jueves, 21 de julio de 2016

NIZA: TERRORISMO, POLÍTICA Y MENTIRAS (¿SOLAMENTE NOS MIENTEN NUESTROS MÁXIMOS POLÍTICOS CON EL TERRORISMO?



Un análisis de la masacre en la ciudad francesa
¿Cuál es la extraña relación entre el dramático suceso de Niza y la reforma laboral de Holland?

Rebelión
Canarias Semanal
20.07.2016


Algunos precedentes
Históricamente se la conoce como la "Kristallnacht". Su traducción al castellano es "la noche de los Cristales Rotos". Con esta denominación se identifican los sucesos acaecidos en Alemania entre el 9 y el 10 de noviembre de 1938. Durante aquella jornada nocturna, los nazis iniciaron toda una cadena de violentos ataques combinados en contra de los bienes y personas de otros alemanes de etnia judía.

Aquel “pogrom” fue presentado por la prensa de entonces como una reacción espontánea de la población alemana contra los judíos, por el asesinato dos días antes del secretario de la embajada alemana en París, Ernst vom Rath, a manos de un joven alemán de origen judío.

Hoy está ampliamente probado, sin embargo, que aquellos actos de"repudio" antisemita fueron previamente organizados por el ministro de propaganda del Reich, Joseph Goebbels, y ordenados personalmente por el mismo Adolf Hitler.

Setenta y seis años después de aquella trágica noche, en marzo del 2004, en los trenes suburbanos que conducen a la ciudad de Madrid tuvo lugar un bárbaro atentado que acabó con la vida de 193 pasajeros que viajaban en ellos. El ministro del Interior de entonces, Ángel Acebes, dictaminó que la organización responsable de aquella masacre era el grupo armado vasco ETA. El gobierno ultraconservador de José María Aznar, a su vez, dio rápidas instrucciones a su cuerpo diplomático para que la información que proporcionara a los medios de comunicación exteriores tuviera una sola orientación: "la organización responsable del atentado era ETA". Con la atribución premeditada del atentado, el PP pretendía reconducir los resultados de las elecciones que iban a tener lugar tres días después.

Tanto en una como en otra circunstancia la búsqueda y la señalización de hipotéticos "culpables" abrigaba un solo propósito: hacer que la ira de la población coincidiera políticamente con los intereses gubernamentales del momento.

Las dos referencias aludidas no son hechos históricos aislados. Hechos similares se han repetido en infinitas ocasiones, tanto ahora como durante nuestro pasado más inmediato. Esta retorcida forma de proceder es usual entre los grupos que detentan el poder. Su finalidad es instrumentalizar a su favor a la opinión pública. Podría incluso decirse que se trata de una herramienta habitual en la práctica de la gobernanza, tanto en las sociedades de hoy como en las de ayer.

Una cadena de contradicciones y mentiras
Especular sobre este tipo de acontecimientos ha estado siempre rodeado de riesgos. Primero, porque no se cuenta con los datos suficientes para poder encajar las piezas de los rompecabezas que los acompañan. En segundo lugar, porque al tratarse de un intento de manipular los sentimientos colectivos por parte de los aparatos del poder y de sus grupos mediáticos, quienes se atreven a emitir un juicio divergente al discurso oficial corren el peligro de ser fulminantemente descalificados, sin que cuenten nunca con la más mínima posibilidad de réplica en los medios de mayor alcance.

Desde las primeras horas de la noche en la que tuvo lugar el brutal atropello colectivo de centenares de ciudadanos que conmemoraban en Niza la fecha del asalto revolucionario a la Prisión de la Bastilla, empezó a estar claro que en el relato oficial transmitido, tanto por los medios de comunicación galos como por los internacionales, había datos que no casaban, que resultaban contradictorios y que no respondían a los patrones de un atentado yihadista clásico. Generalmente, la recogida de testimonios a pie de calle no suele coincidir con las versiones elaboradas en las salas de redacción de los grandes medios, o en los discretos laboratorios de los servicios de inteligencia. Y este caso no fue una excepción.

La información emitida por los organismos oficiales deseaba dejar como muy sentado que se trataba, sin margen para la duda, de un acto más de "la guerra abierta que el Islam ha emprendido contra Occidente".

Para corroborarlo, acompañaron su atribución con datos que luego resultaron ser inciertos:

- que el camión iba cargado de armas;

- que se había producido una toma de rehenes en un importante hotel de Niza;

- que el conductor del camión y un acompañante iban disparando desde el vehículo en contra de los viandantes, testimonio desmentido por un español que presenció personalmente el acribillamiento del camión y de su único conductor;

- que desde diferentes puntos de la ciudad balneario se estaba oyendo múltiples ráfagas de ametralladoras, lo que hizo cundir una pavorosa estampida que puso doblemente en peligro la vida de la gente, etc., etc.

Pero en el transcurso de las jornadas siguientes, aunque el contenido del mensaje para la ciudadanía continuó siendo que se había tratado de un atentadoyihadista, los datos que se empezaron a filtrar a cuenta gotas ya no permitían aceptar la hipótesis, no abandonada hasta el momento que escribimos este articulo, de que dicho atentado fue el resultado de una organizada conspiración del Daesh.

Lo que hoy podemos saber de manera fehaciente es que:

1º) De acuerdo con los testimonios de sus familiares y vecinos, el conductor del camión no respondía al arquetipo de un musulmán. No era de religión musulmana, se emborrachaba con frecuencia, comía carne de cerdo y permanecía frecuentemente bajo los efectos de las drogas que tomaba.

2º) Según manifestó su primo, Mohamed Lahouaiej, Bouhlel no iba nunca a la mezquita. Jamás se le pudo ver practicando la oración musulmana y nunca ayunó en el Ramadán.
3) Por el testimonio que han proporcionado sus parientes más cercanos, entre ellos su propio padre, Bouhlel era mentalmente un desequilibrado que había estado en tratamiento. Violento con los que le rodeaban y agresivo con su propia esposa, terminó empujando a ésta a divorciarse de él.

4) Bouhlel, igualmente, tenía una conducta laboral pésima. Había perdido su trabajo por quedarse dormido mientras conducía, provocando una grave colisión con cuatro automóviles que permanecían aparcados. Por esta razón perdió su empleo.

5) Bouhlel era conocido por la policía de Niza. Figuraba en sus ficheros. Sin embargo, no constaba en la lista de los terroristas potenciales o adscrito ideológicamente a los ultraconservadores religiosos del Daesh.

Sin que hoy se pueda entrar todavía en otras estimaciones a causa de la ausencia de datos verosímiles, lo único que sí se puede afirmar rotundamente es que el presidente Holland ha prorrogado el Estado de Excepción en Francia por tres meses más.

No es este un hecho que se pueda considerar "casual", ni que carezca de importancia en el marco de la situación social por la que atraviesa Francia. Para dentro de apenas un mes y medio, los sindicatos y las organizaciones sociales francesas han anunciado que reiniciarán su dura carga en contra de la Reforma laboral que la patronal gala quiere imponer a los asalariados. Se trata de una virulenta confrontación social en la que ambas clases sociales, la burguesía y la clase trabajadora, se están jugando el futuro.

Para desentrañar las claves de lo que ha sucedido tras los dramáticos eventos de Niza quizás sea preciso recordar que, durante meses, el Ejecutivo socialdemócrata francés ha utilizado las leyes de excepción como herramientas legales para paralizar las multitudinarias movilizaciones y confrontaciones sociales generadas por un intenso combate social.

Escóndase lo que se esconda tras la evidente manipulacion informativa del suceso de Niza, la actuación individual de un desequilibrado mental ha venido a coincidir, milimétricamente, con los intereses de la gran patronal francesa y de sus mandatarios en el Ejecutivo de ese país.


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TERRORISMO YIHADISTA Y MANPORREROS DEL PODER



Rebelión
19.07.2016

Cuando un acto terrorista sacude la vida cotidiana en suelo occidental, una pléyade de presuntos expertos en islamismo y el mundo árabe y musulmán emergen de súbito y copan en los medios de comunicación los sillones habituales de los tertulianos de oficio. Son mamporreros del poder, hombres blancos de lustre europeo en su inmensa mayoría, que pseudoanalizan la realidad a base de lugares comunes y opiniones recurrentes que nada añaden a la comprensión de un fenómeno complejo donde inciden factores de naturaleza muy diversa. 

Dándole vueltas a lo mismo, su ejercicio de aparente sabiduría intelectual nos viene a decir tres cosas invariables: Occidente es la verdad absoluta, los terroristas son extremistas y malos intrínsecamente y están llenos de odio visceral y el Islam es una religión basada en la violencia. A esta triada de banalidades suelen agregar que el terrorismo es impredecible e imposible de parar con medidas de seguridad represivas, ya sean de carácter policial o militar.

De ese círculo vicioso no se sale nadie: estamos ante el conocimiento oficialista que presenta la realidad como un maniqueísmo ideológico, social y político inalterable. Una perspectiva crítica que postule un análisis alternativo donde las responsabilidades y culpabilidades respondan a causas estructurales sin maldades o bondades preconstituidas a tal efecto se desecha por principio, siendo sospechosa de connivencia con el enemigo o adversario árabe islamista de corte radical.

De esta manera, nadie puede entender el por qué (mejor en plural) de un ataque terrorista, suicida o no, perpetrado con logística de apoyo o en solitario. Resulta evidente que el terrorismo contemporáneo no se puede combatir desde la mera represión policial. O se atajan sus causas en origen o habrá atentados más tarde o más temprano.

La pregunta que se obvia en cualquier análisis medianamente ponderado e independiente desde Occidente es a quiénes beneficia esa explosión indiscriminada de violencia, que por cierto se cobra más víctimas árabes que de ninguna otra nacionalidad.

Molesta pregunta, por supuesto, pero la única que intenta ir al meollo de la cuestión. Tras una masacre de civiles, ciudadanos anónimos y corrientes de cualquier ciudad, ante la masa de muerte indiferenciada la percepción instantánea es que todos podíamos ser cadáveres de una locura irrefrenable. Se produce, pues, una conexión emocional de miedo pánico con los fallecidos, a la vez que un odio ético casi natural mira a los asesinos para saldar cuentas con ellos. Las autoridades saben de este sentimiento humano irracional; saben también que los problemas sociales, políticos y económicos pasan a un segundo plano, cesando la conflictividad doméstica y produciéndose un efecto mariposa de unión nacional (occidental) y solidaridad consigo mismo y el entorno casero. Surge un nosotros ambivalente, espontáneo, defensivo y acrítico que permite al establishment seguir implementando de tapadillo sus políticas neoliberales de recortes salvajes y de derechos sociales y civiles. Contra el enemigo todo vale, todo está permitido en un estado psicológico de guerra. Esto por lo que respecta a Occidente.

En el mundo árabe, los grupos terroristas, avalados a escondidas por las dictaduras de facto de Arabia Saudí y los países más opulentos del Golfo Pérsico, fortalecen por contraste los intereses de las multinacionales y de las elites y castas autóctonas en el poder. En tal escenario, las posturas laicas y democráticas son anuladas por ambas facciones.

A nadie escapa, que el mantenimiento permanente del conflicto en Palestina y las hordas armadas por la CIA, Riad y Occidente son piezas móviles que permiten el saqueo del petróleo y otras riquezas y la imposibilidad de un desarrollo democrático de los países árabes. Son guerras que se atizan constantemente para que el statu quo favorable a los intereses neoliberales corporativos no sufra cambios significativos en detrimento de la primacía capitalista occidental.

Desde la aparición de los taliban en la Afganistán procomunista, pasando por Bin Laden y su Al Qaeda hasta llegar a ISIS, todos los grupúsculos de terror sin excepción han sido inspirados por el salafismo saudí y Washington mediante pertrechos ideológicos y recursos financieros bajo cuerda: una veces luchaban contra el fantasma marxista y otras, en bandazos inauditos, mordían la mano de sus protectores iniciales. Así es el juego de la geoestrategia, terrorismo estatal contra terrorismo yihadista, anverso y reverso de la misma moneda.

A ello debemos agregar los bombardeos selectivos o a gran escala contra en Irak, en varias ocasiones, y Siria, creando monstruos en las figuras de Sadam Hussein y Bashar al-Ásad, iconos políticos de moral no diferente al resto de mandatarios árabes. Ha sucedido que se han mostrado díscolos o autónomos frente a los designios de la Casa Blanca y Bruselas: ese ha sido su verdadero crimen.

Hablando de crímenes. Nadie se acuerda y todos dan por bueno que para detener el terrorismo vale lo que sea aunque salten por los aires los mínimos corsés del derecho internacional: bombardeos masivos de población civil y cárceles donde las sevicias inconfesables y torturas inhumanas campan a sus anchas: Guantánamo, Abu Ghraib…
Reducir el terrorismo a una locura inhumana de un grupo de chalados que se dejan manejar por mentes oscuras de inspiración religiosa es un análisis de escasa entidad política e intelectual. Pura propaganda del sistema de la globalización. El fenómeno de violencia indiscriminada obedece a causas estructurales y la mayor responsabilidad recae en los centros de poder occidentales y en le régimen-mundo neoliberal.

El terrorista ejecutor es también una víctima del sistema que opera como chivo expiatorio de un colectivo falso denominado “nosotros los blancos occidentales”. Ahora, nueva ocurrencia del ministro francés de interior Bernard Cazeneuve, se saca de la chistera un perfil de terrorista hasta ahora desconocido, el terrorista exprés que solo precisa de algunas horas para pasar de ser anónimo de la precariedad vital a agente de la maldad islámica. Así se ha catalogado al autor del atentado en Niza, un francés de origen tunecino, no fanático de la religión y drogadicto en sus horas bajas de melancolía existencial.

La enésima lectura de las causas del terrorismo nos dice subrepticiamente que cualquiera puede transformarse en un vil malhechor y asesino de masas en cuestión de minutos. Por tanto, dedúzcase que todos los refugiados e inmigrantes son sospechosos por el mero hecho de ser de las afueras de la sacrosanta democracia capitalista y occidental potenciales terroristas de la noche a la mañana.

Otra categoría de estudio para los análisis pedestres de los mamporreros expertos en terrorismo internacional. El círculo vicioso de estupideces es inagotable. La próxima masacre, que ya anuncian los agoreros del pesebre intelectual, traerá más perfiles y categorías de estudio para justificar su presencia como expertos en tertulias y foros de opinión. Y la vida continuará igual: la gente corriente muriendo en los campos de batalla árabes y en las calles concurridas de las urbes, cualquier ciudad, del mundo occidental.

Mientras tanto, subirán los márgenes de beneficio de las internacionales, cundirá el miedo por doquier y se incrementará la xenofobia y, como corolario de rebajas, se producirán más recortes en derechos laborales, sociales y civiles. Y la ultraderecha y el fascismo, haciendo adeptos de la confusión generalizada y el caos geopolítico. Por otra parte, Israel y Arabia Saudí persistirán en su empeño de ser diques de contención a salidas democráticas y populares.

Cuidado con los mamporreros del poder: siguen directrices de la verdad absoluta occidental. Solo son expertos en difundir lo que las elites desean. Nada más. Sus pomposos títulos son meros adornos para dar realce académico a sus sandias opiniones y sus recurrentes perspectivas de saldo. No son nada más que lo que son, pero parecen filósofos de gran altura. Su cuidada retórica y uso de palabras largas y raras no es más que recurso técnico para dar brillo a sus mendaces proclamas. Si somos críticos y ponemos la duda a trabajar, son fáciles de detectar.

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