sábado, 30 de julio de 2022

Escándalo: La UE proporcionó en secreto a Marruecos sofisticados sistemas de piratería telefónica



Escándalo: La UE proporcionó en secreto a Marruecos sofisticados sistemas de piratería telefónica


KAOSENLARED

Publicado el 29 de julio de 2022 / Por 


Para reforzar el control de las fronteras, la Unión Europea proporcionó a la policía marroquí un sofisticado software para extraer datos de los teléfonos. Sin control, estas tecnologías podrían utilizarse para vigilar a periodistas, disidentes y defensores de derechos humanos en Marruecos.

En Marruecos, la represión contra quienes desafían al régimen se ha recrudecido con dureza. Abdellatif Hamamouchi, de 28 años, pagó el precio. Una tarde de julio de 2018, el periodista y activista de la Asociación Marroquí por los Derechos Humanos fue víctima de un bárbaro ataque por parte de hombres que, según su testimonio, pertenecían a la policía política del régimen. “Me golpearon y me tiraron al suelo antes de quitarme el móvil. “Después del incidente, los policías pudieron acceder a mis correos electrónicos, mi lista de contactos y mis conversaciones”, recuerda el joven marroquí exiliado en Francia.

Como él, una decena de periodistas y activistas marroquíes, cuyos testimonios recoge Disclose, explicaron que les confiscaron sus teléfonos tras un arresto arbitrario. Según los activistas, esta práctica tiene un único objetivo: fortalecer el control sobre presuntos opositores recabando la mayor cantidad de información personal posible. Un control que, desde 2019, podría verse facilitado por el apoyo tecnológico y financiero de la Unión Europea.
Disclose, en asociación con el semanario alemán Der Spiegel, reveló que la UE ha suministrado en secreto a Marruecos sofisticados sistemas de vigilancia digital. Un software diseñado por dos empresas especializadas en piratería telefónica y extracción de datos, MSAB y Oxygen forensics.

Ese software fue entregado a las autoridades marroquíes por la firma Intertech Líbano, una empresa franco-libanesa, bajo la supervisión del Centro Internacional para el Desarrollo de Políticas Migratorias (ICMPD). El objetivo de esta transferencia de tecnología financiada con cargo al presupuesto del “programa de gestión de fronteras para la región del Magreb” de la UE: la lucha contra la inmigración irregular y el tráfico de seres humanos a las puertas de la UE.

Según documentos obtenidos por Disclose y Der Spiegel de las instituciones europeas, la empresa MSAB, de origen sueco, proporcionó a la policía marroquí un software llamado XRY capaz de desbloquear todo tipo de teléfonos inteligentes para extraer datos; llamadas, contactos, ubicación, pero también mensajes enviados y recibido por SMS, WhatsApp y Signal. Por su parte, Oxygen forensics, con sede en Estados Unidos, entregó un sistema de extracción y análisis de datos denominado “Detective”. ¿Su especificidad? Omita los bloqueos de pantalla del dispositivo móvil para extraer información almacenada en la nube (Google, Microsoft o Apple) o aplicaciones seguras desde cualquier teléfono o computadora. La diferencia notable con el software Pegasus es que ambos software requieren acceso físico al móvil para ser pirateado y no permiten el monitoreo remoto.

La UE entrenó a la policía marroquí en hackeo

Con la compra del software y los ordenadores que lo acompañan, la Unión Europea también financió sesiones de formación impartidas a las fuerzas policiales marroquíes por colaboradores de Intertech y empleados de MSAB y Oxygen Forensics. Pero eso no es todo.

Según documentos descalificados obtenidos por la ONG Privacy International, Europa también envió a sus propios expertos de la Escuela Europea de Policía, CEPOL, para una formación de cuatro días en Rabat entre el 10 y el 14 de junio de 2019: concienciación sobre “la recopilación de información de Internet”; “desarrollo de capacidades forenses digitales” y “hackeo social”, una práctica de extraer información de alguien a través de las redes sociales.

Ausencia de control

Queda por ver si estas herramientas de vigilancia se utilizan exclusivamente con el fin de combatir la inmigración ilegal. Sin embargo, según la investigación de Disclose, nunca se llevaron a cabo controles. Ya sea de fabricantes o de funcionarios europeos. En otras palabras, Marruecos utilizó sus nuevas adquisiciones con fines de represión interna sin que la Unión Europea sepa nada al respecto. Este riesgo es aún más grave, según investigadores de seguridad digital, el software XRY y Detective no dejan rastros en los dispositivos pirateados. A diferencia de otra tecnología muy conocida por los servicios marroquíes: el software israelí Pegasus, que permite hackear un dispositivo de forma remota.

Marruecos ha utilizado ampliamente el software Pegasus para espiar a destacados periodistas extranjeros, activistas de derechos humanos y políticos, según ha revelado el consorcio de periodistas Forbidden Stories en 2021.

Con los softwars XRY y Detective, “en cuanto tienes acceso físico a un teléfono, tienes acceso a todo”, subraya Edin Omanovic, miembro de la ONG Privacy International. Un elemento que considera “preocupante”, continúa, “en un contexto donde las autoridades atacan a defensores de derechos humanos y periodistas”.

Para garantizar que el material no se desvíe de su propósito oficial, la Comisión Europea afirma que las autoridades marroquíes han firmado un documento de compromiso que no nos ha sido transmitido. Según un vocero contactado por Disclose, dicho documento estipularía que estas tecnologías solo se utilizarán para luchar “contra la trata de personas”. Nada más? “La UE confía en Rabat para respetar su compromiso, es su responsabilidad”, elude el portavoz.

Un régimen autoritario

De hecho, esta transferencia de tecnología debería ser objeto de especial atención. Por una buena razón: los sistemas suministrados por la UE se clasifican en la categoría de bienes de doble uso (BDU), es decir, bienes que pueden utilizarse en un contexto militar y civil. Este tipo de exportación se rige incluso por una posición común de la UE, de 2008, que establece que se prohíbe la transferencia de bienes de doble uso cuando “exista un riesgo claro” de que los equipos entregados a Marruecos puedan ser utilizados con fines de represión. Un riesgo ampliamente establecido en el caso marroquí, como demuestra el caso Pegasus.

Contactados, MSAB y Oxygen Forensics se negaron a responder. Lo mismo del lado de los reguladores suecos y estadounidenses sobre las exportaciones de bienes de doble uso. Ninguna respuesta tampoco de las autoridades marroquíes. Alexandre Taleb, el CEO de Intertech, la compañía responsable de implementar las tecnologías, fue más expresivo. “Mis clientes saben lo que están comprando, no tengo que juzgarlos. Tienen más de 400 millones de personas que pueden vigilar”, dice. Si Marruecos tiene problemas democráticos, eso es una cosa, pero nuestras herramientas no son la causa de estos problemas”. Para este acuerdo, Intertech facturó cerca de 400.000 euros.

En el Parlamento Europeo, estas exportaciones están lejos de ser unánimes. “Con el pretexto de asegurar nuestras fronteras, no podemos contentarnos con las promesas de un régimen autoritario, lamenta la eurodiputada Markéta Gregorová (grupo de los Verdes). Esta es una negligencia deliberada y moralmente inaceptable por parte de Europa”. Una negligencia que se agrava aún más cuando se acusa a la empresa MSAB de haber equipado a la policía birmana en 2019, en un momento en el que se conocían y documentaban abusos contra la población civil.

Fuentes: Disclose y ECSaharaui

Versión en Francés: https://disclose.ngo/fr/article/union-europeenne-a-discretement-fourni-au-maroc-de-puissants-systemes-de-piratage-des-telephones

 

* Imagen de portada: https://encrypted-tbn2.gstatic.com/faviconV2?url=https://pexels.com&client=VFE&size=32&type=FAVICON&fallback_opts=TYPE,SIZE,URL&nfrp=2 Recorte el sistema de piratería cibernética espía mientras escribe en la computadora portátil – Pexels |De Dominio Público. Detalles de la licencia

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Hacia un comunalismo democrático

 

Tal día como hoy en 2006 moría Murray Bookchin, uno de los grandes y más influyentes pensadores libertarios contemporáneos. Sus escritos sobre ecología, comunalismo y municipalismo han sido relevantes para movimientos sociales de todo el mundo.


Hacia un comunalismo democrático

 

Murray Bookchin

El Viejo Topo

30 julio, 2022 

 

Mi visión del anarquismo personal está lejos de ser completa; la tendencia personalista de este cuerpo ideológico permite moldearlo de muchas maneras, siempre y cuando haya palabras como imaginación, sagrado, intuitivo, éxtasis primitivo que embellezcan su superficie.

El anarquismo social, a mi entender, está hecho de una materia fundamentalmente diferente, heredera de la tradición de la Ilustración, con la debida consideración a sus límites e imperfecciones. Según cómo se defina la razón, el anarquismo social defiende la mente humana pensante sin negar de forma alguna la pasión, el éxtasis, la imaginación, la diversión y el arte. Pero, en vez de materializarlos en categorías nebulosas, trata de incorporarlos a la vida cotidiana. Está comprometido con la racionalidad, oponiéndose a la vez a la racionalización de la experiencia; lo está con la tecnología, oponiéndose a la vez a la «megamáquina»; con la institucionalización social, oponiéndose a la vez al sistema de clases y a la jerarquía; con una política genuina, basada en la coordinación confederal de municipios o comunas por el pueblo, con democracia directa cara a cara, oponiéndose a la vez al parlamentarismo y al Estado.

Esta «comuna de comunas», para utilizar un eslogan tradicional de revoluciones anteriores, puede denominarse de manera apropiada comunalismo. Pese a la opinión contraria de quienes se oponen a la democracia como «sistema», describe la dimensión de­ mocrática del anarquismo como una administración mayoritaria de la esfera pública. De manera consecuente, el comunalismo busca la libertad más que la autonomía, en el sentido en que las he contrapuesto. Rompe categóricamente con el ego psicopersonal stirneriano —bohemio y liberal—, en cuanto que soberano contenido en sí mismo, afirmando que la individualidad no surge de la nada, con unos «derechos naturales» conferidos desde el nacimiento, sino que es considerada en gran medida el producto en constante evolución del desarrollo social e histórico, un proceso de autoformación que no puede ser petrificado por el biologismo ni preso de dogmas limitados temporalmente.

El «individuo» soberano y autosuficiente siempre ha sido una base precaria sobre la que  fundamentar una perspectiva libertaria de izquierdas. Como observó Max Horkheimer,

… la individualidad se perjudica cuan­ do alguien decide tornarse autónomo […]. El individuo totalmente aislado ha sido siempre una ilusión. Las cualida­ des personales que más se estiman, como la independencia, la voluntad de liber­ tad, la comprensión y el sentido de jus­ ticia, son virtudes tanto sociales como individuales. El individuo plenamente de­ sarrollado es la realización cabal de una sociedad plenamente desarrollada.[1]

Para que una visión libertaria de  izquierdas  de una futura sociedad no desaparezca en un submundo bohemio y marginal, tiene que ofrecer una solución a los problemas sociales, no revolotear arrogantemente de un eslogan a otro, evitando la racionalidad con mala poesía e imágenes vulgares. La democracia no es antitética al anarquismo, ni el gobierno por mayoría y las decisiones no consensuadas son incompatibles con una sociedad libertaria.

Que ninguna sociedad puede existir sin unas estructuras institucionales es algo evidente para cualquiera que no haya quedado alelado por Stirner y los de su especie.

Al negar las instituciones y la democracia, el anarquismo personal se aísla de la realidad social para poder dejarse llevar por una rabia fútil, y queda reducido así a una travesura subcultural para jóvenes crédulos y consumidores aburridos de ropa negra y pósteres excitantes. Argumentar que la democracia y el anarquismo son incompatibles porque cualquier oposición a los deseos de incluso «una minoría de uno» constituye una violación de la autonomía personal no es defender una sociedad libre, sino al «conjunto de personas» de Brown: en breve, a un rebaño. La «imaginación» dejaría de llegar al «poder». El poder, que siempre existirá, pertenecerá o bien a la comunidad en una democracia cara a cara y claramente institucionalizada, o bien a los egos de unos pocos oligarcas que crearán una «tiranía de falta de estructura».

No le faltaba razón a Kropotkin, en su artículo de la Enciclopedia Británica, cuando consideraba el ego stirneriano como elitista y lo censuraba por jerárquico. Se hacía eco, en términos positivos, de la actitud crítica de V. Basch respecto al anarquismo individualista de Stirner como una forma de elitismo, al mantener que «el objetivo de toda civilización superior no es hacer que todos los miembros de la comunidad se desarrollen de modo normal, sino permitir a ciertos individuos mejor dotados desarrollarse plenamente, aun a costa de la felicidad y de la existencia misma de la gran mayoría de los seres humanos». En el anarquismo, esto genera en efecto un regreso

…al individualismo más ordinario, de­ fendido por todas las minorías que se creen superiores, para las cuales, ciertamente, el hombre necesita en su historia precisamente del Estado y de todo lo demás que los in­ dividualistas  combaten.  Su  individualismo va tan lejos que conduce a la negación de su propio punto de partida, y eso sin hablar de la imposibilidad para el individuo de al­ canzar un desarrollo realmente completo en las condiciones de opresión de las masas por parte de las «bellas aristocracias».[2]

En su amoralidad, este elitismo se presta fácilmente a la falta de libertad de las «masas», poniéndolas en última instancia bajo la custodia de los «únicos», una lógica que podría dar lugar a un principio de liderazgo característico de la ideología fascista.[3]

En Estados Unidos y gran parte de Europa, precisamente en un momento en que el desprestigio del Estado ha alcanzado unas proporciones sin precedentes, el anarquismo va de capa caída. La insatisfacción con el gobierno como tal es profunda a ambos lados del Atlántico, y pocas veces en el pasado reciente ha habido un sentimiento popular más clamoroso demandando una nueva política, incluso un nuevo reparto social que pueda dar a la gente un sentido de dirección que permita compatibilizar la seguridad y los valores éticos. Si el fracaso del anarquismo para afrontar esta situación puede atribuirse a un único motivo, la estrechez de miras del anarquismo personal y sus fundamentos individualistas deben ser considerados como los responsables de impedir que un potencial movimiento libertario de izquierdas entre en una esfera pública cada vez más reducida.

A favor del anarcosindicalismo cabe decir que en el momento de su apogeo trató de practicar lo que predicaba y crear un movimiento organizado —tan ajeno al anarquismo personal— dentro de la clase obrera. Sus principales problemas no radican en su deseo de estructura e implicación, de programas y movilización social, sino en el declive de la clase obrera como sujeto revolucionario, en particular después de la Revolución española. No obstante, afirmar que al anarquismo le faltaba una política, entendiendo  el término  en su sentido  original  del

griego como «autogestión de la comunidad» —la histórica «comunidad de comunidades»—, es repudiar una práctica histórica y transformadora que trata de radicalizar la democracia inherente a cualquier república y crear un poder confederal municipalista para  contrarrestar  al Estado.[4]

El aspecto más creativo del anarquismo tradicional es su compromiso con cuatro principios básicos: una confederación de municipios descentralizados, una firme oposición al estatismo, una creencia en la democracia directa y un proyecto de sociedad  comunista  libertaria.  El  problema más importante  al  que  el  libertarismo  de izquierdas —tanto el socialismo libertario como el anarquismo— se enfrenta hoy es: ¿Qué hará con estos cuatro poderosos principios? ¿Cómo les daremos forma y contenido social? ¿De qué maneras y con qué me­ dios los convertiremos en relevantes para nuestra época y haremos que sirvan a los fines de un movimiento popular organizado para lograr el empoderamiento y la libertad?

El anarquismo no debe disiparse en un comportamiento indulgente consigo mismo, como el de los adamistas primitivistas del siglo xvi, que «vagaban por los bosques desnudos, cantando y bailando», como Kenneth Rexroth observó con desdén, pasando «el tiempo en una orgía sexual constante» hasta que fueron perseguidos por Jan Zizka y exterminados, con el consiguiente alivio de los campesinos indignados, cuyas tierras habían saqueado.[5] No debe retroceder al submundo primitivista de los John Zerzans y George Bradfords. No pretendo en absoluto argüir que los anarquistas no deberían vivir su anarquismo en la medida de lo posible en el día a día, tanto personalmente como social, estética y pragmáticamente. Pero no deberían vivir un anarquismo que merma, incluso elimina los rasgos más importantes que han distinguido al anarquismo como movimiento, práctica y programa del socialismo de Estado. El anarquismo hoy en día debe mantener resueltamente su carácter de movimiento social —tanto programático como activista—, un movimiento que conjugue su disposición a luchar por una sociedad comunista libertaria con su crítica directa del capitalismo, sin ocultarlo bajo etiquetas como  «sociedad industrial».

En resumen, el anarquismo social debe reafirmar con rotundidad sus diferencias con el anarquismo personal. Si un movimiento social anarquista no puede traducir sus cuatro principios —confederalismo municipal, oposición al Estado, democracia directa y, finalmente, comunismo libertario— en una práctica real, en una nueva esfera pública; si esos principios se debilitan como recuerdos de luchas pasadas en declaraciones y encuentros ceremoniosos; peor aún, si son subvertidos por la industria del ocio «libertario» y por los teísmos asiáticos quietistas, entonces su esencia socialista revolucionaria tendrá que restablecerse bajo un nuevo nombre.

Ciertamente, ya no es posible, en mi opinión, llamarse a sí mismo anarquista sin añadir un adjetivo calificativo que lo distinga de los anarquistas personales. Como mínimo, el anarquismo social está radicalmente en desacuerdo con el anarquismo centrado en un estilo de vida, la invocación neo-situacionista del éxtasis y la soberanía del  ego pequeño-burgués cada vez más marchito. Ambos divergen completamente en los principios que los definen: socialismo o individualismo. Entre un cuerpo revolucionario de ideas y prácticas comprometidas, por una parte, y el anhelo deambulante de placer y autorrealización personal, por otra, no puede haber ningún punto en común. La mera oposición al Estado podría muy bien unir al lumpen fascista con el lumpen stirneriano, un fenómeno que no carecería de precedentes históricos.

1 de junio de 1995

Notas:

[1] Max Horkheimer: The Eclipse of Reason, Oxford University Press, Nueva York, 1947, p. 135. [En castellano: Crítica de la razón instrumental, Trotta, Madrid, 2002.].

[2] Piotr Kropotkin, op. cit., pp. 287,  293.

[3] Ibid., pp. 292-293.

[4] En su odiosa «crítica» sobre mi obra The Rise of Urbanization and the Decline of Citizenship, retitulada más tarde Ur­ banization Without Cities, John Zerzan repite el despropósito de que la Atenas clásica es «desde hace tiempo el modelo de Bookchin para la revitalización de la política urbana». De hecho, me esforcé mucho en apuntar los fallos de la polis ateniense (la esclavitud, el patriarcado, los antagonismos  de clase y las guerras). Mi eslogan «Democratizar la república, radicalizar la democracia», que subyace en la república —con el objetivo explícito de crear un poder dual—, queda reducido cínicamente a la interpretación: «Tenemos que [Bookchin] nos aconseja ampliar y expandir gradualmente las “instituciones existentes” y “tratar de democratizar la república”». Esta manipulación engañosa de ideas es elogiada por Lev Chernyi (seudónimo de Jason McQuinn), de las publicaciones Anarchy: A Journal of Desi­ re Armed Alternative Press Review, en su prólogo exhortatorio de Futuro primitivo de Zerzan.

[5] Kenneth Rexroth: Communalism, Seabury Press, Nueva York, 1974, p. 89.

Fuente: Último capítulo del libro de Murray Bookchin Anarquismo social o anarquismo personal. Un abismo insuperable.

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