miércoles, 3 de junio de 2020

Sobre los 100 millones de muertos por el "comunismo"



Debates sobre la derecha liberal y el comunismo

Óscar Fernández
Izquierda Diario.es
13.10.2019

Un argumento usualmente esgrimido contra el marxismo y el comunismo es que presuntamente 100 millones de personas habrían muerto bajo su régimen. ¿Pero qué tan cierta es esta aseveración y de dónde salió esa cifra? 

La cifra de los 100 millones ha sido uno de los argumentos más repetidos contra la izquierda por parte de sectores conservadores. La idea central es que se pretende advertir a la población no sólo sobre las nefastas consecuencias económicas que traería (“la igual distribución de la pobreza”, como dice la frase atribuida a Winston Churchill), comparando las condiciones materiales actuales con las crisis sociales en Venezuela o la situación en Cuba, sino también porque la miseria actual sería mil veces mejor que el genocidio que potencialmente traería este sistema.

Sin embargo, cabe preguntarse cómo y de dónde se obtuvo este número para condenar con semejante fuerza la propuesta realizada por Carlos Marx y Federico Engels hace 150 años. La idea tomó impulso desde la década anterior y se expandió gracias al advenimiento de la internet, donde se ha repetido hasta el cansancio hasta convertirse casi en una idea inamovible e incuestionable. Se trata de una ofensiva ideológica contra la idea de la revolución para que ésta no se haga carne en los explotados y desposeídos del mundo, y para esto se realiza una operación ideológica y política, la cual consiste en asociar al llamado “socialismo realmente existente” (esto es, el estalinismo y sus distintas vertientes) con el socialismo de Marx y Engels y su ideario comunista, cuando en realidad —como demostraremos más adelante— este “socialismo realmente existente” consistió en su negación.

La fuente de donde se saca este dato (mismo que luego suele ser en sí mismo inflado a 150 o 200 millones de muertos) viene de la obra El Libro Negro del Comunismo, una compilación realizada por el exestalinista Stéphan Courtois a fines de los años 90. El propósito de este estalinista arrepentido era darle un “Núremberg” al comunismo y juzgarlo en el marco de la historia.

Primer elemento a considerar: errores metodológicos

Es así que el Libro Negro realiza una compilación de datos y números de todos los países que se habían autoproclamado comunistas. Courtois realizó una serie de ensayos y entrevistas a varios historiadores para señalar todas y cada una de las atrocidades cometidas en nombre del socialismo, para “probar” que ésta sería culpable de millones de muertes. Sin embargo, esto no vino sin consecuencias por parte de investigadores más serios.

Empezando por dos de los propios autores que Courtois recurrió, los historiadores Nicholas Werth y Jean-Louts Margolin se distanciaron de su participación en el proyecto argumentando que Courtois estaba “obsesionado” con alcanzar la cifra de los 100 millones, según ellos mismos aseveraron en una entrevista al diario Le Monde, reprochando que Courtois solamente consideró "la dimensión criminal como una de las dimensiones de todo el sistema comunista" y que eso "equivale a eliminar su carácter histórico del fenómeno". [1] La editorial de la Universidad de Harvard terminó retirando su edición del libro por “errores matemáticos”. [2]

De igual forma, el historiador Peter Kenez señaló que el libro contiene “imprecisiones históricas”. “El Sr. Paczkowski, quien escribió el capítulo sobre Polonia, inmediatamente perdió mi confianza en su objetividad cuando escribió en la segunda página de su ensayo: "En el verano de 1920, Lenin lanzó una ofensiva del Ejército Rojo contra Varsovia". No es simplemente una cuestión de opinión, sino un hecho de que fue Pilsudski, el héroe de la independencia polaca, quien atacó [primero] y el Ejército Rojo, tal vez desaconsejadamente, persiguió a los polacos. [...] Estos errores e imprecisiones son importantes, ya que socavan la confianza del lector en otras cifras que no son tan fáciles de verificar. (Uno se pregunta acerca cómo es que los editores no notaron algunos de estos obvios errores)”. [3]

Y es que en su fanatismo conservador, Courtois define a cualquier persona que murió de forma antinatural bajo el comunismo como "una víctima de ello", lo que la mayoría consideraría engañoso. Ya desde la publicación del libro, el filósofo francés y dirigente trotskista Daniel Bensaïd señaló la pésima metodología empleada en el Libro Negro. En su reseña escrita en 1997 señala:

“La puesta en escena del Libro Negro tiende no sólo a borrar las diferencias entre nazismo y comunismo, sino a banalizar sugiriendo que la comparación estrictamente ‘objetiva’ y contable va en ventaja del primero: 25 millones de muertos contra 100 millones, 20 años de terror contra 60. […] Esta contabilidad macabra de comerciante al por mayor, mezclando países, épocas causas y campos tiene algo de cínico y de profundamente irrespetuoso de las propias víctimas. […] Con tales procedimientos ideológicos, no sería muy difícil escribir un Libro rojo de los crímenes del capital, sumando las víctimas de los pillajes y de los populicidios coloniales, de las guerras mundiales, del martirologio del trabajo, de las epidemias, de las hambrunas endémicas, no solo de ayer, sino de hoy. Sólo en el siglo veinte se podrían contar sin esfuerzo varios centenares de millones de víctimas”. [4]

Cualquier investigador serio sería más riguroso en una investigación de ese calibre. Sin ir muy lejos: ¿cómo definiríamos un país socialista/comunista?

Un elemento que se suele dejar de lado es el tipo de estado que surge después de la revolución. Marx en su obra La Guerra Civil en Francia, donde describe el surgimiento de la Comuna de París, señala los elementos que constituirían un Estado obrero.

“La Comuna empleó dos remedios infalibles: en primer lugar, cubrió todos los cargos administrativos, judiciales y educacionales por elección, mediante sufragio universal, concediendo a los electores el derecho a revocar en todo momento a sus elegidos. En segundo lugar, pagaba a todos los funcionarios, altos y bajos, el mismo salario que a los demás trabajadores. El sueldo máximo asignado por la Comuna era de 6.000 francos. Con este sistema se ponía una barrera eficaz al arribismo y a la caza de cargos, y esto sin contar con los mandatos imperativos que, por añadidura, introdujo la Comuna para los diputados a los cuerpos representativos”. [5]

Courtois, coherente con su pasado estalinista, no distingue entre el proyecto comunista y el mal llamado “socialismo real” que resultó su negación burocrática. La URSS no entraría en el rubro de un país socialista, ya que estos elementos que Marx detalla, si bien estaban presentes durante los primeros años de existencia del estado soviético, fueron poco a poco barridos por la burocracia de Stalin. Los funcionarios estatales tenían privilegios a costa de las masas trabajadoras y los puestos se elegían de manera burocrática por la camarilla gobernante. Volviendo a Bensaïd:

“Comparación [entre nazismo y comunismo] no es justificación, las diferencias son tan importantes como las similitudes. El régimen nazi cumplió su programa y mantuvo sus siniestras promesas. El régimen estalinista se edificó en contra del proyecto de emancipación comunista. Tuvo para instaurarse que machacar a sus militantes. […] La Alemania de Hitler no tenía necesidad como la Rusia de Stalin de transformarse en ‘país de la gran mentira’: los nazis estaban orgullosos de su obra, los burócratas [estalinistas] no podían mirarse de frente en el espejo del comunismo original”. [6]

De aquí la actualización y pertinencia de la definición de Trotsky de que la URSS en realidad era un “estado obrero degenerado” [7] que contaba con una burocracia que había expropiado a la clase obrera y había eliminado cualquier vestigio de democracia soviética. Posterior a la Segunda Guerra Mundial, el estalinismo pactó repartirse el mundo en los acuerdos de Yalta y Potsdam, dejando a su suerte a miles de comunistas en distintos países, como Vietnam, [8] Italia, Grecia, etc., e imponiendo su modelo burocrático —ajeno a la tradición del marxismo y la misma Revolución Rusa— en los países que quedaban en su “zona de influencia”, argumentando que su “modelo” era el “socialismo realmente existente” para justificar la brecha entre la teoría —esbozada por Marx, Engels, Lenin, Luxemburgo, Trotsky y muchos más sobre la base de años de experiencia revolucionaria— y sus tergiversaciones en la práctica.

Asimismo —y continuando con las características que definen al socialismo—, según la teoría marxista, éste es una fase transitoria para establecer el comunismo (una sociedad sin estado, donde no hay explotación ni opresión y todos son productores libres y asociados), y se impone por medio de una revolución encabezada por el proletariado. Pero entonces eso nos arroja otro problema: según esta definición, el único país que encaja en ella sería la URSS, ya que en otros países (como China) la revolución la encabezaron los campesinos con una estrategia de guerrillas donde los obreros no fueron la punta de lanza contra el capitalismo.

Si nos guiamos por revoluciones lisas y llanas, países como Vietnam, Corea del Norte y Europa del Este quedarían fuera de ese estudio debido a que su sistema se hizo con una “revolución por arriba”, sin participación de las masas, por orden de la burocracia estalinista y en contubernio con el imperialismo internacional como parte de los ya mencionados acuerdos de Potsdam y Yalta.

Segundo elemento: cifras infladas

Pero aun si el lector asume los términos dictados por Courtois sobre lo que constituye un país socialista, eso nos lleva al segundo problema: ¿de dónde salen las cifras? No se trata solamente de hacer una sumatoria “de comerciante al por mayor” como la describe Bensaïd.
Las millones de muertes en los países autoproclamados socialistas provienen de marcos históricos distintos, cada uno con sus particularidades. ¿Realmente podemos poner un signo de equivalencia entre un poblado ucraniano asolado por la hambruna de 1933 y un batallón de Nazis del General Paulus ejecutados en Estalingrado? Para Courtois y los apologistas del Libro Negro, ambos serían víctimas del socialismo.

Incluso entre las hambrunas sufridas en la URSS, las condiciones son radicalmente diferentes. La hambruna de 1918-1923 no cayó del cielo ni es casual que transcurriera entre esos años: se desencadenó por la invasión de 14 ejércitos extranjeros para evitar la consolidación de la Revolución de Octubre. Siete años de guerra (tres de Guerra Mundial y cuatro de guerra civil) dejaron el campo prácticamente estéril, forzando a los bolcheviques a tomar medidas de concesión y creación de pequeñas empresas privadas para reactivar la economía (lo que se conoció como la NEP).

Por otro lado, la hambruna de 1933 tuvo un matiz totalmente distinto. Se dio no sólo en el marco de la consolidación de Stalin en el poder, sino que tampoco se puede entender si no se explica su antesala inmediata: la crisis de abastecimiento de granos de 1928. En ella, Stalin y su camarilla inicialmente argumentaron que no había condiciones para industrializar el país, que construir una presa en el Dniéper era como “darle un gramófono a un campesino sin vaca”; esto mientras Trotsky insistía en ir en dirección contraria. Una vez que estalló la crisis se dio el giro súper-industrializador y colectivista de Stalin, que fue absolutamente criminal y que era opuesto por el vértice a la propuesta de industrialización de Trotsky. La hambruna sólo fue el resultado inevitable de la línea estalinista, cuyas consecuencias, producto de la dominación burocrática, fueron comparables a lo peor que ha hecho el capitalismo [9] —esto sin tomar en cuenta que las hambrunas, mientras existió la URSS, eran en realidad la excepción y no la regla. [10]

Es menester además, mencionar que entre las víctimas del estalinismo se encontraban decenas de miles de revolucionarios decididos tanto en Rusia como en otros países. Gente como Sócrates Gevorkian e Igor Poznasky fueron enviados al gulag de Vorkuta, a pocos kilómetros del círculo polar ártico; otros, como el catalán Andreu Nin —quien rompió con Trotsky—, el húngaro Ignace Reiss —quien desertó de la policía secreta de Stalin, la GPU-NKVD, para unirse a las filas del trotskismo— y León Sedov, hijo de Trotsky, fueron asesinados por los agentes de la NKVD por oponerse a los esbirros de Stalin.

Evidentemente que Courtois, interesado por “probar” su cifra de 100 millones sobre la base de la tergiversación, no va a decir que entre lo que fue los personeros del “socialismo real” (esto es, el estalinismo) y el capitalismo que él defiende, existió un acuerdo estratégico en momentos cruciales para alejar y evitar la revolución —de esto hablaremos más adelante. Ni tampoco que existió una corriente (que nuevamente, el autor mete en la misma bolsa que el estalinismo) que se opuso a las terribles políticas de las burocracias al servicio de Stalin.

Tercer elemento: los crímenes del capital o qué se entiende por “fracaso”

Concluiremos este artículo señalando que, incluso jugando al abogado del diablo, lo que estos críticos del socialismo no mencionan son las cantidades de muertes que ha generado el sistema de explotación y opresión que defienden. El argumento que se usa para “responder” a esta postura es que, a pesar de todo, el capitalismo ha “demostrado” su validez porque continúa siendo el modo de producción hegemónico.

Sin embargo, ¿qué se entiende por “fracaso del socialismo”? La simple no-existencia de países socialistas no es razón suficiente para sostener que el sistema “fracasa”, ya que se parte de la conclusión para explicar el presente y no cómo o por qué la coyuntura terminó de determinada manera.

Es decir, no todos los casos terminaron en desmoronamientos como la URSS (los cuales fueron el resultado de la acción de las burocracias restauracionistas y predichos por Trotsky más de 50 años antes), sino en represiones sangrientas donde lo económico no fue la causa de que el socialismo no predominara. Los críticos del socialismo tienden a simplificar procesos políticos complejos y los sucesos que acontecieron en todo un siglo, borrando de un plumazo años de historia y negando experiencias importantes de la clase obrera, con revoluciones socialistas y antiestalinistas. Una y otra vez, los explotados y los esclavos insurrectos lucharon por derribar el capitalismo, protagonizaron decenas de revoluciones, pusieron en pie organismos que mostraron qué estado podía construirse —uno democrático sobre la base de la autoorganización obrera y popular—, y si no pudieron triunfar fue porque, en los momentos decisivos, la burguesía y sus fuerzas armadas lo ahogaron en sangre con la complicidad de las direcciones reformistas.

De ejemplo están las revoluciones políticas de 1956 en Hungría y 1968 en Checoslovaquia —reprimidas bajo el fuego de los tanques del Pacto de Varsovia—, la revolución iraní de 1979 —reprimida por el Ayatolá y con el aval del partido comunista iraní (Tudeh) [11]—, los cordones industriales de Chile —donde el Partido Comunista y Salvador Allende cedieron en varias oportunidades a la derecha y terminaron por desarmar a los trabajadores, [12] que quedaron impotentes ante el golpe de estado de Pinochet—, y así podríamos seguir enumerando procesos donde las masas plantearon la necesidad de acabar con la sujeción al capitalismo, pero que sufrieron derrotas instigadas ya sea por las burocracias estalinistas, la CIA o una combinación de ambas.

Si consideramos la responsabilidad del capitalismo, en cambio, podríamos enlistar, por nombrar unos cuantos ejemplos, las hambrunas en la India cuando fue colonia británica, y que llegan a sumar cerca de 47 millones de muertos, los 10 millones del genocidio en el Congo Belga —los cuales le generaron a Leopoldo II una fortuna de 80 millones de francos—, así como los 10 millones de la hambruna de Irán de 1917 —instigada por la invasión de tropas británicas en el marco de la Guerra Mundial—; solamente sumando las dos guerras mundiales se alcanza sin problema 100 millones de muertes. Es decir que para mediados del siglo XX habrían muerto cerca de 163 millones de personas a manos del capitalismo.

Faltaría sumar, por ejemplo, cuántos murieron en las demás colonias de África antes del proceso de descolonización de la ONU, los muertos del apartheid en Sudáfrica, las víctimas de las guerras del opio en China, las de las guerras en Vietnam, Corea, Irán, Irak, Siria, las dictaduras en América Latina, el genocidio al pueblo kurdo, la limpieza étnica en Palestina, la guerra contra el narcotráfico en México, etc. Incluso si nos enfocáramos en datos sobre la pobreza, las instituciones del capitalismo corroboran que el sistema provoca mayor desigualdad; un reporte del Banco Mundial señala cómo, cuando el capitalismo se restauró en los estados obreros deformados de la ex-URSS y Europa del Este, la pobreza se disparó. [13] El capitalismo por sí solo, incluso cuando trata de posicionarse como un sistema eficaz, termina mostrando su verdadero rostro: el de un sistema basado en la explotación, opresión y que genera la miseria de millones de personas en todo el planeta.

NOTAS AL PIE

[1] Chemin, A. “Les divisions d’une équipe d’historiens du communisme”, Le Monde, 31 de octubre de 1997. Recuperado de: https://www.lemonde.fr/archives/article/1997/10/31/les-divisions-d-une-equipe-d-historiens-du-communisme_3811179_1819218.html

[2] El editor de la Harvard University Press admitió en un intercambio que hubo un error matemático por factor de 10, lo cual significa que las estadísticas recolectadas fueron sobreestimadas en cifras 10 veces más grandes de las que los datos arrojan. Para ver la respuesta de la HUP, consultar: https://web.archive.org/web/20070929103203/http://www.etext.org/Politics/MIM/agitation/blackbook/blackb3.html

[3] Kenez, P. Comentarios acerca del Libro Negro del Comunismo. Recuperado de: https://web.archive.org/web/20000304051103/http://www.feedmag.com:80/essay/es271_meta3.html

[4] Bensaïd, D. (1997) “Comunismo y estalinismo”, recuperado de: https://www.marxists.org/espanol/bensaid/1997/001.htm

[5] Marx, C. (1871) La Guerra Civil en Francia, recuperado de: https://www.marxists.org/espanol/m-e/1870s/gcfran/intro.htm

[6] Bensaïd, Op. Cit.

[7] Trotsky, L. (2014) La Revolución Traicionada y otros escritos, Colección: Obras Escogidas, Tomo 6, Buenos Aires: Ediciones IPS-CEIP.

[8] Para ver el papel del estalinismo vietnamita frente al capital internacional y en el marco de la invasión japonesa, ver “Estalinismo versus socialismo revolucionario en Vietnam”. http://ceipleontrotsky.org/Stalinismo-versus-Socialismo-Revolucionario-en-Vietnam1

[9] Para una explicación más profunda de la crisis de 1928 en la URSS y las propuestas de Trotsky, ver “Trotsky, Gramsci y la democracia capitalista” en Estrategia Internacional N°29, apartado “Anexo: hegemonía y ‘dictadura del proletariado’”, pp. 175-178.

[10] Según un informe desclasificado de la CIA, el consumo nutricional entre un ciudadano estadounidense y uno soviético era casi igual, con la diferencia de que los soviéticos tenían una dieta “ligeramente más saludable”.

[11] El Tudeh, como muchos otros partidos estalinistas, se basaba en la estrategia etapista del “Frente Popular” para llevar adelante la revolución. Pero ya que en Irán no existía un ala “democrática” y “progresista”, terminaron aliándose con el Ayatolá y en contra de los shoras, los sóviets iraníes. Para una explicación más profunda ver Cinatti, C. “Islam político, antiimperialismo y marxismo”. http://www.ft-ci.org/Islam-politico-antiimperialismo-y-marxismo,2127?hc_location=ufi

[12] El golpe de Pinochet fue precedido por el Plan Prats-Millas (nombrado en honor al jefe del ejército chileno, Carlos Prats, y el presidente del Partido Comunista de Chile, Orlando Millas), el cual tuvo por objetivo la devolución al empresariado chileno de 123 empresas bajo control obrero, así como de la Ley de Control de Armas que requisaba cualquier arma de fuego en manos de los trabajadores. Ambas políticas fueron implementadas por Allende con el aval de los partidos comunista y socialista.

[
13] Milanovic, B. (1998) Income, Inequality, and Poverty during the Transition from Planned to Market Economy, Washington D.C.: Banco Mundial, pp.67-68. Más adelante, el mismo reporte señala que "el descenso hacia la pobreza es consecuencia de dos fuerzas: menores ingresos y mayor desigualdad de ingresos" (p.85), sin mencionar que dicho fenómeno se debió a las privatizaciones rapaces en toda la región ordenadas por el FMI.

México (En España, ¿es suficiente con la movilización social, o esta tiene que estar organizada y dirigida a conseguir objetivos posibles, en función de la fuerza social de que se disponga, claros y comunes previamente establecidos?)



México 


División en la élite y ruido de sables



02/06/2020 | José Luis Hernández Ayala 
Vientosur
02.06.2020
El huracán electoral que barrió el dominio hegemónico a los dos principales partidos burgueses en México –el Revolucionario Institucional (PRI) y el de Acción Nacional (PAN)-, en la elección presidencial de julio del 2018, no se ha disipado, antes bien, está recobrando renovado ímpetu.

A pesar de que en dicho proceso electoral se repitieron los mismos mecanismos de fraude, compra de votos y decenas de candidatos asesinados -que impidieron el triunfo de Cuauhtémoc Cárdenas en 1988 y de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en 2006- el abrumador descontento en contra de la corrupción, antidemocracia y la miseria generada por más de 30 años de neoliberalismo, otorgó más de 30 millones de votos al candidato triunfante o sea el 53% del total. No se trató, como opina un sector de la izquierda mexicana, de una maniobra palaciega para que todo siguiera igual, se trató de un auténtico descontento popular que, de no haber respetado el resultado en las urnas, habría desatado una violenta irrupción de las masas capaz de destruir el orden establecido. López Obrador no era el candidato de una oligarquía clasista y racista -que siempre lo ha visto como un incómodo advenedizo- sino de un sapo que se tuvo que tragar para evitar un mal mayor. Ante la evidencia de que el régimen autoritario y semidictatoral del PRI-PAN estaba agonizando, hubo un sector –encabezado por Alfonso Romo y en menor medida por Carlos Slim, Salinas Pliego y Televisa-, que optaron por otorgarle un discreto apoyo a diferencia de un sector mayoritario que decidió confrontarlo.

División en la élite

Esta división en la élite viene de antes. Algunos sectores de la oligarquía coincidían con la corriente de economistas, entre los cuales se encuentra Joseph Stiglitz, Paul Krugman o Jeffrey Sachs, que sostenían que el neoliberalismo ortodoxo es inviable y demandaban ajustes al modelo. Además de que cada vez se sentían más incomodos en sostener a un régimen autoritario, corrupto, ligado al narcotráfico y que cobijaba a sectores burgueses arribistas o carroñeros que les hacían competencia, aunque continuaran haciendo negocios comunes. Frente a ellos se ubican otros sectores oligárquicos fuertemente dependientes de su relación con el Estado, que son los más conservadores (patriarcales, homófobos, racistas y clasistas) y ortodoxamente neoliberales que siguen siendo férreos opositores al gobierno de AMLO. Esta división, en el seno de una oligarquía sólidamente unida durante décadas, auguraba importantes desacuerdos con el gobierno que se avecinaba.

Las diferencias entre el conjunto de la oligarquía y López Obrador no se centran en la continuidad del capitalismo. El gobierno de López Obrador es un gobierno burgués sin duda alguna. Pero también refleja diferencias centrales sobre el papel que debe jugar el Estado como regulador de la política económica. Estas diferencias se han hecho más agudas durante la pandemia del Covid-19. Mientras los órganos de representación patronal esperaban la declaración de un estado de contingencia de salud, que obliga a la parte patronal a pagar un salario mínimo al día hasta por un mes, a modo de indemnización, el gobierno federal decretó un estado de emergencia sanitaria por causa de fuerza mayor, que garantiza el pago íntegro de salarios y prestaciones. Lo más conflictivo fue la exigencia patronal de solicitar en incremento de la deuda pública para subsidiar el pago de impuestos o rescatarlos ante posibles quiebras, tal y como estaban acostumbrados bajo en el viejo régimen. Ninguno de estos privilegios se les ha concedido y, por el contrario, se ha continuado el gasto en asistencia social y canalizado recursos a los pequeños y medianos empresarios.

Existen otros temas que han confrontado a la elite y el gobierno de López Obrador, mencionaré los más importantes: la suspensión de la construcción del aeropuerto en el Lago de Texcoco, por antiecológico y ser un negocio corrupto; la cancelación de la mal llamada “Reforma Educativa”, por ser contraria a los intereses del magisterio y abrir el camino a la privatización de la educación pública; la cancelación de la construcción de la planta cervecera de Constellation Brands en la ciudad de Mexicali, Baja California, respetando una consulta popular, debido a que amenazaba el abasto de agua a una ciudad en zona semidesértica; la recuperación de la soberanía energética con la construcción de una nueva refinería y la reconfiguración y modernización de las cinco existentes, en materia eléctrica se estableció un nuevo marco operativo que anula privilegios a las empresas generadoras de energía fotovoltaica y eólica que hizo que las empresas trasnacionales, principalmente Iberdrola, pegaran el grito en el cielo; las continuas denuncias sobre la corrupción de los gobiernos neoliberales que, si bien ha alcanzado a algunos peces gordos, están aún muy lejos de llevar a tribunales y decomisar los bienes de todos aquellos que han saqueado la nación.

Este aspecto progresista de la política obradorista contrasta con otras que reafirman la continuidad de políticas neoliberales como mantener y reforzar el acuerdo comercial con Estados Unidos y Canadá (T-MEC); impulsar megaproyectos (Tren Maya y el que cruza el Istmo de Tehuantepec) que, si bien podrían ser importantes palancas para el desarrollo de estas empobrecidas regiones y reducir drásticamente el consumo de hidrocarburos, son funcionales al desarrollo del gran turismo depredador, de parques industriales y, lo más grave, se han aprobado mediante consultas simuladas a los pueblos originarios; no se contempla ningún tipo de auditoria a la deuda pública; continua la aplicación de una férrea austeridad que ha causado el despido de decenas de miles de empleados públicos y limitado la posibilidad de impulsar el mercado interno; a pesar de prometer la desmilitarización del país, el gobierno se ha visto sobrepasado por el crecimiento de la violencia criminal y ha decidido prolongar la presencia del ejército en las calles durante lo que resta del sexenio y sin crear instancias civiles o humanitarias que lo vigilen o evalúen; muy criticable también es que su gobierno se haya sometido a la política migratoria de Donald Trump.

Ruido de sables

Este es el marco que explica la ofensiva de la extrema derecha empresarial en contra del gobierno de López Obrador y de porqué existe una seria preocupación por la irrupción de movimientos con un claro discurso golpista. Lamentablemente en México existen diversos sectores de la izquierda radical para los cuales este gobierno es igual al PRI o al PAN, y, por tanto, no ven ningún peligro en la existencia de fuerzas golpistas. Incluso consideran que hablar de “fuerzas golpistas”, es solo un “fantasma” destinado a blindar al actual gobierno de cualquier crítica y “dividir a la izquierda”.

Ciertamente que la posibilidad de un golpe de estado en México no representa un peligro inmediato, sobre todo por la enorme popularidad de que aún goza López Obrador, el desprestigio de las fuerzas identificadas con el PRI y el PAN y la carencia de un liderazgo alternativo que los sustituya, pero esto no quiere decir que tomemos a la ligera los siguientes hechos.

Desde el inicio de su mandato, el gobierno de López Obrador se ha encontrado con una clara hostilidad de los medios de comunicación y rumores sobre la “necesidad” de un golpe de estado. Dichos rumores incluso provenían de medios castrenses. Tanta fue la inquietud que, el 15 de julio del 2019, ameritaron un oficio de la Secretaría de la Defensa Nacional, en donde se advierte a militares en retiro que se abstengan de hacer comentarios contra el presidente y les recuerda que siguen sujetos a su jurisdicción (https://politica.expansion.mx/mexico/2019/06/15/piden-a-militares-en-retiro-abstenerse-de-hacer-comentarios-contra-amlo ).

El tema subió de tono, el 22 de octubre del mismo año, cuando el General de División en retiro, Carlos Gaytán Ochoa, emitió un discurso, en presencia del Secretario de la Defensa, Luis Crescencio Sandoval, en donde se cuestionaba las decisiones tomadas por el “comandante Supremo” en un operativo fallido realizado en la ciudad de Culiacán, capital del estado de Sinaloa, y se criticaba la situación de “polarización” es que se encuentra el país. Ver el discurso del general en: https://aristeguinoticias.com/3010/mexico/cuestiona-general-decisiones-estrategicas-del-ejecutivo-que-no-han-convencido-a-todos/

El 4 de noviembre Obrador calificó como imprudente y poco mesurada la declaración del general Carlos Gaytán Ochoa. Ver https://www.eleconomista.com.mx/politica/Lopez-Obrador-critica-postura-del-general-Carlos-Gaytan-Ochoa-20191104-0098.html

A continuación, rechazó que haya condiciones para realizar un golpe de estado, toda vez que se cuenta con el apoyo del pueblo de México, el cual incluye a los militares. “Esto luego de que este fin de semana trascendiera que había generales inconformes con el actual gobierno”. Ver https://d.elhorizonte.mx/nacional/rechaza-amlo-que-haya-condiciones-para-un-golpe-de-estado/2685653

Quién de manera más clara y abierta, desde los primeros días de actual gobierno, está incitado al ejército para dar un golpe de estado en contra de López Obrador es el empresario de la ciudad de Monterrey (la más industrializada del país), Nuevo León, Gilberto Lozano. El martes 12 de noviembre del 2019, el también líder del Congreso Nacional Ciudadano, Gilberto Lozano, acudió a la Séptima Zona Militar, ubicada en Escobedo, Nuevo León, para solicitar al Ejército que efectúe un Golpe de Estado para sacar a Andrés Manuel López Obrador de la Presidencia de México. Ver https://polemon.mx/gilberto-lozano-quiere-derrocar-a-amlo-pide-al-ejercito-dar-golpe-de-estado

Gilberto Lozano, a quién ya llaman “El Bolsonaro de México” no es un lunático. Fue director de la multinacional mexicana FEMSA y fundador del Congreso Nacional Ciudadano, que se anunciaba como una "organización ciudadana apartidista que busca derrumbar el sistema político mexicano para ir al México nuevo".

FEMSA, la empresa que dirigió, tiene su sede en la capital regia y es la mayor embotelladora de Coca-Cola en el mundo, también pertenece a esta empresa la cadena de tiendas de autoservicio OXXO, y distribuye distintas marcas, entre las que figura Heineken.

Con las fiestas de fin de año y la pandemia del coronavirus se abrió una especie de tregua que duró muy poco. El 15 abril el portal de la periodista Carmen Aristegui público un editorial de periódico Financial Times, vocero de la oligarquía británica, en donde se advierte que: “Más y más voces en la élite de México hablan de que se avecina una tragedia. Los líderes empresariales propusieron una alternativa al plan de respuesta contra el virus.” Y se queja de que “el líder de México ha descartado préstamos adicionales, exenciones de impuestos o rescates…” Ver https://aristeguinoticias.com/1504/mexico/pandemia-evidencia-debilidades-de-amlo-financial-times/

El pasado 20 de abril apareció, en las redes sociales, una filtración en donde un conocido periodista, Pedro Ferriz de Con, revela su plan para «derrocar» a AMLO, distintas voces criticaron la postura del periodista detractor de la Cuarta Transformación. Ver https://regeneracion.mx/por-audio-en-redes-acusan-de-golpista-a-pedro-ferriz-de-con/

Más recientemente, el sábado 9 de mayo, otro prominente empresario irrumpió en las redes sociales en contra del gobierno de López Obrador en tono lindante con una abierta conspiración. La gravedad del hecho mereció un editorial del periódico La Jornada (11 de mayo), titulado “Martín Bringas: golpismo inadmisible”, cuyo primer párrafo reproduzco: “El empresario Pedro Luis Martín Bringas, accionista de Grupo Soriana, anunció el sábado pasado, en un mensaje en video difundido enredes sociales, que asumía el liderazgo de un Frente nacional anti-AMLO (Frenaaa), grupo irregular constituido por algunos industriales de extrema derecha entre los que destaca Gilberto Lozano, ex oficial mayor de la Secretaría de Gobernación y ex director corporativo de Femsa (Coca-Cola). La familia Martín Bringas es poseedora de una fortuna estimada por la revista Forbes en 3 mil 200 millones de dólares. En su alocución, Martín Bringas declaró que el propósito del grupo referido es remover del cargo al presidente Andrés Manuel López Obrador antes del próximo primero de diciembre.” Ver https://www.jornada.com.mx/2020/05/11/edito

Intelectuales ligados al movimiento que encabeza el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, como Carlos Antonio Aguirre Rojas y Gilberto López y Rivas, que también califican al gobierno obradorista de ser igual al PRI y al PAN, coinciden en que se está fraguando “un golpe de estado blando contra AMLO”. Ver https://www.contralinea.com.mx/archivo-revista/2020/05/05/oposicion-fragua-golpe-de-estado-blando-contra-amlo-expertos/

Reconocer la existencia de estas fuerzas golpistas no significa, en modo alguno, que debamos “alinearnos” al gobierno de López Obrador, pero sí nos obliga a realizar un examen más mesurado del análisis de estas contradicciones y de tener la capacidad de anticipar que una futura crisis política no desemboque en un auténtico golpe de estado, “blando o duro”, como acontece en países hermanos de Sudamérica.

López Obrador y la clase trabajadora

Dentro del débil y fragmentado sindicalismo democrático se guardaba gran esperanza en que el arribo del nuevo gobierno sirviera para desmantelar las viejas estructuras corporativas y corruptas que mantienen maniatada al grueso de la clase trabajadora y revertir las reformas neoliberales en materia laboral. Ese control corporativo fue la clave que explica la relativa estabilidad del régimen emanado de la Revolución Mexicana de 1910.

A continuación, haremos un rápido examen de la política laboral del obradorismo.

Por la parte positiva está el reconocimiento del convenio 98 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) relativo al derecho de sindicación y contratación colectiva y se ha hecho una reforma laboral que, aunque introduce severos controles a la vida interna de las organizaciones sindicales, impulsa la elección de sus directivas mediante el voto libre, directo y secreto; obliga a las directivas sindicales a dar cuenta precisa del manejo de las cuotas y de la negociación de los contratos colectivos de trabajo; bloquea la existencia de contratos colectivos de protección patronal; transparenta el registro de organizaciones sindicales y de contratos colectivos de trabajo al hacerlos públicos; permite una mayor libertad sindical al reconocer la existencia de más de una organización sindical en cada empresa, aunque ello signifique un arma de doble filo; y la mencionada derogación de la reforma educativa.

En los dos últimos años los salarios mínimos generales se han incrementado en 39,45% y 110% en la franja fronteriza del norte, aunque este beneficio no se ha extendido a los salarios contractuales; el establecimiento de una renta básica para los adultos mayores de 68 años y 65 para los grupos indígenas ($1,275 pesos mensuales); y el establecimiento del programa de capacitación para jóvenes de entre 18 y 29 años de edad, que no estudian y no trabajan, en empresas, talleres, instituciones o negocios, con un apoyo mensual de $3,748.00 y seguro médico contra enfermedades, maternidad y riesgos de trabajo, el problema es que este programa está siendo monopolizado por grandes empresas que obtienen mano de obra gratuita y no otorgan ninguna garantía de permanencia en el trabajo.

Por la negativa observamos que aún se mantienen los topes salariales en las revisiones contractuales; no se ha emprendido una reforma legislativa para desterrar el outsourcing y otras formas perversas de contratación laboral; éstas formas de contratación aún persisten dentro de la misma administración pública.

Ante la crisis de las Afores (sistema privado de pensiones copiado del fracasado modelo de la dictadura chilena), generado en el periodo neoliberal, Obrador aún no deja en claro cuál es su propuesta para garantizar una vejez digna para las nuevas generaciones. Lo que necesitamos es su completa derogación, regresar a un sistema solidario acompañado del control de los trabajadores sobre sus fondos de pensión y realizar una auditoría sobre su mal manejo.

Aunque la reforma laboral propicia la depuración y democratización de las organizaciones sindicales, no se ha podido alcanzar este objetivo debido a la extrema debilidad, fragmentación y gremialismo del sindicalismo independiente y los trabajadores, bajo el yugo del corporativismo, aún no son capaces de recuperar sus organizaciones sindicales. En México apenas el 3% de la clase trabajadora cuenta con sindicatos auténticos, los sindicatos burocráticos representan al 8% y casi el 90% no tienen organización sindical o han pertenecido a sindicatos de protección patronal. En la tarea de reorganizar a la clase trabajadora -de manera independiente, democrática y con un programa clasista-, destaca el esfuerzo de la Nueva Central de Trabajadores. Es de notar la negativa del gobierno de López Obrador a reunirse con las dirigencias sindicales democráticas, cosa que si ha hecho con el sindicalismo “charro”.

¿Cómo debemos posicionarnos ante el gobierno de López Obrador?

Coincidir en la caracterización del gobierno de López Obrador como un gobierno burgués es importante, pero del todo insuficiente. López Obrador, como lo hemos descrito anteriormente, no es igual al PRI o al PAN, pues no se subordina a los dictados de la oligarquía, aunque tampoco se atreve a romper con ella. Para poder sacar del poder al viejo régimen, tuvo que apoyarse en una intensa movilización popular y también en una alianza con una fracción de la clase dominante. Este origen le confiere a su gobierno rasgos de un bonapartismo progresista. ¿Qué queremos decir con esto? Cuando la clase dominante ya no puede gobernar como antes y la clase trabajadora aún no cuenta con la conciencia, organización y disciplina para ponerse al frente de la nación, surge una tercera alternativa, normalmente concentrada en una sola persona, que se presenta por “encima de las clases sociales” y que, sin pretender cambiar de fondo el orden capitalista, intenta conciliarlas haciendo concesiones a unos y luego a los otros en interés de la “Nación”. El actual gobierno oscila entre el capital extranjero y el doméstico, entre una oligarquía nacional y un proletariado relativamente débil y dividido. Se eleva, por así decirlo, por encima de las clases sociales. Desde una perspectiva nacional, López Obrador forma parte de esa vieja corriente “nacionalista revolucionaria o cardenista (por el presidente Lázaro Cárdenas)”, que intenta establecer un Estado de Bienestar sobre bases democráticas.

Por esta razón, podemos reivindicar, sin el menor rubor, que podemos coincidir, en algunos puntos, con el programa democrático-progresista de López Obrador, sobre todo cuando retoma banderas que los movimientos sociales hemos levantado durante décadas, aunque también discrepemos y critiquemos las inconsecuencias y limitaciones que hemos mencionado. La clave estriba en mantenernos por fuera de las instituciones y defender, con todo, nuestra independencia política.

Un claro ejemplo de esta posición, es la actitud del Sindicato Mexicano de Electricistas ante la airada respuesta de las empresas extranjeras de generación fotovoltaica y eólica por la pérdida de sus contratos leoninos con Comisión Federal de Electricidad. ¿Apoyamos esta medida? Por supuesto que sí, pero insistiendo en la renacionalización del sector eléctrico y la solución de su conflicto. Esta postura en nada redujo la autonomía de esta combativa organización sindical hacia el gobierno.

Ante las fuerzas golpistas de extrema derecha, no debemos cerrar los ojos a su existencia o pensar que es “su problema” de López Obrador. Si estas fuerzas retoman el poder, en su versión de extrema derecha, vendrán a por todos y todas nostr@s. La extrema derecha también es nuestra enemiga y, en caso de una mayor crisis política, se hará necesario recurrir a la unidad de acción de todas las fuerzas democráticas para derrotarla.

Yautepec, Morelos, México, a 2 de junio de 2020

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