viernes, 16 de mayo de 2008

COSLADA ES MUCHO COSLADA

Pensaba yo que las muchimillonarias corruptelas de constructores, alcaldesas y alcaldesos, concejalas y concejales, jueces y juezas, cantantas y cantantes, banqueros y banqueras, etc., y de etc., sólo se daba en Marbella, donde los jeques se montan en jacas y, quien más y quien menos, caso del matrimonio Aznar-Botella, con sus ahorrillos, que debieron ser un pastón se compran un ático, y miren por donde, un ático de los ilegales, con la de pisos legales que debe haber para comprar en toda España. Pues van y la cagan: ilegal que se lo compran, pobrecitos míos.
Así que, cuando enchiqueraron a unos cuantos delincuentes sin aclarar para nada de donde partían tantos corrupteadores, me quedé tan contento, pensé que la corrupción en la amada España de Aznar, Rajoy y también de Su Majestad y Zapatero, porque yo vivo en otra España, quedaba erradicada.
Pues, no. Me equivoqué, lo reconozco. Aquí, en la amada España de los amantes patrios queda tela marinera que cortar, o sea, corrupción que descubrir, porque Coslada es España, y Madrid es más grande que un día sin pan, donde viven Zapatero, Rajoy, Botín, Rato… (éstos últimos pajaritos hasta tanto no diga otra cosa una sentencia son inocentes del todo. Ahora sólo están imputados en un proceso judicial por una mala venta que le hicieron a Banesto de una empresa, un mal día lo tiene cualquiera) y Su Majestad, entre otros.
En Coslada los delincuentes policiales se cuentan por decenas, o sea, de diez en diez (de momento sólo 20), con su jefe policial al frente, para que lo sepan, dedicados a la extorsión, al gañoteo, o sea, comer en un restaurante sin pagar, al mangoneo de la droga, negocio muy lustroso por cierto, al abuso de autoridad, al ligoteo sin pagar en los bares de putas, al justo reparto de lo robado entre el ladrón y el policía que lo detenía: la mitad para cada uno, las cosas hay que hacerlas bien, y es de justicia dar al ladrón la mitad de lo que roban y la otra mitad para el policía que lo agarra, que tiene un trabajo muy arriesgado.
Que los veinte policías locales de Coslada, con su jefe al frente, que no hay banda que se precie sin jefe, debe responder a una organización de calado más profunda me parece evidente, pero como no se sabe todavía, punto en boca y bolígrafo quieto, nada se puede decir de la mafia si no se sabe que la mafia es la mafia.
Berlusconi en esto nada tiene que ver, que yo sepa, que otra cosa es lo que piense, por lo que no procede, de momento, empezar a meter políticos en la corrupción de la policía local de Coslada.
Si se sabe por el contrario, y desde hacia tiempo, aunque nada trascendiera a la opinión pública, que el cabecilla de la banda de los 20 policías, Ginés Jiménez Buendía (al que yo le voy a llamar por mi cuenta y riesgo, subjefe de la delincuencia municipal de Coslada, dado que le presupongo un mayor mangante que él entre bambalinas y sillones de lujo de verdadero jefe), estuvo sancionado y suspendido de empleo y sueldo por varias lindezas cometidas.
Sanciones que estaba cumpliendo el pajarito este durante el mandato municipal socialista, pero cuando llegó al poder municipal de Coslada el Partido Popular en 2003, Ginés Jiménez Buendía, el subjefe de la corrupción policial dejó de cumplir las sanciones impuestas y se hizo cargo de al jefatura oficial de la policía. Piadoso que es el Partido Popular y perdonó, porque es de mucho evangelio el perdón al policía corrupto.
La actuación delincuencial del jefe de la policía local, Ginés Jiménez Buendía, era conocida por Pedro Núñez Morgades, del Partido Popular, entonces delegado del Gobierno y por el propio jefe superior de Policía de Madrid, Julio Corrochano, porque así se lo hicieron saber el entonces Alcalde socialista Juan Granados y el Concejal de Seguridad Antonio Plana, capitán de la Guardia Civil.
Este último dice: “Ahora que ya ha pasado el tiempo da la sensación de que el PP, que entró después del PSOE en el Ayuntamiento de Coslada, no le interesaba seguir con estas investigaciones.”
[1]
Y es que es lógico, por eso lo digo: los servidores públicos están al servicio público, menos cuando no lo están. Mala ment chiquet, mala ment.
*

[1] El País, hoja 3, 13/05/08.

¿GANAN ZAPATERO Y RAJOY, O PERDEMOS TODOS?

Los amantes de la estética, de las formas, de la imagen, pueden darse por contentos: Zapatero y Rajoy con dos palabras logran dar la sensación de la “unidad” en la lucha contra ETA.
Pero ETA no es un problema de imagen, sino político. Lo es desde su nacimiento, y así lo hace saber el comisario Pepe Sainz en sus correspondientes informes a la Dirección General de Seguridad hace ahora cuarenta años. “Incluso llegó a poner el dedo en la llaga sobre un problema que no era baladí: un gran número de jóvenes vascos estaba dispuesto a ingresar en ETA… y no para luchar contra el franquismo sino para conseguir la independencia del País Vasco”
[1].
ETA desde su nacimiento en el siglo pasado supuso para las clases dirigentes del Estado español un problema estrictamente político, al igual que lo es hoy. Y entonces al igual que hoy, por la cerrazón y simpleza mental de aquellos políticos, al igual que los de ahora, incapaces de tratar un asunto político en términos estrictamente políticos, ETA ha terminado siendo lo que era: un problema político agravado por los cientos de muertos que hay detrás, hoy, uno más que hace dos días, lo que sin duda no hace más que agravar y hacer mucho más compleja la solución que pueda tener el problema de ETA.
Ante un problema político complejo no se puede uno contentar con que Zapatero y Rajoy se hayan hecho “amiguitos” y declaren ahora verbalmente que están unidos ante la lucha antiterrorista. ¿Antes no lo estaban?
La función del político, al menos es por lo que cobra y cobra bien, es la de resolver problemas, y es evidente que el problema de ETA no es que no esté resuelto, sino que cada vez se agrava más y se ve más lejana su solución, de donde no parece muy difícil deducir que los políticos que nos han dirigido y los que nos están dirigiendo, juegan a cosas distintas a la de resolver problemas, y a lo mejor va siendo hora de ir echando a sus respectivas casas a los políticos que en vez de arreglar desarreglan.
Utilizar el problema de ETA como cantera inagotable de obtener votos es inmoral, cosa que no escandaliza a nadie, no estamos en una sociedad donde predomine la moralidad, ni en los políticos ni en quienes no lo somos, y más allá del acto formal en el que Zapatero y Rajoy aparecen “unidos” contra ETA podría constituir un lavado de cara, una nueva inmoralidad de unos y otros, en tanto no se vean hechos concretos (aparte de los policiales) tendentes a la resolución del problema, que no necesita ni de fotos ni de declaraciones conjuntas, ni de multitudinarias manifestaciones para condenar lo que ya condenamos todos sin necesidad de salir a la calle, sino de soluciones que puedan ser vistas en la práctica.
*

[1] Jorge Cabeza. Yo maté a un etarra. Pag. 29, Ed. Planeta, S.A., 3ª edición marzo 2003.