martes, 5 de febrero de 2013

RAJOY, CORRUPTO, DIMISION


Algunos ya propugnan seguir el modelo italiano al gobierno neoliberal vía denuncias

 Sociología Crítica 
 Publicado en 2013/02/05 

 Por una ‘tangentopoli’ en España 

 Publicado en VALENCIA PLAZA VP 

CARLOS DÍAZ GÜELL. HOY “Un sector de la judicatura y significados miembros de la carrera fiscal han empezado a plantearse la necesidad de que magistrados y fiscales inicien en España un proceso regenerador…” 

MADRID. No puede afirmarse con rigor que la corrupción haya irrumpido en la sociedad española porque forma parte de ella desde la noche de los tiempos, aunque sí es cierto que en esta ocasión ha alcanzado cotas insoportables, hasta el punto de que un cierto sector de la judicatura, sin afiliación reconocida, junto con significados miembros de la carrera fiscal, hayan empezado a plantearse la necesidad de que magistrados y fiscales inicien en España un proceso regenerador, al estilo del emprendido en Italia hace más de una década por el fiscal Antonio Di Pietro, y que descubrió una extensa red de corrupción que implicaba a todos los principales grupos políticos del momento y a diversos grupos empresariales e industriales. En la opinión pública el proceso causó gran conmoción, conociéndose como la ‘tangentopoli’ (tangente es soborno en italiano).

Las proporciones del escándalo de la corrupción llevaron a que en 1993 se formara un gobierno de transición liderado por Azeglio Ciampi encargado de redactar una nueva ley electoral mayoritaria que sustituyera a la proporcional. Así se llegó a las elecciones generales de 1994 que supusieron la práctica desaparición de los partidos tradicionales que ya antes habían empezado a desintegrarse o incluso ya habían desaparecido como los democristianos.

 El proceso, que comenzó en Milán, permitió que Di Pietro y el colectivo de fiscales Manos Limpias destapara el mayor escándalo de corrupción que ha vivido la república italiana en sus 150 años de historia y que sentó en el banquillo a más de 4.000 empresarios y representantes de todas las formaciones políticas con suicidios incluidos. 

El ciclón judicial se llevó por delante a una clase política corrupta en 1992, también en coincidencia con una grave crisis económica, y acabó con los dos principales partidos hegemónicos desde el final de la II Guerra Mundial: la Democracia Cristiana (DC) y el partido socialista de Craxi y, por supuesto, con la I República.

 El drama es que después de aquella convulsión social y judicial que posibilitó la aparición de Berlusconi, financiador del exprimer ministro italiano, Bettino Craxi que tuvo que exiliarse en Túnez perseguido por la justicia, Italia vuelve a estar instalada en una nueva tangentopoli, aunque a diferencia de entonces, hoy el dinero se mueve sobre todo para enriquecerse personalmente, pero en el centro hay una red de amistades, relaciones, favores y protecciones recíprocas. Hoy, empresarios y políticos de todos los partidos, se sientan en la misma mesa y juntos se aseguran los negocios. Esa es la opinión de uno de los fiscales del movimiento encabezado por di Pietro.

 Tangentopoli fue devastadora para la economía italiana y los analistas buscan soporte para demostrar esa relación en el hecho de que en 1980 la deuda pública italiana con respecto al PIB era del 60%, mientras que en 1992 pasó al 118% gracias a ese dinero público que se esfumaba entre los partidos y que sirvió para el enriquecimiento personal y la financiación ilegal de los partidos gracias a los fondos negros que obtenían con el cobro de comisiones por cada adjudicación pública. 

Hoy, las cosas vuelven a ser como fueron y los periódicos reflejan de forma cotidiana que el mundo de la política no se recicló después de la revolución del fiscal de Pietro y del grupo Manos Limpias y ahí está Berlusconi para levantar acta de todo ello y sobre cuyos escándalos y actos de corrupción se podría escribir una enciclopedia.

 Desde 1999, el Parlamento se había negado a aprobar el acuerdo de la UE que exige penalizar a los dirigentes empresariales que cobren comisiones ilegales. Los diputados tampoco se han puesto de acuerdo para sacar adelante un decreto anticorrupción pese a los esfuerzos de Mario Monti, el exprimer ministro tecnócrata, empeñado en acotar la brutal corrupción italiana, aunque lo tiene muy difícil si nos atenemos al hecho de que en la última legislatura había 22 diputados condenados por corrupción. Al final consiguió sacar adelante una norma anticorrupción muy descafeinada para imponerse a Berlusconi. 

La prensa se hacía eco hace unos meses del mal trago que tuvo que pasar Monti cuando el emir de Catar le espetara que prefería no invertir en Italia por sus niveles de corrupción. En la lista de Transparency International Italia ya está en el puesto 69, junto con Ghana y Macedonia, treinta y muchos puestos por debajo de España, como consecuencia de los escándalos que han alcanzado cotas nunca vistos, ni siquiera en 1992. 

Durante su etapa de gobierno que aspira a renovar en los próximos comicios, Monti se tuvo que enfrentar a situaciones de vergüenza nacional, ya que en todas las regiones, y en todos los partidos, aparecen desfalcos y casos de corrupción, hasta el punto de que Monti pretendió volver a centralizar competencias y acabar con el federalismo. La gravedad de la situación había llegado a unos niveles inconcebibles, lo que llevó, por primera vez en la historia, a disolver el ayuntamiento de una capital regional por infiltración mafiosa, el de Reggio, en Calabria.

Con un 12% de italianos que reconocen que en algún momento un funcionario les ha pedido dinero y con un nivel de denuncias a evasores fiscales que han aumentado en 2012 un 228%, se calcula que la golfería y la corrupción le cuesta a Italia 60.000 millones de euros anuales, posibilita contratos inflados en un 40% para las obras públicas y reduce las inversiones extranjeras en más de un 16%. 

La analogía entre Italia y España está por determinar, aunque en muchas esferas de la sociedad española se considera que existe una alta equivalencia en materia de corrupción entre ambos países.

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PARA LA INDEPENDENCIA POLITICA DEL ESTADO ESPAÑOL. RAZONES PARA LA DIMISION DEL GOBIERNO; LA DISOLUCION DE LAS CORTES Y LA ELABORACION DE UNA NUEVA CONSTITUCION DEMOCRATICA AL SERVICIO DE LA MAYORIA DE LA SOCIEDAD



Lista completa de todos los tijeretazos y recortes sociales realizados en el estado español

 (11/12) 



por Los recortados
kaosenlared.net 
Viernes, 25 de Enero de 2013 11:34 

 CULTURA
 diciembre 4, 2012 

Medidas Abusos del Gobierno: 

• El Fondo Nacional de Cinematografía pierde un 35% de su presupuesto en 2012. 

• El Instituto de Cinematografía y las Artes Visuales pierde otro 35,4% en 2012. 

• El Instituto Nacional de las Artes Escénicas y la Música pierde un 17%.

 • La Dirección General de Políticas e Industrias Culturales y del Libro pierde un 22%. 

• La partida de Museos pierde un 12,9% en 2012. 

• Numerosos eventos culturales locales desaparecen o se reducen drásticamente por todo el país, como La Mar de Músicas de Cartagena que pasa de 3 semanas de duración a 1. 

• Reducción del presupuesto de RTVE para 2012 de 200 millones de €. 

• Nombramiento del presidente de RTVE por decreto = control absoluto del ente público y reducción de la objetividad informativa. 

• Destitución de periodistas y cancelación de programas críticos con el Gobierno, como el de “Carne Cruda” de Radio 3, tras el cambio de dirección en RNE. 

• TVE: Sustitución de cúpula directiva, periodistas y redactores por otros afines al PP. Un buen resumen, de la mano de Mariola Cubells: Cosas que pasan en TVE. Parte I y Parte II. 

• Durísimos recortes del 30% en el presupuesto de Cultura para 2013. En total, desde 2009 el sector cultural (4% del PIB español) ha perdido el 70% de su financiación. 

• Recorte del 60% en los Presupuestos Generales de 2013 para las bibliotecas públicas estatales. 

• 30% de reducción en la asignación del Ministerio de Cultura al Museo del Prado en 2013. Un 25% al Reina Sofía. Un 33% al Thyssen.

 • La Dirección General de Bellas Artes pierde un 40% de su asignación en 2013. 

• Recorte del 13% en el presupuesto del Instituto Cervantes en 2013. 

Posibles alternativas: 

• Restablecimiento de todas las partidas presupuestarias perdidas en el sector cultural, ya que supone un 4% del PIB español y da empleo a 600.000 personas.

• Regulación de las subvenciones para el cine: a día de hoy, las ayudas del Estado dependen de la recaudación del film. Sería más lógico subvencionar en base a los costes de producción u otros parámetros más justos. 

• Aplicación del IVA superreducido del 4% para todos los productos culturales. 

• Asignación de los cargos en RTVE a través de un comité externo con representantes de todos los partidos políticos y figuras destacadas de la cultura en España. 

• Creación de un programa de apoyo a la producción cultural española en el exterior. 

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LA IZQUIERDA A DEBATE


Sembrando utopía ¿Fin del capitalismo? Nuevas formas de explotación, nuevas ideas para la lucha 

 (3/6)

Varios Autores 
Rebelión 
02-02-2013

Quizá podría pensarse que el sistema actual se volvió “loco”…, pero es ése el sistema con el que tenemos que vérnosla. Y en realidad, sopesadamente vistas las cosas, no hay ninguna “locura” en juego. Hay, eso sí, límites infranqueables. El sistema se retroalimenta a sí mismo de su mismo combustible: lo que lo pone en marcha y alienta es el afán de lucro, y eso puede terminar siendo su tumba; pero no puede cambiar. Si se modifica, deja de ser capitalista. Un capitalismo de rostro humano, atemperado en su voracidad y en su frenética busca de ganancia a toda costa, es posible limitadamente, sólo en algunas islas perdidas, suponiendo siempre la explotación inmisericorde de los más. El sistema, en tanto sistema-mundo de alcance planetario y absolutamente interconectado, no admite cambios reales sino sólo parches cosméticos (la socialdemocracia, por ejemplo). Por eso, en tanto sistema -estando más allá de voluntades subjetivas- no puede detenerse, y como máquina desbocada sigue tragando seres humanos y destrozando la naturaleza para optimizar su tasa de ganancia, aunque eso elimine en forma creciente seres humanos y se enfrente en forma autodestructiva a la casa común de todos, el mismo planeta. 

Por eso mismo, también, se hace imprescindible conocerlo en su más mínimo detalle, analizarlo, desmenuzarlo. Eso es lo que pretenden los materiales que conforman el presente texto: un análisis profundo de las actuales características del sistema como un todo. 

 Los textos aquí presentados no son -ni lo pretenden, en modo alguno- análisis económicos en sentido estricto; por supuesto, presuponen una lectura del fenómeno económico como trasfondo (léase: lucha de clases como motor de la historia, ley del valor, plusvalía), pero pretenden ser, ante todo, análisis políticos. En otros términos: ¿cómo se mueve el sistema capitalista actual? ¿Cuáles son sus notas distintivas? ¿Se alteró algo de lo denunciado en El Capital decimonónico? ¿Cómo y en qué sentido cambió? ¿Por qué el actual capitalismo se apoya en el parasitismo de los monumentales capitales financieros globales que se desplazan por toda la faz de la Tierra con velocidad vertiginosa? ¿Por qué la producción y tráfico de drogas ilegales, por ejemplo, ocupa un lugar de tanta preeminencia actualmente? El “imperio”, como categoría aislada (Hardt, Negri, 2001), no termina de explicar, y mucho menos de otorgar herramientas válidas, para plantear vías reales de acción en pos de la transformación. ¿Hay imperios o hay capitales globales? ¿Es posible hoy una nueva guerra de proporciones mundiales, quizá con armamento nuclear? ¿Está el mundo globalizado por los capitales supranacionales, o sigue habiendo rivalidades inter-imperialistas? ¿Cómo pararse ante los escenarios de nuevas guerras planetarias desde el campo popular? 

Todo esto, retomando las primeras experiencias socialistas del siglo XX, e incluso el llamado “socialismo del Siglo XXI” -concepto muy discutible, por cierto- nos debe llevar a plantear críticamente la posibilidad (o imposibilidad) de socialismo en un solo país. En definitiva, preguntas todas que nos apuntan a la cuestión de fondo: ante estas nuevas caras de la explotación, ¿cómo proponer alternativas? Ante el dominio fenomenal de los capitales globales, las bombas inteligentes, los mecanismos de detección satelital y las neurociencias al servicio de los poderes, ¿cómo es posible seguir pensando en la utopía de un mundo de mayor justicia? En ese caso, entonces: -pregunta fundamental de lo que pretende ser nuestro aporte- ¿qué hacer? 

Hace ya más de un siglo, en 1902, Vladimir Lenin se preguntaba cómo enfocar la lucha revolucionaria; de esa manera, parafraseando el título de la novela del ruso Nikolai Chernishevski, de 1862, igualmente se interrogaba ¿qué hacer? La pregunta quedó como título de la que sería una de las más connotadas obras del conductor de la revolución bolchevique. Hoy, 110 años después, la misma pregunta sigue vigente: ¿qué hacer? Es decir: qué hacer para cambiar el actual estado de cosas.

Si vemos el mundo desde el 20% de los que comen todos los días, tienen seguridad social y una cierta perspectiva de futuro, las cosas no van tan mal. Si lo miramos desde el otro lado, no el de los “ganadores”, la situación es patética. Un mundo en el que se produce aproximadamente un 40% de comida más de la necesaria para alimentar a toda la humanidad sigue teniendo al hambre como una de sus principales causas de muerte; mundo en el que el negocio más redituable es la fabricación y venta de armamentos y donde un perrito hogareño de cualquier casa de ese 20% de la humanidad que mencionábamos come más carne roja al año que un habitante de los países del Sur. Mundo en el que es más importante seguir acumulando ese fetiche llamado dinero, aunque el planeta se torne inhabitable por la contaminación ambiental que esa misma acumulación conlleva. Mundo, entonces, que sin ningún lugar a dudas debe ser cambiado, transformado, porque así, no va más.

 Entonces, una vez más surge la pregunta: ¿qué se hace para cambiarlo? ¿Por dónde comenzar? Las propuestas que empezaron a tomar forma desde mediados del siglo XIX con las primeras reacciones al sistema capitalista dieron como resultado, ya en el siglo XX, algunas interesantes experiencias socialistas. Si las miramos históricamente, fueron experiencias balbuceantes, primeros pasos. No podemos decir que fracasaron; fueron primeros pasos, no más que eso. Nadie dijo que la historia del socialismo quedó sepultada, más allá del aire triunfalista con que la derecha actual, post Guerra Fría, presenta las cosas. Quizá habría que considerarlas como la Liga Hanseática, allá por los siglos XII y XIII en el norte de Europa, en relación al capitalismo: primeras semillas que germinarían siglos después. Los procesos históricos son insufriblemente lentos.

Alguna vez, en plena revolución china, se le preguntó al líder Lin Piao sobre el significado de la Revolución Francesa, y el dirigente revolucionario contestó que… aún era muy prematuro para opinar. Fuera de la posible humorada, que seguramente sólo un chino con 5.000 años de historia a sus espaldas puede hacer, hay ahí una verdad incontrastable: los procesos sociales van lento, exasperantemente lentos. De la Liga Hanseática al capitalismo globalizado del presente pasaron varias, muchas centurias; hoy, terminada la Guerra Fría, se puede decir que el capitalismo ha ganado en todo el mundo, dando la sensación de no tener rival. Para eso fue necesaria una acumulación de fuerzas fabulosas. Las primeras experiencias socialistas -la rusa, la china, la cubana- son apenas pequeños movimientos en la historia. No ha pasado aún un siglo de la Revolución Bolchevique, pero la semilla plantada no ha muerto. Y si hoy nos podemos seguir planteando ¿qué hacer? ante el capitalismo, ello significa que la historia continúa aún. El mundo, como decíamos, para la amplia mayoría no sólo no va bien sino que resulta agobiante. Pero el sistema global tiene demasiado poder, demasiada experiencia, demasiada riqueza acumulada, y hacerle mella es muy difícil. La prueba está con lo que acaba de suceder estas últimas décadas: caída la experiencia de socialismo soviético y revertida la revolución china con su tránsito al capitalismo (o “socialismo de mercado” al menos), los referentes para una transformación de las sociedades faltan, se han esfumado. 

Movimientos armados que levantaban banderas de lucha y cambios drásticos algunos años atrás ahora se han amansado, y la participación en comicios “democráticos” pareciera todo a cuanto se puede aspirar. Lo “políticamente correcto” vino a invadir el espacio cultural y la idea de lucha de clases fue reemplazándose por nuevos idearios “no violentos”: de Marx (el fundador del socialismo científico) pasamos a Marc’s (métodos alternativos de resolución de conflictos. 

La idea de transformación radical, de revolución político-social, no pareciera estar entre los conceptos actuales. Pero las condiciones reales de vida no mejoran para las grandes mayorías. Aunque cada vez hay más ingenios tecnológicos pululando por el mundo que supuestamente deberían hacer la vida más agradable, las relaciones sociales se tornan más dificultosas, más agresivas. Las guerras, contrariamente a lo que podía parecer cuando terminó la Guerra Fría -quizá una esperanza ingenua-, siguen siendo el pan nuestro de cada día desde la lógica de los grandes poderes que manejan el mundo. La miseria, en vez de disminuir, crece. 

Una vez más entonces: ¿qué hacer? Hoy, después de la brutal paliza recibida por el campo popular con la caída del muro de Berlín, símbolo de una caída mucho más grande, y el retroceso sufrido en las condiciones laborales (pérdidas de conquistas históricas, desaparición de los sindicatos como arma reivindicativa, condiciones cada vez más leoninas, sobre-explotación disfrazada de cuentapropismo) las grandes mayorías, en vez de reaccionar, siguen anestesiadas. Una vez más también: el sistema capitalista es sabio, muy poderoso, dispone de infinitos recursos. Varios siglos de acumulación no se revierten tan fácilmente. Las ideas de transformación que surgen a partir del pensamiento labrado por Marx, puntal infaltable en el pensamiento revolucionario, hoy día parecieran “fuera de moda”. Por supuesto que no lo son, pero la ideología dominante así lo presenta. 

Hoy, producto de ese sofisticado trabajo superestructural del sistema, es más fácil movilizar a grandes masas por un telepredicador o por un partido de fútbol que por reivindicaciones sociales. ¡Pero no todo está perdido! Los mil y un elementos que el sistema tiene para mantener el statu quo no son infalibles. Continuamente surgen reacciones, protestas, movimientos contestatarios. Lo que sí pareciera faltar es una línea conductora, un referente que pueda aglutinar toda esa disconformidad y concentrarla en una fuerza que efectivamente impacte certeramente en el sistema. ¿Por dónde golpear a ese gran monstruo que es el capitalismo? ¿Cómo lograr desbalancearlo, ponerlo en jaque, ya no digamos colapsarlo? Los caminos de la transformación se ven cerrados. Quizá el presente es un período de búsqueda, de revisiones, de acumulación de fuerzas. Hoy por hoy no se ve nada que ponga realmente en peligro la globalidad del sistema-mundo capitalista. Las luchas siguen, sin dudas, y el planeta está atravesado de cabo a rabo por diversas expresiones de protesta social. Lo que no se percibe es la posibilidad real de un colapso del capitalismo a partir de fuerzas que lo adversen, que lo acorralen. El proletariado industrial urbano, que se creyó el germen transformador por excelencia -de acuerdo a la apreciación absolutamente lógica de mediados del siglo XIX- hoy está en retirada. Los nuevos sujetos contestatarios -movimientos sociales varios, campesinos, luchas étnicas, reivindicaciones puntuales por aquí y por allá- no terminan de hacer mella en el sistema. Y las guerrillas de corte socialista parecen destinadas hoy a ser piezas de museo, salvo excepciones puntuales, como el movimiento naxalita en la India. ¿Quién levantaría la lucha armada en la actualidad como vía para el cambio social cuando la tendencia es buscar salidas negociadas y deponer las armas? 

 Sin embargo, en el medio de esa nebulosa siguen surgiendo protestas, voces críticas. Es decir: sigue habiendo esperanzas. La historia no ha terminado, definitivamente. Si eso quiso anunciar el grito victorioso apenas caído el muro de Berlín con aquellas famosas frases pomposas de “fin de la historia” y “fin de las ideologías”, el estado actual del mundo nos recuerda que no es así. Ahora bien: ¿qué hacer para que colapse este sistema y pueda surgir algo alternativo, más justo, menos pernicioso para nuestra especie? El solo hecho de seguir planteándonos todo esto muestra que la utopía no está muerta. Puede estar golpeada, maltrecha, aturdida. Pero no muerta. Los materiales que aquí ofrecemos intentan ser un llamado a mantener viva esa esperanza. Si “sembramos utopía”, tal como quisimos ponerle de sub-título al presente libro, es porque esperamos que la misma madure, florezca, fructifique y dé como resultado algo menos injusto que el actual sistema que, aunque quisiera -y por supuesto no quiere- no puede superar su asimetría estructural. +++ Es por eso que, aún pasando este mal momento, el socialismo sigue siendo una esperanza abierta. La utopía nos sigue esperando. 

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