miércoles, 14 de junio de 2017

LA, BANCA VA BIEN. YO, TÚ, AQUÉL VAMOS BIEN; ELLOS, NOSOTROS, BLESA, RATO, RAJOY Y LA BIBLIA EN VERSO GUAY BIEN VAMOS, TÍOS, ETC., ETC,, ETC. ( El etc., etc., etc., también van guay bien, oyes)



La desaparición del Popular, ¿secuela o preaviso?

Rebelion
Socialismo 21
14.06.2017



El oscurantismo que domina todo el mundo financiero, y en particular en el sistema bancario por la simple razón de que si se desata el pánico sobre una institución su hundimiento puede ser casi inmediato con la retirada masiva de depósitos, impide desentrañar en profundidad lo ocurrido al banco Popular y la forma en que las autoridades monetarias europeas (la Junta Única de Resolución del BCE, otra entrega de soberanía) y españolas han resuelto este nuevo grave incidente.

Todo indica que el banco Popular estaba en quiebra, esto es, el valor de sus activos, unos 150,000 millones de euros, era insuficiente para hacer frente al volumen de sus pasivos, constituidos fundamentalmente por los depósitos, unos 115,000 millones de euros, deudas con otras entidades de crédito, unos 15,000 millones, y los recursos propios, unos 10,000 millones. Implicado excesivamente en la actividad inmobiliaria, los créditos fallidos hipotecarios, el susodicho “ladrillo”, e inversiones exageradas en el suelo, habían degradado de modo continuo su balance.

Nada nuevo en lo que ha sido la crisis financiera desde que estalló la crisis de las hipotecas “subprime” en Norteamérica, que arrastró a todo el sistema financiero internacional y por extensión al sistema financiero español a un período de enormes convulsiones, cuya superación dista de estar resuelta.

El banco Popular estaba herido de muerte, su solvencia en entredicho, y de ahí a desencadenarse una situación de falta de liquidez había un paso en cuanto la desconfianza de los clientes en la recuperación de los depósitos se hizo realidad. Un desenlace traumático pero nada novedoso en lo que representa la cadencia de los acontecimientos de la quiebra de un banco, en este caso relativamente importante en nuestro país, pues se trataba de la quinta institución bancaria por su balance.

El llamado “agujero” resulta de muy difícil precisión, y cabe estimarlo en unos 17,000 millones de euros si se acepta la solución dada que elimina de un golpe todo el capital propio de la entidad, que podrían ser unos 10,000 millones el 6 de junio, y exigirá al banco de Santander una emisión de acciones por unos 7.000 millones de euros para afrontar la adquisición que ha llevado a cabo.

Datos no desdeñables y relevantes, pero desde luego nada equiparable a lo que han sido otras graves crisis de otros bancos desde 2008, cuando la quiebra del banco de inversiones Lehman Brothers supuso 700.000 millones de dólares. Por las cantidades implicadas, todo permite pensar que cabían otras posibilidades de solución, como hubiera sido inyectar liquidez al banco -recuérdense los 25.000 millones que costó Bankia o el tratamiento que se pretende dar a otros bancos en dificultades en Italia-, o distribuir los costes de la quiebra de un modo distinto, como podría haber sido valorar las acciones del banco Popular por un precio distinto de cero y matizarlo por tramos de propiedad.

Caben todas las especulaciones sobre lo que se ha pretendido hacer con el banco Popular y los intereses que han entrado en juego a la hora de liquidarlo, que han debido ser muchos por la jugosa depredación. En todo caso, además, siempre quedaba abierta la oportunidad de que el propio Estado con una intervención decidida se hubiera hecho cargo, con un coste mínimo, de una parte significativa del sistema crediticio, haciendo realidad lo que en muchos programas políticos se anuncia de reconstruir una banca pública. Es tal el retroceso ideológico de la sociedad y de la izquierda con el neoliberalismo que ni cuando surgen conmociones de este tipo se recuerda que históricamente la aspiración de una banca pública poderosa ha sido una reivindicación, incluso una práctica, común en otros tiempos.

Desde luego, el tema del Popular no está cerrado, aunque se pretenda por parte del gobierno darle carpetazo formalmente, por los perjuicios causados a unos 300.000 accionistas, y las irregularidades que de nuevo se han cometido, permitiendo o facilitando ampliaciones de capital con informaciones falsas sobre la situación financiera real del banco, incluidos los famosos análisis de estrés europeos. Las instituciones reguladoras y de control no sólo es que miran para otro lado haciendo caso omiso de sus responsabilidades, sino que alimentan las estafas financieras que se fraguan al amparo de la ignorancia y opacidad que cubren el mundo financiero.

Crisis pasada o futura

Desde el punto de vista político general, la cuestión clave que plantea el caso singular del banco Popular es si se debe inscribir en la estela de la gran crisis financiera padecida desde 2008 o si, por el contrario, es un relámpago anunciador de otras peligrosas tormentas por llegar. Mi opinión es que están pendientes enormes convulsiones y episodios de emergencia, a partir de tener en cuenta la situación de nuestro país como la más general de la situación financiera mundial.

Toda la seguridad propagandista que emite el gobierno sobre la solidez y solvencia del sistema financiero queda en entredicho por lo que ha ocurrido con el Popular, que ya se extiende a otras entidades, como es el caso de Liberbank. Los datos son imprecisos, pero se sigue reconociendo que los bancos siguen ocultando en sus balances decenas de miles de millones de activos tóxicos inmobiliarios, quizás algunos centenares de miles, que aún no han digerido a pesar del entramado institucional que se ha creado para aliviarlos de la carga destructiva que representan.

Por otra parte, todo el sistema bancario ha gozado en los últimos años de una evolución excepcional determinada por ser el canal fundamental por el que el Estado se ha financiado emitiendo cientos de miles de millones de euros hasta alcanzar la deuda pública el 100% del PIB y por el que el BCE ha inyectado liquidez a la economía con respaldo de esa deuda. Un circuito extraño, beneficioso para la banca, generado en un contexto de tipos de interés del BCE mínimos, o nulos, que tarde o temprano tendrá que acabar. Si la crisis de los bancos ha puesto en jaque al Estado hasta aquí, será el endeudamiento que ya alcanza el Estado el que ponga en jaque el equilibrio de los bancos ahora.

Alardear de los contribuyentes quedan descargados de los costes de intervención en el caso del Popular no se compadece con el hecho de que el Estado ha gastado en el mantenimiento del sistema financiero decenas de miles de millones de euros que y es una osadía porque aún no se sabe cómo acabará esta historia. Por no referirse al endeudamiento general que padece toda la economía española, incluidos los pasivos exteriores, por la que se convierte en uno de los países más vulnerables del mundo.

Convendría no olvidar que al final de 2016, después de 8 años de crisis, quiebras y reajustes financieros, los pasivos entre las empresas, las instituciones financieras, las Administraciones Publicas y los Hogares ascendía a 7,8 billones de euros, a los que sumar otros 2,6 billones de pasivos con el exterior de esos agentes. En 2009, esas cifras eran respectivamente de 7,7 billones y 2,3 billones, dejando de manifiesto que la carga explosiva del endeudamiento sigue intacta, e incluso algo más peligrosa por el aumento de los pasivos con el exterior.

Pero más importante aún. Destacados y solventes analistas vienen anunciando la proximidad de otra crisis financiera mundial cuya intensidad, sostienen, superará la que hemos conocido recientemente.

Las propias instituciones financieras internacionales deslizan sutilmente su preocupación por la situación existente. Como se sabe, la práctica de inyectar liquidez en cantidades desorbitadas por parte de la FED y el BCE ha sido el medio para detener la consecuencia incontroladas de la crisis.

La liquidez generada ha detenido su propagación pero al mismo tiempo ha multiplicado los riesgos de que sobrevengan convulsiones más graves. Si ello ocurre, por los múltiples factores de inestabilidad existentes, incluidos los políticos, no cabe pensar que el sistema financiero español quedará indemne, puesto que, como se ha resaltado, la economía española en términos de su endeudamiento global no se ha corregido, manteniendo todo el sistema una vulnerabilidad muy elevada.

Después de todo, se admite que la evolución entre los flujos financieros de la economía globalizada y los flujos de intercambios reales de bienes y servicios han cobrado una desproporción disparatada e insostenible, cualesquiera que sean las comparaciones. Como la evolución del volumen de los activos y pasivos financieros mundiales no guarda relación alguna con el crecimiento del PIB real del mundo. La economía productiva opera dentro una burbuja financiera que tendrá que desaparecer antes de que el capitalismo pueda normalizarse y emprender otra fase. Se ha de destruir mucho capital ficticio y especulativo para sanear economías, pero eso no acaecerá sin grandes traumas, tensiones y conflictos.

El caso del banco Popular nos pone un ejemplo perfecto de lo que tendrá que ocurrir: de la noche a la mañana todos los poseedores de acciones y bonos convertibles del banco han perdido todo su capital. Generalizar los problemas y angustias que sufren los afectados por la crisis del Popular nos puede servir de imagen de lo que está por suceder a otra escala.

Pedro Montes, economista.

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LA MUERTE DE IGNACIO ECHEVARRÍA. AYUDAR A UN SEMEJANTE SIEMPRE ES LOABLE, PERO POR QUÉ EN ESTA SOCIEDAD TODO TIENE QUE ESTAR ADEREZADO CON UNA MENTIRA?



Ignacio Echeverría no auxilió a una mujer en el ataque, sino a un policía   
        
Ignacio Echeverría no auxilió a una mujer en el ataque, sino a un policía
© Proporcionado por ABC

Ignacio Echeverría no auxilió a una mujer en el ataque, sino a un policía
La familia del español Ignacio Echeverría ha desvelado hoy que el fallecido durante el atentado de Londres intentó ayudar a un Policía londinense y no a una mujer, como habían relatado en un principio.

En declaraciones a Efe, el hermano de la víctima Joaquín Echeverría ha explicado que su familia decidió cambiar la historia cuando aún no conocía el estado de Ignacio y estaban preocupados por "futuras venganzas" hacía él. «Nos preocupaba que los yihadistas fueran a buscarlo a su casa o al trabajo, en el caso de que estuviera vivo», ha añadido.

Según Joaquín Echeverría, los amigos de Ignacio les contaron lo sucedido en la mañana siguiente al atentado y mientras le buscaban por los hospitales de Londres. «Ellos vieron a lo lejos que los terroristas estaban acuchillando a una mujer, cuando les adelantó un policía con porra que cayó fulminado en el momento», ha agregado el hermano de Ignacio Echeverría.

Según el relato de sus amigos, al mismo tiempo que el agente iba hacia los terroristas, Ignacio Echeverría se bajó de la bicicleta en la que circulaba para auxiliar al policía. «Pensamos que Ignacio vio al agente correr y fue ayudar al policía para detener a los tres terroristas y que no siguieran atacando», ha explicado Joaquín Echeverría. «Exactamente no estaba socorriendo a la mujer -ha aclarado-, pero sí que estaba intentando detener el ataque», ha asegurado a Efe el hermano de Ignacio Echeverría.

Joaquín ha insistido en que difundieron la historia de la defensa de la mujer sólo para "proteger a Ignacio". «Sabemos que paró a los terroristas el tiempo que duró para mantenerlos a raya. Unos 40 segundos estuvo luchando con ellos esperando a que llegaran más policías», ha concluido.

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REVOLUCIÓN RUSA Y SOCIEDAD DE TRANSICIÓN



Lenin y Trotsky frente a la burocracia y a Stalin

http://www.vientosur.info/IMG/arton12143.jpg?1485348263
 
 
Eric Toussaint
VIENTOSUR
25/01/2017
 
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La construcción de una sociedad de transición al socialismo se plantea de forma cuadrangular
En primer lugar, los marxistas y el problema de la sociedad de transición entre el capitalismo y el socialismo: cuando los bolcheviques se vieron confrontados a la construcción de un Estado obrero a partir de la insurrección de octubre de 1917, tenían muy pocas bases teóricas sobre las que apoyarse en esta materia. Era efectivamente la primera experiencia histórica, práctica, a gran escala, de tentativa de construcción de una sociedad socialista.
Había escritos marxistas que abordaban los problemas de la transición, escritos de antes de 1917. Son los escritos de K. Marx y F. Engels, en particular la crítica del programa de Gotha y de Erfurt, y las lecciones sacadas por Marx, Engels y más tarde por Lenin, de la experiencia de la Comuna de París. Ésta representa la primera experiencia histórica de la “dictadura del proletariado”, aunque de corta duración y a una escala geográfica muy reducida, no especialmente comparable a la Rusia zarista. En fin , hay un libro extremadamente importante escrito por el propio Lenin durante el año 1917, “El Estado y la Revolución”. Dicho texto prolonga los análisis de Marx y propone un método de dirección política de la sociedad de transición pero no plantea el problema bajo el ángulo económico.
Segunda observación. ¿Cómo se veía hasta 1917 el problema de la transición entre el capitalismo y el socialismo, el problema de la dictadura del proletariado?
Éste estaba planteado de forma triangular por los marxistas de la época y en particular por Lenin. Triangular, en la medida en que ponía en presencia tres clases sociales esenciales: la burguesía, el proletariado industrial y el campesinado. Se trataba de realizar la alianza del proletariado y del campesinado para derrocar la dictadura burguesa. Esta alianza debía hacerse bajo la dirección del proletariado y debía ser mantenida tras la toma del poder si se quería a la vez combatir los vestigios del antiguo régimen, hacer frente a los ataques de la burguesía imperialista, realizar las tareas de la revolución democrática y emprender transformaciones socialistas.
Lenin reflexionó mucho sobre el problema de la alianza obrera y campesina. El escollo en ese esquema es que, en realidad, la construcción de una sociedad de transición no se plantea de forma triangular sino cuadrangular. A la burguesía, al proletariado y al campesinado se añade un cuarto actor: la burocracia. Ni Marx, ni Engels, ni Lenin, ni los demás dirigentes bolcheviques en el período inmediatamente posterior a la insurrección de 1917 se plantearon el problema de la burocracia como capa social que iba a jugar un papel específico autónomo en relación a las otras tres grandes fuerzas sociales.
Sin embargo, el problema de toda la sociedad de transición, es que la clase obrera aliada al campesinado no deberá simplemente combatir a la burguesía en el plano internacional y nacional, deberá igualmente combatir las deformaciones burocráticas. Y si éstas toman amplitud, deberá luchar contra la capa burocrática que se haya cristalizado. Para el período que va del año 1919 a 1923, se pueden encontrar una serie de textos de dirigentes bolcheviques que denuncian el burocratismo y la burocracia. Pero no se encuentra ningún análisis de la burocracia como capa, que cristalizándose, puede jugar un papel autónomo. En el seno de la “oposición trotskysta”, habrá que esperar a 1928 para que se escriba un texto que analice la burocracia bajo este ángulo. Se trata del famoso texto de Christian Rakovsky titulado “Los peligros profesionales del poder”.
LOS CINCO PRIMEROS AÑOS DEL ESTADO OBRERO SOVIÉTICO
Cinco años después de la revolución, en 1922-1923, hubo una gran reflexión a propósito de los problemas del burocratismo y de la forma de combatirlo. Fue sobre todo el principal dirigente del partido, Lenin, quien planteó la cuestión de las deformaciones burocráticas de forma sistemática e intentó aportar una serie de soluciones precisas. El burocratismo es también denunciado por tendencias minoritarias en el partido bolchevique, en particular por la Oposición Obrera (desde 1920-1921) y por la Tendencia del Centralismo Democrático.
¿Qué ocurrió en los cinco primeros años del Estado obrero soviético? El nuevo Estado se encuentra a la cabeza de un país que cuenta con una mayoría aplastante de campesinos. En el momento de la revolución, no hay más que 3 millones de obreros industriales y 5 años después, ya solo son 1,2 millones aproximadamente.
Lo que aporta la revolución a la mayoría campesina, es el acceso a la tierra; la daban a quienes la trabajaban. El campesinado no se organizó por tanto en las granjas de Estado o en cooperativas. Está esencialmente compuesto de 25 millones de familias campesinas, cada una de las cuales cultiva su parcela de tierra. Los asalariados agrícolas son poco numerosos; las granjas del Estado y las cooperativas solo representan un poco menos del 2% de las tierras cultivadas.
Entre 1917 y 1922, la política económica soviética pasa por tres fases:
La primera fase permite iniciar las transformaciones socialistas mediante incursiones “despóticas” en el terreno de la propiedad privada, por parafrasear a Marx. En la situación de Rusia, esto implica la transferencia de la tierra a la nación y su atribución en usufructo a quienes la trabajan, la nacionalización del crédito y de los bancos, la instauración del monopolio del Estado sobre el comercio exterior, la generalización del control obrero, el repudio de la deuda externa... Lenin, en un discurso al congreso extraordinario de los soviets del 4 de diciembre de 1918, enumera algunas de las medidas citadas más arriba afirmando explícitamente su carácter socialista: “Esta revolución es socialista. La abolición de la propiedad privada de la tierra, la introducción del control obrero, la nacionalización de los bancos son otras tantas medidas que llevan al socialismo. No es aún el socialismo, pero son medidas que nos llevan a él a pasos de gigante. No prometemos a los campesinos y a los obreros un país de jauja de un día para otro, pero decimos: la alianza estrecha de los obreros y de los campesinos explotados, la lucha firme, sin desfallecimiento, por el poder de los Soviets nos conducen al socialismo” (Lenin, Obras Elegidas, tomo 2, p. 508-509).
El carácter radical de las medidas tomadas desde el día siguiente de la toma del poder no implica de forma alguna en el espíritu de los bolcheviques ilusión alguna sobre la posibilidad de instaurar rápidamente el socialismo en Rusia. Consideran, al contrario, que Rusia no puede alcanzar el socialismo más que con la ayuda de los proletariados de las principales potencias imperialistas de la época, comenzando por el proletariado alemán. Por otra parte, los bolcheviques consideran que, durante una fase transitoria, es necesario mantener un importante sector privado, incluso capitalista, a nivel industrial y comercial. Pero este esquema de partida será rápidamente abandonado, en menos de un año, porque el imperialismo y la contrarrevolución interior desarrollan a un ritmo acelerado una política de agresión exterior y de guerra civil. Por ejemplo, las condiciones puestas por Alemania para la conclusión de la paz de Brest-Litovsk debilitan terriblemente la economía soviética/1.
El tratado de Brest-Litovsk es ratificado entre Alemania y la Rusia soviética en marzo de 1918. Se trata de una paz separada entre estos dos países mientras la guerra continúa en el resto de Europa hasta noviembre de 1918. El precio pagado por la revolución para obtener la paz es la pérdida de un tercio de la población, de un tercio de las tierras cultivadas, de la mitad de la industria y del 90% de las minas de carbón en actividad. Ucrania es sustraída a la Rusia soviética cuando representa el 75% de la producción de carbón, los 2/3 de los minerales de hierro, el 80% del azúcar, el 75% del manganeso, el 90% del grano exportable, los 2/3 de la sal.
En el plano interior, se asiste a un sabotaje sistemático por parte de la burguesía industrial. Los patronos decretan “lock out” en las fábricas, en particular en las que los obreros aplican el control obrero. Hay que saber que uno de los primeros decretos del poder soviético prevé la generalización de la posibilidad del control obrero. El “lock out” patronal y la voluntad de los trabajadores de ver expropiar a los patronos llevan a la dirección soviética a nacionalizar la mayor parte de las fábricas en julio de 1918.
Bajo la presión de la agresión imperialista y de la contrarrevolución interior, la dirección bolchevique decide entonces pasar al comunismo de guerra, invirtiendo todo el esfuerzo económico en el apoyo a la guerra y esto, con una economía que está ya en una situación desastrosa a causa de las pérdidas debidas al tratado de Brest-Litovsk. Para dar un ejemplo de lo que esto implicaba, en 1920, el Ejército Rojo absorbía el 50% de la producción industrial, el 60% del azúcar, el 40% de los suministros de grasa, el 90% de los calzados para hombre, el 40% del jabón y el 100% del tabaco.
La política llamada del comunismo de guerra crea ciertas ilusiones en una parte de la dirección bolchevique. Como el poder soviético está obligado a dirigir con una mano de hierro toda la economía, es llevado a suprimir los intercambios monetarios entre la industria y el campo. En el campo se procede a requisiciones de trigo para alimentar a las ciudades y el ejército. En las ciudades se retribuye a la clase obrera directamente en especies. Esto produce en una parte de la dirección bolchevique (Bujarin, Preobrazensky) la idea según la cual ya se está pasando a formas de intercambio de tipo socialista pues la moneda está casi suprimida.
Pero es naturalmente una forma de socialismo de la miseria en el que se reparten raciones de hambre. No es en absoluto vivible a largo plazo. Y en cuanto, en el plano militar, el Ejército Rojo logra vencer a la contrarrevolución (finales del año 1920-comienzos de 1921), se abre inmediatamente un debate en la dirección bolchevique a fin de adoptar otro esquema de desarrollo económico. No se tiene ya necesidad de dirigir todo el esfuerzo hacia la guerra, se pueden plantear las cuestiones del desarrollo económico, más exactamente, de la recuperación económica. En efecto, tomando como índice 100, la producción de la gran industria en 1913, ésta ha caído en 1920 ¡al nivel 18! Se trata pues de recuperar suavemente la pendiente de la producción.
Lenin, siguiendo a Trotsky, propone la nueva política económica (NEP) que dice en sustancia: “Ahora hay que realizar una retirada. La presión bajo la que hemos puesto al campesinado con las requisiciones, etc. no puede continuar más. Es preciso convencer al campesinado de que aumente la producción de forma voluntaria. Nosotros suprimimos las requisiciones y las reemplazamos por un impuesto en especies. Permitimos al campesino que venda el excedente de su producción agrícola y relanzamos un comercio privado”. Es una retirada en relación a los primeros años de la revolución porque el poder soviético hace concesiones a los campesinos privados medios y al comercio privado. El propio Lenin dice que esto va a introducir una dinámica muy peligrosa.
Una dinámica de economía privada, una dinámica de renacimiento de la acumulación privada que podría transformarse en acumulación capitalista en el interior de la sociedad de transición. Pero este retroceso continúa, es absolutamente necesario por un período temporal. El tiempo de consolidar la alianza entre la clase obrera y el campesinado.
Estos son, resumidos de forma simplificada, los tres estadios de política económica que se sucedieron a partir de 1917.
En 1921-22 se conoce una situación muy particular para una sociedad que quiere construir el socialismo bajo la dirección de la clase obrera. En efecto, ésta no cuenta más que con 1,5 millones de trabajadores industriales, mientras que el ejército cuenta con 5,5 millones de miembros (que acaban de ser desmovilizados).
El aparato de los funcionarios cuenta con casi 6 millones de miembros y recordemos que el campesinado está compuesto esencialmente por 25 millones de familias.
El cuadro siguiente presenta la evolución numérica de las familias campesinas y de los asalariados agrícolas, de los obreros industriales, del ejército y el aparato de los funcionarios entre 1917 y 1922:
Obreros industriales
Ejército
Funcionarios de las instituciones soviéticass
Familias campesinas
Obreros agrícolas
1917
3.024.000
50.000 (guardias rojos)
-
2.000.000
1918
2.486.000
800.000
114.539
18.000.000
1919
2.035.000
3.000.000
529.841
34.000
1920-21
1.480.000
5.500.000
5.880.000
24.000.000
1922
1.243.000
La muy fuerte caída del número de obreros en las fábricas se explica por la contribución enorme aportada por éstos al esfuerzo de defensa del Estado obrero, al haberse alistado masivamente en el Ejército Rojo.
Por otra parte, una parte importante de los obreros entró en el nuevo aparato del Estado soviético. Esta debilidad del proletariado industrial no constituye una base de partida favorable al desarrollo de una sociedad socialista. Tanto más en la medida en que las consecuencias de la guerra civil añadidas a las de la Primera Guerra Mundial han marcado terriblemente a la población del Estado soviético. Cerca de 8 millones de personas murieron durante la guerra civil, de ellas más de 7,5 millones a causa del hambre, el frío y las epidemias, contra 350 000 muertos en combate. El número de muertos durante la guerra civil es superior al de los muertos durante la guerra de 1914 a 1918 en Rusia (alrededor de 7 millones).
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