Diez formas de robar a la
clase obrera
DIARIO OCTUBRE / noviembre 13, 2025
Kike Parra (Unidad y Lucha).— Bajo la lógica capitalista, la relación entre la
burguesía y el proletariado, a pesar de que la fuerza de trabajo constituye una
mercancía, no es una mera transacción comercial equitativa. Es, en su esencia,
una relación de explotación estructural. La acumulación de capital no se genera
por arte de birlibirloque, sino a través de mecanismos de extracción de valor y
riqueza de quienes la producen: la clase trabajadora.
Esta lista no
constituye «numerus clausus» y menos un orden jerarquizado. Desgranamos
diez formas habituales en que el sistema roba a la clase obrera, consolidando
su dominación.
1. La
plusvalía: la piedra angular.
La plusvalía es
el mecanismo fundacional. Según la teoría del valor-trabajo de Marx, el valor
de una mercancía lo determina el tiempo de trabajo socialmente necesario para
producirla. El capitalista compra una mercancía muy peculiar: la fuerza de
trabajo del obrero. Su «valor» es el costo de su subsistencia y reproducción
(comida, vivienda, etc.). Sin embargo, la fuerza de trabajo tiene la capacidad
única de crear más valor del que cuesta mantenerla.
Si un
trabajador produce su salario en 4 horas, pero trabaja 8, las 4 horas restantes
son trabajo excedente, plusvalía, la fuente primaria de beneficio. Es el robo
legalizado y sistematizado por excelencia.
2. Expolio
salarial.
Más allá de la
plusvalía estructural, el capitalista busca apropiarse de parte del trabajo
necesario (el de su mantenimiento y reproducción), pagando por debajo de su
valor. Salarios que no alcanzan para la canasta básica, extensión encubierta de
la jornada laboral, impago de horas extras… Esto constituye un robo doble:
intensifica la explotación, pero además, desde la propia «justicia» burguesa,
se viola su propio contrato legal.
3. Impuestos
indirectos vs. directos.
El Estado
burgués, lejos de ser neutral, es un Consejo de Administración de los asuntos del
Capital. Aunque los impuestos directos (sobre la renta) se idearon para paliar
desequilibrios, la carga fiscal recae en los impuestos indirectos (IVA),
profundamente regresivos. Un millonario y una trabajadora pagan lo mismo por
una barra de pan, pero para la segunda supone un gran peso sobre su ingreso. El
Estado recauda expoliando proporcionalmente más a quien menos tiene.
4. Presupuestos
públicos regresivos.
Los
Presupuestos se vuelven más regresivos. Mientras se recorta en sanidad,
educación pública y servicios sociales, que sustentan la reproducción de la
fuerza de trabajo de la clase obrera, se destinan ingentes recursos a
infraestructuras que benefician al capital (autopistas, polígonos
industriales), o a un ejército que protege sus intereses y a una deuda pública
que es otro mecanismo de transferencia de riqueza.
5. Beneficios
privados y socialización de las pérdidas.
Cuando una
empresa quiebra o atraviesa dificultades, los costos son socializados. Hay un
esfuerzo público para evitar esas «pérdidas» bonificando fiscalmente y
subvencionando empresas. Pero el robo más explícito es el rescate bancario y
corporativo. El Estado, con dinero público, inyecta capital en una
transferencia de riqueza colectiva a manos privadas, socializando el
riesgo empresarial.
6.
Obsolescencia programada.
Este mecanismo
fuerza el consumo recurrente, dilapidando recursos escasos y deteriorando la
naturaleza. La obsolescencia programada (diseñar productos para que fallen en
un tiempo determinado) o la obsolescencia percibida (cambios estéticos que
inducen a reemplazar lo funcional) obligan a gastar constantemente parte del
salario en sustituir lo que debería ser duradero.
7.
Privatización de lo público.
Lo Público
(sanidad, educación…) es el resultado de décadas de inversión social y lucha de
clases. Forma parte del patrimonio colectivo. Su privatización, aún más si es a
precio de ganga, constituye un despojo del patrimonio común.
8.
Especulación.
El capital
financiero especula parasitariamente con bienes básicos (vivienda, alimentos…)
sin crear riqueza. La compra de bienes raíces o la especulación en futuros de
alimentos encarecen artificialmente estos productos. El trabajador, para
acceder a lo elemental (un techo, comida), se ve obligado a pagar un
«sobreprecio».
9. Deuda Pública.
La deuda
pública es uno de los mecanismos de expropiación más abstractos. El Estado
emite deuda que compran los grandes capitalistas (bancos, fondos de inversión).
Para pagar los intereses, se recaudan más impuestos (que recaen sobre la clase
trabajadora) o se recortan servicios públicos. Es un flujo constante de riqueza
desde las arcas públicas (y, por tanto, del pueblo) directamente a los
bolsillos de la oligarquía.
10. Inflación:
el impuesto invisible.
Cuando los
precios suben más que los salarios, el poder adquisitivo del trabajador cae en
picado (Inflación de precios). La inflación erosiona silenciosamente los
salarios, permitiendo a la burguesía aumentar la plusvalía sin tocar el salario
nominal, desvalorizando el trabajo asalariado día a día. En relación con la
deuda, la emisión de moneda devalúa el dinero, empobreciendo a la población
(devaluación monetaria).
Conclusión:
Reconocer esta
trama del Capital para empobrecer a la clase obrera nos debiera servir como
herramienta de lucha y elevación de la conciencia de clase, llevando la
reivindicación concreta, percibida por la clase, al escenario de lo político.
No se trata de fenómenos aislados, casuales o coyunturales, sino de todo un
entramado que permite mantener en pie un sistema basado en el expolio a quienes
producimos toda la riqueza: la clase trabajadora.
Fuente: unidadylucha.es

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