miércoles, 9 de agosto de 2023

La verdadera historia de la guerra en Ucrania

 

El famoso economista Jeffrey D. Sachs cuenta aquí lo que ya sabemos –o deberíamos saber–, pero expuesto de forma rotunda e incontestable. Quien quiera saber la verdad, la tiene aquí a su alcance.


La verdadera historia de la guerra en Ucrania

 

Jeffrey Sachs

El Viejo Topo

9 agosto, 2023 

 


CRONOLOGÍA DETALLADA DE LOS ACONTECIMIENTOS Y ARGUMENTOS A FAVOR DE LA DIPLOMACIA

Los líderes ucranianos han aceptado el engaño estadounidense por razones difíciles de entender. Tal vez creen en Estados Unidos, o temen a Estados Unidos, o temen a sus propios extremistas, o simplemente son extremistas, dispuestos a sacrificar a cientos de miles de ucranianos hasta la muerte o las heridas en la ingenua creencia de que Ucrania puede derrotar a una superpotencia nuclear que considera la guerra como un asunto existencial. O tal vez algunos de los dirigentes ucranianos se estén forrando a costa de las decenas de miles de millones de dólares en ayudas y armas occidentales.

El pueblo estadounidense necesita urgentemente conocer la verdadera historia de la guerra en Ucrania y sus perspectivas actuales. Por desgracia, los principales medios de comunicación –The New York Times, Wall Street Journal, Washington Post, MSNBC y CNN– se han convertido en meros portavoces del gobierno, repitiendo las mentiras del presidente estadounidense Joe Biden y ocultando la historia al público.

Biden vuelve a denigrar al presidente ruso Vladimir Putin, esta vez Biden acusa a Putin de una «vil sed de tierra y poder», después de declarar el año pasado que «Por el amor de Dios, ese hombre [Putin] no puede permanecer en el poder». Sin embargo, Biden es quien está atrapando a Ucrania en una guerra interminable al seguir impulsando la ampliación de la OTAN a Ucrania. Tiene miedo de decir la verdad al pueblo estadounidense y ucraniano, rechazando la diplomacia y optando en su lugar por la guerra perpetua.

La expansión de la OTAN a Ucrania, que Biden ha promovido durante mucho tiempo, es una medida estadounidense que ha fracasado. Los neoconservadores, incluido Biden, pensaron desde finales de la década de 1990 que Estados Unidos podría ampliar la OTAN a Ucrania (y Georgia) a pesar de la oposición vociferante y de larga data de Rusia.

No creían que Putin fuera a entrar en guerra por la expansión de la OTAN.

Sin embargo, para Rusia, la ampliación de la OTAN a Ucrania (y Georgia) se considera una amenaza existencial para su seguridad nacional, sobre todo teniendo en cuenta los 2.000 km de frontera de Rusia con Ucrania y la situación estratégica de Georgia en el extremo oriental del Mar Negro. Los diplomáticos estadounidenses llevan décadas explicando esta realidad básica a los políticos y generales estadounidenses, pero a pesar de ello éstos han insistido con arrogancia y crueldad en la ampliación de la OTAN.

A estas alturas, Biden sabe perfectamente que la ampliación de la OTAN a Ucrania desencadenaría la Tercera Guerra Mundial. Por eso, entre bastidores, Biden ha reducido la ampliación de la OTAN a la cumbre de la OTAN de Vilna. Sin embargo, en lugar de admitir la verdad –que Ucrania no formará parte de la OTAN– Biden prevarica, prometiendo la eventual adhesión de Ucrania. En realidad, está sometiendo a Ucrania a un continuo derramamiento de sangre sin otra razón que la política interior de Estados Unidos, en particular el miedo de Biden a parecer débil ante sus enemigos políticos. (Hace medio siglo, los presidentes Johnson y Nixon apoyaron la guerra de Vietnam esencialmente por la misma patética razón y con la misma mentira, como explicó brillantemente el difunto Daniel Ellsberg.

Ucrania no puede ganar. Es más probable que Rusia se imponga en el campo de batalla, como parece estar haciendo ahora. Sin embargo, aunque Ucrania se abriera paso con fuerzas convencionales y armas de la OTAN, Rusia pasaría a la guerra nuclear si fuera necesario para impedir la entrada de la OTAN en Ucrania.

A lo largo de su carrera, Biden ha estado al servicio del complejo militar-industrial. Ha promovido sin descanso la ampliación de la OTAN y ha apoyado las guerras profundamente desestabilizadoras de Estados Unidos en Afganistán, Serbia, Irak, Siria, Libia y ahora Ucrania. Obedece a los generales que quieren más guerra y más «oleadas» y que predicen una victoria inminente para mantener al público crédulo de su lado.

Además, Biden y su equipo (Antony Blinken, Jake Sullivan, Victoria Nuland) parecen haberse creído su propia propaganda de que las sanciones occidentales estrangularían la economía rusa, mientras que armas milagrosas como los HIMARS derrotarían a Rusia. Y mientras tanto decían a los estadounidenses que no prestaran atención a las 6.000 armas nucleares rusas.

Los líderes ucranianos han aceptado el engaño estadounidense por razones difíciles de entender. Tal vez creen en Estados Unidos, o temen a Estados Unidos, o temen a sus propios extremistas, o simplemente son extremistas, dispuestos a sacrificar a cientos de miles de ucranianos hasta la muerte o las heridas en la ingenua creencia de que Ucrania puede derrotar a una superpotencia nuclear que considera la guerra como un asunto existencial. O tal vez algunos de los dirigentes ucranianos se estén forrando a costa de las decenas de miles de millones de dólares en ayudas y armas occidentales.

La única forma de salvar a Ucrania es una paz negociada. En un acuerdo negociado, Estados Unidos aceptaría que la OTAN no se expandiera a Ucrania, mientras que Rusia aceptaría retirar sus tropas. Las demás cuestiones –Crimea, el Donbass, las sanciones estadounidenses y europeas, el futuro de los acuerdos de seguridad europeos– se resolverían políticamente, no mediante una guerra interminable.

Rusia ha intentado negociar en repetidas ocasiones: para tratar de impedir la ampliación de la OTAN hacia el este; para tratar de encontrar acuerdos de seguridad adecuados con Estados Unidos y Europa; para tratar de resolver las cuestiones interétnicas en Ucrania después de 2014 (los acuerdos de Minsk I y Minsk II); para tratar de mantener los límites a los misiles antibalísticos; y para tratar de poner fin a la guerra en Ucrania en 2022 mediante negociaciones directas con Ucrania. En todos los casos, el Gobierno estadounidense ha desdeñado, ignorado o bloqueado estos intentos, ofreciendo a menudo la gran mentira de que Rusia, y no Estados Unidos, rechaza las negociaciones. JFK dijo exactamente en 1961: «Nunca negociamos por miedo, pero nunca tenemos miedo a negociar». Ojalá Biden hiciera caso de la perdurable sabiduría de JFK.

Para ayudar al público a ir más allá de la narrativa simplista de Biden y los principales medios de comunicación, ofrezco una breve cronología de algunos acontecimientos clave que condujeron a la guerra actual.

31 de enero de 1990. El ministro alemán de Asuntos Exteriores, Hans Dietrich-Genscher, prometió al presidente soviético Mijail Gorbachev que, en el contexto de la reunificación alemana y la disolución de la alianza militar soviética del Pacto de Varsovia, la OTAN descartaría una «expansión de su territorio hacia el este, es decir, acercándolo a las fronteras soviéticas».

9 de febrero de 1990. El Secretario de Estado estadounidense James Baker III acordó con el Presidente soviético Mijail Gorbachev que «la expansión de la OTAN es inaceptable».

29 de junio – 2 de julio de 1990. El Secretario General de la OTAN, Manfred Woerner, dice a una delegación rusa de alto nivel que «el Consejo de la OTAN y él [Woerner] están en contra de la expansión de la OTAN».

1 de julio de 1990. La Rada (parlamento) ucraniana adoptó la Declaración de Soberanía Estatal, en la que «La RSS de Ucrania declara solemnemente su intención de convertirse en un Estado permanentemente neutral que no participa en bloques militares y se adhiere a tres principios de desnuclearización: aceptar, no producir y adquirir armas nucleares».

24 de agosto de 1991. Ucrania declaró la independencia basándose en la Declaración de Estado de 1990, que incluía la promesa de neutralidad.

Mediados de 1992. Los responsables políticos de la administración Bush alcanzan un consenso interno secreto para ampliar la OTAN, en contra de los compromisos adquiridos recientemente con la Unión Soviética y la Federación Rusa.

8 de julio de 1997. En la cumbre de la OTAN celebrada en Madrid, se invita a Polonia, Hungría y la República Checa a iniciar conversaciones para ingresar en la OTAN.

Septiembre/Octubre de 1997. En Foreign Affairs (septiembre/octubre de 1997), el ex Consejero de Seguridad Nacional de EEUU Zbigniew Brzezinski detalla el calendario de la ampliación de la OTAN, con el inicio provisional de Ucrania en 2005-2010.

24 de marzo – 10 de junio de 1999. La OTAN bombardea Serbia. Rusia califica el bombardeo de la OTAN de «violación flagrante de la Carta de las Naciones Unidas».

Marzo de 2000. El Presidente ucraniano Kuchma declara que «hoy por hoy no se plantea la entrada de Ucrania en la OTAN, porque la cuestión es extremadamente compleja y tiene muchos aspectos».

13 de junio de 2002. Estados Unidos se retira unilateralmente del Tratado sobre Armas Antibalísticas, una acción que el vicepresidente del Comité de Defensa de la Duma rusa califica de «acontecimiento extremadamente negativo de importancia histórica».

Noviembre-diciembre de 2004. En Ucrania tiene lugar la «Revolución Naranja», unos acontecimientos que Occidente califica de revolución democrática y el gobierno ruso de toma del poder fabricada por Occidente con el apoyo abierto y encubierto de Estados Unidos.

10 de febrero de 2007. Putin criticó duramente el intento estadounidense de crear un mundo unipolar, apoyado por la ampliación de la OTAN, en un discurso pronunciado en la Conferencia de Seguridad de Múnich, en el que declaró: «Creo que es obvio que la ampliación de la OTAN… representa una grave provocación que reduce el nivel de confianza mutua. Y tenemos derecho a preguntarnos: ¿contra quién va dirigida esta ampliación? ¿Y qué ha sido de las garantías ofrecidas por nuestros socios occidentales tras la disolución del Pacto de Varsovia?

1 de febrero de 2008. El embajador de EEUU en Rusia, William Burns, envía un cable confidencial a la Asesora de Seguridad Nacional de EEUU, Condoleezza Rice, titulado «Nyet Means Nyet: The Red Lines of Russia’s NATO Enlargement», señalando que «las aspiraciones de la OTAN sobre Ucrania y Georgia no sólo tocan un nervio sensible en Rusia, sino que generan serias preocupaciones sobre las consecuencias para la estabilidad en la región».

18 de febrero de 2008. Estados Unidos reconoce la independencia de Kosovo a pesar de las feroces objeciones rusas. El gobierno ruso declara que la independencia de Kosovo viola «la soberanía de la República de Serbia, la Carta de las Naciones Unidas, la Resolución 1244 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, los principios del Acta Final de Helsinki, el marco constitucional de Kosovo y los acuerdos del Grupo de Contacto de Alto Nivel».

3 de abril de 2008. La OTAN declara que Ucrania y Georgia «se convertirán en miembros de la OTAN». Rusia declara que «la adhesión de Georgia y Ucrania a la Alianza es un enorme error estratégico que tendría consecuencias muy graves para la seguridad paneuropea».

20 de agosto de 2008. Estados Unidos anuncia que desplegará sistemas de defensa contra misiles balísticos (BMD) en Polonia, y más tarde en Rumanía. Rusia expresa su firme oposición a los sistemas BMD.

28 de enero de 2014. La secretaria de Estado adjunta Victoria Nuland y el embajador estadounidense Geoffrey Pyatt planean el cambio de régimen en Ucrania en una llamada interceptada publicada en YouTube el 7 de febrero, en la que Nuland señala que «[el vicepresidente] Biden está dispuesto» a ayudar a cerrar el acuerdo.

21 de febrero de 2014. Los gobiernos de Ucrania, Polonia, Francia y Alemania llegan a un acuerdo sobre la resolución de la crisis política en Ucrania y convocan nuevas elecciones para finales de año. Sin embargo, la extrema derecha y otros grupos armados exigen la dimisión inmediata de Yanukovich y toman el control de los edificios gubernamentales. Yanukóvich huye. El Parlamento despoja inmediatamente al presidente de sus poderes sin que se abra un proceso de destitución.

22 de febrero de 2014. Estados Unidos aprobó inmediatamente el cambio de régimen.

16 de marzo de 2014. Rusia celebra un referéndum en Crimea que, según el Gobierno ruso, da como resultado una amplia mayoría de votos a favor del dominio ruso. El 21 de marzo, la Duma rusa vota a favor de admitir a Crimea en la Federación Rusa. El Gobierno ruso establece una analogía con el referéndum sobre Kosovo. Estados Unidos rechaza el referéndum de Crimea por considerarlo ilegítimo.

18 de marzo de 2014. El presidente Putin califica el cambio de régimen de golpe de Estado, 18 de marzo de 2014. El Presidente Putin califica el cambio de régimen de golpe de Estado, afirmando: «Los que estaban detrás de los últimos acontecimientos en Ucrania tenían una agenda diferente: estaban preparando otra toma del poder; querían hacerse con el poder y no se detendrían ante nada. Recurrieron al terror, al asesinato y a los disturbios»: «Quienes estaban detrás de los últimos acontecimientos en Ucrania tenían una agenda diferente: estaban preparando otra toma del gobierno; querían hacerse con el poder y no se detendrían ante nada. Recurrieron al terror, al asesinato y a los disturbios».

25 de marzo de 2014. El presidente Barack Obama se burla de Rusia «como potencia regional que amenaza a algunos de sus vecinos inmediatos, no por su fuerza sino por su debilidad».

12 de febrero de 2015. Firma del Acuerdo de Minsk II. El acuerdo recibe el apoyo unánime de la Resolución 2202 del Consejo de Seguridad de la ONU, de 17 de febrero de 2015. La excanciller Angela Merkel reconoció posteriormente que el acuerdo de Minsk II tenía como objetivo dar tiempo a Ucrania para reforzar sus fuerzas armadas. Ucrania no lo aplicó y el presidente Volodymyr Zelensky reconoció que no tenía intención de aplicar el acuerdo.

1 de febrero de 2019. EEUU se retira unilateralmente del Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF). Rusia critica duramente la retirada del INF como un acto «destructivo» que ha alimentado los riesgos para la seguridad.

14 de junio de 2021. En la cumbre de la OTAN de 2021 en Bruselas, la alianza volvió a confirmar su intención de ampliarse e incluir a Ucrania: «Reafirmamos la decisión tomada en la cumbre de Bucarest de 2008 de que Ucrania se convierta en miembro de la Alianza».

1 de septiembre de 2021. EE.UU. reitera su apoyo a las aspiraciones de Ucrania en la OTAN en la «Declaración Conjunta sobre la Asociación Estratégica EE.UU.-Ucrania 

17 de diciembre de 2021. Putin presenta un proyecto de «Tratado entre los Estados Unidos de América y la Federación Rusa sobre garantías de seguridad«, basado en la no ampliación de la OTAN y en limitaciones al despliegue de misiles de alcance intermedio y corto.

26 de enero de 2022. EE.UU. responde formalmente a Rusia que EE.UU. y la OTAN no negociarán con Rusia las cuestiones relativas a la ampliación de la OTAN, cerrando la puerta a una vía negociada para evitar una expansión de la guerra en Ucrania. Estados Unidos invoca la política de la OTAN según la cual «cualquier decisión de invitar a un país a unirse a la Alianza es tomada por el Consejo del Atlántico Norte sobre la base del consenso entre todos los aliados. Ningún tercer país tiene voz en tales deliberaciones». En resumen, Estados Unidos afirma que la ampliación de la OTAN a Ucrania no es asunto de Rusia.

21 de febrero de 2022. En una reunión del Consejo de Seguridad ruso, el ministro de Asuntos Exteriores Sergei Lavrov detalla la negativa estadounidense a negociar:

«Recibimos su respuesta a finales de enero. La evaluación de esta respuesta muestra que nuestros colegas occidentales no están dispuestos a aceptar nuestras principales propuestas, principalmente las relativas a la no expansión de la OTAN hacia el este. Esta petición fue rechazada en referencia a la llamada política de puertas abiertas del bloque y a la libertad de cada Estado para elegir su propia forma de garantizar la seguridad. Ni Estados Unidos ni la Alianza del Atlántico Norte propusieron una alternativa a esta disposición clave».

Estados Unidos está haciendo todo lo posible por evitar el principio de indivisibilidad de la seguridad, que consideramos de importancia fundamental y al que hemos hecho muchas referencias. Al tomar de él el único elemento que les conviene -la libertad de elegir alianzas-, ignoran por completo todo lo demás, incluida la condición clave que dice que «no se permite a nadie -ni al elegir alianzas ni al margen de ellas- reforzar su propia seguridad a expensas de la seguridad de los demás».

24 de febrero de 2022. En un discurso a la nación, el Presidente Putin afirma: «Es un hecho que durante los últimos 30 años hemos intentado pacientemente llegar a un acuerdo con los principales países de la OTAN sobre los principios de una seguridad igual e indivisible en Europa. En respuesta a nuestras propuestas, nos hemos enfrentado invariablemente a cínicos engaños y mentiras o a intentos de presión y chantaje, mientras la Alianza del Atlántico Norte seguía expandiéndose a pesar de nuestras protestas y preocupaciones. Su maquinaria militar está en marcha y, como he dicho, «se acerca a nuestra misma frontera».

16 de marzo de 2022. Rusia y Ucrania anuncian avances significativos hacia un acuerdo de paz mediado por Turquía y el primer ministro israelí, Naftali Bennett. Según informa la prensa, la base del acuerdo incluye: «un alto el fuego y la retirada de Rusia si Kiev se declara neutral y acepta límites en sus fuerzas armadas».

28 de marzo de 2022. El Presidente Zelensky declara públicamente que Ucrania está dispuesta a la neutralidad combinada con garantías de seguridad como parte de un acuerdo de paz con Rusia. «Garantías de seguridad y neutralidad, el estatus no nuclear de nuestro estado: estamos preparados para ello. Este es el punto más importante… empezaron la guerra por esto».

7 de abril de 2022. El ministro de Asuntos Exteriores ruso, Lavrov, acusa a Occidente de intentar hacer descarrilar las conversaciones de paz, alegando que Ucrania se había retractado de propuestas previamente acordadas. El primer ministro Naftali Bennett afirmó posteriormente (el 5 de febrero de 2023) que Estados Unidos había bloqueado el acuerdo de paz pendiente entre Rusia y Ucrania. A la pregunta de si las potencias occidentales habían bloqueado el acuerdo, Bennett respondió: «Básicamente sí. Lo bloquearon y creo que se equivocaron». En algún momento, dice Bennett, Occidente decidió «aplastar a Putin en lugar de negociar».

4 de junio de 2023. Ucrania lanza una gran contraofensiva, sin mucho éxito, a mediados de julio de 2023.

7 de julio de 2023. Biden reconoce que Ucrania «se está quedando sin» proyectiles de artillería de 155 mm y que Estados Unidos «se está quedando sin».

11 de julio de 2023. En la cumbre de la OTAN celebrada en Vilna, el comunicado final reafirmó el futuro de Ucrania en la OTAN: «Apoyamos plenamente el derecho de Ucrania a elegir sus propios acuerdos de seguridad. El futuro de Ucrania está en la OTAN… Ucrania se ha hecho cada vez más interoperativa y políticamente integrada en la Alianza, y ha hecho progresos sustanciales en su camino de reformas».

13 de julio de 2023. El Secretario de Defensa de EE.UU., Lloyd Austin, reitera que Ucrania entrará «sin duda» en la OTAN cuando termine la guerra.

13 de julio de 2023. Putin reitera que «con respecto a la adhesión de Ucrania a la OTAN, como hemos dicho muchas veces, esto crea obviamente una amenaza para la seguridad de Rusia. De hecho, la amenaza del ingreso de Ucrania en la OTAN es la razón, o más bien una de las razones de la operación militar especial. Estoy seguro de que esto tampoco mejorará en nada la seguridad de Ucrania. En general, hará que el mundo sea mucho más vulnerable y provocará mayores tensiones en la escena internacional. Por tanto, no veo nada bueno en ello. Nuestra posición es bien conocida y lleva formulándose mucho tiempo».

Fuente: Brave New Europe.

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Decrecimiento planificado / 3

 

El número de verano de la revista Monthly Review está dedicado íntegramente al «Decrecimiento planificado: ecosocialismo y desarrollo humano sostenible». Debido a su longitud, aquí se reproduce dividido en partes que se publican en días sucesivos.


Decrecimiento planificado / 3


John Bellamy Foster

El Viejo Topo

6 agosto, 2023 



[Continuación]

La eficacia de la planificación centralizada

Al tomar el poder en la Revolución de Octubre de 1917, «los bolcheviques», como observó el economista marxista Paul Baran, «no tenían ninguna intención de establecer inmediatamente el socialismo (y una planificación económica integral) en su país hambriento y devastado». Originalmente preveían una estricta regulación y control del mercado capitalista bajo un gobierno dirigido por los trabajadores y la nacionalización de empresas clave, abarcando una larga y lenta transición hacia una economía plenamente socialista. De hecho, en aquella época no existía ninguna noción concreta de planificación central o de economía dirigida. «La palabra ‘planificación’», escribió Alec Nove en An Economic History of the U.S.S.R,

tenía un significado muy diferente [en la Unión Soviética] en 1923-6 al que adquirió más tarde. No existía un programa de producción y asignación totalmente elaborado, ni una «economía dirigida». Los expertos de Gosplan… trabajaron con notable originalidad, luchando con estadísticas inadecuadas para crear el primer «balance de la economía nacional» de la historia, con el fin de proporcionar algún tipo de base para la planificación del crecimiento…. La cuestión es que lo que surgió de estos cálculos no fueron planes en el sentido de órdenes de actuar, sino «cifras de control», que eran en parte una previsión y en parte una guía para las decisiones de inversión estratégica, una base para discutir y determinar prioridades.

 

El Comunismo de Guerra, que comenzó a mediados de 1918, ocho meses después de la Revolución de Octubre, fue un esfuerzo desesperado por hacer frente al caos y los estragos resultantes de la Guerra Civil Rusa, incluida la invasión del país por todas las grandes potencias imperiales en apoyo de las fuerzas «Blancas». El comunismo de guerra no consistía en la planificación, sino en las nacionalizaciones al por mayor, la producción de guerra, la prohibición del comercio privado, la eliminación parcial de los precios, las raciones gratuitas y la requisición forzosa de suministros y excedentes. El Estado revolucionario soviético ganó la Guerra Civil, derrotando a los ejércitos blancos y obligando a las potencias imperiales a desalojar el país. Pero la economía quedó devastada y el pequeño proletariado industrial, que había sido la columna vertebral de la revolución, quedó diezmado, con sólo la mitad de trabajadores industriales en 1920 que en 1914. En 1921, ante el deterioro económico, la hambruna y la revuelta de los marineros de Kronstadt, V. I. Lenin organizó una retirada estratégica, reintroduciendo el comercio de mercado en la Nueva Política Económica (NEP). A partir de 1920, Lenin también tomó la iniciativa personal de introducir un plan para la electrificación, en un plazo de diez a quince años, de toda Rusia, construyendo centrales eléctricas e infraestructuras conexas en todas las grandes regiones industriales. Este sería el mayor logro en materia de desarrollo económico a principios de la década de 192050.

La NEP se consideró un periodo de transición en el movimiento hacia el socialismo. Lenin lo designó como «capitalismo de Estado». El Estado soviético conservaba el control de las cúspides de la economía, incluida la industria pesada, las finanzas y el comercio exterior. En la concepción inicial de Lenin, la NEP era una alianza limitada con el gran capital con el objetivo de transformar la producción de acuerdo con su forma más desarrollada de capitalismo monopolista, pero bajo control socialista, junto con un acomodo con el campesinado. «El Estado soviético», escribió Tamás Krausz en Reconstruyendo a Lenin, «daba un trato preferencial al capital organizado a gran escala y a la propiedad estatal orientada al mercado antes que a la propiedad privada anárquica, la economía incontrolablemente caótica de los pequeños burgueses». Lenin utilizó el concepto de capitalismo de Estado para referirse no sólo al sector estatal en una economía mixta, sino también a una formación social definida en el movimiento hacia el socialismo, que constituía la esencia de la NEP.

Fue durante la NEP cuando se introdujo por primera vez en la economía un nivel de planificación del desarrollo. Ya en 1917 se había creado el Consejo Supremo de la Economía Nacional. Sin embargo, fue bajo la NEP cuando se creó Gosplan como principal comisión estatal de planificación. Gosplan desarrolló el primer sistema de balances para una economía nacional, proporcionando cifras de control para guiar las decisiones de inversión con directrices limitadas a unos pocos sectores estratégicos bajo control estatal. En 1923-24 se introdujo un incipiente método de tablas input-output, inspirado en el Tableau économique de François Quesnay y en los esquemas de reproducción de Marx en El Capital.

En 1925, la NEP había logrado restaurar la economía de preguerra y la producción industrial fuera de la agricultura empezaba a estabilizarse. Lenin había insinuado en 1922 que la NEP podría tener que mantenerse durante mucho tiempo, considerando veinticinco años como «un poco demasiado pesimista». Pero con su muerte en 1924 y el éxito de la NEP en la restauración de la economía, surgió un Gran Debate sobre la transformación y la planificación socialistas. La teoría marxista clásica se había basado en revoluciones ocurridas primero en los países desarrollados de Europa Occidental. En un principio, se pensó que la Revolución Rusa desencadenaría una revolución proletaria europea más amplia que, sin embargo, nunca llegó a materializarse. Rusia era un país subdesarrollado, principalmente campesino, que vivía en un estado de aislamiento político y económico y se enfrentaba a la amenaza continua de nuevas invasiones imperiales.

Todos los principales participantes en el Gran Debate coincidieron en la necesidad de avanzar hacia una economía socialista planificada, pero surgieron desacuerdos sobre la naturaleza y el ritmo del cambio, y sobre el grado de expropiación de las tierras de los campesinos. Algunos bolcheviques destacados, como Nikolai Bujarin, defendieron lo que entonces era la línea dominante, insistiendo en un planteamiento más lento y de crecimiento equilibrado basado en la continuación de la NEP como periodo transitorio. Por el contrario, los que, como el economista E. A. Preobrazhensky, se identificaban con la «oposición de izquierdas», favorecían un cambio mucho más rápido hacia una economía de planificación centralizada y la expropiación del campesinado mediante un proceso de acumulación primitiva socialista. Las principales figuras tanto de la oposición de izquierdas, incluidos Preobrazhensky y León Trotsky, como de lo que José Stalin caracterizaría como la oposición de derechas, asociada con Bujarin (con quien Stalin se había alineado durante el Gran Debate), fueron finalmente eliminadas una tras otra, dejando a Stalin totalmente al mando.

Con la llegada de Stalin al poder en 1928, se adoptó un curso de industrialización rápida en línea con las propuestas originalmente avanzadas por la oposición de izquierdas, a las que el propio Stalin se había opuesto en un principio. El objetivo pasó a ser la construcción del «socialismo en un solo país», dada la posición aislada de la URSS. Esto, sin embargo, adoptó la forma de una brutal acumulación primitiva socialista y una economía burocrática dirigida de arriba abajo, a partir del primer plan quinquenal de 1929. En 1925-26, bajo la NEP, el sector estatal constituía el 46% de la economía; en 1932, había aumentado hasta el 91%.

La tragedia de la planificación soviética residía en las terribles circunstancias históricas en las que surgió, que condujeron a lo que el célebre historiador de la URSS, Moshe Lewin, denominó «la desaparición de la planificación en el plan». La producción industrial en 1928-29 bajo la NEP había crecido a un ritmo del 20%. Sin embargo, eso no se consideraba suficiente. Bujarin se pronunció en contra de los planes elaborados por «locos» que pretendían un crecimiento económico anual dos veces superior al de la NEP. Así pues, el proceso de planificación se concibió desde el principio sobre bases poco realistas. Surgió un sistema de planificación central que adoptó la forma específica de una economía dirigida, en la que todas las directrices sobre la asignación de mano de obra y recursos, insumos para la producción, objetivos especificados, etc. se determinaban burocráticamente desde arriba. A esto se unió la perpetuación del carácter básico del proceso de trabajo capitalista con la incorporación de técnicas tayloristas de gestión científica, eliminando la posibilidad de formas de organización ascendentes o de control obrero, como se preveía originalmente en los soviets de obreros.

Las directrices establecidas en el primer plan quinquenal estaban más allá de toda posibilidad de cumplimiento, con el resultado de que el plan fue archivado casi desde el principio. El sistema de mando que surgió estaba administrado de forma centralizada y burocrática, mientras que la planificación racional apenas aparecía. Mientras tanto, el «supertempo» de la industrialización significó la confiscación masiva de la propiedad campesina y la colectivización forzosa, que afectó a millones de personas. Como escribió Lewin, «la campaña anti-campesina de Stalin fue un ataque contra las masas populares. Requería una coerción a tan gran escala que todo el Estado tenía que transformarse en una enorme máquina opresora». En tales circunstancias, la dura regimentación de la población era inevitable.

No obstante, con todos sus defectos y barbaridades, la tosca, torpe y burocrática economía dirigida que surgió en la Unión Soviética tuvo un enorme éxito en sus efectos de desarrollo. Fue capaz de dar prioridad a la inversión en la industria pesada como nunca antes se había visto. La tasa media de crecimiento anual de la producción industrial en los años 1930-40 fue oficialmente del «16,5%», lo que, en palabras de Lewin, era «sin duda una cifra impresionante (y no mucho menos impresionante incluso si se prefieren las evaluaciones más pequeñas de los economistas occidentales)». La Unión Soviética se lanzó a la industrialización, ampliando también el transporte y la generación eléctrica, aunque con la agricultura rezagada. Entre 1928 y 1941 se construyeron unas ocho mil empresas masivas y modernas.

En 1928, la Unión Soviética era todavía un país subdesarrollado, pero en la Segunda Guerra Mundial se había convertido en una gran potencia industrial. No se puede cuestionar el duro realismo de Stalin cuando afirmó, en 1931: «Llevamos entre 50 y 100 años de retraso con respecto a los países avanzados. Tenemos que recorrer esta distancia en diez años. O lo conseguimos o seremos aplastados». Sus cálculos eran correctos. Cuando la Wehrmacht alemana invadió Rusia exactamente diez años después, en 1941, con más de tres millones de tropas del Eje, organizadas en divisiones blindadas y desplegadas en un frente de 1.800 millas, las fuerzas invasoras se encontraron frente a una gran potencia industrial y militar muy distinta de la Rusia a la que se habían enfrentado en la Primera Guerra Mundial. Las fuerzas soviéticas llevaron a cabo una resistencia extraordinaria que superó con creces todo lo que Adolf Hitler y sus asesores habían concebido. La historia del mundo moderno iba a girar en torno a ese mismo hecho, que conduciría a la derrota de la Alemania nazi.

Sin embargo, las debilidades de la economía soviética, con su producción administrada y planificada de forma centralizada, iban a perseguir al sistema después de la Segunda Guerra Mundial. Aunque mantuvo unas tasas de crecimiento bastante impresionantes y, en la era postestalinista, sobre todo a principios de la era de Leonid Brézhnev, fue capaz de proporcionar tanto armas como mantequilla en el contexto de la Guerra Fría –en la que se enfrentaba a un homólogo mucho mayor y más agresivo como Estados Unidos–, las debilidades del sistema soviético se hicieron cada vez más evidentes. La economía planificada burocrática había dado lugar a una concentración de poder y a la aparición de una nueva clase dirigente de jefes burocráticos, o nachal’niki, surgida del sistema de la nomenklatura (que ejercía el control sobre los candidatos de alto nivel al Partido), que pesaba sobre el sistema, impidiendo los cambios necesarios. A pesar de sus tempranos avances en el análisis input-output, la economía dirigida soviética nunca integró los métodos de la cibernética y las posibilidades de una planificación óptima que surgieron con la nueva revolución informática en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, a pesar de algunos movimientos en esta dirección. Un énfasis excesivo en los nuevos proyectos de inversión llevó a descuidar la inversión de sustitución, con el resultado de que la producción se llevó a cabo con equipos obsoletos, lo que provocó numerosos paros laborales. La proletarización de la mano de obra, unida al pleno empleo y otras garantías, redujo las posibilidades de coerción económica dentro del sistema en comparación con el capitalismo, lo que provocó problemas de incentivos materiales para los trabajadores.

El sistema soviético de gestión empresarial, como reconoció agudamente el Che Guevara, se basaba en el capitalismo premonopolista, no en el capitalismo monopolista, y por tanto dependía más de las transacciones entre empresas que de las intraempresariales. Esto significaba que las empresas dependían de los precios externos, con el irónico resultado de que las relaciones de mercado socavaban la planificación a nivel empresarial de un modo que no ocurría en lo que Galbraith había llamado el «sistema de planificación» de las corporaciones monopolísticas en Occidente. Al mismo tiempo, la producción fabril se organizó según el viejo modelo de Ford Motors, en el que cada división o sindicato fabricaba todos los componentes, en contraposición al sistema de producción capitalista monopolista más desarrollado, con múltiples proveedores, que evitaba los cuellos de botella. Lo más importante es que la economía dirigida soviética se basó desde el principio en el desarrollo extensivo, en lugar de intensivo, mediante el reclutamiento forzoso de mano de obra y recursos, en contraposición al cultivo de eficiencias dinámicas. En consecuencia, una vez que la mano de obra y los recursos empezaron a escasear, en lugar de abundar, la economía entró en estancamiento, creando una escasez generalizada.

Aun así, la economía siguió creciendo, aunque más lentamente, hasta el caos de la era Gorbachov, al tiempo que proporcionaba a la población amplios servicios de bienestar social, envidiables desde el punto de vista de la mayor parte del mundo, aunque carentes de consumismo de masas y bienes de lujo. Al final, fue la dirección tomada por el extremo superior de la jerarquía social asociada con el sistema de la nomenklatura, que aspiraba al mismo estilo de vida opulento que los escalones superiores de Occidente, lo que sellaría el destino del sistema soviético.

Como Harry Magdoff y Fred Magdoff explicaron en Approaching Socialism, «Las deficiencias de la economía soviética, que se hicieron evidentes poco después de la recuperación de la Segunda Guerra Mundial, no fueron el resultado del fracaso de la planificación central, sino de la forma en que se llevó a cabo la planificación. La planificación central en tiempos de paz no necesita el control de las autoridades centrales sobre cada detalle de la producción. El mando y la ausencia de democracia no sólo no son ingredientes necesarios de la planificación central, sino que son contraproducentes para una buena planificación». Irónicamente, fue el carácter de clase del sistema soviético y la corrupción desenfrenada lo que condujo a su desaparición.

El periodo de economía dirigida de China, tras la Revolución de 1949, fue mucho más breve, duró esencialmente de 1953 a 1978. Lanzó su primer plan quinquenal basado en el modelo soviético en 1953, y su fase de planificación duró hasta que instituyó las «reformas de mercado» un cuarto de siglo después. Durante su periodo de planificación central, en el que también tuvo que hacer frente a la amenaza estadounidense y, por tanto, se vio obligada a desviar importantes recursos necesarios a la defensa nacional, la República Popular China registró, no obstante, logros impresionantes, estableciendo la base industrial y social para el desarrollo económico aún más impresionante que seguiría con la apertura de la economía china y su integración controlada en la economía mundial.

No cabe duda de que el historial de la economía dirigida china en su periodo inicial de planificación fue irregular. La planificación central, tal como se instituyó en China, tenía muchos de los mismos puntos débiles que en la Unión Soviética, lo que provocó desequilibrios y el mismo fenómeno de «desaparición de la planificación en el plan». No obstante, se consiguieron grandes logros. La agricultura se asentó sobre nuevas bases, con colectividades y propiedad social. «Poca gente es consciente», escribió Fred Magdoff en su prefacio a la obra de Dongping Han The Unknown Cultural Revolution: Life and Change in a Chinese Village

de la visita a China en el verano de 1974, durante la Revolución Cultural, de una delegación de agrónomos estadounidenses. Viajaron mucho y quedaron asombrados por lo que observaron, como se describe en un artículo del New York Times (24 de septiembre de 1974). La delegación estaba compuesta por diez científicos que eran «experimentados observadores de cultivos con amplia experiencia en Asia.» En palabras del Premio Nobel Norman Borlaug: «Había que buscar mucho para encontrar un campo en mal estado. Todo era verde y bonito allá donde viajábamos. Sentí que el progreso había sido mucho más notable de lo que esperaba». El jefe de la delegación, Sterling Wortman, vicepresidente de la Fundación Rockefeller, describió la cosecha de arroz como «…realmente de primera. Había un campo tras otro que no tenían nada que envidiar». También les impresionó el aumento del nivel de destreza de los agricultores de las comunas. Wortman dijo: «Todos se están poniendo al nivel de destreza de los mejores. Todos comparten los insumos disponibles». El Dr. Sprague publicó en 1975 en la prestigiosa revista Science una descripción detallada de sus observaciones sobre la agricultura en China. Gran parte del progreso de la agricultura china tras la Revolución Cultural fue posible gracias a los avances de ese periodo. Incluso el aumento del uso de fertilizantes que se produjo a finales de los 70 y principios de los 80 fue posible gracias a las fábricas que China contrató en 1973.

El crecimiento del potencial industrial de China bajo Mao Zedong fue «relativamente rápido» si se compara con el de casi todos los demás países en desarrollo. La alfabetización y la esperanza media de vida se transformaron por completo, situando a China a la altura de los países de renta media en cuanto a factores de desarrollo humano a finales de la década de 1970, a pesar de que su renta per cápita seguía siendo extremadamente baja. El «impacto neto de la planificación» fue un enorme aumento de «la tasa de progreso técnico». Como escribió Chris Bramall en su importante obra de 1993, Elogio de la planificación económica maoísta, «si uno cree que las capacidades son mejor indicador del desarrollo económico que la opulencia, tanto China como [la provincia de] Sichuan se habían desarrollado mucho a la muerte de Mao». Que el Banco Mundial opte por poner más énfasis en la opulencia es una decisión completamente normativa».

Después de 1978, China pasó rápidamente de una economía totalmente planificada de forma centralizada a un sistema de economía mixta parecido a la NEP de Lenin. Podría considerarse estructuralmente, en términos marxistas, como señaló Samir Amin, como un «capitalismo de Estado» bajo la dirección del Partido Comunista Chino (aunque también se han utilizado los términos «socialismo de mercado» e incluso «socialismo de Estado»). Esto significó un giro brusco hacia el mercado, mientras que el sector estatal seguía siendo enorme, dominando las alturas de mando de la economía y guiando todo el sistema, bajo el «socialismo con características chinas.» El PIB de China se multiplicó por treinta entre 1978 y 2015, superando con creces todos los demás «milagros económicos» históricos en materia de industrialización.

La tierra, especialmente en las zonas rurales, permaneció en su mayor parte bajo propiedad estatal/colectiva. En la actualidad China cuenta con unas 150.000 empresas estatales, de las cuales unas 50.000 son propiedad del gobierno central y el resto de los gobiernos locales. Las empresas estatales representan alrededor del 30% del PIB total (alrededor del 40% del PIB no agrícola) y alrededor del 44% de los activos nacionales. Estas empresas están estrechamente controladas por el gobierno (con directores generales de las empresas estatales nombrados por el Departamento Central de Organización del Partido). Están integradas en el mercado, pero reciben ayudas y subvenciones estatales y se espera de ellas que cumplan objetivos gubernamentales que van más allá de la maximización de beneficios, al tiempo que proporcionan excedentes económicos al Estado, que ascienden al 30% de sus beneficios. Durante la pandemia de COVID-19, el Partido otorgó a las empresas estatales un papel significativo.

China sigue introduciendo planes quinquenales en los que su control sobre el sector estatal es su principal punto de apoyo para guiar toda la economía. En 2002 había seis empresas estatales chinas en la lista Global Fortune 500. En 2012 ya eran sesenta y cinco. El Partido Comunista Chino reconoce explícitamente que el mercado es una fuerza sin corazón ni cerebro, lo que exige que el Estado desempeñe un papel directo en la orientación de la economía. Esto ha tomado la forma de lo que se conoce como «regulación estatal (también conocida como regulación planificada)» y el principio de «coproducción» del Estado y el mercado.

Como ha señalado Yi Wen, economista y vicepresidente de la Junta de la Reserva Federal de St Louis, «China comprimió en una sola generación los aproximadamente 150 a 200 (o incluso más) años de cambios económicos revolucionarios experimentados por Inglaterra entre 1700-1900 y Estados Unidos entre 1760-1920 y Japón entre 1850-1960». Un aspecto importante de la economía china, que conserva un sector estatal rector y, por tanto, una capacidad mucho mayor del Estado para regular la economía –y, en efecto, para planificar los cambios en la asignación del trabajo y los recursos–, es su inmunidad mucho mayor a las crisis económicas, que generalmente se limitan a perturbaciones locales de la producción. Sin embargo, las contradicciones centrales del «socialismo con características chinas» se encuentran en el nivel de desigualdad, que ahora casi ha alcanzado proporciones estadounidenses, y en la explotación extrema de la mano de obra emigrante de las zonas rurales empleada en la producción de exportación para multinacionales extranjeras. Estas cuestiones se han convertido en motivos de gran preocupación.

La desaparición de la Unión Soviética y la apertura de China a la economía mundial fueron acogidas universalmente en Occidente –particularmente dentro de la economía ortodoxa como núcleo ideológico del sistema– como la prueba definitiva de que la planificación económica era inviable y estaba condenada al fracaso desde el principio. El socialismo se identificaba totalmente con la planificación, que, según se decía, conducía al fracaso inevitable. Esto llevaba implícita la «suposición de que la práctica soviética revela la naturaleza esencial de una economía de planificación centralizada».

Sin embargo, esta condena general de la planificación centralizada en todas sus formas y circunstancias, divorciada del análisis concreto, carecía de base teórica y se contradecía con la realidad. Las propias economías capitalistas habían recurrido con frecuencia a la planificación central de emergencia en tiempos de guerra. Durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos, por ejemplo, instituyó un amplio sistema de planificación nacional, dirigido por la Junta de Producción de Guerra y otros organismos, que desplazó los recursos y la producción al tiempo que instituía el racionamiento y el control de precios. La producción civil de automóviles, que constituía el núcleo del sector industrial del país, se reconvirtió rápidamente en la producción de armamento, tanques y aviones. Había una necesidad desesperada de producir buques de guerra y mercantes. Se necesitaban bienes militares no sólo para Estados Unidos, sino también para sus aliados. Esto también exigió una expansión masiva y grandes cambios en la mano de obra, ya que millones de hombres fueron llamados al servicio militar. El empleo remunerado de las mujeres creció un 57% durante la guerra; en 1943 las mujeres constituían el 65% de la mano de obra de la industria aeronáutica. Todo esto requería una planificación central, que incluía agencias de planificación, directrices por parte del Estado y controles fiscales y monetarios. Se impulsó la investigación gubernamental en ciencia y tecnología, la más famosa en el Proyecto Manhattan. El excedente económico generado por la sociedad se reorientó masivamente para facilitar la producción bélica, mientras que la industria tenía que coordinarse para maximizar bienes militares específicos en el momento y el ritmo adecuados. La planificación central, tal y como la definió Michał Kalecki, «abarca el volumen de producción, el fondo salarial, los proyectos de inversión de mayor envergadura, así como el control de los precios y la distribución de los materiales básicos.» La planificación bélica estadounidense se ajusta en gran medida a esta definición, demostrando que una economía mixta no era incompatible en todas las circunstancias con la planificación centralizada.

Sin planificación social y económica, los objetivos del socialismo encaminados a la igualdad sustantiva y la sostenibilidad ecológica son imposibles de alcanzar. La lógica y la experiencia histórica demuestran que sin un sistema de planificación de algún tipo que opere a varios niveles, desde el lugar de trabajo hasta el local y el nacional, no hay forma concebible de abordar eficazmente la emergencia ecológica planetaria ni de garantizar el «buen vivir para todas las personas» esto simplemente no puede lograrse en una sociedad de «¡Acumular, acumular! Ese es Moisés y los profetas» La planificación, sin embargo, debe ser democrática si se quieren alcanzar resultados socialmente óptimos. «No hay nada en la planificación central» en sí misma, observaron Fred y Harry Magdoff en Approaching Socialism,

que requiera el mando y el confinamiento de todos los aspectos de la planificación a las autoridades centrales. Eso ocurre debido a la influencia de intereses burocráticos especiales y al poder general del Estado. La planificación para el pueblo tiene que implicar al pueblo. Los planes de las regiones, ciudades y pueblos necesitan la participación activa de las poblaciones locales, las fábricas y los comercios en consejos obreros y comunitarios. El programa general –especialmente decidir la distribución de recursos entre bienes de consumo e inversión– exige la participación de la gente. Y para ello, la gente debe tener los hechos, una forma clara de informar su pensamiento y contribuir a las decisiones básicas.

Una economía planificada unificada y polifacética, que abarcaría múltiples niveles e implicaría una «democracia de todo el proceso», no exige la eliminación de los mercados de consumo ni de la libertad de los trabajadores para trabajar donde les plazca (y, por tanto, un mercado laboral en este sentido). Sin embargo, sí requiere un control de la inversión en bienes de capital y de las finanzas y, por tanto, controles sociales que permitan movilizar el excedente económico de forma que beneficie a la población en su conjunto (incluidas las generaciones futuras), garantizando condiciones igualitarias, las bases fundamentales del desarrollo humano para todos los individuos y la protección del entorno natural.

En su ensayo En defensa de la planificación socialista de 1986, Ernest Mandel argumentaba que la principal ventaja de la planificación económica es que las decisiones sobre la asignación de recursos y mano de obra se toman ex ante y luego se corrigen por ensayo y error, en lugar de ex post a través de la fuerza mediadora del mercado de mercancías (y su «racionamiento por la cartera»). La planificación permite así tomar decisiones directamente sobre la base de lo que Marx llamó la «jerarquía de… necesidades». Esto no requiere que todas las decisiones sean tomadas por una burocracia centralizada; es coherente con una democracia socializada basada en la «institucionalización de la soberanía popular.» Los parámetros fundamentales de la producción serían establecidos por los productores asociados en una sociedad organizada según el principio de cooperación. Una sociedad así «crecería en civilización y no en mero consumo».

[Continúa en el Topo Express siguiente]

Fuente: Monthly Review. Ver la parte 1  y la parte 2.

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