jueves, 30 de julio de 2015

CLASES SOCIALES


Lucha sin clases: ¿por qué el proletariado no resurge en el proceso de crisis capitalista?

2/5



Autor(es): Trenkle, Norbert
Herramienta.com.ar



Las tentativas de rescatar el sujeto muerto

X. El discurso resucitado sobre la lucha de clases poco aporta al esclarecimiento de esta cuestión. A pesar de que este discurso, de algún modo, tiene en cuenta las transformaciones sociales que tuvieron lugar, finalmente no consigue romper con los patrones metafísicos del concepto  de lucha de clases del marxismo tradicional. Estos patrones se reproducen constantemente a pesar de que el sujeto evocado ya no existe. En otro texto traté de demostrar, que tanto Hardt/Negri como John Holloway reproducen aquellos patrones metafísicos en sus teorías.[3] Aquí quiero dirigir la mirada hacia otros enfoques cuya inclinación metafísica no es tan obvia ya que argumentan de modo más sociológico y empírico. Quiero demostrar que son precisamente los resultados empíricos de sus investigaciones los que desmienten el paradigma de lucha de clases. En el intento de preservar este paradigma mediante todo tipo de agregados, los autores a discutir se enredan en contradicciones insolubles que evidencian el fracaso de esta operación de rescate. Por lo tanto sólo una demolición del edificio tradicional-marxista de pensamiento puede abrir paso a una renovada perspectiva del accionar emancipatorio.

XI. Para comenzar, escuchemos al teórico gramsciano Frank Deppe: “La clase obrera”,  escribe en la revista Fantômas[4], “de ningún modo desapareció, el capitalismo se basa todavía en la explotación del trabajo asalariado, los recursos naturales y las condiciones, sociales y políticas de producción y apropiación de plusvalor. El número de trabajadores en relación de dependencia laboral casi se ha duplicado entre 1970 y 2000 y comprende cerca de la mitad de la población mundial. Esto se debe principalmente al desarrollo en China y otras partes de Asia, donde a resultas de la industrialización grandes partes de la población rural ingresaron al mercado laboral. En los países capitalistas desarrollados, la proporción de trabajadores asalariados es ahora del 90 % y más” (Deppe, 2003, p. 11). Lo que a primera vista llama la atención en este argumento es que opera al menos entre dos significados fluctuantes del concepto de clase trabajadora. Primero Deppe parece identificar a la clase trabajadora, de modo bastante tradicional, con los trabajadores asalariados que, en sentido estricto producen plusvalor y de cuyo plustrabajo se extrae directamente para la valorización del capital. Sin embargo, este concepto de clase desemboca en otro mucho más amplio, el de todos los “trabajadores en relación de dependencia laboral”, con lo que así abarca la “mitad de la población mundial” y en las metrópolis capitalistas incluso casi la totalidad de la población (es decir, más del 90%).

XII. En esta oscilación argumentativa se expresa ya el dilema de los teóricos de las clases. Si la categoría de clase trabajadora es interpretada en el primer significado (conforme a la teoría marxista tal como lo señala explícitamente Deppe), entonces hay que reconocer que se trata de una minoría global que pierde cada vez más importancia a medida que, en los sectores de producción de valor avanzan los procesos de racionalización y hacen superfluo el trabajo en la producción inmediata. En el segundo significado aludido, cabe decir que la ampliación de la categoría de clase obrera a todos los “trabajadores en relación de dependencia” se convierte en un no-concepto pues carece en absoluto de poder de discriminación. Es simplemente otra palabra para el modo de existencia generalizado en la sociedad capitalista, donde las condiciones de vida están mediadas por el trabajo y la producción de mercancías. Para la gran mayoría de la población esto significa estar obligada a vender su fuerza de trabajo para poder sobrevivir. Sin duda, esto representa un aspecto clave de la sociedad capitalista, pero justamente por eso, no proporciona la base conceptual para determinar una división de clases; porque el hecho de poseer solamente una mercancía que ofrecer en el mercado, la mercancía fuerza de trabajo, no es el rasgo distintivo de una parte determinada de la población (la “clase trabajadora”), sino una compulsión generalizada, a la que básicamente todas las personas se encuentran sometidas, independientemente de su  lugar social como también de sus circunstancias concretas de vida.

XIII. Las aporías de la teoría de clases también son evidentes en el caso del historiador Marcel van der Linden, cuyo concepto de clase es aún más amplio que el de Deppe. Según van der Linden: “pertenece a la clase de trabajadores subalternos todo/a portador/a de fuerza de trabajo cuya fuerza está siendo vendida o alquilada a otra persona bajo presión económica o no. Es irrelevante si esta fuerza es ofrecida por el portador o la portadora mismos o si los medios de producción les pertenecen” (van der Linden, 2003, p. 34). Con esta definición, van der Linden quiere dar cuenta del hecho de que en la sociedad productora de mercancías globalizada ha surgido una enorme variedad de situaciones laborales diferenciadas y jerarquizadas que no encajan (más) en el clásico esquema de trabajo asalariado, tal como las formas de trabajo esclavo y semi-esclavo, el trabajo autónomo y subcontratado extremamente precario, pero también el trabajo de subsistencia y reproductivo no remunerado de las mujeres. En consecuencia, van der Linden no habla ya de la clase de “trabajadores asalariados libres”, sino que opta por el concepto más amplio de “trabajadores subalternos” (cf. van der Linden, 2003, pp. 31-33). Sin embargo, esto no resuelve el problema; antes bien lo lleva más lejos que Deppe elevando el concepto de clase a una metacategoría que, en principio abarca casi la totalidad de la personas que viven en la sociedad capitalista y esto es: a casi toda la humanidad.

XIV. Es lógico que un concepto de clase como tal metacategoría generalizada pierde todo poder de determinación. Representa la paradoja de un concepto de la totalidad capitalista que no logra captar esta totalidad adecuadamente, puesto que por un lado, refleja indirectamente el hecho de que el trabajo representa el principio universal de mediación social en el capitalismo; por el otro lado, van der Linden no llega a analizar este principio en lo que es, porque lo identifica desde ya con una categoría social particular, la categoría de clase.
El marxismo tradicional ha considerado siempre la mediación social a través del trabajo como una constante transhistórica de todas las sociedades, mientras que veía la característica específica del capitalismo en el dominio de clase, basado en la extracción del plusvalor y la propiedad privada de los medios de producción. Si reconocemos, sin embargo, que el capitalismo en esencia es una sociedad productora de mercancías y, por lo tanto, una sociedad en la cual los seres humanos establecen sus relaciones sociales a través de la forma de mercancía y dinero, su característica histórica-específica que lo diferencia de todas las otras formaciones sociales previas, consiste en el hecho de que el trabajo (abstracto), es decir la actividad que produce las mercancías y el valor de cambio, constituye y confiere la síntesis de la sociedad.[5]

Desde este punto de vista, el conflicto entre capital y trabajo no representa un antagonismo fundamental, sino un conflicto inmanente entre diferentes categorías sociales correspondientes al sistema de la producción generalizada de mercancías. Y cuanto más formas diferenciadas de vender su fuerza de trabajo se establecen, tanto menos se puede hablar de un conflicto, sino que este se diluye en una multiplicidad de conflictos cuyo único denominador común es el de estar localizados dentro de una totalidad social constituida por el principio universalista del trabajo abstracto.

XV. La idea, sin embargo, de que el antagonismo de clase es la esencia del capitalismo, está tan arraigada que, incluso se sostiene allí donde demuestra ser completamente inadecuada para el análisis. Esto queda en evidencia justamente en los intentos de recuperar el concepto de la lucha de clases frente a la situación global actual. Un ejemplo de esto lo proporciona el mismo van der Linden cuando trata de delimitar y precisar su concepto de clase, que obviamente a él mismo le parece insuficiente, y se plantea el interrogante: “Qué tienen realmente en común toda la diversidad de subalternos” (van der Linden, 2003, p. 33) y responde “que todos los trabajadores subalternos viven enajenados”, es decir en un “estado de heteronomía institucionalizada” (ibíd.). Para explicar este concepto se refiere a Cornelius Castoriadis: “heteronomía institucionalizada significa una división antagónica de la sociedad, es decir, la dominación de una determinada categoría social sobre el conjunto. (...) por lo tanto, la economía capitalista nos aliena porque coincide con la división de clase entre proletarios y capitalistas” (ibíd.).

XVI. Llama la atención enseguida que Castoriadis deriva la “heteronomía institucionalizada” inmediatamente de la relación de clases. Esta definición, tan simplificante como es, tenía un cierto sentido en el contexto de la teoría de las clases del marxismo tradicional, con su consabida fijación en el proletariado. Pero pierde toda fuerza explicativa si, como lo hace van der Linden, se extiende el concepto de clase hasta el infinito y termina subsumiendo en él a toda la humanidad en mayor o menor medida. Implícitamente, van der Linden no dice sino que la alienación es un rasgo básico universal de la sociedad capitalista. Pero no llega a analizar esta característica en forma coherente porque no se desprende del paradigma del marxismo tradicional. Una vez más, el intento de salvar este paradigma mediante su ampliación revela sus contradicciones y limitaciones. Ya Marx demostró que la alienación y el fetichismo de la mercancía no se pueden deducir de la dominación de clase, sino que constituyen los rasgos esenciales de una sociedad basada en la producción de mercancías y el trabajo abstracto. Para el movimiento obrero tradicional, en su lucha por conseguir el reconocimiento dentro de la sociedad capitalista, esto puede haber aparecido como un problema secundario. Hoy en día sin embargo, éste tiene que ser el enfoque principal de una crítica del capitalismo a la altura del tiempo; es la adhesión anacrónica al paradigma de la lucha de clase, que obstaculiza comprender esto.

*++


UNIDAD POPULAR



Entrevista con Lara Hernández, secretaria de Convergencia de IU

“La unidad popular se va a dar y no la concibo sin Podemos”

Rebelión
Cuarto Poder
28.07.2015


En estos intensos tiempos de actividad política, Lara Hernández (Madrid, 1986) es una de esas piezas claves para la tan nombrada unidad popular. Ella es la secretaria de Convergencia de IU Federal, cargo al que llegó de la mano de Alberto Garzón, desde el que trata de poner su organización al servicio de una confluencia con otras fuerzas políticas y sociales de para disputarle las elecciones al bipartidismo. Hernández, finalmente, no puede atender presencialmente a cuartopoder.es, llega de Canarias, pasando por Cádiz, a Madrid, para embarcarse al día siguiente en otro viaje, rumbo a Cataluña. Son momentos de diálogo, de negociaciones y de encuentros. Faltan pocos meses para los comicios generales. Por teléfono, responde atentamente a nuestras preguntas.

¿Qué opciones reales ve de que haya una sola candidatura de unidad popular de cara a las generales?

La cuestión no se centra tanto en si a día de hoy hay opciones reales para la conformación de la candidatura, como en la necesidad de poner en marcha ese proceso. Estamos hablando de la necesidad de la construcción de una respuesta política a la situación de emergencia social que se vive en este país desde hace ya mucho tiempo. Desde distintas fuerzas políticas hemos puesto en marcha este proceso, con la voluntad política de hacer un llamamiento amplio a todo el conjunto de las fuerzas políticas y los agentes sociales para formar parte de él. Desde luego la unidad popular, la candidatura unitaria, se va a dar y no la concebimos sin Podemos. No concibo la unidad popular si no es con Podemos.

¿Cuáles son los próximos pasos al respecto que va a dar IU?

La hoja de ruta que nos hemos marcado va en la línea de, en un primer momento, lo interno, con aprobaciones de documentos hacia la unidad popular. Esto tiene su reflejo en lo externo. La organización, ahora mismo, está totalmente situada hacia fuera, después de unos momentos duros en los que la organización ha estado mirando hacia dentro. Ahora toca poner todos los recursos de la organización, todo el capital político a esta demanda colectiva que se encuentra en la calle. Nuestros pasos son seguir caminando y avanzando en la línea de poner a todo el conjunto de nuestros activistas sociales en la línea de fuego para trabajar por la unidad popular en cada uno de los territorios del Estado.

Habla de que no concibe una unidad popular sin Podemos. Ayer fue elegido Pablo Iglesias como candidato de Podemos a la Presidencia del Gobierno. ¿Sería Iglesias un buen candidato a presidente en una candidatura de unidad popular?

Primero hay que hablar del proceso, del proyecto, de la construcción del mismo y luego hablaremos de las personas. No hacemos más que hablar de procesos internos, de si se va a dar la alianza entre las formaciones políticas, entre sujetos políticos, y de lo que se trata en último término es de poner por delante los problemas de la gente, la necesidad de constituir una alternativa electoral que dé respuesta a esta situación de pobreza, de paro, de desigualdad, que es lo que hay que combatir. Hay que poner en primera línea el proceso político y el proyecto, la constitución del mismo, y luego hablaremos de las personas con nombres y apellidos.

La baja participación ha sido una de las características de las primarias de Podemos. ¿Esto es una señal de que hay que desbordar Podemos?
 
Creo que no. Parto de una premisa distinta. No voy a entrar a valorar cuestiones internas de si se están desbordando los partidos políticos tal y como los entendemos, porque la misma pregunta podría ser planteada con respecto a IU. Creo que lo que hay que poner encima de la mesa, con respecto al proceso de primarias y a los resultados es que los mecanismos participativos son complejos. El resultado era, en cierto sentido, el esperado. Más allá de eso, la cuestión no está situada en si hay que desbordar Podemos, la cuestión es que hay que hablar con vistas a construir una candidatura unitaria que logre expulsar a la derecha. Eso sólo se va a lograr si trabajamos unidos en lo concreto y no separados. Eso es algo que se ha venido demostrando en los últimos meses. El 24 de mayo lo demostró de una manera clara, y desde entonces lo hemos visto en muchas iniciativas, como por ejemplo en la solidaridad internacional, en actividades de apoyo al pueblo griego, que han demostrado que hay una serie de formaciones políticas y agentes sociales que coincidimos en lo programático y en cuestiones muy concretas. Eso es lo que hay que poner en valor a día de hoy. Esa es la línea en la que estamos trabajando para construir una candidatura unitaria de cara a las generales que es nuestro verdadero norte que tiene que señalarnos la brújula a día de hoy. El ejemplo está en Cataluña, es el norte de la brújula que nos indica hacia dónde tenemos que ir. Aunque es cierto que vamos a un escenario irregular en cada territorio del Estado español, el objetivo es ese y tenemos que ver cómo construimos entre todos el camino para llegar a él.

El jueves se presentaba en Madrid Ahora en Común. ¿Es el marco propicio sobre el que construir la tan ansiada convergencia?

— Ahora en Común es una iniciativa política más. Hemos visto manifestaciones del ámbito de la solidaridad con Grecia, del ámbito de la cultura como el manifiesto que suscribieron más de 120 artistas y Ahora en Común es una iniciativa que llega desde la izquierda social, que nosotros, desde IU, celebramos y entendemos que forma parte de un proceso de acumulación de fuerzas. Lo que Ahora en Común pone encima de la mesa, y lo dejó muy claro en el acto de presentación, es que esto es una demanda de la ciudadanía, que la gente quiere unidad popular, una candidatura unitaria y que la gente está demandando a los partidos políticos que estemos a la altura del momento histórico como para entender que las siglas hay que arrinconarlas y poner por delante los problemas de la gente. Ahora en Común es una iniciativa más en este sentido, está en un momento muy embrionario y no lo podemos entender todavía como el marco de la confluencia.

¿Qué elementos de un programa electoral conjunto son indispensables para IU?

La cuestión programática es esencial. Ya lo decía Julio Anguita: “Programa, programa, programa”. Hay tres elementos fundamentales. En primer lugar, nosotros entendemos que hay un agotamiento del Régimen del 78. Estamos viendo que hay una voluntad de las políticas neoliberales y del poder económico de recomponer y volver a diseñar un orden social, económico y político y esto se está haciendo con nocturnidad y alevosía, y desde que comenzó la crisis económinca del 2008, con mucha más intensidad. Entendemos que es necesario apostar por un proceso de ruptura democrática desde el cual poder impulsar un nuevo proceso constituyente, poner en marcha un nuevo proyecto de país. Eso sería la premisa, el elemento nuclear, nuestra línea roja en lo programático para la unidad popular. En ese proyecto de unidad popular tienen que estar todas las fuerzas de izquierdas alternativas que se dicen transformadoras.

Nosotros ponemos dos elementos más encima de la palestra. En primer lugar, buscar una salida social a esta crisis económica. Eso pasa por un decálogo básico que es, básicamente, la defensa de los derechos sociales que en los últimos años hemos ido perdiendo y que la izquierda social y política había conseguido. En concreto sería: parar los desahucios, que no se puede hablar de una democracia real si no es feminista, que no se puede hablar de una democracia que no ponga la sostenibilidad y el medio ambiente en el centro de la misma…
 
Además, tenemos que hablar de una democratización de la economía. Ahora mismo son las personas las que están al servicio de la economía y nosotros creemos que tenemos que invertir el binomio y poner a las personas en el centro. Queremos que el modelo productivo sea capaz de establecer una igualdad de oportunidades en el conjunto de la población para dar unas condiciones mínimas de vida a la gente, que es lo que estamos perdiendo de forma sistemática desde hace mucho tiempo y que es la voluntad política del PP y del PSOE. Estos partidos están empeñados en que seamos la mayoría social y trabajadora de este país la que paguemos los platos rotos de una crisis económica que han producido ellos. Todavía tienen la desfachatez de reírse en nuestra cara con campañas comunicativas como la del PP, que tiene la poca vergüenza de hablar del descenso del paro cuando se viene desmantelando desde los años 80, el PSOE el primero, todo el tejido productivo e industrial que teníamos, para poner el país al servicio de las élites económicas y de las familias más ricas, situadas en el norte de Europa. Ese es el modelo de país al que vamos, y contra el que combatimos. Todo lo que sea hablar de unidad popular debería ser hablar de contenidos políticos, algo que se está dejando de lado en el debate mediático y público que está teniendo lugar.

¿Cómo deberían ser las primarias de esa posible candidatura unitaria? ¿Qué papel desempeñaría Alberto Garzón, candidato de IU a la Presidencia del Gobierno?

Creo que primero tenemos que hablar de procesos políticos y luego de nombres. El debate de primarias todavía no está abierto. Hay que seguir construyendo este proyecto amplio, seguimos trabajando para acumular fuerzas, pero las cuestiones formales sobre las primarias, los candidatos, la fórmula jurídica, el reparto de los recursos económicos… Todas estas cuestiones formales es esencial que las arrinconemos en este momento del debate para tratarlas en el último lugar. Esto no le interesa a nadie más que a los partidos políticos y yo siempre he defendido que los partidos son herramientas, medios, al servicio de la gente, y no fines en sí mismos. Tengo muy claro que estas cuestiones las abordaremos al final, no al principio. Ya cometimos el error antes del 24 de mayo, cuando hablamos de la fórmula jurídica. Lo jurídico debe ser dependiente de lo político.

Pero, ¿estaría dispuesta IU a concurrir bajo el nombre de Podemos guión algo?

Fijémonos en Cataluña. La cuestión del nombre se trató al final. Se lleva trabajando desde febrero del 2014, cuando Ada Colau pone en marchaGuanyem Barcelona. Barcelona era el faro en la tomenta que nos alumbraba para encontrar la costa. Aquello se convirtió en Barcelona en Comúque ahora es un ejemplo de que nuestros programas de izquierdas transformadoras son para gobernar. El siguiente paso fue la constitución de un acuerdo por parte de ICV, EUiA, Podem y Procés Constituent, y despúes de cara a las generales. La cuestión del nombre, siempre al final.

De hecho, Adolfo Barrena, secretario de Organización de IU, explicaba a cuartopoder.es que si la convergencia con Podemos era posible en Cataluña, debería serlo también en todo el Estado. Usted está viajando por diferentes territorios trabajando este tema. ¿Dónde cree que está más avanzado hoy en día?

Voy a matizar las palabras de Barrena, porque Cataluña es el Norte de la brújula, la estela que debemos seguir, pero en todo caso la convergencia va a ser algo heterogéneo, no va a ser homogénea a nivel estatal, vamos a encontrarnos un puzzle, un proceso heterogéneo a nivel estatal. Galicia, Euskadi o el País Valenciano son algunos de los territorios en los que este horizonte está encima de la mesa. Pero insisto, son estadios muy embrionarios, sería muy prematuro hacer algún tipo de valoración al respecto. Aunque los tiempos políticos están muy acelerados y lo que no ha pasado en siete años, pasa en siete días, hay que ser cautos. Hay una diferencia con los procesos de convergencia que estamos viendo hoy en día y con los que se han puesto en marcha en el pasado, porque recuerdo que IU en el Congreso está bajo el paraguas de la Izquierda Plural, una convergencia.

La diferencia es que los procesos de hoy están pilotados por la gente, por los activistas sociales, por los militantes de los partidos, por los verdes, por los rojos, por los ácratas… Hoy esos procesos los tiene la gente desde abajo, no desde arriba. De ahí que sea difícil muchas veces contestar y mirar la unidad popular cuando estábamos acostumbrados a acuerdos de izquierdas firmados y sellados desde arriba. Ahora estamos hablando de que son procesos que parten desde abajo, desde las bases y desde lo territorial y local. Esto requiere mucha más paciencia de la que muchas veces los partidos políticos estamos dispuestos a tener. Eso no quiere decir que no seamos muchas las personas que queremos trabajar por esto hasta el final.


*++

PUERTO RICO (CONSEJOS DOYY PARA MI NO TENGO): LOS AMERICANOS Y EL GOBIERNO DE RAJOY DICEN QUE VANA CREAR PUESTOS DE TRABAJO EN MORÓNDE LA FRONTERA CON LA BASE AMERICANA



Puerto Rico en el huracán de la crisis

Rebelión
29.07.2015



Por todos los medios posibles, los dirigentes políticos de Estados Unidos pretenden hacer invisible la crisis económica que tienen ante sí. Mientras que hace apenas unas semanas la presidenta del Sistema de la Reserva Federal (Fed), Janet Yellen, insistía que el incremento de la tasa de interés de los fondos federales (federal funds rate) se llevaría a cabo finalmente durante el año en curso (tightening), ahora todo parece apuntar a que no será sino hasta el primer trimestre de 2016 cuando la Fed comience a cerrar el grifo de la liquidez global.

Tanto la caída de los precios (deflación) –consecuencia de la caída en la rentabilidad capitalista–, la extrema debilidad en las expectativas de inversión, como la volatilidad de los mercados financieros, producto de la debacle económica en Grecia y los países más castigados por la crisis de la Eurozona, y el desplome de la bolsa de valores de China, son los determinantes que, según Yellen, postergan la decisión para el próximo año.
Es evidente que Estados Unidos se inclina más en buscar culpables en el exterior que en mirar a sus adentros para resolver su propia crisis. El deterioro industrial de Silicon Valley, Detroit, Virginia occidental, Misisipi, Alabama, así como el atolladero fiscal de la isla de Puerto Rico son signos sintomáticos de la decadencia económica estadounidense, que aunque se han mantenido poco atendidos por Washington en los últimos años, ahora empiezan a ganar presencia mediática.
El caso de Puerto Rico es, por mucho, el de mayor notoriedad. Incluso, voces como la de Hillary Clinton (precandidata a la Presidencia de Estados Unidos por el Partido Demócrata) buscan sacar ventajas electorales haciendo eco de una crisis que, según sus palabras, debe resolverse urgentemente a través del apoyo solidario de la llamada Unión Americana.
Desde hace ya casi 10 años la isla de Puerto Rico se hunde en un mar de deudas. Ahora suman aproximadamente 70,000 millones de dólares, monto que equivale a más del ciento por ciento de su producto interno bruto (PIB).
¿Cuáles son las causas que explican ese alto nivel de endeudamiento? Más que por ser un centro turístico de prestigio mundial, la economía de Puerto Rico venía sobreviviendo gracias a la actividad manufacturera, sobre todo de la industria farmacéutica. Sin embargo, el protagonismo de Puerto Rico en el sector comenzó a disminuir una vez que sus contrincantes asiáticos y del Este de Europa se adelantaron en términos de productividad laboral y desarrollo científico, desde mediados de la década de 1960.
Ya en la siguiente década, las crisis petroleras provocadas por la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) llevaron a que Estados Unidos obligara a la isla a aplicar leyes fiscales que permitieran incrementar la rentabilidad de las empresas estadounidenses. De esta manera, a partir de 1976, las corporaciones multinacionales instaladas en la isla estuvieron exentas de pagar impuestos sobre sus beneficios económicos, situación que marcó el principio de su debilidad fiscal.
Sin embargo, la mundialización capitalista a lo largo de la década de 1990 terminó por socavar todavía más la manufactura del país. El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) precipitó la salida masiva de capitales hacia México y Canadá, países que se mostraron dispuestos a otorgar mayores condiciones de explotación a los capitalistas norteamericanos en comparación con Puerto Rico: disminución de impuestos, estancamiento de los salarios, desregulación ambiental, etcétera.
De manera paulatina, la economía puertorriqueña comenzó su largo declive. Para colmo de males, a principios del siglo XXI, la isla atravesó por una grave crisis inmobiliaria producto de la desregulación estatal, ya ni qué hablar de las consecuencias de la incorporación de China a la Organización Mundial de Comercio (OMC) en 2001, acontecimiento que terminó por socavar la competitividad de la actividad productiva de la isla del Caribe.
Así, en 2006, bastante agobiado por la desaceleración del crecimiento del PIB, el gobierno de Puerto Rico se decidió finalmente a eliminar el sistema de exenciones fiscales. No obstante, la cura resultó peor que la enfermedad. Ese mismo año la economía se sumergió en la recesión. Desde entonces el país se ha convertido en víctima de una crisis fiscal de enormes proporciones, producto tanto del cierre de empresas como de la emigración masiva de personas hacia Estados Unidos “continental” en busca de oportunidades.
El desempleo en Puerto Rico ya es alarmante. Actualmente la tasa se ubica en un máximo de 14%, casi tres veces el promedio nacional (5.5%). Ante las débiles perspectivas de la economía, las personas emigran a razón de 50,000 por año. Actualmente, la isla apenas posee 3.5 millones de habitantes, en tanto que en territorio estadounidense viven cerca de 5 millones de puertorriqueños (una quinta parte de ellos en el estado de Florida). No hay duda de que cada vez menos personas creen en un futuro promisorio para el país.
Ante el desplome de la economía y la menor captación de impuestos, el gobierno de Puerto Rico optó –de manera equivocada– por incrementarlos, disminuir el gasto público y aumentar las emisiones de bonos. Es evidente que resultaría imposible mantener esa estrategia de manera indefinida. Las medidas sólo contribuyeron a aumentar la deuda, socavar la economía y contraer aún más los recursos a disposición del gobierno.
Después de la bancarrota de Detroit, los inversionistas se desprendieron de los títulos municipales y, con ello, las primas de riesgo (prime interest risk) de los bonos de Puerto Rico aumentaron, limitando severamente su acceso a los mercados de crédito.
Aunque en los últimos meses las autoridades han demandado una reestructuración de la deuda, hasta ahora nada indica que se llevará a cabo. Detrás de la negativa de la Casa Blanca se encuentran los intereses económicos de poderosos fondos de inversiones (Franklin Templeton, OppenheimerFunds, etcétera), que se dedican a poner contra la pared a gobiernos a través de la especulación financiera, conocidos con el nombre de fondos buitre.
Entre 2006 y 2013, la isla emitió más de 60,000 millones de dólares en bonos, mismos que derivaron en cerca de 1,500 millones de dólares en honorarios para los banqueros de Wall Street y en un gran negocio para los despachos de abogados que defienden el cobro de deudas fraudulentas.
En suma, a Puerto Rico de poco le ha valido la fraternidad del gobierno estadounidense, más dispuesto a salvaguardar las ganancias de los banqueros que apoyar el alivio de la deuda y la recuperación económica en sus municipios y colonias más castigadas por la crisis.
Ariel Noyola Rodríguez es economista, egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México. Contacto: noyolara@gmail.com.
Twitter: @noyola_ariel.

*++