lunes, 17 de febrero de 2025

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El espectáculo de la desigualdad: un sistema que premia la distracción y desprecia el saber

 

El espectáculo de la desigualdad: un sistema que premia la distracción y desprecia el saber

 

DIARIO OCTUBRE / febrero 16 / 2025



En el marco del sistema capitalista imperialista, es imposible pasar por alto la repugnante injusticia que refleja la abismal diferencia salarial entre un docente y un futbolista de las grandes ligas y torneos patrocinados por empresas imperialistas, y aún más nauseabundos son los valores que esta desigualdad perpetúa en términos de su contribución social. Todo en la sociedad tiene sello de clase, incluida la educación y el deporte, y depende en manos de quien se encuentren para satisfacer los intereses, o de la burguesía y los imperialistas, o del proletariado y del pueblo en general.

En Colombia, un docente que ha logrado ingresar al magisterio y que —con esfuerzo intelectual y económico— ha podido completar un pregrado, una maestría y un doctorado; un maestro que se ve obligado a entregar su salud en aulas hacinadas, donde enseña hasta a 40 estudiantes durante 5, 6 o incluso 7 horas diarias; un educador con consciencia de clase, que dedica su vida a la formación de las nuevas generaciones, a la construcción de mentes críticas y a brindar a los jóvenes las herramientas necesarias para comprender y transformar la realidad que los oprime, recibe un salario mensual que —si tiene todos los años de experiencia que se le exigen y ha logrado ganar los poco frecuentes concursos de ascenso—  varía entre $3.288.474, $5.503.814 y $12.424.041.

Este monto —que si bien gracias a la lucha de la base magisterial está muy por encima del salario mínimo— resulta insuficiente para cubrir sus necesidades familiares básicas, pagar las deudas acumuladas para su formación académica, garantizar que en el aula cuente con lo mínimo necesario para realizar su labor —ya que el Estado falla en su responsabilidad de dotar las aulas con material didáctico adecuado— y mucho menos es un salario que reconozca la gran responsabilidad que tienen.

Mientras tanto, un futbolista como Cristiano Ronaldo, en apenas 3,16 minutos, 5,28 minutos u 11,93 minutos, gana el mismo salario que un docente en Colombia obtiene en todo un mes. ¿Qué justifica tal desigualdad salarial? ¿Acaso la habilidad de correr tras un balón y entretener a una masa de espectadores en un estadio o frente a una pantalla tiene más valor que la tarea fundamental de enseñar, formar conciencias y preparar a la infancia y la juventud para enfrentar y destruir un sistema desigual, opresivo y explotador?

Este contraste refleja las injusticias que son propias del capitalismo. Un futbolista amoldado por los estándares de los grandes capitalistas, cuya preparación y formación disciplinada, aunque rigurosa en términos físicos, no tiene la misma profundidad intelectual ni social que la de un docente, se convierte en una figura idolatrada y en un símbolo del éxito personal dentro de un sistema que promueve el individualismo y la feroz competencia. Bajo el capitalismo su trabajo es un espectáculo que entretiene y emociona a las masas mientras enriquece a un puñado de parásitos capitalistas, pero no genera un impacto duradero en el desarrollo humano ni contribuye al cambio estructural que la sociedad necesita. Bajo otra sociedad, en la que la ganancia no esté al mando, el deporte cumple un papel fundamental a la hora de hermanar los pueblos, de promover el trabajo en equipo, de promover la disciplina, en desechar los vicios que el capitalismo le impone a la juventud…pero hoy en día, ese no es el caso.

Por el contrario, un docente comprometido con la clase obrera tiene una función esencial en el proceso de transformación social. Su labor es formativa, no solo académicamente, sino en el sentido profundo de desarrollar conciencia crítica, y formar personas capaces de cuestionar y trasformar el orden establecido. El docente, en su lucha diaria por mejorar las condiciones del sistema educativo, es un verdadero motor de cambio para que las futuras generaciones no solo sean competentes en el ámbito laboral, sino y sobre todo en la lucha por un mundo mejor.

El sistema capitalista imperialista ha logrado algo profundamente perverso: ha convertido el fútbol en un aparato ideológico que mantiene a las masas distraídas y desmovilizadas, convirtiendo a figuras deportivas como Cristiano Ronaldo en íconos de un orden social centrado en el consumo y la alienación, promoviendo la admiración por el éxito individual, la acumulación de riqueza y la perpetuación de la desigualdad. Lejos de ser un medio para estimular los hábitos deportivos y una condición física saludable que incluso Ronaldo ha cultivado durante toda su vida, el deporte bajo el dominio del capital se convierte en un opio para las masas, un instrumento eficaz para desviar la atención de la lucha de clases y de la urgente necesidad de destruir este sistema.

El imperialismo convirtió la figura del futbolista -como todo lo que toca- en una mercancía de un sistema que produce, comercializa y consume íconos de entretenimiento; no es más que una figura servil para estimular el consumo de otras tantas mercancías, como, por ejemplo, el veneno azucarado que es la Coca – Cola, contradictoriamente patrocinador de eventos y equipos deportivos. Cada gol, cada pase y cada victoria se convierten en una forma de adormecer a la población, dándole una falsa ilusión de que el éxito solo depende del esfuerzo individual y no de las estructuras sociales que limitan las posibilidades de la inmensa mayoría, incluyendo las de esos millones de futbolistas del pueblo que en todo el mundo y a diario se esfuerzan con sus limitados recursos por llegar a jugar en un equipo profesional.

En este contexto, el docente, quien debería ser uno de los verdaderos héroes de la sociedad, queda relegado a un segundo plano. Su labor, fundamental para la construcción de una sociedad crítica y consciente, no recibe un reconocimiento proporcional a su impacto social, y mucho menos es compensada de acuerdo con la trascendencia de su trabajo. Mientras tanto, figuras como Cristiano Ronaldo pueden obtener 20.000 millones de pesos (3,8 millones de euros) por semana, recibiendo una exorbitante cifra que un docente jamás verá en toda su vida. Este contraste revela lo que el capitalismo imperialista valora y promueve: el entretenimiento, la ostentación y el consumo. Pero, sobre todo, refleja un precio mucho mayor: el control sobre las masas, su despolitización y su sumisión al orden establecido.

Y cuando han existido casos de rebeldía en el fútbol, son opacados o criticados por los grandes medios de comunicación del imperialismo. Eso sucedió por ejemplo con la recordada patada voladora que el exfutbolista francés Éric Cantona le propinó hace 30 años a un fascista mientras pasaba por encima de una valla de la comida de engorde que vende Mc Donald’s, solo por nombrar un caso de los varios que hay.

Es hora de despertar ante esta injusticia. Si verdaderamente queremos una sociedad mejor, debemos luchar por una educación de calidad, por la revalorización del trabajo docente y por un alza de los salarios para todos los maestros. Es inaceptable que aquellos que forjan el futuro de la sociedad, aquellos que nos enseñan a pensar, a cuestionar, a soñar con un mundo mejor, reciban menos que aquellos cuya única función es alienarnos. Debemos luchar por otra sociedad en la que la educación no esté al servicio del capital y que hoy prepara millones de jóvenes proletarios que van a reproducir la ideología burguesa o a ser «burros de carga» superexplotados y oprimidos en los grandes emporios del capital.

No podemos seguir permitiendo que el fútbol, como parte de los aparatos ideológicos del Estado, mantenga a las masas distraídas y sumidas en un consumismo vacío, mientras los educadores siguen siendo superexplotados y subvalorados. Es necesario luchar para que la educación no siga siendo un arma de los capitalistas para seguir reproduciendo las estructuras ideológicas del capitalismo. Politizar en las ideas y prácticas revolucionarias tanto a los educadores, como a los futuros deportistas del pueblo debe ser una tarea de los revolucionarios. La transformación social comienza por reconocer la importancia de la educación al servicio del pueblo y de quienes dedican su vida a ella.

Fuente: revolucionobrera.com

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El otro lado de la propaganda: el revisionismo histórico

 

Hay un rasgo que une a liberales y conservadores. Ambos aspiran al poder de (re)escribir los acontecimientos. Son los mismos que en el primer caso dicen que combaten las fake news, mientras que en el segundo las difunden creando prosélitos.


El otro lado de la propaganda: el revisionismo histórico


El Viejo Topo

16 febrero, 2025




por Giuseppe Giannini


Hay un rasgo que une a liberales y conservadores. Ambos aspiran al poder de (re)escribir los acontecimientos. De esta manera, al imponer su pensamiento, podrán moldear la sociedad según su voluntad particularista, correspondiente a la versión alterada de la realidad que sus subordinados deberán aceptar.

Son los mismos que en el primer caso dicen que combaten las fake news, mientras que en el segundo las difunden creando prosélitos.

Como si no fueran suficientes treinta años de ideología liberal suscrita por todas las fuerzas sistémicas y con un pasado de izquierdas, he aquí la venganza histórica de la derecha más o menos extrema.

Tanto las instituciones europeas como las nacionales han observado un empeoramiento significativo de las condiciones materiales de vida de millones de ciudadanos en las últimas décadas. En nombre del dogma del libre mercado. De una economía enferma, cada vez más basada en la competencia salvaje y la explotación, que rechaza las reglas, y que precisamente como consecuencia de esa falta de regulación, saltándose incluso diversos principios constitucionales, produce excesos y escaseces. La mala distribución de la riqueza ha dado lugar a crecientes desigualdades, al endeudamiento de individuos y Estados y ha normalizado términos como austeridad, flexibilidad, precariedad, que antes representaban la excepción. La única certeza es la ausencia de un futuro posible. En estas décadas en que los Estados han dado pasos atrás en la gestión de la vida económica, han mantenido, si no incrementado, la administración político-militar asegurada por el monopolio legítimo del uso de la fuerza.


Después de la Segunda Guerra Mundial, la eficacia de la disuasión entre bloques opuestos (más imaginaria que ideal) aseguró la pacificación en el Viejo Continente. Una vez superada la rivalidad, desde los años 1990 Europa decidió involucrarse en los asuntos de otros siguiendo el ejemplo del imperialismo estadounidense. En nombre del derecho internacional, del respeto a los derechos humanos, pero en realidad disimulando pobremente los intereses geoestratégicos detrás de las iniciativas de guerra. Los viejos instintos de apropiación de territorios y recursos típicos de los intereses coloniales nunca olvidados por las naciones europeas han resurgido. Desde este punto de vista, los partidos moderados y reaccionarios se mueven en continuidad. Incluso las decisiones tomadas en materia de política económica a nivel nacional o supranacional han mostrado diferencias mínimas. Ambos apoyan a las grandes empresas, al lado de los empleadores, a los ingresos adquiridos, atacando los derechos sociales y civiles. Por lo tanto, cualquier llamado a una votación amplia para impedir la llegada al poder de fuerzas reaccionarias tiene poca credibilidad. Los defensores del neoliberalismo no han aprendido nada de sus errores. Y ahora, como consecuencia de los males inherentes al capitalismo, nos han vuelto a poner en manos de partidos intolerantes y oscurantistas, que en todas partes, habiendo logrado el consenso popular, dictan la ley. Así, en cuestiones trascendentales los moderados persiguen a los reaccionarios. Esto se aplica a la cuestión de los migrantes, que en teoría siempre ha sido un tema divisivo, pero que en la realidad toma la forma de rechazos, detenciones arbitrarias y muros. El modelo Minniti-Salvini mira a la Libia de los torturadores y a la Albania de las deportaciones. Mientras tanto, en Alemania, Von der Leyen y la CDU están desplazando hacia la derecha sus programas de gestión migratoria, con el único objetivo de conseguir unos cuantos votos más. Sacrificar la vida de otros. Al perseguir a la extrema derecha, la propaganda liberal se convierte en cómplice del revisionismo. El anticomunismo es lo reprimido que resurge incluso cuando los partidos comunistas ya no existen. Los acontecimientos que se celebran, para uso y consumo del gobierno de turno, ponen de manifiesto los dobles estándares en la interpretación de los hechos. Entre los ejemplos más llamativos está la instauración del Día de las Víctimas de las Foibe.

Se ha convertido en algo discriminante que hay que superar en nombre de la verdad, para (re)construir en nombre de la pertenencia. La descontextualización de los hechos es el resultado de esa operación llamada revisionismo histórico. Guarda un silencio culpable sobre los antecedentes –la italianización forzada en Venecia Julia– y centra su atención en las consecuencias de la violencia posterior. Las cuales son la consecuencia y no un hecho en sí mismas. La masacre de los foibati porque eran italianos sin mirar la complejidad del asunto. En la que murieron colaboradores del régimen fascista, así como civiles, que, como en todas las guerras, son los efectos colaterales, las víctimas, en algunos casos inocentes, fruto del odio interétnico. En cambio, el relato unilateral revela los brutales asesinatos de los soldados de Tito como si hubieran sido dictados desde arriba en una especie de limpieza étnica, y no como obra de individuos o el efecto de la brutal respuesta a las persecuciones italianas anteriores de las minorías de habla eslava. Venganza sangrienta nacida de esa barbarie llamada guerra, durante la cual nuestro «buen pueblo italiano» apoyó la dictadura haciendo la vista gorda ante los crímenes. Justificándolas, en el caso de las leyes raciales, y avalando las campañas de conquista en Grecia, Albania, en los territorios eslavos, en el norte de África. Desgraciadamente, no hay nada de qué sorprenderse ante tanta violencia. Hoy en día descubrimos fosas comunes, pero hablamos de ellas según la conveniencia política (se destacan las realizadas por el ejército ruso y se ocultan las del ejército israelí). Y luego están los países amigos de Occidente que practican la tortura y todo tipo de abusos. Los regímenes de apartheid, los campos de detención y el genocidio palestino son tristes testimonios de la discriminación ejercida gracias al silencio culpable de las democracias occidentales.  La reconstrucción histórica parte del colaboracionismo de quienes se dicen liberales, moderados, cristianos.

Mientras tanto, la derecha italiana ha ocupado todos los espacios posibles. La propaganda da frutos. Después de la televisión privada, la televisión pública también se ha convertido en una máquina de difundir mensajes reaccionarios. En los últimos años en particular, TG2 ha mostrado el reciclaje de mitos de derecha. El entonces director Sangiuliano, además de invitar casi siempre al tg2 Post a exponentes de periódicos de derecha (Il Foglio, la Verità, Il Tempo, Libero, il Giornale, la Nazione) y casi nunca a los más importantes (La Repubblica, il Corriere della sera) o no alineados (Il Fatto quotidiano vio a su director Travaglio como invitado en un episodio en el que se hablaba de Renato Zero), también logró recuperar a D’Annunzio, el futurismo y a Tolkien. Anuncios publicitarios de la derecha nacionalista y postfascista que le valieron un ministerio (que perdió tras sus meteduras de pata y el caso Boccia). Por un lado, los medios de comunicación están subordinados al gobierno italiano, a los intereses de la OTAN y a la austeridad. Por otra parte, los distintos ministros dan lugar a giros autoritarios: el ataque interminable a la justicia italiana y a la Corte Penal Internacional, el decreto de seguridad que, endureciendo el régimen de sanciones, hace prácticamente imposible ejercer la disidencia. Luego está la idea de escuela tan querida por los círculos conservadores y clericales: el estudio de la Biblia; la oferta formativa con la temática de legalidad delegada a las fuerzas armadas. En resumen, volvemos a un pasado que nos hará retroceder mucho en lo que se refiere al mantenimiento de los derechos sociales y las libertades civiles. Lo mismo ocurre al otro lado del océano con el supremacista Trump: políticas antiabortistas, caza de migrantes, posible anexión de nuevos territorios. El conservadurismo católico pone en peligro el secularismo. La libertad de acción se convierte en un lujo para unos pocos. El Rey está desnudo pero por cobardía o complicidad los súbditos prefieren la alienación. Como decía Gramsci: “Odio a los indiferentes”.

Fuente: LAntidiplomatico

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