sábado, 9 de diciembre de 2023

La ministra de Defensa quita importancia al espionaje de EE.UU a España porque «somos aliados y amigos»

 

La ministra de Defensa quita importancia al espionaje de EE.UU a España porque «somos aliados y amigos»

 


INSURGENTE.ORG / 09.12.2023



Robles niega que la investigación a los agentes del CNI vaya a afectar a la relación entre España y EEUU. La ministra de Defensa, Margarita Robles, ha descartado este jueves que la investigación por revelación de secretos a agentes del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) por presuntamente filtrar información reservada a Estados Unidos vaya a afectar a la relación entre EEUU y España porque son «aliados y amigos».

Al ser preguntada por esta cuestión durante una visita a la Brigada Guadarrama XII, ha asegurado que «cuando hay cuestiones que puedan afectar se hablan y se tratan» y ha definido el compromiso con el país americano como «firme». «Somos países serios, aliados y comprometidos», ha proclamado.

Recordemos que al menos dos agentes estadounidenses, destinados a la embajada de Madrid, han sido expulsados de España por haber estado implicados directamente en el escándalo como captadores de agentes del CNI para conseguir las filtraciones.

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El socialismo: no es un “estado”, sino un proceso (… y el partido también)

 

El socialismo: no es un “estado”, sino un proceso (… y el partido también)


M. Caracol

DIARIO OCTUBRE

diciembre 7, 2023

 

Engels criticaba a quienes consideraban el comunismo un “estado de cosas” (Zustand) que había que instaurar. Contestaba el confundador del marxismo que, muy al contrario, el comunismo era un movimiento de superación del “estado de cosas” real.

Partiendo de su brillante definición, queremos defender el socialismo (así como el propio partido) no como un estado que pueda implantarse o decretarse, sino como algo que debe construirse y conquistarse históricamente con esfuerzo. Como un proceso o un camino cuya culminación no puede fijarse de forma exacta. En suma, como un objetivo que no porque se “decrete” se habrá culminado realmente.

Marx pensó inicialmente que el socialismo sería un acto de los países desarrollados y que, de lo contrario, solo se podría socializar la pobreza. Lenin, que vivió ya en una época nueva, entendió que la cadena del imperialismo se rompe por el eslabón más débil. Los Estados más potentes (los explotadores de la periferia del sistema) resistieron el embate de los trabajadores. En contrapartida, los comuneros parisinos, Rosa, Liebchneckt, los húngaros, los bávaros y otros pueblos europeos fueron ahogados en sangre.

La revolución no retuvo el poder en la Europa industrializada, sino en países campesinos, donde Lenin entendió la necesidad de una alianza obrero-campesina (la cual incluso se produjo a veces, como en China, Vietnam o Cuba, bajo la inevitable hegemonía ideológica del mundo agrario).

Esto tuvo consecuencias. La primera es que estos países tuvieron que construir el socialismo sin industria (o, en el mejor de los casos, implantándola a marchas forzadas y a un altísimo coste, como los soviéticos o los chinos, que pudieron hacerlo porque controlaban todo un continente), bloqueados y aislados de los circuitos financieros internacionales. Y la segunda es que, en consecuencia, todavía no hemos visto toda la potencialidad del socialismo.

Cuando nos posicionamos acerca de los procesos sociales del presente (por ejemplo, la revolución bolivariana de Venezuela), podemos incurrir en diversos errores. El primero, y quizá el más grave, sería repudiarlos por hacerles exigencias irreales, ahistóricas e idealistas. Por ejemplo, reprocharle a Venezuela que no nacionalice la totalidad de su producción, o que no refine su propio petróleo. O exigirle a Cuba que se industrialice como hicieron los soviéticos. O a China, Vietnam o Laos que impidan la creación de empresas en su territorio. O a Corea que aplique unos mantras de “horizontalidad política” que ningún país asediado puede permitirse (y que, incluso en el presumido Occidente, no son más que una ficción para edulcorar la dictadura de la banca y las grandes empresas).

Pero también podemos incurrir en otro error, aunque sea bienintencionado. Y es el de idealizar la realidad, como si los países socialistas hubieran construido ya un paraíso en la tierra. El peligro es evidente cuando, a veces, se hace turismo, o se recibe una grabación donde se muestra algún límite de la revolución, o se organizan brigadas a Cuba y hay militantes jóvenes que vuelven decepcionados porque se esperaban otra cosa.

El planteamiento debe ser diferente: si, con todos sus límites y con el bloqueo, Cuba ha sido capaz de dar a su población unos estándares básicos educativos y sanitarios, que no se conocen en otras latitudes de América Latina (y a la isla de Cuba no puede pedírsele mucho más, sobre todo en términos de “bienestar material”), ¿cuánto más podría conseguir el socialismo en los países de un centro imperialista desarrollado, industrializado y dotado de infraestructuras?

Nuestro papel no es hacerles exigencias a los pueblos de la periferia que, bloqueados y agredidos por el centro imperialista, intentan emanciparse. Sino ponérselo difícil (y esa es nuestra tarea central) o imposible a ese centro imperialista para proseguir dicho bloqueo y dicha agresión, que impiden al socialismo ir culminando su obra. Así pues, no se trata tanto de examinar (aún menos desde la distancia) el “grado de socialismo” que haya alcanzado, o no, una revolución. Se trata de ver si de verdad ha subido el primer peldaño de la escalera hacia el socialismo, que, por ejemplo en América Latina, pasa actualmente por avanzar en un proceso (todavía no socialista) de integración regional alternativo a los circuitos financieros de los europeos y los norteamericanos. Y esto no solo por lo que de avance propio significa, sino porque acelera la descomposición del imperialismo occidental, principalmente el estadounidense, que no puede mantener su hegemonía sin dosis cada vez mayores de parasitismo financiero.

La nacionalización total de la producción, aunque siga siendo nuestro objetivo máximo y la organización racional de la producción necesaria para emancipar a la clase trabajadora y otros sectores populares no está en la agenda real de la historia en la etapa actual (menos aún en países históricamente dependientes).

Como tampoco lo está, por cierto, la creación por decreto de un partido que encarne a la clase. No deja de ser significativo que los partidos que más banderas y símbolos comunistas enarbolan suelan ser también los que, con mayor frecuencia, cometen el error sectario de abandonar a las revoluciones bloqueadas por Occidente. Pero no es casualidad: es el resultado de ideologizarlo todo en el mal sentido de la palabra, sin pasarlo por el tamiz de la realidad.

Nuestro movimiento encuentra su razón de ser en encontrar las claves para “superar”, tal y como nos espetaba Engels, el estado actual de dicha realidad. El marxismo no es un socialismo utópico que se base en sueños, en especulaciones o en “hablar” sobre “el piso de arriba”. Es un movimiento para superar “el primer escalón” hacia el piso de arriba. Y esto también es válido a la hora de discutir cómo los comunistas vamos avanzando en nuestra necesaria organización, como veremos a continuación.


Las revoluciones en Cuba y Nicaragua demostraron que, muchas veces, el partido “comunista” (de frase) echaba el freno y los auténticos comunistas (de hecho, aunque ni siquiera se autodenominaran así), en el sentido expresado por Marx y Engels en el Manifiesto (“los que siempre empujan hacia adelante”), se aunaban en otro tipo de estructura organizativa.

En todo caso, lo que está claro es la necesidad de organizarse; y de manera férrea. Pues bien, a la hora de organizarse, también el decretar de forma forzada partidos y comités centrales acaba siendo algo contraproducente. Más bien se trataría de que el partido se construya progresivamente en el seno de las propias masas, creando cuadros obreros y populares, para que la estructura organizativa resultante no se aísle de la realidad. Forjando el verdadero e imprescindible liderazgo, en dos planos: el liderazgo del partido en el seno de las masas y, de forma correlativa, el liderazgo en la creación misma de los órganos de dirección del partido. Liderazgos que, en última instancia, dimanan de las masas y que, en consecuencia, han de construirse en base a una legitimidad que solo otorga la experiencia en la propia práctica real de las luchas políticas, obreras y populares. Esto debe tenerse en cuenta, más que nunca, actualmente. Y es que, nos guste o no, todavía estamos en un periodo de pérdida de legitimidad y de confianza en la fuerza del comunismo, tras la crisis histórica del mismo.

En resumidas cuentas, no podemos pretender crear la botella (organizativa) perfecta para que, a posteriori, los trabajadores la rellenen de vino. Muy al contrario, la clase obrera (o, al menos, cuadros destacados de la misma, con liderazgo entre sus iguales) deberá sentirse partícipe en la creación de esa botella, de esos órganos políticos. Si el socialismo no puede decretarse, sino solamente conquistarse y construirse “en gerundio”, con la organización para luchar por el socialismo sucede exactamente lo mismo.

Por eso miramos a Latinoamérica para aprender lo que pueda ser aprendido de fenómenos como el chavismo (con su espejo histórico, el peronismo) o el sandinismo. Y aprender no significa coincidir en todo ni ignorar los límites históricos de estos movimientos. Significa, simplemente, tomar nota de la capacidad que han tenido para conectar con las masas y movilizar a los más amplios sectores desposeídos contra la oligarquía, sin dejarse desviar por estériles “guerritas culturales” y sin mirar con prepotencia al pueblo realmente existente (incluso con sus límites y creencias… hasta religiosas).

Eso que despectivamente se suele llamar “populismo” se basa, en realidad, y más allá de las pedanterías de Laclau, en un dominio magistral de la línea de masas, como cuando Lenin llegó a la Estación de Finlandia y no decretó el socialismo, sino el pan, la paz y la tierra. Comparar esto (o los procesos latinoamericanos) con el reformismo socialdemócrata europeo, construido este último en el propio centro del sistema y sobre la base material de un excedente neocolonialista, supone dinamitar todo puente entre nuestra práctica teórica y la vida real.

Por el mismo motivo, consideramos que la línea de barrio, que es en realidad “dejarse de líneas” y estar en el barrio, acompañando a la gente en sus problemáticas cotidianas, es hoy en día un nivel de organización tan fundamental como “el sindicato”. Máxime cuando la propia lucha por reivindicaciones en las empresas ha de apoyarse cada vez más en la “región liberada” que constituye el barrio, a fin de compensar las dictaduras laborales de facto que imperan en el ámbito laboral. Contribuir a poner en movimiento a los barrios es clave. Por eso, acusar, por ejemplo, a quienes organizan recogidas solidarias de alimentos de “asistencialismo” es precisamente el tipo de desenfoque ideológico que denunciamos en este texto. En las actuales circunstancias, nuestro mayor miedo no debería ser caer en el asistencialismo, sino caer en el aislacionismo. El objetivo no debe ser la “pureza ideológica”, sino la vinculación más estrecha posible con las masas, para que el movimiento comunista vuelva a jugar en el tablero real de la historia… y no en el de la literatura de autoconsumo.

Nuestro movimiento debe ser riguroso en sus fundamentos pero flexible en sus tácticas, si quiere recuperar la iniciativa y el liderazgo popular que antaño ejerciera. Así, la alternativa al reformismo impotente de Podemos no puede ser un mar de siglas comunistas dogmáticas. Sino un referente político de masas que precederá en gran medida al decreto del partido, con unos cuadros populares que precederán al propio comité central. En cualquier caso, referente político de masas  y creación partidista se moverán en plano y ritmos muy diferentes, siendo el avance en ese referente, aún más en las actuales circunstancias históricas, el mayor síntoma una actuación correcta… como partido. Partido y comité central serán, llegado el punto, la cristalización de una exigencia, de una masividad suficiente, de una “petición” real por parte del pueblo, movilizado ya previamente en sus frentes de masas y por sus líderes populares naturales. Caminar con esta hoja de ruta es, desde ya, la más elevada actuación partidista que hoy se nos puede exigir. Porque, como se ha podido comprobar, “para ser partido no hace falta tener ya el partido”. No es solo una mera frase, sino una línea de actuación insoslayable para la militancia comunista.

Tras la caída del socialismo real y la crisis de un proyecto que ya no impresiona a nadie efectuando meras promesas, la historia nos ha demostrado que decretar siglas es un callejón sin salida. Y que la concienciación más masiva solo podrá venir, y más hoy en día, de la inteligencia táctica con la que intervengamos en movilizaciones inicialmente parciales que tendrán mucho de espontáneas y de “poco puras” en sus planteamientos ideológicos. Porque, por paradójico que a algunos resulte, el vino deberá crearse antes que la botella. Como ya está ocurriendo.

 

M. Caracol – militante de Red Roja

 

(Red Roja)

VIAinsurgente.org

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China respalda la mediación de Naciones Unidas ante la grave situación en Gaza

 

 

China respalda la mediación de Naciones Unidas ante la grave situación en Gaza

TERCERA INFORMACION / 08.12.2023

  • respaldó hoy la mediación de la ONU y de su secretario general, António Guterres, en el conflicto Israel-Palestina y ante la grave situación humanitaria en Gaza.


Sede de las Naciones Unidas en Nueva York / PL

 

De acuerdo con el portavoz de la cancillería Wang Wenbin, el gigante asiático se comprometió a «continuar desempeñando un papel constructivo» y mantener el diálogo con todas las partes pertinentes para alcanzar un alto al fuego.

El vocero remarcó que el Consejo de Seguridad, como único órgano de la ONU con autoridad para emitir resoluciones vinculantes a los Estados miembros, debe tomar más medidas oportunas para salvar vidas y aliviar la situación.

Guterres entregó una carta al Consejo de Seguridad para exigir acción y pidió que se declare un alto el fuego humanitario.

«El prolongado conflicto palestino-israelí ha causado un grave desastre humanitario. El llamamiento del Secretario General Guterres refleja la gran preocupación de la comunidad internacional por la grave situación en Gaza», señaló Wang.

Beijing insistió en la necesidad de medidas concretas para promover una cesación del fuego y de los combates, al tiempo que se garantice la protección eficaz de los civiles.

El Consejo de Seguridad aprobó una resolución a mediados de noviembre, después de cuatro intentos fallidos para encontrar un consenso, en la cual aboga por «pausas humanitarias urgentes y prolongadas».

Tras una pausa de una semana en las hostilidades, los combates entre Israel y el Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas) comenzaron de nuevo el 1 de diciembre pasado.

Según Naciones Unidas, más del 80 por ciento de los 2,3 millones de residentes en Gaza huyeron de sus casas y muchos de ellos han tenido que desplazarse varias veces.

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El dicho y los hechos

 

El dicho y los hechos

 

Concha González

HOJAS DE DEBATE

08.12.2023.  


Mientras comprobamos si el Gobierno pasa de sus dichos a los hechos, podemos hacernos eco de una reacción de la clase trabajadora que nos ilustra sobre lo que en otros tiempos se conocía como internacionalismo proletario.

 

Comparado con el discurso arcaico y agresivo de la Derecha Extrema, lo que Pedro Sánchez nos dice en sus intervenciones parlamentarias suena bien. De paso, Patxi López nos aclara que el PSOE es pura socialdemocracia. Y aunque algunos intervinientes en la sesión de investidura le hayan advertido que un voto a favor no es una carta blanca y otros le hayan acusado de practicar frecuentemente lo de la sustitución de digo por diego, el caso es que lo tenemos legítimamente entronizado como presidente del Gobierno.

Con todo el respeto debido, sin enarbolar banderas agujereadas ni muñecas hinchables, nos vemos impelidos a señalar el doble lenguaje y hasta la hipocresía de un gobierno que nos cuenta sus buenas intenciones reformistas al tiempo de estar sólidamente vinculado con el imperialismo norteamericano, promotor de masacres y experto en guerras sucias, híbridas, asimétricas, mediáticas…

Por una parte, Pedro Sánchez, en su discurso de investidura reclama el inmediato alto el fuego en Palestina, ayuda humanitaria, Conferencia de Paz, reconocimiento del estado palestino y rechaza la matanza indiscriminada de palestinos en Gaza y Cisjordania. Pero al mismo tiempo despliega dos buques de guerra de la armada española en apoyo del portaviones USA trasladado con urgencia a la zona para proteger la actividad militar de Israel contra el pueblo palestino.

 

Mientras comprobamos si el Gobierno pasa de sus dichos a los hechos, podemos hacernos eco de una reacción de la clase trabajadora que nos ilustra sobre lo que en otros tiempos se conocía como internacionalismo proletario. No hacen falta más palabras para aplaudir y sumarnos a lo que nos dicen los trabajadores de los astilleros donde se construyeron estos barcos de nuestra Armada que deberían estar esperando las órdenes oportunas para practicar coherentemente el alto el fuego y el no a la guerra.  

 

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