miércoles, 12 de junio de 2024

Liberación, parte 1: La Bolsa de Fuego | PELÍCULA BÉLICA | Subtitulos en...

La Europa que viene

 

La Europa que viene

 

Por Juan Torres López

Rebelion

12/06/2024 



Fuentes: Ganas de escribir


Los resultados de las elecciones europeas no pueden sorprender. Muchos veníamos advirtiendo que el ascenso de la extrema derecha y la impotencia de la izquierda son fenómenos que avanzan en paralelo y se alimentan uno a otro. La pregunta que encabeza la portada de mi último libro lo plantea claramente: ¿Cómo construir un mundo mejor cuando se extiende la extrema derecha para evitarlo y la izquierda no sabe cómo hacerlo?

Lo que va a suceder a partir de ahora yo creo que está claro. Se mantendrá la gran coalición entre la derecha de los populares europeos que lidera Ursula von der Leyen, los socialdemócratas y los liberales centristas, aunque con menor protagonismo de estos dos últimos, pues han perdido 19 y 29 diputados respectivamente.

Coaligados, proseguirán las políticas recientes, aunque ahora más derechizadas, que se van a concretar en dar prioridad a la estrategia armamentista que ya habían anunciado y la vuelta en paralelo a las reglas de estabilidad, salvo en lo que toque a la inversión militar. Una doble guerra, aunque sea de diferente naturaleza. La cada vez menos disimulada contra Rusia, por un lado; y otra cada vez más abierta contra los pueblos. El resultado va a ser un deterioro progresivo y yo creo que muy rápido de la economía y las condiciones sociales que se empezará a notar en el primer semestre del año próximo y que la progresiva dependencia de Estados Unidos hará que se agudice.

Desgraciadamente, ahí no acabará todo. La extrema derecha va a ser ahora muchísimo más decisiva y cada vez más influyente por tres razones:

– El gran aumento del número de sus diputados.

– La derecha popular no sólo no se ha cerrado, sino que ha afirmado que está abierta a pactos con algunas de sus corrientes.

– Las políticas militaristas y de recortes económicos y sociales que se avecinan, van  a crear crisis, y descontento, un caldo de cultivo cada vez más favorable para su crecimiento e influencia.

A medida que la extrema derecha se vaya reforzando, dentro y fuerza de las instituciones europeas, los diferentes partidos de corte claramente fascista o incluso nazi, propagadores de todo tipo de bulos, impulsarán cada día con más fuerza su propia guerra, en este caso, dirigida contra los que consideran los enemigos «internos», sus propios compatriotas.

Si a eso se añade el declive de las fuerzas de izquierdas, su falta de autocrítica y la ausencia de planteamientos de reflexión y cambio de estrategia a corto y medio plazo, el panorama es muy desalentador. La Unión Europea va a entrar en un escenario de deterioro económico y crisis, conflictos cada vez más radicalizados, muy polarizados, cainitas y, dentro de poco, incluso bélicos. En definitiva, en guerra también contra ella misma porque todo esto que está sucediendo ocurre porque sus dirigentes han abandonado de facto y desde hace tiempo los ideales de paz y progreso que sus fundadores quisieron enarbolar.

Y todo esto se va a dar en un contexto de auténtica policrisis: climática, económica y financiera, geoestratégica, de desigualdad y de las democracias.

Lo que viene es una cuenta atrás muy peligrosa.

Fuente: https://juantorreslopez.com/la-europa-que-viene/

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La OTAN está arriesgando un holocausto nuclear por Dinero

 


La OTAN está arriesgando un holocausto nuclear por Dinero


Rodrigo Bernardo Ortega

KAOSENLARED

12 de junio de 2024 / Por 

 

En este artículo no pretendemos hacer una auditoría de los estragos causados por el conflicto en Ucrania y la destrucción de innumerables vidas, no sólo de hombres jóvenes reclutados de ambos lados, sino también de los civiles, la cual es una característica típica de la guerra sin cuartel.

No cabe duda de que hay niveles incalculables de sufrimiento, sabemos que pasará mucho tiempo para que podamos contabilizar el costo humano y material de esta guerra. En esta ocasión, sin embargo, nos gustaría ocuparnos de una posibilidad todavía -si cabe- más aterradora, que incluye el futuro de toda la humanidad: un holocausto nuclear. Nos vemos avocados a hablar de esto debido a que, como han opinado múltiples observadores, estamos en el periodo de tiempo más peligroso desde la crisis de los misiles cubanos (1962), aunque esta vez con mucha menos visibilidad y sentido de urgencia por parte de los medios y el público en general.

La guerra en Ucrania era probablemente evitable si Putin hubiera optado por agachar la cabeza y aceptar el incumplimiento de las promesas por parte de la OTAN, pero también, lo que es más importante, si los Estados Unidos en particular y la OTAN en general, hubieran optado por buscar seriamente canales diplomáticos para detener la invasión antes de que comenzara en enero de 2022.

Exactamente un mes antes de la invasión rusa, Charles Maynes escribió un artículo explicativo para NPR detallando lo que Rusia quería de las negociaciones. La principal exigencia de Rusia es que la OTAN se comprometa a poner fin a su expansión hacia las antiguas repúblicas soviéticas, especialmente Ucrania, y cito textualmente:” Rusia quiere que la OTAN rescinda una promesa de 2008 de que Ucrania podría unirse algún día a la Alianza de Defensa, pero Estados Unidos se negó.”, resumiendo: un mes antes del estallido de la guerra, varios historiadores, entre ellos Charles Maynes plantearon claramente que la única forma de evitar la guerra era que la OTAN desistiera de la promesa que Ucrania pudiese entrar a la OTAN.

Las casi tres décadas desde la caída de la Unión Soviética se han caracterizado por una larga serie de provocaciones fomentadas por Estados Unidos, concretamente, por la OTAN. Empezaron ya por 1990 cuando la Unión Soviética estaba al borde del colapso. Mientras los dirigentes occidentales y soviéticos negociaban la reunificación de Alemania, el ministro de Asuntos Exteriores de Alemania Occidental, Hans-Dietrich Genscher, declaró en un discurso público que la OTAN debía descartar una expansión de su territorio hacia el este. El discurso fue resumido en un cable escrito por la embajada de EEUU en Bonn, uno de los muchos documentos recogidos por el Archivo de Seguridad Nacional (NSA) de la Universidad George Washington. En dicho documento se menciona que en 3 ocasiones el secretario de Estado norteamericano, James Baker, aseguró a Gorbachov que la OTAN no se ampliaría “ni una pulgada hacia el este” y lo mismo hizo el Canciller de Alemania Occidental (Helmut Kohl) al día siguiente. En mayo de ese año, el secretario Baker aseguró nuevamente a Gorbachov la promesa de no expansión de la OTAN, misma promesa que reiteraría el primer ministro británico John Major. Incluso el secretario general de la OTAN de la época, Manfred Wörner, dijo a un equipo de diputados del Soviet Supremo que él, y la OTAN, estaban en contra de la expansión.

De este modo, cuando llegó el final de la Unión Soviética, Gorbachov tenía la seguridad que Occidente no amenazaría la seguridad rusa, la evidencia de ello era no ampliando la OTAN.

Con la caída de la Unión Soviética llegó una crisis para la industria de defensa. Fue un periodo inusual de relativa paz, entre la Guerra Fría y la Guerra contra el Terror. Los contratos de defensa cayeron a la mitad de lo que eran una década antes, el ejército disminuía su número de unidades de combate, la Marina reducía su número de buques, y la amenaza de la extinción nuclear parecía una pesadilla del pasado, ante esta situación, la industria militar no iba a quedarse de manos cruzadas.

En 1993 Clinton nombró a William J Perry Subsecretario de Defensa, quien convocó una reunión con
ejecutivos de los mayores contratistas de defensa del país, a una cena secreta que ahora se conoce como The Last Supper, (Última Cena). Perry advirtió a los ejecutivos que los recortes presupuestarios de la posguerra fría, y la caída de la demanda de satélites, misiles y aviones de combate eran una sentencia de muerte para sus empresas, aterrorizados, los ejecutivos salieron corriendo de la reunión para desencadenar una de las transformaciones más rápidas de cualquier industria moderna estadounidense. Unos 12 contratistas se fusionaron en sólo cuatro. Una de ellas, la fusión de Lockheed y Martin Marietta, crearía la mayor empresa de armamento del planeta, dichas empresas iniciaron una carrera en busca de nuevos mercados. Así lo pone un 
artículo de la época el NYT: “Los contratistas de defensa están actuando como diplomáticos que saltan por el mundo para fomentar la expansión de la OTAN, que creará un enorme mercado para sus mercancías”

Lo que le vendían a las naciones centroeuropeas para que se unieran a la OTAN era un enorme prestigio político, al ponerse del lado de EE.UU., en su momento de máxima influencia, pero pagando un precio: jugar según las reglas de la OTAN que exige inversión en armas y equipos militares occidentales. Sin embargo, no pocos advirtieron lo que esta apuesta a corto plazo implicaría para la estabilidad de la región con el paso de los años, en particular George Kennan, el legendario diplomático e historiador, declaró en 1997 que la ampliación de la OTAN sería el error más funesto de la política estadounidense en toda la era posterior a la Guerra Fría. Ese mismo año, una legión de pesos pesados de la política exterior estadounidense redactaron una carta de 46 firmantes -entre ellos dos ex-embajadores en Moscú, el ex director de la CIA Stansfield Turner, Sam Nunn quien dirigió el Comité de Servicios Armados del Senado, Robert McNamara, etc- advirtiendo que la expansión de la OTAN sería un error político de proporciones históricas.

A pesar de estas súplicas, la expansión de la OTAN comenzó, y en 1999 se admitieron tres nuevos países: Polonia, la República Checa y Hungría. Al año siguiente, el ex director de la CIA Robert Gates criticó que se siguiera adelante con la expansión de la OTAN hacia el este “cuando a Gorbachov y a otros se les hizo creer que eso no ocurriría”. Un año después, Estados Unidos, ya con el liderazgo de Bush, se retiraría unilateralmente del Tratado sobre Misiles Antibalísticos (ABM) con la excusa de proteger al país del terrorismo internacional.

La respuesta de Rusia ante esto fue desarrollar, desde el 2004, una nueva colección de sistemas vectores de armas nucleares, incluyendo misiles y torpedos, ese mismo año la expansión de la OTAN alcanzó otro nivel con la admisión de siete países más.


Las ganancias de las grandes empresas armamentísticas no se hicieron esperar: por ejemplo, Lockheed ganó un contrato por 3.500 millones de USD para venderle F-16s a Polonia, y Rumania le compró 1.400 millones de USD a Textron de helicópteros Cobra. El caso de Rumania es especialmente diciente ya que a pesar de ser un país pobre se le dijo que la compra haría más fácil su anexión a la fraternidad atlántica.

Para el 2008, la OTAN ya tenía una frontera con Rusia y había anexionado 10 países, pero esto no era suficiente para la organización, en el memorándum de Bucarest dejaba clara su intención de absorber 2 países en su órbita con una relación directa con Rusia: Ucrania y Georgia. En una comunicación desclasificada por Wikileaks, el actual director de la CIA William Burns anotó: “Las aspiraciones de Ucrania y Georgia a la OTAN no sólo tocan un nervio sensible en Rusia, sino que engendran serias preocupaciones sobre las consecuencias para la estabilidad de la región. Rusia no sólo percibe el cerco y los esfuerzos por socavar su influencia en la región, sino que también teme que se produzcan consecuencias impredecibles e incontroladas, consecuencias, que afectarían gravemente a los intereses de seguridad rusos”. En respuesta a esta provocación, Rusia invadió Georgia para evitar este país uniera a la OTAN. Ucrania no fue invadida entonces porque, decidió en ese momento prescindir de la petición de membresía.

Para el 2014, 2 nuevos miembros, Albania y Croacia eran admitidos a la OTAN. Los 12 países postsoviéticos que ahora gozaban de su estatus de miembro de la OTAN, habían comprado armamento estadounidense por valor de 17.000 millones de dólares. Un verdadero torrente de armas y dinero iba y venía de Estados Unidos a Europa Central y Oriental. Con un nuevo gobierno prooccidental al frente de Ucrania, los mercaderes de armas pusieron sus ojos de nuevo en el país eslavo. Desde el 2014, cuando Rusia invadió Ucrania por primera vez hasta el inicio del actual conflicto, Estados Unidos había comprometido más de 42.000 millones de dólares en “Ayuda a la Seguridad, ayudar a Ucrania a preservar su integridad territorial, asegurar sus fronteras y mejorar la interoperabilidad con la OTAN”.

Todo empezó a calentarse de nuevo en el 2017, cuando Trump dio marcha atrás en la política estadounidense de venta de armas letales a Ucrania. Era solo cuestión de tiempo que la situación comenzara a escalar, al comenzar la era COVID, EE.UU. y Rusia ya corrían hacia el borde del abismo. En 2020, los militares estadounidenses y estonios llevaron a cabo un ejercicio con fuego real utilizando sistemas de lanzamiento múltiple de cohetes M270 a sólo 70 millas de la frontera rusa. La embajada rusa en Washington calificó el ejercicio de provocador y extremadamente peligroso para la estabilidad regional, preguntando: ¿Cómo reaccionarían los estadounidenses en caso de que militares rusos disparasen en la frontera sur de EE. UU? El siguiente año el ejercicio continuó esta vez en el Mar Negro, hogar de la flota rusa. En noviembre de ese año la administración Biden redactó la llamada Carta sobre la Asociación Estratégica con Ucrania, en la que, guiándose por la Declaración de la Cumbre de Bucarest de 2008, Estados Unidos apoyaba las aspiraciones de Ucrania de ingresar en la OTAN: Como en Georgia, una línea roja rusa fue cruzada.

Rusia había desplegado unos 100.000 soldados en la frontera de Ucrania, listos para invadir cuando se les ordenara. Finalmente, Putin decide invadir Ucrania en enero de 2022.

Dos meses después de la invasión, Reuters informó de que el Pentágono había pedido a las ocho principales empresas armamentísticas que se reunieran para discutir la capacidad de la industria para satisfacer las necesidades de armamento de Ucrania si la guerra con Rusia duraba años. Como vimos con Rumanía, esto es normal, ya que comprar armas occidentales es la forma de acceder más fácilmente a la OTAN. El establishment de defensa está hoy inundado de nuevos contratos, no sólo en Ucrania, sino también con los miembros de la OTAN en Europa. Tras la invasión, las ventas de armas a la OTAN se duplicaron. Podemos sólo especular por qué estas compañías están ansiosas de unir a Ucrania en la OTAN, como dicen: follow the money.

¿Harán Ucrania y la OTAN que Europa sea más segura? ¿Un mundo más seguro? Toda la evidencia histórica nos demuestra lo contrario. No nos gusta pensar demasiado en lo que eso implicaría esto para la humanidad, recordemos que el elefante en el cuarto son los arsenales nucleares que aguardan una orden a lado y lado de la línea de guerra.

¿Sirve pues la OTAN para proteger a pueblos o para servir a los intereses de un estrecho sector que representa a una ínfima parte de la humanidad? ¿Vale la pena poner el destino de la humanidad en riesgo para que las acciones de empresas inescrupulosas suban su valor de manera importante?

Referencias:

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La otra cara del desembarco de Normandía

 

La otra cara del desembarco de Normandía

 

DIARIO OCTUBRE / junio 11, 2024



Sergio Rodríguez Gelfenstein.— Aunque la vorágine de acontecimientos internacionales es muy intensa, trato de escribir solo un artículo a la semana para no atiborrar a mis lectores con tanta información. Esta semana era inevitable comentar el triunfo de Claudia Sheinbaum y de la alianza que va a dar continuidad al gobierno de López Obrador en México.

No obstante, he visto con asombro el burdo y vergonzoso show de celebración del 80 aniversario del desembarco en Normandía en Francia, suponiendo que el mundo está lleno de estúpidos que no se dan cuenta que están intentando tergiversar la historia. Me parece que algo hay que decir. Pero como no me da tiempo de escribir algo nuevo, recuperé un artículo que escribí en junio de 2014 con el mismo motivo, cuando se cumplieron 70 años del hecho. Creo que tiene validez y actualidad. Al final una pequeña nota de comentario.

La otra cara del desembarco de Normandía

Entre agosto de 1942 y febrero de 1943 se desarrolló el enfrentamiento bélico de mayor dimensión en la historia de la humanidad. La batalla de Stalingrado produjo un poco más de 2 millones de bajas entre soldados de ambos ejércitos y civiles soviéticos.

La victoria soviética significó un punto de inflexión en la intención nazi de derrotar a ese país y el inicio de una contra ofensiva de las Fuerzas Armadas al mando del mariscal Zhukov, que no se detuvo hasta la victoria definitiva en Berlín en mayo de 1945. En esa medida, Stalingrado, encarnó un cambio en la correlación estratégica de fuerzas de la segunda guerra mundial y la convicción de Occidente que el poder soviético no iba a caer por la fuerza avasalladora del ejército nazi, aspiración suprema de las fuerzas aliadas que durante los dos años anteriores miraban con ambición no oculta que ese hecho ocurriera.

Intentando contener a las tropas soviéticas, en julio de 1943 Hitler ordenó el ataque de sus principales fuerzas, lo que dio origen a la Batalla de Kursk, (en territorio ucraniano), considerada la de mayor dimensión en cuanto a la participación de blindados (8.000) y de aviones (5.000) entre ambos contendientes. Los soviéticos pasaron a la ofensiva y entre julio y agosto lograron derrotar a la mayor agrupación de fuerzas alemanas sobrevivientes de Stalingrado convenientemente reforzadas por Hitler. La derrota en Kursk fue el último intento nazi de pasar a la ofensiva en el frente oriental.

De inmediato, el mando soviético ordenó dar continuidad a la contra ofensiva para aprovechar el alto grado de desmoralización que produjeron las derrotas del ejército nazi en Stalingrado y Kursk, por lo que entre agosto y octubre de 1943 se desencadenó la Batalla de Smolensk que ocasionó alrededor de 250 mil bajas alemanas y de sus aliados y 400 mil entre soldados y civiles soviéticos. Esta contienda permitió la entrada de las tropas en Bielorrusia iniciando los combates por la liberación de esa república.

Simultáneamente, en agosto de ese año, dio inicio la Batalla del Dniéper. Al finalizar la misma en diciembre, las fuerzas nazis tuvieron un millón 700 mil bajas y las soviéticas un millón 250 mil. Este enfrentamiento también está considerado uno de los de mayor dimensión en la historia, con la participación de alrededor de 4 millones de combatientes entre ambos bandos.

Durante los últimos meses de 1943 y primeros del año 1944 el avance de las tropas soviéticas hacia el oeste se mantuvo indetenible. Fueron liberadas Kiev, Crimea, Odessa, Sebastopol y Nóvgorod, creando condiciones para romper el cerco sobre Leningrado que había durado 900 días ininterrumpidamente desde septiembre de 1941 hasta el 27 de enero de 1944 sin que el alto mando nazi hubiera logrado el objetivo de capturar la ciudad.

Así, el Estado Mayor de las Fuerzas Armadas soviéticas preparó para el verano de 1944 la Operación Bagration encaminada a desplazar a los alemanes de Bielorrusia y los países bálticos, liberar totalmente su vasto territorio de toda presencia militar extranjera y entrar a la Europa ocupada a través de Polonia. Esta batalla significó el aniquilamiento total de 17 divisiones del ejército nazi, quedando además 50 de ellas gravemente disminuidas.

La Operación Bagration basó su éxito en el extraordinario trabajo de la inteligencia soviética que consiguió detectar los planes alemanes hasta el último detalle, logrando planificar de antemano las operaciones, adelantarse en las mismas y quitarle toda posibilidad de iniciativa al enemigo que se vio sorprendido y sin capacidad de respuesta ante la acometida de las tropas al mando de los mariscales Zhukov, Vasilevsky, Bagramián, y Rokossovsky y el General de Ejército Iván Chernyajovsky, muerto en combate en Polonia en febrero de 1945.

De manera tal que esa era la situación en los campos de batalla cuando por fin¡¡¡¡¡, el alto mando aliado decidió abrir el frente occidental ejecutando el Plan Overlord y el desembarco en Normandía como parte de él. A partir de ese momento la mitología occidental se ha encargado de transformar el desembarco en Normandía -a través de Hollywood y su gran aparato ideológico y de propaganda- en la “batalla decisiva” de la segunda guerra mundial, adjudicándole a las fuerzas armadas estadounidenses un papel que no le cabe en la historia. No se trata de minimizar la contribución de los aliados en la contienda, pero la realización tardía e interesada del desembarco persiguió objetivos políticos vinculados a la situación que habría de crearse en la posguerra.

Lo cierto es que el sostenido avance soviético en el este, despertó inquietud en la alianza atlántica en la carrera por llegar primero a Berlín y, en primera instancia a París, en una Francia que resistía a través de sus partisanos comunistas mientras el General De Gaulle vivía en Londres y refunfuñaba con imprecaciones de toda índole por la demora estadounidense-británica en ejecutar el ansiado desembarco, cuyo retraso amenazaba con poner en entredicho su propia capacidad de liderar el proceso de liberación de Francia.

Debe decirse que a mediados de junio de ese año, la inteligencia soviética había logrado desinformar a Alemania acerca de sus planes en el frente oriental, por lo cual concentraba grandes cantidades de unidades en el este que jamás pudo desplazar al oeste. Además, sus tropas se encontraban diseminadas en un amplio frente de combate que iba desde el Báltico hasta el Mediterráneo, donde además de las tropas soviéticas combatían heroicamente fuerzas guerrilleras rurales y urbanas en Italia, Yugoslavia, Eslovaquia, Polonia y Grecia.

Sin desmerecer a los miles de soldados aliados y a los civiles franceses caídos durante y después del desembarco en Normandía, quienes arriesgaron su vida a favor de destruir la plaga del nazismo, la cifra de 214 mil bajas aliadas y de 300 mil alemanes entre muertos y heridos, palidece ante las dimensiones antes relatadas de las épicas jornadas de combate que sufrió la Unión Soviética durante 3 años.

Si se pudiera comparar en términos militares, el desembarco en Normandía con las batallas en Stalingrado, Leningrado, Smolensk, Kursk o el Dniéper habría que decir que la primera fue una simple escaramuza, no tanto por la magnitud de las fuerzas militares y el armamento terrestre, aéreo y naval ocupado en las operaciones, sino sobre todo porque a diferencia de los soviéticos que luchaban por liberar territorio patrio y su pueblo sufría en carne propia los desmanes y la represión indiscriminada del aparato de guerra y represión nazi, Estados Unidos y Gran Bretaña luchaban fuera de su territorio, ocupados en una batalla geopolítica para impedir que el país de los soviets fuera el primero en llegar a Berlín y lograra la gloria de derrotar al Tercer Reich en su propia madriguera. Era parte de la guerra fría y el mundo bipolar.

Es cierto que 45 años después la Unión Soviética fue derrotada y desapareció, que sus líderes de entonces no tuvieron la misma grandeza de los que lo condujeron en la Gran Guerra Patria y que su desvanecimiento anunció “el fin de la historia”. Pero esa es una cosa, y otra es que se pretenda por vía cinematográfica tergiversar la historia, construir falsos ídolos y esquilmar a los pueblos de la Unión Soviética el sustantivo aporte que hicieron a la libertad no sólo de ellos mismos, sino de toda la humanidad.

“Honrar, honra”, dijo José Martí y se debe reconocer la honra del presidente francés Francois Hollande cuando durante los actos en conmemoración del 70 aniversario del desembarco aliado el pasado 6 de junio, en las playas normandas destacó “el valor del Ejército Rojo y la contribución del pueblo de la entonces Unión Soviética a la derrota del nazismo en la II Guerra Mundial”. Hollande hizo patente su deseo de “…saludar el coraje del Ejército Rojo que, lejos de aquí, frente a 150 divisiones alemanas, fue capaz de hacerlas retroceder”.

En el acto que contó con la presencia de 19 jefes de Estado entre los cuales destacaba Barack Obama de Estados Unidos y Vladimir Putin de Rusia, Hollande destacó “…la contribución decisiva de los pueblos de la llamada Unión Soviética” durante esa contienda.

En ese sentido, la agencia Prensa Latina recordaba que “Cuando el mando aliado decidió abrir el Frente Occidental con el desembarco de más de 130 mil efectivos de varios países en Normandía, ya el Ejército Rojo había prácticamente derrotado a las fuerzas alemanas que invadieron a su país agregando que “La confrontación costó a la hoy extinta Unión Soviética un duro precio de más de 20 millones de vidas humanas, así como la destrucción de una gran parte de su territorio”.

NOTA: El mundo ha retrocedido tanto que hace solo 10 años atrás, en 2014, los presidentes de Rusia y Estados Unidos podían conmemorar juntos la derrota del nazi-fascismo en Europa. Igualmente, la regresión ha sido tan atroz que hace una década el presidente de Francia reconocía el relevante papel de la Unión Soviética en la derrota de las hordas nazis. Hoy, en 2024, por el contrario, Estados Unidos y Francia apoyan al nazi fascismo, lo promocionan, arman a sus fuerzas y entrenan a sus soldados. He ahí el paupérrimo nivel del liderazgo occidental, ignorante y genuflexo ante el nazismo, al que apoyan para conducir al mundo a una tercera guerra mundial, suponiendo que, al igual que en 1941, una derrota de Rusia, les va a llevar a la salvación del capitalismo y al sostenimiento de la hegemonía que sustentan.

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FUENTE: sergioro07.blogspot.com

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