La desigualdad sigue
creciendo. El desamparo, el desencanto, la angustia, también. Sabemos cómo
remediarlo, pero no parece que estemos demasiado dispuestos a ello. Y para
colmo, la amenaza de una guerra que, de producirse, nos pillaría distraídos.
TOPOEXPRESS
Controlar a los lobos
El Viejo Topo
26 octubre,
2025
CONTROLAR A LOS LOBOS SI QUEREMOS OVEJAS QUE VIVAN EN LIBERTAD
El último
informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD),
publicado el pasado mes de mayo, señala que el desarrollo humano está
experimentando una desaceleración sin precedentes en todas las regiones del
mundo. Aunque en 2024 alcanzó su cota más alta, su aumento fue el más bajo
desde que se empezó a registrar hace 35 años.
A la misma
conclusión ha llegado el último
Informe de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, también de
Naciones Unidas. Denuncia que el avance para alcanzarlos sea «frágil e
inequitativo”, pues va dejando a millones de personas en situación de pobreza
extrema, hambruna, sin vivienda adecuada o careciendo de servicios básicos.
También señala que el proceso de reducción de la desigualdad interna y entre
países está estancado o retrocediendo.
El Índice de
Compromiso con la Reducción de la Desigualdad de 2024 que
elaboran Oxfam y Development Finance tras analizar la situación de 164 países y
regiones del mundo demuestra que nueve de cada diez de ellos han retrocedido en
los pilares que pueden permitir mejorar la igualdad y el bienestar. Eso
significa que «la desigualdad económica seguirá aumentando casi con total
seguridad en el 90 % de los países».
Los resultados actualizados
para 2024 del World
Inequality Lab indican que las disparidades de ingresos y
riqueza se mantienen o incluso se agrandan en muchos países, a pesar de que la
economía crezca.
El Informe
Social Mundial 2025 del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de
Naciones Unidas muestra que «la inseguridad económica, los
alarmantes niveles de desigualdad, la disminución de la confianza social y la
fragmentación social están desestabilizando sociedades de todo el mundo».
Casi todos los
informes de este tipo coinciden en que esos procesos se manifiestan en un
incremento de la infelicidad y de los problemas mentales. El mencionado del
PNUD señala que la desesperanza entre la gente joven se ha disparado y que se
hunde su satisfacción con la vida; por cierto, «en paralelo o con una mayor difusión
de los teléfonos inteligentes». Algo que le ocurre a las mujeres en mayor
medida que a los hombres del mismo grupo de edad. En esa misma línea, un estudio
reciente de The Lancet muestra que la muerte y la discapacidad
asociadas con la ansiedad y la depresión han aumentado un 63% y un 26% en todo
el mundo; y que los registros de la llamada «muerte por desesperación» han
llegado a incrementarse un 50% en algunos países como Estados Unidos, Canadá,
México y Brasil.
Las causas de
estos procesos y del estado de malestar e infelicidad tan generalizados que
producen también están claras y muy bien documentadas. Esos mismos informes las
señalan con profusión de datos: desigualdades crecientes, conflictos escalados,
cambio climático, costos crecientes de servicio de deuda, disminución de
presupuestos dedicados a educación, sanidad o protección social, regresividad
fiscal, pérdida de derechos laborales y salarios mínimos… Y, sobre todo, una
sobre la que quizá se suele insistir menor, la progresiva concentración del
poder decisión en cada vez menos personas. Un fenómeno que inevitablemente
lleva consigo el vaciamiento de las instituciones de representación y gobierno
democráticos, las cuales terminan siendo incapaces de hacer efectivas y
satisfacer las preferencias mayoritarias de la sociedad.
Cuando el 1 %
más rico «tiene más riqueza que el 95 % restante de la población mundial
junta», como ha mostrado Oxfam,
lo que se produce no es tan sólo una concentración brutal en la vida económica,
sino también en el poder político y de decisión. Se amplía así y casi sin
límites la libertad de los poderosos, pero al mismo tiempo se reduce, a veces
hasta la nada, la de los que nada tienen.
En su
ensayo Dos conceptos de libertad, de 1958, el filósofo Isaiah
Berlin escribió: «La libertad de los lobos frecuentemente ha significado la
muerte de las ovejas». Me parece que eso es justamente lo que está pasando en
nuestra época. Y ocurre con tanta transparencia y magnitud que ciega y
paraliza. Bien sea por miedo, impotencia, conformismo o ignorancia, la mayoría
de la gente, incluso entre la más concienciada, ha caído en la desesperanza
creyendo que ya nada se puede hacer ante el poder inmenso que han acumulado
unos pocos.
Es un error y
es muy importante que se sepa que lo es.
En un libro que
estará en librerías el próximo 12 de noviembre (Cómo sobrevivir
al trumpismo y a la economía de la motosierra: Nuevos modelos, principios y
políticas económicas para salvaguardar la paz, el progreso y la democracia) creo
haber demostrado que la esperanza no es un simple y necesario recurso
psicológico, imprescindible para no vivir en la desilusión, la pena y la
impotencia, sino la virtud de quienes están realmente bien informados.
Es verdad, como
he señalado más arriba, que la humanidad va hacia atrás en muchos aspectos muy
importantes, fundamentales. Pero es igualmente cierto y mucho más relevante que
sabemos a ciencia cierta por qué es así y cómo podemos evitarlo. Hoy días
disponemos de instrumentos de análisis y conocimiento que nos permiten
liberarnos de la servidumbre que nos han impuesto modelos y teorías irreales y
construidas exclusivamente para ocultar la realidad. Tenemos a nuestro
alrededor multitud de experiencias que nos muestran que es posible organizar
las economías y sociedades de otro modo, y que así funcionan mejor que lo que
nos ofrecen y ponen en marcha quienes ahora dominan el mundo. Se trata de
observarlas bien y reproducirlas. Y hemos podido comprobar cuáles son las
decisiones y políticas que mejoran el funcionamiento de las economías, el
bienestar, la salud del planeta y, en definitiva, la vida humana, y cuáles no.
Se trata, por tanto, de elegir; aunque eso, efectivamente, obliga a que los
seres humanos no nos dejemos engañar y nos demos cuenta de que podemos hacerlo,
siendo conscientes de lo que, con toda razón, se dice en el último informe del
PNUD: «el futuro está en nuestras manos».
El primer
objetivo de quien desea acumular el máximo de riqueza para controlar el poder
con toda libertad es evitar que quien los pierde a su costa no se dé cuenta de
lo que está pasando. Por eso la información certera, la difusión de los hechos
y de la verdad, la denuncia, la pedagogía y, sobre todo, la puesta en marcha de
realidades alternativas, tangibles y que se puedan tocar y disfrutar con las
propias manos de la gente, son la única forma de arrinconar y controlar a los
lobos para que las ovejas puedan vivir y hacerlo felices y en libertad.
Publicado en Lavozdelsur.es el 17 de octubre de 2025
Fuente: Juan Torres López

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