma, quedaría a disposición de los científicos una cantidad masiva de datos de forma rápida y fiable, pudiendo dedicar sus esfuerzos a la tarea de discriminación, análisis, publicación de los datos y toma de decisiones.

Estos casos, expuestos a modo de ejemplo, ya se están realizando hoy en día. El Fondo de Información Global sobre Biodiversidad o GBIF (www.gbif.org) reúne actualmente más de dos billones de registros biológicos —sobre cualquier grupo taxonómico— utilizados en casi ocho mil artículos científicos, donde más del 50% de los datos procede de la localización e identificación de especies biológicas a través de la Ciencia Ciudadana. Del mismo modo, la plataforma NoiseTube (www.noisetube.net) lleva desde 2008 monitoreando y elaborando mapas de la contaminación sonora en diferentes ciudades a nivel mundial, empleando los datos recopilados por los ciudadanos usuarios de la aplicación.

Por otro lado, la participación de la sociedad en la ciencia a través de la Ciencia Ciudadana no solo no queda limitada a la obtención de datos, sino que también está permitiendo ampliar el poder computacional de los grupos de investigación.

Si a un científico informático de mediados de los años ochenta le enseñáramos el nivel tecnológico alcanzado en los computadores actuales, no podría hacer otra cosa que deleitarse con la enorme cantidad de tareas de complejos cálculos para las que podría emplearse en aras del progreso. Sin embargo, la realidad hoy en día es que la mayoría de los computadores de uso personal, aun portando procesadores y tarjetas gráficas de muy alto rendimiento, son usados para tareas de bajos requerimientos como la visualización de películas o la lectura de libros y prensa electrónica; o tareas de altos requerimientos, pero de carácter lúdico, como los videojuegos. Estando estos computadores la mayor parte del tiempo apagados, sirviendo, fundamentalmente, como recogedores de polvo o adornos de estilizados ángulos sobre el escritorio.

Pero la realidad es que la Ciencia Ciudadana está cambiando este escenario. Ahora, se puede «donar» altruistamente la potencia de cálculo que no se usa para convertir el computador personal en una herramienta útil para la ciencia. Es decir, no se contribuye con datos, pero sí con recursos tecnológicos. Y es que a través de plataformas como BOINC (https://boinc.berkeley.edu), se pueden encontrar proyectos científicos de gran relevancia necesitados de poder computacional.

Uno de estos proyectos, aunque ya finalizado en 2020, fue el proyecto SETI de la Universidad de Berkeley, que empleaba radiotelescopios de gran potencia para la búsqueda de mensajes extraterrestres entre el ruido de fondo galáctico. La cantidad de datos registrada por los radiotelescopios fue tan enorme que, incluso empleando los potentes servidores de la universidad, se habrían tardado millones de años en procesar. No obstante, mediante la donación del poder de cálculo de 5 millones de voluntarios repartidos a lo largo de 200 países, se pudieron procesar cerca de 19.000 millones de horas de computación; lo que resulta, cuanto menos, inaudito. El proyecto se abandonó por la falta de resultados, pero quizás su logro más importante fue demostrar que la participación ciudadana permitió crear, a través de la interconexión de millones de computadores personales ajenos al proyecto, el segundo supercomputador más potente de la historia.

Otro ejemplo pionero en el uso de la supercomputación altruista por voluntarios es el proyecto GPUGRID (www.gpugrid.net), de la Universidad Pompeu Fabra (Barcelona). En este proyecto se emplea el procesamiento de las tarjetas gráficas de los usuarios para simular potenciales interacciones entre biomoléculas, lo que permite conocer el comportamiento de nuevos fármacos «virtuales» contra enfermedades nerviosas, el cáncer o el SIDA/VIH. Sin la participación de voluntarios sería necesario disponer de un ejército de científicos —o un supercomputador que la universidad no puede costear— probando la casi infinita gama de posibles biomoléculas, hasta esperar encontrar una sola que obtenga resultados prometedores. Por lo que cabe imaginar que, sin la computación en red, esta tarea sería una utopía, ya sea tanto desde el punto de vista técnico como económico. Pero gracias al supercomputador creado por los usuarios, la utopía se convierte en realidad. Y es que tal y como expresan los fundadores de esta iniciativa «se necesitan pequeñas contribuciones para grandes causas».

Estos son solo unos pocos ejemplos del enorme esfuerzo que se está produciendo, tanto en el ámbito científico como en el social, para crear una ciencia más cercana, participativa y democrática, que involucre potencialmente a todas aquellas personas que, directa o indirectamente, se benefician del progreso de la ciencia y la técnica.

Quizá, y aunque se haya establecido como una tendencia dentro de la sociedad en los últimos veinte años, la Ciencia Ciudadana no ha tenido la repercusión que merece. Ya no por falta de interés por parte de la ciudadanía, sino por el propio desconocimiento de su existencia. Desde los medios de comunicación y las instituciones se deberían poner en valor estas iniciativas, brindando la repercusión mediática que se merecen, pues todos, de una manera u otra, acabaremos disfrutando de sus hallazgos.

Tras cientos de años de actividad científica, por fin, la sociedad puede verse involucrada en todas sus fases. Hace algunas décadas todo esto habría sido quimérico, pero ahora es ya una realidad, debiendo ser también un derecho y, en muchos casos, un deber. Y es que, si el fin último de la ciencia es proveer a la sociedad de conocimiento y una mejor calidad de vida, ¿por qué no debería ser la propia sociedad un actor clave a lo largo de todas las fases del proceso científico? Si esta nueva revolución científica terminara por imponerse, junto con sus luces y sombras, de seguro viviríamos en un mundo mejor, más justo y más científico.

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