EE.UU. capital del crimen
Rebelión
Fuentes: La
Jornada
La agencia de
noticias Reuters reveló ayer que empresas petroleras estadounidenses ayudan al
cártel Jalisco Nueva Generación ( CJNG) a inundar
México de combustible de contrabando con buques cisternas. Al contrario de lo
que sugiere la equívoca expresión huachicol fiscal, estos
hidrocarburos no provienen de robos a ductos en territorio mexicano, sino de
Estados Unidos e incluso de Canadá, desde donde se exportan a México
disfrazándolos en las declaraciones aduaneras como otros productos.
Este reporte
refuerza la idea de que a ningún gobierno estadounidense, desde Richard Nixon
(el primero en declarar la “guerra contra las drogas”) hasta la actualidad, le
ha interesado realmente acabar con el crimen organizado. Asimismo, de la
impunidad con la que muchas corporaciones del país vecino hacen negocios con
cárteles de la droga puede inferirse que cuando Washington acusa a un país de
no “colaborar” lo suficiente en su guerra y usa el narcotráfico como pretexto
para el despliegue de sus tropas o agentes encubiertos, su verdadero objetivo
es apoderarse de los recursos naturales o derrocar gobiernos celosos de la
soberanía.
Un solo
ejemplo: en diciembre de 2021, el ex agente de la Administración para el
Control de Drogas (DEA) José Irizarry fue condenado a 12 años de prisión por el
mayor escándalo de corrupción conocido en la historia del organismo: confesó
haber robado 9 millones de dólares de la propia DEA, además de aceptar sobornos
de las personas a las que supuestamente perseguía y participar en actividades
de lavado de dinero para darse una vida de lujos alrededor del mundo. Irizarry
denunció que estuvo acompañado por docenas de agentes federales, fiscales e
informantes, e hizo una declaración demoledora para todo el discurso de “guerra
contra las drogas” de Washington. Y aunque se puso a disposición de los
investigadores para revelar todo lo que sabía sobre la deshonestidad de sus
compañeros y superiores, la DEA hizo oídos sordos, hasta el punto de que sólo
le dedicó un párrafo a su caso en un reporte de evaluación de sus operaciones
en el extranjero publicado en marzo de 2023. En dicho informe, ni siquiera se
menciona a Nicholas Palmeri, ex director regional de la DEA en México entre
2021 y 2022, quien vacacionó con abogados de Miami que defienden a capos
latinoamericanos. Sólo dos meses después de que Palmeri dejó el organismo, un
agente y un supervisor fueron imputados por filtrar información confidencial a
abogados de esa ciudad a cambio de 70 mil dólares en efectivo.
Por su papel
central en la farsa del combate al narcotráfico, la DEA es la agencia más
expuesta a los escándalos de corrupción y connivencia con el crimen organizado,
pero las mismas falencias corroen a la Agencia Central de Inteligencia (CIA),
la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP), la Oficina de Alcohol,
Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF) o la Oficina Federal de
Investigaciones (FBI). Cabe destacar, por ejemplo, que la propia DEA ha acusado
a la CIA de facilitar el tráfico de drogas con tal de cumplir sus objetivos
subversivos contra gobiernos insumisos a Washington.
Ante la
innegable raigambre del narcotráfico en Estados Unidos, la clase política
bipartidista de ese país carece de autoridad moral y de credibilidad para
señalar reales o imaginarios problemas de delincuencia en México, Venezuela,
Colombia o cualquier otra nación que reconoce la amenaza criminal y trabaja
para controlarla de acuerdo con sus recursos, sus leyes y sus principios. En
vez de dilapidar miles de millones de dólares en mantener flotas de guerra
donde no son necesarias ni deseables, y de desplegar agentes corruptos en todos
los continentes, Washington debería centrarse en modificar la legislación
favorable a los ultrarricos que la convierte en la capital mundial de lavado de
dinero; vigilar a su complejo militar industrial, el cual obliga a inventar o
crear conflictos bélicos; romper la simbiosis entre la economía ilegal y su
sistema bancario y financiero; poner un alto a las farmacéuticas que han
creado, por lucro, la actual epidemia de adicciones, y ofrecer a sus víctimas
tratamientos efectivos de desintoxicación y recuperación.
Ante la
magnitud del contrabando de combustibles hacia México, es inevitable suponer
que hay muchas más compañías estadounidenses involucradas en ese negocio
delictivo, además de la que señala la investigación de la agencia informativa
británica. Si el gobierno de la nación vecina quisiera mostrar con hechos
voluntad de enfrentar el narcotráfico, en lugar de asesinar a pescadores
inermes en el Caribe, bien haría en identificar y sancionar a tales empresas,
facilitadoras y cómplices del trasiego de drogas.
Fuente: https://www.jornada.com.mx/noticia/2025/10/23/editorial/eu-capital-del-crimen
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