viernes, 7 de abril de 2023

Negacionistas de la vida

 

Negacionistas de la vida

 

 Miguel Santiago

 PORTALDEANDALUCIA.ORG

5 abril, 2023



En mi último viaje a Sevilla visité la antigua cripta del Templo de la Anunciación, que acoge el Panteón de sevillanos ilustres. Se accede por la Facultad de Bellas Artes en cuyo antiguo claustro, que fuera residencia jesuítica, se abre una monumental puerta renacentista del arquitecto cordobés Hernán Ruiz II. Dos tramos de escaleras conducen a la antigua cripta de los jesuitas. Busqué el sarcófago realizado en piedra y de estilo renacentista de Benito Arias Montano. Un gran humanista del siglo XVI que compaginó diferentes estudios e investigaciones: filología semítica y clásica, filosofía y teología, biología y medicina, matemáticas y física. Aunque nació en tierras extremeñas en 1527, Frenegal de la Sierra, vivió y se formó en Sevilla, ampliando sus conocimientos en Alcalá de Henares. Su pasión por el estudio de las Sagradas Escrituras le condujo, ya como sacerdote, a retirarse a Alájar (Huelva). Su nivel académico le llevaría a participar en el Concilio de Trento. A su vuelta, el rey Felipe II lo nombró su capellán y le encomendó dirigir la revisión de la Biblia Políglota Complutense del Cardenal Cisneros. Su estudio dio como resultado la Biblia Regia, también conocida como la Biblia Políglota de Amberes, por ser imprimida en la ciudad belga.

Esta revisión de la Biblia supuso un cambio respecto a la Biblia del Cardenal Cisneros y la Vulgata de San Jerónimo, por lo que Arias Montano fue requerido dos veces por la Inquisición. Él pretendía con la Biblia Regia dar luz a la fractura política y confesional que padecía Europa en pleno siglo XVI. En 1575 viaja a Roma para lograr que la autoridad eclesiástica aprobase la Biblia Regia. Para ello dedicó su obra Dictatum christianum (Lección cristiana) al papa Gregorio XIII para que acabase con las reticencias inquisitoriales. Esta obra de Arias Montano supuso el primer ensayo de espiritualidad ecuménica, que pretendía el redescubrimiento en los Evangelios de la base común para la fe, debido en gran parte a la influencia de Erasmo de Róterdam adquirida en sus estudios realizados en la Universidad de Sevilla. Indiscutiblemente la realidad dramática del conflicto civil y confesional que asolaba los Países Bajos y a Europa en general le condujeron a la búsqueda de la espiritualidad, basada en los Evangelios que superase la fragmentación confesional que tantas vidas se cobró. El antiescolasticismo de Arias Montano le llevó a un espiritualismo radical, constatado en la ausencia de citas en su obra tanto del magisterio de la Iglesia como de los siete sacramentos. Lo que realmente le interesa a su autor es mostrar el camino para la unidad cristiana en el único denominador común posible: la Sagrada Escritura. Todo lo demás, incluida la Iglesia y sus dogmas es secundario. Por fin, consigue la autorización de la Biblia Regia en 1577 a pesar de ser considerado el texto de San Jerónimo inamovible por Trento.

En 1584 renunció Montano a todos sus cargos y pasó los últimos años de su vida en la misma ciudad que lo encumbró, Sevilla, hasta su muerte en 1598. Todas sus obras fueron censuradas en el siglo XVII por los negacionistas de la vida.

Los negacionistas de la vida los encontramos en la mayoría de los miembros de la jerarquía católica encabezada por los papas y los monarcas europeos, que preferían las guerras para mantenerse en el poder más absoluto, causando las muertes de centenares de miles de sus fieles y súbditos antes de dialogar y apartar sus intereses, principalmente económicos y territoriales, por el bien del pueblo. Esta avaricia y deshumanización condujo a los diferentes pueblos europeos a sufrir un carrusel de guerras desde 1524 hasta finales del siglo XVII. Las diferentes sectas religiosas de origen cristiano que iban proliferando por el viejo continente dieron lugar a la guerra de los Campesinos Alemanes (1524-1525), la Guerra de Kappel en Suiza (1529 y 1531), la Rebelión de Münster (1534-1535), la Guerra de Esmalcalda (1546-1547) en el Sacro Imperio Romano Germánico, la Guerra de los Ochenta Años (1568-1648) en los Países Bajos, las Guerras de Religión de Francia (1562-1598), las Rebeliones de Desmond (1569-1583), la Guerra de Colonia (1583-1588), la Guerra de Irlanda (1593-1603), la Guerra de los Treinta Años (1618-1603) que afectó a varios países del norte y centro europeo, las Rebeliones de los Hugonotes en Francia (1620-1629), las Guerras de los Tres Reinos (1639-1651) que afectó a Inglaterra, Irlanda y Escocia; la Guerra de los Nueve Años (1688-1697) enfrentando a Inglaterra y Francia, la Segunda Guerra Nórdica (1654-1661) que afectó a Suecia y Polonia. Por poner algunos ejemplos, en las Guerras de Religión francesas murieron alrededor de 4 millones de personas y en la de los Treinta Años pudieron llegar a los once millones de víctimas.

Queda claro que “la religión es la fuente más prolífica de violencia en la historia” (como escribió Harris en su libro El fin de la fe). Los humanistas del siglo XVI, como Arias Montano, intentaron desde la intelectualidad, el diálogo y los libros bíblicos no bélicos, los Evangelios, establecer la paz y la concordia desde el perdón y la reconciliación. No hay que olvidar que los tres primeros siglos de cristianismo tuvieron como centro de vida los Evangelios, las comunidades cristianas compartían todo cuanto tenían y no practicaban la violencia. Sin embargo, esto no duró mucho tiempo. Con Constantino y Teodosio el cristianismo pasó a ser la religión de Estado, iniciándose una serie de medidas represoras contra las prácticas paganas: prohibición de sacrificios paganos, cierre de los templos, pena de muerte para las personas que ofrezcan sacrificios, prohibición de actos paganos, se llegaron a equiparar las creencias paganas a los crímenes de lesa majestad, y llegaron a prohibir la celebración de los Juegos Olímpicos. Toda esta tendencia se fue enraizando en la Edad Media. Las cruzadas son una muestra de ello. Con el pontífice Urbano II en 1095 comienzan las cruzadas, la peregrinación armada a los Santos Lugares bajo dominación musulmana. El texto de Arnaud Amalric (1160-1225), abab de la orden cisterciense y enviado al papa Inocencio III, decía: “Los nuestros, sin perdonar rango, sexo ni edad, han pasado por las armas a veinte mil personas; tras una enorme matanza de enemigos, toda la ciudad ha sido saqueada y quemada. ¡La venganza de Dios ha sido admirable! (Salvador Freixedo, 2012: El cristianismo, un mito más). Las cruzadas se fueron sucediendo hasta el siglo XV, aunque muchas de las guerras europeas acuñaron este nombre, la misma Jerarquía católica española lo utilizó para denominar a la Guerra del 36 como una santa cruzada contra los rojos republicanos.

Si fuera poco, Gregorio IX instaura la Santa Inquisición en el siglo XIII con la finalidad de combatir la herejía en ¡nombre de Dios! En nombre de Dios se aplastaron cráneos, se quemaban a los condenados en recipientes de hierro con agua hirviendo, se introducían en jaulas revestidas de pinchos, múltiples de hogueras prolongaron la agonía de miles de personas. Estas inhumanas y terroríficas prácticas se cometieron hasta el siglo XIX en España.

De la mano de la Inquisición vendrían las expulsiones masivas de judíos, moriscos… Una auténtica sangría para miles de personas que por el hecho de no profesar la misma fe fueron excluidos, desenraizados y hasta asesinados por el fundamentalismo religioso. Y no solo en territorio peninsular, cuántas muertes, cuánto sufrimiento provocó el llamado “descubrimiento” de América. En nombre de la fe se arrasó en el continente americano a millones de seres humanos de diferentes pueblos y culturas.

Los seguidores del Mahoma también mataron a millones de paganos o infieles, cuando el Corán solo tolera la violencia con fines defensivos: “Combatid a vuestros enemigos en la guerra encendida por la defensa de la religión; pero no ataquéis los primeros. Dios niega a los agresores” (El Corán, sura) II, versículos 186-187). Sin embargo, la notable expansión que el islam inició dista mucho de haber sido una guerra defensiva, y mucho menos pacífica y, al igual que las guerras provocadas por las cruzadas cristianas, costaron a la humanidad cientos de miles de muertos en nombre de la religión.

La defensa de un modelo único de religión lleva al fanatismo, a la exclusión, al odio y a la muerte, sobre todo en las confesiones monoteístas cuyos dioses son considerados únicos y verdaderos excluyendo a los demás. Sus dirigentes se han caracterizado por ser unos negacionistas de la vida; en definitiva, de sus propios dioses creadores de vida. Figuras como Benito Arias Montano han contribuido a señalar el nefasto camino de los dogmas y de las doctrinas que condenan al ser humano y enriquecen a los poderosos que toman el nombre de dios en vano.

Cuando los “Cristos” llenen las calles en Semana Santa, habría que preguntarse: ¿qué tiene que ver el Nazareno con la religión que lo aúpa?

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La ciencia está cerca de resucitar al mamut. La cuestión ahora es si tendrá propiedad intelectual

 

La ciencia está cerca de resucitar al mamut. La cuestión ahora es si tendrá propiedad intelectual


TERCERAINFORMACION / 05.04.2023

Lo comprobamos con las películas de ‘Jurassic Park’ (y perdón por echar mano por enésima vez del tópico de Steven Spielberg): ver animales prehistóricos mola. Mucho. Lo que ya no es tan divertido, aunque daría para todo un docudrama, es la complicada y a menudo espinosa maraña legal, ética e incluso a niveles de debate medioambiental que implica “revivir” animales extinguidos.


La compañía Colossal Laboratories & Biosciences, de Estados Unidos, está dando un buen ejemplo. Se ha lanzado a la tarea de “desextinguir” —el término es cosa suya— el mamut lanudo en cuestión de unos años; pero su empeño plantea un dilema interesante: si finalmente lo logra, la criatura resultante de sus investigaciones, ¿será suya, con patente, o de la naturaleza?

La cuestión es espinosa. Y no tiene una respuesta sencilla.

A grandes rasgos, los planes de Colossal pasan por usar secuencias del ADN de mamuts recuperadas de restos conservados en el suelo siberiano e insertarlas en el genoma de elefantes asiáticos. Los primeros ejemplares nacerían de hecho por gestación en hembras del paquidermo. Aunque a la hora de publicitar su trabajo la compañía usa buenas dosis de épica, lo que saldría de sus laboratorios no sería técnicamente un mamut lanudo como los que se paseaban por el sur de Siberia hasta hace unos 10.000 años y —creen los expertos— quizás coleaban aún en la isla de Wrangel hace menos de cuatro milenios, sino algo distinto, una especie de híbrido o quimera.

“No es una desextinción. Nunca más habrá mamuts en la Tierra. Si funciona, será un elefante quimérico, un organismo totalmente nuevo, sintético y genéticamente modificado”, explicaba Tori Herridge, bióloga y paleontóloga del Museo de Historia Natural de Londres, poco después de que trascendiesen los planes y —la financiación— de la compañía estadounidense. La propia Colossal reconoce en su web que el proyecto tiene sus matices, aunque no le resta épica.

“El proyecto de desextinción más importante de Colossal será la resurrección del mamut lanudo, o más concretamente, un elefante resistente al frío con todos los rasgos biológicos fundamentales del mamut lanudo. Caminará como uno, se parecerá a él, sonará como tal y, lo que es más importante, podrá habitar el mismo ecosistema abandonado anteriormente por la extinción del mamut”.

La empresa argumenta que la recuperación del mamut —o al menos de criaturas con características similares— tendrá un valioso impacto medioambiental: permitirá restablecer pastizales y desacelerar el deshielo del permafrost ártico, lo que evitaría a su vez, calcula la firma, la liberación de hasta 600 millones de toneladas de carbono neto que ahora están atrapadas. Como parte de ese propósito se ha fijado ya en un espacio para sus “mamuts funcionales”: Pleistocene Park, una reserva rusa.

Para lograrlo, Colossal parece disponer de medios técnicos, talento… y fondos. La compañía estadounidense trabaja con la ingeniería genética CRISPR y muestras de ADN recuperadas del permafrost. Su cofundador es además George Church, un genetista de Harvard. En cuanto a dinero, en 2021 presumía de haber captado 15 millones de dólares, si bien su financiación total, a lo largo de los años, sería bastante superior. La compañía ha llegado a asegurar que su meta pasa por «revivir» a los mamuts antes de que termine la década y hace poco ya dio pie a una spin-out: Form Bio.


Colossal trabaja ya para alcanzar su objetivo a lo largo de los próximos seis años. La pregunta del millón, llegados a este punto, es: ¿Dónde está la rentabilidad de su proyecto? ¿Cómo se ha hecho con esos 15 millones de dólares, más allá de sus promesas ecológicas?

Ben Lamm, director general de la compañía, explicaba el año pasado a Wired que más que monetizar los mamuts de forma directa, la compañía quiere rentabilizar la tecnología que vaya desarrollando a lo largo del proceso. Eso sí, el directivo aclara que no “cierra la puerta” a patentar animales algún día; es más, muestra su confianza en que se pueda registrar al mamut.

Cuestión de leyes… y financiación

¿Podría hacerse algo así? El tema se aborda de forma directa en un artículo publicado a mediados de 2020 en Journal of Law and the Biosciences, que reconoce que, al menos en Estados Unidos, hay académicos que confían en que las especies “revividas” serán perfectamente patentables.

Entre EE. UU. y Europa se da, eso sí, una diferencia importante: mientras allí no existe una disposición moral en el régimen de patentes, en Europa la EPO (European Patent Office) valora consideraciones éticas a la hora de concederlas y eso podría dar pie a “objeciones morales” y de carácter público durante el proceso. ¿Significa que no sería posible que una empresa llegue a registrar un mamut lanudo en la UE? Pues no está tan claro. Dadas las características de la normativa europea y los precedentes, pueden arrojarse dudas; pero el escenario que abre la “desextinción” es tan distinto que los expertos son reacios a pronunciarse con rotundidad.

“La medida en que un animal resucitado sería tratado como una mercancía —lo que podría surgir si las patentes fueran aplicables sobre o relacionadas con el animal extinguido— plantea profundas cuestiones filosóficas y éticas. Hasta la fecha, no hay una respuesta clara sobre si dichos animales serían patentables en Europa”, admiten los autores del artículo, publicado en 2020.

Una de las cuestiones clave del debate es la diferencia que existe entre las “invenciones”, patentables, y los “descubrimientos”, que no lo son, al menos como tales y si ya existen en la naturaleza. Un ejemplo útil lo dejan los genes humanos. En el cuerpo no son susceptibles de que nadie los registre en Europa, pero si se aíslan echando mano de la tecnología y la técnica —un proceso que no se da en la naturaleza— y se demuestra su función sí podrían serlo.

Lógica parecida subyace en los transgénicos. “Si se aplicara un razonamiento similar […], se podría presentar un sólido argumento a favor de la patentabilidad en función de la técnica usada para eliminar la extinción”, apostillan. La cosa se complica cuando se trata de clonación.


“Cualquier cosa que se pueda demostrar que se ha encontrado o se encuentra en un genoma, no será patentable en Estados Unidos y, en gran medida, tampoco en otros países”, comenta Andrew Torrance, profesor de Derecho de la Universidad de Kansas (KU), a Wired.

Aunque los animales “revividos” como el mamut de Colossal, fruto de la “desextinción”, suponen una nueva vuelta de tuerca, las patentes de los animales llevan tiempo sobre la mesa. En 1998 EEUU emitió ya una para OncoMouse, un ratón que había sido modificado para facilitar la investigación contra el cáncer. La autoridad estadounidense se la otorgó a la Universidad de Harvard, que se la trasfirió a su vez a la principal firma privada que había financiado su trabajo, DuPont. No todos alcanzan ese final. En la UE ya se han denegado patentes por cuestiones morales.

En juego, reconoce Ben Novak, de Revive & Restore —organización sin fines de lucro que pasó el proyecto a Colossal—, puede estar la propia viabilidad de las investigaciones. Aunque cuestiona que la “desextinción” deba orientarse con el propósito de obtener beneficios y las propias patentes de especies “resucitadas”, lo cierto es que el proyecto realmente atrajo dinero cuando se empezó a hablar de ganancias. “Es costoso”, admite Lamm a Wired. La perspectiva de poder rentabilizar la investigación con los propios animales es un incentivo que, como se demuestra, funciona.

Quizás el peaje a pagar para ver de nuevo mamuts en Siberia.

Imágenes: AmateurArtGuy (Flickr)Steve Jurvetson (Flickr) y John W. Schulze (Flickr)

Fuente: xataka

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