martes, 1 de septiembre de 2015

LOS POLÍTICOS CORRUPTOS YA HAN HECHO SU AGOSTO, HAN ESTADO DE VACACIONES, MUCHOS DE ELLOS (MARIANO RAJOY, UNO) SE VUELVEN A PRESENTAR EN LAS PRÓXIMAS ELECCIONES.

Corrupción, política y 24-M

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24.06.2015


Los cinco artículos que aquí se ofrecen están vertebrados por la corrupción como necesidad estructural del capitalismo en su conjunto y del Estado español en concreto. Aun así, no siguen un orden lógico en su presentación, no responden a un índice temático que facilite la exposición de una teoría general sobre la corrupción. En realidad, cada artículo que aquí aparece viene a ser una especie de prefacio a otro artículo o ponencia anterior, publicado y a libre disposición en la Red, prefacio en el que se investiga muy brevemente sus relaciones con la corrupción.

Siguiendo el orden cronológico: el primer texto, que también hace de presentación de la serie, está escrito el 15 de abril de 2015 para relacionar siquiera rápidamente la corrupción en general con la crisis socioecológica, tema desarrollado en la ponencia Socialismo ecológico antiimperialista (II). El segundo es del 2 de mayo de 2015 y trata sobre la corrupción sindical, siendo una extensión del artículo 1º de Mayo entre la historia y el futuro. El tercero el del 13 de mayo y analiza la corrupción en el socialismo, a raíz del texto Origen y presente del socialismo. El cuarto es del 4 de junio y pretende hacer una crítica radical de la corrupción, refiriéndose al artículo Principio de radicalidad. Y el quinto es del 19 de junio y reflexiona sobre los efectos de la corrupción en el 24-M, según la ponencia El 24-M y la crisis internacional del nacionalismo español.

1).- La corrupcion como necesidad estructural (15/04/2015)

Una de las razones de ser de El Hurón es el hurgar en esos mundos oscuros a los que no se atreve a llegar la industria político-mediática, así que con este primer artículo abrimos una sección en la que intentaremos argumentar lógica e históricamente qué es la corrupción, cuál es su anclaje y función en el modo de producción capitalista que no sólo en el Estado español.

Como hemos dicho, la industria político-mediática no hurga con radicalidad en la razones materiales, sociales y culturales de la corrupción estructural de la sociedad española, pasividad que intenta camuflar al hacer de la llamada «lucha contra la corrupción» uno de sus apartados más rentables en lo económico. Es sabido que el morbo, la envía y el chismorreo de baja estofa, venden. Rentabilidad económica que puede traslucirse en rentabilidad política, aunque esta resulte ser menor de la esperada. Así lo sugieren la mayoría de análisis de los resultados electorales, al menos en el Estado español.

¿Por qué la lucha contra la corrupción ofrece tan limitado rédito político-electoral a los pocos partidos, grupos y colectivos que la investigan y denuncian? Porque el capitalismo español se ha formado históricamente sin la depuración de la podredumbre medieval realizada a sangre y fuego por una burguesía revolucionaria que, como sus hermana de clase, cortaba cuellos reales, aristocráticos y eclesiásticos, que expropiaba por la fuerza las inmensas propiedades de obispos y duques, que liquidaba el ejército e ilegalizaba la Santa Inquisición y la esclavitud, que desarrollaba un sistema judicial adecuado a los derechos burgueses, que avanzaba por primera vez en una política educativa y científica nunca antes existente, que racionalizaba el sistema de pesos, medidas y monedas, que reglamentaba la poca industria y el incoherente comercio, que…

Ninguna se estas necesarias conquistas democrático-burguesas se lograron de manera revolucionaria, vibrante y radical, como debiera ser para que arraigaran de manera irreversible en el subsuelo material y moral del débil capitalismo español. Algunas de ellas fueron desarrollándose parcial y lentamente no por la valentía burguesa sino por la negociación acobardada con las viejas clases dominantes, o incluso por gobiernos autoritarios y hasta dictaduras militares conscientes de que debían avanzar algo para no retroceder en todo hasta ser expulsados de su poder por los pueblos que malvivían en el Estado.

Iremos analizando la corrupción --las corrupciones-- en esta nueva sección, bien mediante artículos específicos, bien con presentaciones de artículos y textos que en apariencia poco o nada tienen que ver con esta característica histórica del capitalismo desde sus balbuceos, mostrando en esas presentaciones la presencia interna de la corrupción en tales textos.

Por ejemplo, una de las decisiones políticas que multiplicaron exponencialmente la corrupción española fue la Ley del Suelo de 1997 dictada por el PP y «mejorada» en 1998. Liberalizado el suelo no urbanizable el capital se lanzó como una hiena sobre ayuntamientos, diputaciones, gobiernos autonómicos y otras estructuras administrativas, estatales o no, para arramplar con cuanta mayor cantidad de suelo posible. La mayoría de partidos políticos vieron en esas leyes medios de enriquecimiento masivo e instantáneo. Y como la codicia es un valor inherente a la ética burguesa, la corrupción se multiplicó al instante para obtener las máximas ganancias aunque fueran por métodos ilegales. El capital financiero-inmobiliario, el famoso «ladrillazo», se unió a las grandes corporaciones energéticas y del transporte, y a la industria del turismo, para forrarse en esta nueva California del oro, pero ahora del billete de 500 euros. Casi al instante, una masa incontrolable de dinero criminal, del narcocapitalismo y de las mafias, se sumó al festín romano de cemento y droga: fue el famoso «milagro español» de la era Aznar.

No hace falta decir que fue la tierra, la naturaleza aún protegida mal que bien hasta entonces al ser pública y no urbanizable, fue ella la que pagó los costos de la explosión inacabable de corrupciones, banquetes y cacerías orgiásticas de una minoría crápula que se apropió de bienes y recursos naturales, privatizándolos.


Pues bien, el texto que sigue puede servir para dos cosas unidas en la praxis: entender correctamente cómo es la lógica ciega e irracional de la acumulación ampliada del capitalismo que actúa en lo subterráneo de la vida económica y social según nos es presentada por la industria político-mediática; y saber por tanto cómo podemos luchar contra su depredación.

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GRECIA. APRENDER O NO APRENDER. HE AHÍ LA CUESTIÓN, DEFENDER O NO DEFENDER LOS INTERESES DE LA INMENSA MAYORÍA DE LA POBLACIÓN.


TSIPRAS Y EL SÍNDROME TINA: LA

 ALTERNATIVA COMO PROBLEMA 

POLÍTICO ELECTORAL

Manolo Monereo
Sociología Crítica
11.08.2015

Para analizar la Grecia de Syriza sería bueno evitar el lenguaje falsario e intentar, simplemente, decir la verdad. Las derrotas son derrotas y no avances sobre la retaguardia. La condición previa para salir en buenas condiciones de una derrota es encararla con veracidad y afrontarla radicalmente, es decir, ir a sus raíces últimas. El gobierno griego ha sufrido una enorme derrota que va a tener consecuencias graves en Grecia y, más allá, en la periferia sur de la Unión Europea.

Cuando Goliat vence a David siempre hay que condenar al fuerte que se impone y solidarizarse con el débil. Esto obliga a ser cuidadoso en la crítica, a analizar los diversos puntos de vista y, sobre todo, a aprender. Parece claro —Varoufakis ha dado muchos elementos de autocrítica— que la estrategia negociadora ha fallado desde el principio y que no se tenía un análisis realista de lo que es hoy la UE. Tiempo habrá para analizar a fondo los puntos débiles de dicha estrategia. Ahora hay que poner el acento en lo que son las consecuencia inmediatas, no solo para la izquierda griega, de la derrota del gobierno Tsipras.

Como muchos hemos venido diciendo en estos últimos meses, la negociación entre la Troika y el gobierno griego ha sido, desde el principio, centralmente política. Syriza era un mal ejemplo que había que derrotar y convertirlo en una línea de ruptura para los pueblos y para las fuerzas políticas contrarias a la austeridad neoliberal. La lección que se ha pretendido dar es clara: no se puede ir contra las políticas dominantes en la UE y quien se atreva, lo pagará caro; no es de extrañar que el ‘acuerdo’ haya sido el peor de los posibles y que ha podido calificarse de capitulación o entrega sin más a la Troika.

Lo que aparece ahora son las lecciones que debemos de aprender, es una versión burda del síndrome thacheriano TINA (There is not alternative), es decir, no hay alternativa a las políticas neoliberales dominantes, impuestas con puño de hierro por el Estado alemán y asumidas por las clases dirigentes, específicamente, del Sur de Europa. Las próximas elecciones van a tener a TINA en el centro de un chantaje discursivo, que va a ser convertido en una línea de masas para colonizar el sentido común de las gentes: o las políticas neoliberales o la salida del euro, es decir, entre la catástrofe o la crisis autoprovocada; más en concreto, recuperación económica o salida del euro, “corralito”, incluido. En esto estará de acuerdo todo el establishment bipartidista, con el añadido de Ciudadanos; obviamente, con el objetivo de situar a la defensiva a Podemos y a IU.

Muchos de nosotros estamos convencidos, desde hace años, de que la Europa alemana del euro es un instrumento decisivo para propiciar un gigantesco proceso de acumulación por expropiación de los Estados y pueblos europeos, especialmente los del Sur. La UE es hoy un sistema de dominación que organiza y administra los intereses generales de las clases económicamente dominantes, bajo la garantía y la hegemonía del Estado alemán. No basta con afirmaciones de principio, es necesario que las personas, que los trabajadores y trabajadoras hagan su propia experiencia de lucha y de acción, aprendan en lo concreto los límites reales del sistema euro. Estamos hablando de una propuesta política que permita avanzar, aquí y ahora, noviembre y más allá, a las fuerzas democrático-populares y de izquierda, en un contexto de crisis de régimen y ante unas elecciones cruciales.

¿Cómo construir la alternativa, a la vez posible y radical, de ruptura democrática y de transformación social? A mi juicio, en primer lugar, diciendo la verdad sobre la naturaleza de esta UE y no hacerse ninguna ilusión sobre su futuro. La UE es, en muchos sentidos, la anti-Europa, la divide y la convierte en un instrumento subalterno de los intereses geopolíticos norteamericanos.

En segundo lugar, hay que clarificar con precisión la naturaleza del adversario. En esto tampoco nos debemos de engañar: estamos ante un enemigo bifronte que expresa un proyecto común y una alianza entre las clases dirigentes de la UE. El Estado alemán ejerce su hegemonía porque defiende un proyecto en el que están de acuerdo las clases dirigentes de los países del Sur. El bloque en el poder en España, en el que se incorporan partes sustanciales de las burguesías vasca y catalana, está de acuerdo con el modelo productivo y de acumulación que los poderes dominantes y las instituciones europeas han diseñado para nuestro país. Este es el problema central y todo lo demás es secundario.

En tercer lugar, hace falta un programa político, económico y social de transición que defienda la soberanía popular, los derechos sociales y las libertades de nuestro país. Este programa debería expresar una alianza entre pueblos y clases de esa pluralidad que históricamente hemos llamado España. En el centro, la reivindicación de un Proceso Constituyente que dé voz, protagonismo y participación a las mayorías sociales en torno a un Nuevo Proyecto de País.

En cuarto lugar, hay que avanzar en una unidad electoral lo más amplia posible, creando condiciones para que pueblos, clases y grupos sociales puedan estructurarse como sujetos políticos. La Unidad Popular es algo más que una fórmula electoral, es la construcción consciente de (contra-) poderes sociales. Hoy, como ayer, la madurez de una fuerza política está relacionada con su concepción del poder. La característica de esta etapa —Grecia lo pone de manifiesto— es que es posible organizar amplios frentes democrático-populares, pero —es el lado negativo de la cuestión— una vez llegado al gobierno, los poderes reales que éste puede ejercer son limitados.

La tensión entre lo que es necesario y lo que es posible política y electoralmente nos acompañará hasta noviembre. Hacer propuestas políticas teniendo sólo en cuenta lo que dicen las encuestas electorales suele ser un mal método, sobre todo, cuando la crisis llega y las percepciones sociales cambian aceleradamente. El discurso político debe buscar una coherencia entre el proyecto y la propuesta programática. El programa debe de ser percibido como viable, posible y necesario, pero, a la vez, articulado a un nuevo proyecto de país que promueva un imaginario social transformador, creencias e ideas que engarcen razones y pasiones. En definitiva, un discurso por el que merezca la pena comprometerse, luchar y votar. Desde otro punto de vista, propiciar una campaña electoral, por así decirlo, no electoralista donde las personas concretas se sientan parte de una identidad colectiva que crea país y pueblo. Para lo otro, ya están el PP y el PSOE.

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GRECIA. POR EL BIEN DE TODOS Y CONTRA LOS GRANDES CAPITALES QUE NOS CONDENAN A LA MISERIA HAY QUE APRENDER DE LOS GRIEGOS


¿Qué podemos aprender del chantaje al gobierno de Syriza?



Rebelión
eldiario.es
22.08.2015


Muchas personas en Europa recibieron la elección de Alexis Tsipras como primer ministro de Grecia como una noticia esperanzadora. Cuando el presidente de Syriza, después de semanas de agotadoras negociaciones firmó el dictado de recortes, la decepción fue asimismo muy grande. Sería injusto y arrogante señalar a Alexis Tsipras y a Syriza con el dedo acusador de la moral. Mucho mejor sería reflexionar dentro de la izquierda europea bajo qué condiciones es posible en Europa hoy hacer una política democrática y social, es decir, de izquierdas.

Hemos aprendido una cosa: Mientras el supuestamente independiente y apolítico Banco Central Europeo pueda cerrar el grifo del dinero a un gobierno de izquierdas, una política que se oriente hacia principios democráticos y sociales será imposible. El exbanquero de inversión Mario Draghi no es ni independiente ni apolítico. Él trabajaba para Goldman Sachs, en el momento en que ese banco de Wall Street ayudó a Grecia a falsear los balances de su contabilidad. Así fue como se hizo posible la entrada de Grecia en el euro.

En los meses pasados muchos artículos de opinión se han ocupado de la pregunta de si el dracma debería ser introducido de nuevo. No sirve para nada y es una base errónea reducir el debate a esta pregunta. No solo en Grecia, sino en todo el sur de Europa el paro juvenil es insoportable y cada uno de los países que forman parte de la zona euro están siendo desindustrializados. Una Europa en la que la juventud no tiene futuro está en peligro de descomposición y de convertirse en el botín de fuerzas nacionalistas de extrema derecha renovadas.

La vuelta al sistema monetario europeo

La pregunta, por todo ello, no puede ser para nosotros: “¿dracma o euro?”, sino que la izquierda debe decidir, si a pesar del desarrollo social catastrófico se sitúa a favor de una permanencia en el euro, o por el contrario se pronuncia en favor de una reconversión escalonada hacia un sistema monetario europeo más flexible. Yo estoy a favor de una vuelta a un sistema europeo de monedas que tenga en cuenta las experiencias aprendidas con este sistema monetario y que con su construcción beneficie a todos los países que formen parte del mismo.

El sistema monetario europeo funcionó durante muchos años no sin dificultades, pero mejor que la moneda única. A pesar de las tensiones inevitables posibilitó una y otra vez compromisos, que ayudaron a compensar los diferentes desarrollos económicos. Y ello porque los bancos centrales de los países miembros estaban obligados –por desgracia solamente por un corto periodo de tiempo– a estabilizar los cursos de cambio de los socios del sistema monetario europeo. Dentro del euro solamente los trabajadores y pensionistas españoles, griegos o irlandeses cargan el peso de la devaluación interna mediante la bajada de salarios, los recortes de pensiones y las subidas de impuestos.

El sistema monetario europeo requería, y de eso se trata, al contrario que el euro, del progresivo trabajo conjunto de los pueblos de Europa. A través de revaluaciones y devaluaciones regulares se evitó una desnivelación de las economías europeas demasiado fuerte. Bien es verdad que la dominancia del Banco Federal Alemán fue un gran problema, pero uno mucho mas pequeño que la tutela actual de los europeos por la economía alemana y el gobierno de Merkel, Schäuble y Gabriel. Es cuestión de tiempo hasta que, por ejemplo, Italia reconozca un gobierno que no pueda soportar mas la lenta pero firme desindustrialización de su país.

Es necesario descentralizar

En este sentido exite, en especial entre la izquierda alemana, un fallo de pensamiento estructural que se ha vuelto claro y que está virando el debate sobre el futuro de Europa en la dirección equivocada. Cada una de las exigencias sobre una reversión de las competencias de Europa a la esfera nacional son difamadas como nacionalistas u hostiles a Europa. Los conglomerados mediáticos que están defendiendo los intereses de las grandes empresas alemanas y los bancos tocan la música de acompañamiento correspondiente. Y buena parte de la izquierda cae en la trampa.

Que el traspaso de competencias a la esfera internacional abre el camino al neoliberalismo es algo que mostró una de los estilitas de esta ideología, Friedrich August von Hayek, en un artículo de principios de 1976. De ahí que la Europa del mercado libre y del tráfico incontrolado de capitales no será nunca un proyecto de izquierdas.

Desde el momento en que se pone de manifiesto en qué medida la Comisión Europea y el Parlamento Europeo se volvieron muletas ejecutoras del lobby financiero, transferir mas competencias a nivel europeo es equivalente al desmontaje de la democracia y del estado social de derecho. A esta conclusión deberíamos haber llegado antes, y lo digo haciendo autocrítica, pues yo mismo como europeo convencido, defendí durante mucho tiempo la política de transmisión de tareas a nivel europeo.

Y es lamentable que el influyente filósofo alemán Jürgen Habermas y muchos políticos y economistas, que toman parte en esta discusión, sigan aferrándose a ese camino a pesar de que cada año resulta mas evidente que lleva al error y que enfrenta a los pueblos europeos entre sí. El deseo de Thomas Mann de una Alemania europea se ha convertido en lo contrario. Tenemos una Europa alemana.

Democracia y descentralización se requieren mutuamente. Cuanto mayor sea la unión será más opaca, más lejana y menos controlable también. El principio de subsidiariedad es y permanece como la piedra angular de cualquier orden de sociedad democrática. Lo que en el nivel más bajo, a nivel de municpio, es posible regular debe ser regulado ahí, y en el nivel regional o de países, en el nivel de los estados nacionales, a nivel de la UE o de las Naciones Unidas debe funcionar el mismo principio. En el nivel más alto debe transmitirse solamente lo que pueda verdaderamente ser regulado mejor allí.

Ejemplos de transferencias erróneas hay a montones. No necesitamos casinos que funcionen a nivel global, sino cajas de ahorros, que aun puedan ser controladas. Para necesidades financieras mayores bastan largos años de bancos nacionales que sean regulados estrictamente en sus comienzos. No necesitamos gigantes de la energía que actúen en toda Europa con grandes centrales y redes eléctricas, sino centrales municipales que funcionen con energías renovables y con capacidades locales de almacenamiento.

Los bancos nacionales de moneda se vieron bajo una presión tal que se abrieron las puertas a los flujos de capital desregulados y a la especulación mundial. Los bancos de monedas deberían hacer de nuevo, aquello para lo que fueron fundados un día: financiar a los estados.
La transición a un sistema monetario europeo renovado debe llevarse a cabo paso a paso. Para reintroducir el dracma por ejemplo –ello sería un primer paso en dicha dirección– el BCE debería apoyar el curso de dicha moneda. Tal vez el gobierno griego debería haber requerido a Schäuble que concretase su salida definida de Grecia de la Eurozona. Él prometió una reestructuración de las deudas y un apoyo humano, técnico y que favoreciese el crecimiento.

Desarrollar un plan B

Si esta oferta se toma en serio y el apoyo monetario del BCE estuviese garantizado, entonces cualquier escenario terrorífico, de los que los defensores del euro diseñaron en contra de la reintroducción del dracma, sería privado de su base. Grecia tendría entonces, como Dinamarca con la corona, la oportunidad de participar en el mecanismo de cambio de curso monetario. Es sorprendente en qué medida economistas de renombre internacional y expertos en moneda del espectro conservador y liberal defienden la salida de Grecia del sistema del euro.

El valiente ministro de finanzas griego Yanis Varufakis, que lo tenía difícil con sus colegas ministros de finanzas europeos por eso mismo, porque él de hecho comprende algo de economía política, había diseñado un escenario para la introducción del dracma. Él quería tener un plan B para el caso de que Draghi cerrase el grifo del dinero, es decir, hiciese uso de la “opción nuclear” como se le llama en los círculos financieros. Y efectivamente el exbanquero de inversión ha hecho uso de dicha arma. Junto a Schäuble, él es el verdadero chico malo de la Eurozona. Justo después de que el gobierno de Syriza tomase posesión en Atenas, el Banco Central Europeo utilizó los mecanismos de tortura para hacer arrodillarse a Tsipras.

La izquierda europea debe ahora desarrollar un plan B para el caso de que un partido en uno de los miembros europeos se vea en una situación parecida. El código europeo debe ser reconstruido de tal forma que se le quite el poder al Banco Central (que no está legitimado democráticamente) de anular la democracia a golpe de botón. La introducción escalonada de un nuevo sistema monetario europeo allanaría para ello el camino. También la izquierda alemana debe desenmascarar el mantra de Merkel según el cual “si muere el euro, entonces muere Europa”. El euro se ha convertido en un instrumento de dominación económica de la economía alemana y del gobierno alemán en Europa. Una izquierda que quiera una Europa democrática y social, debe cambiar su política europea y escoger nuevos caminos.

Artículo publicado originalmente en la edición de fin de semana de Junge Welt. 

Traducción: Carmela Negrete


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