miércoles, 3 de noviembre de 2021

La psicología de masas de la pequeña burguesía

Tal día como hoy de 1957 moría el eminente psicoanalista austriaco Wilhelm Reich, uno de los principales exponentes del llamado marxismo freudiano. Lo recordamos con un epígrafe de una de sus obras de mayor interés… y actualidad.


La psicología de masas de la pequeña burguesía

Wilhelm Reich

EL Viejo Topo 

3 noviembre, 2021 



Ya hemos dicho que el éxito de Hitler no se explica ni por su “personalidad” ni por el papel objetivo-que su ideología ha jugado en el capitalismo en pleno desorden. La “mistificación” de las masas tampoco es una explicación. Por nuestra parte, hemos concedido la primacía a la cuestión de lo que sucedía en el seno de las masas para que éstas se unieran a un partido cuyos jefes perseguían una política objetiva y subjetivamente opuesta a los intereses de las masas trabajadoras.

Para responder a esta cuestión es preciso recordar que el movimiento nacionalsocialista se apoyaba al comienzo de su victoriosa carrera sobre amplias capas de las llamadas clases medias, es decir, sobre los millones de empleados y funcionarios, sobre los comerciantes medios y los campesinos pequeños y medios. Considerado desde la perspectiva de su base social, el nacionalsocialismo era en su comienzo un movimiento pequeñoburgués donde quiera que hizo su aparición, en Italia, en Hungría, en Argentina o en Noruega. Esta pequeña burguesía, que militaba antes en los diferentes partidos democráticos tuvo que sufrir una transformación interior que justificara el cambio de postura política. Las semejanzas fundamentales, así como las diferencias de las ideologías burguesa-liberal y fascista se explican por la situación social de la pequeña burguesía y por la estructura psicológica que aquélla entraña.

La pequeña burguesía fascista es idéntica a la pequeña burguesía liberal, con la sola diferencia de que pertenecen a épocas distintas. El nacionalsocialismo ha obtenido sus votos en las elecciones de 1930 y 1932 casi exclusivamente del Partido Alemán Nacional, del Partido de la Economía (Wirtschafts-partei) y de los subgrupos del Reich alemán. Sólo el Centro Católico conservaba sus posiciones incluso en las elecciones de Prusia de 1932. Únicamente en esa fecha consiguió el nacionalsocialismo ganar terreno entre los obreros industriales. Pero, tanto antes como después, quienes formaron el grueso de las tropas de la cruz gamada fueron las clases medias. Durante la más grave crisis que el sistema capitalista haya conocido desde sus orígenes (la de 1929 a 1932), las clases medias, agrupadas bajo la bandera del nacionalsocialismo, tomaron posesión de la escena política y se opusieron a la reestructuración revolucionaria de la sociedad. La reacción política tenía una concepción muy justa de esta función de la pequeña burguesía: “En último análisis, la existencia de un Estado depende de las clases medias”, se leía en un panfleto de los alemanes nacionales del 8 de abril de 1932.

El problema de la importancia social de las clases medias ocupó un lugar destacado en las discusiones de la izquierda después del 30 de enero de 1933. Hasta entonces, no se había concedido atención a las clases medias, porque los espíritus se hallaban cautivados por la evolución de la reacción política, por el régimen autoritario. En cuanto a los políticos, se desinteresaban de la psicología de masas y de sus problemas. Fue necesario esperar al 30 de enero para que la “rebelión de las clases medias” ocupase el lugar principal de la escena. Si seguimos de más cerca la discusión del problema, se observan dos tendencias principales: la primera consideraba que el fascismo “no era otra cosa” que la guardia política de la alta burguesía; la otra tendencia, sin olvidar este aspecto, ponía de relieve la “rebelión de las clases medias”, lo que valió a sus representantes el reproche de obscurecer el papel reaccionario del fascismo. Para dar mayor peso a esta última argumentación se invocaba el nombramiento de Thyssen como dictador de la economía, la disolución de las organizaciones económicas de las clases medias, la anulación de la “segunda revolución”; en una palabra, se acentuaba siempre el carácter más reaccionario del fascismo aparecido a partir de fines de junio de 1933.

Se podían observar algunos puntos obscuros en la discusión, que llegó a ser muy animada: el hecho de que el nacionalsocialismo revelase su carácter imperialista después de la toma del poder, que se apresurara a eliminar del movimiento todo elemento “socialista” y que preparase la guerra por todos los medios, no contradecía el otro hecho de que, visto desde la perspectiva de su base de masas, el fascismo era claramente un movimiento de las clases medias. Nunca hubiera podido ganar Hitler para su causa a las clases medias si no hubiera prometido iniciar la lucha contra el gran capital. Estas clases le ayudaron a vencer porque estaban en contra del gran capital. Presionados por ellas, los dirigentes nacionalsocialistas tuvieron que tomar medidas anticapitalistas que se vieron obligados a revocar a instancias del gran capital. Si no se hace la distinción entre los intereses subjetivos en la base de masas de un movimiento reaccionario y su función reaccionaria objetiva, que son antagónicos (aunque unidos al principio en el conjunto del movimiento nacionalsocialista), resulta imposible comprenderse, ya que al hablar del fascismo, el uno entiende su función objetiva mientras que el otro piensa en los intereses subjetivos de las masas fascistas. El antagonismo entre estos dos aspectos del fascismo explica todas sus contradicciones y aclara también su convergencia en una sola forma, el nacionalsocialismo, convergencia tan característica del movimiento hitleriano. En la medida en que el nacionalsocialismo estaba obligado a poner de relieve su carácter de “movimiento de las clases medias” (antes y poco después de la toma del poder), resultaba en efecto, anticapitalista y revolucionario; pero, como no hizo nada para desposeer de sus derechos a los grandes capitalistas, cuando dejó caer cada vez más claramente su máscara anticapitalista, para poner de relieve su función exclusivamente capitalista, a fin de reforzar y mantener su poder, se convirtió en el defensor fanático del imperialismo y en el pilar del orden económico del gran capital. Importa poco entonces saber si sus dirigentes eran socialistas honrados (según ellos) o no, mientras en sus filas hubiera demagogos y arribistas ávidos de poder. Todas estas consideraciones no permiten iniciar una política antifascista. La historia del fascismo italiano hubiera permitido comprender el fascismo alemán y su ambigüedad toda vez que el italiano reunía en su seno las dos funciones netamente antagónicas de las que acabamos de hablar.

Los que niegan o desestiman la función atribuida a la base de masas del fascismo, confían en su convicción de que las clases medias, que ni disponen de los grandes medios de producción ni trabajan en ellos, no pueden, a la larga, hacer la historia y se encuentran a caballo entre el capital y el mundo del trabajo. Olvidan que las clases medias son perfectamente capaces de hacer la historia y que la hacen efectivamente, sí no a largo plazo, al menor durante un periodo históricamente limitado, lo que confirma la historia del fascismo alemán y del italiano. No tenemos aquí solamente en cuenta la anulación de las organizaciones obreras, las innumerables víctimas, el asalto de la barbarie, sino sobre todo, los obstáculos puestos a la transformación de la crisis económica en la conmoción de la sociedad, en la revolución social. Una cosa es evidente: cuanto más numerosa e influyente en una nación es la clase media, tanto más hay que contar con ella como potencia social que actúa. De este modo pudimos asistir de 1933 á 1942 al fenómeno paradójico de un Fascismo nacionalista que pudo ganarle la partida al internacionalismo social revolucionario en tanto que movimiento internacional. Socialistas y comunistas hiciéronse ilusiones en lo relativo a la progresión del movimiento revolucionario con relación al de la reacción y cometieron un verdadero suicidio político, a pesar de todas sus buenas intenciones. Este problema merece que se le examine con el mayor cuidado, porque el proceso que ha afectado a las clases medias de todos los países es infinitamente más importante que la comprobación del hecho archí conocido y perfectamente trivial de que el fascismo representa la reacción económica y política bajo su forma más extrema. Esta última comprobación carece de todo interés político, como lo ha demostrado ampliamente la historia de los años 1928 a 1942.

Las clases medias se pusieron en movimiento y, bajo el disfraz del fascismo, efectuaron su entrada en la escena política como fuerza social. Lo que importa no son las intenciones reaccionarias de Hitler o de Goering, sino los intereses sociales de las clases medias. Gracias a su estructura caracterológica, las clases medias disponen de una fuerza social enorme, que sobrepasa con mucho su poder económico. Esta capa social es la que ha realizado la hazaña de sostener el sistema patriarcal durante varios milenios y de mantenerlo vivo a pesar de todas las contradicciones.

La existencia del movimiento fascista es, sin duda, la expresión social del imperialismo nacionalista. Pero el hecho de que el fascismo haya podido convertirse en un movimiento de masas y tomar el poder, gracias a lo que le ha sido posible realizar su función imperialista, no se explica más que por el movimiento de masas de la clases medias. Quien quiera comprender los aspectos contradictorios del fascismo tiene que tener en cuenta las oposiciones y los antagonismos en un momento determinado.

La situación social de la clase burguesa está determinada:

por su posición en el proceso capitalista de producción;

por su posición en el aparato del Estado autoritario;

por su situación familiar particular, que se deriva directamente de su posición en el proceso de producción y nos proporciona la clave para la comprensión de su ideología. Económicamente hablando, la situación del pequeño campesino, del funcionario y del comerciante medio son distintas pero, en el aspecto familiar, existe una identidad, al menos en líneas generales.

La rápida evolución de la economía capitalista en el siglo xix, la mecanización progresiva e ininterrumpida de la producción, la concentración de distintas ramas de la

producción en sindicatos y trusts monopolistas, han dado como resultado la depauperación inexorable de los comerciantes y los artesanos pequeño burgueses. Incapaces de resistir la competencia de las grandes industrias, que producen más barato y más racionalmente, las pequeñas empresas están condenadas a perecer.

“Las clases medias no tienen otra cosa que esperar de este sistema que la desaparición despiadada. El problema es sencillo: o bien se confunden todos en la masa gris y sombría del proletariado, donde todos poseen lo mismo, es decir, nada; o bien se concede a los particulares la posibilidad de adquirir bienes propios por la fuerza y la tenacidad, por el arduo trabajo de toda una vida. Clase media o proletariado. ¡Ese es el problema!”

Esta advertencia la lanzaron los Alemanes Nacionales antes de las elecciones a presidente del Reich de 1932. Los nacionalsocialistas se guardaron mucho de abrir un abismo entre la clase media y los obreros industriales a través de declaraciones tan poco hábiles y su propaganda resultó más eficaz.

Uno de los argumentos de la propaganda del N.S.D.A.P. era la lucha contra los grandes almacenes. Pero la contradicción entre el papel que el nacionalsocialismo representaba en la gran industria y los intereses de las clases medias, sobre las cuales se apoyaba, apareció muy evidentemente en la entrevista de Hitler con Knickerbrocker:

 

“No vamos a hacer depender las relaciones germano-americanas de una tienda (se trataba del futuro de la sucursal de Woolworth en Berlín) …La existencia de tales empresas es un acicate para el bolchevismo… Destruyen muchas pequeñas existentes y por eso no las toleraremos; pero pueden ustedes estar seguros de que sus empresas de este género en Alemania no serán tratadas distintamente que las alemanas.”[1]

Las deudas privadas exteriores eran muy pesadas para las clases medias. Pero mientras que Hitler preconizaba el pago de las deudas privadas, dado que, en el plano de la política exterior, dependía de la realización de sus compromisos, sus partidarios reclamaban su supresión. La pequeña burguesía se rebeló, pues, “contra el sistema” y por tal entendía ella el “régimen marxista” de la socialdemocracia.

Cualquiera que haya sido el deseo de asociarse y organizarse, en el curso de la crisis, de estas capas de la pequeña burguesía, la competencia económica entre las pequeñas empresas ha representado un obstáculo para el establecimiento de un sentimiento de solidaridad comparable al que hay entre los obreros industriales. Es su posición social la que impide al pequeño burgués identificarse con su propia capa social o con los obreros industriales; con su propia capa social porque en ella predomina la competencia; con los obreros industriales porque a nada le teme más que a la proletarización. El movimiento fascista tuvo, al menos, el resultado de unificar a la pequeña burguesía. ¿Sobre qué bases se ha realizado esta unificación, desde el punto de vista de la psicología de masas?

La posición social de los funcionarios del Estado y de los pequeños y medios empleados es la que nos proporciona la respuesta: el empleado y el funcionario medios se encuentran en una situación económica menos favorable que el obrero industrial medio; la inferioridad económica de los primeros, queda parcialmente compensada en los funcionarios del Estado por algunas esperanzas mínimas de promoción y por la perspectiva de una cierta seguridad económica hasta el fin de su vida. La dependencia característica de esta capa social con respecto a las autoridades, aboca a una actitud de competencia frente a sus colegas, incompatible con la formación de un auténtico sentimiento de solidaridad. La conciencia social del funcionario no está determinada por el sentimiento de una comunidad de destino con sus colegas, sino por la actitud cara a la autoridad establecida y a la “nación”. Para el funcionario, esta actitud consiste en una identificación absoluta[2] con el poder estatal; para el empleado, con la empresa en la que trabaja. En realidad, tanto el uno como el otro se encuentran en la misma situación que el obrero industrial. ¿Por qué no se desarrolla en ellos, como en este último, un sentimiento de solidaridad? Respuesta: porque ocupan una posición intermedia entre la autoridad y los trabajadores manuales. Súbditos con respecto a la autoridad, se convierten en los representantes de esa misma autoridad en sus relaciones con sus subordinados y, con este motivo, gozan de una especial protección moral (no material). Los cabos de todos los ejércitos del mundo nos proporcionan el ejemplo más típico de este producto de la psicología de masas.

La fuerza de esta identificación con el empleador se revela de una manera particularmente llamativa en el caso de los criados de algunas casas nobles, de algunos ayudantes de cámara que, al adoptar la apariencia, la mentalidad y las maneras de la clase dominante, sufren una modificación completa y a menudo la exageran para esconder sus orígenes modestos.

Esta identificación con la administración, la empresa, el Estado y la nación, que puede resumirse en la fórmula: “Yo soy el Estado, la administración, la empresa, la nación” es una realidad psíquica que nos proporciona uno de los mejores ejemplos de una ideología convertida en poder material. Al principio, el empleado o el funcionario se contentan con un parecido idealizado con sus superiores, pero poco a poco, de resultas de su dependencia material, su personalidad se transforma a imagen de la clase dominante. Por tener los ojos perpetuamente clavados en lo alto, el pequeño burgués acaba por cavar una josa entre su situación económica y su ideología. Pasando la vida en condiciones materiales penosas, se esfuerza por adoptar frente al mundo una actitud representativa, exagerada a veces hasta la caricatura. Se alimenta poco y mal, pero le concede un gran valor al ir “correctamente vestido”. El sombrero alto y el traje son los símbolos visibles de esta estructura caracterológica. Nada hay tan revelador, desde la perspectiva de la psicología de masas, como el examen del modo de vestir de una población. Esa “mirada clavada en lo alto” es lo que distingue esencialmente a la estructura pequeño burguesa de la del obrero de la industria.[3]

¿Hasta qué profundidades llega esta identificación con la autoridad? De su existencia no ha habido nunca duda alguna. Pero la cuestión es averiguar de qué modo han cimentado y fijado los hechos emocionales la actitud pequeño burguesa, al margen de los factores económico primarios, hasta tal punto que la estructura pequeño burguesa no ha sido sacudida ni siquiera en tiempo de crisis, cuando el paro zapaba sus soportes económicos.

Más arriba hemos afirmado que la situación económica de las distintas capas medias varía sensiblemente, mientras que su situación familiar es esencialmente la misma. La situación familiar es la que nos da la clave del fundamento emocional de la estructura descrita anteriormente.

Notas:

[1] Tras la toma del poder durante los meses de marzo a abril comenzó el asalto contra los grandes almacenes, que pronto frenaron los dirigentes del N.S.D.A.P. (prohibición de toda intervención no autorizada en materia económica, disolución de las organizaciones de las clases medias, etc.)

[2] El psicoanálisis llama “identificación” al estado de espíritu de una persona que comienza a sentirse una con otra, a adoptar las actitudes –y atributos de ella, que antes no tenía–, y a ponerse imaginariamente en su lugar; este proceso se basa en una modificación real de la persona, que “se identifica” con otra “interiorizando” los atributos de su modelo.

[3] Esta observación se aplica a Europa. En los Estados Unidos, el “aburguesamiento” de los trabajadores de la industria suprime tales distinciones

Fuente: Apartado 3º del capítulo 2º de Psicología de masas del fascismo, de Wilhelm Reich, septiembre de 1933.

Libros relacionados:

 

La batalla de Lepanto y la conquista de América. Los bulos patrios de la extrema derecha patria. [Menos mal que la historia es una ciencia haga frío o calor y a pesar de que el caballo de Santiago Abascal trote que trota que trota]

 

La batalla de Lepanto y la conquista de América

Los bulos patrios de la extrema derecha patria

 

Por Jagoba Álvarez Ereño

Rebelion / España

 02/11/2021 

Fuentes: Ctxt [Foto: La batalla de Lepanto, por Juan de Toledo y Mateo Gilarte (1663-1665), iglesia de Santo Domingo,Murcia (Wikimedia Commons)]

A lo largo del año suele haber efemérides que elevan el espíritu patrio de la extrema derecha española. Lo que sucede es que la extrema derecha hace un uso torticero de estas efemérides para construir todo un hilo ideológico nacionalista.

En esa dirección habló Alejandro García Sanjuán, profesor de Historia Medieval de la Universidad de Huelva y autor de La conquista islámica de la península Ibérica y la tergiversación del pasado, en abril de este mismo año: “La ultraderecha sigue la misma táctica en todos los asuntos y, respecto al pasado, adopta la misma estrategia que respecto a la violencia machista o a la inmigración: propagar bulos”.

El motivo de esta frase tuvo que ver con la decisión del Ayuntamiento de Badajoz (gobernado por el PP con el apoyo de Vox y Ciudadanos) de declarar el 19 de marzo como día de la ciudad en homenaje a su conquista en 1230 por el rey leonés Alfonso IX. Un intento de querer borrar de la historia la fundación de la ciudad por del caudillo musulmán Ibn Marwan al-Yiliqi en el año 875.

No es una táctica nueva, tal y como explica Julián Casanova, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Zaragoza, esta manipulación de la historia por parte de la extrema derecha es “una tendencia europea, donde hay una forma extrema de nacionalismo etnicista”. En el caso español, “intenta construir la identidad española como una combinación entre nacionalismo y catolicismo, vinculado a la percepción de que España tuvo una identidad católica que se alzó contra los protestantes, contra los herejes o contra los comunistas”.

Gran parte de su mensaje obedece a una divulgación ya existente durante la dictadura franquista, e incluso anterior a ella, en la que se elevaron a la categoría de verdad falsas nociones sobre diferentes personajes históricos (El Cid, Pelayo, los Reyes Católicos, los tercios) o sucesos (Reconquista, Lepanto, conquista de América). La extrema derecha se ha encargado de propagar estos bulos casi a diario. De todos ellos he decidido centrarme en dos que recibieron mucho bombo durante el mes de octubre: la batalla de Lepanto y la conquista de América.

El pasado 7 de octubre se cumplieron 450 años de la victoria de la armada española ante la tropa otomana en la conocida como batalla de Lepanto. En ella se enfrentaron la Liga Santa (principalmente conformada por el Imperio español, la República veneciana y Estados Pontificios) y el Imperio otomano. La manipulación de la extrema derecha consistió en decir lo siguiente: “La Armada Española lidera la victoria en Lepanto frente al invasor turco, España forja un Imperio y Europa se libera del yugo islámico”.

Me interesa la parte final. ¿Fue Europa liberada de la dominación musulmana gracias a la batalla de Lepanto? La respuesta es no.

Europa es muy amplia y no solo está formada por su zona occidental. La batalla fue marítima y Europa no está toda rodeada de agua. En el año 1490 el imperio otomano tenía bajo su poder las actuales Grecia, Albania, Serbia, Montenegro, Kosovo, Macedonia, Bulgaria, además de parte de Rumanía, Moldavia y Ucrania. Y en el año 1600, 29 años después de la batalla de Lepanto, aún seguían controlando el sudeste europeo. La recomposición de la flota otomana fue prácticamente inmediata, tanto es así que apenas dos años después de la batalla, en 1573, se apoderaron por completo de Chipre, expulsando a los venecianos de la isla.

La Sublime Puerta realizó una expedición por el Atlántico en 1585 durante la cual tomaron momentáneamente la isla de Lanzarote. Ganaron varias plazas persas, conquistaron Túnez, Georgia y Armenia occidental, además de buena parte de lo que se había conocido como Mesopotamia.

A comienzos del XVII incorporaron todos los avances tecnológicos que habían impulsado a Occidente a poder tomarle la delantera años atrás. Fueron esos avances los que propiciaron que en 1617 tomasen la isla de Madeira fugazmente; atacasen en 1627 las costas de Sussex, Dinamarca, Suecia y Noruega, o las islas Shetland, Feroe e Irlanda; y navegasen entre Terranova y Virginia en 1637.  En 1669 terminaron de apoderarse de la isla de Creta frente a los venecianos, y en 1708 arrebataron Orán a los españoles. En realidad, su dominio en el Mediterráneo no se vio tan comprometido como se intenta hacer creer: y su derrota en Lepanto, desde luego, no significó su inmediata retirada como pretende la extrema derecha que creamos.

Quiero detenerme en la expresión: “liberada del yugo”. Esto del yugo suena mucho a “fuimos invadidos” o a “invasión”. Es una noción que pretenden transmitir cuando hablan de la llegada de las tropas del califato Omeya a la península ibérica en el año 711. Incluso el propio alcalde de Madrid dijo recientemente: “Les parece fatal que nosotros hiciéramos la Reconquista de la invasión musulmana. Yo no le voy a decir a los musulmanes que nos tienen que pedir perdón”. Más allá de que Almeida asuma que España existiese en el 711, o vincule a todo musulmán con esa conquista solo por el hecho de ser musulmán, me resulta curioso que utilizase el término “invasión” para lo sucedido a partir del 711, una palabra que no suelen emplear cuando se refieren a  la conquista de América.

De hecho, respecto a la conquista de América por parte de la corona española, les ha dado por hablar de “liberación”. Buen ejemplo de ello son las declaraciones de Toni Cantó: “Yo no creo que seamos colonizadores ni conquistadores ni nada parecido. Yo creo que España cuando llegó a aquel continente liberó al continente. Lo liberó de un poder brutal, salvaje, caníbal”.

En la misma línea de calificar al imperio azteca como un “régimen sanguinario y de terror”, se encaminaban  las palabras de Abascal en su acto del pasado día 9 de octubre al afirmar: “Qué orgullo sabernos herederos de los que descubrieron el nuevo mundo, que pusieron fin al genocidio de los indígenas”.

El presentismo y el reduccionismo de los que hacen gala sobre este hecho histórico es notable. Efectivamente, algunos pueblos indígenas que habían estado sometidos a entidades políticas indígenas superiores (aztecas, incas, mayas) se alegraron de la llegada de los españoles. Otros pueblos que con el tiempo se unirían a los conquistadores, como los otomí, les combatieron en un primer momento. Otros, tras someterse pacíficamente a los españoles, como los purépecha, vieron saqueadas sus regiones y destruidos sus templos.

Reducir un proceso complejo a un simple “estaban dominados y los españoles les liberamos” es poco serio. Un proceso de conquista tiene muchos matices y aristas. Todo imperio se construye alternando el pacto y la conquista, y cada una de esas opciones se aplican según la necesidad del momento. Del mismo modo, si bien en muchos casos se mantenían las estructuras de poder prehispánicas si los intereses españoles o de la Corona lo requerían, los indios quedaban sometidos a su autoridad a través de las encomiendas o mitas.

Tratar de hacer creer ahora que España era algo así como una especie de entidad política superior pacificadora que iba generando paz y armonía allí por donde pasaba sin coste alguno para quien era sometido es pura ficción. La conquista de América es compleja, tanto por su duración como por los múltiples sucesos que la conforman. Poner el foco sólo en los aspectos positivos no es divulgación, es propaganda. Existe una notable diferencia entre simplificarlo todo en clave positiva o negativa y abordar hechos pasados desde un punto de vista científico. La diferencia que va de la verdad al bulo.

Fuente: https://ctxt.es/es/20211001/Culturas/37697/bulos-batalla-de-lepanto-imperio-otomano-conquista-de-america.htm

 

Cop 26 en Glasgow: “Estamos hartos de las mentiras”, el grito en la calle. [Ni el eco-zorro ni la eco-zorra, juntos o por separado están hechos para guardar el corral-gallinero del medio natural, puesto que son ellos dos en poderosa comandita con el FMI, la Comisión Europea, el Banco Central Europeo, prensa, radio, televisión del mogollón mandante y otras zorrerías con piel de demócratas-eco son los verdaderos causantes del destrozo del medio natural que conduce, cuando menos, al destrozo de la vida del ser humano (sin las, les, lis, los y lus. Ser humano, a secas). Verbigracia: trabajador, entérate de esto, hombre no me seas así]

 

Cop 26 en Glasgow: “Estamos hartos de las mentiras”, el grito en la calle

 


Por Armando G. Tejeda

03.11.2021

KAOSENLARED

En la calle se escuchan de otra manera los discursos, en ocasiones triunfalistas o paternalistas, de los líderes mundiales que participan en la Cumbre Climática de Glasgow (COP26). Cuando los escuchan hablar de “ser más ambiciosos”, de “aumentar los fondos de ayuda al desarrollo”, ellos responden “estamos hartos de que nos vendan humo”, de que nos cuenten “mentiras”.

En las inmediaciones del Centro de Convenciones de Glasgow, sede del encuentro multilateral auspiciado por la Organización de Naciones Unidas (ONU), el cordón de seguridad era ayer asfixiante.

En diez calles a la redonda había vallas por todos lados y una fila interminable de policías que impedían el paso a cualquier persona que no tuviera la acreditación oficial y un mensaje en su teléfono celular en el que se confirmara que la prueba de antígenos realizada en la misma mañana dio resultado negativo.

Aun así, activistas lograron superar el cordón y hacerse escuchar. Entre ellos dos jóvenes militantes de un movimiento ecologista escocés, que se pusieron en la puerta de entrada de los participantes de la COP26 para gritar con megáfono en mano sus impresiones, su malestar. “Ahí dentro se reúnen los sátrapas que están destrozando el planeta. Véanlos cómo van llegando con sus aviones contaminantes, con sus grandes coches de diésel y gasolina, con su doble moral a cuestas”, decía uno de ellos, ante la atenta mirada de los policías. Encima de un atril y justo en el otro lado de la valla, el joven se limitaba a gritar pacíficamente todo su malestar.

Otros activistas, congregados por la organización ecologista española Oxfam Intermón, también llegaron a unas calles de las puertas de la COP26, se disfrazaron de los líderes mundiales tocando en una banda tradicional de gaitas escocesas y con unas máscaras de “cabezudos”.

Miles de jóvenes exigen acciones concretas contra el cambio climático desde Roma y Glasgow

“Estamos hartos de que nos vendan humo y de que las naciones ricas y contaminantes estén reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero con demasiada lentitud y no estén haciendo lo suficiente para apoyar a las naciones vulnerables que enfrentan los devastadores impactos del cambio climático”, denunciaron.

Y añadieron que “estos líderes, en lugar de reducir las emisiones y encaminar al mundo en un rumbo más seguro, sólo hablan fanfarronerías y ya tuvimos suficiente de fanfarronerías y promesas vacías. Lo que pedimos son acciones concretas”.

Mientras el primer ministro Boris Johnson se dirigía a los asistentes a la COP26, la activista sueca Greta Thunberg retuiteó una petición para que sus millones de seguidores firmen una carta abierta acusando a los líderes de traición.

“Esto no es un simulacro. Es un código rojo para la Tierra”, se señala en la misiva y añade: “millones sufrirán mientras nuestro planeta es devastado, un futuro aterrador que será creado o evitado por las decisiones que tomes. Tienes el poder de decidir”, reportó Reuters.

También a las afueras de la COP26, otro grupo, de la ONG estadunidense Build Back Fossil Free, aprovecharon su presencia en Glasgow para exigir a su presidente, Joe Biden, que “declare la emergencia climática” y tome acciones contundentes contra los combustibles fósiles.

Denunciaron precisamente el “doble lenguaje” del mandatario, que por un lado se autoerigió en “el líder en la lucha contra el cambio climático” y por otro, durante los primeros seis meses de su administración, no hizo grandes cambios con la política de su predecesor, Donald Trump.

Recordaron que el mes pasado fueron detenidos hasta 600 activistas cuando protestaron en Washington contra los combustibles fósiles.

Tom Goldtooth, un líder nativoamericano que viajó a Glasgow, afirmó ante los medios que “nosotros somos la gente originaria de Estados Unidos y por eso queremos denunciar que esta cumbre está basada en intereses corporativos, nosotros estamos aquí para defender a nuestra gente porque queremos sobrevivir”.

Integrantes de Justicia Climática Global denunciaron la “marginación” a la que han sido sometidos los militantes de los países más pobres del mundo, a los que “con la excusa de pandemia y la vacuna” se les ha impedido llegar a Glasgow.

El nivel de exclusión de la COP26 es “extremo”, aseveraron, ya que el “proceso de emisión de visas, cuarentenas, desinformación y modificación de políticas en el último minuto por parte del gobierno británico ha provocado la ausencia de representantes de países menos favorecidos”.

“Nuestra presencia se ha reducido”, acusó la filipina Dorothy Guerrero, así que “esta es la conferencia climática más exclusiva de toda la historia”.