lunes, 1 de julio de 2019

CLARO QUE SE PUEDE. LA CUESTIÓN ES CÓMO HAY QUE PODER. Y EL CÓMO HAY QUE PODER SE DECIDE EN LOS CÍRCULOS MEDIANTE LA OBSERVACIÓN, EL ESTUDIO, LA DISCUSIÓN Y LA DECISIÓN, Y NO POR LA FELIZ OCURRENCIA DE LA CABECITA DE ALGUIEN NI POR CAMBIAR EL ARTICULO LO POR EL ARTÍCULO LA



Una reflexión sobre el «Sí se puede» en medio de las negociaciones por los cargos


Insurgente.org / 28/06/2019
EDITORIAL.

El grito de «Sí se puede» sacudió los cimientos casposos y reaccionarios de un país en deuda con su Historia. Es cierto que así dicho resultaba un compendio de ira optimista pero quizás también de demasiado genérico. Parecía ideado para satisfacer a todos, a las personas que entendían que sí se podía contra la corrupción y las puertas giratorias, y para las que gritaban que sí se podía contra la monarquía, el capitalismo y la OTAN. Fueron momentos especiales, no hubo mucho tiempo ni para aclaraciones ni para descartes, así que el eslogan prendió sin mayor inspecciones. Pasado algún tiempo parece evidente que el «sí se puede» teníanlos propios marcos, los peros que establece el régimen para no recibir ni un rasguño.

De esta guisa y por bajar a la cotidianidad de las negociaciones para formar gobierno, el sistema ha elaborado una realidad virtual con Unidos Podemos durante estos años. 

Su programa es clara -y demostrablemente socialdemócrata- pero los altavoces de Falsimedia lo venden como elaborado por una organización radical, chavista, revolucionaria, hija directa y preferente de Lenin y Bakunin. Nadie, ni los dirigentes más dirigentes de UP profesan un ideario bolchevique, pero eso da igual, la etiqueta está puesta. Ni siquiera la presencia en su cúpula de un general de la OTAN calma a las fieras porque necesitan un algo/alguien donde justificar el viaje a la derecha a la que han conducido a toda una sociedad para ellos sentirse sus representantes defendiendo los interese de los de su clase.

 El gobierno que resultara de un consejo de ministros compuesto por PSOE y UP no sería un gobierno revolucionario, ni superador de estructuras capitalistas, ni republicano, ni pacifista, ni nada de nada, apenas el «menos malo», pero igual es negado por los sectores financiero-fácticos que tienen el poder, lo vaticinan como de la revolución cubana se tratase.

Al «Sí se puede» habría que, como se dice ahora, darle una vuelta, o al menos que la socialdemocracia no PSOE se sincere y explique tras su paso por las moquetas parlamentarias qué se puede y que no. 

Quizás, estos días, otro eslogan nacido a la par tenga mayor credibilidad: «Lo llaman democracia y no lo es».

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HUELGA DEL METAL EN VIZKAIA



Huelga del Metal en Bizkaia

5 días para la esperanza


Sergio Ortega Txejo
VIENTOSUR
29.06.2019
 
El pasado día 21 de junio se desarrolló el quinto día de huelga del sector del metal de Bizkaia en defensa del convenio provincial; una huelga convocada por todos los sindicatos con presencia en el sector. Este último día de huelga tuvo un seguimiento mayoritario dentro del sector y continuó la senda del éxito que habían marcado los días de huelga previos.

Sin embargo, antes de entrar analizar las claves de la huelga y el posible futuro de la movilización, es pertinente dar un pequeño repaso a lo acontecido en el sector en las dos últimas décadas.

Mirando hacia atrás

Aunque este periodo temporal –dos décadas- pueda parece excesivo, es necesario ir tan lejos ya que el actual convenio sectorial de eficacia general tiene un ámbito temporal del 2001 al 2003. Desde esa fecha, no se ha renovado este convenio que afecta a más de 50.000 personas.

Muchas cosas han pasado desde aquella firma. En estos casi 20 años tanto el PSOE como el PP han legislado 2 nuevas reformas laborales que han desnivelado la balanza de la negociación colectiva favoreciendo de manera desproporcionada los intereses de la patronal; CCOO y UGT (sindicatos que sólo poseen el 35% de representación en el sector) firmaron un convenio extra- estatutario con una vigencia temporal del 2008 al 2011; y durante este período, también han existido intentos de movilización por parte de algunos sindicatos que no tuvieron los resultados deseados.

Este rápido repaso de lo acontecido, nos deja una realidad laboral desoladora. Nos encontramos que en el sector trabajan 50.000 personas, pero con unas condiciones laborales totalmente atomizadas: por un lado, existen colectivos a los que se aplica el convenio de aplicación general del 2003, lo que conlleva tener congeladas las condiciones laborales durante más de 15 años; por otro lado, existen otros colectivos que se encuenran al amparo del convenio firmado en minoría por CCOO y UGT el año 2008; y, por último, están todos aquellos trabajadores y trabajadoras que por la correlación de fuerzas existente en sus empresas han ido generando ámbitos de negociación de empresa y que, por tanto, han visto como sus condiciones laborales actuales se han ido actualizando y mejorando en los últimos años. Una situación de división entre la clase trabajadora que a la única que realmente beneficiaba es a la patronal.

Esta situación ha provocado una enorme desigualdad en el sector siderometalúrgico de Bizkaia y ha permitido que dentro de un mismo enclave productivo estén trabajando hombro con hombro personas con muy distintas condiciones laborales, con cada vez más actividades externalizadas y subcontratadas de las empresas matrices al rebufo de un convenio sectorial totalmente desvirtuado. Estos últimos años han provocado que el convenio provincial del metal de Bizkaia haya pasado de ser una referencia a nivel estatal a que todo el mundo que pueda huya de su cobertura.

Pero más allá, de la situación particular del sector, también hay que tener en consideración el contexto de la negociación colectiva en la Comunidad Autónoma del País Vasco (CAPV). Si analizamos los datos que anualmente presenta el Consejo de Relaciones Laborales (CRL) vemos que en la última década se da un estancamiento de la negociación colectiva y que todos los años el curso acaba con cifras cercanas al 70% de las personas asalariadas sin su convenio actualizado.

Ante esta pésima realidad, en el curso que está a punto de cerrar se reactivo la mesa de negociación del metal, poniendo al descubierto las consecuencias de las reformas laborales y de la división sindical: una patronal crecida, enrocada en sus posiciones y con una nula voluntad real de negociación. De ese modo, quedó patente que no se iba a conseguir un convenio digno exclusivamente a través de las negociaciones en la mesa.

Una huelga exitosa

Era hora de dar un paso adelante y sacar el conflicto de la mesa de negociación a la calle. Sin embargo, tras años con un discurso predominante de abordar la negociación empresa a empresa y con una división sindical estructural el reto era mayúsculo.

Es justo resaltar el paso dado, ya que no es fácil llevar adelante una lucha sectorial de este calado. Los convenios sectoriales fijan el suelo de todo el sector, con independencia del tamaño y la correlación de fuerzas existentes en cada una empresa, y son los que dan cobertura convencional a los colectivos más desprotegidos de cada sector, pero al mismo tiempo son los convenios en torno a los que, por la diversidad de las condiciones de las personas que amparan, cuesta mucho organizar luchas.

Para ello, los sindicatos con presencia en la mesa de negociación (ELA, CCOO, LAB y UGT) llegaron a un acuerdo de mínimos, tanto en contenidos (presentando una plataforma sindical unitaria) como en estrategia (convocando 5 días de huelga en el sector). Y fueron más allá: extendieron y abrieron la convocatoria a todos los sindicatos con presencia en el sector, con independencia del porcentaje que representaran. Este hecho dio pié a un llamamiento histórico a la huelga por parte de la totalidad de las siglas sindicales: ELA, CCOO, LAB, UGT, ESK, CGT, USO y CNT.

Esta unidad sindical ha supuesto la construcción de unos cimientos fuertes y sólidos para luego poder ir a los centros de trabajo con un mensaje contundente para que todos los trabajadores y trabajadoras se sumen a las convocatorias de huelga, con independencia de cuál es su realidad convencional, y haciendo ver que la firma de un convenio sectorial con unos avances importantes resultará positivo para todas las personas que trabajan en el sector.

Otro aspecto importante para que la convocatoria esté resultando exitosa es la plataforma acordada entre los sindicatos presente en la mesa de negociadora. En esa plataforma unitaria, además de las reivindicaciones más típicas del movimiento sindical como son las salariales (para todos los colectivos del sector) y las de reducción de jornada laboral, se incorporan otras de aspecto social que incorporan a los colectivos más desfavorecidos del sector:

1) Límites a la subcontratación;
2) Incorporación del derecho de subrogación (en un sector donde la subcontración es cada vez mayor);
3) Medidas en salud laboral (las tasa de siniestralidad en el sector ha ido aumentando año tras año);
4) Medidas que permitan la feminización del sector y que eliminen cualquier discriminación por causa de género.

Estos dos aspectos, junto con los altos grados de precarización señalados al principio, han permitido que el seguimiento, tanto de la movilización como de la huelga, haya ido aumentando de una jornada a otra en los 5 días de huelga. Aumento que se ha trasladado a la tensión presente en las movilizaciones y que han provocado que la sensación que impera en estos momentos en el sector sea la de que esta lucha no puede parar hasta conseguir un convenio firme.

Al mismo tiempo, la patronal (FVEM) ha ido dando mensajes contradictorios. Mientras que en las reuniones de la mesa negociadora y en la prensa ninguneaba los efectos de la huelga, en las reuniones con los comités de empresa en distintos centros de trabajo les están poniendo encima de la mesa distintas alternativas para recuperar la producción de los días de huelga por riesgo en el suministro. Nos estamos encontrando con una patronal que está sorprendida por la respuesta de las plantillas y que no se esperaba un planteamiento de lucha unitario y global. Un planteamiento de lucha al que sólo ha sabido responder con una petición de mayor presencia policial para amedrentar a las personas huelguistas.

Tras 5 días de huelgas exitosas las fechas estivales nos han obligado a hacer un parón. En manos de los sindicatos está en continuar en la misma senda a la vuelta de las vacaciones. Es importante preservar el patrimonio conjunto de lucha y solidaridad que se ha creado en estas jornadas de lucha.

Es importante que el parón veraniego nos sirva para renovar las fuerzas necesarias y volver a la lucha acordando entre todos y todas estrategias de lucha unitarias. Sólo así conseguiremos que sea exitosa.

28/06/2019
Sergio Ortega, Txejo , militante de ESK

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SI TUVIERAN TODO EL PODER QUE CREEMOS QUE TIENEN, POR QUÉ NECESITAN ENGAÑARNOS CONSTANTEMENTE?


Relación simbiótica entre los medios y el gobierno de EE.UU.
 
El periodismo empotrado

Rebelion
El Cohete a la Luna
01.07.2019

Ya lo habían dicho los corresponsales veteranos del New York Times, como James Risen: el periódico estadounidense de registro colabora regularmente con el gobierno de los Estados Unidos, suprimiendo los informes que los altos funcionarios no quieren que se hagan públicos.
 El 15 de junio, el Times informó que el gobierno de Estados Unidos está intensificando sus ataques cibernéticos a la red eléctrica de Rusia. De acuerdo con el artículo, «la administración de Trump está utilizando a las nuevas autoridades para desplegar las ciberherramientas de forma más agresiva», como parte de una «guerra fría digital entre Washington y Moscú».

En respuesta al informe, el Presidente Donald Trump atacó al Times en Twitter y calificó el artículo como «un virtual acto de traición». 

La oficina de relaciones públicas del New York Times respondió a Trump desde su cuenta oficial de Twitter, defendiendo la historia y notando que había sido aprobada por el gobierno de los Estados Unidos antes de ser impresa.

«Acusar a la prensa de traición es peligroso», dijo el equipo de comunicaciones del Times. «Le describimos el artículo al gobierno antes de su publicación».

«Como se nota en nuestra historia, los propios funcionarios de seguridad nacional del Presidente Trump dijeron que no había preocupaciones», agregó el Times.

De hecho, el informe del Times sobre la escalada de ataques cibernéticos estadounidenses contra Rusia se atribuye a los «actuales y antiguos funcionarios del gobierno [de los Estados Unidos]». De hecho, la primicia provino de estos apparatchiks, no de una filtración o de la perseverante investigación de un intrépido periodista.

La autodeclarada «Resistencia» neoliberal saltó sobre la imprudente acusación de traición de Trump llamando a Trump «títere de Putin». El resto de los medios corporativos se volvieron locos.

Pero lo que se pasó por alto fue lo más revelador en la declaración del New York Times: el diario de registro esencialmente admitió que tiene una relación simbiótica con el gobierno.
De hecho, algunos expertos estadounidenses prominentes han llegado tan lejos como para insistir en que esta relación simbiótica es precisamente lo que hace que alguien sea periodista.

En mayo, el columnista neoconservador del Washington Post, Marc Thiessen, ex redactor de discursos del presidente George W. Bush, declaró que el editor de WikiLeaks y preso político Julian Assange no es «un periodista», sino que es un «espía» que «merece prisión». (Thiessen también llamó a Assange «el diablo».)

¿Cuál fue la justificación del columnista del Post para revocar las credenciales periodísticas de Assange?

A diferencia de «organizaciones noticiosas de renombre, Assange no le dio al gobierno de los Estados Unidos la oportunidad de revisar la información clasificada que WikiLeaks planeaba divulgar para que pudieran presentar objeciones por seguridad nacional», escribió Thiessen. «Los periodistas responsables no tienen nada que temer».

En otras palabras, insiste en que colaborar con el gobierno y censurar sus informes para proteger la «seguridad nacional», es lo que lo hace un periodista.

Esta es la ideología expresa del comentarista estadounidense.

La relación simbiótica entre los medios corporativos estadounidenses y el gobierno se conoce desde hace tiempo. Las agencias de inteligencia estadounidenses tocan la prensa como un instrumento musical, usándola para filtrar información de manera selectiva en momentos oportunos para impulsar el poder blando de los Estados Unidos y promover los intereses de Washington.

Pero rara vez esta relación simbiótica es tan casual y públicamente reconocida.

En 2018, el exreportero del New York Times, James Risen, publicó un artículo de 15 000 palabras en The Intercept, que ofrece una visión más detallada de cómo funciona esta alianza tácita.

Risen detalló cómo sus editores habían estado «bastante dispuestos a cooperar con el gobierno». De hecho, un alto funcionario de la CIA incluso le dijo a Risen que su regla de oro para aprobar una operación encubierta era preguntarse «¿Cómo se verá esto en la portada del New York Times?»

Hay un «acuerdo informal» entre el estado y la prensa, explicó Risen, donde los funcionarios del gobierno de los Estados Unidos «participan regularmente en negociaciones silenciosas con la prensa para intentar detener la publicación de historias confidenciales de seguridad nacional».

«En ese momento, solía aceptar estas negociaciones», dijo el ex reportero del Times. Recordó un ejemplo de una historia que estaba escribiendo sobre Afganistán justo antes de los ataques del 11 de septiembre de 2001. El entonces director de la CIA, George Tenet, llamó personalmente a Risen y le pidió que matara la historia.

«Me dijo que la divulgación amenazaría la seguridad de los oficiales de la CIA en Afganistán», dijo Risen. «Estuve de acuerdo».

Risen dijo que luego cuestionó si esta era o no la decisión correcta. «Si hubiera informado la historia antes del 11 de septiembre, la CIA se habría enfadado pero podría haber llevado a un debate público sobre si Estados Unidos estaba haciendo lo suficiente para capturar o matar a bin Laden», escribió. «Ese debate público podría haber forzado a la CIA a esforzarse con mayor seriedad para atrapar a Bin Laden».

Este dilema llevó a Risen a reconsiderar la respuesta a las solicitudes del gobierno de los Estados Unidos para censurar historias. «Y eso, en última instancia, me puso en un curso de colisión con los editores del New York Times», dijo.

«Después de los ataques del 11 de septiembre, el gobierno de Bush comenzó a pedirle a la prensa que matara historias con más frecuencia», continuó Risen. «Lo hicieron tan a menudo que me convencí de que el gobierno estaba invocando la seguridad nacional para sofocar las historias que eran vergonzosas políticamente».

En el período previo a la guerra de Irak, Risen frecuentemente se «enfrentó» con los editores del Times porque planteó preguntas sobre las mentiras del gobierno de los Estados Unidos. Sus historias «que plantean preguntas sobre la inteligencia, en particular las afirmaciones de la administración de un vínculo entre Irak y Al Qaeda, se están cortando, enterrando o excluyendo del papel por completo».

«En el periódico muchos creían que el editor ejecutivo del Times, Howell Raines, prefería las historias que apoyaban la guerra», dijo Risen.

El ex periodista del Times también recordó que había descubierto un complot fallido de la CIA. El gobierno de Bush se enteró y lo convocó a la Casa Blanca, donde la entonces asesora de Seguridad Nacional, Condoleezza Rice, ordenó al Times que enterrara la historia.

Risen dijo que Rice le dijo «que se olvide de la historia, destruya mis notas y que nunca haga otra llamada telefónica para discutir el asunto con nadie».

«El gobierno de Bush estaba convenciendo exitosamente a la prensa de retener o matar historias de seguridad nacional», escribió Risen. Y la administración de Barack Obama posteriormente aceleró la «guerra contra la prensa». 

Infiltración de la CIA y fabricación del consenso 
 En su renombrado estudio de los medios estadounidenses, Fabricación del Consenso: la economía política de los medios de comunicación, Edward S. Herman y Noam Chomsky articularon un «modelo de propaganda», que muestra cómo «los medios sirven y defienden a los poderosos intereses sociales que los controlan y financian «, a través de «la selección de personal sensato y la internalización de las prioridades de los editores y periodistas que trabajan y las definiciones de interés periodístico que se ajustan a la política de la institución».

Pero en algunos casos, la relación entre las agencias de inteligencia de Estados Unidos y los medios corporativos no es solo una mera política ideológica, presión indirecta o amistad, sino más bien una relación laboral.

En la década de 1950, la CIA lanzó una operación encubierta llamada Proyecto Mockingbird, en la cual vigilaba, influía y manipulaba a los periodistas estadounidenses y la cobertura de los medios, explícitamente para dirigir la opinión pública contra la Unión Soviética, China y el creciente movimiento comunista internacional.

El legendario periodista Carl Bernstein, un antiguo reportero de Washington que ayudó a descubrir el escándalo de Watergate, publicó un artículo de portada principal para Rolling Stone en 1977 titulado «La CIA y los medios: cómo funcionaron los medios de comunicación más poderosos de Estados Unidos de la mano de la Agencia Central de Inteligencia y ¿por qué el comité la Iglesia lo encubrió?

Bernstein obtuvo documentos de la CIA que revelaron que más de 400 periodistas estadounidenses en los últimos 25 años habían «realizado tareas en secreto para la Agencia Central de Inteligencia».

Bernstein escribió: «Algunas de las relaciones de estos periodistas con la Agencia eran tácitas; otras fueron explícitas. Hubo cooperación, acomodación y superposición. Los periodistas proporcionaron una gama completa de servicios clandestinos, desde la simple recopilación de información hasta la intermediación con espías en los países comunistas. Los reporteros compartieron sus cuadernos con la CIA. Los editores compartieron su personal. Algunos de los periodistas fueron ganadores del Premio Pulitzer, distinguidos reporteros que fueron considerados embajadores sin cartera para su país. La mayoría fueron menos exaltados: los corresponsales extranjeros que encontraron que su asociación con la Agencia les ayudó en su trabajo; los stringers y los freelancers que estaban tan interesados ​​en el desarrollo del espionaje como en la presentación de artículos; y, la categoría más pequeña, empleados de tiempo completo de la CIA disfrazados de periodistas en el extranjero. En muchos casos, según muestran los documentos de la CIA, los periodistas se comprometieron a realizar tareas para la CIA con el consentimiento de las administraciones de las principales organizaciones de noticias de Estados Unidos».

Bernstein reveló que prácticamente todos los principales medios de comunicación de Estados Unidos cooperaron con la CIA, incluidos ABC, NBC, AP, UPI, Reuters, Newsweek, los periódicos Hearst, The Miami Herald, The Saturday Evening Post y The New York Herald Tribune.

Sin embargo, agregó: «Con mucho, la más valiosa de estas asociaciones, según los funcionarios de la CIA, ha sido con The New York Times, CBS y Time Inc».

Estas capas de manipulación estatal, censura e incluso la elaboración directa de medios de comunicación muestran que, por más que se diga que son independientes, The New York Times y otros medios de comunicación de hecho sirven como portavoces de facto para el gobierno, o al menos para el Estado de seguridad nacional de Estados Unidos.


Ben Norton es periodista y escritor. Es un reportero de The Grayzone, y el productor del «Moderate Rebels podcast», que es co-presentador con Max Blumenthal. Su sitio web es BenNorton.com y tuitea en @BenjaminNorton.

Fuente: http://www.elcohetealaluna.com/el-periodismo-empotrado/
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