Guerra híbrida y filtraciones
Por Carlos Fazio
Rebelión / EE.UU., México, Venezuela
13/11/2025
Fuentes: La
Jornada
México y
Venezuela reúnen, en la coyuntura, algunos elementos comunes y también grandes
diferencias. Los dos son países poseedores de petróleo y otros recursos
geoestratégicos disputados por Estados Unidos y China, y con distintos grados
de intensidad y proyección situacional, ambos son objeto de una difusa guerra
híbrida de Washington, que combina disuasión, presión psicológica y preparación
bélica.
Otro eje común
es que, aunque encarnan proyectos político-ideológicos disímiles: con inflexión
al socialismo en el caso venezolano y de corte nacional popular
neodesarrollista en el mexicano, e integran alianzas estratégicas
internacionales también diferentes (Venezuela con Rusia, China, Irán, Cuba y
Nicaragua, y México principalmente con Estados Unidos, en situación de
dependencia a través del tratado de libre comercio), tanto Nicolás Maduro como
Claudia Sheinbaum han sido sometidos a intensas y sostenidas acciones de poder
blando y duro por parte de Donald Trump.
Asimismo, desde
el comienzo de su segundo mandato, como comandante supremo de las fuerzas
armadas y principal propagandista de su estrategia, con la mira puesta en
Venezuela y México, Trump fabricó una matriz de opinión que asimila a los
cárteles de la drogas como organizaciones terroristas extranjeras (verbigracia,
Al Qaeda, ISIS, et al), una estrategia de fuerza extraterritorial
–incluida la militar– presuntamente para combatir al narcotráfico, pero que
adelantaba ya entonces la posibilidad de ataques aéreos letales con misiles y
drones, para asesinar de manera sumaria a civiles identificados como criminales
(sin exhibir pruebas), como ha venido ocurriendo en el Caribe y el
Pacífico.
La guerra
híbrida utiliza a distintos niveles toda clase de medios y procedimientos, ya
sea la fuerza convencional (por ejemplo, el actual cerco militar naval sobre
las costas de Venezuela), como la guerra irregular (golpe suave, guerra
económica, preventiva, jurídica [lawfare], de información, a las drogas,
contra el terrorismo, cognitiva, cultural, mediática).
Un componente
central de la guerra híbrida son las operaciones sicológicas (OpSic) y las
acciones encubiertas, como las autorizadas por Trump en Venezuela a la Agencia
Central de Inteligencia. Herramientas de las políticas de cambio de régimen,
las acciones encubiertas sirven para generar golpes de Estado, operaciones de
bandera falsa y desestabilizar y generar caos social y político sobre el
terreno por medio de distintos actores.
Para ello,
además de la CIA, Estados Unidos cuenta con otras 15 agencias de la llamada
comunidad de inteligencia (DIA, NSA, FBI, DEA, NRO y otras) y oficinas de
relaciones exteriores dependientes del Departamento de Estado (embajadas,
consulados, misiones ante organismos internacionales, etcétera).
Además de los
agentes encubiertos de la CIA plantados sobre el terreno, los principales
instrumentos injerencistas del Pentágono en el extranjero son los comandos de
élite de la Marina de Guerra (Navy SEALs) y la Fuerza Delta del Comando
Conjunto de Operaciones Especiales del Ejército. A su vez, para sus acciones
clandestinas en Venezuela y México, la CIA, la DEA, la DIA, el FBI reclutan
“activos nativos” (native assets) como informantes y operadores locales
(militares y elementos de los aparatos de inteligencia y seguridad del Estado,
políticos, periodistas, elementos del hampa, del narco, paramilitares,
mercenarios y un largo etcétera), que actúan como agentes de redes de espionaje
y/o generadores de violencia y caos, como en las guarimbas de la oposición
venezolana jefaturizadas por María Corina Machado y, eventualmente, bajo la
pantalla de los grupos de la economía criminal mexicanos, en ejecuciones simbólicas
desestabilizadoras, como la que acaba de cobrar la vida del alcalde de Uruapan,
Carlos Manzo, en Michoacán.
Otros elementos
esenciales y complementarios del accionar desestabilizador abierto y encubierto
de Washington en Venezuela y México son el empleo de tecnologías de última
generación (guerra cibernética) combinado con otros métodos de influencia como
la siembra de desinformación, propaganda blanca, gris y negra, y noticias
falsas (fake news) seguida de técnicas de repetición e intoxicación
sistemáticas y persistentes en los medios de difusión masiva hegemónicos.
Todas esas
modalidades híbridas –que incrementan las incertidumbres propias de la “niebla
de la guerra” y las misiones clandestinas– son precedidas por operaciones de
prensa que invariablemente se mantienen hasta el final, y a cada momento se
retroalimentan y proyectan de cara a la opinión pública.
Un ejemplo
típico de propaganda gris, que lleva el sello de las operaciones de
desinformación conjuntas de la CIA, el MI5 británico y el Mossad israelí, y
pudo ser manufacturada sobre el terreno por el embajador de Estados Unidos,
Ronald Johnson, viejo halcón de las acciones clandestinas, es la filtración al
periodista Barak Ravid (quien sirvió en la división de inteligencia israelí
Unidad 8200) del medio estadunidense Axios, amplificada urbi et orbi por
Reuters, sobre el supuesto intento de atentar contra la embajadora de Tel Aviv
en México, Einat Kranz Neiger, citando a un “funcionario estadunidense” que
habló bajo condición de anonimato.
Según Ravid, la
operación habría sido dirigida por una unidad de la Guardia Revolucionaria
Islámica, “que durante años ha reclutado agentes en toda América Latina desde
la embajada de Irán en Venezuela”. Desmentida por la Cancillería y la
Secretaría de Seguridad locales, la filtración tuvo como objetivo demonizar a
Irán, y enrarecer las relaciones entre Teherán, Caracas y México.

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