sábado, 7 de agosto de 2021

Dos años de sequía ponen en jaque la cuenca más importante del cono sur. El Paraná se queda sin agua. [Ahí lo tienen: que se ha tirado de la cuna el niño chiquitillo de Pablo Iglesias (que es un pinta como ya les he hecho saber en más de una ocasión, que se ha echado al medio ambiente el muy bandido y que le ha quitado el tapón de desagüe al río Paraná, total, que nos estamos quedando sin agua -los arroceros de mi pueblo, Isla Mayor, y otros del bajo Guadalquivir, también, ¿qué cosas, verdad?-) y el primo de Rajoy sin enterarse todavía si mañana lloverá, no lloverá o dejará de llover en Sevilla. Cosas de la ecosimpleza mental que vivimos que pasan. Y lo que es todavía guatipedi mucho malo, maño, que los trabajadores (los trabajadores universitarios también, que de esto no se libra ni Dios, que no es ni trabajador ni universitario, pero bueno, para cuando lo sea, más vale que sobre que no que falte) que nos hemos subido al guindo y no hay forma de desguindarse, es más, cada día que pasa estamos más enguindados y sin desguindamiento no hay peces, majo. Pero alma cándida, ¿qué esperas que los peces se suban gateando al guindo para que tú los cojas desde el sofá? ¿Pero eso cuándo se ha visto, hijo mío? Contra esta chuiquillada del hijo pequeño de Pablo Iglesias que nos está dejando sin agua, y desde el guindo, siempre encima del guindo, nosotros sin dejar el guindo, qu´es mucho gueno, macho, podemos echar mano del ecolatón de pintura verde orgánica (o sea, mierda pura) y, cosa que se menee, ¡zaca!, brochazo y tente tieso o, también, desde banqueta de regular tamaño empezar a dar saltitos para alcanzar el cielo (ya lo advierto, empezar a dar saltitos desde una banqueta de regular tamaño el talegazo contra el suelo es seguro, y en cayendo de cabeza, ¡adiós Madrid que te quedas sin gente!) o, bien, liarnos a dar cabezazos contra el canto de una esquina hasta morir encantados (¿O qué otra cosa esperas más que la muerte por encantamiento si echas a darte cabezazos contra el canto de una esquina?), pero como no empecemos (que no llevamos camino de empezar) a comprender que el deterioro del medioambiente, tres cuartos de ambiente y ambiente entero no parte del “hombre” (para chistes, mejores chistes, por favor) sino de la forma de producción capitalista, y todo lo que me digas aparte de esto, en confianza, me entra por una oreja y me sale por la otra, tal cual, como lo estás leyendo, y por tanto, no hay que sustituir al “hombre” sino al modo de producción capitalista, y conste que lo entiendo, que lo mismo que digo una cosa digo la otra, que yo soy un hombre muy entendible: que como esto de sustituir al capitalismo está escrito en chino, pero no en chino mandarín o mandarán, que estos al fin y al cabo se pueden llegar a entender, sino en chino enrevesado total, pues que normal que no se entienda. Información para la busca, captura y reposición del niño chico de Pablo iglesias a su casa: salió cantando la canción de al Paraná voy con tal de joder la marrana, y cuando fue visto por última vez llevaba pañales contra meos y otras aguas mayores color morado y en una esquinita el dibujo a mano de una supuesta bandera republicana. Cualquier información al respecto será debidamente gratificada por el Maestro armero que de esto sabe un guevo. Fin del mensaje que ya no se puede decir más porque con esto hay que andar con cuatro ojos.]

 

Dos años de sequía ponen en jaque la cuenca más importante del cono sur

El Paraná se queda sin agua 

Por Rodolfo Chisleanschi 

Rebelión

07/08/2021 


Fuentes: Mongabay [Imagen: El Paraná a su paso bajo el Puente de la Amistad, entre Foz de Iguazú (Brasil) y Ciudad del Este (Paraguay). En abril de 2020, la sequía ya dejaba ver sus efectos en toda la cuenca. Foto: O Globo.]

Desde 2019, las aguas de la cuenca del Paraná-Plata viven un ciclo de descenso que ya es el más prolongado de la historia.

Las variaciones climáticas y las actividades humanas -deforestación, actividad agropecuaria, infraestructuras, dragado- explican la situación. Nadie aventura las consecuencias a largo plazo.

No llueve. Y si llueve, lo hace con tanta timidez que no alcanza para compensar una espera que comenzó en junio de 2019 y dos años después se ha convertido en una preocupación mayúscula. La cuenca de los ríos Paraná-Plata padece desde entonces una sequía con efectos que se evidencian a primera vista y consecuencias que nadie se atreve a predecir.

El Paraná, eje central de una cuenca que cubre casi tres millones de kilómetros cuadrados, se encuentra en un estado que asombra a quienes viven a sus orillas y alarma a los científicos. De punta a punta de su trayecto —3940 kilómetros que nacen en las sierras del sureste brasileño y desembocan en la Argentina a las puertas de la ciudad de Buenos Aires, luego de bañar también las tierras de Paraguay—, el nivel de las aguas muestran un descenso pocas veces visto con anterioridad. “En cuanto a los tiempos de duración, es la bajante (el descenso) más importante que se tenga registro”, señala Gustavo D’Alessandro, presidente del Consejo Hídrico Federal argentino. “La de 1944 fue la más marcada, porque se llegó a medir -0,80 metros de altura en el puerto de Barranqueras, en Chaco, pero si la situación se mantiene, en octubre podríamos superarla y llegar a -1,35 metros”, dice D’Alessandro, sin ocultar la cifra que con la sola mención produce escalofríos.

Lancha varada sobre el lecho seco del Paraná Viejo, brazo desprendido que corre paralelo al cauce principal del Paraná en la provincia argentina de Entre Ríos. Foto: Asoc. Argentina de Abogados Ambientalistas.

Dueño de un caudal medio de 16 000 metros cúbicos por segundo en tiempos normales (actualmente no supera los 7000), la dinámica del Paraná posee una variabilidad natural que origina ciclos de sequías e inundaciones que pueden ser anuales pero también abarcar décadas enteras. A grandes rasgos, se considera que la primera mitad del siglo XX fue un período de lluvias escasas, al contrario de lo que ocurrió en la segunda mitad. La gran diferencia es que las condiciones se han modificado de una manera tan radical en los últimos cien años y con ellas, es muy posible que la capacidad de recuperación del río también sea distinta.

Si bien no existe un consenso unánime sobre el origen de la situación actual, los científicos coinciden en alertar que el futuro será sombrío si no se modifican conductas de fondo relacionadas con el tratamiento del río y las tierras de toda la cuenca.

La Niña y las actividades humanas

Juan Burós es ingeniero civil y subgerente del área de Sistemas de Información y Alerta Hidrológico en el Instituto Nacional del Agua (INA). Desde hace 38 años recorre y conoce cada sector del río: “En 1944 la vulnerabilidad era menor, porque alrededor del Paraná vivía mucho menos gente. Desde entonces hasta ahora hubo cambios notorios: hoy la economía argentina depende del Paraná mucho más que hace 78 años. El corrimiento (ampliación) de la frontera agrícola ha sido muy marcado, y este cambio de uso del suelo potencia los extremos de bajantes y crecidas”, explica.

Las causas que están provocando la situación actual es un tema de discusión latente entre la comunidad científica que estudia el fenómeno. “Son muchas cuestiones de distintas magnitudes que se van sumando”, indica Cecilia Reeves, bióloga integrante del área Humedales para la Vida en Taller Ecologista, una organización socioambiental con sede en Rosario, la ciudad de mayor tamaño a orillas del río. “La bajante llega porque hay menos lluvias en toda la cuenca, desde Brasil hasta el Río de la Plata, un fenómeno climatológico derivado del evento La Niña que se declaró en agosto de 2020”, sostiene Reeves, pero agrega: “Los que estudian el cambio climático dicen que esto es parte de ese cambio; otros aseguran que no. Es cierto que el grado creciente de deforestación y los incendios en la Amazonía hacen que la selva transpire menos y no se formen los llamados ‘ríos voladores‘ que originan lluvias, pero tampoco se puede trazar una línea directa de causa-efecto en relación a la bajante”.

Las tablas de medición de altura del puerto de Barranqueras atestiguan el vigor de la bajante. En esa zona, el Paraná ya ha alcanzado niveles por debajo del metro. Foto: Horacio Torres.

Como muestra del disenso, Burós relativiza la trascendencia que pueda tener La Niña, un fenómeno con epicentro en el océano Pacífico que reduce la humedad del aire y, por ende, la cantidad de lluvias en el continente: “Cuando se declaró oficialmente La Niña nosotros ya llevábamos cinco meses de bajante. En nuestra región esos fenómenos pegan si son intensos. Ahora son flojos o tibios y las perspectivas futuras indican neutralidad o una Niña suave. Entiendo que los forzantes (causas) locales tienen aquí más importancia que los globales”, sostiene.

Por eso Gustavo D’Alessandro hace hincapié en las mano del hombre, “que sin duda ha estado empeorando la situación”. El Paraná es desde hace muchos años un cauce multifragmentado por las represas (solo en territorio brasileño hay 20) y la intervención humana a través de obras de infraestructura o el dragado permanente para facilitar el tráfico fluvial. “Para construir el puente Rosario-Victoria hubo que crear terraplenes y modificar el curso del río”, recuerda Cecilia Reeves, “ese tipo de acciones que alteran la tipología del sistema lo dejan más vulnerable ante nuevas actividades. El valle de inundación queda más expuesto y toda su estructura biótica sufre las consecuencias”.

Ya sea que incidan más unas razones que otras, el resultado es una alteración del clima que no solo está provocando el actual descenso en los niveles de la cuenca y ha puesto en estado de alerta a los países implicados —la escasa humedad del suelo aumenta de manera notable el peligro de incendios desde el Mato Grosso y el Pantanal de Brasil y Paraguay hasta el Delta argentino—, sino que augura más complicaciones en el futuro. “La variabilidad climática está muy potenciada respecto a décadas anteriores (…) y lo que cabe esperar son cambios cada vez más bruscos. Tenemos que acostumbrarnos y estar preparados a enfrentar los dos extremos porque nos van a jaquear de manera permanente”, subraya Juan Borús sin dejar lugar a dudas.

La bajante ha dejado al descubierto los gruesos pilares que sostienen el puente Rosario-Victoria. La diferencia de coloración marca dónde llega la línea en épocas normales. Foto: Asoc. Argentina de Abogados Ambientalistas.

Armar posibles escenarios climáticos e hidrológicos es la tarea cotidiana de Inés Camilloni, doctora en Ciencias de la Atmósfera de la Universidad de Buenos Aires. Sus investigaciones le permiten confirmar el diagnóstico sobre la radicalización climática, aunque con un añadido interesante: “Si bien los caudales mínimos tenderán a ser más mínimos y los máximos, más máximos, la estimación indica que la intensidad de las bajantes podría aumentar de un 10 a un 15 por ciento, mientras que la de las crecientes lo haría en solo un 5 por ciento”, puntualiza en su análisis.

Agua, energía y economía en alerta

Guillermo Lanfranco es gerente de comunicación de Aguas Santafesinas, la empresa encargada de potabilizar el líquido que se extrae del Paraná y algunos de sus afluentes, y conoce de primera mano una de las consecuencias más notables que pueden padecer los habitantes de las riberas si este descenso se acentúa en los próximos meses. “Hoy las bombas de succión trabajan forzadas, con mucha presión mecánica para mantener la oferta necesaria, pero si el nivel del río disminuye todavía más es posible que debamos ajustarla. Nunca habíamos vivido una situación así”, dice con claridad en el documental Bajo Río, realizado por la Universidad de Rosario, en el que aprovecha para pedir que la población empiece a moderar el uso para prevenir futuros faltantes.

La luz presenta también sus propios problemas. Si bien en los últimos días de julio los responsables de la central eléctrica de Itaipú, ubicada en el límite de Paraguay y Brasil a pocos kilómetros de la triple frontera con Argentina, garantizaron la provisión de energía pese a que el nivel del embalse se encuentra por debajo de sus límites históricos, nadie puede afirmar que la situación pueda alterarse dentro de unos meses si la primavera no trae las anheladas lluvias. “Las represas de la cuenca alta están funcionando al 35% de su capacidad, y la de Yaciretá (más al sur, entre Paraguay y Argentina), en torno a un 50%. Si no llueve podríamos tener inconvenientes con la provisión de electricidad”, alerta Gustavo D’Alessandro.

La caída en los niveles de la cuenca, por otra parte, ya está perjudicando la economía. El 85 por ciento de las exportaciones argentinas salen en grandes barcos desde los puertos del Paraná Inferior, por donde también se marchan el 73 por ciento de las exportaciones paraguayas y el 20 por ciento de las bolivianas. La Bolsa de Comercio de Rosario estima en 315 millones de dólares las pérdidas generadas por la situación entre marzo y agosto de este año, que se suman a los 240 millones acumulados en 2020. El motivo es que los buques deben reducir la carga en sus bodegas en cantidades que oscilan entre las 6 000 y las 10 000 toneladas para evitar encallarse. Por supuesto, los pescadores artesanales también se cuentan entre las “víctimas”. Las autoridades han impuesto vedas de captura que en algunos sitios ya son totales y complican la subsistencia de las familias que basan sus ingresos en esta actividad.

Las cosas incluso empeoran a medida que se asciende rumbo al norte. “El puerto de Barranqueras está sin operar porque las barcazas no pueden ingresar”, informa D’Alessandro. Por allí llegan los hidrocarburos que abastecen a cuatro provincias del noreste argentino, que ahora deben ser transportados en camiones, lo cual encarece el traslado, disminuye la cantidad y aumenta los tiempos de viaje.

El muelle del puerto de Barranqueras, en Chaco, quedó inutilizado en los últimos días de julio de este año. El agua ya no alcanza ni a mojar sus vigas. Foto: Horacio Torres.

Los peces, la fauna más afectada

Con todo, nada resulta más peligroso que el daño ambiental que ya está produciendo este descenso significativo en la cuenca. La fauna ictícola es la que recibe el impacto directo. “Las especies adaptadas al humedal ven alterado su medio y se ven obligadas a migrar o buscarse la vida de otra manera. Los peces pierden las áreas donde desovan y en otros casos los huevos y alevines (crías de peces) quedan expuestos a depredadores. En el largo plazo, esto reducirá las poblaciones”, resume la bióloga Cecilia Reeves. “Desde 2015 no hay una gran inundación que genere el estímulo y el espacio de cría de peces que después mantenga la población hasta el siguiente ciclo de lluvias. Si el estado actual continúa, el grupo de peces más extraído vivirá una situación crítica”, abunda Andrés Sciara, docente e investigador de la Universidad de Rosario, en el ya citado documental Bajo Río.

El sábalo (Prochilodus lineatus), la tararira (Hoplias malabaricus), el dorado (Salminus brasiliensis), la boga (Leporinus obtusidens) o el pacú(Piaractus mesopotamicus) son esas especies que están en riesgo y a los que en algunos sectores del río se intenta proteger con la veda de su pesca.

Es invierno en Argentina, pero el sol ardiente reflejado en las escasas manchas de agua que sobreviven en el cauce del río Paraná Viejo parece desmentirlo. Foto: Asoc. Argentina de Abogados Ambientalistas.

Si algo falta para acercarse a un escenario de catástrofe que algunos científicos temen que pueda ser irreversible, el Gobierno argentino se plantea aumentar el calado (profundidad que alcanza la parte sumergida de una embarcación) y ensanchar la Hidrovía, el canal navegable del Paraná. El objetivo es facilitar la entrada de buques con mayor capacidad de carga y que puedan hacerlo con doble vía de circulación. El fin último, por supuesto, es aumentar las posibilidades para exportar granos y otras mercancías, lo cual sería además un estímulo para potenciar la expansión de la frontera agropecuaria, tanto en Argentina como en Paraguay, Bolivia y el sur de Brasil.

“Si se concreta, es de sentido común pensar que habrá un impacto directo en la fauna y en los márgenes del río”, razona Juan Borús. “En algún momento el agua volverá”, dice convencida Reeves, “pero la gran pregunta es saber qué haremos mientras tanto con la inversión inmobiliaria, los endicamientos (formación artificial de diques en los cauces de un río) para la explotación agroganadera o el dragado del cauce. Todo esto es muy importante para la recuperación. El valle de inundación es parte del río y si no lo cuidamos habrá problemas. Esta bajante deja muy en evidencia la interdependencia entre las sociedades y los sistemas que habitamos”, agrega.

Algunos caballos aprovechan el descenso del río Negro, afluente del Paraná en la provincia del Chaco, para rumiar los brotes que todavía se mantienen verdes. Foto: Horacio Torres.

Las lluvias que suelen ser de unos 1800 milímetros de agua al año en el área brasileña han disminuido a menos de la mitad. Lo mismo ocurre en las zonas de las provincias argentinas de Misiones y Corrientes acostumbradas a recibir hasta 2400 milímetros. El CEMADEN, Centro de Monitoreo y Alerta de Desastres Naturales de Brasil, dice que no puede anticipar cuándo comenzará ni cómo será la temporada de lluvias que de norte a sur alimentan todo el sistema. Las autoridades se limitan a idear parches para sortear la contingencia sin mirar mucho más allá. No llueve. El agua del bravío Paraná va desapareciendo un poco más cada día y hoy por hoy nadie es capaz de asegurar que volverá a ser lo que era.

Fuente: https://es.mongabay.com/2021/08/parana-el-plata-cuenca-rios-sequia-argentina-brasil-paraguay/

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Federico Engels, por Lenin

 

Federico Engels, por Lenin


DIARIO OCTUBRE / 31.07.2021

 El 5 de agosto de 1895 falleció en Londres Federico Engels. Después de su amigo Carlos Marx (fallecido en 1883), Engels fue el más notable sabio y maestro del proletariado contemporáneo de todo el mundo civilizado. Desde que el destino relacionó a Carlos Marx con Federico Engels, la obra a la que ambos amigos consagraron su vida se convirtió en una obra común. Y así, para comprender lo que Federico Engels ha hecho para el proletariado, es necesario comprender claramente la importancia de la doctrina y actividad de Marx en pro del desarrollo del movimiento obrero contemporáneo.

Marx y Engels fueron los primeros en demostrar que la clase obrera con sus reivindicaciones surge necesariamente del sistema económico actual, que, con la burguesía, crea inevitablemente y organiza al proletariado. Demostraron que la humanidad se verá liberada de las calamidades que la azotan no por los esfuerzos bien intencionados de algunas que otras nobles personalidades, sino por medio de la lucha de clase del proletariado organizado.

Marx y Engels fueron los primeros en dejar sentado en sus obras científicas que el socialismo no es una invención de soñadores, sino la meta final y el resultado inevitable del desarrollo de las fuerzas productivas dentro de la sociedad contemporánea. Toda la historia escrita hasta ahora es la historia de la lucha de clases, la sucesión en el dominio y en las victorias de unas clases sociales sobre otras. Y esto ha de continuar hasta que no desaparezcan las bases de la lucha de clases y del dominio de clase: la propiedad privada y la producción social caótica. Los intereses del proletariado exigen que estas bases sean destruidas, por lo que la lucha de clase consciente de los obreros organizados debe ser dirigida contra ellas. Y toda lucha de clases es una lucha política.

Estos conceptos de Marx y de Engels los ha hecho suyos en nuestros días todo el proletariado en lucha por su emancipación. Pero cuando los dos amigos, en la década de 1840, participaban en la literatura socialista y en los movimientos sociales de aquel tiempo, estos puntos de vista eran completamente nuevos. A la sazón había muchos hombres con talento y otros sin talento, muchos honrados y otros deshonestos, que, en el ardor de la lucha por la libertad política, en la lucha contra la autocracia de los monarcas, de la policía y del clero, no percibían el antagonismo existente entre los intereses de la burguesía y los del proletariado.

Estos hombres ni siquiera admitían la idea de que los obreros actuasen como una fuerza social independiente. Por otra parte, ha habido muchos soñadores, algunas veces geniales, que creían que bastaba tan sólo convencer a los gobernantes y a las clases dominantes de la injusticia del régimen social existente para que resultara fácil implantar en el mundo la paz y el bienestar general.

Soñaban con un socialismo que triunfara sin lucha. Finalmente, casi todos los socialistas de aquella época y, en general, los amigos de la clase obrera no veían en el proletariado más que una llaga y contemplaban con horror cómo, a la par que crecía la industria, crecía también esta llaga. Por eso todos ellos pensaban en el modo de detener el desarrollo de la industria y del proletariado, de parar «el carro de la historia».

Contrariamente al temor general ante el desarrollo del proletariado, Marx y Engels cifraban todas sus esperanzas en el continuo crecimiento numérico de éste. Cuantos más proletarios haya tanto mayor será su fuerza como clase revolucionaria y tanto más próximo y posible será el socialismo. De expresar en pocas palabras los méritos de Marx y Engels ante la clase obrera, podría decirse que enseñaron a la clase obrera a tener conocimiento y conciencia de sí misma y sustituyeron los ensueños por la ciencia.

He aquí por qué el nombre y la vida de Engels deben ser conocidos por todo obrero; he aquí el motivo de que insertemos en nuestra recopilación, que, como todo lo que editamos, tiene por objeto despertar la conciencia de clase de los obreros rusos, un esbozo sobre la vida y la actividad de Federico Engels, uno de los dos grandes maestros del proletariado contemporáneo.
Engels nació en 1820, en la ciudad de Barmen, provincia renana del reino de Prusia. Su padre era fabricante. En 1838, Engels, por motivos familiares, se vio obligado, antes de terminar el liceo, a colocarse como dependiente en una casa de comercio de Bremen. Este trabajo no le impidió ocuparse de su capacitación científica y política. Siendo todavía alumno del liceo, Engels llegó a odiar la autocracia y la arbitrariedad de los funcionarios gubernamentales. El estudio de la filosofía lo llevó aún más lejos. En aquella época, en la filosofía alemana predominaba la doctrina de Hegel, de la que Engels se hizo partidario.

A pesar de que el propio Hegel era admirador del Estado autocrático prusiano, a cuyo servicio se hallaba en calidad de profesor de la Universidad de Berlín, la doctrina de Hegel era revolucionaria. La fe de Hegel en la razón humana y en los derechos de ésta y la tesis fundamental de la filosofía hegeliana, según la cual en el mundo transcurre un proceso constante de cambio y desarrollo, indujeron a los discípulos del profesor berlinés que no querían resignarse a la realidad a la idea de que también la lucha contra la realidad, la lucha contra la injusticia existente y el mal reinante tiene sus raíces en la ley universal del desarrollo perpetuo.
Si todo en el mundo se desarrolla, si unas instituciones sustituyen a otras, ¿por qué han de perdurar eternamente la autocracia del rey prusiano o del zar ruso, el enriquecimiento de una minoría insignificante a expensas de la enorme mayoría, el dominio de la burguesía sobre el pueblo? La filosofía de Hegel hablaba del desarrollo del espíritu y de las ideas: era una filosofía idealista.

Del desarrollo del espíritu deducía el desarrollo de la naturaleza, el del hombre y el de las relaciones entre los hombres, el de las relaciones sociales. Marx y Engels, conservando la idea de Hegel del perpetuo proceso de desarrollo, rechazaron su preconcebida concepción idealista; analizando la vida real, vieron que no es el desarrollo del espíritu lo que explica el desarrollo de la naturaleza, sino, a la inversa, que el espíritu tiene su explicación en la naturaleza, en la materia. Contrariamente a Hegel y otros hegelianos, Marx y Engels eran materialistas.

Enfocando el mundo y la humanidad desde el punto de vista materialista, vieron que, lo mismo que todos los fenómenos de la naturaleza tienen por base causas materiales, así también el desarrollo de la sociedad humana está condicionado por el desarrollo de las fuerzas materiales, las fuerzas productivas. Del desarrollo de las fuerzas productivas dependen las relaciones en que se colocan los hombres entre sí en el proceso de producción de los objetos indispensables para la satisfacción de las necesidades humanas. Y en dichas relaciones está la clave que permite explicar todos los fenómenos de la vida social, los anhelos del hombre, sus ideas y sus leyes.

El desarrollo de las fuerzas productivas crea las relaciones sociales, que se basan en la propiedad privada; pero vemos ahora también cómo este mismo desarrollo de las fuerzas productivas despoja de la propiedad a la mayoría de los hombres para concentrarla en manos de una insignificante minoría; destruye la propiedad, base del régimen social contemporáneo, y tiende al mismo fin que se han planteado los socialistas. Estos sólo deben comprender cuál es la fuerza social que por su situación en la sociedad contemporánea está interesada en la realización del socialismo e inculcar a esta fuerza la conciencia de sus intereses y de su misión histórica.

Esta fuerza es el proletariado. Engels lo conoció en Inglaterra, en el centro de la industria inglesa, en Manchester, adonde se trasladó en 1842, como empleado de una firma comercial de la que su padre era uno de los accionistas. Allí Engels no se limitó a permanecer en la oficina de la fábrica, sino que anduvo por los barrios inmundos en los que se albergaban los obreros y comprobó con sus propios ojos la miseria y las calamidades que los azotaban.

No conformándose con sus propias observaciones, Engels leyó todo lo que se había escrito hasta entonces sobre la situación de la clase obrera inglesa y estudió minuciosamente todos los documentos oficiales que estaban a su alcance. Como resultado de sus observaciones y estudios apareció en 1845 su libro La situación de la clase obrera en Inglaterra. Ya hemos señalado más arriba en qué consiste el mérito principal de Engels como autor de dicho libro.

Es cierto que también con anterioridad a Engels -fueron muchos los que describieron los padecimientos del proletariado e indicaron la necesidad de ayudar a éste-, pero Engels fue el primero en afirmar que el proletariado no sólo constituye una clase que sufre, sino que precisamente la miserable situación económica en que se encuentra lo impulsa inconteniblemente hacia adelante y lo obliga a luchar por su emancipación definitiva. Y el proletariado en lucha se ayudará a sí mismo. El movimiento político de la clase obrera llevará ineludiblemente a los trabajadores a la conciencia de que no les queda otra salida que el socialismo.

Por otra parte el socialismo tan sólo se transformará en una fuerza cuando se convierta en el objetivo de la lucha política de la clase obrera. Estas son las ideas fundamentales de la obra de Engels sobre la situación de la clase obrera en Inglaterra, ideas aceptadas ahora por todo el proletariado que piensa y lucha, pero que entonces eran completamente nuevas.

Estas ideas fueron expuestas en un libro escrito con amenidad, lleno de los cuadros más auténticos y patéticos en los que se mostraban las calamidades del proletariado inglés. Era un libro que constituía una terrible acusación contra el capitalismo y la burguesía. La impresión que produjo fue muy grande. En todas partes comenzaron a citar la obra de Engels como el cuadro que mejor representaba la situación del proletariado contemporáneo. Y en efecto, ni antes de 1845 ni después apareció una descripción tan brillante y veraz de las calamidades sufridas por la clase obrera.

Engels se hizo socialista estando ya en Inglaterra. En la ciudad de Manchester se puso en contacto con los militantes del movimiento obrero inglés existente en aquel entonces y empezó a colaborar en las publicaciones socialistas inglesas. En 1844, al pasar por París de regreso a Alemania, conoció a Marx, con quien ya mantenía correspondencia. Estando en París, Marx, bajo la influencia de los socialistas franceses y de la vida en Francia, también se hizo socialista. En la capital de Francia los dos amigos escribieron juntos su obra La sagrada familia o crítica de la crítica crítica. Esta obra, escrita en su mayor parte por Marx y que apareció un año antes de La situación de la clase obrera en Inglaterra, contiene las bases del socialismo revolucionario-materialista, cuyas ideas principales hemos expuesto más arriba. La sagrada familia es un nombre burlón dado a los filósofos hermanos Bauer y a sus secuaces.

Estos señores predicaban una crítica que estaba por encima de toda realidad, por encima de los partidos y de la política, que negaba toda actuación práctica y sólo contemplaba «críticamente» el mundo circundante y los sucesos que ocurrían en él. Los señores Bauer calificaban desdeñosamente al proletariado de masa carente de sentido crítico. Marx y Engels se enfrentaron enérgicamente con esta tendencia absurda y nociva.

En nombre de la verdadera personalidad humana, la del obrero, pisoteado por las clases dominantes y por el Estado, Marx y Engels exigían no la contemplación, sino la lucha por un orden social, mejor. Y veían, naturalmente, que la fuerza capaz de librar esta lucha, en la que estaba interesada, era el proletariado. Ya antes de la aparición de La sagrada familia, Engels había publicado en la revista Anales franco-alemanes, editada por Marx y Ruge, su Estudio crítico sobre la economía política, en el que analizaba desde el punto de vista socialista los fenómenos básicos del régimen económico contemporáneo, como consecuencia inevitable de la dominación de la propiedad privada. Su relación con Engels contribuyó sin duda a que Marx se decidiera a ocuparse del estudio de la economía política, ciencia en la que sus obras produjeron toda una revolución.

Desde 1845 a 1847 Engels vivió en Bruselas y en París, alternando los estudios científicos con las actividades prácticas entre los obreros alemanes residentes en dichas ciudades. Allí Engels y Marx se relacionaron con una asociación clandestina alemana, la «Liga de los Comunistas», que les encargó que expusiesen los principios fundamentales del socialismo elaborado por ellos. Así surgió el famoso Manifiesto del Partido Comunista de Marx y Engels, que vio la luz en el año 1848. Este pequeño libro vale por tomos enteros: su espíritu da vida y movimiento, hasta hoy día, a todo el proletariado organizado y combatiente del mundo civilizado.

La revolución de 1848, que estalló primero en Francia y se extendió después a otros países de la Europa Occidental, permitió a Marx y a Engels regresar a su patria. Allí, en la Prusia renana, asumieron la dirección de la Nueva Gaceta del Rin, periódico democrático que aparecía en la ciudad de Colonia. Los dos amigos constituían el alma de todas las tendencias democráticas revolucionarias de la Prusia renana. Ellos defendieron hasta la última posibilidad los intereses del pueblo y de la libertad contra las fuerzas reaccionarias. Como es sabido, las fuerzas reaccionarias vencieron, la Nueva Gaceta del Rin fue suspendida, y Marx, que mientras se hallaba en la emigración había sido privado de los derechos de súbdito prusiano, fue expulsado del país; en cuanto a Engels, después de participar en la insurrección armada del pueblo y combatir en tres batallas en pro de la libertad, huyó a Londres, a través de Suiza, una vez derrotados los insurgentes.

A Londres vino a establecerse también Marx. Engels no tardó en colocarse de nuevo en la misma casa de comercio de Manchester, de la que había sido empleado en la década de 1840, Y más tarde se hizo socio suyo, Hasta 1870, Engels vivió en Manchester y Marx, en Londres, lo que no fue óbice para que siguieran en el más íntimo contacto espiritual, manteniendo correspondencia casi a diario.

En esta correspondencia los dos amigos intercambiaban sus ideas y conocimientos, continuando la elaboración en común de la doctrina del socialismo científico. En 1870, Engels se trasladó a Londres y hasta 1883, año en que murió Marx, continuaron su vida intelectual conjunta, una vida llena de intensísimo trabajo. Su resultado fue, por parte de Marx, El Capital, la obra más grande sobre economía política de nuestro siglo, y, por parte de Engels, toda una serie de obras grandes y pequeñas.

Marx trabajó en el análisis de los complejos fenómenos de la economía capitalista. Engels, en sus trabajos, escritos en un lenguaje muy ameno, muchas veces en forma de polémica, enfocó los problemas científicos más generales y los diversos fenómenos del pasado y del presente en el sentido de la concepción materialista de la historia y de la doctrina económica de Marx.

De estos trabajos de Engels citaremos: la obra polémica contra Dühring (en ella el autor analiza los problemas más importantes de la filosofía, de las ciencias naturales y de la sociología); El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (traducida al ruso y editada en Petersburgo, 3a ed. de 1895); Ludwig Feuerbach (traducción al ruso y notas de J. Plejánov, Ginebra, 1892); un artículo sobre la política exterior del gobierno ruso (traducido al ruso y publicado en Sotsial-Demokrat, núms. 1 y 2, en Ginebra), sus magníficos artículos sobre el problema de la vivienda y, finalmente, dos artículos, pequeños pero muy valiosos, sobre el desarrollo económico de Rusia (Federico Engels sobre Rusia, traducido al ruso por V. Zasúlich, Ginebra, 1894).

Marx murió sin haber logrado dar definitivo remate a su grandiosa obra sobre el capital. Sin embargo, esta obra estaba terminada en borrador, y Engels, después de la muerte de su amigo, emprendió la difícil tarea de redactar y editar los tomos segundo y tercero de El Capital. En 1885 editó el segundo y en 1894 el tercer tomo (el cuarto tomo ya no alcanzó a redactarlo). Estos dos tomos le exigieron muchísimo trabajo. El socialdemócrata austríaco Adler observó con razón que, con la edición del segundo y tercer tomos de El Capital, Engels erigió a su genial amigo un monumento majestuoso en el que, involuntariamente, había grabado también con trazos indelebles su propio nombre. En efecto, dichos tomos de El Capital son obra de ambos, de Marx y de Engels. Las leyendas de la antigüedad nos demuestran diversos ejemplos de emocionante amistad.

El proletariado europeo tiene derecho a decir que su ciencia fue creada por dos sabios y luchadores cuyas relaciones mutuas superan a todas las emocionantes leyendas antiguas sobre la amistad entre los hombres. Engels siempre, y en general con toda justicia, se posponía a Marx. «Al lado de Marx -escribió en una ocasión a un viejo amigo suyo- me correspondió el papel de segundo violín”. Su cariño hacia Marx mientras éste vivió y su veneración a la memoria del amigo muerto fueron infinitos.
Engels, el luchador austero y pensador profundo, era hombre de una gran ternura. Después del movimiento de 1848-49, Marx y Engels, en el exilio, no se dedicaron únicamente a la labor científica. Marx creó en 1864 la «Asociación Internacional de los Trabajadores», que dirigió durante todo un decenio.

También Engels participó activamente en sus tareas. La actividad de esta «Asociación Internacional» que, de acuerdo con las ideas de Marx, unía a los proletarios de todos los países, tuvo una enorme importancia para el desarrollo del movimiento obrero. Pero, incluso después de haber sido disuelta dicha asociación, en la década de 1870, el papel de Marx y de Engels como unificadores de la clase obrera no cesó.

Por el contrario, puede afirmarse que su importancia como dirigentes espirituales del movimiento obrero seguía creciendo constantemente, porque el propio movimiento continuaba desarrollándose sin cesar. Después de la muerte de Marx, Engels, solo, siguió siendo el consejero y dirigente de los socialistas europeos.

A él acudían en busca de consejos y directivas tanto los socialistas alemanes, cuyas fuerzas, a pesar de las persecuciones gubernamentales, iban constante y rápidamente en aumento, como los representantes de países atrasados, por ejemplo, españoles, rumanos, rusos, que se veían en el trance de meditar y medir con toda cautela sus primeros pasos. Todos ellos aprovechaban el riquísimo tesoro de conocimientos y experiencias del viejo Engels.

Marx y Engels, que conocían la lengua rusa y leían libros en ruso, se interesaban vivamente por Rusia, seguían con simpatía el movimiento revolucionario de nuestro país y mantenían relaciones con revolucionarios rusos. Ambos eran ya demócratas antes de hacerse socialistas y tenían profundamente arraigado el sentimiento democrático de odio a la arbitrariedad política.

Este sentimiento político innato, a la par que la profunda comprensión teórica del nexo existente entre la arbitrariedad política y la opresión económica, así como su riquísima experiencia de la vida, hicieron que Marx y Engels fueran extraordinariamente sensibles precisamente en el sentido político.

Por lo mismo, la heroica lucha sostenida por un puñado de revolucionarios rusos contra el poderoso gobierno zarista halló en el corazón de estos dos revolucionarios probados la simpatía más viva. Y a la inversa, era natural que el intento de volver la espalda a la tarea inmediata y más importante de los socialistas rusos -la conquista de la libertad política-, en aras de supuestas ventajas económicas, les pareciese sospechoso e incluso fuese considerado por ellos como una traición a la gran causa de la revolución social. «La emancipación del proletariado debe ser obra del proletariado mismo», nos enseñaron siempre Marx y Engels. Y para luchar por su emancipación económica, el proletariado debe conquistar ciertos derechos políticos.

Además, Marx y Engels vieron con toda claridad que la revolución política en Rusia tendría también una enorme importancia para el movimiento obrero de la Europa Occidental.

La Rusia autocrática ha sido siempre el baluarte de toda la reacción europea. La situación internacional extraordinariamente ventajosa en que colocó a Rusia la guerra de 1870, que sembró por largo tiempo la discordia entre Alemania y Francia, naturalmente, no hizo más que aumentar la importancia de la Rusia autocrática como fuerza reaccionaria.
Únicamente una Rusia libre, que no tuviese necesidad de oprimir a los polacos, finlandeses, alemanes, armenios y otros pueblos pequeños, ni de azuzar continuamente una contra otra a Francia y Alemania, daría a la Europa contemporánea la posibilidad de respirar aliviada del peso de las guerras, debilitaría a todos los elementos reaccionarios de Europa y aumentaría las fuerzas de la clase obrera europea.

Por lo mismo, Engels, teniendo también en cuenta los intereses del movimiento obrero del Occidente, abogó calurosamente por la implantación de la libertad política en Rusia.
Los revolucionarios rusos han perdido en su persona al mejor de sus amigos.

¡Memoria eterna a Federico Engels, gran luchador y maestro del proletariado!

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Fuente: Selección de textos, Carlos Marx, Federico Engels, Vladimir I. Lenin, Volumen 1, La Habana, Instituto Cubano del Libro, 1972, pág. 57.

FUENTE: periodicolibertad.org

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