viernes, 8 de noviembre de 2024

Recordando a Labriola

 

120 años después de su muerte, Antonio Labriola es un pensador casi olvidado, prácticamente ausente tanto en los ámbitos académicos como políticos, aunque Labriola nos ayuda a comprender que el marxismo es, al tiempo, una filosofía, una ciencia y una política.


Recordando a Labriola


 Eros Barone

El Viejo Topo

08.11.2024


Los payasos políticos siempre tienen algo con qué divertirnos en este país donde florecen la comedia para llorar y la tragedia para reír.

Carta de Antonio Labriola a Friedrich Engels del 5 de noviembre de 1894.

La «crisis de fin de siglo» y el estado de sitio político caracterizaron en Italia el periodo comprendido entre los cañonazos del general Fiorenzo Bava Beccaris, con los que fue aplastada la insurrección popular (Milán, 6-7-8-9 de mayo de 1898), y los disparos de revólver del anarquista Gaetano Bresci, con los que fue aplastada la vida del rey Umberto I (Monza, 29 de julio de 1900). Sin embargo, estos acontecimientos no impidieron el florecimiento de estudios e investigaciones en torno a la teoría de Marx, ya que en aquel dramático cambio de siglo el marxismo adquirió una posición de prestigio en la cultura italiana y se convirtió en el centro de un amplio debate intelectual que comprometió a las mentes más agudas de la época.

  1. Un florecimiento excepcional de estudios y debates sobre el pensamiento de Marx y Engels

En el espacio de unos meses, vieron la luz uno tras otro los ensayos de Benedetto Croce Materialismo storico ed economia marxistica , la monografía de Giovanni Gentile sobre La filosofia di Marx ,1  Pel materialismo storico de Corrado Barbagallo  y La teoria del valore di Carlo Marx de Arturo Labriola: cuatro jóvenes intelectuales emergentes que se estrenaban en la escena cultural acercándose al pensamiento marxista-engelsiano. En el mismo periodo estalló la polémica entre Merlino y Bissolati sobre el revisionismo, el joven Enrico Leone publicó un trabajo sobre el Método en «El Capital» de Karl Marx en la «Rivista critica del socialismo», y aparecieron La produzione capitalistica de Antonio Graziadei e Il terzo volume del «Capitale» de Vincenzo Giuffrida. Surge una pregunta: ¿cómo se explica que el marxismo, apenas conocido veinte años antes, hubiera alcanzado, en una época en que las ideas circulaban todavía con bastante lentitud, tal influencia y éxito?

Contrariamente a lo que se podría pensar, el mérito de la introducción del marxismo en Italia corresponde, en primer lugar, a los anarquistas, que no estaban de acuerdo con Marx en muchas cuestiones –sobre la dictadura del proletariado, sobre la concepción del partido, sobre la necesidad de participar en las elecciones políticas–, pero lo reconocían como el mayor maestro y fundador del socialismo moderno. Del marxismo, los anarquistas habían tomado prestada la visión materialista de la historia, el análisis de la sociedad burguesa y de sus contradicciones, el método de la lucha de clases y el objetivo del comunismo y, sobre esta base, se oponían tanto a las reformas institucionales de los republicanos como a las reformas políticas de los radicales y de los propios socialistas reformistas. En este sentido, cabe mencionar al menos a tres exponentes anarquistas: Emilio Covelli, que en 1871 cita y discute la obra de Marx (el primer volumen El Capital había aparecido en 1867) en las páginas de la «Rivista Partenopea» (en aquel Nápoles donde en la misma época se había constituido la primera sección italiana de la Asociación Internacional de los Trabajadores, también conocida como Primera Internacional); Carlo Cafiero, gran y humanísima figura del anarquismo (era un terrateniente que sacrificó todo a la causa de la emancipación social: tierra, patrimonio, seguridad y salud), que en 1879 publicó el importante Compendio del primer tomo de ‘El Capital’, que preparó en la cárcel de Santa María Capua Vetere, donde estaba preso por su participación en los disturbios de la Banda del Matese; el abogado Francesco Saverio Merlino (defensor, entre otros, del regicida Bresci), conocedor directo de la obra de Marx y su primer crítico. Un lugar especial lo ocupó, entonces, el grupo de la «Plebe», animado por Bignami y Gnocchi-Viani (futuro fundador en Milán de la primera Cámara del Trabajo en 1891), a medio camino entre el proudhonismo, el malonismo (a partir de las posiciones idealistas y revisionistas del ex-comunista Benoît Malon) y el marxismo (por sus contactos con Marx y Engels); Andrea Costa, que en la transición de las posiciones anarquistas a las socialistas transfundió en estas últimas no pocos elementos del marxismo; y, finalmente, por su apasionada y tenaz actividad como artesano aislado del marxismo, Pasquale Martignetti, de Benevento, germanoparlante autodidacta y traductor de algunas obras importantes de Engels.

A partir de 1891 la difusión ocasional por parte de los anarquistas dio paso a una actividad sistemática de información y profundización por parte de la revista «Critica Sociale» que Filippo Turati y Anna Kuliscioff empezaron a publicar en Milán. Aquí cabe recordar la gran influencia que ejerció sobre Andrea Costa primero y sobre Turati después esta inteligente y fascinante exiliada rusa, la «dama del socialismo italiano», que, formada en la escuela de Pietro Lavrov y de la socialdemocracia alemana, ya dominaba el concepto marxista a finales de los años setenta. En este sentido, los diez primeros años de «Critica Sociale» constituyeron el laboratorio teórico y político del marxismo italiano. La revista, que se sirvió de los consejos de Engels a los socialistas italianos, de la colaboración de Lafargue, Kautsky y Plejánov, y de la información constante y puntual sobre las experiencias y debates internacionales, no sólo tendió un puente entre la cultura socialista italiana y la europea, sino que vinculó la cultura positivista, que había sido típica de la democracia republicana, al joven pensamiento marxista, encontrando en Antonio Labriola (1843-2004) un crítico severo e irreductible de tal eclecticismo. De hecho, el cáustico profesor universitario ocupa un lugar central en la historia del marxismo en Italia. Su ensayo En memoria del ‘Manifiesto comunista’ (1895), la ‘Dilucidazione preliminare’ que introduce el ensayo Del materialismo storico (1896), las cartas a Georges Sorel recogidas en Conversando de socialismo y filosofía (1897), representaron la base y marcaron el inicio del gran debate mencionado al principio de este artículo. Labriola no sólo infundió respeto al marxismo y al socialismo en las aulas universitarias, sino que con la agudeza de sus razonamientos, con el estilo a la vez elevado y conmovido de sus escritos, con su profundo conocimiento del método y del contenido del marxismo, llevó esta teoría al más alto nivel de confrontación con las corrientes culturales de la época. Su epistolario es una prueba del rigor teórico y de la dignidad intelectual a la que supo elevar el marxismo italiano, que hasta entonces se había quedado en un medio de propaganda cotidiana, repetido de forma catequística, sin una adecuada reelaboración crítica e interpretativa.

  1. Una intensa correspondencia en un periodo histórico crucial

“Alemania tuvo a Marx y Engels, y al primer Kautsky; Polonia, a Rosa Luxemburgo; Rusia, a Plechanov y Lenin; Italia, a Labriola, que (¡cuando teníamos a Sorel!) mantenía correspondencia de igual a igual con Engels, y luego con Gramsci”. Así, Louis Althusser, en esa colección de ensayos, Por Marx, que entre los años sesenta y setenta hizo una importante contribución a la reactivación del debate marxista, grabó, al mismo tiempo que denunciaba «la ausencia de una verdadera cultura ‘teórica’ en la historia del movimiento obrero francés»2, la existencia, en Italia, de una gran tradición teórica del marxismo, que incluso había sido capaz de dialogar, a través de Labriola, con uno de los dos fundadores del propio marxismo, a saber, Engels.

La correspondencia entre Antonio Labriola y Friedrich Engels abarca el quinquenio 1890-95: un periodo de tiempo en el que en Italia se agudiza la lucha de clases, las revueltas populares, antes limitadas a motines locales, adquieren dimensiones nacionales y el movimiento obrero surge trabajosamente de la espontaneidad y da origen al partido socialista, mientras las clases dominantes reaccionan furiosamente a la creciente presión de las masas y estallan escándalos que ponen al descubierto la corrupción y los métodos empresariales de la clase política gobernante.No es casualidad que los historiadores, al referirse a los conflictos sociales y las represiones estatales de los años 90, califiquen este periodo como la «década de la sangre». Como ocurre en las fases de transición de un ciclo económico recesivo a otro expansivo, la fase que sigue al final de la «Gran Depresión» (1873-1895) y a la transformación del capitalismo de libre mercado en monopolista, que da paso a la era del imperialismo y sus robustos vástagos (proteccionismo, colonialismo, militarismo y chovinismo), también está marcada por el estallido de guerras entre Estados y conflictos entre clases. En el caso italiano, el despegue industrial se entrelazó con la crisis agraria y a los crecientes gastos militares se sumaron los elevados aranceles aduaneros, lo que condujo a un empeoramiento de las condiciones de vida y de trabajo de las clases populares y provocó una vasta oposición antigubernamental que involucró también a sectores de la burguesía empresarial del Norte, perjudicada por la política económica proteccionista del gobierno central en su búsqueda de salidas en los mercados exteriores.

Friedrich Engels, en ese momento, había llegado al límite de sus años y era el carismático y a menudo solicitado líder de los partidos socialistas de la II Internacional, a los que prestaba la inestimable ayuda de su excepcional experiencia. Antes, hasta principios de los años ochenta, Antonio Labriola había escrito sobre todo libros, ensayos y memorias académicas, aunque nunca dio demasiada importancia ni a ese tipo de producción ni al trabajo de sus colegas universitarios, «que fingen no saber», como escribió a Benedetto Croce en 1897, «que están todos enfermos de servidumbre voluntaria».Luego, al llegar al umbral de la cincuentena, el estudio sistemático de Marx y Engels, así como el conjunto de experiencias a las que nos referiremos más adelante, orientaron a Labriola hacia el marxismo. Su correspondencia, en ese momento, se volvió intensa y novedosa, ya que, por un lado, se dirigía en gran parte a los principales dirigentes del socialismo internacional para presentar los acontecimientos italianos con una visión libre de «tendencias nacionalistas» y, por otro, desempeñaba una función preparatoria de los tres «Ensayos» que Labriola redactó posteriormente, en la segunda mitad de los años noventa. Así, si antes sus interlocutores privilegiados habían sido filósofos como Bertrando Spaventa y Benedetto Croce, a partir de 1890 Labriola encontró en Engels el cerebro político «internacional» y el «maestro» al que acudir «para toda duda científica, para toda comprobación de los hechos, para todo consejo práctico».5

  1. Hacia la fundación del Partido Socialista de los Trabajadores Italianos

Con la conferencia de 1889 sobre el socialismo Labriola demostró que había completado su aprendizaje marxista, haciéndolo fructificar en el doble terreno de una elaboración teórica autónoma y de una experiencia política consecuente, hasta alcanzar la plena madurez que sentía haber logrado en 1894, cuando pudo escribir a Engels que «todas las dudas sobre la interpretación materialista de la historia han pasado». 6 La alternancia y combinación de teoría y práctica o, si se prefiere, de filosofía y política, así como su fusión tendencial en la constitución del partido del proletariado, objetivo último al que se dirigían los esfuerzos de Labriola en esta etapa, marcaron con un apretado ritmo dialéctico el proceso de adquisición y elaboración del marxismo, del que el profesor-militante fue protagonista solitario entre las décadas de 1980 y 1990. Para mostrar el papel decisivo de la práctica como origen, fuente y criterio de la teoría, conviene recordar el punto de partida de la militancia socialista de Labriola en este período, a saber, la organización de la manifestación internacional del Primero de Mayo de 1891, caracterizada por la consigna de la jornada laboral de ocho horas. Labriola, en una época en la que el movimiento socialista era aún débil y poco incisivo, no sólo hizo todo lo posible por llevar a la práctica esta iniciativa, sino que se dedicó a aclarar el significado estratégico y revolucionario de la reivindicación de las «ocho horas» como alternativa a la anterior del «derecho al trabajo», de origen en los años cuarenta e inspiración reformista. La reducción de la jornada laboral es de hecho para él, como para Marx y Engels, el objetivo intermedio correcto que puede nutrir y hacer crecer, incluso en una situación atrasada como la italiana, «el germen sano de un partido obrero». 7

  1. Antonio Labriola y «el clásico triángulo marxista».

Benedetto Croce, a quien le unían lazos de amistad y estima y fue editor de sus ‘Ensayos’, fijó con esta imagen el retrato de Antonio Labriola, hace exactamente ciento veinte años, con ocasión de su muerte: un maestro al que el joven alumno era «todo oídos para escuchar», admirando su capacidad para transformar la política en «sátira amena» y para conversar de todo «con abundante vena» y «con chispeante ingenio», cualquiera que fuera el escenario en el que este moderno Sócrates se encontrara discutiendo: un salón intelectual o una sala de conferencias de la Universidad de Roma o una sección del partido socialista o una sala del café «Aragno». Y recordando el papel de Labriola en la elaboración y difusión del materialismo histórico, Croce lo define así: «Él [Labriola] fue el primer defensor de esta concepción desde una cátedra universitaria, el primero que se ocupó de ella, no como un aficionado o un periodista, sino como un científico, con severidad de propósito».8 En la continuación de este artículo, Croce reiteró también esa disidencia fundamental de la concepción del materialismo histórico que haría de él y de Giovanni Gentile, no sin esa importante lección que sin embargo deja huellas muy sustanciales en su pensamiento filosófico, los dos principales exponentes del neoidealismo italiano. Además, al escribir los famosos ensayos sobre el socialismo científico en aquella breve temporada entre 1895 y 1897, Labriola estaba movido por la convicción de que era la única obra política que le estaba permitido realizar en la situación dada. En la misma línea, hay que subrayar con fuerza que Labriola fue el primer intelectual italiano que caracterizó su relación con el movimiento de clase con una apelación constante a la prioridad e inerradicabilidad de la teoría. Esto explica, entre otras cosas, la gran estima que Lenin le tenía: ese Lenin que, por su parte, nunca dejaría de afirmar, consciente de la circularidad dialéctica entre teoría y práctica, que «sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario».9

En este sentido, la lección de Antonio Labriola nos ayuda a comprender que el marxismo es, al mismo tiempo, una filosofía, una ciencia y una política, por tanto, una «triangulación» entre estos tres polos, con lados de longitudes variables según las corrientes y experiencias históricas, de modo que dan lugar a infinitas variaciones de la figura geométrica del triángulo. Hoy, sin embargo, como ha escrito Göran Therborn, «el triángulo marxista clásico se ha roto, y es muy poco probable que pueda recomponerse».10 El escritor cree que la parte que falta hoy es, por un lado, la política -el marxismo hace tiempo que dejó de guiar la acción del movimiento obrero- y, por otro, la filosofía, debido a la debilidad ecléctica de la teoría marxista frente a la fuerza, más aparente que real, de las corrientes burguesas –aquí es claramente el materialismo dialéctico el que hay que resucitar–. Por eso poner de nuevo en circulación los textos de Antonio Labriola será una empresa útil y meritoria en la medida en que ayudará a recomponer ese mismo triángulo.

Notas
1 Para el significado crucial de la lectura que hace Gentile de la «filosofía de Marx», véase el siguiente artículo: https://www.sinistrainrete..

2 Véase L. Althusser, Per Marx, Roma, 1967, p. 7.

3 Sobre la importancia de la correspondencia entre Engels y Labriola me remito al siguiente artículo: https://www..

4 A. Labriola, Epistolario 1896-1904, Editori Riuniti, Roma 1983, p. 683.

5 Carta a Engels del 3 de abril de 1890, en A. Labriola, Epistolario 1890-1895, Editori Riuniti, Roma 1983.

Ivi, Carta a Engels del 14 de marzo de 1894.

7 A. Labriola, Scritti filosofici e politici, Einaudi, Turín 1973, p. 132.

8 A. Labriola, Scritti varii di filosofia e politica, recogidos y publicados por B. Croce, Laterza, Bari 1906, pp. 498 y ss.

9 V. I. Lenin,¿Qué hacer?, en Id., Contra el oportunismo de izquierda y derecha y contra el trotskismo, Ediciones Progreso, Moscú 1978, p. 30.

10 Véase Göran Therborn, ¿Del marxismo al posmarxismo?, Verso, Londres, 2008.

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