jueves, 13 de noviembre de 2025

Educar en la totalidad capitalista

 


Educar en la totalidad capitalista

 

Quique Badia Masoni

kaosenlared

Por Otros medios

13 de noviembre de 2025 


El debate ontológico en el marxismo, o sobre qué es lo que constituye nuestra realidad y de qué forma interactúan sus componentes, ha cobrado nueva vida tras la publicación de varias obras que lo abordan y con el centenario del nacimiento del filósofo Manuel Sacristán. Pero es en un libro de la militante comunista Ani Pérez, crítico con la llamada “educación alternativa”, donde se plantea con mayor elocuencia un interrogante con el que dar algunas respuestas a las cuestiones más urgentes del citado debate:

“(…) con respecto al término “intervención”, he de decir que desde hace tiempo me estoy cuestionando su uso, que parece presuponer una cierta exterioridad –que yo no suscribo– entre quien interviene y su objeto. Romper con cualquier forma de exterioridad es fundamental, pues de no hacerlo estaríamos asumiendo que el profesorado “crítico” está situado inicialmente fuera de las relaciones sociales que pretende transformar y, por lo tanto, como si no tuviera que transformarse a sí mismo en el proceso y permaneciera a salvo de cualquier crítica”.

Las falsas alternativas, segunda edición ampliada (Virus, 2023), pág. 43.

La nota al pie de Pérez plantea una pregunta relevante: ¿de qué manera se puede describir la subsunción de la actividad docente en una estructura concreta (la del capitalismo) y, a la vez, el innegable impacto que produce sobre el alumnado dicha actividad en particular? La solución que genera más consenso científico pasa por hacerlo en términos de relación de causa-efecto, aceptando que la labor del profesorado es causa primera (aunque no única) de los efectos de un determinado complejo de estructuras causales. Esta premisa choca contra la posición de aquellos que consideran al capital una totalidad indiferenciada –la postura menos defendible–, pero también contra los que, sin comprometerse con lo anterior, entienden que la determinación de las partes de un sistema puede ser simétrica o bidireccional y producto de contradicciones. Por definición, las relaciones causales son asimétricas: las causas siempre preceden a los efectos.

Atribuir poder causal a la actividad docente presupone al trabajo del profesorado una posición preeminente en los resultados académicos de un grupo de alumnos. Poca gente defenderá que este poder causal está al mismo nivel que los cambios en la política monetaria de la Reserva Federal de Estados Unidos, por poner solo un ejemplo. Al afirmar esto sobre la docencia se sobreentiende que, contra lo que sostienen algunos marxistas, no todo está relacionado con todo y al mismo nivel. Pero no es con esta asunción con la que pretende batirse este texto, pues ya ha sido suficientemente denostada.

Desarrollos recientes del marxismo han tomado prestados de la filosofía de la ciencia paradigmas como el mutualismo y los sistemas complejos de Edgar Morin. El primero se fundamenta en el emergentismo, una tesis que acepta que de una determinada estructura de partes emerge un todo con propiedades que no contenían sus componentes. Caso del agua, que contiene la capacidad de apagar un fuego, mientras que sus partes (hidrógeno y oxígeno) amplifican sus efectos. El mutualismo añade a la anterior posición la premisa de que la totalidad que emerge de una determinada estructura de interacciones entre componentes dispone de un poder causal propio que tiene efectos sobre sus partes. Algo así:

Representación de la afectación mutua entre una totalidad emergente y las partes en interacción en las que se origina (Lewin, 1993).

Søren Mau incorpora el mutualismo al marxismo, siguiendo el ejemplo de Andreas Malm, para describir como propiedad emergente la dominación impersonal del capitalismo y, más concretamente, a la coacción muda que generan sus relaciones de producción. Este marco permite explicar la dominación del capital sin darle a éste entidad de sujeto, pues explica que su poder sobre nuestras vidas es fruto de una determinada forma de organizar el trabajo. Otros autores, como Andrés Piqueras, remiten a las propiedades de la interdependencia, la recursividad, la retroalimentación y la mentada emergencia en los sistemas complejos de Morin, y señalan que en un futuro no muy lejano disciplinas como la cibernética, las ciencias cuánticas o de sistemas darán más proyección científica a la dialéctica marxista. Todos ellos, asumiendo que el desarrollo de los procesos sociales se da además mediante la secuencia dialéctica de negación, preservación y elevación.

Manuel Sacristán aportó otra pista con la que resolver el reto propuesto por Ani Pérez, en el prólogo al Anti-Dühring de Friedrich Engels de 1964: la noción de totalidades concretas, explicitada en los trabajos de Lenin. Pensar en el conjunto de relaciones causales (el sistema educativo) que capacitan a quien interviene (el profesor) como en una totalidad concreta y subsumida en una totalidad aún mayor que la contiene (el capitalismo) permite dibujar la relación que va del profesorado al estudiante (producto a su vez de otra totalidad concreta, formada por la familia o el barrio y sus condiciones materiales) como una relación externa a esta segunda totalidad (la que envuelve al estudiante), atravesada a su vez por la coacción muda del modo de producción capitalista. Algo así, siendo el círculo más grande el modo de producción capitalista, cada uno de los puntos de colores las totalidades concretas que lo componen y las líneas conectoras sus interacciones:

Representación de una interacción de partes subsumidas en una totalidad.

Pero Sacristán discrepaba en una cuestión esencial con Malm, Mau y Piqueras: él consideraba que la dialéctica era poco más que un “estilo intelectual” y una fuente de “metáforas precientíficas”, algo que se agregaba a su adhesión a la lógica clásica y su rechazo a las lógicas que aceptan algún tipo de contradicción. Los hitos más avanzados para formalizar la dialéctica en la actualidad se basan en los trabajos de Graham Priest y Elena Ficara, que fundamentan esta tentativa de formalización en la asunción de dos tipos diferentes de lógicas paraconsistentes. Sin entrar muy en detalle, son lenguajes lógicos que no tienen como premisa el principio de explosión, o de que de una premisa falsa se sigue cualquier cosa. Esto permite a quien usa estas lógicas expresar un movimiento de negación (mediante la contradicción), preservación (de dicha contradicción) y elevación (el surgimiento de una nueva propiedad).

Es posible ser fieles a Manuel Sacristán y defender que de las consecuencias aparentemente contraintuitivas de asumir la lógica clásica, que no acepta la contradicción, pueden surgir marcos explicativos con los que fundamentar la noción mutualista y a la vez hacer redundante la dialéctica. Timothy Williamson, en particular, basa su ontología y su método filosófico en la lógica modal de inferencia clásica, lo que le obliga a aceptar el necesitismo, o la idea de que todo lo posible existe de forma necesaria (eso es, en toda situación contrafáctica imaginable), pero que otra cosa es que sea concreto en el mundo actual.

Para entender la utilidad del necesitismo y su encaje en el paradigma mutualista es preciso introducir el concepto de capacidad de Nancy Cartwright. Por “capacidad”, según esta autora, hay que entender la potestad de un determinado objeto (evento o forma social) de provocar cambios en el mundo, como por ejemplo la aspirina, que es capaz de curar un dolor de cabeza. Otros filósofos como Giacomo Giannini plantean que la idea de capacidades no manifestadas pide alguna forma de necesitismo, pues, partiendo del citado ejemplo de la aspirina, para que su capacidad se manifieste alguien debe sufrir dolor de cabeza e ingerirla. En resumen, que la capacidad curativa del fármaco es necesaria para que sea considerado como tal, pero debe darse una determinada circunstancia para que se exprese. Puede pensarse en las capacidades como en disposiciones y en este marco explicativo como en un prisma similar al del esencialismo neoaristotélico que refiere César Rendueles en su último libro, A la sombra de Marx.

Con este esbozo de aparato conceptual ya es posible caracterizar las totalidades concretas de Sacristán y aterrizarlas en el caso expuesto por Ani Pérez. Se puede afirmar que enseñar a otros es una capacidad necesaria (y por lo tanto consustancial) del ser humano que se expresa en una estructura social concreta: la que permite la escolarización y los estudios universitarios para capacitar a docentes en sociedades organizadas para la reproducción y ampliación sistemática del conocimiento. Bajo este marco, la capacidad de enseñar emerge de una interacción de componentes en una totalidad concreta subsumida en otra totalidad mayor, que determina los fines de la referida reproducción: en el capitalismo, la preservación de la tasa de ganancia en los negocios de la burguesía. Esta descripción permite, pues, dibujar una relación de exterioridad entre docentes y alumnado que no obvia el contexto sistémico en el que se ubican ambas totalidades concretas.

La contradicción de la labor del profesorado, tal y como la expresaba la tradición marxista, se operacionaliza bajo este marco de la siguiente manera: el profesor, en tanto que objeto parte de un todo, contiene, por lo menos, dos capacidades, i) la de reproducir la valorización del capital mediante la producción de sujetos funcionales a las necesidades del capitalismo y/o ii) la de generar las condiciones para la liberación de los estudiantes del yugo de las relaciones de producción. En este modelo, una u otra o las dos capacidades se expresan en una determinada configuración causal-estructural, cambiando la identidad del docente en función de los poderes causales que lo atraviesan. Es una forma de expresar en lenguaje matematiforme la idea proferida por los compañeros de Café Marx de que “la sociedad [y las partes que la componen] es, precisamente, un conjunto de relaciones contradictorias, no una suma de partes o de conjuntos ya establecidos”.

El aquí expuesto no es un debate ocioso, pues permite clarificar las tareas de un proyecto socialista. Así, en la ontología y en el método referido la pregunta podría ser: ¿cuál es la estructura causal que permite la emergencia de la coacción muda? Søren Mau responde a esta pregunta que es de una estructura de unidades de producción descentralizadas y en competencia que se nutren de la fuerza de trabajo del proletariado en una sociedad de clases de donde emerge esta propiedad indispensable para la dominación capitalista. Pero de esta asunción se sigue lógicamente que existen otras formas sociales en las que la mentada coacción no emerge. Un análisis riguroso bajo este marco es el que identificaría qué apuestas hay que llevar a cabo en cada una de las totalidades concretas que constituyen el capitalismo para que el control racional de todo lo que afecta nuestras vidas se materialice.

En un artículo que publiqué recientemente, en el que entraba en más detalle en la propuesta aquí defendida, señalaba esta cuestión, relevante en el análisis de los fenómenos sociales:

“Stuart Glennan (Glennan, 2023) indica que para que esta [emergencia mutualista] se dé deben concurrir los siguientes elementos: dependencia, autonomía, novedad y holismo. Así pues, para Glennan, la propiedad emergente se construye en una relación de dependencia con las partes de las que emana, y el fenómeno emergente, para ser considerado tal, debe de ser relativamente autónomo de la fuente que lo origina; disponer de características nuevas y, por lo tanto, ser algo más que la suma de las partes. La hipótesis aquí defendida es que el poder causal de la totalidad concreta emergente permite la manifestación de ciertas capacidades. Gillett sostiene que las totalidades concretas tienen efectos sobre otras totalidades de la misma naturaleza mediante relaciones horizontales densas. Pero también reconoce la existencia de relaciones verticales y más «delgadas» entre algunas capacidades de la totalidad concreta y las capacidades de alguna de las partes”.

La relación entre el docente y el sistema educativo es de dependencia, pero no está claro que la totalidad concreta que emerge de su actividad opere de forma autónoma ni aporte novedades respecto a la acción de las partes. De ahí que considere fructífero el análisis que surge del modelo propuesto, pues permite aislar los elementos autónomos y nuevos que surgen de una determinada estructura de interacciones y reflexionar sobre qué es lo que las propicia, a la vez que nos posibilita a los comunistas pensar en qué hay que hacer para que no emerjan propiedades como la coacción muda en ámbitos como el de la educación.

Viento sur

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