Solo hace falta ir al
súper para darse cuenta de que el salario no alcanza. Y no solo se ve en el
incesante aumento de precio de los alimentos: todo sube, menos los salarios.
¿Cómo han conseguido que traguemos con esto?
TOPOEXPRESS
El desmoronamiento de los salarios
El Viejo Topo
25 julio,
2025
EL DESMORONAMIENTO DE LOS SALARIOS EN ESPAÑA
Las cifras
suelen tener el vicio de la tozudez y la virtud de la verdad. No engañan. Y las
cifras de nuestro país, de España nos dicen, según el Instituto Nacional
de Estadística, que los salarios reales han disminuido en España desde el año
2002. No es que hayan aumentado poco, es que en el 2023, descontada la
inflación, habían disminuido respecto al 2002. Y si atendemos a diversos
aspectos de la cesta de gasto con la que se calcula el IPC, como vivienda,
educación o transporte, es decir el comprarse o alquilar una casa, el pagar la
carrera de los hijos e hijas y el comprarse un coche, lisa y llanamente se
habían derrumbado.
En el año 2002
el salario medio bruto era de 19.802 euros anuales. En el año 2023 ese salario
era de 28.049 euros. Es decir, se había dado una subida del 41,65 %. En el año
2002 el salario mediano, que divide la gráfica entre salarios más altos y más
bajos, era de 15.829,61 euros anuales nos dice el INE. En el 2023 ese mismo
salario mediano era 23.349 euros, con una subida del 47,5 %. Y el salario más
frecuente, es decir el que cobran mayor porcentaje de españoles, se situaba en
el año 2002 en 12.503 euros brutos anuales, para alcanzar en el 2023 la cifra
15.784,85 euros, con una subida del 25 %. Parecen subidas importantes, ¿verdad?
Sin embargo, si lo comparamos con la inflación llega la verdadera realidad. El
IPC subió entre el año 2002 y el 2023, según el INE, un 56,5 %. Ello indica que
el salario medio ha perdido un 15 % de poder adquisitivo, el mediano un 9 % y
el más común nada más y nada menos que un 30 %. Para entendernos y ponerlo en
perspectiva: el salario mediano debería ser superior en 4.207 euros anuales y
el salario más común en 3.900 euros al año para ser similares a cómo lo eran en
el año 2002, para tener esa capacidad adquisitiva. Para ser más concreto, sería
en 14 pagas mensuales, unos 300 euros más al mes. Se dice pronto, ¿verdad? Como
también se dice pronto que donde más se ha reducido la capacidad de compra de
los salarios es en aquellos más frecuentes, lo que indica a las claras que
nuestro país ha apostado decididamente por “competir” en base a mano de obra
barata, lo más barata y peor pagada posible.
Pero es que el
IPC, para su cálculo, se compone de diversos ítems. Y sí, es cierto, con el
Smartphone y el Whatssap y la wifi, las telecomunicaciones han bajado. Y alguna
ropa también. Sin embargo, la cosa cambia cuando nos fijamos en otros ítems que
componen la llamada cesta de la compra. Así, los alimentos y las bebidas no
alcohólicas han subido un 86 % entre el 2002 y el 2023. Ello indica, con las
cifras vistas, que para poder comprar en el supermercado lo mismo que en el
2002, el salario mediano debería ser casi un 45 % superior y el más frecuente
un 60 %. Para entenderlo gráficamente: el salario mediano debería ser 13.000
euros superior al actual, es decir 900 euros más al mes, y el más frecuente
9.350 euros más al año. No sé ustedes, pero a mí se me queda mal cuerpo cuando
me doy cuenta, con cifras, de la enormidad del timo al que estamos sometidos.
Para comprar o alquilar vivienda las cifras serían, para ser equivalentes a las
del 2002, de un 30 y de un 45 % para el salario medio y más frecuente, lo mismo
aproximadamente para comprar coche y para pagar la carrera de los hijos. Y es
que entre el 2002 y el 2023, el IPC en vivienda ha subido un 68,9 %, en
Transporte un 68,8 % y en Enseñanza un 72,7 %. Para entendernos, y sin ser
exhaustivos con las cifras, para poder acceder a lo mismo que se accedía en el
2002 a aquellos coches y viviendas, un salario medio debería ser superior en
8.400 euros anuales, y un salario más frecuente en 7.000 euros. En definitiva,
en 14 pagas, 600 y 500 euros mensuales más. Y ojo, esto no para mejorar; esto
simplemente para seguir como hace más de 20 años.
La cuestión es,
¿cómo han conseguido que traguemos con esto? Porque la monserga de la
moderación salarial repetida de forma reptiliana por medios de comunicación,
académicos y demás creadores de opinión, no es suficiente.
¿Qué ha pasado?
En primer lugar, como muy bien dice Peter Turchin en su magnífica “Final de
partida. Élites, contraélites y el camino de la desintegración política”,
se rompió el contrato social no escrito, y “los salarios de los trabajadores se
vieron presionados a la baja por diversas fuerzas que modificaron el equilibrio
entre la oferta y la demanda de la mano de obra. La mano de obra se vio
inflada…” En definitiva, se aumentó de forma notable “el ejército de
reserva” del que hablaba Engels para presionar a la baja los salarios. Y es que
está todo inventado. Se abarató además el despido y se inmovilizó a los
sindicatos. Esto último se logró mediante el reparto de dádivas y sinecuras y
convirtiendo a las centrales sindicales en la “cara b” del poder político. Al
mismo tiempo, se impuso la hegemonía del neoliberalismo por medio de la
superestructura, y se difundió el lema de que la codicia era buena, y de que
“uno es dueño de su destino”. Esto último implicaba que si uno estaba en paro o
no llegaba a fin de mes era por culpa suya, por no haber estudiado lo
suficiente, por no haber sido lo bastante espabilado en invertir en
criptomonedas, en comprar casas para especular o en acciones, en definitiva por
no haber hecho las suficientes “dominadas”, como popularizó ese personaje.
Patético, ¿verdad? Como también resulta patético que se admita el aumento
brutal de las plusvalías por parte de los empresarios pero que ello se difumine
con esa ideología de que invertir en bolsa te convierte en un pequeño Bezos.
Las risas de Buffet y de toda la élite de Wall Street deben ser inmensas en sus
reuniones y brindis.
Todo esto
llegó, como bien señala Turchin, con “el declive de las instituciones sociales
que alimentaban la vida social y su cooperación. Entre estas se encuentran la
familia, la Iglesia, el sindicato, las escuelas públicas, las asociaciones de
padres y de vecinos”. Es decir, se fomentó el individualismo extremo. Y triunfó
dicho fomento. A costa claro de un deterioro no sólo económico sino también
psicológico entre los trabajadores. Hoy en España estamos a la cabeza de Europa
en consumo de cocaína y de ansiolíticos. Y no es casualidad. Y en Estados
Unidos, como han demostrado basándose en Case y Deaton diversos autores
como Andrew Oswald, se ha disparado el nivel de “angustia extrema” entre la
clase trabajadora. De ahí que en Estados Unidos esté disminuyendo la esperanza
de vida entre los trabajadores. Se dice pronto, ¿verdad? Pero también se dice
pronto que exactamente lo mismo pasará en breve en España, de hecho está
pasando. La ruptura del contrato social tiene estas consecuencias, una ruptura
que sólo se puede solucionar desde abajo y no desde el apoyo a unas
contraélites que sólo buscan un lugar en el Sol.