martes, 9 de mayo de 2017

ES QUE VIVEN MUY POR ENCIMA DE SUS POSIBILIDADES... ¡Y QUIEREN TODAVÍA MÁS !



No nos los podemos permitir ni social, ni económica, ni ecológicamente
Nos sale carísimo mantener a los ricos

Rebelion
El Salmón Contracorriente
09.05.2017


No conviene confundirse de enemigo: lo que resulta socialmente corrosivo y peligroso es la desigualdad y la asimetría de poder, no sus víctimas. El dinero público y la riqueza generada por las personas trabajadoras no está subvencionando a los pobres, sino a los ricos.

El sistema legal, económico, político y cultural dominante que sufrimos promueve los comportamientos egoístas y predatorios. Se admira a quienes con más eficacia y de manera no recíproca vampirizan y acaparan la riqueza generada por ecosistemas o el trabajo de comunidades humanas. En un planeta finito y ecológicamente degradado, la acumulación de riqueza de unas personas es siempre a costa de la desposesión de otras.

Una sociedad sostenible y saludable debería, en cambio, dotarse de mecanismos que penalicen el abuso de lo común e incentiven aquellos comportamientos que mejoren la vida de toda la comunidad y regeneren el medio ambiente del que depende todo ser vivo (humano y no humano). Hasta que no comprendamos que la prosperidad, la seguridad y la felicidad solo se consiguen mediante colaboración, confianza y reciprocidad seguiremos atribuyendo la causa de la enfermedad a sus síntomas. Pensaremos, erróneamente, que las víctimas de un sistema perverso—y no el sistema en sí que funciona aplastando a cada vez más personas en beneficio de unos pocos privilegiados—son nuestro problema.

No conviene confundirse de enemigo: lo que resulta socialmente corrosivo y peligroso es la desigualdad y la asimetría de poder, no sus víctimas (las personas más vulnerables). Los que se apropian del bien común son los ricos y poderosos, no los pobres e inmigrantes. Solo hay que recordar que un puñado de personas que caben en un bar pequeño de barrio acaparan más riqueza que el 50% de la población mundial o que el 1% de los humanos dispone de tanta riqueza como el 99% restante. Con estas cifras en mente, nadie puede argumentar que a la sociedad le sale caro mantener a las personas en riesgo de exclusión social sin que suene a distorsión malintencionada de la realidad.

El dinero público y la riqueza generada por las personas trabajadoras no está subvencionando a los pobres, sino a los ricos. Los ricos se subvencionan devorando lo público y lo común (lo generado por la sociedad y por los ecosistemas) y reproducen su capital sin necesidad de trabajar (intereses, rentas, herencias, especulación). El trabajo y la riqueza, en cambio, lo crea la sociedad, no las macro-corporaciones o la adicción estructural al crecimiento económico (mucho menos la especulación financiera); dichos actores, de hecho, generan dinámicas que precarizan o destruyen tanto el empleo de calidad como el medioambiente del que depende todo ser vivo que habite nuestro planeta (incluidos los seres humanos millonarios).

Las personas vulnerables no quitan el trabajo a nadie. Realmente, además de la creciente automatización que sustituye al trabajo humano, es la dinámica del capitalismo neoliberal la que condiciona que no florezcan empleos de calidad necesarios para la reproducción y el mantenimiento de una vida humana próspera (en agroecología, diseño sostenible y biomímesis, economía ecológica, construcción de casas pasivas, energías renovables, ecología urbana y un largo etcétera).

En lugar de dar más poder a las corporaciones y a los dueños del capital (la falacia de que desregulando y privatizando lo público y facilitando la vida a las macro-corporaciones se crea empleo) deberíamos, por el contrario, tasar intensamente los bienes inmuebles y el capital a partir de cierto umbral (pues se trata de la riqueza que se reproduce rápidamente no solo sin necesidad de contribuir al bien común, sino acaparándolo y destruyéndolo), no el trabajo (la contribución, monetarizada o no, al bien común y la sostenibilidad socioeconómica) para, de este modo, reducir la desigualdad y subvencionar con lo recaudado una disminución general de las horas semanales de trabajo con salarios mínimos más altos para acabar con el desempleo, el estrés y la explotación laboral y medioambiental.
Ahora bien, la deliberación sobre qué trabajos son necesarios para la reproducción social y cuáles son social y ecológicamente indeseables debería ser decidido por la sociedad en su conjunto, no por la dinámica, facilitada por el poder estatal, de crecimiento económico a toda costa o por las corporaciones transnacionales cuyo objetivo no coincide, en la mayoría de los casos, con el bien común.

Obviamente, si se generasen debates abiertos entre el conjunto de los habitantes de una ciudad para decidir qué empleos hay que fomentar y cómo diseñar el espacio urbano, muy poca gente defendería la necesidad de endeudar masivamente a la ciudad y buscar inversiones extranjeras millonarias para construir autopistas o aeropuertos innecesarios y obras faraónicas disfuncionales que dejan infraestructuras monstruosas carísimas de mantener, deudas eternas, corrupción urbanística y degradación ambiental (estadios olímpicos, macro-casinos, expos, rascacielos). Estos proyectos siempre subvencionan, con dinero público, una dinámica de acumulación que beneficia a los que ya son ricos y generan un espacio urbano deplorable para los demás.

La mayoría de vecinas y vecinos preferirían, sin duda, espacios públicos a escala humana para el disfrute común y cotidiano, mucho más asequibles y fáciles de mantener, y que mejoren la calidad del aire y el agua, reduzcan el ruido y el estrés, favorezcan las relaciones sociales, y no dejen una mella en las arcas públicas: parques, huertos urbanos, zonas verdes y peatonales, bibliotecas y centros sociales, etc. Espacios donde la comunidad pueda encontrarse, sin necesidad de gastar y consumir, para jugar, enamorarse, charlar, hacer ejercicio o aprender y enseñar taichí, yoga, permacultura, carpintería, reparación de electrodomésticos, etc. ¿Cuántos niños y ancianos necesitan o van a usar un estadio olímpico que cuesta millones? ¿De qué manera va a mejorar dicha construcción el día a día de la ciudad para las personas de a pie? Un parque agradable es mucho mejor para la vida cotidiana, la salud y el bienestar, cuesta muy poco si se planea bien, es positivo para el medio ambiente y cohesiona la comunidad.

No nos podemos permitir a los ricos alimentando sus excentricidades, megalomanías y porfolios financieros a costa del bienestar social y ecológico. Que no nos engañen, los que sufren las consecuencias más dolorosas de este sistema perverso no son la causa del problema, sino sus víctimas. Equivocarnos al identificar las causas de nuestro malestar tiene el contraproducente efecto de enfrentar a los oprimidos y, en consecuencia, fortalecer al opresor. Centrarnos en las causas de los problemas, y no solo en sus síntomas, es el primer paso para intentar crear un sistema socialmente deseable, económicamente estable y ecológicamente viable.


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¡AY, JESÚS QUE CABECICA LA MÍA! SE ME OVIDABA LA CORRUPCIÓN: ¿QUE TAL CADENA PERPETUA PARA EL, LA, LOS, LAS, SIN, SOBRE, TRAS, CONTRA, LOS CORRUPTOS, REVISABLE TRIMESTRALMENTE, HAGA FRIO O CALOR, PARA NO OLVIDAR QUE ES CADENA PERPETUA SIN TÍO PÁSEME USTED EL RIO? ¡HALA VER! PSOE Y CIUDADANOS, QUE ESTO SON HABAS CONTADAS







CADENA  PERPETUA PARA CORRUPTOS             
  • Cadena perpetua para corruptos
J.C. Malone
Litín Diario / Santo Domingo / República Dominicana
08.05.2017
La corrupción administrativa debe ser declarada y tratada como lo que esencialmente es: un crimen contra la humanidad. La corrupción y los corruptos causan incontables muertes constantemente, si se los calculamos con detenimiento, parecería una guerra de exterminio.
Los políticos corruptos son criminales de guerra que, además, violan los derechos humanos fundamentales de los sobrevivientes.
El ingeniero que se robó el dinero de construir una clínica rural, y el funcionario cómplice, causan muchas muertes por falta de atención médica en la zona. Y violan el derecho humano a la salud a quienes vivan en la comarca. Quien se roba el dinero de construir escuelas, condena a esa población a vivir en un estado de ignorancia durante varias generaciones, y la ignorancia, sabido es, causa más muertes que muchas guerras.
Viola el derecho humano fundamental a la educación.
Quien se roba el dinero de puentes y carreteras, con deliberados vicios de construcción, es responsable de las muertes que eso cause. Los políticos internacionalizan leyes defendiendo intereses corporativos. Las farmacéuticas producen esta epidemia de adicción al opio sintético.

Es legal que el adicto compre drogas en la farmacia, comprarla en la calle es criminal, “tráfico de drogas”. En Nueva York fumar marihuana medicinal es ilegal, lo natural es ilegal, lo legal es lo sintético. Es legal que el dinero termine en arcas de las corporaciones, cualquier otra cosa es ilegal. Necesitamos leyes internacionales designando la corrupción como un crimen contra la humanidad. Que los políticos corruptos, como criminales de guerra, sean condenados a devolver el dinero robado y cumplir cadena perpetua.
Con dos ceremonias humillantes anuales que incluyan una pela pública el nefasto día de su cumpleaños, y el día de su encarcelamiento, como triunfo de la higiene pública.
Sería un acto profundamente humano. En China los ahorcan.
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