domingo, 9 de octubre de 2016

PSOE: TODO LO SUSCEPTIBLE DE EMPEORAR EMPEORAR EMPEORA. ¿PERO CON EL NUEVO CARAMELEO A CARA DESCUBIERTA ENTRE LOS CAPATECES DE LOS GRANDES CAPITALES INCRUSTADOS EN EL MANDO DEL PP Y DEL PSOE, CUANDO REGALEN EN SU TOTALIDAD NUESTROS FONDOS DE LAS PENSIONES A LOS BANCOS, CON LOS QUE ESTOS BANCOS FINANCIAN AL PROPIO ESTADO CON NUESTROS DINERETES, QUE SON NUESTROS, Y NO DE LOS BANCOS NI DE LOS FONDOS DE INVERSIÓN, QUÉ HAREMOS? ¿NO SERÍA MEJOR EVITAR EL ROBO MULTIPLE QUE NOS ESTÁN HACIENDO?



GOLPE A GOLPE, ESPAÑA GIRA A LA DERECHA
07.10.2016



Ha ganado el régimen del 78, también la corrupción institucional, igualmente el aparato del PSOE adicto al bipartidismo conservador y las puertas giratorias y, por supuesto, han vencido con holgura las elites, las ideas y los intereses de la derecha, el PP y Rajoy.

La defenestración de Pedro Sánchez demuestra sin ningún género de dudas que el poder neoliberal establecido no se anda con mimos democráticos cuando está en juego una alternativa de izquierdas por muy alicorta que ésta se presente.

Cuando la derecha ve en peligro sus prebendas y su orden social, económico y político, el sistema democrático salta por los aires. La historia está plagada de sucesos contra la voluntad popular con sesgos mínimamente progresistas en sus postulados: las entronizaciones ultras de Hitler, Mussolini y Franco, el golpe USA contra Allende, recientemente en Brasil con argucias bajas de leguleyos de poca monta contra Lula y Dilma Rousseff o las andanadas de mentiras y provocaciones internacionales contra Hugo Chávez y Nicolás Maduro.

El asesinato político de Sánchez viene marcado casi literalmente por el manual típico del golpismo clásico, sin tanques pero con fuego político basado en crear una situación insostenible a fuerza de repetir consignas contra los adversarios o enemigos que no entran en razón a favor de las tesis de los poderosos. Se ha convertido a Sánchez, a base de mentiras y calumnias de sus propios compañeros y compañeras de ideología y formación, en un monstruo diabólico al que se debía neutralizar bajo cualquier circunstancia.

Ante este ambiente bélico había que tomar medidas excepcionales, contando con la ayuda inestimable de un vocero de postín: el grupo mediático Prisa dueño de El País, una formidable plataforma que, una vez más, se vende a sus propietarios en la sombra para defender el bipartidismo de siempre, una vez tú PP, otra vez yo PSOE, y que nada cambie de verdad en el panorama político español.

Larga vida a la corrupción

La democracia está secuestrada en el régimen del 78, donde la izquierda transformadora está vetada para gobernar desde La Moncloa, dejándola pequeñas migajas en las esferas municipales.

Las artimañas de procedimiento usadas por los llamados críticos (dimisiones calculadas en la Ejecutiva del PSOE) y sus declaraciones ambiguas acerca del apoyo pasivo al PP, indican que bajo la piel de la crisis existían contactos o voluntades calladas de intentar un pacto de izquierdas. De ahí el tremendismo golpista de Felipe González y Susana Díaz y el resto de palmeros adosados a los privilegios de casta representados por ambos. Había mucha “prisa” en “el país” por segar el camino a Pedro Sánchez y los suyos.

El PSOE se ha decantado, de momento, por la España de la corrupción y las reformas laborales de Rajoy y Zapatero. Mediante debates trucados y con desprecio absoluto por su militancia, sus votantes y las ideas de izquierda en general, el aparato ha optado por la cirugía sin anestesia antes que por el intercambio profundo y democrático de pareceres. Había urgencia por el golpe manu militari, de esta manera se servirá en bandeja un próximo gobierno de derechas sin que los principales muñidores (Díaz, González, Page, Vara, Puig, Madina…) se vean involucrados directamente en tomas de posición proclives a mantener a Rajoy en la presidencia del Gobierno.

Otros saldrán a la palestra a explicar lo inexplicable, que serán los mamporreros políticos de una decisión que saben a ciencia cierta no es mayoritariamente la de las bases del PSOE. Una vez más se burlarán los procesos democráticos en nombre de España y de la sacrosanta unidad. Ni siquiera se ha dado la posibilidad de que Sánchez intentara un diálogo con Podemos y las fuerzas nacionalistas (o independentistas si así se quiere de Cataluña y Euskadi).

Veto a la izquierda

Hoy por hoy, nos quedaremos en la ignorancia total de si el fruto de unas hipotéticas negociaciones serias y hondas hubiera sido que todos dejaran en la cuneta sus máximas políticas, cediendo para alcanzar un pacto de compromisos concretos a corto y medio plazo que enfatizara aspectos sociales, fiscales, laborales y concernientes a los sectores públicos e institucionales para devolver a la inmensa mayoría los derechos robados y una igualdad rota por el neoliberalismo de los últimos años liderado por el PP.

Todo ello se ha transformado ahora en política-ficción. Y no es que Pedro Sánchez sea un rojo revolucionario, su personalidad no va más allá de un pragmático alternativo que ha intentado ser autónomo y realista frente a los poderes establecidos internos y externos. Sus virajes y contradicciones denotan una lucha de posiciones por el poder muy cruento e intenso.

Empezó su andadura pactando para la galería con Ciudadanos. Un acuerdo imposible de aunar más voluntades en el arco parlamentario pero que salvaba su cara haciendo un guiño positivo al bando de los irredentos aclamadores de Susana Díaz y San Felipe González.

Bien sabía que al final no saldrían las cuentas y que tendría que aproximarse, necesariamente, a Podemos y a los heterodoxos independentistas o nacionalistas de las periferias. Muchos virajes incomprensibles y un volantazo de última hora, a la desesperada, han provocado su fulminante caída.

El mensaje es claro y contundente: la izquierda transformadora no tiene cabida en la España contemporánea ni en el régimen urdido en 1978. El PSOE debe seguir siendo el canalizador, alter ego del PP, de las sensibilidades blandas de la izquierda social; el granero, en definitiva, de los votos cautivos del electorado a los que su cuerpo jamás les pedirá votar por las derechas en ninguna de sus advocaciones partidistas.

Técnica y perceptivamente, el culatazo rastrero a Sánchez hace girar a la derecha el péndulo político general. Sobre Podemos recaerán nuevas responsabilidades y presiones: mantener vivo un discurso de izquierdas o procurar un acercamiento hacia el aparato del PSOE conservador que facilite una mayoría contra el PP digerible por el sistema en citas electorales venideras.

O sea, ir refundando un nuevo PSOE con savia fresca o atreverse con un futuro que establezca fundamentos políticos, económicos y sociales contrarios a los intereses de las elites y al sistema ahora vigente.

A día de hoy, el PSOE ya ha rendido plaza a las castas que fraguaron su reconversión histórica en una izquierda nominal y descafeinada. ¿El siguiente eslabón será dinamitar Podemos?

Sin pluralismo informativo

Y un dato crucial que se olvida ante el hedor a sangre que desprenden las batallas y contiendas políticas cotidianas: los medios de comunicación, casi en su totalidad al servicio de conglomerados financieros encadenados al neoliberalismo como ideología y al poder establecido como fin irrenunciable. El panorama es desolador.

RTVE del PP. Canal Sur del PSOE de Susana Díaz. La Sexta haciendo negocio con el nicho presuntamente izquierdista de su audiencia pero decantando los furores reprimidos de sus propietarios a favor del PP-PSOE cuando las circunstancias así lo requieren. Pensemos que los mismos dueños de La Sexta lo son asimismo de La Razón, dos realidades dispares solo de imagen. Las autonómicas dedicadas a ensalzar las figuras de los barones de turno. El Mundo, ABC y La Razón, puro y genuino aroma a derecha tradicional. Y El País, un caso aparte: falso porte y estilo progresista con línea editorial de alabanza y loa a sus propios intereses y los de la elite globalizada. Lejos de su capacidad de influencia, algunos diarios digitales que hacen lo que pueden entre la endogamia y frustración de sus lectores habituales y los recursos escasos de sus patrocinadores.

El pluralismo informativo no existe en España ni es reflejo del arco parlamentario ni de las ideas políticas que sustentan la sociedad tomada en su conjunto. De ese desfase más que evidente se desinforma a conciencia el ciudadano medio. Tal es su alimento político, elaborado con eufemismos ad hoc hacia las tesis de los poderes y grupos hegemónicos. Difícil será encontrar una información ecuánime en los principales mass media en los que no se haya deslizado un insulto o valoración negativa contra Pedro Sánchez. En honor de la lideresa Susana Díaz, miles de besos y parabienes. Por algo será.

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¿EL PSOE ES SOCIALISTA? HOY CUANDO EL CAPITALISMO YA NO PUEDE NI REPARTIR MIGAJAS, CUANDO NO PUEDE PARA MANTENERSE MÁS QUE EL EXPOLIO DE LOS DERECHOS DE LOS TRABAJADORES, ¿DÓNDE ESTÁN O PUEDEN ESTAR EN EL FUTURO LAS CONDICIONES OBJETIVAS PARA A EXISTENCIA DE UNA SOCIALDEMOCRACIA?




LA CRISIS DEL PARTIDO SOCIALISTA

07.10.2016


Para analizar la crisis del Partido Socialista vamos a abordar cuatro cuestiones: las causas de su declive, la inconsistencia del plan de Sánchez, la inexistencia de un proyecto socialista autónomo y la incoherencia e irrealidad de un Gobierno tripartito.

Causas de su declive 
 
Las causas de fondo del debilitamiento del Partido socialista son tres: su apuesta por la estrategia de austeridad y recortes sociales; su escaso compromiso con una profunda democratización y regeneración de la vida pública; su rechazo a la visión plurinacional de España, con la renuncia a la defensa de los derechos legítimos de los distintos pueblos, con una actitud integradora.

En los tres campos han realizado pequeños arreglos cosméticos y retóricos, que no hay persuadido a (casi) nadie de sus buenas intenciones reformadoras. La cuestión es que a la primera gran oportunidad de concretar un plan de Gobierno, su prioridad, compartida por todas las sensibilidades (menos la minoritaria Izquierda socialista y algunos sectores del PSC) fue volcarse en el giro centralista y hacia la derecha de su pacto con Ciudadanos y su sectarismo contra Unidos Podemos y convergencias.

Por tanto, es verdad que existen matices políticos diferentes entre los dos bloques conformados en la presente crisis: el principal, la rotundidad del NO a Rajoy y el PP. Pero, ¿qué incentivos y seguridades podía dar Sánchez con su plan al aparato socialista?. Lo más inmediato para los más creídos y confiando (y ayudando) en la agudización del desgaste y la división de Unidos Podemos era, como decíamos, acercarse a cien diputados y arrancarles el deseado millón y medio de votos de Unidos Podemos y confluencias, dejándoles en cincuenta. Pero tampoco era un resultado seguro. Y todo ello a costa del riesgo de que el PP ampliase su distancia (a costa de Ciudadanos) con el PSOE o que ambas derechas obtuviesen juntas mayoría absoluta. Además de no conseguir el Gobierno deberían asumir la responsabilidad ante todos los poderes fácticos, incluido los europeos, y las capas acomodadas de la llamada ‘ingobernabilidad’.

Incluso ese posible beneficio representativo para el Partido Socialista (con el perjuicio competitivo para el bloque felipista de Susana Díaz de ampliar la legitimidad y la autonomía del equipo de Sánchez) era incierto y no cambiaba los equilibrios de poder institucional, en manos de las derechas. La única posición seria y exitosa, con la movilización interna de la mayoría de la base socialista, deseosa de la alianza con Unidos Podemos y un cambio sustancial, era la afirmación en una reorientación estratégica de la política económica y social, el abordaje de la cuestión catalana y una profunda democratización y regeneración institucional, con puntos intermedios o compartidos con Unidos Podemos y aliados.

Pero es el aspecto de fondo que Sánchez nunca ha dado. Su actitud, sin un amplio acuerdo con las fuerzas del cambio en torno un plan equilibrado y compartido de Gobierno de progreso, no tenía la suficiente consistencia, de proyecto, poder institucional y base social, para detener la ofensiva de los poderes fácticos de dentro y de fuera de su partido. Podía reportar mayor deslegitimación a la vieja y renovada estructura de poder dentro del PSOE, representada por Felipe González y Susana Díaz, y su conexión con el poder establecido, económico, político y mediático. Contribuía a desvelar la posición prepotente y regresiva de la aspirante dirigencia socialista y, como decía, su posición subalterna de la derecha. Todo ello debilita la capacidad de recuperación representativa de la nueva dirección y es factor de crispación interna.

La cuestión ahora es cuál es la entereza del equipo de Sánchez para afrontar el desgarro interno y conformar una corriente fuerte de izquierdas frente a la previsible deriva liberal y autoritaria del Gobierno del PP y disciplinaria o coercitiva de la Comisión gestora. De momento no hay coherencia ni capacidad para hacer frente a esta crisis y abordar la necesidad de una afirmación de izquierdas. La dinámica actual hace depender mucho al PSOE de las posiciones en el aparato institucional y de poder. Y en la medida que su ‘bando’ prefigure la derrota, la aceleración de abandonos va a ir a más, con el desconcierto y la frustración de la mayoría de sus cargos intermedios y afiliados de base y, especialmente, de gran parte de su electorado. Sería deseable que se fortaleciesen esas corrientes de izquierda dentro del PSOE, empezando por la propia Izquierda socialista. No obstante, es difícil que el equipo de Sánchez encabece esa reconstrucción desde fuera del poder interno. Las prácticas autoritarias y el control organizativo del nuevo núcleo dirigente, previsiblemente serán más duros contra los nuevos disidentes, con la marginación de puestos y privilegios. A falta de fuertes convicciones políticas y éticas y arraigo social activo, pueden ser capaces de disuadir de la crítica a muchos cuadros y afiliados bienintencionados. El deslizamiento hacia otras formaciones será lento pero probable.

No hay que olvidar que la campaña de tergiversación orquestada por la dirección del PSOE y su aparato mediático, junto con la dinámica del miedo protagonizada por la derecha y las propias dificultades de la campaña electoral, sí consiguieron dos efectos colaterales: debilitar a una parte del electorado progresista (un millón que fueron a la abstención) en torno a Unidos Podemos y sus aliados; pero al mismo tiempo, debilitar el bloque global progresista y favorecer a la derecha del PP. Es otra consecuencia de su estrategia sectaria.

Así, la diferencia estratégica entre las dos tendencias principales del PSOE, no sería muy grande. Su interés común es debilitar al bloque progresista en torno a Unidos Podemos y neutralizar el proceso de cambio sustantivo en España. Siguen atados al Régimen del 78. El objetivo retórico es fortalecer el proyecto ‘autónomo’ socialista, es decir, volver al bipartidismo con el debilitamiento de la presión social por el cambio y la subordinación de su representación política e institucional. La táctica y la retórica varían un poco. Pedro Sánchez y su equipo, buscaban su reafirmación en la dirección socialista en su rechazado plan de Congreso y primarias, para continuar en una posición interna de ventaja y hegemonizar el próximo periodo, incluida la inminente campaña electoral. La mayoría del Comité Federal lo ha bloqueado y ha nombrado la Comisión gestora, pero ese objetivo compartido junto con las diferencias persisten.

Sin embargo, ambos bandos no tienen una respuesta segura para resolver el problema de fondo de cómo evitar su declive representativo y frenar a Unidos Podemos y aliados. Es más, la alternativa de los barones críticos, con su mayor compromiso con la gobernabilidad de la derecha, su retórica de ser una oposición ‘útil’ y su sectarismo anti-Podemos, no les asegura una recuperación electoral. Puede ser valorado por los poderes fácticos una buena gestión para estabilizar la hegemonía del poder liberal-conservador, con una socialdemocracia subordinada, y frenar la dinámica de cambio en España y su influencia en el conjunto del sur europeo. Pero como “Roma no paga a traidores”, tras agradecerles los poderosos el servicio prestado, continuarán su proceso de desconcierto identitario y estratégico y su declive político y desafección electoral. En ese sentido, el plan de Pedro Sánchez todavía podría reflejar ese interés corporativo de una élite política algo autónoma de la derecha que pretende conservar un pequeño espacio político y electoral, pero sin cuestionar los compromisos de fondo con el poder oligárquico. Es el dilema de la socialdemocracia europea.

No hay solución española progresista de la mano del PSOE. Su núcleo dirigente lo impide. Una parte de su estructura y la mayoría de sus bases sociales deberán participar en ella. Pero la respuesta está en el devenir del movimiento popular y la ciudadanía crítica y el fortalecimiento de Unidos Podemos y las confluencias.

Inconsistencia del plan de Sánchez

La crisis del PSOE deriva de su estrategia equivocada y su correspondiente declive político y electoral, sin consistencia para un giro social de su política socioeconómica y una respuesta regeneradora y democrática, incluyendo el tema territorial. Todo ello necesitaba un acuerdo serio y leal con Unidos Podemos para conformar un Gobierno de progreso y un proyecto compartido de cambio sustantivo. Sánchez, en estos meses, no se ha atrevido, sino todo lo contrario. Los últimos amagos, anunciando diálogo y flexibilidad, ni siquiera han llegado a conversaciones exploratorias consecuentes. Su alusión de gobierno ‘alternativo’ no salía de la ambigüedad programática y la referencia del acuerdo con C’s y una composición de apoyo tripartito, negado por Rivera. La rebelión del poder establecido dentro y fuera del PSOE quiere cerrar cualquier hipótesis de cambio real, aunque Sánchez pueda recuperar su plan como bandera en la pugna interna hasta el Congreso.

Pedro Sánchez y su equipo han venido insistiendo en el NO a la investidura de Mariano Rajoy, líder del PP, como Presidente del Gobierno. Es una posición acertada pero insuficiente. Por una parte, contribuye a deslegitimar al Ejecutivo del PP y sus políticas e impedir el simple continuismo de su estrategia regresiva y autoritaria, más cuando está involucrado en la corrupción política e institucional. Por otra parte, esa actitud no garantiza el desalojo del PP del Gobierno, se queda en una simple retórica y se combina con un rechazo a formar una alternativa progresista, junto con Unidos Podemos.

Así, su oposición a validar el Gobierno de derechas, con el pacto de Partido Popular y Ciudadanos, es frágil e inconsecuente. Dados los poderosos enemigos que tiene, dentro y fuera del Partido Socialista, el simple NO, si no lo refuerza ni lo completa, está condenado a fracasar. ¿Qué sentido tiene su mantenimiento (hasta ahora), con la clara retórica que lo acompaña, al mismo tiempo que evitaba construir una alternativa gubernamental de progreso? La respuesta es sencilla: Legitimar su liderazgo, interno y externo, y recomponer la hegemonía socialista perdida entre las fuerzas progresistas. Su objetivo era doble y estaba combinado: aislar a Unidos Podemos y sus aliados, frenando su consolidación e intentando ensanchar la distancia de su representatividad; volver al bipartidismo (imperfecto) con una completa hegemonía socialista entre las fuerzas de progreso.

Pero esa estrategia del NO era insuficiente para desalojar al PP del poder que es lo principal. Su propuesta de un acuerdo de PSOE con Ciudadanos y Unidos Podemos y convergencias, es también retórica. La experiencia pasada nos dice que su concreción consistía en un acuerdo gubernamental con C’s, con políticas socioeconómicas y territoriales continuistas, similares a las del PP y la derecha europea. A ese plan es al que se invitaba a Podemos y convergencias a sumarse de forma subordinada. Solo garantizaba un recambio de élite gobernante pero con la consolidación del continuismo en materia socioeconómica y territorial y, por tanto, la neutralización de las demandas de cambio de la mayoría de la sociedad española, incluida las de sus propias bases sociales.

Su objetivo no era un Gobierno de progreso y el comienzo de una trasformación socioeconómica, institucional y territorial, aunque fuese moderada, con un reforzamiento de las fuerzas del cambio. Consistía en frenar a Podemos, recomponer la hegemonía socialista desde la añoranza del bipartidismo, sin garantizar un cambio sustantivo de los tres grandes desafíos para abrir un ciclo progresista en beneficio de la mayoría ciudadana: un giro hacia una democracia social y económica, frente a la estrategia austericida y de recortes sociales y en defensa de los intereses y demandas de las mayorías populares; una profunda democratización de las instituciones políticas, con una clara regeneración de la vida pública; un reconocimiento de la realidad plurinacional con una articulación democrática y solidaria de los pueblos del Estado, en un nuevo marco político y constitucional. Estos objetivos se basan en el desarrollo de dos grandes valores o principios: justicia social y democracia.

Inexistencia de un proyecto socialista autónomo 
 
La diferenciación del PSOE con la derecha y los poderes ‘económicos’, a veces áspera, es retórica. Aspira, fundamentalmente, al recambio de élites gubernamentales, la clásica alternancia. Se formula como aspiración a ser un partido ‘ganador’ frente al PP, pero carece de proyecto alternativo. Expresa un interés corporativo, la añoranza del bipartidismo con la neutralización del cambio, con un obscurecimiento del contenido del proyecto y su compromiso con las capas populares. Por tanto, las diferencias internas, programáticas y de objetivos, son relativas. Las discrepancias sustanciales son de liderazgo y grupo de poder como garantía del proyecto ‘ganador’. Pero, ¿en qué sentido y para quién?

La socialdemocracia europea está en la encrucijada, por su giro socioliberal y su subordinación al proyecto liberal-conservador. ¿Cabe una retórica centrista (o de izquierdas) con un plan regresivo, autoritario e insolidario en la construcción europea y en cada país? Hasta ahora, el grueso de la socialdemocracia, consciente de los costes electorales por su corresponsabilidad en la gestión impopular de la crisis sistémica, ha intentado sólo construir un relato justificativo; es la tarea de ‘comunicación’. Su escaso éxito le impone un dilema: acentuar el papel de esa comunicación, incrementando las tareas de tergiversación y manipulación (cosa que ya hacen los partidos de derecha) de sus aparatos mediáticos; o bien, reorientar su política, sus prioridades y sus alianzas para participar en el imprescindible cambio de dinámica global en países significativos como España y el conjunto de la UE.

La opción alternativa es una estrategia contraria: progresiva (en lo social y económico, en los derechos sociales y laborales y las garantías públicas), democrática (en lo político-institucional, territorial y cívico), solidaria (inclusiva e integradora, de los países del sur, los diferentes y los desfavorecidos). El PSOE, sus dos ‘bandos’, siguen sin una reconsideración de su gestión antisocial y sus déficits democráticos desde el comienzo de la crisis socioeconómica e institucional y se mantienen en el continuismo estratégico. Y cuando se ha producido una oportunidad para el cambio institucional, tras el 20-D, su prioridad ha sido reforzar ese continuismo programático y de hegemonía institucional con su pacto con Ciudadanos, en vez de explorar un cambio real y un nuevo equilibrio institucional, aceptando la pluralidad representativa y la casi paridad con Unidos Podemos y confluencias.
Por tanto, de momento, ninguna de las dos partes del PSOE aporta una reorientación de la estrategia y un nuevo relato para avanzar claramente por la senda del cambio.

Mientras tanto, la pugna de las próximas primarias y el Congreso extraordinario puede ser tensa y la profunda brecha existente consolidarse. Sobre ello recae, parece, la tarea de la Comisión gestora. En primer lugar, resolver el ‘interés’ de España, la gobernabilidad del PP, mediante la colaboración socialista, con la retórica diferenciadora de hacer una oposición ‘útil’. Es decir, consenso en los temas de Estado, ampliado a los compromisos europeos, junto con algunas reformas pactadas o forzadas al PP. En segundo lugar, achicar la oposición interna a la nueva mayoría del Comité Federal y controlar todo el proceso de primarias y Congreso. Eso significa definir el objetivo de ‘pacificación’ interna, con los mecanismos de ‘persuasión’ (o coerción) de un aparato de poder y la distribución de posiciones institucionales, en los plazos convenientes (quizá hasta un año) para desactivar al equipo de Sánchez y su apoyo militante.

Su punto débil (y el fuerte de Sánchez) es que, por un lado, es inevitable la corresponsabilidad de la nueva dirección con los fundamentos de una gestión continuista del Gobierno de Rajoy y, por tanto, de deslegitimación por su colaboración en el bloqueo del cambio; y por otro lado, que aunque frenen la dinámica de cambio institucional no van a poder doblegar a Unidos Podemos y aliados ni impedir el ascenso de una nueva oposición social y política que garantice a medio plazo un nuevo equilibrio, más favorable para una transformación sustantiva.

Por tanto, aunque la nueva dirección controle y aplace las primarias y el próximo Congreso del PSOE, de forma inmediata no va a poder cantar victoria sobre la estabilidad interna. El equipo de Sánchez podría volver a ganar. Su dificultad, aparte del bloqueo del poder establecido externo e interno, es que no tiene suficiente disponibilidad y consistencia para imprimir una reorientación estratégica. Ésa es su única posibilidad para fortalecer el apoyo de sus bases sociales, ganar el PSOE, articular la fuerza social y política necesaria para enfrentarse a los poderosos y participar en el cambio institucional.

Hoy por hoy, ambos bandos comparten esa necesidad de continuismo estratégico y, sobre todo, de hegemonía socialista ‘ganadora’, con la subordinación de Unidos Podemos y convergencias y el mantenimiento de un ‘tono’ diferenciador con el PP. Las diferencias son de grado y, especialmente, de quién lidera la recuperación (poco probable) de ese partido socialista ganador.

La realidad es que solo desde el reconocimiento de la paridad representativa con Unidos Podemos y aliados y un proyecto intermedio y compartido, con todo o una parte sustancial del PSOE y sus actuales bases sociales, es posible acumular la suficiente representatividad y legitimidad para dar un vuelco a la inmediata ‘gobernabilidad’ de la derecha. No hay que esperar toda la legislatura. La evidencia de los desastres sociales del continuismo gestor del PP y la hegemonía liberal conservadora en la UE, así como el bloqueo regenerador y democrático, podrán posibilitar el cuestionamiento a su legitimidad y articular los mecanismos institucionales para impedir sus políticas más impopulares, incluso desalojar al PP con una moción de confianza y cambio de Gobierno, (los números siguen posibilitándolo). Es un desafío para las fuerzas reales del cambio y en general para la ciudadanía activa española. Supone la articulación de una nueva dinámica de movilización popular, de ampliación del tejido asociativo y cultural, de participación cívica con un discurso democrático-igualitario y tras un proyecto de cambio sustantivo.

Incoherencia e irrealidad de un Gobierno tripartito

Ahora, tras el 26-J, en el plano institucional existe una situación algo más favorable para las derechas. No solo por el ligero avance del PP cuanto por el decidido aval de Rivera a la investidura de Rajoy y el apoyo al PP, así como, simultáneamente, por su rechazo a apoyar a Sánchez, menor ante la eventualidad de un acuerdo con Unidos Podemos y/o los nacionalistas.

La propuesta de Gobierno alternativo tripartito, que tanto se ha divulgado por el equipo de Sánchez y otros actores, queda en mera hipótesis sin operatividad real. La Comisión gestora lo ha enterrado. Pero conviene darle una vuelta; sigue siendo una posición para algunos y en cualquier momento puede ponerse otra vez de actualidad. En la anterior legislatura todavía tenía algo de credibilidad práctica, rápidamente hundida por la prioridad socialista hacia el acuerdo con la derecha de C’s; ahora que éste manifiesta claramente su compromiso con el PP y sus políticas, queda como simple ejercicio retórico. Su función era doble. Por un lado, reforzar el NO a Rajoy, ofreciendo una salida al bloqueo institucional. Por otro lado, echar la responsabilidad del ‘recambio’ y su fracaso, es decir, mantener la acusación de impedir el desalojo del PP, a ambos partidos emergentes, especialmente a Unidos Podemos y sus aliados. La conclusión es que ambos debían apoyar a Sánchez, sin definir una auténtica política de cambio, que Ciudadanos ya rechazaba la legislatura pasada.

Incluso la hipótesis de un Gobierno socialista con ‘independientes’ de Ciudadanos y Unidos Podemos, tampoco resuelve la encrucijada principal: Qué orientación política va a practicar ese Gobierno en esas tres áreas fundamentales. La dificultad principal no es la de la presencia formal o no de los máximos representantes políticos de cada fuerza. El veto de fondo de todos los poderes fácticos, incluido la troika, es a un giro social y democrático en un país crucial del sur de Europa y su apuesta por la recomposición de la ‘gobernabilidad’ de los poderosos y el sistema bipartidista (imperfecto) con la neutralización de las fuerzas del cambio. No existe un gobierno alternativo si no es de progreso, de cambio real. No es de recibo quedarse solo en el ‘recambio’ de élites, solicitando autonomía completa para el PSOE y que no conlleva automáticamente el compromiso por un proyecto compartido y un cambio sustantivo. El contrato social y democrático se basa en la confianza y la participación ciudadana en los dos aspectos: tipo de proyecto, necesariamente democrático e igualitario, y élite representativa y gestora (el para qué y el quién). Son las dos caras de la misma moneda.
Las posiciones programáticas de Unidos Podemos (y confluencias) con el pacto PSOE-C’s, en materia socioeconómica y territorial, son antagónicas en lo fundamental. Los que apoyan la Comisión gestora actual del PSOE consideran que es imposible el intento y que solo obedece a la conveniencia de Sánchez de mantener su liderazgo interno. El equipo de Sánchez podría haber avanzado una prioridad negociadora con las fuerzas del cambio, lo que le suponía un cambio programático y de articulación de un nuevo equilibrio en sus alianzas. Es lo que temían los poderosos y sus aparatos mediáticos que, simplemente, no podían aceptar ni esa mera hipótesis.

Pero, la actitud de Sánchez y su equipo (incluido personas más avanzadas como O. Elorza, J. Borrell o M. Iceta) no ha llegado nunca a traspasar esa línea roja (que sí lo hace Pérez Tapias de Izquierda socialista). La retórica de un Gobierno alternativo o de izquierdas solo esconde un gobierno socialista, con la mutua neutralización y subordinación de Unidos Podemos (y aliados) y Ciudadanos, con su completa hegemonía representativa y gestora y sin un compromiso de cambio significativo de las políticas socioeconómicas y territoriales, incluso democráticas.

Su propuesta concreta parece que consistía en un Gobierno socialista con participación de independientes afines a Unidos Podemos y Ciudadanos, con un proyecto solo de recambio gubernamental, con un programa continuista ‘renovado’, con pequeñas reformas sociales y de regeneración democrática. Su chantaje a Unidos Podemos, con palabras más amables, era similar al de la pasada legislatura: subordinación, o pretexto para seguir con la campaña de aislamiento.

El eje alternativo debe ser un acuerdo intermedio y compartido entre PSOE y Unidos Podemos (y aliados). El equilibrio no puede darse entre una dirección económica presidida por L. Garicano y J. Sevilla, con algunas concesiones limitadas en el área social, y una leve regeneración democrática, junto con un bloqueo del tema territorial.

Además, al rechazar Ciudadanos esa vía tripartita, solo quedaría la opción de un acuerdo con Unidos Podemos (y aliados), con un giro social a sus políticas económicas y mayor profundización de la democratización institucional, incluido el tema territorial, y la regeneración democrática. Además, debería ser seguido de una negociación con las fuerzas nacionalistas catalanas y vascas, que conllevaría cierta flexibilidad para tratar el tema territorial, cosa a la que el equipo de Sánchez también se oponía.

¿Qué sentido tenía la oferta retórica del PSOE de negociación tripartita con Unidos Podemos y Ciudadanos?. Evidentemente, no la de dar pasos serios y constructivos en ese sentido, sino ganar protagonismo y conformar un pretexto para seguir criticando a Unidos Podemos como supuesto responsable de la continuidad del PP. El objetivo de lo que llaman proyecto socialista autónomo tampoco era avanzar en la difícil formación de un Gobierno alternativo, sino ensanchar la representatividad del PSOE (la ilusión de conseguir 100 diputados) a costa de Unidos Podemos y confluencias (que deberían quedarse en no más de 50). Por tanto, no era una propuesta unitaria y constructiva para cambiar las instituciones y las condiciones de la gente, sino un discurso ventajoso para el plan de Sánchez de entrar en la campaña de las próximas elecciones generales con mayores garantías para su preponderancia frente a Unidos Podemos.

Pero ese plan era de aplicación improbable, sobre todo por la dura oposición de Ciudadanos. Solo cabía la versión de la búsqueda de apoyo de las fuerzas nacionalistas, lo que suponía acordar también seriamente con Unidos Podemos y las confluencias el programa de giro socioeconómico y flexibilidad en la cuestión territorial. Podría ser transitable; es lo que deseaba, por ejemplo, M. Iceta. Pero es dudoso que correspondiese al diseño de Sánchez: disputar, tras las nuevas elecciones generales, la hegemonía del PP, al mismo tiempo que recuperar el bipartidismo y distanciarse respecto de Unidos Podemos y aliados, a los que se les sometería a la presión clásica: PP o PSOE, con el cierre del cambio sustantivo.

Para el grupo de Sánchez el fundamento de esa propuesta tiene, sobre todo, un componente instrumental: cómo evitar su prolongado declive representativo y de poder y, especialmente, cómo reforzar quién gestiona ese debilitado poder institucional (él mismo).

Para el poder establecido, de fuera y de dentro del Partido socialista, ese plan conllevaba cierto riesgo: generar una expectativa de desalojo gubernamental de la derecha, mantener su inestabilidad, generar confianza alternativa en el grupo dirigente. No obstante, no estaba inscrito en una rectificación de la estrategia socialista pasada: por un lado, de giro a la derecha en materia socioeconómica y visión centralista en materia territorial, reafirmados por el pacto con Ciudadanos; por otro lado, de acoso total contra Unidos Podemos y las fuerzas nacionalistas, aun con algún guiño amable.

Por tanto, esa idea de Sánchez no era consistente para abrir un nuevo ciclo de confianza y colaboración entre las fuerzas progresistas para desplazar a las derechas y abrir una dinámica de cambio. Por supuesto, no es comparable con el giro a la izquierda del laborismo británico, con Corbyn; ni siquiera, con la alianza más pragmática (en condiciones más favorables por su mejor correlación de fuerzas y la ausencia de problemática territorial) del Partido socialista portugués con el Bloco y el PCP. Tampoco es debido a ninguna reflexión o reorientación de la estrategia pasada o la encrucijada de la socialdemocracia europea para distanciarse de su consenso con la estrategia injusta e insolidaria del poder liberal conservador. Tiene poco recorrido.

Antonio Antón. Profesor de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid
@antonioantonUAM

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EL CAPITALISMO A PARTIR DE LA CRISIS DE 2007 NO TIENE VIABILIDAD MATERIAL HISTÓRICA POSIBLE



LA SITUACIÓN DE LA CLASE OBRERA CHINA

 

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07.10.2016


Menos obreros y más conflictos

Desde 1990, la importancia en la economía nacional de los asalariados no dejó de achicarse: de representar el 61% del PBI pasaron a ser 53% en 2007.

Desde 2001, los salarios crecieron a un promedio anual de 12%, una suba que se aceleró en los últimos años gracias a una serie creciente de protestas. Solo en 2014, los obreros chinos protagonizaron 1.378 conflictos laborales, según la ONG China Labor Bulletin (CBL). Dos veces más que en 2013 y 56 veces más que en 2007, cuando la Academia de Ciencias Sociales de China reportó unas 23 protestas.

“La crisis financiera que estalló en 2008 se expandió rápidamente y 20 millones de trabajadores perdieron su empleo. Fue un año de huelgas y disturbios relacionados con el cierre de fábricas”, explicó Ellen David Friedman, sindicalista de la Asociación Nacional de la Enseñanza en Vermont (EE. UU.), cofundadora del Partido Progresista de ese Estado y miembro del Comité Político de Labor Notes, quien ha colaborado en la última década con activistas sindicales en Hong Kong y el territorio continental de China.

Esa primera ola fue “defensiva” porque los trabajadores se limitaban a exigir el cumplimiento de la ley a empresas reacias a pagar indemnizaciones y sueldos.

Las huelgas pasaron a ser “ofensivas” a partir de 2010, cuando los obreros comenzaron los reclamos de suba salarial. El caso de los obreros de Honda en Guangdong, que ese año obtuvieron un aumento de 50% luego de detener la producción, fue un modelo para las protestas que desde entonces se replicaron por todo el país, en muchos casos consiguiendo subas porcentuales de dos dígitos.

La huelga comenzó en una fábrica de transmisiones para el automóvil -se trataba de una filial de Honda- en un distrito denominado Nanhai. Los 2.000 huelguistas eran en su mayoría aprendices de la escuela técnica, de 20 a 21 años de edad en promedio. Estaban familiarizados con el uso de internet, de modo que investigaron sobre Honda y descubrieron que era una empresa muy rentable. Vieron que los trabajadores que desempeñaban la misma tarea en Japón cobraban cincuenta veces más que ellos. También descubrieron que el sistema de producción just in time les brindaba una gran oportunidad para paralizar toda la industria automovilística. Se dieron cuenta de que si suspendían la producción en cualquiera de las plantas que fabricaban piezas podían paralizar todas las fábricas de montaje. De modo que cuando bloquearon las fábricas de piezas, al cabo de tres o cuatro días, cesó la producción en cuatro plantas de montaje y cientos de otras fábricas de piezas. Honda dejó de ingresar miles y miles de millones de dólares.

“Esto desencadenó una oleada de huelgas en la industria auxiliar del automóvil. Nadie conoce el número real, pero probablemente afectó a centenares de fábricas. Una demanda “infecciosa” de esas huelgas fue la de la elección directa. Diré también que una de las cosas más alentadoras e importantes que vimos es que en los casos en que los trabajadores pudieron elegir a su propia dirección, esos nuevos delegados se tomaron en serio, en la medida de sus posibilidades, la tarea de representar a quienes los eligieron”, comentó Friedman.

El otro gran pedido en esas protestas es conseguir una protección real por parte del sindicato. Hasta ahora el único autorizado es la Federación Nacional de Sindicatos que dependiente del Partido Comunista, organiza actividades de ocio para los trabajadores, pero nunca se pone de su lado durante las protestas. Si bien ha habido tímidos avances democráticos en algunas empresas, las autoridades se resisten a la libertad gremial por temor a la inestabilidad laboral.

La huelga de 40.000 trabajadores de la fábrica Yue Yuen en la provincia de Guandong (sur de China), el mayor fabricante de calzados deportivos del mundo, propiedad del Grupo Pou Chen, con base en Taiwán y con 200.000 obreros en China, reafirmó la irrupción de una nueva generación obrera, que había tenido su punto de inflexión en 2010, con las protestas de Foxconn y la huelga de Honda. La Yue Yuen suministra a Adidas, Nike, Puma, Crocs, Timberland y muchas otras marcas deportivas.

La huelga arrancó en Dongguan, ciudad en el sureste de China. Se trata de la huelga convocada por el mayor número de trabajadores y trabajadoras en la historia de la República Popular China. Yue Yen no había pagado las cotizaciones para la pensión y para el fondo de adquisición de una vivienda. A esto hay que sumar que un buen número de empleados seguían teniendo contratos a tiempo parcial después de años de trabajo, parte de la política de intensificación del trabajo que elimina las cotizaciones sociales.

La insatisfacción se esparció como un reguero de pólvora después de que un jubilado intentó retirar su jubilación y descubrió que el valor disponible era muy bajo. La empresa había dejado de depositar las cuotas del seguro social de los empleados para compensar parte de la caída de su tasa de ganancia (de 9,5%, cuatro años atrás, a 5,2% en 2013).

Otros factores motivaron una de las mayores huelgas en China, en los últimos años. Los bajos salarios fueron uno de ellos. El salario mínimo para un obrero en la línea de producción es de 1.130 yuanes, mientras un par de zapatillas de la Nike cuesta 1.469 en las tiendas.
Las reivindicaciones, según la ONG China Labor Watch (CLW) con base en los EE. UU., eran:

1. Apertura de la contabilidad con relación al pago del seguro social;

2. Asegurar seguro social a todos, y pago de las cuotas no pagadas anteriormente;

3. Si la Yue Yuen no asegura el pago, debe garantizar el fin del contrato de trabajo con las indemnizaciones previstas en ley;

4. Vivienda y comida gratis a todos que los tuvieran estos beneficios estipulados en el contrato de trabajo.

La Federación Sindical y varios ministerios entraron en acción para poner fin a la huelga. El Departamento de Seguro Social afirmó que el seguro social no pagado era realmente adeudado y la Yue Yuen emitió una declaración, afirmando que pagaría las cuotas atrasadas del seguro social si los obreros pagaban la parte de ellos (¿?), y que a aquéllos que no volviesen al trabajo a tres días del comunicado se les cancelaría el contrato por abandono del trabajo.


Aún así, 15.000 empleados permanecieron en huelga y otros en “huelga interna”. La huelga terminó con la aceptación del acuerdo, a regañadientes, pero se han presentado acciones legales contra la empresa, que se vio obligada a pagar unos 31 millones de dólares a la institución del seguro social y tuvo una pérdida de aproximadamente 58 millones de dólares por la huelga.
Los cambios en la producción china pueden llegar a tener repercusión en la producción mundial. Como señaló Jacques Rancière: “La dominación del capitalismo a nivel global depende de la existencia de un Partido Comunista Chino que proporciona a las empresas capitalistas deslocalizadas mano de obra barata y precios bajos, privando a los trabajadores de su derecho a la autoorganización”.

Debido a las huelgas, el salario medio en China ha subido un 17% por año desde 2009 y hoy es ya cinco veces mayor de lo que era en 2000. La generalización de huelgas de esta dimensión sin precedentes sólo servirá para profundizar la crisis para el capitalismo industrial.

Un informe de 2012 del FMI señalaba que la economía china atravesaba un proceso de reorientación en la inversión interna y en una transición que se aleja del crecimiento inducido por las exportaciones. Si este paso se hace correctamente, se profundizará en la crisis de rentabilidad y acumulación en la “economía real”, al menos en el corto plazo, para el capitalismo internacional.

Una segunda razón es que la represión estatal china se ha atenuado. Aunque se han producido detenciones en Yue Yuen, en los últimos años el estado chino ha estado menos dispuesto a reprimir que en décadas anteriores. Debemos entender esto como una decisión política calculada con un fin meramente económico.

Aquí está uno de los ejemplos más extremos: en 2009, se produjo un incidente que involucró a los trabajadores del acero en Tonghua Iron & Steel Works en la provincia de Jilin en el norte de China. Después de una reunión masiva dirigida por el ejecutivo de la empresa de acero que iba a hacerse cargo de la planta, los trabajadores se rebelaron y lo golpearon hasta matarlo.

“Chen Guojun, el ejecutivo del acero que fue golpeado mortalmente, había amenazado a 3.000 trabajadores siderúrgicos en Tonghua con despidos que podrían tener lugar dentro de tres días. También había señalado que recortes más grandes de puestos de trabajos probablemente ocurrirían”. (New York Times, 26 de julio de 2009).

¿Qué hizo el gobierno chino sobre esto? “El gobierno de la provincia de Jilin ordenó al Grupo Jianlong China abandonar la compra de la estatal Tonghua Iron & Steel Group.
La instrucción, la cual fue anunciada a través de la red de televisión de Jilin, también ordenó a Jianlong con sede en Beijing a “no tomar parte jamás de ningún plan de reorganización de Tonghua, reportó Bloomberg News”. (New York Times, 27 de julio, 2009).

Ahí quedó. La privatización se detuvo. Ni detenciones, ni procesamientos.

Una tercera y poderosa razón fue que en la huelga de los empleados de Yue Yen, las organizaciones locales en la provincia de Guangdong y Hong Kong, que ha apoyó a los trabajadores en huelga, hicieron un llamamiento a sus aliados internacionales para actuar en el sentido de obligar a Adidas a intervenir y asegurar que las reivindicaciones sean aceptadas. Desde el 23 de Abril las acciones se extendieron por el mundo, de Taiwan a Melbourne, San Francisco, Los Ángeles, Chicago, Milwaukee y Nueva York. El día 25 se realizaron protestas en tiendas de Adidas en Manchester, Oxford y Londres.
 
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