martes, 28 de junio de 2022

La llegada de un destructor antimisiles a Rota pone en la diana a la localidad gaditana. [Gracias mis buenos y leales amigos del capital USA/OTAN/señoras y señores del gobierno español/señoras y señores representantes del pueblo español y esto del pin, pan, pun, por la protección y seguridad que sin desvelo brindáis a la sociedad entera y a los niños españoles que no hay ni uno que se quede sin comer debidamente todos los días]

 

La llegada de un destructor antimisiles a Rota pone en la diana a la localidad gaditana

 

INSURGENTE.ORG / 28 junio 2022



El más potente destructor estadounidenses de los que conforman el escudo antimisiles en la Base Naval de Rota llega a Rota (Cádiz). El Arleigh Bruke ‘USS Paul Ignatius'(DDG 117) llega procedente de la Base Naval de Mayport de donde zarpó el pasado 27 de abril.

El escudo antimisiles, por sus propias características, pone a la localidad de Rota en la diana de cualquier problema bélico. Recordemos que se trata de una zona poblada con una base militar donde no se conocen ni las armas ni la logística que pueda tener EE.UU.

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La propia Audiencia Nacional desmonta el bulo sobre la financiación de Podemos

 

La propia Audiencia Nacional desmonta el bulo sobre la financiación de Podemos

 

INSURGENTE.ORG / 27 junio 2022

 

La Audiencia Nacional ha ordenado al juez instructor Manuel García-Castellón (en la foto de portada, arremetiendo) archivar la investigación secreta sobre la supuesta financiación del gobierno que presidió Hugo Chávez a Podemos.

La Sección Tercera de la Sala de lo Penal, presidida por Félix Alfonso Guevara, ha estimado dos recursos de la Fiscalía en ese sentido. Uno, contra las últimas diligencias encargadas por el titular del Juzgado Central de Instrucción número 6 para rastrear las cuentas bancarias de los fundadores del partido Juan Carlos Monedero y Carolina Bescansa.

El juez García Castellón, conocido por su ideario reaccionario, queda así y nuevamente en evidencia.

La prensa progre, de derechas y de extrema derecha que en su día volcaron sus portadas sobre el tema y atronaron con la vinculación del gobierno bolivariano con Podemos, no van a pedir disculpas. Seguro.

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La banda armada OTAN desplegará 300.000 soldados en el Este; el gasto será monstruoso

 

La banda armada OTAN desplegará 300.000 soldados en el Este; el gasto será monstruoso

 

INSURGENTE.ORG / 27 junio 2022

A la crisis que atravesamos con préstamos desde la UE que obligará al gobierno a adoptar medidas contra los trabajadores, habrá que añadir la deuda que supondrá aumentar el gasto den Defensa en general y en la OTAN en particular.

«Transformaremos la Fuerza de Respuesta de la OTAN y aumentaremos el número de nuestras fuerzas de alta disponibilidad. A más de 300.000», dijo el secretario general Soltenberg. La OTAN está «lista» para proteger a los aliados, añadió, sin importarle de dónde sacarán el dinero los distintos miembros de la banda armada.

El personaje lo llama «fuerzas de respuesta rápida» y fueron las primeras que se pusieron en alerta activándose a finales de febrero. Se componen de hasta 40.000 efectivos con capacidad para desplegarse en cualquier escenario en un plazo de cinco días y durante un máximo de 30, ahora serán 300.000.

El jefe de la OTAN ha explicado que, en conjunto, se trata de la mayor revisión del sistema de disuasión y defensa colectivo desde la Guerra Fría. La industria armamentista festeja.

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¿Una «guerra irregular» ya en curso?

 

Hoy hace cuatro años fallecía el insigne filósofo marxista italiano Domenico Losurdo. Comunista militante, crítico radical del liberalismo, el capitalismo y el colonialismo e infatigable investigador de cuestiones políticas contemporáneas.


¿Una «guerra irregular» ya en curso?

 

Domenico Losurdo

El Viejo Topo

28 junio, 2022 

 

¿Cómo puede el imperio hacer entrar en razón a unos «bárbaros» como China y Rusia? Quizá –observan varios destacados analistas militares y políticos–, antes de llegar al enfrentamiento militar con ellos convendría desestabilizarlos desde dentro, con un método ya experimentado con éxito en países pequeños y medianos. En Newsweek del 30 de enero de 2015 se puede leer un artículo de título revelador, «Rusia, es tiempo de cambio de régimen». El autor, Alexander J. Motl, explica que la operación no tendría que ser difícil. Dada la debilidad sobre todo económica y la fragilidad étnica y social del país euroasiático, «en un momento dado un incidente modesto –un tumulto, un asesinato, la muerte de alguien– podría desencadenar fácilmente una revuelta, un golpe de estado o incluso una guerra civil» (Motl, 2015), y se resolvería el problema.

También hay quien habla claro refiriéndose a China: «La estrategia estadounidense, dejando a un lado las sutilezas diplomáticas, tiene como fin último provocar una revolución aunque sea pacífica» (Friedberg, 2011, p. 184). Obviamente, la crisis del régimen que se quiere derribar tiene que prepararse y estimularse sin reparar en medios. Ya a comienzos de este siglo un conocido historiador estadounidense terminaba su libro dedicado a la «política de las grandes potencias» invitando a su país a recurrir a un instrumento que se había probado con éxito durante la Guerra Fría y volvía a ser aconsejable en vista  del progreso prodigioso e imprevisto del gran país asiático:

A Estados Unidos le interesa mucho que el desarrollo económico de China experimente una fuerte deceleración en los próximos años […]. No es demasiado tarde, Estados Unidos puede cambiar el curso de los acontecimientos y hacer todo lo posible para frenar la ascensión de China. Los imperativos estructurales del sistema internacional, que son poderosos, probablemente obligarán a Estados Unidos a abandonar su política de compromiso constructivo. Ya hay indicios de que el nuevo gobierno de Bush ha dado los primeros pasos en esta dirección (Mearsheimer, 2001, p. 402).

¿Hay que limitarse a tomar medidas económicas o pueden volver a ser útiles las «numerosas operaciones clandestinas» lanzadas por Washington  «en los años cincuenta y sesenta» (Mearsheimer,  2014, p. 387)? Sobre este aspecto se detiene de un modo detallado un libro reciente, de cuya importancia dan fe los ambientes de los que procede: publicado por una editorial vinculada al establishment político-militar (Naval Institute Press), en su segunda cubierta leemos las recomendaciones y los elogios sinceros de personalidades destacadas de dicho establishment, como un «ministro de Marina Militar de 1981 a 1987» y un «jefe de planificación de la campaña aérea de la guerra del Golfo de 1991». Pues bien, ¿cuáles son los proyectos y las sugerencias que pueden leerse en este libro? «La fragilidad interna de China es un factor de riesgo para sus gobernantes y podría constituir un elemento de vulnerabilidad que sus enemigos podrían aprovechar» (Haddick, 2014, p. 86). Dado el «estrecho control que los dirigentes del partido comunista pretenden ejercer sobre el ejército, el gobierno y la sociedad china en conjunto», se plantea una serie de «amenazas» y «ataques» de carácter no siempre explicado y en todo caso muy variada. En primer lugar, hay que centrar la atención en los «métodos de guerra irregulares, no convencionales, relacionados con la información, que puedan provocar inestabilidad, por ejemplo, en el  Tíbet y en Xinjiang».

El analista militar hace hincapié en este particular: «las acciones encubiertas y la guerra no convencional dirigidas a crear desórdenes para el PCCh en el Tíbet y en Xinjiang» pueden ser un buen punto de partida. Pero el trabajo no debe limitarse a las regiones habitadas por minorías nacionales. Se imponen «operaciones más agresivas contra China de carácter mediático y en el ámbito de la información» (y desinformación); es preciso desplegar plenamente «las operaciones psicológicas y de información [y desinformación], las artes ocultas de la guerra irregular y ofensiva, la guerra no convencional». La provocación de desórdenes e inestabilidad en la sociedad civil, sobre todo incitando a unas nacionalidades contra otras, se combina con intentos de desarticular el aparato estatal de seguridad: «Los ataques contra el liderazgo de las fuerzas de seguridad interna podrían ser devastadores» (compelling); también sería muy útil tener influencia sobre «elementos indóciles del ejército y el aparato burocrático». La labor de desestabilización daría un salto cualitativo si se lograra romper la unidad del grupo dirigente: «Ataques contra el patrimonio (assets) personal de los dirigentes de más alto nivel del Partido Comunista Chino podrían crear desavenencias dentro de  la dirección política china» (ibíd., pp. 137, 148, 151).

Hasta ahora se ha tratado de guerra psicológica y económica. Pero cuando se hacen intervenir «actores no estatales» en la «guerra irregular» (por tanto sin perder de vista la guerra psicológica), aparece una dimensión  nueva:

Igual de importante podría ser el uso de embarcaciones civiles, como por ejemplo barcos de pesca provistos de transmisores y teléfonos satelitales, con la misión de recoger informaciones sobre las actividades marítimas militares y no militares de China. Los jefes chinos se verían en una situación política delicada si trataran de obstaculizar la recogida de datos desde barcos civiles. Como gozan de protección por no ser combatientes, estos barcos podrán acceder a lugares vedados a embarcaciones parecidas de carácter militar o paramilitar (Haddick, 2014, pp. 144-145).

Luego se podría ir más lejos con otras medidas de «guerra irregular» como el «sabotaje de las instalaciones petrolíferas chinas en el mar de la China Meridional» o el «sabotaje de los cables submarinos conectados con China». También se podría pensar en la «colocación clandestina de minas marinas dirigidas contra los barcos chinos de carácter militar o paramilitar» (ibíd., p. 148). Evitando siempre aparecer como agresores, pero sin perder de vista el objetivo de crear por todos los medios el caos en el país que amenaza con convertirse en un peligroso competidor y ponerlo fuera de combate gracias a la «guerra irregular» repetidamente invocada.

Fuente: Apartado 11.7 del libro de Domenico Losurdo Un mundo sin guerras.

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Las guerras de EEUU y OTAN dejan más de 350.000 civiles muertos y 38 millones de desplazados en el siglo XXI

 

Las guerras de EEUU y OTAN dejan más de 350.000 civiles muertos y 38 millones de desplazados en el siglo XXI

DIARIO OCTUBRE / junio 27, 2022

 

A pocos días de que los atlantistas se reúnan en Madrid bajo estrictas medidas de seguridad, Público ha tenido acceso a un informe del Instituto Watson, un prestigioso centro de estudios sobre asuntos internacionales dependiente de la Universidad Brown, con sede en Rhode Island (EEUU).

Damasco, 27 jun (SANA) El precio de la guerra se mide en vidas. Lo saben en Afganistán y lo comprobaron en Irak. Lo sufrieron también en Libia, donde los misiles de la OTAN en nombre de la libertad dejaron un reguero de muerte entre aquellos que, paradójicamente, pretendían liberar. Unos y otros son los crímenes impunes que la Alianza Atlántica nunca ha querido aclarar.

 

A pocos días de que los atlantistas se reúnan en Madrid bajo estrictas medidas de seguridad, Público ha tenido acceso a un informe del Instituto Watson, un prestigioso centro de estudios sobre asuntos internacionales dependiente de la Universidad Brown, con sede en Rhode Island (EEUU).

El mencionado instituto realiza un detallado seguimiento sobre el número de muertes que dejaron como saldo las principales intervenciones militares lanzadas por EEUU y la OTAN tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. Esas campañas militares tuvieron lugar en escenarios como Afganistán, Pakistán, Irak o Siria.

“Han sido asesinadas en sus hogares, en los mercados y en las carreteras”

De acuerdo a las cifras que maneja ese informe –elaborado mediante el uso de distintas fuentes de datos consultadas por sus autores–, se calcula que 350.800 civiles de estos países “han muerto de forma violenta como consecuencia de las guerras”. “Las personas que viven en las zonas de guerra han sido asesinadas en sus hogares, en los mercados y en las carreteras. Han muerto a causa de bombas, balas, fuego, artefactos explosivos improvisados y drones”, describe el Instituto Watson.

Las víctimas civiles comprenden también a quienes “mueren en los puestos de control, cuando son sacados de la carretera por vehículos militares, cuando pisan minas o bombas de racimo, cuando recogen leña o cuidan sus campos, y cuando son secuestrados y ejecutados con fines de venganza o intimidación”. Todos ellos “son asesinados por Estados Unidos, por sus aliados y por los insurgentes y sectarios en las guerras civiles engendradas por las invasiones”.

La pesadilla no termina cuando explota la bomba o alguien dispara su arma. “La guerra también puede llevar a la muerte semanas o meses después de las batallas –describe–. Muchas veces han muerto más personas en las zonas de guerra como consecuencia de las infraestructuras maltrechas y las malas condiciones sanitarias derivadas de las guerras que directamente de su violencia”.

Solo la aventura de Afganistán lanzada por EEUU y la OTAN en 2001 dejó un saldo de 46.319 civiles asesinados. Se estima que en Irak murieron otras 185.000 personas que no combatían en ningún bando. En Siria, el número llega a los 95.000. En Pakistán se contabilizaron hasta 24.099 fallecidos.

Víctimas civiles en Libia

Libia fue otro escenario elegido por la OTAN para intervenir con sus máquinas de guerra. En marzo de 2011, varios Estados miembros de la Alianza Atlántica –entre los que se encontraban Estados Unidos, Reino Unido y Francia– iniciaron una serie de ataques por mar y aire contra las fuerzas del coronel Muamar al
Gadafi.

“Según la OTAN, en su campaña militar aérea y marítima de siete meses se llevaron a cabo más de 9.700 misiones de combate y se destruyeron más de 5.900 objetivos militares”, dice un informe publicado un año después por Amnistía Internacional (AI).

La organización de derechos humanos documentó sobre el terreno que los ataques de la OTAN habían provocado la muerte de “decenas de civiles
libios que no participaban directamente en las hostilidades”, mientras que otros resultaron heridos.

En enero y febrero de 2012, una delegación de AI visitó varios lugares situados dentro o cerca de las localidades de Trípoli, Zlitan, Sirte y Brega, “en los que parecían haberse producido víctimas civiles como consecuencia de ataques de la OTAN”. Allí inspeccionó los daños causados y los restos de proyectiles, entrevistó a supervivientes de los ataques y a otros testigos y consiguió copias de los certificados de defunción de las víctimas.

Tras esa visita, AI consiguió documentar un total de 55 muertes de civiles, entre los que figuraban 16 niños y niñas y 14 mujeres. De hecho, “decenas de civiles murieron en ataques aéreos de la OTAN contra viviendas particulares de zonas residenciales y rurales”, apuntaba el informe.

La Alianza Atlántica admitió que había matado civiles en Libia a raíz de un “fallo técnico”. Hasta ahí llegó todo. No hubo investigación independiente ni consecuencias de ningún tipo para quienes cometieron tales atrocidades.

“La OTAN ni rinde cuentas ni repara daños en casos de operaciones como las realizadas en Libia. Nadie ha hecho ninguna investigación, mucho menos independiente, sobre cuánto sufrimiento ha costado esas intervenciones”, afirma a Público Alejandro Pozo, investigador del Centro Delàs de Estudios por la Paz y autor de La guerra contra el terror (Editorial Icaria).

Desplazamientos

El trabajo realizado por la Universidad Brown incide también en el número de desplazamientos provocados por las intervenciones militares realizadas por EEUU y la OTAN desde 2001. De acuerdo a ese informe, las guerras posteriores al 11-S “han desplazado por la fuerza a al menos 38 millones de personas” en lugares como Afganistán, Irak, Pakistán, Libia o Siria. Este número, destaca el estudio, “supera a los desplazados por todas las guerras desde 1900, excepto la Segunda Guerra Mundial”.

Entre otros aspectos, destaca que los refugiados de guerra “suelen perder el acceso a un suministro estable de alimentos o a sus puestos de trabajo, lo que provoca un aumento de la desnutrición y la vulnerabilidad a las enfermedades”. Son las otras consecuencias de las guerras del siglo XXI.

Fuente: Público.es

FUENTE: sana.sy

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