miércoles, 19 de marzo de 2008

ZOOLOGICAMENTE HABLANDO

El gato y el burro, por la inteligencia que muestran tener, son los dos animales que más me gustan, y por tanto, a los que más cercanos siento.
Al gato desde que le cayó el caldero de agua hirviendo por encima, cosa que le puede pasar al más pintado, no se acerca ya ni al agua fría. Vamos, que no se acerca ni atado, por si acaso.
El burro es algo más flexible. Es capaz de tropezar dos veces con la misma piedra, pero a la de tres, o sea, a la tercera, se ve que el burro piensa: “bueno está lo bueno, pero por tercera vez va a tropezar con la misma piedra quien quiera, que yo no.” Y no tropieza, lógico.
Y por estos dos apreciadísimos amigos míos, el gato y el burro, empieza mi gato-burro dilema, que no sé si adscribirme a la pandilla de uno u otro, para dejar de pertenecer a la banda esta de los ciudadanos libres y democráticos, cuando en realidad no soy otra cosa que un súbdito, en el mejor de los casos, con la panza medio llena, atado a los intereses y en función de la voluntad de cuatro cascarillas del capital, los que tienen sumidos en la miseria material a un tercio de la humanidad, y con el agua de la simpleza, la pobreza intelectual y la chabacanería social hasta los ojos a todo el planeta.
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