jueves, 28 de agosto de 2025

Marinaleda o el inquebrantable camino hacia la utopía [España]

 

Marinaleda o el inquebrantable camino hacia la utopía

 

Raúl Bocanegra

rebelion.or/ España

28/08/2025 


Fuentes: Público [Foto: Jornaleros de Marinaleda durante una marcha (AFP)]

En verano el sol de plomo ilumina sin descanso la utopía que habita en Marinaleda (Comarca de Estepa, Sevilla, 2.500 habitantes). Al sur de Écija, ese lugar donde —dicen— se pueden freír huevos en el capó de un coche, se sitúa el municipio en que arraigó la troupe del líder jornalero Juan Manuel Sánchez Gordillo, hoy enfermo, y sus sueños revolucionarios: «Andalucía entera, como Marinaleda», resuena el clásico de Reincidentes. 

A primera vista, el pueblo parece uno más, pero poco a poco van emergiendo sus detalles originales. La carretera A-388 lo une a Écija. Si se entra por ella, se ven en los flancos aceras con bancos en la acera, señales de 50, la gasolinera, las casas bajas típicas de la zona, la caja rural… Luego, ya aparecen los murales de la Avenida de la Libertad, que hacen referencia a una clara tendencia ideológica de izquierdas, con sus dibujos y palabras como soberanía, socialismo, utopía, tierra… En la fachada del polideportivo municipal se puede ver también una icónica imagen del revolucionario Ernesto Che Guevara, junto al lema «Una utopía para la paz».

El pueblo, en efecto, cuenta con buenas infraestructuras y equipamientos. Para combatir el tremendo calor, nada mejor que la piscina municipal: el bono para todo el verano cuesta diez euros, quince para los de fuera, asegura a Público Gloria Prieto, jornalera, vecina y exedil. La piscina tiene buen tamaño —»es olímpica»— y hay también un parque de juegos para los niños. Todos los veranos, disfrutan y se mezclan ahí, no solo las familias del pueblo, sino también niños saharauis, que cada año acuden a Marinaleda y se alojan con distintas familias. 

«Marinaleda se declara un pueblo antiimperialista. Rechazamos todas las guerras porque pensamos que nuestra tierra debe ser un territorio de diálogo y de encuentro. Rechazamos las bases de Morón y Rota por ser tierra de paz y defendemos la salida de la OTAN inmediatamente. Nos solidarizamos con el pueblo de Palestina, con el Sáhara Occidental y con los pueblos oprimidos del mundo», afirma en conversación con Público el alcalde, Sergio Gómez Reyes.

Sánchez Gordillo, el mito jornalero, que ganó todas las elecciones desde 1979 hasta 2019 —aunque en las últimas venció por los pelos, con menos del 50% y por 44 votos— ya no es el regidor. Dio paso en las pasadas municipales al que fuera su último teniente de alcalde, el profesor de Secundaria Gómez Reyes, que ganó en 2023 con el 56% de los sufragios y 14 puntos de ventaja sobre la oposición local. A este, pues, le ha tocado mantener viva la llama de la utopía igualitaria y jornalera en su inquebrantable, hasta ahora, camino a la utopía.

Gómez Reyes destaca a Público cinco factores que hacen diferente a Marinaleda: «El cooperativismo económico, la vivienda a bajo costo, la democracia directa y la participación ciudadana, la crítica al sistema capitalista y la solidaridad y la coherencia». 

«En lugar de depender del mercado laboral convencional, la mayoría de los habitantes trabaja en una cooperativa agrícola llamada El Humoso, gestionada por la comunidad»,  expone Gómez Reyes. «La propiedad es colectiva: La tierra no es propiedad privada, sino que pertenece a la comunidad y se trabaja de forma colectiva. Pensamos que la tierra debe ser para el que la trabaja», agrega. A la entrada del Humoso, sigue la pintada, en letras mayúsculas y en rojo: «Este cortijo es para los jornaleros en paro de Marinaleda«.

Hoy hay cierta incertidumbre sobre el futuro de la cooperativa. Una sentencia abrió las puertas para que el Gobierno andaluz pudiera vender las tierras, propiedad de la Junta de Andalucía, que las compró en 1990 al Duque del Infantado tras una intensa lucha jornalera y que los cooperativistas cultivan en régimen de concesión. Ese fallo ha sido recurrido y en, paralelo, se ha abierto, en busca de una solución, una negociación con el Ejecutivo andaluz, que sigue abierta.

«Marinaleda se declara un pueblo anticapitalista. Ha rechazado grandes cadenas comerciales, priorizando el consumo local y los servicios públicos. El sistema capitalista es un sistema depredador por naturaleza que está acabando con el planeta y con la vida de las personas. Combatir al sistema capitalista es defender otro modelo de desarrollo económico que ponga la vida de las personas por encima de todo», agrega Gómez Reyes.

Prieto señala dos puntos, como los esenciales para describir lo que es hoy Marinaleda: «Primero, la vivienda, cómo gestionamos la vivienda, y segundo, cómo gestionamos el trabajo y el reparto de jornales, la lucha por El Humoso y la lucha por la tierra. Somos lo que somos gracias a la lucha por la tierra. Vivo con mi hija. Tengo una casa de autoconstrucción, un sitio donde refugiarme, donde ríes, donde lloras. En otro lugar, a lo mejor tendría una hipoteca que no sé si podría pagar. Por mucho trabajo que tengas, si no consigues casa. Fíjate el problema que hay hoy. La falta de vivienda quita vida».

Prieto destaca además el componente feminista que contienen estas políticas: «Esto es palpable, te puedo vender la moto, pero todo se puede ver. He criado sola a mi hija desde que tenía 10 años. Ella hoy es educadora social, tiene su carrera y un máster. Tengo trabajo en el campo y en la fábrica. Si no fuera por la tierra, por El Humoso, estaría explotá o limpiando casas, una precariedad que no tengo ahora. Eso en Andalucía, ¿dónde existe? ¿Qué proyecto colectivo hay donde las mujeres tengan este acceso al trabajo? Eso te pones a analizar y da para mucho. Eso te da un empoderamiento».

Sobre la vivienda, explica el alcalde, «el ayuntamiento ofrece un sistema de autoconstrucción: los vecinos pueden construir su propia casa en terrenos cedidos por el municipio, con materiales subvencionados: solo pagan una pequeña cuota mensual (unos quince euros) y no pueden vender la vivienda para especular con ella». 

«Pensamos —añade— que la vivienda debe ser un derecho y no un negocio, y por esa razón hemos construido más de 300 viviendas públicas que hemos puesto al servicio del pueblo. La vivienda no puede ser objeto de especulación, sino un bien de primera necesidad. No creemos ni en los bancos ni en los banqueros. Defendemos una nueva ley del suelo que haga público e inespeculable el suelo para una primera vivienda«.

Para el alcalde, además, otro de los pilares del proyecto es la participación de la gente en el proyecto. «Se practica —plantea Gómez Reyes— una forma de asamblea popular». «El presupuesto municipal se discute y decide de forma pública. El pueblo debe formar parte de las decisiones que se toman desde el Ayuntamiento», lanza.

«La coherencia y la ética entre lo que uno dice y lo que hace es imprescindible en la izquierda. No percibimos salario, ni dietas, ni nada por el estilo. Ahorramos a las arcas municipales miles de euros que después se reinvierten en servicios públicos a precios asequibles: la guardería municipal, a 12 euros; el gimnasio municipal, 12 euros…», abrocha el alcalde de Marinaleda.

La edad media de sus 2.500 habitantes es de 43,5 años, según el Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía. El porcentaje de población menor de 20 años es del 18,8 y el de población mayor de 65 años es del 18,4%. Habitan por tanto, hoy, más jóvenes que ancianos en el pueblo.

Además de la piscina, en el verano está el parque natural, en el centro del pueblo, que «de noche es chulísimo», afirma Prieto. «La temperatura cambia muchísimo» entre la noche y el día. Allí se pone una barra y el dinero que se recauda va para la asociación de saharauis, explica Prieto. Al caer el sol, la gente se congrega allí en torno a las actividades: hay teatro, hay flamenco…

Raúl Bocanegra, redactor de Público en Andalucía desde abril de 2018. Profesor colaborador de redacción periodística en la UOC. Licenciado en Derecho y máster en periodismo por la UAM/El País. Le gusta el baloncesto y leer. Cuando tiene tiempo, escribe. Es autor del relato Río Tuerto. Lo puedes localizar en el correo rbocanegra@publico.es.

Fuente: https://www.publico.es/politica/marinaleda-inquebrantable-camino-utopia.html

*++

 

Europa huérfana

 

¿Ha vivido siempre Europa en la orfandad? Quizás es una exageración si se echa una mirada a los distintos imperios que la fueron configurando… pero ahora sí. Ahora parece ir buscando cobijo bajo las alas del Imperio, al precio que sea.

Europa huérfana


El Viejo Topo / 28 agosto, 2025



UNA EUROPA HUÉRFANA Y SU ETERNO SUEÑO DE VIVIR BAJO UN IMPERIO

Europa se nombra a sí misma como cuna de la democracia y la libertad. Y, sin embargo, es también el continente que aún conserva monarquías como si fueran parte del paisaje natural, reliquias no cuestionadas de un linaje que se cree inmutable. Esta contradicción revela una orfandad profunda: Europa no ha sabido vivir sin un padre al que someterse, sin un imperio que la ordene, sin una figura tutelar que dicte el destino de sus pueblos.

La caída de Roma fue la primera orfandad. Desde entonces, el continente no ha hecho sino buscar padres sustitutos: el Papa, los emperadores germánicos, los Borbones, Napoleón, los Habsburgo, el Tercer Reich. Cada guerra europea fue –más que una disputa territorial– un intento desesperado por imponer un imperio sobre los demás, un padre único que restableciera el orden perdido. La sangre derramada no fue solo por fronteras: fue el precio de esa necesidad inconsciente de tutela.

Pero no toda la ansiedad estuvo dentro de sus fronteras. Durante siglos, Europa vivió en una relación de temor y atracción con los imperios de Oriente: los califas, los sultanes, el poder otomano que avanzaba sobre sus puertas. Esa amenaza se transformó también en fascinación: Constantinopla como joya soñada, la media luna como espejo invertido de la cruz. El islam imperial representaba, a la vez, la pesadilla del enemigo y la tentación de otro padre posible, más fuerte, más vasto, más absoluto. Europa lo combatió en Lepanto, lo contuvo en Viena, pero nunca dejó de sentirse definida por él. Esa tensión con el Oriente musulmán reforzó la paradoja de un continente que se construye siempre frente al otro, buscando en el adversario el padre que se resiste a aceptar en sí mismo.

El siglo XX, tras la hecatombe de dos guerras mundiales, dejó al continente en ruinas y desnudo. La orfandad se resolvió entregándose a otro padre: los Estados Unidos. Bajo su ala protectora y su paraguas nuclear, Europa encontró seguridad, a costa de su soberanía. La Unión Europea, en vez de ser un proyecto de emancipación, devino más bien un tutor tecnocrático, incapaz de convertirse en poder político autónomo, atrapado entre la dependencia militar de la OTAN y la sumisión a mercados que dictan reglas invisibles.

Lo más trágico fue la ocasión perdida: la posibilidad de que Europa emergiera como alternativa cultural y política frente a los imperios que la habían devastado. Nunca tuvo la capacidad cultural ni el coraje histórico de ser ella misma. La reconciliación con su diversidad, la construcción de una democracia radical y plural, eran puertas abiertas que decidió no cruzar. El peso de la historia funcionó como un agujero negro: deformó el campo, devoró sus potencialidades y absorbió cualquier intento de autonomía. Allí donde pudo alumbrar una nueva forma de civilización, eligió la comodidad de la tutela y el espejismo del consumo. Europa fagocitó a sus mejores pensadores, vanificó sus mayores aciertos en materia de valores humanos y terminó debilitando la posibilidad de ofrecer al mundo una visión distinta de la vida común.

Lo más paradójico es que, en el fondo, Europa teme alcanzar sus más altas aspiraciones. Democracia y libertad son los nombres que proclama, pero que nunca termina de habitar.

Siempre hay una coartada para retrasar su cumplimiento: la amenaza externa, la inestabilidad interna, el peso de la historia. Es como si temiera que, al llegar a ese umbral, se descubriera que la adultez no consiste en tener un padre que mande, sino en vivir sin él.

Europa huérfana, en lugar de abrazar su orfandad como condición adulta, insiste en soñar con imperios. No soporta la intemperie de su libertad. Prefiere la nostalgia de los cetros y los tronos a la intemperie de una democracia radical. Por eso sus monarquías siguen respirando como si fueran normales. Por eso su geografía política es un cementerio de imperios que nunca dejaron de soñar con volver.

Quizás el destino del continente sea reconocer esa orfandad como su verdadera identidad. No como falta, sino como potencia. La orfandad no necesita padre: necesita memoria y coraje. Y Europa, si algún día dejara de soñar con imperios, podría al fin aprender lo que significa habitar la libertad.

FuenteGlobetrotter

*++