domingo, 2 de febrero de 2014

UCRANIA: DERECHA + DERECHA + DERECHA = UNIÓN EUROPEA



Ucrania, el punto de no retorno

(2/3)

Rebelión
01-02-2014

Muchos en Ucrania hablan de la “dictadura fascista” de Yanukovich y cuando tratan de explicar la situación a los latinoamericanos, lo definen como “Pinochet ucraniano”. Sin sentir nada positivo hacia el personaje, afirmo que una verdadera dictadura es otra cosa y significa niveles de represión y bestialidad absolutamente diferentes, que ojala jamás conozcan los ciudadanos de Ucrania.

Mi amigo Andrei Manchuk, una persona muy honesta y además uno de los pocos periodistas ucranianos de izquierda, con toda la seguridad afirma que Víctor Yanukovich, sin duda es un ladrón y delincuente, pero idiota no es y jamás habría ordenado torturas y asesinatos de los opositores, porque realmente no le conviene. Andrei dice que Yanukovich es un adversario débil e indeciso y que su gobierno no cayó hace un mes sólo porque la “oposición” busca el poder pero no quiere hacerse cargo de nada en un país saqueado y colapsado. Los únicos que no tienen miedo son los neonazi. 

Varios analistas ucranianos afirman que por la misma razón de la debilidad y un general rechazo ciudadano a Yanukovich, que de ser la solución se convirtió en un problema, Putin, varios oligarcas ucranianos y otros actores ya optaron por deshacerse de él y reemplazarlo por alguien más hábil y carismático.

Expongo a continuación un resumen de dos miradas ucranianas, que reflejan bastante bien dos posturas internas predominantes, las que no se identifican con ninguna de las tres o más derechas nacionales. No es una traducción literal, es una síntesis: 

Periodista ucraniano, Aleksandr Karpets
 
Aparte de una natural reacción a las acciones dictatoriales del gobierno, esta rebelión irracional fue consecuencia de una incapacidad e imposibilidad de resolver los problemas catastróficos, acumulados en Ucrania después de la desarticulación de la URSS, de una manera racional. Problemas que se agudizaron con la llegada al poder de Yanukovich. Por una parte, la rebelión ha demostrado la debilidad de su régimen y por otra, que los líderes y las masas de esta rebelión no tienen ninguna comprensión racional de lo que pasará después y tampoco saben a qué aspirar en el caso de un eventual triunfo. 

El principal problema está en las contradicciones que se acumularon en el país durante casi un cuarto de siglo: el saqueo de los bienes nacionales por parte de los nuevos ricos, aparición y fuerte aumento de la injusticia social, una enorme desigualdad económica y política y como consecuencia de todo eso una increíble descomposición moral de toda la sociedad que provocó una total corrupción desde abajo hacia arriba. 

Este problema no tiene solución ni en una protesta callejera ni dentro de los procedimientos legales del estado, incluyendo todo tipo de negociaciones o “mesas” que pueden servir sólo como válvulas de escape.

En primer lugar la solución de este problema es imposible porque el actual estado ucraniano es una organización política de la oligarquía financiera y económica y de la burocracia que representa sus intereses. El objetivo de esta organización es la explotación de otros grupos sociales, manipulando y reprimiéndoles de vez en cuando para mantenerse en el poder. El cambio de los personajes en el gobierno, cumplimiento formal de algunos procedimientos democráticos e incluso cambio de varias leyes dentro de un estado de este tipo no importarán mucho, ya que no cambian la esencia de este modelo. 

En segundo lugar el cambio es imposible, porque con el inicio de la crisis económica global la situación se empeoró notoriamente. Un relativo bienestar y un boom consumista, gracias al sistema de créditos, en vísperas de la crisis generaron una ilusión de la llegada a un “paraíso capitalista”. La crisis destruyó esta ilusión, volviendo al país a su realidad y sumergiéndolo en la pobreza y el desempleo. Esto, igual que en el resto de Europa, agudizó las contradicciones económicas y sociales. Un empeoramiento rápido de las condiciones económicas de una mayoría absoluta de los ucranianos fue acompañado con un igual de rápido enriquecimiento de los clanes oligárquicos y ciertos personajes. 

Aparte de todo eso, al poder llegó el grupo más reaccionario de toda la historia de Ucrania independiente, grupo que instaló una dictadura de capitales de origen criminal y que se apoya en la policía y delincuentes comunes, igual que algunos regímenes latinoamericanos del siglo XX. Si el “fundador” del sistema oligárquico criminal el primer presidente de Ucrania independiente Leonid Kuchma comprendía y respetaba la existencia de ciertos límites que no pueden ser traspasados, lo que demostraron los no violentos acontecimientos “naranja” del 2004, los representantes del clan de Yanukovich simplemente no ven estos límites. Kuchma pudo jubilarse políticamente y ahora es conocido como mecenas, vendiendo la imagen de un “generoso abuelito” que ayuda a los niños. Los personajes del actual régimen no pueden dejar el poder, porque entienden, que si lo abandonan les llegará el castigo por lo que hicieron. 

La construcción de este régimen fascistoide empezó inmediatamente después de la llegada de Yanukovich al poder. Estas son algunas de las etapas: la mal llamada reforma judicial que permitió al régimen tomar el control total sobre la justicia del país, un golpe constitucional en otoño del 2010 que permitió al régimen y a Yanukovich personalmente usurpar todo el poder, obteniendo superfacultades para las cuales nunca fue elegido, luego fue la imposición de un nuevo Código Fiscal, un ataque contra la pequeña y mediana empresa, reprimiendo con fuerza policial sus tímidas protestas. Después el gobierno impuso el Código Laboral explotador y el Código de Vivienda expropiador con el objetivo de recortar al máximo los derechos sociales y laborales de los ciudadanos. Luego comenzó una serie de expropiaciones arbitrarias de dinero y de vivienda a favor del capital oligárquico, que como ya dijimos es la base económica y social del régimen. Un permanente enriquecimiento de los oligarcas incluyendo a la más cercana al régimen, llamada La Familia, junto a la concentración de los bienes públicos en manos de un grupito de nuevos ricos. Y muchas otras cosas. 

Antes del 19 de enero de este año las protestas se limitaban a fuertes declaraciones, promesas, amenazas, alegría y cantos en la Plaza de la Independencia de Kiev, que hoy se conoce mediáticamente como Euro-Maidan (maidan es plaza en ucraniano). Los “líderes” estaban preocupados por sus futuros logros electorales. Daba la impresión de que ellos tenían miedo de tomar las decisiones y luego tener que hacerse cargo. La masa repetía las consignas delirantes sobre una “revolución apolítica”. La asamblea popular del 19 de enero, a pocas horas de los enfrentamientos, terminó con un escándalo: frente a la verborrea de los “líderes” la gente abucheó y exigió presentar un plan concreto de acciones y nombrar a un dirigente capaz de encabezar el proceso y hacerse cargo. 

Se habló mucho de las formas no violentas de protestar, donde lo más fuerte debería ser el paro general. El paro se prometió en reiteradas oortunidades pero nunca se concretó, esto, por la misma incapacidad organizativa e ideológica de los “líderes” “pro-europeos”. 

Uno de los rasgos más repugnantes del régimen, es el hecho que las fuerzas de orden público empezaron a involucrar masivamente a los delincuentes y al lumpen en la lucha contra los activistas. Los delincuentes, contratados por el gobierno, realizaron varios ataques contra las personas, los bienes públicos y privados para luego acusar de esos hechos a los manifestantes. La delincuencia callejera aumentó muchísimo. Los mismos manifestantes tenían que organizar “guardias populares” para mantener el orden en el centro de la ciudad. 

La apoteosis de la reacción fue sin duda posterior a la aprobación de la ley que prohíbe todo tipo de protestas ciudadanas, esto fue a partir del 16 de enero. Fue un acto absurdo e ilegal, aprobado en pocos minutos por unanimidad de los diputados obedientes. El mensaje parecía decir lo siguiente: somos una elite, podemos decidir y hacer lo que se nos ocurra y su único deber es obedecer o ir presos. 

Esta actitud indica una total incapacidad del poder ucraniano de ver la realidad, sobreestimando su capacidad de controlar al país. En estos días varios hablan de una aplicación en Ucrania del escenario ruso-bielorruso, donde toda la protesta se reprime desde sus inicios. Pero no es posible. En Rusia el gobierno tiene una potente base económica, principalmente por la exportación de materia prima, pero no importa; el rating de Putin después de casi 15 años de sus consecutivos gobiernos con estabilidad supera un 50%. En Bielorrusia, a pesar de los problemas, sus empresas industriales y agrícolas funcionan, hay un empleo casi pleno, la salud y la educación siguen gratuitas y estatales, los programas sociales, culturales y deportivos funcionan bastante bien y Lukashenko tiene el apoyo de una gran mayoría de la población. 

El gobierno actual de Ucrania no tiene fuerzas ni medios comparables con los rusos o bielorrusos. Además, Yanukovich y su grupo no tienen el nivel de aprobación ciudadana que tienen Putin y Lukashenko.

Durante mucho tiempo Ucrania, a pesar de la compleja situación económica y política después de la desarticulación de la URSS, se mantuvo con paz ciudadana, a diferencia de casi todos los vecinos del área. Yanukovich y su régimen ya entraron en la historia como los que lograron quebrar esta tradición, llevando el país al borde de una guerra civil. 

Causa sorpresa y admiración el hecho que en una sociedad que hace poco parecía definitivamente hundida en la corrupción, en la indiferencia y el individualismo, aparecen hoy tantas personas dispuestas a luchar por una idea, llegando hasta las últimas consecuencias. Otro tema, es que los protagonistas de los combates callejeros son nacionalistas radicales, pero justamente ellos parecen reflejar ahora los ánimos de las masas que protestan.” Durante los choques del 1 de diciembre de 2013, a los ultranacionalistas violentos les llamaban “provocadores”, y ahora nadie se atrevería a criticarles. La causa de este cambio es evidente: el poder pasó un límite, lo que radicalizó a los ciudadanos. Un claro ejemplo son las imágenes del 19 de enero durante los primeros combates en el centro: un señor de edad, casi un viejito de un aspecto claramente “no radical”, parecido a un obrero, levantando un fierro de construcción gritaba: ¡Basta!!! ¡A la mierda! ¡Basta de soportar a la banda! ¡Es una guerra!!!

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