El Caribe se enfrenta a dos opciones: incorporarse al intento de EE.UU. de
intimidar a Venezuela o construir su propia soberanía
Rebelion
02/12/2025
Fuentes: Voces
del Mundo [Foto: mapa del sur del Caribe, alrededor de la costa venezolana en
el que se muestra la isla La Orchila (GilPe – © CC BY-SA 2.0)]
El presidente
estadounidense Donald Trump ha autorizado que el
portaviones USS Gerald R. Ford se adentre en el Caribe. En
estos momentos navega por el norte de Puerto Rico, y se dispone a unirse
al USS Iwo Jim y otros navíos que amenazan con atacar
Venezuela. La tensión es alta en el Caribe, con diversas teorías sobre la
posibilidad de que se produzca lo que parece ser un ataque inevitable por parte
de EE. UU. y sobre la catástrofe social que tal ataque podría provocar.
CARICOM, el organismo regional de los países caribeños, emitió un comunicado en el que reafirmaba su
voluntad de que la región sea una “zona de paz” y que las disputas se resuelvan
de forma pacífica. Diez ex jefes de Gobierno de los Estados del Caribe
publicaron una carta en la que exigían que
“nuestra región no se convierta nunca en un peón en las rivalidades de otros”.
El ex primer ministro
de Trinidad y Tobago, Stuart Young, declaró el 21 de agosto: “La CARICOM y
nuestra región son una zona de paz reconocida, y es fundamental que así siga
siendo”. Trinidad y Tobago, afirmó, “ha respetado y defendido los
principios de la no intervención y no injerencia en los asuntos internos de
otros países, y por una buena razón”. A primera vista, parece que nadie en el
Caribe quiere que Estados Unidos ataque a Venezuela.
Sin embargo, la actual
primera ministra de Trinidad y Tobago, Kamla Persad-Bissessar (conocida por sus
iniciales KPB), ha dicho abiertamente que apoya las acciones de Estados Unidos
en el Caribe. Esto incluye el asesinato ilegal de ochenta y tres personas en
veintiún ataques aéreos desde el 2 de septiembre de 2025. De hecho, cuando la
CARICOM publicó su declaración sobre la región como zona de paz, Trinidad y
Tobago se retiró de la declaración. ¿Por qué la primera ministra de Trinidad y
Tobago se ha opuesto a todos los líderes de la CARICOM y ha apoyado la aventura
militar de la administración Trump en el Caribe?
Patio
trasero
Desde la Doctrina
Monroe (1823), Estados Unidos ha tratado a toda América Latina y el Caribe como
su “patio trasero”. Ha intervenido en al menos treinta de los treinta y tres
países de América Latina y el Caribe (es decir, el 90% de los países), desde el
ataque estadounidense a las islas Malvinas argentinas (1831-1832) hasta las
actuales amenazas contra Venezuela.
La idea de la “zona de
paz” surgió en 1971, cuando la Asamblea General de la ONU votó a favor de que el océano
Índico fuera una “zona de paz”. En las dos décadas siguientes, cuando la
CARICOM debatió este concepto para el Caribe, Estados Unidos intervino, al
menos, en la República Dominicana (después de 1965), Jamaica (1972-1976),
Guyana (1974-1976), Barbados (1976-1978), Granada (1979-1983), Nicaragua
(1981-1988), Surinam (1982-1988) y Haití (1986).
En 1986, en la cumbre
de la CARICOM celebrada en Guyana, el primer ministro de Barbados, Errol
Barrow, declaró lo siguiente: “Mi postura
sigue siendo clara: el Caribe debe ser reconocido y respetado como una zona de
paz… He dicho, y repito, que mientras sea primer ministro de Barbados, nuestro
territorio no se utilizará para intimidar a ninguno de nuestros vecinos, ya sea
Cuba o Estados Unidos”. Desde que Barrow hizo ese comentario, los líderes
caribeños han afirmado puntualmente, frente a los Estados Unidos, que no son el
patio trasero de nadie y que sus aguas son una zona de paz. En 2014, en La
Habana, todos los miembros de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y
Caribeños (CELAC) aprobaron una proclamación de “zona de paz” con el objetivo
de “erradicar para siempre la amenaza o el uso de la fuerza” en la región.
Persad-Bissessar o KPB
ha rechazado este importante consenso entre las tradiciones políticas del
Caribe. ¿Por qué?
Traiciones
En 1989 el líder
sindical Basdeo Panday formó el Congreso Nacional Unido (CNU), una formación de
centroizquierda (cuyo antiguo nombre era Caucus por el Amor, la Unidad y la
Hermandad). KPB se unió al partido de Panday y ha permanecido en el CNU desde
entonces. A lo largo de su carrera hasta hace poco, KPB se mantuvo en el centro
del CNU, defendiendo políticas socialdemócratas y favorables al bienestar
social, tanto como líder de la oposición como en su primer mandato como primera
ministra (2010-2015). Pero incluso en su primer mandato, KPB demostró que no se
mantendría dentro de los límites del centroizquierda, sino que se inclinaría
hacia la extrema derecha en una cuestión: la delincuencia.
En 2011 KPB declaró el
estado de emergencia para librar una “guerra contra el crimen”. En su casa de
San Fernando, Filipinas, KPB declaró a la prensa: “La nación no debe ser rehén
de grupos de matones empeñados en sembrar el caos en nuestra sociedad, tenemos
que tomar medidas muy enérgicas”, dijo, “medidas muy decisivas”. El Gobierno
detuvo a siete mil personas, la mayoría de las cuales fueron puestas en
libertad por falta de pruebas en su contra, y la Ley Antipandillas del Gobierno
no pudo aprobarse: se trataba de una política que imitaba las campañas contra
los pobres del Norte Global. Ya en este estado de emergencia, KPB traicionó el
legado del CNU, al que arrastró aún más hacia la derecha.
Cuando KPB volvió al
poder en 2025, comenzó a imitar a Trump con la retórica de “Trinidad y Tobago
primero” y con un lenguaje aún más duro contra los presuntos traficantes de
drogas. Tras el primer ataque estadounidense contra una pequeña embarcación,
KPB hizo una contundente declaración en apoyo del mismo:
“No siento ninguna simpatía por los traficantes, el ejército estadounidense
debería matarlos a todos violentamente”. Pennelope Beckles, líder de la
oposición en Trinidad y Tobago, dijo que, si bien su partido (el
Movimiento Nacional Popular) apoya las medidas enérgicas contra el tráfico de
drogas, dichas medidas deben ser “legales” y que la “declaración imprudente” de
KPB debía retirarse. No obstante, KPB ha reforzado su apoyo a la militarización
del Caribe por parte de Estados Unidos.
Problemas
Sin duda, Trinidad y
Tobago se enfrenta a un complejo entramado de vulnerabilidad económica
(dependencia del petróleo y el gas, escasez de divisas, lenta diversificación)
y crisis sociales (delincuencia, desigualdad, migración, exclusión de los
jóvenes). Todo ello se ve agravado por la debilidad de las instituciones
estatales para ayudar a superar estos retos. La debilidad del regionalismo
aísla aún más a los países pequeños como Trinidad y Tobago, que son vulnerables
a la presión de los países poderosos. Pero KPB no sólo está actuando debido a
la presión de Trump; ha tomado la decisión política de utilizar la fuerza
estadounidense para intentar resolver los problemas de su país.
¿Cuál podría ser su
estrategia? En primer lugar, conseguir que Estados Unidos bombardee las
pequeñas embarcaciones que quizá estén involucradas en las operaciones de
contrabando que se llevan a cabo en el Caribe desde hace siglos. Si Estados
Unidos bombardea suficientes embarcaciones de este tipo, los pequeños
contrabandistas se replantearán el tránsito de drogas, armas y productos
básicos de consumo. En segundo lugar, utilizar la buena voluntad generada con
Trump para fomentar la inversión en la esencial pero estancada industria
petrolera de Trinidad y Tobago. KPB podría obtener beneficios a corto plazo.
Trinidad y Tobago necesita al menos 300 millones de dólares al año, por no
decir 700 millones, para el mantenimiento y la mejora de sus plantas
petroquímicas y de gas natural licuado (y luego necesita 5.000 millones de
dólares para el desarrollo de yacimientos marinos y la construcción de nuevas
infraestructuras). La enorme inversión de ExxonMobil en Guyana (que, según los
rumores, supera los 10.000 millones de dólares) ha atraído la atención de todo
el Caribe, donde otros países desearían atraer este tipo de inversiones.
¿Invertirían empresas como ExxonMobil en Trinidad y Tobago? Si Trump quisiera
recompensar a KPB por su zalamería, le diría al director ejecutivo de
ExxonMobil, Darren Woods, que ampliara la inversión en bloques de aguas
profundas que su empresa ya ha realizado en Trinidad y Tobago. Quizás el
cálculo de KPB de dejar de lado las ideas de zona de paz le reportará más dinero
de los gigantes petroleros.
Pero ¿qué rompe esta
traición? Sin duda, perturba aún más cualquier intento de construir la unidad
caribeña y aísla a Trinidad y Tobago de la sensibilidad caribeña más amplia
contra el uso de las aguas para enfrentamientos militares estadounidenses. Hay
problemas reales en Trinidad y Tobago: el aumento de la violencia relacionada
con las armas, el tráfico transnacional y la migración irregular a través del
golfo de Paria.
Estos problemas
requieren soluciones reales, no las fantasías de una intervención militar
estadounidense. Las intervenciones militares estadounidenses no resuelven los
problemas, sino que profundizan la dependencia, aumentan las tensiones y
erosionan la soberanía de todos los países. Un ataque a Venezuela no va a
resolver los problemas de Trinidad y Tobago, sino que podría amplificarlos.
El Caribe tiene que
elegir entre dos futuros. Un camino conduce a una mayor militarización,
dependencia e incorporación al aparato de seguridad estadounidense. La otra
conduce hacia la revitalización de la autonomía regional, la cooperación
Sur-Sur y las tradiciones antiimperialistas que durante mucho tiempo han
sustentado la imaginación política del Caribe.
Vijay
Prashad es un historiador, editor y periodista indio. Es
miembro de la redacción y corresponsal-jefe de Globetrotter. Así
como editor-jefe de LeftWord Books y director del Tricontinental:
Institute for Social Research. Es miembro no residente del Instituto Chongyang de Estudios Financieros de
la Universidad Renmin de China. Ha escrito más de veinte libros, entre
ellos The Darker
Nations y The Poorer
Nations. El libro más reciente de Vijay Prashad (con Noam
Chomsky) es The
Withdrawal: Iraq, Libya,
Afghanistan and the Fragility of US Power (New Press,
agosto 2022).
Texto en inglés: CounterPunch.org, traducido
por Sinfo Fernández.

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