El PP ante las catástrofes:
mentir, echar la culpa a otros y mirar hacia otro lado
Por Miguel
Salas
Rebelion / España
08/11/2024
Fuentes: Sin
Permiso
Impresiona la
magnitud de la catástrofe de Valencia: más de 202 muertos, centenares de
personas todavía desaparecidas, pueblos destruidos, infraestructuras
destrozadas y miles de familias que lo han perdido todo, casas, enseres, fotos
familiares, recuerdos. Un desastre que exigirá encontrar responsables.
El cambio
climático no es una broma ni una cuestión teórica. El cambio climático afecta a
las condiciones de la naturaleza y de la vida de las personas, y sigue habiendo
gente, especialmente entre todas las derechas, que lo niega o disimula. Además,
el urbanismo descontrolado, las políticas de construir en lechos de ríos y
torrentes, de sacar arena de las riberas, de poner cemento en cualquier lugar
sin pensar en las condiciones climáticas ayuda a que el agua arrase con todo lo
que encuentra a su paso. Estos dos elementos son parte de la explicación del
desastre humano y material que ha arrasado en Valencia y en Albacete.
Y no es menos
importante el factor político, las políticas que se aplican y las decisiones
que se toman cuando arrecia la tormenta. El Partido Popular es especialista en
reaccionar echando la culpa a otros y mirar a otro lado para lavar sus
responsabilidades. Lo hizo en 2002 con la catástrofe del Prestige. Lo repitió
en 2004 ante los atentados del 11-M o con la pandemia en 2020, y lo ha vuelto a
repetir ahora.
Una de las
primeras decisiones que tomó el PP cuando volvió a dirigir la Generalitat
valenciana fue suprimir la “La Unidad Valenciana de Emergencias, primer
organismo de Ximo Puig suprimido por Carlos Mazón. Es el primer paso de la
reestructuración del sector público anunciada por el Gobierno Valenciano”. Fue
en mayo del año pasado.
El miércoles
23, la Aemet (Agencia Estatal de Meteorología) advirtió del riesgo de una dana
o gota fría. Después alertó de que el lunes 28 y el martes 29 se preveían
lluvias intensas. A las 6:42h del día 29 lanzó un aviso naranja por fuertes
lluvias en varias zonas de la provincia de Valencia. A las 7:37h elevó el nivel
a rojo en el interior norte de la provincia. A las 9:48h, se lanzó el aviso
rojo a todo el litoral de Valencia, seguido doce minutos más tarde de una
alerta de nivel rojo emitida por Emergencias de la Generalitat. Hacia las 11h
algunos arroyos ya se habían desbordado. A las 12:20h, el Centro de
Coordinación de Emergencias emitió una alerta hidrológica para todos los
municipios del barranco del Poyo, siguiendo la información facilitada por la
Confederación Hidrográfica del Júcar: se aconsejaba a los vecinos no acercarse
al agua. A las 13h, el presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, anunció que
lo peor había pasado y que la intensidad de la DANA disminuiría en las horas
siguientes: «Según la previsión, el temporal se desplaza hacia la Serranía de
Cuenca en estos momentos, por lo que se espera que hacia las 18h disminuya su
intensidad”. No debía haber mucha preocupación cuando en esos momentos el
secretario de Seguridad y Emergencias y director de la Agencia Valenciana de
Seguridad y Respuesta a las Emergencias (AVSRE), Emilio Argüeso, mantenía una
reunión con el jefe de Festejos Taurinos de la Comunidad.
A las 18:30h,
la inundación ya había llegado a los municipios de Torrent, Picanya, Paiporta,
Benetússer, Sedaví, Massanassa y Catarroja, donde se acumularon la mayoría de
las víctimas. A las 20:12h, cuando miles de personas tenían ya el agua al
cuello, la Generalitat lanzó una alerta masiva por SMS pidiendo a la población
de la provincia de Valencia que evitara salir de casa y hacer desplazamientos.
Un vecino de Paiporta publicó en X: “La alarma la dieron cuando yo estaba en un
puñetero árbol subido viendo los muertos flotando”. Según la Organización
Meteorológica Mundial, los daños provocados por desastres naturales se reducen
una media del 30% cuando se lanza un aviso a la población con al menos 24 horas
de antelación.
Hasta las 20h
el gobierno valenciano del PP estuvo desaparecido. Fueron las horas más
decisivas, pues la inundación arreció con más fuerza cuando la mayoría de la
población salía de su trabajo y se dirigía su hogar. Lo ha declarado la
alcaldesa de Paiporta: “Los primeros avisos llegaron cuando el agua estaba a
dos metros”. Al PP le pareció más importante que la gente no abandonara sus
trabajos (¡lo importante son los beneficios de los capitalistas!) antes que
proteger sus vidas.
Entonces el PP
empezó a sacar su manual ante las catástrofes. Al día siguiente de la
devastación, el presidente del PP, Núñez Feijóo, declaró que los responsables
eran la Aemet y Pedro Sánchez por no haber proporcionado la información
necesaria a la Generalitat valenciana. No se correspondía con la verdad, pero
¿qué le importaba? Ni siquiera se correspondía con lo declarado por el
presidente valenciano; lo importante era mover el ventilador para evitar
responsabilidades.
Así hicieron
cuando el 19 de diciembre de 2002 el Prestige arrojó al océano 136.000
toneladas de petróleo. Mintieron sobre el peligro que se cernía, tomaron
decisiones que los técnicos desaconsejaron, como llevar el buque hacia el mar
en vez de intentar protegerlo en algún puerto. Mintieron a sabiendas, como
cuando Rajoy declaró que “salen solo unos pequeños hilitos”.
Repitieron el
manual tras el 11-M de 2004 en Madrid. Poco después de los hechos, los informes
policiales ya alertaron de que, por sus características, los atentados no
parecían ser obra de ETA sino de grupos islamistas. Pero el ministro del
Interior, Ángel Acebes, salió con aplomo para mentir y decir que había sido
ETA. Durante días mantuvieron la mentira; el propio presidente Aznar presionó a
los medios de comunicación para que respaldaran la versión mentirosa del
gobierno.
Y aún fue más
deleznable cuando durante la pandemia de Covid-19 el gobierno de la Comunidad
de Madrid dejó que 7.291 personas murieran en las residencias de personas
mayores al no permitir su traslado a hospitales. Con toda indignidad, su
presidenta, Díaz Ayuso, declaró que los ancianos “se iban a morir igual”.
Cuando empezaron a trasladarlos a hospitales el 60% se salvó.
La solidaridad
Como siempre
que ocurre una catástrofe, es el pueblo llano quien mejor responde a sus
consecuencias. Lo vimos con el Prestige en Galicia. Miles de personas se
trasladaron a las playas gallegas para ayudar a retirar el chapapote. De ese
movimiento solidario y de cabreo surgió la plataforma Nunca Mais.
En la manifestación más masiva reunida en Galicia el 1 de diciembre de 2002,
Santiago acogió a unas 200.000 personas, y hubo masivas manifestaciones en todo
el Estado. Fue el anuncio de un cambio político que se expresó en el bipartito
entre el PSG y BNG (2005-2009) y posteriormente en las mareas y AGE
(Alternativa Galega de Esquerda).
El PP mintió el
11-M y lo pagó. Tres días después, el cabreo de la gente permitió la victoria
del PSOE en unas elecciones generales que el PP parecía tener ganadas. La lucha
contra esa mentira duró años, y gracias a las investigaciones y al trabajo de
las asociaciones de afectados (algunas de ellas duramente atacadas por el PP),
la verdad se impuso.
Ha sido
emocionante e impresionante ver a miles de personas desplazándose con palas (se
agotaron en Valencia), con cubos, con escobas, con botellas de agua mineral
para ayudar a los pueblos afectados. La fuerza y la solidaridad del pueblo
siempre sale a la luz frente al odio y la ineptitud de los que gobiernan, de
los que piensan que sin ellos nada puede funcionar. Cuando hay una crisis o una
catástrofe la organización de la gente es imprescindible para dar la respuesta
adecuada.
La primera
respuesta de los gobernantes es la típica de quien desprecia a la población y
considera menor de edad a la ciudadanía: “mejor no vengáis que ya nos
ocuparemos nosotros”. La presión ha sido tan enorme que no han tenido más
remedio que intentar organizarla. Es un ejemplo claro del déficit de
participación ciudadana que existe en la vida política y asociativa actual.
Apenas hay espacios comunitarios, los ayuntamientos, los más cercanos a la
gente, apenas tienen medios ni potestad, y algunos partidos prefieren no
tenerlo, para organizar y mantener la participación en la vida del día a día y
más aún ante catástrofes como esta.
Es tan grave la
situación que la crisis va para largo. Los más de 200 muertos, -una cifra que
supera a los atentados de Madrid-, la destrucción de numerosas localidades y el
fracaso de las políticas de prevención y emergencia necesitarán respuestas
políticas. De momento, además de la solidaridad ciudadana, diversas plataformas
han convocado una manifestación en Valencia el próximo 9 de noviembre para
exigir la dimisión de Mazón.
*++