No
nos callarán. Hablaremos por nuestros muertos
Por colaboradores
KAOSENLARED
9 de noviembre de 2024
No. Lo sabemos bien. Los
centenares de muertos y desaparecidos no son producto de la naturaleza
descontrolada. No es el resultado de una fatalidad ante la que nada se podía
hacer.
No nos contentamos con la
explicación “meteorológica”, los litros caídos, los ríos desbordados…
Las causas son profundas,
tienen que ver con los fundamentos del capitalismo: cómo hacina a los
trabajadores en zonas marginales y de menor renta de las ciudades para mejor
explotarlos, o cómo protege y privilegia la actividad productiva y comercial,
sin importarle dejar a todas las personas desprotegidas, al albur de su suerte
en medio del temporal.
También están sus
“gestores”, diferentes perros con el mismo collar. En esta ocasión, estos
mierdas, estos donnadie, se llamen Mazón o Sánchez, más algún Borbón, suman a
sus títulos habituales de lacayos el ser responsables de las muertes y la
tragedia vivida. No nos olvidaremos de sus nombres, y en la primera ocasión se
lo haremos pagar.
CRONOLOGÍA DE LA CATÁSTROFE
Tanto el servicio meteorológico
como la confederación hidrográfica previeron la catástrofe. El martes 29 de
octubre, las lluvias torrenciales saturaban las cuencas secas, desbordaban ríos
y barrancos, arrasaban y anegaban en agua y lodo gran parte de la Horta-Sud de
Valencia. La tragedia estaba servida.
Desde ese momento, y sin
previsión alguna por parte del Estado (autonómico o central), son los vecinos
quienes salvan a vecinos y ayudan en las tareas más elementales. Sin agua y sin
luz sobreviven y se autoorganizan ante la ausencia de “gobierno” y sus
“fuerzas” militares y policiales. Los testimonios que nos llegan son
estremecedores, pero también heroicos: personas y familias que se apoyan,
incluso poniendo en juego su vida, y hacen que el desastre no sea aún mayor.
El viernes 1 de noviembre,
las “autoridades” y sus “fuerzas” siguen sin aparecer, pero la solidaridad de
la gente se hace manifiesta de una forma extraordinaria. Miles de personas se
autoorganizan desde la ciudad de Valencia y bajan en columnas a pie a los
pueblos de la Horta a ayudar, a llevar agua y comida, a apoyar con su aliento a
sus iguales. El Estado se alarma, y empieza a dificultar la solidaridad, a
tratar de estructurarla y darle la forma que precisa para sus intereses.
Empieza a desorganizar la solidaridad en forma de voluntariado, y de manera
catastrófica (como no puede ser de otra manera en manos del Estado capitalista)
intenta desarticularla.
El 2 de noviembre, cinco
días después de la riada, llega el ejército con maquinaria pesada y una
estrategia para desatascar calles y pueblos, y destapar la enorme tragedia que
aún se oculta por el barro, los escombros y los coches amontonados.
Los “voluntarios” empiezan
a ser derivados a tareas infames (limpiezas de tiendas y grandes superficies) a
lo que los solidarios se niegan. No han ido allí a ayudar a empresarios y
multinacionales, sino a sus hermanos y hermanas, a sus iguales.
A estas alturas los
desaparecidos se cuentan por cientos y los muertos también. Los destrozos son
cuantiosos y miles de personas, trabajadores en su inmensa mayoría, se han
quedado sin nada.
El día 3 el gobierno de la
Generalitat prohíbe el flujo de “voluntarios” a las zonas afectadas, alegando
alerta naranja, una forma de evitar las protestas y el enfrentamiento contra
los políticos que ese día visitan la zona, unos políticos odiosos y odiados por
la población, sin distinción del color partidario, o del rango que ocupan en el
aparato del Estado, sean reyes o presidentes. Pero a pesar de la prohibición la
gente sigue bajando a los pueblos de la Horta. Como resultado, el
enfrentamiento se produce y Felipe VI, Mazón y Pedro Sánchez tienen que salir
huyendo de Paiporta bajo los gritos de “asesinos”, el barro y las piedras.
MOTIVOS DE LA MASACRE
Porque ha sido una masacre,
porque en gran medida podría haberse evitado, porque ha sido creada por un
sistema catastrófico y depredador como es el capitalismo y gestionada por su
Estado (autonómico y central, la misma mierda es) que solo obedece las leyes
del beneficio y el lucro capitalista.
Elementos que propician la
masacre:
·
·
El desarrollismo y la construcción absurda y
desaforada no son obra de políticos corruptos, empresarios avaros ni de torpes
planificaciones urbanas, sino que es la forma que tiene el capital de acercar a
los trabajadores a las urbes donde se concentra el trabajo y el consumo, sin
importar dónde y cómo se construyó, con calidades ínfimas y en espacios
naturales por donde el agua y los ríos han fluido naturalmente. No es de
extrañar los nombres de Torrent (para un pueblo) o los de cañada o rambla para
multitud de calles, nombres que revelan por dónde pasaba el agua y por dónde
volverá a pasar cuando llueva demasiado. No importa dónde se construye, lo que
importa es el beneficio inmediato sin medir las consecuencias para los
trabajadores, que no somos más que mercancía para ellos (los ricos, los
burgueses, sus políticos), otra mercancía que puede ser sustituida.
·
La gota fría ha existido siempre en estas regiones,
pero las elevadas temperaturas del mar Mediterráneo debidas al calentamiento
climático hacen que la intensidad y la frecuencia de las lluvias torrenciales
sean cada vez mayores. El capitalismo es el sistema que más conocimiento ha
acumulado de los efectos de la acción humana sobre su ecosistema, pero también
es el modo de producción más destructivo contra él. Su necesidad de acumular
capital lo lleva a necesitar cantidades cada vez mayores de energía y materias
primas, caiga quien caiga. Es una dinámica interna que no pueden parar, y que
necesariamente nos sitúa en un escenario en el que la catástrofe vivida puede
ser recurrente en el tiempo.
·
La falta de prevención también ha formado parte de la
masacre, una de las partes más crueles. A pesar de las advertencias, a pesar de
las predicciones y de conocerse el riesgo desde el martes 29 por la mañana, no
se hizo nada, no se podía interrumpir el flujo de trabajo-mercancía, detener la
producción es algo inimaginable para los gerentes políticos del capital. Nadie,
ni la Generalitat, ni el gobierno central, ni la oposición (que ahora trata de
sacar tajada) plantearon que la gente no fuera a trabajar o a comprar o a los
centros de estudio; no plantearon evacuar a los habitantes de las “zonas
inundables” (de sobra conocidas). El mundo de la mercancía y el valor no debe
alterarse, cualquier sacrificio humano es poco para el ansia de sangre del
capitalismo y sus bastardos gestores.
·
Y una vez consumado el crimen, se remata con el caos
en la atención a las víctimas. Sin apenas ayuda estatal hasta el 5º día y
poniendo trabas a la autoorganización. El Estado deja a las claras que su
función no es el “cuidado” de la gente sino el cuidado del mundo del dinero, de
la mercancía y de las clases dominantes, y en cualquier caso el control y la
represión de cualquier intento de organización desde abajo, de la solidaridad
humana.
AUTOORGANIZACIÓN ESPONTÁNEA
El capital y sus medios no
se cansan de repetir por doquier que los seres humanos somos egoístas por
naturaleza, que no miramos más que por nuestros pequeños y personales
intereses, que no nos importa nadie; vamos, que somos lobos los unos para con
los otros. Quieren poner en nosotros lo que ellos son, lo que su sistema de
explotación, su sistema de clase, representa. Esta cantinela es tan vieja como
el capitalismo. Cuentos para asustar.
Lo que no van a poder
ocultar es la acción solidaria y la autoorganización de la gente en medio de la
tragedia. No van a poder hurtar a la vista de todos la organización espontánea
frente a la masacre y la brutalidad de un sistema que odia la vida.
Contrariamente a lo que predican, hemos visto miles de hombres y mujeres
ofrecer su ayuda desinteresada, apasionada y activa en las zonas afectadas. No pueden
soportar ver cómo en los pueblos y ciudades la gente se organiza para
satisfacer sus necesidades sin esperar a que el Estado haya dado la voz de
mando. Esto es lo que les asusta: que no suene la caja registradora, que muchas
mercancías se hayan convertido en valor de uso, para ser disfrutadas sin ser
compradas. Los capitalistas y sus medios de comunicación, esa carroña servil y
bien pagada, han salido rápidamente a denunciar el robo y el saqueo de sus
propiedades. El Estado solo aparece para defender a sangre y fuego la propiedad
privada.
La montaña de cadáveres se
hace más grande cada día, cada hora, la devastación es dantesca, pero ellos
solo piensan en salvar sus cuatro putas bolsas de madalenas, dos pares de
zapatos y una televisión… Tampoco nos olvidaremos de esto.
A estas alturas la
respuesta es obvia, esto nos pasa por vivir bajo la bota del sistema
capitalista, sean sus gestores políticos de derechas o de izquierda.
En los próximos días vamos
a asistir al carnaval del “reproche”. Quienes ahora convocan manifestaciones
contra el gobierno “facha” de la Generalitat, son oportunistas que tratan de
sacar rédito político de nuestros muertos, de nuestra miseria. Cuando los
partidos políticos de izquierda como los sindicatos son igualmente culpables y
responsables de fomentar y gestionar un desarrollismo desaforado, de espaldas
al territorio natural, porque lo único importante es la generación de riqueza
(para los ricos, claro) y la extracción de beneficios (plusvalía) a costa de la
clase trabajadora.
Porque que no nos engañen,
ésta es la razón de ser tanto de partidos como de sindicatos: la defensa a
ultranza del modo de producción capitalista, ser los intermediarios necesarios
tanto política como ideológicamente, fomentando la ilusión de que este sistema se
puede reformar, hacerlo más «humano». No se les puede pedir que sean otra
cosa que lo que son.
Toca llorar a los seres
queridos desaparecidos, recuperar sus cuerpos, dar digna sepultura a los
fallecidos. Toca descombrar y recuperar lo poco que se tiene en esta mísera
vida. Toca también apretar los puños y los dientes. Pero por encima del aluvión
de sentimientos, toca comprender en profundidad las causas reales que han
provocado la tragedia. Lo esencial es que el capitalismo no puede parar la
actividad, los trabajadores deben producir en sus puestos de trabajo, y los
“ciudadanos” consumir las mercancías producidas. La rueda de la valorización
capitalista no puede ser parada, al precio que sea, incluso convirtiendo los
pueblos en inmensas ratoneras.
La naturaleza no se ha
vuelto loca repentinamente, es el resultado de una profunda alteración
provocada por la competencia de los capitales y la productividad, que impide la
disminución de gases de efecto invernadero, así como la producción acelerada de
mercancías superfluas, meros “cachivaches” carentes de sentido. E incluso
reconociendo lo natural de las riadas e inundaciones, que siempre han existido,
el incremento exponencial y su aparición en zonas en las que anteriormente no
se producían (recordemos las inundaciones en Alemania y Bélgica en el 2021 y
sus 167 muertos) responden a causas que son sociales. Es el capitalismo.
Aunque visto
individualmente, a cualquiera nos podría haber “tocado” dentro de un coche, e
incluso la riada también se ha llevado a algún empresario, quienes se llevan la
peor parte son los trabajadores, hacinados en sus barrios de aluvión, acosados
por la especulación inmobiliaria y la vida precarizada y miserable. No es
accidental que el urbanismo descontrolado haya apiñado a millones de trabajadores,
a menudo construyendo las casas con sus propias manos, en rieras o escombreras
durante decenios. Son estos trabajadores, llegados de empobrecidas zonas del
campo, quienes pagan ahora con sus vidas la avidez de mano de obra del capital.
Lo que parece mero infortunio es en realidad la constatación de una sociedad de
clases.
Ante tanto dolor, tanto
sufrimiento, reconforta ver la solidaridad que se ha extendido por todos los
sitios. Por fuera del Estado y todo tipo de administraciones, las personas se
reconocen como iguales, como hermanos en la desgracia. Necesitamos focalizar
bien esta energía. Vienen días complicados, en los que a la impotencia ante
tanta destrucción se añadirá la acción de todos los sostenedores del sistema,
desde la extrema derecha con sus soluciones “nacionales” y racistas,
enarbolando un supuesto “pueblo” que nos engloba a todos, a la extrema
izquierda, con “nuevas” propuestas de reformas “radicales” y su acoso a la
derecha.
Pero hay otra opción.
Llevar la reflexión a nuestro entorno, en el trabajo, en clase, entre amigos y
familiares. La tragedia nos concierne en lo que somos como proletariado, no
importa de qué sector. Discutir a fondo las causas reales, situando el análisis
sobre las leyes capitalistas en el centro del debate. No hay medias tintas, no
hay soluciones intermedias. Todo lo que no sea atacar de raíz al sistema
capitalista es perpetuar sus efectos devastadores en todas y cada una de sus
manifestaciones.
El barro será limpiado, los
coches y mobiliario retirado. Ojalá de ahí emerja una nueva conciencia de
clase, una nueva dignidad, que honre a todos los muertos, actuales y pasados,
que grite a nuestros enemigos, toda esa cohorte de politicastros, policías,
empresarios y mendigos del sistema capitalista, que lo que queremos es una
comunidad sin capital, sin dinero ni mercancías, sin Estado. Que queremos el
comunismo.
No es para hoy, pero quizás
sí podemos engrosar las filas de los que quieren llevar un combate sin
descanso.
Porque a nosotros no nos
callarán, nosotros hablaremos por nuestros muertos.
Grupo Barbaria
Noviembre de 2024
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