El espectáculo de la
desigualdad: un sistema que premia la distracción y desprecia el saber
DIARIO OCTUBRE / febrero 16 / 2025
En el marco del
sistema capitalista imperialista, es imposible pasar por alto la repugnante
injusticia que refleja la abismal diferencia salarial entre un docente y un
futbolista de las grandes ligas y torneos patrocinados por empresas
imperialistas, y aún más nauseabundos son los valores que esta desigualdad
perpetúa en términos de su contribución social. Todo en la sociedad tiene sello
de clase, incluida la educación y el deporte, y depende en manos de quien se
encuentren para satisfacer los intereses, o de la burguesía y los
imperialistas, o del proletariado y del pueblo en general.
En Colombia, un
docente que ha logrado ingresar al magisterio y que —con esfuerzo intelectual y
económico— ha podido completar un pregrado, una maestría y un doctorado; un
maestro que se ve obligado a entregar su salud en aulas hacinadas, donde enseña
hasta a 40 estudiantes durante 5, 6 o incluso 7 horas diarias; un educador con
consciencia de clase, que dedica su vida a la formación de las nuevas
generaciones, a la construcción de mentes críticas y a brindar a los jóvenes
las herramientas necesarias para comprender y transformar la realidad que los
oprime, recibe un salario mensual que —si tiene todos los años de experiencia
que se le exigen y ha logrado ganar los poco frecuentes concursos de
ascenso— varía entre $3.288.474, $5.503.814 y $12.424.041.
Este monto —que
si bien gracias a la lucha de la base magisterial está muy por encima del
salario mínimo— resulta insuficiente para cubrir sus necesidades familiares
básicas, pagar las deudas acumuladas para su formación académica, garantizar
que en el aula cuente con lo mínimo necesario para realizar su labor —ya que el
Estado falla en su responsabilidad de dotar las aulas con material didáctico adecuado—
y mucho menos es un salario que reconozca la gran responsabilidad que tienen.
Mientras tanto,
un futbolista como Cristiano Ronaldo, en apenas 3,16 minutos, 5,28 minutos u
11,93 minutos, gana el mismo salario que un docente en Colombia obtiene en todo
un mes. ¿Qué justifica tal desigualdad salarial? ¿Acaso la habilidad de correr
tras un balón y entretener a una masa de espectadores en un estadio o frente a
una pantalla tiene más valor que la tarea fundamental de enseñar, formar
conciencias y preparar a la infancia y la juventud para enfrentar y destruir un
sistema desigual, opresivo y explotador?
Este contraste
refleja las injusticias que son propias del capitalismo. Un futbolista amoldado
por los estándares de los grandes capitalistas, cuya preparación y formación
disciplinada, aunque rigurosa en términos físicos, no tiene la misma
profundidad intelectual ni social que la de un docente, se convierte en una
figura idolatrada y en un símbolo del éxito personal dentro de un sistema que
promueve el individualismo y la feroz competencia. Bajo el capitalismo su
trabajo es un espectáculo que entretiene y emociona a las masas mientras
enriquece a un puñado de parásitos capitalistas, pero no genera un impacto
duradero en el desarrollo humano ni contribuye al cambio estructural que la
sociedad necesita. Bajo otra sociedad, en la que la ganancia no esté al mando,
el deporte cumple un papel fundamental a la hora de hermanar los pueblos, de
promover el trabajo en equipo, de promover la disciplina, en desechar los vicios
que el capitalismo le impone a la juventud…pero hoy en día, ese no es el caso.
Por el
contrario, un docente comprometido con la clase obrera tiene una función
esencial en el proceso de transformación social. Su labor es
formativa, no solo académicamente, sino en el sentido profundo de desarrollar
conciencia crítica, y formar personas capaces de cuestionar y trasformar el
orden establecido. El docente, en su lucha diaria por mejorar las condiciones
del sistema educativo, es un verdadero motor de cambio para que las futuras
generaciones no solo sean competentes en el ámbito laboral, sino y sobre todo
en la lucha por un mundo mejor.
El sistema
capitalista imperialista ha logrado algo profundamente perverso: ha convertido
el fútbol en un aparato ideológico que mantiene a las masas distraídas y
desmovilizadas, convirtiendo a figuras deportivas como Cristiano Ronaldo en
íconos de un orden social centrado en el consumo y la alienación, promoviendo
la admiración por el éxito individual, la acumulación de riqueza y la
perpetuación de la desigualdad. Lejos de ser un medio para estimular los
hábitos deportivos y una condición física saludable que incluso Ronaldo ha
cultivado durante toda su vida, el deporte bajo el dominio del capital se
convierte en un opio para las masas, un instrumento eficaz para desviar la
atención de la lucha de clases y de la urgente necesidad de destruir este
sistema.
El imperialismo
convirtió la figura del futbolista -como todo lo que toca- en una mercancía de
un sistema que produce, comercializa y consume íconos de entretenimiento; no es
más que una figura servil para estimular el consumo de otras tantas mercancías,
como, por ejemplo, el veneno azucarado que es la Coca – Cola,
contradictoriamente patrocinador de eventos y equipos deportivos. Cada gol,
cada pase y cada victoria se convierten en una forma de adormecer a la
población, dándole una falsa ilusión de que el éxito solo depende del esfuerzo
individual y no de las estructuras sociales que limitan las posibilidades de la
inmensa mayoría, incluyendo las de esos millones de futbolistas del pueblo que
en todo el mundo y a diario se esfuerzan con sus limitados recursos por llegar
a jugar en un equipo profesional.
En este
contexto, el docente, quien debería ser uno de los verdaderos héroes de la
sociedad, queda relegado a un segundo plano. Su labor, fundamental para la
construcción de una sociedad crítica y consciente, no recibe un reconocimiento
proporcional a su impacto social, y mucho menos es compensada de acuerdo con la
trascendencia de su trabajo. Mientras tanto, figuras como Cristiano Ronaldo
pueden obtener 20.000 millones de pesos (3,8 millones de euros) por semana,
recibiendo una exorbitante cifra que un docente jamás verá en toda su vida. Este
contraste revela lo que el capitalismo imperialista valora y promueve: el
entretenimiento, la ostentación y el consumo. Pero, sobre todo, refleja un
precio mucho mayor: el control sobre las masas, su despolitización y su
sumisión al orden establecido.
Y cuando han
existido casos de rebeldía en el fútbol, son opacados o criticados por los
grandes medios de comunicación del imperialismo. Eso sucedió por ejemplo con la
recordada patada voladora que el exfutbolista francés Éric Cantona le propinó
hace 30 años a un fascista mientras pasaba por encima de una valla de la comida
de engorde que vende Mc Donald’s, solo por nombrar un caso de los varios que
hay.
Es hora de
despertar ante esta injusticia. Si verdaderamente queremos una sociedad mejor,
debemos luchar por una educación de calidad, por la revalorización del trabajo
docente y por un alza de los salarios para todos los maestros. Es inaceptable
que aquellos que forjan el futuro de la sociedad, aquellos que nos enseñan a
pensar, a cuestionar, a soñar con un mundo mejor, reciban menos que aquellos
cuya única función es alienarnos. Debemos luchar por otra sociedad en la que la
educación no esté al servicio del capital y que hoy prepara millones de jóvenes
proletarios que van a reproducir la ideología burguesa o a ser «burros de
carga» superexplotados y oprimidos en los grandes emporios del capital.
No podemos
seguir permitiendo que el fútbol, como parte de los aparatos ideológicos del
Estado, mantenga a las masas distraídas y sumidas en un consumismo vacío, mientras
los educadores siguen siendo superexplotados y subvalorados. Es necesario
luchar para que la educación no siga siendo un arma de los capitalistas para
seguir reproduciendo las estructuras ideológicas del capitalismo. Politizar en
las ideas y prácticas revolucionarias tanto a los educadores, como a los
futuros deportistas del pueblo debe ser una tarea de los revolucionarios. La
transformación social comienza por reconocer la importancia de la educación al
servicio del pueblo y de quienes dedican su vida a ella.
Fuente: revolucionobrera.com
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