miércoles, 6 de febrero de 2019

LA MAFIA DEL CAPITAL USA FUNCIONA. ¿QUE NEGOCIETES SE LLEVAN O HAN LLEVADO ENTRE MANOS LOS GOBIERNOS DE FELIPE GONZÁLEZ; JOSÉ MARIA AZNAR: JOSÉ LUIS ZAPATERO Y PEDRO SÁNCHEZ, COMO PARA QUE AHORA UNOS CRIMINALES PUEDAN CHANTAJEARNOS A TODOS LOS ESPAÑOLES? ¿Y DONDE ESTABA LA POTRANCA QUE MONTA SANTIAGO ABASCAL EL/LA DÍA/NOCHE DE AUTOS, QUE NO SALIÓ DESBOCADA EN DEFENSA DE LA INDEPENDENCIA DE ESPAÑA? y YA QUE ESTAMOS, BANDERITAS AL BALCÓN.



Washington presionó a España para reconocer a Guaidó


Rebelión
05.02.2019




El gobierno de Estados Unidos, por conducto de diplomáticos y funcionarios de alto nivel del aparato de seguridad, presionaron tanto al presidente español, el socialista Pedro Sánchez, como al conjunto de la Unión Europea (UE) no sólo para que rompieran relaciones diplomáticas con el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, sino para reconocer al presidente de la Asamblea Nacional (en desacato), Juan Guaidó, como el nuevo mandatario del país.

El diario El País reveló que durante la operación dirigida desde Washington para derrocar al gobierno bolivariano se pidió al gobierno español que secundara su estrategia.
El rotativo español cita al menos tres reuniones concretas en las que el gobierno de Donald Trump intentó maniobrar para que la Unión Europea (UE) y sobre todo España rompiera relaciones con el gobierno de Maduro.

El diario explicó que horas antes de que Guaidó se proclamara presidente, a Madrid se le advirtió en una llamada telefónica de la embajada de Estados Unidos en España, que dirige Duke Bucham III –un empresario que respaldó la campaña electoral de Trump y que tras su elección fue nombrado embajador para México y Andorra–, quien publicó un artículo en el diario El Mundo, el 31 de enero, en que advirtió: nuestras sanciones contra el sector petrolero venezolano son las últimas de una larga lista de acciones para evitar que Maduro y sus corruptos cómplices se enriquezcan a costa de la población venezolana que sufre. Nuestro objetivo es una transición sin violencia e inmediata.

El País indicó, además, que el canciller español, Josep Borrell, recibió varias llamadas del gobierno estadunidense para que cejara en su intento de crear un grupo en la UE para intentar conciliar entre Maduro y la oposición política. Borrell abandonó precipitadamente una conferencia en Casa de América para atender una llamada de la embajada estadunidense (Duke Buchan III quería verlo) y hablar con el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, en el Foro de Davos.

El diario añadió que el jueves 24 de enero, Borrell se reunió con Buchan III, quien le planteó dos demandas: que reconociera de inmediato a Guaidó como presidente legítimo de Venezuela y que renunciara a mantener cualquier canal de diálogo con Maduro.

Rebelión italiana

El presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, fustigó este viernes la falta de valor de algunos países de la Unión Europea que se niegan, según él, a defender la democracia en Venezuela; y criticó al gobierno de Italia por no reconocer a Guaidó como presidente interino del país petrolero.

En tanto, la ministra del Exterior de Austria, Karin Kneissel, insistió en que su país rechaza reconocer a Guaidó como gobernante venezolano.



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"EL MUNDO NO SE COMPRENDE CON SIMPLEZAS MANIQUEAS"



Entrevista a Rafael Poch de Feliu sobre "Entender la Rusia de Putin" (I)

“El mundo no se comprende con simplezas maniqueas”

Rebelión
El Viejo Topo
06.02.2019



Hasta su despido de La Vanguardia, Rafael Poch de Feliu (Barcelona, 1956) fue veinte años corresponsal de ese diario en Moscú (1988-2002) y Pekín (2002-2008), nueve en Berlín y en la Europa del Este, antes y después de la apertura del Muro, y tres en París (2014-2017). Ha sido también corresponsal de Die Tageszeitung en España, colaborador de Le Monde Diplomatique y de la revista Du Shu de Pekín. Entre sus libros cabe destacar: Tres preguntas sobre Rusia (Icaria, 2000), La gran transición (Crítica, 2003), La actualidad de China (Crítica, 2009) y La quinta Alemania (junto a Àngel Ferrero y Carmela Negrete, Icaria, 2013). Mantiene actualmente un blog semanal: https://rafaelpoch.com/

Nos centramos en la conversación en su último libro, publicado por Akal (Madrid, 2018, 159 páginas) en la colección “A fondo”.
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Recuerdo el título y subtítulo de su último libro: Entender la Rusia de Putin. De la humillación al restablecimiento. ¿No personaliza en demasía al hablar de la Rusia de Putin? ¿Es tan esencial su figura en la Rusia actual?

Seguramente. El título es “periodístico”, es decir una concesión al amplio consumo y a la “actualidad”. No creo que la personalidad de Putin tenga demasiada trascendencia para “entender” Rusia y de hecho el libro no habla de Putin. El subtítulo va más al grano.

Sobre el subtítulo: “De la humillación al restablecimiento”. Le preguntaré luego por la humillación, pero, ¿a qué refiere el término de “restablecimiento”?
Se trata del restablecimiento del Estado ruso y de cierta recuperación de su potencia y proyección internacional independiente, después de una época de desmadre, los años noventa, en la que de lo que se trataba era de llenarse los bolsillos. Me refiero, claro, a los que mandan en el país. Entonces el Estado y su potencia independiente en el mundo eran un estorbo para aquel saqueo. Ahora lo han compatibilizado, podríamos decir...

Explico a los lectores la estructura de su libro: una presentación de Pascual Serrano, el director de la colección de “A fondo”, su prólogo y tres capítulos con una bibliografía sucinta al final de cada uno de ellos: I. Raíces de la autocracia. II. ¿Por qué se disolvió la URSS? III. La Rusia postsoviética en el mundo de hoy. Sin notas a pie de página lo que facilita mucho la lectura.

Señala en el prólogo que su libro rompe con la sesgada y belicista imagen que se suele dar de la Rusia actual, y que es la genuina obra de un Putinversteher, usted, un heredero de la Ilustración ¿Y qué es un Putinversteher? ¿Un simpatizante de la línea política del presidente ruso?

No. “Putinversteher” (literalmente, “el que comprende a Putin”) es el concepto acuñado por el sector más retrogrado y agresivo del establishment alemán para obviar una discusión seria sobre Rusia. Quien la intente es acusado de ser “comprensivo”, léase cómplice, con una figura demonizada, lo que corta el intento. Eso ocurre hoy en todo el mundo occidental, con mayor o menor intensidad: no quieren hablar sobre Rusia, solo demonizarla. Y el problema es que el mundo no se comprende con simplezas maniqueas que, por otra parte, encubren intereses de fondo más inconfesables.

Comenta también en este prólogo que en el entorno de Rusia, como en el de China, se han creado nuevos y peligrosos focos de tensión militar. ¿Y no existen peligrosos focos de tensión militar creados por Rusia en su acción exterior? Algunos comentaristas citan, a título de ejemplo, su anexión de Crimea, su apoyo a los rebeldes del Este de Ucrania y su decisiva intervención en Siria, apoyando al régimen del dictador (algunos añaden criminal) Bashar al-Ásad.

Empecemos por Bashar. No discutiré su condición criminal, pero el asunto es que ese no es su único título. Su título más significativo es otro: su condición de gobernante de un régimen independiente de Occidente en Oriente Medio. Concretamente el último del mundo árabe. Se le señala como criminal y dictador precisamente por eso. No se trata de sus fechorías, perfectamente perdonables cuando las cometen otros criminales o dictadores de la región correctamente alineados. Respecto a Rusia, sin duda comete fechorías y crea “peligrosos focos de tensión” en Ucrania y en Siria. En Siria su principal fechoría ha sido ayudar a un régimen hostil a la benevolente acción occidental cuya política de cambio de régimen en la región ha provocado unos cuatro millones de muertos en el arco que va de Afganistán a Libia, pasando por Somalia, y Yemen, según la contabilidad de Nicolas J.S. Davies. En el caso de Siria se ha impedido ese cambio de régimen que debía ser sustituido por algo peor a Bashar, tal como ocurrió en Libia, Irak, etc. Una verdadera fechoría. Y en el caso de Ucrania, lo que se presenta como agresión expansionista ha sido más bien un reacción paliativa-defensiva ante una derrota. Rusia ha recuperado Crimea y violado la integridad territorial de Ucrania, sí, pero la situación tiene ciertas consideraciones. Primera, lo ha hecho con el beneplácito del 80% de su población. Segunda, Crimea no está en Asia Oriental ni en Oriente Medio sino que forma parte de la Rusia histórica desde el siglo XVIII. Y tercero, esa anexión/violación, ha tenido lugar después de que en Ucrania se escenificara una operación de cambio de régimen occidental con el apoyo de la mitad de la población, cuyo resultado ha sido que Rusia ha perdido Ucrania donde viven más de ocho millones de rusos, la mayor diáspora rusa del mundo. Con el cambio de régimen en Kiev, que fue mucho más contra Rusia que contra la corrupción, como demuestra el actual gobierno ucraniano igualmente corrupto que el anterior con la diferencia de su alineamiento con la OTAN, esa población rusa habría salido perdiendo, lo que explica la reacción que se produjo en el Este del país con las proclamadas repúblicas que, naturalmente, Rusia ha apoyado militarmente. Y una última consideración: Gorbachov perdió el bloque del Este en nombre de la libertad y la democratización y Yeltsin disolvió la URSS para echar a Gorbachov y en nombre del capitalismo. ¿Qué habría pasado si después de eso Putin, que gobierna sobre el nacionalismo ruso y la imagen de potencia recuperada, hubiera perdido, sin más, Ucrania? ¿Qué habrían pensado los rusos? Ganar Crimea a cambio de Ucrania ha sido una pérdida, sin duda, pero con ella Putin ha salvado la cara. Tras estas consideraciones podemos discutir sobre los “nuevos y peligrosos focos de tensión creados por Putin” y llegar a diferentes conclusiones, pero, cuidado: por el mero hecho de hacerlo ya caemos en la sospechosa categoría del “Putinversteher”.

Califica el sistema político ruso como un capitalismo burocrático basado en el acuerdo entre la burocracia y el capital privado. Pero, ¿qué hay de especial en ese capitalismo? ¿No ocurre esa alianza a la que alude en muchos otros países capitalistas?

Lo especial de ese capitalismo es que es ruso, y eso significa un estatismo exacerbado y toda una serie de marcos históricos a los que dedico el primer capítulo. En la tradición secular rusa el capital privado, y la sociedad en general, está mucho más amarrado al Estado y sometido a él que en Occidente. En eso la alianza que defino es diferente. En Occidente podemos poner otros adjetivos al capitalismo, pero seguramente el de “burocrático” no figurará entre los primeros.

No simpatiza mucho con un concepto muy presente en las ciencias políticas: totalitarismo. Habla de abuso en su uso e incluso de “inútil concepto”. ¿Puede resumirnos sus críticas? No es necesario recordar que dos de los grandes filósofos-pensadores del siglo XX fueron muy partidarios de él. Me estoy refiriendo a Hanna Arendt y al físico-filósofo-corresponsal-de-Einstein-asesor de Miss Thatcher Sir Karl Popper.

Bueno, no voy a iniciar una discusión con Hanna Arendt, ¿verdad?, pero constato que el concepto no aporta gran cosa a la historia del régimen estalinista que es perfectamente comprensible e identificable como capítulo moderno de la historia secular de la autocracia rusa en el siglo del carbón y el acero. Ahí me remito a la obra de Moshe Lewin, por citar a un maestro traducido a lenguas occidentales, y a la de otros autores rusos poco o no traducidos que no necesitan esa u otras categorías huecas como la de “homo soviéticus” -sobre la que vuelve ahora la premio Nobel Svetlana Aleksievich- para explicar aquella URSS. En cambio, el concepto de “totalitarismo” sí que aporta, y mucho, al arsenal ideológico de la guerra fría, al trazar un signo de igualdad entre nazismo y comunismo. Seguramente por eso Hanna Arendt ha sido tan popular entre los cruzados de la guerra fría, a diferencia de Primo Levy que formula muy bien las diferencias fundamentales entre ambos. Naturalmente el uso que se haya hecho del libro de Arenndt no es responsabilidad de la autora.

Comenta usted al final de su prólogo que el libro es una especie de postdata, son sus palabras, al que escribió hace quince años sobre el fin de la URSS, La gran transición , que no es el libro de un periodista que haya pisado el terreno fresco que describe, que es lo que le gusta, sino de un “observador distanciado que no ha visitado el país desde hace diez años”. Añade que se ha decidido a practicarlo, a pesar de su incomodidad, “a la vista de la pobreza y el bajo nivel de lo que se publica actualmente en Rusia, país que no se entiende sin situarlo en el marco mundial del que forma parte”. ¿Por qué ese bajo nivel? ¿Por la complejidad del tema? ¿Por nuestra ceguera occidentalista? ¿Por el ánimo de confundir y manipular? ¿Piensa en España, en Europa, en el mundo?

Pienso en general, pero también en España. El 90% de la producción anglosajona sobre Rusia y China, trátese de publicística, academia o labor de “expertos”, es muy poco independiente. Y esa es la fuente en la que beben nuestros editores y periodistas en España. Dentro de ellos hay un sector que son verdaderos pajes y asistentes a sueldo de la OTAN y sus Ong’s. Tenemos periodistas que han participado en campañas directamente pagadas y orquestadas por los gobiernos atlantistas y expertos que, por ejemplo, han cobrado de George Soros por confeccionar listas de periodistas “pro rusos” durante la crisis de Ucrania. Esto son cosas sabidas y publicadas, pero, naturalmente hay mucho más en la sombra. Luego está lo más corriente y mayoritario, lo que se llama el “mainstream”, la corriente en la que están las empresas (editoriales, mediáticas, organizaciones no gubernamentales...) a la que mucha gente de buena fe sin criterio, se adapta y se deja llevar por conformismo. Este aspecto que yo llamo “de rebaño” (la “verdad” acaba siendo lo que dice y repite todo el mundo) es mucho más común y corriente que el minoritario de los “militantes comprometidos” a sueldo o no. Luego está quienes focalizan todo a partir de los “derechos humanos”, un concepto naturalmente entrecomillado que forma parte del problema: debidamente focalizada, la política (gringa) de derechos humanos convierte a Cuba en el principal problema de derechos humanos en América Latina y a Rusia y a China, o a cualquier nación con políticas independientes o adversas a la de Occidente, en los principales transgresores y objetos de condena. En esas listas de fechorías, muy raramente figuran las potencias occidentales, precisamente porque son ellas las que definen esa “política de derechos humanos”, genuina perversión del concepto universal… Ha sido este contexto el que me ha hecho abordar el tema, pese a la enormidad de no haber pisado Rusia en los últimos diez años, algo que, naturalmente no es una ventaja sino un claro inconveniente. Pero me pareció que simplemente situando la Rusia de hoy en la realidad de la actualidad mundial, ya se explican muchas cosas esenciales sobre el comportamiento de ese país. Y respecto a sus relaciones internas: sus instituciones y relaciones se establecieron en los años noventa, así que lo que tenemos hoy no es más que su lógico y duro desarrollo.

Tomemos un descanso si le parece.

De acuerdo.

Fuente: El Viejo Topo, n.º 372, enero de 2019, pp. 54-61.

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"LA SITUACIÓN EN VENEZUELA NO VA A MEJORAR CON UNA INTERVENCIÓN MILITAR O UN GOLPE DE ESTADO"


ENTREVISTA a Manuel Canelas, ministro de comunicación de Bolivia
"La situación en Venezuela no va a mejorar con una intervención militar o un golpe de Estado"
"La gente sabe que el chavismo mantiene su fuerza. Si eso es así y se provoca la vía militar, habrá una violencia mucho mayor o, algo peor, una guerra civil", afirma Manuel Canelas

"Haberse comportado de forma tan parcial ha hecho que España pierda su capacidad de interlocución más amplia", afirma el ministro de Comunicación de Bolivia

"Es absurdo que reconozcan como presidente a alguien que no tiene recursos para ejercer, que ni se ha presentado a unas elecciones para presidente ni tiene legitimidad más que para ser diputado"

Andrés Gil  - Corresponsal en Bruselas
Eldiario.es
05.02.2019



El ministro de Comunicación boliviano, Manuel Canelas, en La Paz. EFE/MARTIN ALIPAZ

Manuel Canelas es el ministro de Comunicación boliviano. Nació en Caracas hace 37, durante el exilio de sus padres en Venezuela tras el golpe militar de Luis García Meza, creció en Bolivia cuando regresó tras el fin del régimen militar en 1984 y se licenció en España como politólogo en la Complutense, además de cursar un máster en el Instituto Ortega y Gasset. 
Canelas regresó a Bolivia en 2012, y en 2014 logró un escaño como diputado –se convirtió en el primer diputado boliviano abiertamente homosexual– por el MAS, el partido de Evo Morales. Entró en el Gobierno en febrero de 2018 como viceministro de Planificación, y en enero de 2019 ha pasado a ser ministro de Comunicación.
Este jueves se reúne en Montevideo el grupo internacional de contacto para la crisis de Venezuela, en el cual se encuentran Bolivia, Uruguay, México, Ecuador y países europeos como España, Italia o Portugal, entre otros. Y Canelas atiende por teléfono a eldiario.es a 48 horas de esa reunión.
¿Cómo llega Bolivia a la reunión del jueves? ¿Cómo ven la situación?
Tenemos mucha preocupación. La situación es complicada. Yo creo que tenemos que agotar todos los esfuerzos para encontrar alternativas a la vía militar, a la vía de la injerencia de Donald Trump acompañado por algunos presidentes de América Latina. La situación en Venezuela no va a mejorar con una intervención militar ni instigando un golpe de Estado. 
¿Cómo ven a Nicolás Maduro?
Nosotros consideramos que Maduro es un presidente legítimo, fruto de unas elecciones. Pero incluso entre los críticos con Maduro, nadie va a estar de acuerdo en que la situación pueda mejorar con un levantamiento armado y un golpe militar.
Los observadores más honestos saben que el chavismo tiene fuerza. En las anteriores elecciones, en contra de lo que se dice, sí hubo oposición, y la gente en general sabe que el chavismo mantiene fuerza. Si eso es así y se provoca la vía militar, habrá una violencia mucho mayor o, algo peor, una guerra civil.
Nosotros consideramos que ese no es el camino, por eso apostamos por el encuentro promovido por México y Uruguay, y veremos si podemos avanzar por esa vía, la del diálogo.
La UE acude a la reunión con una exigencia clara de elecciones, que es la que ha llevado a una veintena de países a reconocer a Juan Guaidó como presidente interino.
Lo que nosotros hemos dicho, como otros Estados latinoamericanos, es que lo que se promueva debe ser para dar soluciones desde la región y el diálogo. El presidente Maduro ha dejado claro el otro día en la entrevista con Jordi Évole en La Sexta que el diálogo es abierto, sin condiciones previas, y lo dice tras insistir Évole: que no hay condiciones previas ni exclusiones.
Lo primero es el diálogo, es el camino para la solución en Venezuela.
¿Y cómo ven el papel desempeñado por la Unión Europea y los países europeos que han reconocido a Guaidó?
Nos sorprende, y no favorablemente. Es absurdo que reconozcan como presidente a alguien que no tiene recursos para ejercer, que ni se ha presentado a unas elecciones ni tiene legitimidad más allá que para ser diputado, que no ha ganado ni se ha presentado a ninguna elección.
Y luego está el asunto de la ayuda humanitaria: los mismos que han impuesto sanciones económicas que han empobrecido a la población ahora dicen que facilitan ayuda humanitaria.
Luis Vicente León, presidente de la encuestadora Datanálisis, y opositor a Maduro ha contado cómo las sanciones hacían mucho daño a la gente, y no castigaban al Gobierno. Y que quienes han puesto sanciones, hablen ahora de ayuda humanitaria es bastante notable.
El camino no puede ser reconocer a un diputado que no se ha presentado y es un misterio su programa.
¿Qué opina de la actitud del Gobierno de Pedro Sánchez, a la cabeza de la UE por reconocer a Guaidó?
La pregunta a cualquier Gobierno europeo con los vínculos tan estrechos con América Latina es si consideran que a través de una guerra civil o una intervención va a mejorar la situación en Venezuela.
Haberse comportado de forma tan parcial ha hecho que España pierda su capacidad de interlocución más amplia. Hacer valer esa condición de interlocutor más amplio que tuvo el presidente José Luis Rodríguez Zapatero.
Es paradójico que Pedro Sánchez sea tan duro con Nicolás Maduro cuando el presidente Rodríguez Zapatero ha asistido a Venezuela a las elecciones como observador. Nos sorprende mucho y España pierde una capacidad de interlocución mayor.
Expresa muchos temores a una intervención extranjera o a injerencias que desemboquen en un golpe militar. ¿Cree que existe un riesgo real?
Cuando el asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, John Bolton, y otras altas autoridades hablan de tropas; cuando se ve a países vecinos alentar a romper la disciplina constitucional y levantarse en armas contra el Gobierno, es difícil pensar que no se contemple escenarios de violencia.
Todos partimos de que Venezuela está en una situación compleja, y cuando ves lo que dicen Bolton y los demás, nos preocupamos y nos tomamos en serio el riesgo.
¿Qué espera de la reunión del jueves?
Habrá una hoja de ruta y veremos cuántos consensos se producen y cómo se fortalece esa línea de acción en torno al diálogo con la aspiración de que haya más.
¿Qué cree que aporta la presencia de la UE en esa reunión?
Es útil en el sentido de que la crisis en Venezuela se ha vuelto una cuestión de interés internacional, pero los protagonistas tienen que ser los venezolanos. En la medida en que requieran el acompañamiento de la región, la región tiene que estar muy predispuesta para el diálogo, y que algunos países estén dispuestos a violencia, es preocupante. Es fundamental el protagonismo venezolano, el protagonismo de la región acompañando y el de aquellos que coadyuven con la vía del diálogo, como el papa Francisco o el secretario general de la ONU, António Guterres.
La actitud de Estados Unidos, ¿le despierta fantasmas del pasado?
Si nos fijamos en los antecedentes cuando Estados Unidos ha tenido una presencia violenta en América Latina, podemos estar de acuerdo en que han sido los años oscuros y con más dolor de América Latina. Volver a ese capítulo a través del alentar una intervención violenta nos podría llevar a revivir experiencias que hemos dejado atrás.
Hay un consenso en que es mejor hacerlo entre nosotros; hemos desarrollado en la región una institucionalidad propia que debería mostrar su fortaleza, y sería óptimo fortalecerla para dar la solución a los problemas aquí mismo.

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SI EUROPA TIENE SOLUCIÓN, ESTÁ EN LA CALLE


Si Europa tiene solución, está en la calle
INFOLIBRE
04/02/2019 

De todos los acontecimientos políticos que se están sucediendo y van a tener lugar en el 2019, uno de los más trascendentes es, paradójicamente, uno de los que menos titulares ocupa: en mayo elegiremos a nuestros representantes al Parlamento Europeo y obtendremos una instantánea de la salud democrática de las sociedades de la Unión, que se intuye no parece estar en muy buen momento.

Herida en profundidad por una crisis económica que gestionó violando buena parte de su espíritu fundador –ahí está Grecia para comprobarlo–, Europa se enfrenta a contradicciones que estallan hoy pero que llevan larvándose hace años, quizá algunas décadas. Con el paso del tiempo se han ido agudizando y hoy saltan en forma de movilizaciones que claman en la calle secretos a gritos. Sí, el rey está desnudo. Como síntoma, el declive de los partidos y tendencias políticas que han protagonizado los años de una Europa comunitaria.

Dos de esas contradicciones están provocando movilizaciones que no deberíamos pasar por alto: la crisis de la democracia liberal representativa cuestionada por los chalecos amarillos en Francia y todo lo que ha venido después, y el movimiento contra el cambio climático y exigiendo posiciones firmes al respecto a sus gobiernos, que han lanzado estudiantes en Bélgica y Francia.

Los chalecos amarillos llevan ya meses de movilizaciones, y como muchas de las protestas de hace ya años, expresan un estado del malestar provocado por el miedo a una globalización que se intuye ingobernable, al menos para los que viven fuera del cosmopolitismo ilustrado de las grandes ciudades. A los meses de manifestaciones y discursos difusos le ha seguido una respuesta, la de los foulards rojos, que aunque también lanzan discursos críticos, dicen salir a la calle para hacer oír sus voces en defensa de la institucionalidad y de la República. Entre medio, Macron ha lanzado una consulta nacional para provocar el debate con el conjunto de la sociedad sobre cuatro grandes asuntos: impuestos y gasto público, organización del Estado, medio ambiente y ciudadanía y democracia. Más allá de lo que el debate en sí suponga y consiga alcanzar, la mera convocatoria de esta iniciativa es la evidencia de, al menos, dos cosas: que el sistema francés -al igual que el europeo y probablemente de todo Occidente– necesita repensar cuestiones claves de su pacto de convivencia, y que la arquitectura institucional y los procesos de debate y toma de decisiones previstos no pueden abordarlo. Es hora de experimentar, de probar -y ojalá- de aprender.

Otro de los grandes motivos de movilizaciones está siendo la reivindicación de políticas concretas y ambiciosas contra el cambio climático. Esta vez han sido los estudiantes, motivados por la joven sueca Greta Thunberg, quienes en Bruselas, con más fuerza, y en otros países de forma incipiente, están llenando las calles con convocatorias en más de 250 ciudades de todo el mundo. Convocan “huelga escolar por el clima” para pedir a sus gobiernos que cumplan con el deber de proteger su salud y sus vidas, con políticas ambiciosas contra el cambio climático. Su lema no puede ser más claro: Cuando vosotros hagáis vuestra tarea, nosotros haremos la nuestra. Su movilización está siendo apoyada también por el mundo científico. Toda una impugnación a lo que debería ser, sin duda, la primera labor de cualquier gobierno: velar por las vidas de sus ciudadanos y ciudadanas.

Estos son dos de los grandes conflictos que en este momento Occidente tiene ante sí, y en Europa ambos están en la calle. Si las elecciones europeas no siguieran siendo consideradas mayoritariamente, tanto por los partidos como por la ciudadanía, como elecciones de segundo grado, estas dos cuestiones protagonizarían el debate público.

Europa tiene ahora la oportunidad de reconocer, al menos, estos dos grandes retos como problemas de fondo a solucionar. Sería interesante que los viera como una oportunidad para repensarse, refundarse y fortalecerse, haciendo así más sólidos los pilares sobre los que se alzó el edificio de la UE y que hoy parecen sufrir los efectos de una profunda aluminosis. De si se escucha o no estas reivindicaciones, de la actitud que se tome ante ellas, y de la salida que finalmente se escoja depende buena parte del futuro de los europeos y europeas.

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