lunes, 27 de junio de 2022

La batalla por conquistar las mentes en la guerra de Ucrania

 

La batalla por conquistar las mentes en la guerra de Ucrania

 

TERCERAINFORMACION / 11.05.2022

Más allá de lo que pase en el terreno, desde las redes sociales y los medios de comunicación comienza el punto de partida para otro combate. La llamada guerra cognitiva contra Rusia.


La  operación militar de Rusia en Ucrania, como lo denominó el presidente Vladimir  Putin,  o “la invasión rusa”, como lo catalogan los medios occidentales, comenzó en febrero de 2022. Sin embargo desde mucho antes,  las principales plataformas mediáticas  preparaban el escenario para la guerra, la batalla por conquistar las emociones de las personas  para definir desde el propio entorno digital el curso que tomaría el conflicto.

Se trata de un nuevo tipo de  combate, que forma  parte de las investigaciones de la  OTAN. Un estudio de 2020  financiado por dicha organización titulado Cognitive Warfare, del autor François du Cluzel  sobre esta nueva forma de guerra expone: “Si bien las acciones tomadas en los cinco dominios (aéreo, terrestre, marítimo, espacial y cibernético) se ejecutan para tener un efecto sobre el dominio humano, el objetivo de la guerra cognitiva es convertir a todos en arma.”

“El cerebro será el campo de batalla del siglo XXI”, enfatizó el informe. “Los seres humanos son el dominio en disputa y es probable que los conflictos futuros entre la personas ocurran primero digitalmente y después físicamente en las proximidades de los centros de poder político y económico.”[1]

El investigador que escribió el estudio financiado por la OTAN, François du Cluzel,  es un exoficial militar francés que en 2013 ayudó a crear el Centro de Innovación de la OTAN (iHub), y desde entonces lo ha dirigido desde su base en Norfolk, Virginia. Esta  institución, actúa como una especie de centro de investigación interno de la Alianza del Atlántico Norte.

Para el autor la guerra cognitiva  comienza con información  pero esta es apenas el combustible. “Es crucial comprender que se trata de un juego sobre nuestra cognición, sobre la forma en que nuestro cerebro procesa la información y la convierte en conocimiento, en lugar de únicamente un juego sobre información o sobre aspectos psicológicos de nuestro cerebro. No es solo una acción contra lo que pensamos, sino también una acción contra la forma en que pensamos, la forma en que procesamos la información y la convertimos en conocimiento. En otras palabras, la guerra cognitiva no es una palabra más, otro nombre para la guerra de información. Es una guerra contra nuestro procesador individual, nuestro cerebro”  indicó François du Cluzel.

En el caso de Rusia lo han aplicado desde diferentes frentes. Occidente, en particular Washington, empezó  satanizando al gobierno de  Vladimir Putin, anunciando la invasión cuando todavía Estados Unidos y Rusia discutían por la vía diplomática. Anularon o minimizaron los comunicados de Moscú referentes a las garantías de seguridad que exigía el Kremlin para  la no expansión de la OTAN en sus fronteras.

La batalla por conquistar las mentes en la guerra de Ucrania

Cuando finalmente empezó la operación militar de Rusia, bloquearon las emisiones de los principales medios rusos, bombardearon con sanciones la economía del país, bloquearon también a la  cultura rusa en escenarios extranjeros e impidieron la participación de atletas rusos en diferentes eventos deportivos. Esto es lo que vemos en el plano físico, pero ¿cómo te lo cuentan los medios? ¿Cómo te llega la información en las redes sociales? ¿Has llegado a sentir que todo lo malo que hoy ocurre en Ucrania es culpa de Putin? Pues si es así, ya formas parte de este conflicto (no importa en que país te encuentres) tu mente ya funciona como otra arma.

Rusia: el malo de la película, según Hollywood y la CIA

La demonización de Rusia y su conversión en el enemigo natural de Estados Unidos y de Occidente no es nueva, pero en los momentos actuales se ha reconfigurado.

El académico  estadounidense Jason Denaburg, en una investigación sobre la construcción del «carácter ruso» en el imaginario popular de Norteamérica desde 1946, explica  «la mayoría de los estadounidenses nunca ha estado en Rusia o ha conocido a rusos», por lo que su «comprensión de Rusia proviene de aparatos informativos como los medios de comunicación y las instituciones educativas».

«Imaginar a los rusos como inferiores», comenta Denaburg, «construye un carácter estadounidense superior correspondiente, e implica que los estadounidenses no solo pueden sino que deben contrarrestar a Rusia. Durante más de un siglo, esta caracterización de Rusia y los rusos ha justificado una expansión constante del poder estadounidense en todo el mundo»,[2] apunta el académico.

Para esta investigación conversamos con  el  director, guionista de cine y televisión  Javier Gómez Sánchez  quien se  desempeña actualmente como  Decano de la Facultad de Medios Audiovisuales  del Instituto Superior de Arte de Cuba. En su criterio  la construcción mediática occidental  contra Rusia, específicamente de la industria mediática  estadounidense, tiene un acumulado de toda la narrativa de los diferentes roles globales durante la Guerra Fría contra la Unión Soviética.

“Aunque Rusia  no responde actualmente en términos ideológicos al conflicto de la Guerra Fría, en aquel momento era un  enfrentamiento entre dos sistemas ideológicos y eso produjo una gran acumulación mediática desde el cine  estadounidense y también desde la literatura, por supuesto la radio y la televisión estadounidense se sumaron también en esa construcción  para irle sembrando al público estadounidense la imagen del villano global. Puedes encontrar obras de un valor artístico indudable como Doctor Zhivago, una adaptación cinematográfica del año 1965, hasta obras más cercanas a lo que llamamos la cultura de consumo como son en los años 70, 80, las películas de Roqui, Rambo, que crean estereotipos respecto al imperio soviético”, explica Gómez.

Entrevista con Javier Gómez Sánchez, Decano de la facultad de medios audiovisuales del ISA Cuba

Por su  parte  el profesor cubano Oscar Villar Barroso, Doctor en Ciencias Históricas y Profesor de la Universidad de la Habana, quien también nos ofreció sus consideraciones, tuvo la oportunidad de estudiar en Kazajstán y Kirguistán. Ha viajado en varias ocasiones a Rusia. Conoció al pueblo de los antiguos países soviéticos en toda su diversidad. Sin embargo, reconoce que en el cine estadounidense no se muestra  una imagen afín a esa pluralidad cultural. En cambio, reflejan a los rusos  como personas torpes y sucias, poco agraciados o rudos en el trato.

“Demonizar a Rusia  busca lograr el apoyo de las audiencias, o al menos su consentimiento respecto a las acciones que tomarán los países occidentales en el conflicto. Se dice que en todas las guerras la primera víctima es la verdad. La verdad aquí ha sido silenciada”,  opina el  profesor Barroso.

El Pentágono y la CIA han convertido miles de películas de Hollywood en propaganda. Así lo revela el  documental titulado Teatros de Guerra: cómo el Pentágono y la CIA tomaron Hollywood,  donde  los investigadores Tom Secker y Mathew Alford lograron recopilar cerca de 4 mil páginas de documentos desclasificados. «Estos documentos demuestran por primera vez que el Gobierno de los EEUU ha trabajado tras bambalinas en más de 800 películas importantes y más de mil títulos de televisión»[3], comentan los investigadores.

El ejército estadounidense ha escrito políticas sobre lo que aprueba y desaprueba. “Desaprueba las descripciones de fracasos y delitos, lo que elimina gran parte de la realidad. Rechaza las películas sobre el suicidio de veteranos, el racismo en el ejército, el acoso sexual y la agresión en el ejército. Pero pretende negarse a colaborar en películas porque no son «realistas».”[4]

Algunas películas donde Rusia es el villano

Una  vez que se derrumba la Unión Soviética, Estados Unidos se queda sin un villano  frente al cual desarrollar su industria armamentista, frente al cual dar sus discursos presidenciales  en momentos de crisis, comienza entonces  una búsqueda de ese enemigo externo.  “El discurso estadounidense contra el enemigo se vuelca hacia los países árabes, hacia Gadafi, Sadam Husein, la llamada guerra  contra el terrorismo,  gran parte de la industria del cine de finales de los 90 y principios de los 2000 refleja esta llamada guerra contra el mal. También muestran en alguna medida a China, hay que recordar la serie «24 Horas», una serie que idealiza a la CIA, donde  uno de lo protagónicos  estaba preso en una cárcel en el gigante asiático. Más reciente una serie estadounidense de TV como Homeland que inicia bajo los aires de la guerra contra el terrorismo, pero  mantiene a Rusia también en el guión como su enemigo”, explica Javier Gómez.

La versión que tienen miles de millones de personas, sobre algún hecho histórico se basa en lo que han leído en Wikipedia, lo que hayan visto en Youtube o porque se hizo una película al respecto. Confunden la realidad con la versión de la verdad que les brindan las productoras, directores y grandes corporaciones mediáticas.

“Solo así logramos entender cómo fue posible la operación que llevó a cada vez más gente a nivel global, a olvidar que fue la Unión Soviética la que derrotó a los nazis en la Segunda Guerra Mundial, y a asignarle un papel preponderante y decisivo a EE.UU. en dicha victoria”[5],  indicó el periodista  José Negrón Valera  en un artículo publicado por Sputnik

En opinión del decano de la facultad de medios audiovisuales del ISA de Cuba,  Javier Gómez,   Washington no ha necesitado  disminuir el papel  soviético en los productos audiovisuales que construye, simplemente enalteciendo el papel de los estadounidenses en elementos reales  como el desembarco en Normandía y en el caso  de la lucha en el pacifico contra los japoneses por solo citar algunos ejemplos.  “Lo  hacen desde una industria global  como  la industria de Hollywood, los videojuegos, ( la saga Call of Duty, Medalla de honor) usando esos recursos solamente en el imaginario de decenas de millones de  consumidores de estos  productos, Estados Unidos es prácticamente el que gana la Segunda Guerra Mundial, sin necesidad de hacer  una disminución del papel soviético en esa lucha, solamente  con la capacidad global de ponderar su propia participación”.

Call of Duty WW2 :comienza con desembarco de Normandia, uno de los momentos más duros de la Segunda Guerra Mundial.

Desde los años 2000 el gobierno ruso de Vladimir Putin realiza esfuerzos para producir un cine que  establezca  y pondere el papel soviético en grandes acontecimientos históricos como la segunda guerra  mundial con el objetivo de contrarrestar películas estadounidenses que marcan determinada manipulación  y no reconocen el papel de ejército rojo. Tal es el caso de  Enemy at the gates (El enemigo a las puertas) (2001) una película  que se desarrolla en torno a la batalla de Stalingrado. Esa batalla ha tenido también  versiones cinematográficas  estadounidenses y alemanas. Si uno contrasta la versión rusa con la estadounidense  y la alemana es muy posible ver las diferentes visiones de cada bando.

En el caso de los rusos  ha habido un avance en la producción de un imaginario que produzca un orgullo al menos en el pueblo ruso.  Hay que tener en cuenta que todas las producciones globales penetran en un mercado que incluye a los  ciudadanos rusos  y de los países  de Europa del Este. La propia Ucrania ha desarrollado una industria televisiva de series dramatizadas  buscando una identidad  nacional ante la unión soviética.

Las redes sociales: el campo de batalla

El conflicto de Ucrania  tiene la particularidad de que por primera vez los usuarios observan en tiempo real detalles de la guerra  compartidos por personas que están en el territorio del ataque como si fuesen corresponsales que suben los videos. Pero ¿cómo estamos seguros de que están ahí? Los especialistas hablan de una «batalla por la desinformación» con el objetivo de controlar cómo pensamos en torno al conflicto.

Esta guerra es considerada la primera guerra de las redes sociales. Si realizamos un recuento, la de Vietnam (1955-1975), fue considerada la primera guerra televisada, ya que fue cubierta de forma audiovisual por los medios in situ.  Luego,  la guerra en Yugoslavia, en los 90, fue considerada como la primera guerra de la era de Internet, al coincidir con su adopción masiva y la publicación de noticias en medios digitales. La «guerra contra el terrorismo» tras el 11 de septiembre fue la primera que realmente mostró el potencial de lo que era la cobertura en tiempo real. Pero la guerra de Ucrania,  según coinciden varios analistas, es la primera guerra de las redes sociales.

En ello influye la sobresaturación de contenidos creados para las redes,  incluyendo fake news y memes. La construcción de mensajes políticos y las transmisiones online del presidente Volodimir Zelensky  en sus conferencias con parlamentos y gobiernos de otros países.

La batalla por conquistar las mentes en la guerra de Ucrania

Desde el mismo momento  en que una persona da like, ya existe un primer nivel de aceptación a cualquiera de esos contenidos, una vez que la persona los comparte en su muro ya legitima una posición. Existe un determinado  funcionamiento de algoritmos, específicamente en Facebook. Si una persona muestra demasiado interés sobre Ucrania, le empiezan a aparecer contenidos en su muro sobre ese tema, incluso contenidos en español, con la  intención de llegar a públicos de habla hispana, que pueden tener algún tipo de información respecto a conflicto.

“El video corto se ha convertido en una de las principales herramientas de ubicación y de construcción de subjetividad en Facebook respecto al conflicto ucraniano, ¿qué tipo de videos? Audiovisuales  de  pequeños grupos de fuerzas ucranianas enfrentándose a la tecnología rusa. Los ucranianos, provistos con las armas que les envía Occidente, como misiles antitanques y aéreos, muestran en esos videos  cómo destruyen al poder ruso. Los videos no son noticias, ni siquiera queda claro en ocasiones quien los hace, son aparentes fragmentos de la guerra”, explica Javier  Gómez y añade “En el caso actual, siempre son materiales hechos desde el lado ucraniano, los rusos no aparecen con total intencionalidad”  concluye el decano de FAMCA , quien recientemente realizó el documental  La dictadura del algoritmo. Este audiovisual  aborda precisamente el funcionamiento  de las redes sociales, no solo los intereses económicos y políticos que se esconden detrás de los algoritmos, sino el uso intensivo de Internet por Estados Unidos como arma de cuarta generación, contra Cuba.

Los videos cortos que cuentan pequeños fragmentos de la guerra ya se han usado como herramientas en otros conflictos como Siria, en la cual las redes sociales eran bombardeadas  por audiovisuales hechos supuestamente por los propios participantes del conflicto.

El profesor de la Universidad de la Habana Oscar Villar Barroso ha vivido en primera persona la estigmatización en redes sociales. “En mi caso, por ejemplo, que publico a menudo en Facebook contenidos  actualizados relacionados con el conflicto, me aparece un cartel donde dice que estoy al servicio del gobierno de Rusia.  Sin embargo, la misma red social no le pone a los usuarios que publican mensajes de incitación al odio contra ciudadanos rusos, ningún cartel que digan que están al servicio de la barbarie. Nadie dice todos los crímenes que han cometido  los grupos nacionalistas ucranianos que tienen una abierta vocación fascista. Utilizan símbolos, banderas, elementos identificativos del facismo alemán y nadie critica eso” 

Oscar Villar Barroso, Doctor en ciencias históricas Universidad de la Habana

Barroso añade que estamos ante un ejemplo de guerra cognitiva contra Rusia. “Si Moscú estuviera haciendo lo que cuentan los medios sería un absurdo, que iría  contra sus propios objetivos. En relación con esto, hemos visto la persecución de periodistas, no solo rusos, sino de otras nacionalidades, que han contado una versión diferente al discurso que se quiere. Las redes sociales, todas, tienen dueño, y el que paga manda.  Forman parte de un entramado donde la verdad no es lo importante.”

Otro elemento llamativo sobre todo en la construcción de las subjetividades es la aparición de los jefes de estado en televisión.  El presidente de Ucrania,  Volodimir Zelensky, aparece habitualmente en ropa de campaña, no exactamente vestido de militar, aparece con un pulover verde. Según explica el director de cine cubano  Javier Gómez  “busca dar la idea de una persona que se  tuvo  que poner esa ropa de improviso, porque se está  enfrentando a un poder superior, muestra a un hombre que se ha volcado a la guerra y deja la imagen del político. En contraposición los altos funcionarios rusos, el propio Putin aparece vestido de manera formal de traje y corbata. De esa forma Ucrania busca crear empatía, sobre todo en el público joven de mostrar un país que está siendo agredido por otro mucho más grande. Es todo un diseño que busca que te solidarices con  Ucrania.” 

El estudio de la OTAN  sobre  guerras  cognitivas indica que  cada plataforma de redes sociales, cada sitio web está diseñado para ser adictivo y para desencadenar algunos estallidos emocionales, atrapando el cerebro en un ciclo de publicaciones. “La velocidad emocional, la intensidad y las cualidades de cámara de eco del contenido de las redes sociales hacen que aquellos expuestos a él experimenten reacciones más extremas. Las redes sociales son particularmente adecuadas para el empeoramiento de la situación política y polarización social por su capacidad de difundir imágenes violentas y rumores aterradores muy rápida e intensamente. Cuanto más se propaga la ira, más usuarios de Internet son susceptibles de convertirse en trolls”[6] 

La batalla por conquistar las mentes en la guerra de Ucrania

¿Dónde está la noticia y cuál es la verdad?

Cuando  haces una búsqueda en Google  sobre el conflicto  ucraniano  todos los medios que te salen en la primera página siguen la misma línea, reciclan los  mismos  contenidos.  Se repiten titulares y enfoques. Es un fenómeno ya visto de guerras anteriores, lo cual no significa que sean las visiones fidedignas del conflicto.

En el caso de las medidas contra los medios rusos, Youtube eliminó el canal de RT, lo cual significó una pérdida de material muy importante. En el caso de Facebook no los elimina pero te aparece una ventana intermedia donde te advierte que esa página (RT o Sputnik) pertenecen al gobierno  ruso. “Lo curioso es que cuando uno revisa  cualquier medio occidental no te dice lo mismo del gobierno del país del cual proceden, supuestamente bajo la construcción de la “libertad de prensa”. En el caso de los medios rusos,  efectivamente  eso causa un efecto en el lector de esas páginas, ya que dicho aviso te anuncia que la visión del gobierno ruso está  influyendo en ese medio y que no es imparcial. Otra trampa pues la llamada objetividad en el medio periodístico es algo bastante entredicho y debatido”,  agrega Javier Gómez.

En la biografía de Instagram (filial de Meta) de RT se lee «Medio controlado por el estado de Rusia»

La intención de bloquear la capacidad de  emisión del contrario no es algo nuevo, continúa el director de cine,  sin embargo esa capacidad de emisión se vuelve cada vez más global. “De todas formas se crean mecanismos para que al final el lector  pueda saltar esos obstáculos y buscar esos contenidos, lo que pasa es que la mayoría de las personas no entran finalmente,  sino que reciben el torrente de información parcializada  que le llega por las otras vías.”

Así como este nuevo modo de batalla no tiene fronteras geográficas, tampoco tiene límite de tiempo: “Este campo de batalla es global vía Internet. Sin principio ni fin, esta conquista no conoce tregua, marcada por notificaciones de nuestros smartphones, en cualquier lugar, las 24 horas del día, los 7 días de la semana”[7], revela el estudio de la OTAN.

La guerra  en Ucrania tuvo fecha de inicio, pero estamos lejos de ver un final.  El conflicto se ha complejizado con la interferencia de Occidente,  que por un lado envía armas a  Kiev y por otro lado, exige una solución diplomática a Rusia, aún cuando se sabe que la delegación ucraniana no  ha llegado a acuerdos concretos en las rondas de negociaciones.

Las sanciones  contra  Moscú   han tenido un efecto bumerán en la economía mundial y la aplicación sin límites de todos los mecanismos de guerra cognitiva lo convierten en un conflicto internacional donde no se trata solo de Rusia y Ucrania, sino de todos los que de alguna forma u otra reaccionamos desde nuestro imaginario a esta confrontación.


[1]  Du Cluzel, F (2020)  Cognitive Warfare,  Innovation Hub – Jan 2021

[2]  Negrón, Valera, J (2022, 30 enero) Guerra no convencional en la zona gris: la ‘OTAN cultural’ y la ofensiva imaginacional contra Rusia https://mundo.sputniknews.com/20220130/guerra-no-convencional-en-la-zona-gris-la-otan-cultural-y-la-ofensiva-imaginacional-contra-rusia-1120932152.html

[3] Negrón, Valera, J (2022, 30 enero) Guerra no convencional en la zona gris: la ‘OTAN cultural’ y la ofensiva imaginacional contra Rusia https://mundo.sputniknews.com/20220130/guerra-no-convencional-en-la-zona-gris-la-otan-cultural-y-la-ofensiva-imaginacional-contra-rusia-1120932152.html

[4] El Pentágono y la CIA han convertido miles de películas de Hollywood en propaganda súper efectiva (2022) Cuba En Resumen https://cubaenresumen.org/2022/02/02/el-pentagono-y-la-cia-han-convertido-miles-de-peliculas-de-hollywood-en-propaganda-super-efectiva/

[5]Negrón, Valera, J (2019, 6 junio) La guerra ‘imaginacional’ y el nuevo orden mundial (1ª Parte) https://mundo.sputniknews.com/20190606/la-guerra-imaginacional-y-el-nuevo-orden-mundial-1-parte-1087532327.html

[6]  Du Cluzel, F (2020)  Cognitive Warfare,  Innovation Hub – Jan 2021

[7]  Du Cluzel, F (2020)  Cognitive Warfare,  Innovation Hub – Jan 2021

 

Fuente: https://espanol.almayadeen.net/news/aprofundidad/1588530/la-batalla-por-conquistar-las-mentes-en-la-guerra-de-ucrania

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El Pacífico y Tucídides en la ‘Era del Descenso Energético’

 

El centro de poder mundial está pasando desde el océano Atlántico hacia el Pacífico. Los grandes bloques toman posiciones para mantener su hegemonía en un mundo con menos recursos y en el que las reglas del juego serán otras.


El Pacífico y Tucídides en la ‘Era del Descenso Energético’

 

Antonio Turiel Martínez

El Viejo Topo

27 junio, 2022 

 

Antonio Turiel y Juan Bordera

Aunque la invasión rusa de Ucrania parece situar el centro del teatro de operaciones en el Este de Europa, algo está ocurriendo un poco más alejado del foco, como entre bambalinas. Algo muy importante. El viraje del centro de poder del mundo desde el océano Atlántico hacia el Pacífico. Una mudanza que irá coincidiendo, paradójicamente, con un aumento de las posibilidades de conflicto bélico –incluso nuclear– a gran escala, en una era marcada por el descenso energético. Todo normal y bien.

La Administración Biden difundió hace pocos meses el documento Estrategia Indo-Pacífico en el cual declaran: “Ninguna región será más importante para el mundo y para los estadounidenses que el Indo-Pacífico”. Recientemente, China ha cerrado un acuerdo de defensa y seguridad con las Islas Salomón, un acuerdo insignificante, pero que ha puesto nerviosos tanto a estadounidenses como a australianos.

Estos sucesos que dibujan una tendencia peligrosa ya han sido analizados por Rafael Poch o Xulio Ríos, quien recientemente alertó del creciente riesgo de conflicto en Taiwán. También lo ha tratado Olga Rodríguez, que en este artículo señala que “la inercia hacia un marco de guerra, como si fuerzas irreversibles de la historia nos llevaran a ella, es evitable”. No podemos estar más de acuerdo con esa frase, y para ello, qué mejor que identificar qué fuerzas son esas, para tratar de entenderlas y así poder desactivar su aparente irreversibilidad.

La trampa de Tucídides 2.0

La trampa de Tucídides es un concepto creado en 2015 por el politólogo estadounidense Graham Allison. Hace referencia al conflicto entre Atenas y Esparta –narrado por Tucídides en Historia de las Guerras del Peloponeso– como una manera de explicar el dilema que existe entre una potencia hegemónica pero en decadencia (Esparta – Estados Unidos) y otra en ascenso (Atenas – China). El temor a que la potencia emergente acabe siendo la dominante llevó supuestamente a Esparta a iniciar una guerra contra Atenas, la cual ganó, evitando así el ascenso de su rival, aunque pagando un alto precio en forma de desgaste.

¿Es Rusia el verdadero rival de Estados Unidos? No, por supuesto que no. Es China. La guerra en Ucrania, Tucídides no lo quiera –y sobre todo tampoco los halcones estadounidenses–, podría ser la antesala de un conflicto mayor para evitar el ascenso final de una potencia emergente que ya domina los sectores industrial y económico. Le falta el militar, aún muy claramente del lado de la organización atlántica. Que vivamos una época nuclear no disminuye el riesgo de que la OTAN –la que se reúne dentro de un mes en Madrid– considere esta opción.

Otro factor –probablemente el más importante– que hay que tener en cuenta en esta historia es el energético. EE.UU. es un gran consumidor de energía. China, también. De hecho, superó a EE.UU. hace aproximadamente una década como el primer consumidor de energía del mundo. Y en ambos países el consumo de energía crece sin cesar. Normal: numerosos estudios, como los del economista y profesor de la Sorbona Gaël Giraud, han mostrado que la pretendida desmaterialización de la energía es solo un mito, que si se quiere seguir creciendo económicamente, el consumo de materiales y de energía tiene que crecer, aquí o en el lugar al que hayamos deslocalizado la fábrica que nos suministra los productos.

Pero resulta que la disponibilidad de energía en este planeta es finita y que las fuentes de energía no renovables (petróleo, carbón, gas natural y uranio), que nos proporcionan el 90% de nuestro consumo de energía primaria, han tocado techo. Faltando minas y yacimientos tan buenos como los que agotamos en las décadas precedentes, la cantidad de energía que nos proporcionan los combustibles fósiles y el uranio ya no crecerá más. Peor que eso, caerá con fuerza durante esta década, lo que ya se ha empezado a notar, y de qué manera: cortes de luz en China por falta de carbón, falta de diésel y de queroseno para aviones en la costa Este de EE.UU., inventarios de combustible en mínimos por todas partes, aumento de precios generalizado, la verde Unión Europea aumentando la proporción de carbón en el mix

Los grandes bloques están tomando posiciones para mantener su hegemonía en un mundo con menos recursos y en el que las reglas del juego serán otras. Rusia, por razones históricas, miraba hacia Europa y por ello ve con recelo la expansión de la OTAN en los países del Este europeo. Europa, por su lado, mira sobre todo hacia África, como demuestran las operaciones militares auspiciadas por Francia en el Magreb o los planes de producir hidrógeno verde para Alemania patrocinados por el gobierno teutón en Marruecos, Namibia o Congo. China también tiene intereses en África, pero mira todavía más hacia el Sudeste Asiático, pretendiendo extender su área de influencia y ganarle la carrera a su gran rival regional, la India, que aún está demasiado ensimismada en su grandeza y su enorme diversidad cultural y étnica. ¿Y EE.UU.? ¿Hacia dónde mira EE.UU. para afrontar la Era del Descenso Energético?

De manera natural, EE.UU. debería mirar hacia Sudamérica, pero se resiste a abandonar su papel de imperio planetario. Con más de 800 bases repartidas en más de 70 países, los amigos americanos tienen todavía intereses repartidos por todo el planeta. Y si bien el expansionismo africano de los europeos no les quita el sueño, sí que les preocupan y mucho las veleidades rusas en Europa, y aún más las ambiciones chinas en el Sudeste Asiático. Por eso EE.UU. ha empezado a girar su atención hacia el Pacífico, con la cada vez más declarada intención de que este océano deje de hacer honor a su nombre.

Una parte importante de la estrategia americana se centra en la protección de Taiwán, lugar crítico por ser uno de los dos países (el otro es Corea del Sur) que alberga las más avanzadas fábricas de microchips de última generación. China no ha ocultado nunca su interés por recuperar el control de la que considera una isla rebelde, parte de su territorio nacional. Por eso el juego de maniobras militares estadounidenses, replicadas con maniobras militares chinas, durante los últimos meses. Y unas recientes declaraciones de Biden en su visita a Japón –como buscando complicidades en un lugar nada casual– han añadido un poco más de picante al asunto: “Defenderemos Taiwán si China lo ataca”.

Debido a la escalada de tensión, otra parte importante de la estrategia americana son las alianzas en la zona: AUKUS, la reciente entente con Reino Unido y Australia, quien también ve con recelo el avance imparable de la influencia política china en su flanco noroccidental y con la que coincide también en la QUAD: otra alianza militar –en este caso resucitada- que incluye a India y Japón.

Y sin embargo China ya está librando su guerra de conquista de manera relativamente incruenta: la primera víctima ha sido Sri Lanka, que recibió con los brazos abiertos las inversiones chinas en puertos y otras infraestructuras y ahora tiene a China como su principal acreedor y negociador en la definición de las condiciones de liquidación económica y política de la gran isla del Índico. Pero Sri Lanka no es el único país en manos chinas, solo el primero en caer: la estrategia de la Nueva Ruta de la Seda de China, financiando nuevas infraestructuras en otros países con créditos aparentemente ventajosos pero en la práctica impagables, dado su alto monto, les está dando grandes réditos.

A pesar de que su estrategia de dominio es más comercial que militar, China es bien consciente de la Trampa de Tucídides y sabe perfectamente que EE.UU. no se quedará impasible mientras continúa avanzando escalones hacia la hegemonía de su región, y por eso continúa con su rearme y mostrando su músculo militar cuando precisa. Y a pesar de que EE.UU. apuesta más por la intimidación física, juegan también algunas de sus cartas con sutileza, esperando estrangular el acceso de China a los preciados y cada vez más escasos recursos: de ahí todos los problemas con el carbón australiano que China embargó durante meses o las recientes protestas de Japón por las prospecciones de China en el Mar de la China.

Todo este vertiginoso choque de trenes a cámara lenta es la consecuencia lógica de una actitud ilógica: la de intentar mantener el crecimiento infinito en un planeta finito. Una idea no solo equivocada, sino suicida. Una idea que nos puede llevar a muchas otras guerras. Nuevas ucranias que tendrán que sucumbir al horror de la más nociva y peligrosa de las ideas que ha conocido este planeta: la del crecimiento infinito.

¿Hay acaso algo más estúpido que una guerra? Pueden apostar que sí: una guerra cuando los recursos menguan rápidamente y cuando la única respuesta posible al reto ecológico que tenemos delante es compartida, cooperativa.

La única solución a la trampa de Tucídides

Si queremos solucionar este enredo hay que reconocer la hipocresía de Occidente: por un lado consideramos cualquier mínimo gesto, como el del acuerdo con las Islas Salomón, de una China poco expansionista –al menos militarmente– como una amenaza para nuestra seguridad. Por otro lado, la expansión de la OTAN ha sido espectacular en estos últimos 30 años. Y luego nos extraña que un país que ha sido invadido dos veces en los últimos 200 años por ejércitos europeos (Napoleón y Hitler) tema que pueda haber una tercera invasión, y que a la tercera, ya se sabe. Hasta el papa Francisco comprende esto perfectamente y no teme decir que la guerra de Ucrania quizá ha sido provocada por los “ladridos de la OTAN a las puertas de Rusia”.

¿Esto quiere decir que la OTAN sea la mala de la película y Putin una novicia inocente? En absoluto. Putin es un sátrapa autoritario, liberticida, y la invasión no se puede justificar de ninguna manera. La solución a la Trampa de Tucídides es precisamente esa, salir de esquemas maniqueos de “buenos y malos”, asumir la complejidad de las relaciones geopolíticas e internacionales, y empezar a reconocer que va a ser imposible hacer frente a los retos que tenemos como civilización si pensamos en seguir creciendo. Cuando el espacio o los recursos energéticos son finitos más te vale dejar de crecer salvo que tu intención sea aplastar a los de al lado.

Toca cooperar para enfrentar el dilema del prisionero global que conforman la crisis climática y la energética, un enredo en el que estamos todos metidos y del que no se puede salir bien parado mediante guerras. La Trampa de Tucídides 2.0, es evidente, no tendrá vencedor alguno. En el Otoño de la civilización todas son potencias crepusculares. Puede haber un bando que pierda menos, sí, pero el riesgo de destrucción mutua total no existía en los tiempos de las Guerras del Peloponeso. La única opción pacífica es que la potencia dominante renuncie a dominar militarmente a la ascendente y la ascendente sea generosa con la que le deja espacio sin guerrear.

Necesitamos imaginar una política que no sea de bloques. No necesitamos recetas conocidas o suaves reformas. Necesitamos un cambio enorme en poco tiempo, pero que aún es posible. Hagámosle caso a Tolstoi, que algo sabía de guerras y paces cuando escribió “pensamos que todo está perdido cuando se nos hace salir de nuestro sendero habitual, pero es ahí precisamente donde empieza lo nuevo y lo bueno”.

Artículo publicado originalmente en Contexto.

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