sábado, 16 de febrero de 2013

DIMISION DEL GOBIERNO: CUANTO MAS TARDEMOS MÁS SUFRIMIENTO, MAS SACRIFICIO Y MAS TRABAJAO PARA SALIR DEL AGUJERO QUE NOS HAN METIDO: PSOE - PP - MONARQUIA Y BANCOS


 SÓLO UNA CONSTITUYENTE NOS SALVARÁ

Alberto Montero Soler 
Público.es 
Rebelion 13-02-2013 

 ¿Puede empeorar aún más la situación económica, social y política en este país? Sí, perfectamente; es más, lo previsible es que siga deteriorándose todo mucho más si no le ponemos remedio cuanto antes. 

Si miramos los indicadores económicos las perspectivas son terriblemente desesperanzadoras: el crecimiento económico, fuente de creación de empleo y riqueza, ni está ni se le espera (el PIB cayó el año pasado un 1,4% y las expectativas son de que caiga aún más este año, por mucho que el gobierno diga lo contrario); el desempleo está a punto de superar ya los 6 millones de parados y no es mayor debido al descenso de la población activa provocado tanto por la emigración como por la renuncia de decenas de miles de personas a buscar empleo ante la imposibilidad de encontrarlo; mientras miles de millones de euros siguen llegando a la banca para rescatarla, ésta mantiene cerrado el grifo de la financiación para las familias y las pequeñas y medianas empresas condenándolas a la insolvencia y a la quiebra cuando no pueden hacer frente a sus obligaciones financieras. Así que sí, previsiblemente todo irá a peor porque no hay en el horizonte ningún cambio que permita enderezar el rumbo de una nave que se va a pique sin remedio. 

Por otro lado, el reflejo que nos devuelve la realidad económica en términos sociales es el de un sufrimiento social sin parangón en nuestra historia reciente y sólo asimilable a la de otros países de la periferia europea que cometieron la torpeza de insertarse en un marco económico para el que no estaban preparadas y que, en estos momentos, ahoga como la soga del ahorcado. El incremento de la pobreza; los dos millones de familias con todos sus miembros en desempleo; la agresión salvaje contra los derechos sociales; la guadaña de los recortes aplicada contra los más débiles, los más indefensos, los que más necesitarían de un Estado protector y se ven enfrentados a la crueldad de unos gobernantes que están dispuestos a sacrificarlos en aras de una austeridad que cada día exige nuevas víctimas, son algunas de las expresiones de ese sufrimiento social. 

 Y, finalmente, y cuando más se necesitaría altura de miras, tenemos secuestrada la democracia por una casta política que, ante el derrumbe generalizado, se encuentra atrincherada viendo cómo de debajo de las piedras salen sus miserias y cómo, al negarlas en un ejercicio infantil, insultan la inteligencia de la ciudadanía. 

Este país no tiene futuro en manos de esta casta política que ha utilizado el poder para acumularlo y apropiarse, a su través, de gran parte de la riqueza generada entre todos; una casta que difunde una ética de la culpa como si todos tuviéramos el mismo grado de responsabilidad que ellos en el estado actual de la situación económica y social; una casta que ha puesto las instituciones del Estado al servicio de sus intereses y de su supervivencia; una casta que no nos representa porque nadie puede sentirse representado por aquellos a quienes no puede controlar ni exigir responsabilidades directas. Y es que, cuando el sistema no ofrece mecanismos de control democrático y popular del poder político, no basta con cambiar a los representantes, hay que cambiar el sistema en su conjunto. 

 Frente a este estado de cosas, el marco constitucional de 1978 se ha demostrado incapaz de permitirle ningún tipo de salida verdaderamente democrática a la ciudadanía. Es entonces cuando descubrimos que llevamos décadas viviendo en una ratonera: necesitamos recuperar un poder político que nos ha sido arrebatado, si es que alguna vez fue nuestro, para poder modificar el sistema. O, dicho en términos casi paradójicos, necesitamos una toma democrática del poder para conseguir avanzar hacia una verdadera democracia. 

Porque, además, creo honestamente que sin un cambio radical de las reglas de juego, sin superar la Constitución en vigor mediante un proceso constituyente realmente democrático y no controlado desde las actuales instancias del poder político y económico que han pervertido el sentido último de la democracia, la salida de esta crisis resultará imposible. 

 Debemos resistirnos, por tanto, ante los cantos de sirenas de quienes claman por activar un proceso constituyente desde los partidos políticos institucionales insertos en la lógica del sistema. No puedo ni quiero dudar de la honestidad y la buena voluntad de la mayor parte de sus militantes y de sus dirigentes, sería absurdo hacerlo; pero sí me permito dudar de la lógica partidista que se impone sobre esa buena voluntad buscando la mera supervivencia de las estructuras de poder. Por lo tanto, sólo habrá garantías de que el proceso será realmente democrático si no resulta cooptado por la clase política actualmente en el poder. 

 Ello nos obliga a exigir que el poder constituyente se active desde un frente constituyente que aglutine a todas aquellas personas que, con independencia de su ideología o su afinidad política, entiendan que la democracia, el verdadero valor superior, nos ha sido hurtada por quienes se dicen nuestros representantes. Sólo desde la unidad de acción ciudadana en la denuncia y expulsión de esta casta política y en la propuesta por un proceso constituyente podrá alumbrarse una verdadera Constitución democrática para este país que permita desterrar para siempre los vicios institucionales y procesales promovidos por la moribunda Constitución de 1978, concebida al calor y bajo el dictado de la larga sombra del régimen franquista. 

Esto constituye, por lo tanto, un llamamiento a todas las personas demócratas de este país, animándoles a la unidad de acción porque el tiempo se nos acaba: la velocidad a la que se derrumba el sistema acabará por llevarle a plantear un proceso constituyente gatopardiano, destinado en su apariencia a cambiarlo todo para que, precisamente, todo siga igual. No podemos tolerar que eso ocurra; no podemos permitir que quienes detentan ahora el poder vuelvan a dejarlo todo atado y bien atado. A nosotros, como pueblo, nos corresponde la iniciativa y el derecho a regenerar democráticamente este país. Que no nos roben también eso. 

Alberto Montero Soler (@amonterosoler) es profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga y presidente de la Fundación CEPS. Puedes leer otros textos suyos en su blog La Otra Economía. 

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ENTRE EL PP, EL PSOE, LA MONARQUIA Y LA BANCA NOS ESTAN HUNDIENDO EL BARCO


 ¿QUÉ ESTÁ PASANDO EN ESPAÑA?

Juan Torres López 
Rebelión 15.02.2013 
Público.es 

Cada vez más gente, dentro y fuera de nuestro país, se pregunta sorprendida qué está sucediendo aquí, y es natural. Hemos pasado de crear más empleo que nadie en Europa a tener casi seis millones de parados, de nadar en la abundancia a una recesión aguda, de tener superávit presupuestario a una deuda galopante, y de alardear de sistema financiero a tener que rescatarlo por la puerta de atrás. Y, además de todo ello, de una alternancia política más o menos ordenada entre dos partidos a una desafección creciente que amenaza con poner a ambos a los pies de los caballos en las próximas elecciones, por culpa de su traición al electorado y por su constante vinculación con casos vergonzosos de corrupción.

Es muy ingenuo creer que todo ello es solo el efecto de una crisis financiera importada. Es mucho más: los partidos que gobiernan se pasan por el arco del triunfo las promesas electorales, los principios que consagra la Constitución son papel mojado, la Jefatura de Estado se ve envuelta en escándalos más propios de rufianes que de monarcas, la gente no confía en los jueces, la policía apalea a los que protestan por la corrupción y protege a quienes defienden a los corruptos, los banqueros se forran con el dinero de las familias humildes que pierden sus viviendas y se llenan los bolsillos del dinero público que sus voceros niegan a quienes ellos han arruinado. Se encarcela a ladrones de tres al cuarto y se indulta a los financieros y delincuentes de cuello blanco.

No vivimos una crisis puntual o de alternancia. Lo que a mi juicio está ocurriendo es que se viene abajo sin remedio el edificio de la transición postfranquista.

En contra de lo que se quiere hacer creer, la dictadura no fue solo un gobierno de un militar algo autoritario sino un régimen de terror en el que los grupos oligárquicos que dominaban las finanzas y los grandes capitales usaban el poder político para obtener beneficios extraordinarios. Un sistema que permitió hacerse ricos, muy ricos, a quienes lograban estar cerca del poder, afianzando lo que más tarde se ha llamado el capitalismo de amiguetes. Lógicamente, todos esos grupos procuraron que la muerte del dictador solo fuese, en todo caso, el fin de un régimen político y no el del entramado económico y financiero constituido en los años de dictadura.

Por eso no fue fácil el equilibrio entre las clases dominantes y las que luchaban por la democracia y la libertad. Ni los grupos oligárquicos procedentes del franquismo estaban en condiciones de imponer sus condiciones (aunque lo intentaron tratando de dejar fuera de la nueva institucionalidad al PCE y a otros grupos a la izquierda del PSOE) ni las clases trabajadoras tenían poder suficiente como para lograr una democratización efectiva de los aparatos del Estado y, por tanto, la auténtica ruptura con el fascismo. Pero la influencia alemana y estadounidense, la actitud acomodaticia del PSOE, el temor reverencial de la clase política procedente del franquismo a los nuevos tiempos que llegaban y el papel casi arbitral concedido a los nacionalismos de derechas periféricos para anular el contrapeso de la izquierda más transformadora que hubiera podido ser decisivo, lograron cuadrar el círculo.

El sistema ha funcionado así durante años, sin perjuicio de sufrir las tensiones lógicas y los vaivenes derivados no solo de la tensión entre los principales partidos sino también de la que igualmente existe entre las diferentes corrientes internas de cada uno de ellos. 

Pero la aparente estabilidad política institucional no ha podido evitar que poco a poco hayan ido apareciendo innumerables vías de agua que iban demoliendo sigilosamente el edificio. El incremento de la desigualdad, la pérdida de peso del gasto social, el debilitamiento de la ya de por sí frágil estructura democrática de las instituciones de representación, de gobierno y de control, una serie ininterrumpida de escándalos derivados del reparto del botín en que en tantas veces se ha convertido la acción de gobierno, el bienestar insuficiente y la democracia incompleta, en expresión del profesor Vicenç Navarro, han terminado por minar el afecto de la ciudadanía a los dos grandes partidos.

La traición del anterior gobierno socialista a sus principios, al deseo de sus electores y militantes y su incapacidad no ya para resolver la crisis sino para mostrar la mínima credibilidad que requiere la acción de gobierno comenzaron a colmar el vaso. Y más tarde, casi las mismas razones, aunque quizá ahora de modo aún más acelerado, llevan al Partido Popular a una situación de desafección igualmente generalizada en medio de un escándalo político casi sin precedentes.

Lo que está pasando en España es simplemente que ese edificio se viene abajo. No puede mantenerse ya sin dejar al descubierto los intereses que realmente hay detrás de él y la servidumbre y putrefacción tan gigantesca que afecta a gran parte de los dirigentes que nos gobiernan, alternándose cada cierto tiempo y mostrando uno detrás de otro, ante una población cada vez más asqueada, su continua vinculación con casos de corrupción. 

Lo singular es que al caerse el edificio hipoteca también a otros partidos, que es verdad que han sido en gran medida ajenos al negocio que han tenido entre manos los dos grandes y los nacionalistas gobernantes en Cataluña y País Vasco, pero que, quieran o no, transitan por la misma vía que ellos. Por eso ni UPyD ni incluso Izquierda Unida registran un incremento en la estimación de voto que pueda considerarse decisivo a la hora de generar, en el marco institucional actual, una nueva gobernabilidad. 

La conclusión es obvia. No hay solución posible dentro del espacio político que marcaron los pactos de la transición. Ya no es posible disimular por más tiempo que no fue un diseño modélico, como tantas veces se ha querido hacer ver, sino un reparto de poder e influencia que a la postre dejaba las manos libres a los grandes grupos empresariales y financieros y cuyo gran poder político ha hecho estallar, ¡oh paradoja!, el propio sistema que los privilegiaba. La avaricia de los mismos banqueros que para salvar sus privilegios monitorizaron el diseño del régimen de la transición lo han hecho saltar por los aires al generar, en su beneficio, una burbuja insostenible y una deuda desbocada. 

La estrategia ahora teledirigida contra Mariano Rajoy y su equipo es la toma de posiciones de una buena parte de estos últimos grupos que ya no se sienten convenientemente representados por ellos. Si el PSOE tuvo que oír que "no nos representan" de la boca del 15-M, Rajoy escucha ahora lo mismo, aunque no solo desde las calles sino también desde grupos que posiblemente nunca pensó que iban a defenestrarle.

Cualquier intento de darle solución a los problemas de España manteniendo la actual institucionalidad, creyendo de nuevo que el PP y el PSOE se lo van a guisar y comer todo, es infructuoso -como empiezan a mostrar las encuestas-, y solo puede conseguir retardar la salida a la crisis multipolar en la que estamos. 

Cualesquiera que sean las medidas que hubiera que tomar para resolver de verdad los problemas que en este momento tiene España hay una cosa fuera de duda: necesitan el apoyo de una gran mayoría social, del 60 o 70 por ciento de la sociedad para ponerlas en marcha. Y para ello no basta con que un partido tenga mayoría absoluta. Una y otra cosa, como está demostrando el PP, son muy distintas. ++ Y si el apoyo que se necesita para tomar esas medidas y para que éstas sean efectivas es tan grande, en estos momentos es imposible que las adopten exclusivamente el PP y el PSOE. O incluso éstos dos con el apoyo de otros grupos minoritarios o de los nacionalismos periféricos.

Para que cualquier tipo de medida pueda tener semejante apoyo, debe responder a principios éticos y políticos transversales, comunes a personas de un espectro social muy amplio, que respondan a intereses de muchos grupos sociales. No pueden ser definidas, por tanto, en términos de derechas e izquierdas, porque ninguno de éstos es capaz de unir en torno a sí a una mayoría social tan grande como la que se precisa. Y si ese tipo de mayoría social no se puede conformar mirando a derecha o a izquierda, solo se puede constituir contemplando el arriba y el abajo. Solo esto es lo que permite unir hoy día a la inmensa mayoría de la sociedad en torno a una serie de valores, de principios y medidas que me atrevo a decir que se asumen de forma generalizada, que han pisoteado, sobre todo en sus últimos años de hegemonía, el PP y el PSOE, y que ya ni siquiera los garantiza la actual Constitución: la lucha transparente contra la corrupción, la democracia real, el ejercicio efectivo de la libertad y de los derechos sociales que no solo no se conquistan sino que comienzan a perderse uno tras otro. 

La única salida que tiene España es articular una nueva mayoría social y moral. Es la hora de poner sobre la mesa propuestas concretas para una nueva gobernabilidad y para afrontar con decisión los problemas económicos porque éstos van a empezar a pasar pronto una factura quizá impagable. 

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SANTA LUCIA, POR LO MENOS TUERTOS, NO NOS DEJES CIEGOS, NO TE NOS HAGAS NI DEL PP NI DEL PSOE, POR TU PADRE TE LO PIDO


No es el neoliberalismo, estúpidos…

 

Viñeta de Pepe Gama y glosa de G. Almeyda 
Sociología critíca 
Publicado en 2013/02/15


Sobre capitalismos e imperialismos “buenos” 

A riesgo de repetirme como disco rayado, recuerdo que el neoliberalismo no es un sistema, sino una política, la política actual del capitalismo, y resultado del fracaso del “capitalismo del bienestar social” vagamente keynesiano, el cual es irrepetible y está muerto y enterrado. Pretender centrar los esfuerzos contra el neoliberalismo equivale a disparar contra la mera sombra del sistema. No hay capitalismos “buenos”: hay un régimen de explotación, opresión, racismo, colonialismo y guerras que hace de todo para sostener la tasa de ganancia de las grandes empresas financieras y monopolistas. Los capitalismos de Estado y las políticas asistenciales y distributivas del ingreso forman parte de ese sistema mundial y lo sostienen. La diferencia entre los gobiernos que son agentes directos del capital financiero y los que tratan de tener algún margen de maniobra es que éstos aplican algunas políticas que, defendiendo las ganancias de los capitalistas, deben tener en cuenta la necesidad de sostener el mercado y las ganancias con subsidios al consumo y a los servicios y de ceder algo a los movimientos sociales y a la protesta obrera, para evitar que se organicen en forma independiente. 

Guillermo Almeyra (Tomado del muro de Alex Pra)

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ACERCA DE LA CORRUPCION


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Gentileza de http://www.iidh.ed.cr/siii/index_fl.htm para la BIBLIOTECA CATÓLICA DIGITAL


La descripción de la forma como está compuesta la coalición transnacional debe ser completada con su componente privado dentro del cual destaca el grupo llamado Transparencia Internacional (TI). Esta organización se ha mostrado particularmente activa y ha logrado mantener la atención de la opinión pública internacional sobre el problema de la corrupción principalmente a través de dos instrumentos a los que debemos hacer referencia como son un Índice mundial de Percepción de la Corrupción (IPC) y una Conferencia Mundial, periódica, anti-corrupción, uno de cuyos principales patrocinantes es TI. El IPC resulta del análisis anual de una serie de encuestas, por ejemplo en el confeccionado en 1997 fueron diez las utilizadas, fundamentalmente dirigidas a ejecutivos y entidades oficiales o privadas relacionadas de diversas formas con el comercio internacional. El instrumento conduce a una clasificación de países según su mayor o menor grado de corrupción y cada vez que aparece causa una pequeña conmoción en aquellos que figuran como más corruptos. La Conferencia Mundial, por otra parte hasta 1999 había celebrado 8 sesiones.6 Además ya existen empresas internacionales que han encontrado en la lucha contra la corrupción su nicho propio en el mercado, especializadas, entre otros aspectos, en la asesoría a los gobiernos de grandes empresas locales para que no sean víctimas de la corrupción en las negociaciones para grandes adquisiciones de equipos, por ejemplo militares, factorías, etc., y contratación de servicios. En materia electoral, a medida que se generalice la aplicación de tecnologías de automatización, probablemente será necesaria también tal asesoría pues el asunto ha revelado, en diversos países, tener implicaciones de corrupción y enorme trascendencia política (ver artículo sobre financiamiento de la política). Este conjunto de eventos nos revela que se ha configurado un importante grupo de presión internacional en torno al asunto de la corrupción al cual los estados, organizaciones internacionales y aun las empresas, no pueden eludir prestarle atención. El fuerte influjo académico en entidades como TI que trabaja con la Universidad de Göttingen7, la Conferencia Mundial Anti-corrupción, el citado Informe 1997 del Banco Mundial8, nos permiten hablar de tal grupo no meramente como de un grupo de presión sino de una comunidad epistémica en el sentido en que lo hace la teoría de las relaciones internacionales.

Hay que agregar además las nuevas condicionalidades para prevenir la corrupción que ahora establecen el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y otros organismos multilaterales y que prometen profundizarse. Todo esto somete a los estados y a sus dirigentes al riesgo de un cierto desprestigio de no acompasarse al ritmo internacional anti-corrupción como ocurre en aquellos países donde se montan paraísos fiscales, los que conservan exoneraciones o disposiciones acomodaticias respecto de los sobornos en el extranjero o los que se empeñan en conservar un irrestricto secreto bancario. Por de pronto toda la regulación europea que presenta esas características se encuentra en un intenso proceso de revisión. 

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