Marx y Mariátegui: entre
trabajadores e indígenas
Rebelion
05/08/2025
Fuentes: Rebelión
La revolución
de independencia de los Estados Unidos (1776) y, ante todo, la Revolución
Francesa de 1789, han sido consideradas como hechos que marcan el inicio del
capitalismo y de la democracia burguesa. Karl Marx (1818-1883) estudió a fondo
ese nuevo modo de producción, que se extendió por los principales
países de Europa. A partir de estos procesos y del análisis que hizo de la
Comuna de París de 1871, comprendió que el proletariado era la
clase conductora de la revolución que acabaría con el
capitalismo para dar inicio a una nueva sociedad. Consideró que las condiciones
materiales (económicas) y sociales para ese cambio revolucionario estaban
maduras en países como Inglaterra y Alemania. Pero en la última fase de su
vida, cuando se dedicó a los estudios sobre Rusia y el colonialismo, observó
que los procesos revolucionarios igualmente podrían producirse en cualquier
país, al madurar las condiciones históricas de su lucha de clases.
Sin embargo,
los estudios de Marx sobre América Latina fueron escasos, por más que visualizó
su situación colonial y de dependencia. Prácticamente nada llegó a conocer
sobre la vida de las poblaciones indígenas de su tiempo, aunque estudió el
mundo azteca e inca; y tampoco se adentró en las clases trabajadoras de la
región. Esto no invalida sus geniales descubrimientos de las leyes que rigen al
capitalismo, los criterios acerca de las democracias burguesas y las
posibilidades de la revolución proletaria.
En América
Latina fue el peruano José Carlos Mariátegui (1894-1930) el primero en extender
la teoría marxista a la comprensión de las condiciones específicas del
desarrollo económico y social de la región y, en particular, en países andinos
como Perú, con enorme presencia de población indígena. Mariátegui sostuvo que
el socialismo peruano no debía ser “ni calco ni copia sino creación heroica”
y abogó por un “socialismo indoamericano”. Sus conceptos derivaban del
profundo estudio de la historia y las realidades peruanas en el marco del
capitalismo de su época, comprendiendo que el marxismo no tenía fórmulas
absolutas ni acabadas, sino que era, ante todo, una teoría y
un método para estudiar la realidad, como claramente lo había
subrayado Marx en su prólogo a El Capital. Esa visión también fue
cultivada mientras permaneció exiliado en Italia, donde encontró un marxismo
muy creativo, una serie de paralelismos entre la región meridional italiana y
la sierra peruana, quedó impactado por el ambiente cultural y político del
país, asistió a la fundación del Partido Comunista de Italia (1920) y se empapó
con las ideas de Antonio Gramsci (1891-1937).
Al regresar a
su país (1923) Mariátegui organizó el Partido Socialista del Perú (1928,
después P. Comunista). Tenía claras sus concepciones y las expuso en su obra
magna 7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana (https://t.ly/E4YLO). Las relaciones semi feudales, todavía
vigentes en el naciente capitalismo, determinaban la vía específica del
socialismo para su país y el potencial revolucionario de los indígenas, cuyo
problema no era el de una “etnia oprimida”. Los indígenas formaban parte
del proletariado rural junto a los campesinos y era vital su
reivindicación sobre las tierras para dar fin a la propiedad latifundista de
origen colonial. En las comunidades indígenas radicaba una
raíz ancestral: “El comunismo no es para el indio una teoría exótica. Es una
reminiscencia, una tradición”. Sin embargo, cabe entender que ese
“comunismo” visualizado por Mariátegui no arrastra ni puede implantarse sobre
el resto de la sociedad, ya que solo tiene una matriz histórica indígena. En
todo caso, fueron tesis que le ocasionaron problemas con la III Internacional
Comunista (Komintern, 1919) de Rusia, que solo admitía la lucha de clases con
“dictadura del proletariado”. Sin embargo, Mariátegui coincidió con Marx quien
igualmente advirtió las potencialidades revolucionarias de la comunidad
rural rusa, como lo señaló en la carta a Vera Zasulich (1881), un asunto
que también fundamentó las tesis del genial ideólogo peruano (https://t.ly/mkQ9-).
Desde Marx y
Mariátegui, el capitalismo de los siglos XX y XXI ha adquirido nuevas
características. El proletariado y las clases medias están ampliamente
diversificadas. Los indígenas latinoamericanos han alcanzado indudable
presencia reivindicando la identidad de sus nacionalidades y pueblos. Tienen
organizaciones sólidas y con evidente fuerza política. Las Constituciones de
2008 en Ecuador y 2009 en Bolivia reconocen Estados plurinacionales. Varios
líderes indígenas han triunfado en elecciones para gobiernos seccionales y en
Bolivia Evo Morales ocupó la presidencia (2006-2019). Hay sectores que se
identifican como “mariateguistas” y reivindican al movimiento indígena como una
fuerza de izquierda. Pero también existe una “burguesía indígena”, como en
Ecuador.
Pero este
posicionamiento no ha implicado una misma vía histórica. Destaco el ejemplo de
Ecuador. El movimiento de los trabajadores, otrora dividido, logró constituir
el Frente Unitario de Trabajadores (FUT), que libró importantes huelgas
nacionales, con amplio apoyo general, durante la década de 1980. Su repliegue
se acentuó desde los 90. En cambio, tomó fuerza el movimiento indígena
encabezado por la CONAIE (1986) y su partido Pachakutik (1995), que adquirieron
notable presencia e importancia al enfrentar las políticas neoliberales y
realizar contundentes movilizaciones con respaldo social. Sin embargo, tras
romper con el progresista gobierno de Rafael Correa (2007-2017), varios líderes
de las centrales sindicales y del movimiento indígena asumieron las posiciones
del anticorreísmo inculcado por las derechas políticas.
Lastimosamente, desde 2018 también amplias “bases” de las dos fuerzas sociales
más importantes de Ecuador fueron influidas por ese posicionamiento,
respaldando al gobierno de Lenín Moreno (2017-2021) e incluso dando su voto
electoral a favor de G. Lasso (2021-2023) y D. Noboa (2023-hoy). Los tres
mandatarios restauraron el modelo neoliberal empresarial-oligárquico, consolidando
la segunda época plutocrática del país. De modo que, en el
presente, el movimiento obrero carece de fuerza social y representatividad
política y el movimiento indígena ha sido seriamente afectado en su antiguo
prestigio. Se ha alimentado un retroceso conservador, sin perspectivas de
solución en corto tiempo.
El problema
planteado obliga a volver sobre Marx y Mariátegui. El fundador del marxismo
observó el papel revolucionario del proletariado. Pero hoy toca considerar que
los trabajadores son una fuerza social que no se resume en el proletariado
industrial sino en múltiples actividades económicas basadas en el trabajo
asalariado. Y, de su lado, Mariátegui nunca privilegió al sector indígena como
única fuerza revolucionaria, sino que tuvo en claro que el socialismo peruano
tendría que unir al proletariado y a los indígenas, abogando por la
convergencia entre el campo y la ciudad. Precisamente en 1929 fundó la
Confederación General de Trabajadores del Perú contando como base a los
proletarios industriales, la fuerza que en el marxismo clásico es central para
la superación definitiva del capitalismo, pero sin dejar de considerar a los
indígenas.
En el presente
histórico es evidente que trabajadores e indígenas tienen el desafío de unir
fuerzas para hacer viable un proyecto de cambio social. La revolución, como la
previeron Marx y Mariátegui, es un proceso en construcción y que requiere de la
conciencia política de las clases llamadas a impulsarla. Marx siempre estuvo
muy claro: “La emancipación de las clases obreras debe conquistarse por las
clases obreras mismas”. Así lo escribió en el Preámbulo a las
Reglas de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) fundada en
1864. Nadie puede hacer transformaciones a nombre de otros. O dicho al estilo
latinoamericano: “solo el pueblo salva al pueblo”.
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