miércoles, 30 de noviembre de 2022

 

Las frases de Wilde son célebres, aunque vistas desde hoy muchas (básicamente no recogidas aquí) reflejan una vanidad sin límites y una visión de la mujer como ser netamente inferior al hombre. Murió el 30 de noviembre del 1900, en París, a los 66 años.


Frases célebres

Oscar Wilde

El Viejo Topo

30 noviembre, 2022 

 


Ningún gran artista ve las cosas como son en realidad; si lo hiciera, dejaría de ser artista.


La tragedia de la vejez no es que uno sea viejo, sino que uno es joven.


Mejor ser un cohete caído que no haber resplandecido nunca.


Es curioso este juego del matrimonio. La mujer tiene siempre las mejores cartas y siempre pierde la partida.


Discúlpeme, no le había reconocido: he cambiado mucho.


Vivir es lo más raro de este mundo, pues la mayor parte de los hombres no hacemos otra cosa que existir.


La diferencia entre literatura y periodismo es que el periodismo es ilegible y la literatura no es leída.


Ser natural es la más difícil de las poses.


Nada se parece tanto a la ingenuidad como el atrevimiento.


Detesto la vulgaridad del realismo en la literatura. Al que es capaz de llamarle pala a una pala, deberían obligarle a usar una. Es lo único para lo que sirve.


Experiencia es el nombre que damos a nuestras equivocaciones.


Para la mayoría de nosotros la verdadera vida es la vida que no llevamos.


Tengo gustos simples. Me satisfago con lo mejor.


En estos tiempos los jóvenes piensan que el dinero lo es todo, algo que comprueban cuando se hacen mayores.


Cuanto más conservadoras son las ideas, más revolucionarios los discursos.


El deber es lo que esperamos que hagan los demás, no lo que hacemos nosotros mismos.


No hay hombre lo bastante rico para comprar su pasado.


Un hombre que no piensa en sí mismo no piensa en nada.


Todos estamos en la cloaca, pero algunos estamos mirando a las estrellas.


¡Ah, la felicidad depende de cosas tan pequeñas…!


Después no queda nada, excepto el recuerdo de un placer o la voluptuosidad de un remordimiento.

 *++

¡Gracias a la vida! ¡Gracias a la lucha por defenderla!

 



¡Gracias a la vida! ¡Gracias a la lucha por defenderla!

 

Por Narciso Isa Conde

 KAOSENLARED

29 de noviembre de 2022 

(Palabras de Narciso Isa Conde en el Encuentro de sus 80 años de vida y 20 de lucha)

“No es que estemos condenados a luchar, sino que luchamos porque queremos vivir”. La frase no es mía, sino de uno de mis maestros, Iñaki Gil de San Vicente, pero he decidido asumirla  como propia. No es para menos.

A este encuentro solidario asisto con esa convicción y con la frente en alto, decidido como siempre a  vencer desde la alegría que brota de nuestros ideales redentores, el dolor  del recuerdo de  los héroes y heroínas de la Patria y de nuestros seres queridos ya fallecidos; muy presente en los predios de esta UASD,  fragua de una camada de luchadores y luchadoras de alto calibre.

Decidido  no solo a recordarlos, sino a darle continuidad a su ejemplo de  dignidad y decoro, y a su voluntad de hacer revolución.

De entrada opto por darle   un  cálido e intenso abrazo a nuestras autoridades universitarias y a todos y a todos los/as presentes. Un abrazote colectivo, fuera de todo protocolo…

Hoy 28 de noviembre -como ya es conocido- cumplo 80 años de vida… en salud, rodeado de cariño y amor; 62 de lucha, y aproximándome 60 de amores con Lulú.

Decía Gardel que 20 años no eran nada, pero 80 de vida y algo más de 60 luchando  contra el imperio y sus súbditos, es alguito.

Creo que Gardel no se atrevería a contradecirme.

Ahora bien, al llegar a esta meta respetable, pendientes no pocos años más de combates, doy ¡GRACIAS A LA VIDA!, a pulmón lleno.

¡Gracias a la vida!

Gracias a la madre tierra, a  mi madre y mi padre,  a mi pueblo y a la humanidad.

A Lourdes Mercedes Contreras Pérez (Lulú), mi eterna compañera de lucha y amor, a mis hijos y sus compañeras,  a nuestra dulce nietada, a mi hermano del alma, primos y sobrinos queridos; a mi familia toda,  de la que he recibido a lo largo de estos años torrentes de solidaridad, cariño, amor y buenos augurios.

 

Gracias a mis camaradas y amigos/as, a todas las personas, organizaciones, sociedades y países solidarios  que me protegieron, acogieron o acompañaron  en tiempos muy difíciles.

Gracias a quienes permanecen en esa actitud.

Gracias a mis compañeros/as de estudio de medicina y profesionales de la salud que me brindaron  -y me brindan- sus sabios consejos e invaluables atenciones.

Gracias a los/as intelectuales, comunicadores, religiosos, militares, familias, personas humildes, partidos hermanos (de aquí y del exterior), dirigentes políticos y sociales, que oportunamente me ayudaron a evadir los entramados criminales en diferentes ocasiones.

Gracias, en el presente y de cara al futuro, a quienes mantienen esa disposición y asumen esa generosa actitud.

Gracias a los movimientos sociales y al pueblo digno y trabajador que a cada paso, en cualquier esquina, lugar o espacio de la vida en sociedad, me brindan su cariño y expresan reconocimiento y respeto por las luchas libradas.

Gracias del alma por contribuir tanto a esta feliz, fructífera y satisfactoria existencia, que en estas condiciones me empeño en prolongar hasta el máximo posible.

Gracias por permitirme vencer los riegos y peligros durante 62 años de combate contra todo tipo de injusticias y opresión social y política.

A los 13 años adquirí conciencia antitrujillista. Antes de cumplir los 16 ingresé a la Universidad y  abracé la Revolución Cubana (1959),  y poco después los ideales socialistas.

A los 18 participé en mi primera iniciativa conspirativa-revolucionaria contra la Tiranía (1960), relacionada con el asesinato de las Mirabal y Rufino, seguida de otras más.

A los 20  ingresé a la militancia comunista y de ella no me he separado nunca.

La ruta posterior es conocida: sin pausas ni dobleces, sin arrepentimientos en la trayectoria escogida.

Siempre bien acompañado y rodeado de amor, cariño y solidaridad.

Siempre appelando al marxismo creador; renovando pensamiento y acción, practicando solidaridad sin límites y enriqueciendo sentimientos de amor.

Yo no soy yo. Soy un colectivo: soy Lulú, Asdrúbal, Silvano, Orlando, Amín, Narcisazo y muchos oros y otras.

Estoy marcado por el recuerdo de Minerva, Maria Teresa y Sina Cabral…por Manolo, la Expedición de Junio, Fidel, el Che y la Madre de Gorki.

Soy FRAGUA-UASD, 1J4-MPD-PCD, soy Abril 65,  soy Loma Miranda y numerosos combates por liberación de nuestro pueblo y de la humanidad.

De las enseñanzas de José Martí se deriva que “Patria es Humanidad”.

La tierra donde se nace, se quiere con pasión.

La humanidad que la desborda, Nuestra América y el planeta, se aman y se defiende a cualquier precio.

Soy dominicano de pura cepa y jamás podría separarme de este lindo, alegre y cruelmente pisoteado terruño caribeño; pero asumo también la condición de ciudadano del mundo.

Soy un producto de una época y de un entorno familiar político y social maravilloso, que me ha catapultado a la lucha por el supremo ideal de una sociedad solidaria y un mundo sin fronteras.

Mi mérito es abrazar esos ideales y persistir en ellos sin claudicar y sin convertirlos en dogmas despojados de emociones y belleza; y a eso no renunciaré jamás.

Esa es mi fortuna, procurando transferirlas a las nuevas generaciones para ayudar a que se  decidan  -y creo que lo harán- a renovarla, recrearla y enriquecerla, para ponerle fin a este capitalismo putrefacto y decadente, y optar definitivamente por sembrar y cultivar socialismo, aquí y en todo el universo.

¡Gracias a la vida que me ha dado tanto!

Gracias a ustedes por dejarme entrar a sus corazones este día de tanta significación para mí, mi familia y mis camaradas.

Besos y abrazos.

                                      Narciso Isa Conde  (Narso, el Secre)

28 Noviembre 2022, Santo Domingo, RD.

NOTAS BIOGRÁFICAS:

Nació en  San Francisco de Macorís, República Dominicana, el 28 de noviembre de 1942.

Hijo de Aris Isa  Dajer y Mercedes Conde Pausas, hermano de Antonio Isa Conde.

Esposo de Lourdes Contreras, quienes procrearon tres hijos.: Pavel Ernesto, Narciso Rafael y Ricardo, que a su vez  le regalaron el inmenso cariño de sus respectivas parejas, de un nieto y cuatro nietas: Narciso Issac, Isabella, Camila, Mía y Zoe.

Militante comunista, luchador por la libertad, la soberanía y el socialismo desde muy joven hasta el presente.

Fue expulsado en 1964 de la UASD dominada por la ultraderecha golpista, cuando cursaba el quinto año de medicina.

Combatiente incansable, ensayista, comentarista, escritor…

Participó en la lucha contra la tiranía de Trujillo, en la conquista de la Autonomía y el Fuero Universitario, en  los combates por democratización de la UASD y en la confrontación con el régimen golpista del Triunvirato, en su condición de militante de izquierda.

Miembro de la Juventud del 14 de Junio.

Co-Director del periódico Fragua,  activista del Grupo Fragua y dirigente de la Federación de Estudiantes Dominicanos (FED).

Se incorporó desde su inicio a la Revolución de Abril de 1965, participó en la Guerra Patria contra la invasión militar de EEUU y en las duras luchas posteriores de los doce años y diez años de Balaguer y  contra todos los regímenes de derecha.

Fue, apresado, encarcelado, amenazado y perseguido a muerte en múltiples ocasiones. Actuó en la clandestinidad alrededor de 5 años  y dos desde el exilio.

Militó en el Partido Socialista Popular (PSP), luego Partido Comunista Dominicano (PCD), y fue su Secretario General desde 1966 hasta 1995. También aportó a la creación y desarrollo de la Fuerza de la Revolución (FR).

Ha tenido una activa participación internacionalista.

Actualmente es dirigente del Movimiento Caamañista (MC), de la Izquierda Revolucionaria-IR  y del Movimiento Continental Bolivariano (MCB).

Columnista del diario El Nacional y de numerosos diarios digitales  y publicaciones del país y del exterior. Productor del programa televisivo Tiro al Blanco y miembro del Consejo de Redacción del  periódico que lleva ese mismo nombre.

Es autor de un conjunto de libros sobre el proceso dominicano y continental, sobre la globalización neoliberal;  y sobre la crisis del capitalismo, cuestiones teóricas relacionadas con  la alternativa socialista al capitalismo actual y temas de profundo contenido.

Entre ellos se destacan los siguientes títulos:

“Comunismo vs Socialdemocracia”, “Para que Abril Tenga Futuro”, “En el Siglo XXI: Cuál Democracia? Cuál Socialismo?, “Crimen y Poder”,”Los Halcones Atacan”, “Rearmando La Utopia”, “Multi-crisis y Nueva Vanguardia”, “Hacia la Nueva Democracia y el Nuevo Socialismo”, “Actualidad del Tránsito al Socialismo”, “Kiva Maidanik: Humanidad sin límites y Herejia Revolucionaria”, “Revelaciones” y “Secretos y Vivencias: de lucha, vida y amor”

Es autor de los poemarios “Inseparablemente Juntos” y “Versos Heroicos” y co-autor de “Confesiones Amordazadas”, “Más Confesiones Amordazadas“y  “Las Entrañas de un Poder Gansterizado”.

Por su trayectoria de lucha y producción intelectual fue investido como Profesor Honorario de esta Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Autónoma de Santo Domingo.

 *++

martes, 29 de noviembre de 2022

Imprenta de papeles verdes sin respaldo

 

Imprenta de papeles verdes sin respaldo

 

 

INSURGENTE.ORG / 28 noviembre 2022

 


La relación entre la deuda pública y el PIB de los países:

Japón: 263,9%


Grecia: 177,6%


Italia: 147,2%


EE.UU.: 122,1 %


Francia: 111,8%


Gran Bretaña: 87%


India: 83,4%


China: 76,9%


Alemania: 71,1%


Turquía: 37,5%


Rusia: 17,8%

Cualquier economista o persona con sentido común se dará cuenta por qué Occidente está tan desesperado en recuperar su hegemonía que le permite jugar con ecuaciones financieras insostenibles, especulación e imprenta de papeles verdes sin respaldo.

(Fidelista por Siempre)

*++

 

Circuitos de guerra

 

Quien domine la industria del microchip dominará el mundo. Hoy, quien ha tomado la delantera es EEUU, y su “boicot” al desarrollo de esa industria en China un asunto clave en la actual desglobalización. Taiwan es un factor decisivo en esa guerra.


Circuitos de guerra

 

Marco D’Eramo

EL Viejo Topo

29 noviembre, 2022 

 


El 7 de octubre se declaró una guerra mundial. En ese momento ingún medio de noticias informó sobre ella, aunque todos tengamos que sufrir sus efectos. Ese día, el gobierno de Biden lanzó una ofensiva tecnológica contra China (https://publicinspection.federalregister.gov/2022-21658.pdf), imponiendo límites estrictos (https://publicinspection.federalregister.gov/2022-21714.pdf) y amplios controles a la exportación no sólo de circuitos integrados, sino también de sus diseños, las máquinas utilizadas para «escribirlos» en el silicio y las herramientas que estas máquinas producen. A partir de ahora, si una fábrica china necesita alguno de estos componentes para producir bienes –como los teléfonos móviles de Apple o los coches de GM–, otras empresas deberán solicitar una licencia especial para exportarlos.

¿Por qué Estados Unidos ha aplicado estas sanciones? ¿Y por qué son tan severas? Porque, como escribe Chris Miller en su reciente libro Chip War: The Fight for the World’s Most Critical Technology (2022), «la industria de los semiconductores produce cada día más transistores que células hay en el cuerpo humano». Los circuitos integrados («chips») forman parte de todos los productos que consumimos –es decir, de todo lo que fabrica China–, desde coches a teléfonos, lavadoras, tostadoras, televisores y microondas. Por eso, China utiliza más del 70% de los productos semiconductores del mundo, aunque, en contra de la percepción común, sólo produce el 15%. De hecho, esta última cifra es engañosa, ya que China no produce ninguno de los chips más modernos, los que se utilizan en la inteligencia artificial o los sistemas de armamento avanzados. No puede llegar a ninguna parte sin esta tecnología. Rusia lo descubrió cuando, tras ser sometida a un embargo por parte de Occidente por su invasión de Ucrania, se vio obligada a cerrar algunas de sus principales fábricas de automóviles. (La escasez de chips también contribuye a la relativa ineficacia de los misiles rusos: muy pocos de ellos son del tipo «inteligente», dotados de microprocesadores que guían y corrigen su trayectoria). Hoy en día, la producción de microchips es un proceso industrial globalizado, con al menos cuatro importantes «puntos de estrangulamiento», enumerados por Gregory Allen, del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales: «1) diseños de chips de IA (Inteligencia Artificial), 2) software de automatización de diseños electrónicos, 3) equipos de fabricación de semiconductores y 4) componentes de equipos». Según explica, las últimas acciones de la administración Biden explotan simultáneamente el dominio de Estados Unidos en estos cuatro puntos de estrangulamiento. Al hacerlo, estas acciones demuestran un grado sin precedentes de intervención del gobierno de EE.UU. no sólo para preservar el control de los puntos de estrangulamiento, sino también para iniciar una nueva política de EE.UU. de estrangulamiento activo de grandes segmentos de la industria tecnológica china –estrangulamiento con intención de matar.

Miller es algo más sobrio en su análisis: «La lógica», escribe, «está echando arena en el engranaje», aunque también afirma (https://www.wired.com/story/us-chip-sanctions-kneecap-chinas-tech-industry/) que «el nuevo bloqueo de las exportaciones no se parece a nada visto desde la Guerra Fría». Incluso un comentarista tan obsecuente con Estados Unidos como Martin Wolf, del Financial Times, no pudo evitar observar (https://www.ft.com/content/8954a5f8-8f03-4044-8401-f1efefe9791b) que «los controles recientemente anunciados sobre las exportaciones estadounidenses de semiconductores y tecnologías asociadas a China» son «mucho más amenazantes para Pekín que cualquier cosa que haya hecho Donald Trump». El objetivo es claramente frenar el desarrollo económico de China. Es un acto de guerra económica. Uno puede estar de acuerdo con ello. Pero tendrá enormes consecuencias geopolíticas».

“Estrangular con intención de matar” es una caracterización decente de los objetivos de un imperio, el estadounidense, que está seriamente preocupado por la sofisticación tecnológica de los sistemas de armas chinos, desde los misiles hipersónicos hasta la inteligencia artificial. China ha logrado estos avances mediante el uso de tecnología que pertenece o está controlada por Estados Unidos. Durante años, el Pentágono y la Casa Blanca se han irritado cada vez más al ver a su «competidor global» dar saltos gigantescos con herramientas que ellos mismos proporcionaron. La ansiedad por China no fue un mero impulso transitorio de la administración Trump. Tales preocupaciones son compartidas por el gobierno de Biden, que ahora persigue los mismos objetivos que su muy denostado predecesor, pero con mayor vigor.

El anuncio de EE.UU. se produjo pocos días antes de la apertura del Congreso Nacional del Partido Comunista Chino. En cierto sentido, la prohibición de las exportaciones fue la intervención de la Casa Blanca en el proceso, que pretendía cimentar la supremacía política de Xi Jinping. A diferencia de muchas de las sanciones impuestas a Rusia –que, aparte del bloqueo a los microchips, han resultado bastante ineficaces–, estas restricciones tienen muchas probabilidades de éxito, dada la estructura única del mercado de semiconductores y las particularidades del proceso de producción.

La industria de los microchips se distingue por su dispersión geográfica y su concentración financiera. Esto se debe al hecho de que la producción es extremadamente intensiva en capital. Además, su intensidad de capital se acelera con el tiempo, ya que la dinámica de la industria se basa en una mejora continua del «rendimiento»: es decir, de la capacidad de procesar algoritmos cada vez más complejos al tiempo que se reduce el consumo de electricidad. Los primeros circuitos integrados sólidos desarrollados a principios de los años 60 tenían 130 transistores. El procesador original de Intel de 1971 tenía 2.300 transistores. En los años 90, el número de transistores en un solo chip superó el millón. En 2010, un chip contenía 560 millones, y un iPhone de Apple de 2022 tiene 114.000 millones. Como los transistores son cada vez más pequeños, las técnicas para fabricarlos en un semiconductor son cada vez más sofisticadas; el rayo de luz que rastrea los diseños debe ser de una longitud de onda cada vez más corta. Los primeros rayos utilizados eran de luz visible (de 700 a 400 milmillonésimas de metro, nanómetros, nm). Con el paso de los años se redujo a 190 nm, luego a 130 nm, antes de llegar al ultravioleta extremo: sólo 3 nm. A escala, un virión de Covid-19 tiene unas diez veces este tamaño.

Para alcanzar estas dimensiones microscópicas se necesita una tecnología muy compleja y costosa: láseres y dispositivos ópticos de increíble precisión, así como el más puro de los diamantes. Un láser capaz de producir una luz suficientemente estable y enfocada se compone de 457.329 piezas, producidas por decenas de miles de empresas especializadas repartidas por todo el mundo (una sola «impresora» de microchips con estas características vale 100 millones de dólares, y se prevé que el último modelo cueste 300 millones). Esto significa que abrir una fábrica de chips requiere una inversión de unos 20.000 millones de dólares, esencialmente la misma cantidad que se necesitaría para un portaaviones. Esta inversión debe dar sus frutos en muy poco tiempo, porque en pocos años los chips habrán sido superados por un modelo más avanzado, compacto y miniaturizado, que requerirá equipos, arquitectura y procedimientos completamente nuevos. (Hay límites físicos para este proceso; por ahora hemos llegado a capas de apenas unos átomos de grosor, y por eso hay tanta inversión en computación cuántica, en la que el límite físico de la incertidumbre cuántica por debajo de un determinado umbral ya no es una limitación, sino una característica a explotar).

Hoy en día, la mayoría de las empresas de semiconductores no los fabrica, sino que se limitan a diseñar y planificar su arquitectura, de ahí el nombre estándar utilizado para referirse a ellos: «fabless» («sin fabricación», externalizando la producción). Pero estas empresas tampoco son realmente artesanales: por poner sólo tres ejemplos, Qualcomm emplea a 45.000 trabajadores y factura 35.000 millones de dólares, Nvidia emplea a 22.400 con unos ingresos de 27.000 millones y AMD a 15.000 con 16.000 millones. Esto habla de la paradoja en el corazón de nuestra modernidad tecnológica: la miniaturización cada vez más infinitesimal requiere instalaciones cada vez más macroscópicas y titánicas, hasta el punto de que el Pentágono ni siquiera puede permitírselas, a pesar de su presupuesto anual de 700.000 millones de dólares. Al mismo tiempo, requiere un nivel de integración sin precedentes para reunir cientos de miles de componentes diferentes, producidos por diferentes tecnologías, cada una de ellas hiperespecializada.

El impulso hacia la concentración es inexorable. La producción de las máquinas que «imprimen» los microchips de última generación está bajo el monopolio de una sola empresa holandesa, ASM International, mientras que la producción de los propios chips corre a cargo de un número restringido de empresas (que se especializan en un tipo concreto de chip: lógico, DRAM, memoria flash o procesamiento de gráficos). La empresa estadounidense Intel produce casi todos los microprocesadores para ordenadores, mientras que el sector japonés –que tuvo un gran éxito en los años 80 antes de entrar en crisis a finales de los 90– ha sido absorbido por la empresa estadounidense Micron, que mantiene fábricas en todo el sudeste asiático.

Sin embargo, sólo hay dos verdaderos gigantes en la producción de materiales: uno es Samsung, de Corea del Sur, favorecido por Estados Unidos durante los años 90 para contrarrestar el ascenso de Japón, cuya precocidad antes del final de la Guerra Fría se había convertido en una amenaza; el otro es TSMC (Taiwan Semiconductor Manufacturing Company; 51.000 empleados con una facturación de 43.000 millones de dólares, y 16.000 millones de dólares de beneficios), que suministra a todas las empresas estadounidenses «fabless», produciendo el 90% de los chips avanzados del mundo. La red de producción de chips es, por tanto, muy dispar, con fábricas repartidas entre los Países Bajos, Estados Unidos, Taiwán, Corea del Sur, Japón y Malasia (aunque hay que destacar el grupo de empresas con sede en Asia Oriental, como muestra el mapa anterior). También se concentra en un puñado de cuasi monopolios (ASML para la litografía ultravioleta, Intel para los microprocesadores, Nvidia para las GPU, TSMC y Samsung para la producción real), con niveles de inversión monumentales. Esta es la red que hace que las sanciones estadounidenses sean tan efectivas: un monopolio estadounidense sobre los diseños de microchips, elaborados por sus grandes empresas «sin fábrica», a través del cual se puede ejercer una enorme influencia contra las empresas de los estados vasallos que realmente fabrican los materiales.



Estados Unidos puede bloquear eficazmente el progreso tecnológico chino porque ningún país del mundo tiene la competencia o los recursos necesarios para desarrollar estos sofisticados sistemas. Los propios Estados Unidos deben confiar en la infraestructura tecnológica desarrollada en Alemania, Gran Bretaña y otros países. Pero no se trata sólo de una cuestión de tecnología; también son necesarios ingenieros, investigadores y técnicos capacitados. Para China, por tanto, la montaña a escalar es empinada, incluso vertiginosa. Si consigue adquirir un componente, descubrirá que le falta otro, y así sucesivamente. En este sector, la autarquía tecnológica es imposible.

Naturalmente, Pekín ha tratado de prepararse para esta eventualidad, habiendo previsto la llegada de estas restricciones durante algún tiempo, tanto acumulando chips como invirtiendo sumas fantásticas en el desarrollo de la tecnología local de fabricación de chips. Ha hecho algunos progresos en la producción: la empresa china Semiconductor Manufacturing International Corporation (SIMC) produce ahora chips, aunque su tecnología va varias generaciones por detrás de TSMC, Samsung e Intel. Pero, en última instancia, será imposible que China se ponga a la altura de sus competidores. No puede acceder a las máquinas litográficas ni a los ultravioletas extremos que proporciona ASML, que ha bloqueado todas las exportaciones. La impotencia de China ante este ataque queda patente en la total falta de respuesta oficial de los funcionarios de Pekín, que no han anunciado ninguna contramedida ni represalia por las sanciones estadounidenses. La estrategia preferida parece ser el disimulo: seguir trabajando bajo el radar (quizás con un poco de espionaje), en lugar de lanzarse al mar sin flotador.

El problema para el bloqueo estadounidense es que gran parte de las exportaciones de TSMC (más las de Samsung, Intel y ASML) tienen como destino China, cuya industria depende de la isla que quiere anexionar. Los taiwaneses son plenamente conscientes del papel fundamental de la industria de los semiconductores en su seguridad nacional, hasta el punto de que se refieren a ella como su «escudo de silicio». Estados Unidos haría cualquier cosa para no perder el control de la industria, y China no puede permitirse el lujo de destruir sus instalaciones con una invasión. Pero esta línea de razonamiento era mucho más sólida antes del estallido de la actual Guerra Fría entre EEUU y China. De hecho, dos meses antes del anuncio de las sanciones a China en materia de microchips, el gobierno de Biden lanzó una ley sobre chips y ciencia que destinaba 50.000 millones de dólares a la repatriación de al menos una parte del proceso de producción, lo que prácticamente obligaba a Samsung y TSMC a construir nuevos centros de fabricación (y mejorar los antiguos) en suelo estadounidense. Desde entonces, Samsung ha prometido 200.000 millones de dólares para la construcción de once nuevas instalaciones en Texas durante la próxima década, aunque es más probable que el plazo sea de décadas, en plural. Todo esto viene a demostrar que si Estados Unidos está dispuesto a «desglobalizar» (https://newleftreview.org/sidecar/posts/225) parte de su aparato productivo, también es extremadamente difícil desvincular las economías de China y Estados Unidos tras casi cuarenta años de compromiso recíproco. Y será aún más complicado para EE.UU. convencer a sus otros aliados –Japón, Corea del Sur, Europa– de que desvinculen sus economías de la de China, entre otras cosas porque estos Estados han utilizado históricamente esos vínculos comerciales para aflojar el yugo estadounidense.

El caso de libro es el de Alemania: el mayor perdedor en la guerra de Ucrania, un conflicto que ha puesto en tela de juicio todas las decisiones estratégicas tomadas por las élites alemanas en los últimos cincuenta años. Desde el cambio de milenio, Alemania ha basado su fortuna económica –y por tanto política en su relación con China, su principal socio comercial (con un comercio anual de 264.000 millones de dólares). En la actualidad, Alemania sigue reforzando estos lazos bilaterales, a pesar tanto del enfriamiento de las relaciones entre Pekín y Washington como de la guerra en curso en Ucrania, que ha interrumpido la intermediación rusa entre el bloque alemán (https://newleftreview.org/sidecar/posts/271) y China. En junio, el productor químico alemán BASF anunció una inversión de 10.000 millones de dólares en una nueva planta en Zhangjiang, en el sur de China. Olaf Scholz incluso realizó una visita a Pekín a principios de mes, encabezando una delegación de directivos de Volkswagen y BASF. El Canciller vino cargado de regalos, comprometiéndose a aprobar la controvertida inversión de la empresa china Cosco en una terminal para buques portacontenedores en el puerto de Hamburgo. Los Verdes y los Liberales se opusieron a esta medida, pero la Canciller respondió señalando que la participación de Cosco sería de alrededor del 24,9%, sin derecho a veto, y que sólo abarcaría una de las terminales de Hamburgo, algo incomparable con la adquisición total del Pireo por parte de la empresa en 2016. Al final, el ala más atlantista de la coalición alemana se vio obligada a ceder.

En la coyuntura actual, incluso estos gestos mínimos –el viaje de Scholz a Pekín, la inversión china en Hamburgo por valor de menos de 50 millones de dólares– parecen grandes actos de insubordinación, especialmente tras la última ronda de sanciones  estadounidenses. Pero Washington no podía esperar que sus vasallos asiáticos y europeos se tragaran sin más la desglobalización como si la era neoliberal nunca hubiera existido: como si, durante las últimas décadas, no se les hubiera animado, empujado, casi obligado a entrelazar sus economías entre sí, construyendo una red de interdependencia que ahora es sumamente difícil desmantelar.

Por otra parte, cuando estalla la guerra, los vasallos deben decidir de qué lado están. Y esta se perfila como una guerra gigantesca, aunque se libre por millonésimas de milímetro

Fuente: New Left Review.

 *++

José Saramago: Cien años que iluminaron al mundo

 


José Saramago: Cien años que iluminaron al mundo


Luz Marina López Espinoza

KAOS EN LA RED

 29 de noviembre de 2022 / Por 


Más que presenciada, fue una escena vivida por el niño. Cuando su humilde e iletrado abuelo supo que iba a morir, fue a cada uno de los árboles de su pequeño huerto y abrazándolos, llorando se despidió de ellos.

Ya el destino del niño había quedado marcado. La vida había hecho su trabajo, y a él solo le correspondía cuando fuera grande y aprendiera a escribir, contarlo todo. En realidad, variaciones sobre un mismo tema. Y esas fueron veintitrés novelas entre muchos otros escritos. Por eso ya famoso y laureado, decía que si él tuviera escudo de armas, en uno de sus cuartos aparecería un hombre abrazando un árbol. Sí. Porque es verdad; de ahí salió todo.  Tanto genuino mágico realismo en esa real y mágica escena, troquelaron el alma del niño con las virtudes y firmezas del hombre, el intelectual y el escritor que después sería: solidario, meditativo, sensible y sintonizado con lo dramático de la circunstancia humana; la social y la política. Y militante. Sí. Militante comunista que fue la forma que encontró de proyectar esos talentos y convicciones.

Saramago fue una conciencia social de su siglo. Porque su literatura – arte, ¿Quién lo duda? -, fue una constante y severa requisitoria sobre el poder y la democracia, y la impostura de la justicia y la libertad que uno y otra nos prometen. Mejor lo dicen sus famosas sentencias: “No es que sea pesimista. Es que el mundo es pésimo”; “Hay que recuperar, mantener y transmitir la memoria histórica. Porque se empieza por el olvido y se termina en la indiferencia” ; “Las conciencias permanecen en silencio más de lo que deberían”; “El mundo debe ser otro y no esta cosa infame”; “¿Qué clase de mundo es este que puede mandar máquinas a Marte, pero queda impasible ante la masacre de Seres humanos?”

Es acerca de mucho sobre lo que José reflexiona en sus obras. El virtuoso manejo de la metáfora y la ironía lo puso al servicio de denunciar un mundo y una historia que exigen rectificaciones. Ahí están entonces la ceguera de los videntes que por conveniencia no quieren ver, la deshumanización de los que por su posición en la sociedad más compasivos  debían ser, la pérdida de los valores, el gran relato de Portugal desde su posición de imperio al actual ocaso, la larga noche de Oliveira Salazar y cuándo no imposible faltara, la “Revolución de los Claveles”  la más épica y poética de cuantas rebeliones haya habido, en la cual como era forzoso, José estuvo hombro a hombro con el pueblo levantisco . Esto último en su bello libro “Alzado del suelo” que lo proyectó internacionalmente.

Y también, claro, en su obra Saramago se ocupó de una radical defensa y legitimación de la izquierda en todo momento y circunstancia, aun en esta que alcanzó a vivir cuando los corifeos del capitalismo decretaron “el fin de la historia”, y a esos sus militantes declararon “dinosaurios”. Y en esta causa sí que volcó y demostró talento, convicción y recursos literarios. Los cantos de sirena de la democracia liberal y la socialdemocracia, a él menos que a nadie pudieron engañar. “No es malo tener una ilusión. Lo malo es ilusionarse” decía como a propósito. Cuánta razón tenía y se la reconoció la historia contemporánea, cuando detrás de aquellos discursos vinieron las guerras y la furia del capitalismo salvaje. Verdadero “Ensayo sobre la lucidez” eran sus palabras.

Pero en lo estrictamente literario, con innovadores recursos formales, Saramago hizo una escritura que obliga un nuevo lector. La morfología de sus textos rompiendo la gramática convencional, hace que él se tenga que introducir en estos para comprenderlos. Juego tan inteligente y original, que es como hacerlo partícipe de la escritura.

Cien años conmemoramos del nacimiento del Camarada José. El escritor que cautivó y acrecentó las convicciones de jóvenes comunistas de varias generaciones persuadiéndonos de que el camino era correcto. Y hoy que se habla de clases subalternas y del mundo de los nadies, su obra los reivindica diciéndole al poder que en todo caso ellos están ahí. Y que no habrá futuro sin ellos, como tampoco sin unas briznas, ojalá muchas, de amor.

En Twiter @koskita

 

lunes, 28 de noviembre de 2022

El punto de no retorno. [MILITARES USA que estén estacionados en España, al igual que cualesquiera otros no españoles, ¡fuera de España! Las responsabilidades derivadas de este acto tienen que ser y, a título personal, de quienes los hubieran autorizados. Políticos españoles (incluyendo a los del gobierno, Congreso de los diputados, Senado y organismos e instituciones nacionales o internacionales) por consentir y hacer posible las políticas que hayan, estén o vayan a estar en contra de las condiciones de vida de la inmensa mayoría de la población española, ¡fuera del gobierno, del Congreso, del Senado y demás organismos e instituciones nacionales e internacionales!, señalándolos además, con nombre y apellidos, a fin de que no reciban ni un solo voto en las posibles y futuras elecciones por parte de los trabajadores, que somos precisamente los que componemos la inmensa mayoría de la población. A los futuros políticos y representantes reales de la voluntad mayoritaria hay que buscarlos en la gente que haya estado o esté trabajando por mejorar las condiciones de vida de todas las personas, sea en barrios, pueblos, ciudades, empresas o universidad, con la condición explícita y de aplicación a rajatabla, que quedarán sometidos en todo momento, y de forma real y efectiva, a la voluntad de la mayoría social, que son los que los elijen y, en consecuencia, los que deben cesarlos en cualquier momento o, en caso, de volverlos a elegir cuantas veces crean necesario]

 

El punto de no retorno

 

DIARIO OCTUBRE / noviembre 28, 2022

 


El inicio de la intervención militar rusa en Ucrania, que supuso una escalada militar a la que los países occidentales respondieron con una masiva asistencia militar a Kiev y también con masivas sanciones contra Rusia, ha supuesto una rápida recomposición de las posturas políticas y geopolíticas tanto en el continente europeo como en su relación con Estados Unidos. Necesitada de un enemigo lo suficientemente fuerte como para justificar un rearme, la OTAN ha sido una de las principales beneficiadas de esta guerra. El reciente episodio en Polonia, cuando un misil antiaéreo ucraniano impactó en territorio polaco y costó la vida a dos civiles, ha sido ilustrativo, sin embargo, de los límites de la actual postura de la Alianza.

 

El ataque ruso y la escalada militar en Ucrania no solo han justificado medidas que hace unos años eran consideradas controvertidas, como la instalación de escudos antimisiles estadounidenses, evidentemente contra Moscú, en el este de Europa, sino que la Alianza ha adquirido nuevos miembros. Aunque aún por ratificar, la adhesión de Suecia y Finlandia a la OTAN no supone un cambio cualitativo en términos militares, pero sí es un golpe de efecto propagandístico con el que los países occidentales han querido dejar claro a Moscú que no conseguirá los objetivos de su intervención. Tanto la OTAN como Estados Unidos rechazaron el pasado diciembre la negociación política que planteaba Rusia para detener la expansión de la Alianza hacia sus fronteras. La intervención militar rusa no solo no ha logrado detener esa expansión, sino que ha dado nueva vida a una alianza militar obsoleta, que ahora vuelve a militarizar Europa.

El rearme, el aumento de los presupuestos militares en gran parte de los países europeos y la creciente dependencia de Estados Unidos en términos de defensa es solo el aspecto militar de unas consecuencias que, para Europa, van mucho más allá. Hace unos meses, Josep Borrell, advertía que la Unión Europea había basado su prosperidad en el mercado chino, la energía barata rusa y en dejar en manos de Estados Unidos la seguridad del continente. Sin embargo, ni el líder de la diplomacia europea ni el presidente francés, que se ha manifestado en términos similares, han sabido, de momento, presentar alternativa viable alguna a la población a la que representan. Con países tan importantes como Alemania bordeando ya la recesión, la Unión Europea se ha distinguido en estos meses por una postura tan coordinada con Estados Unidos que las políticas de uno y otro lado del Atlántico se han hecho imposibles de distinguir a pesar de las evidentes diferencias entre los intereses de unos y otros países.

En el pasado, aunque partiendo de una misma postura, lograr que Ucrania recuperara su integridad territorial sin las concesiones que exigía Minsk, las posturas de Estados Unidos y la Unión Europea habían estado marcadas por los diferentes matices que exigían los intereses concretos de los dos continentes. La Unión Europea, y fundamentalmente Alemania como principal cliente del sector energético ruso, se había mostrado interesada en lograr un acuerdo de mínimos, siempre según las exigencias de Ucrania, que garantizara la continuación de las relaciones comerciales entre la UE y Moscú. Mantener, aunque fuera de forma artificial y conscientes de que Ucrania no tenía intención alguna de implementar sus puntos, los acuerdos de Minsk eran una parte de esa estrategia de mantener la presión sobre Rusia, pero también la posibilidad de mantener las relaciones económicas.

Ya entonces, tanto durante la presidencia de Trump como la de Biden, la postura de Estados Unidos buscaba una ruptura que garantizara a Washington una posición más favorable en una región, Europa occidental, que considera políticamente prioritaria. Es así como hay que leer la lucha de Washington contra el proyecto de ampliación del Nord Stream. Estados Unidos no solo buscaba destruir un proyecto, el Nord Stream, en busca de una pieza del lucrativo pastel de la venta de energía a la Unión Europea, sino que utilizaba la cuestión ucraniana como herramienta para lograr impedir la existencia de una relación económica estable y mutuamente satisfactoria entre Rusia y la Unión Europea, fundamentalmente entre Moscú y Berlín.

Reticente en el pasado a una ruptura que evidentemente iba a suponer un perjuicio económico para la industria de la Unión Europea y para su ciudadanía, el inicio de la intervención militar rusa ha servido para convencer a Bruselas de que la ruptura que exigía Estados Unidos no era un problema sino una necesidad. En estos nueve meses de guerra rusoucraniana, la Unión Europea ha tratado de prepararse para renunciar voluntariamente a la energía barata rusa en favor de energía “ideológicamente correcta” procedente de Irán, Arabia Saudí, o Azerbaiyán entre otros países, a pesar de su precio mucho más elevado. Hace unas semanas, Emmanuel Macron parecía no haber comprendido nada al quejarse de que los aliados noruegos y estadounidenses estaban aprovechándose de la coyuntura para vender a la Unión Europea su energía a precios de mercado. Estados Unidos no ha escondido su júbilo ante la nueva situación. Nada más iniciarse la intervención militar rusa, Washington ofreció aumentar los flujos de gas natural licuado a la Unión Europea, un objetivo que había tratado, sin éxito, de cumplir durante años y que es uno de los principales motivos de la lucha norteamericana contra el Nord Stream. Horas después del sabotaje de los gasoductos Nord Stream y Nord Stream-2, de los que se acusó sin prueba ni lógica alguna a Rusia, un emocionado Anthony Blinken afirmaba abiertamente que la situación es una gran oportunidad para Estados Unidos.

Durante meses, los representantes de la Unión Europea han transitado el camino a la adaptación al nuevo mundo, uno en el que la competitividad estará minada por la pérdida del privilegio que había sido durante décadas el acceso a la energía rusa barata. Si la guerra fue el principio del fin, las explosiones de los gasoductos que unen Rusia y Alemania por el mar Báltico fueron la representación simbólica de una ruptura que posiblemente no pueda revertirse cuando termine la guerra. Quizá sea aún más representativa la falta de interés por parte de la Unión Europea por investigar el episodio, determinar a los culpables e incluso denunciar la catástrofe ecológica que supusieron las fugas. Dos son las explicaciones más plausibles: los países de la Unión Europea son conscientes de quién está detrás del sabotaje o habían dado ya por perdidos los gasoductos, es decir, habían aceptado final y definitivamente la ruptura de relaciones económicas con Rusia.

Durante meses, buques con cargamentos de fertilizantes rusos, importantes para garantizar las cosechas a nivel mundial, han permanecido o permanecen bloqueados en los puertos europeos. Y las sanciones secundarias, es decir, la amenaza de caer bajo las sanciones estadounidenses en caso de ofrecer servicios a empresas rusas sancionadas, han paralizado incluso los envíos rusos a países que rechazan las sanciones occidentales. Sin embargo, en gran parte gracias a los altos precios de la energía, que han permitido a Moscú vender sus materias primas a través de países como China, India o Turquía, que en ocasiones actúan únicamente como intermediarios, Rusia ha mantenido, o incluso aumentado, su nivel de ingresos.

Frente a otros países, que como China, India o el tercer mundo prácticamente en bloque, rechazan implementar las sanciones unilaterales -y, por lo tanto, ilegales- que impone Estados Unidos, la Unión Europea ha sido en estos meses una de las bases más firmes para su implementación. Las sanciones occidentales no han logrado destruir la economía rusa ni el colapso del rublo, pero sí han conseguido uno de sus principales objetivos: reducir al mínimo las relaciones Rusia-Unión Europea y hacer a los países de Europa occidental menos competitivos y más dependientes de Estados Unidos.

Aunque con meses de retraso, los países de la Unión Europea parecen estar comprendiendo ahora que sus intereses no siempre coinciden con los de Estados Unidos. “Los americanos, nuestros amigos, toman decisiones que tienen un impacto sobre nosotros”, se lamentaba Josep Borrell en un comentario a Político, que esta semana ha afirmado que “nueve meses después de invadir Ucrania, Vladimir Putin está empezando a fragmentar Occidente”. Las quejas europeas se deben a los altos precios de la energía estadounidense, que al contrario que Rusia no ofrece descuentos a sus aliados o países afines, o los beneficios de la industria armamentística. Estados Unidos, mucho más lejos del frente que los países europeos, siempre estuvo cómodo con el uso de Ucrania como herramienta militar contra Rusia y sigue estándolo ahora, al menos en lo que respecta a sus autoridades políticas.

Pero a los beneficios de la industria de la muerte y la realidad de la ley de la oferta y la demanda, que Estados Unidos aplica a rajatabla, se ha sumado ahora la queja europea por una realidad que tampoco es nueva: el proteccionismo estadounidense. En un momento en el que la renuncia a la energía a precios asequibles mina la competitividad de la industria europea, Estados Unidos ha anunciado un plan de subsidios a su industria que la UE considera “un riesgo existencial”, 369.000 millones de dólares a los que la Unión Europea difícilmente va a poder responder. Más unida y sometida políticamente que nunca, la Unión Europea no deja de sorprenderse de que su gran aliado, Estados Unidos, actúe centrándose únicamente en sus intereses económicos. Pasado hace tiempo el punto de no retorno, la Unión Europea se ha condenado a sí misma a continuar por el camino marcado por las normas de Estados Unidos y las sanciones que ella misma ha decidido imponerse.

FUENTE: slavyangrad.es

 *++

RUSIA. Los comunistas se ponen serios con Putin

 

RUSIA. Los comunistas se ponen serios con Putin

 


INSURGENTE.ORG / 27 noviembre 2022

 

Los comunistas rusos (57 diputados, 11 millones de votos en las últimas elecciones) pidieron controles de precios en los alimentos y otros artículos esenciales hoy, advirtiendo que los «aventureros del mercado» estaban detrás de la inflación desenfrenada.

Los precios del pan subieron un 18 por ciento este año, lo que refleja los aumentos de precios desbocados en Europa occidental, pero a diferencia de la UE, que enfrentó problemas de suministro de granos y el aumento de los precios de la energía vinculados a las sanciones a Rusia, no había razón para ello, dijo el líder del Partido Comunista Gennady Zyuganov. dijo.

“La harina es cada vez más barata. No hay aumento en los precios de los combustibles… no hay razón para subir los precios”.

Sin embargo, no solo subieron los precios del pan, sino también de la leche (en un 19 por ciento), las verduras (en un 20 por ciento), los bienes y servicios, mientras que también subieron las tarifas del agua y la calefacción “para no reducir los ingresos de los oligarcas que ya se han apoderado de la mitad de las redes de agua y calefacción”.

Estos aumentos de precios se debieron a nada más que «la codicia de los negocios», que aumentaron los precios junto con los de Europa simplemente porque podían, acusó el partido, señalando un aumento del 50 por ciento en los rusos que viven por debajo del umbral de pobreza en solo un año.

 *++