El veto de Brasil al
ingreso de Venezuela en los BRICS solo puede explicarse por la debilidad
política de Lula, que gobierna en minoría, y por cierta tradición de
subalternidad de Brasil frente a EEUU, a cambio de algunas ventajas económicas
y diplomáticas.
Brasil: un veto suicida
El Viejo Topo
7 noviembre 2024
El imperdonable veto del gobierno brasileño al ingreso de Venezuela al BRICS+ no constituye sorpresa alguna. Hay raíces muy profundas que enfrentan los proyectos regionales e internacionales de Itamaraty y los del gobierno bolivariano. Este conflicto, latente a veces, manifiesto en otras, se produjo con independencia de lo que Lula pensara durante sus primeros ocho años de gobierno. Luego de muchas fricciones diplomáticas lo cierto es que las relaciones entre Brasilia y Caracas recién se normalizarían después de la derrota del ALCA en noviembre del 2005.
Pero los
resquemores entre ambos gobiernos, y muy especialmente de sus respectivas
cancillerías, eran como esas brasas cubiertas de ceniza, aparentemente
apagadas, pero que bastaba una brisa para revivir al fuego. Y el viento sopló
con fuerza en las estepas de Kazan.
Para los
diplomáticos del subimperialismo brasileño –apelo a esta caracterización de Ruy
Mauro Marinii1– la postura
internacional de Chávez, su incansable hiperactivismo y el tono fuertemente
antiimperialista de su discurso y de su práctica concreta (como la creación de
Petrocaribe, por ejemplo), provocaron desde el mismo principio una mal
disimulada repulsa en los cuadros dirigentes de Itamaraty.
Hay que tener
en cuenta que, a diferencia de la gran mayoría de los países, la “autonomía
relativa” que goza la cancillería dentro del aparato estatal brasileño hace que
sus definiciones y propuestas en no pocas ocasiones prevalezcan por encima de
las que pudiera adoptar el presidente de turno, especialmente cuando éste es un
civil. Esa poderosa burocracia subimperial rige su conducta por un axioma: la
coincidencia, el acompañamiento (o por lo menos la no confrontación) con la
política exterior de Estados Unidos.
El objetivo de
ese tácito alineamiento con Washington es preservar la estabilidad del orden
neocolonial en Sudamérica y, en la medida en que sea posible, evitar el
surgimiento de gobiernos antiimperialistas o, cuando ello sea imposible, actuar
como factor de moderación. En retribución la Casa Blanca otorga su bendición al
liderazgo de Brasil en la región y hasta le abre las puertas para ubicar a sus
representantes en ciertas áreas del entramado institucional de posguerra, como
la Organización Mundial del Comercio, por ejemplo.
Fue por esto
que el creciente protagonismo internacional de Hugo Chávez sometió al pacto
sellado entre Brasilia y Washington a fuertes tensiones. Durante buena parte
del primer mandato de Lula (2003-2007) las colisiones entre Caracas y Brasilia
fueron inocultables. La administración republicana solicitó una y otra vez que
Brasilia intercediera para apaciguar las aguas que estaba revolviendo el líder
bolivariano, y que poco después adquiriría renovados bríos con el avance del
primer ciclo progresista y las elecciones que catapultaron a la presidencia a
figuras como Evo Morales, Rafael Correa, Cristina Fernández, Fernando Lugo,
Tabaré Vázquez y “Mel” Zelaya y posteriormente con la creación de la UNASUR2 Washington llegó tan lejos en sus empeños para
lograr que Lula “calmase” a Chávez como para enviar a Condoleezza Rice a Brasil
para que aquél intercediese ante el líder bolivariano para que Caracas no
desahuciara el acuerdo de cooperación militar entre Estados Unidos y Venezuela
firmado hacía unos treinta años y, además, averiguar las “razones por las
cuales Chávez había comprado 70.000 fusiles a España”. 3 Por supuesto que esa mediación no surtió ningún
efecto.
Los desacuerdos
entre Brasilia y Caracas continuaron por un buen tiempo. Enumerarlos sería tan
largo como tedioso. Recordemos apenas dos: el rechazo del gobierno de Lula a la
implementación práctica del Banco del Sur, solemnemente fundado en diciembre
del 2007 pero paralizado desde su nacimiento sobre todo por las reticencias
brasileñas; o la pertinaz negativa de Brasil para admitir a Venezuela en el
Mercosur. Dados estos antecedentes la conducta de la delegación brasileña en
Kazan se inscribía dentro de lo previsible. La ausencia de Lula debido a un
extraño “accidente doméstico” permanecerá como una de las grandes incógnitas de
la Cumbre de Kazan. Tal vez en algo haya influido el desafortunado voto de
Brasil en la ONU condenando la “invasión rusa” en Ucrania4.
Pero lo cierto
es que con el veto al ingreso de Venezuela como miembro asociado a los BRICS+,
categoría en la cual entraron Bolivia y Cuba, el prestigio internacional de
Brasil y la necesaria solidaridad entre los países latinoamericanos quedaron
gravemente dañados. El gobierno de Lula cedió a la presión conservadora de su
propia coalición de gobierno y a la de Estados Unidos, para quien mantener
aislada a Venezuela es fundamental para proseguir con impunidad su criminal
bloqueo en contra de ese país. No es lo mismo atacarlo en soledad que hacerlo
cuando ya es miembro del BRICS+.
Lo acontecido
desprestigia a Brasil y hace aparecer a su gobierno como un dócil socio de
Washington operando en Latinoamérica, favoreciendo la desconexión, para no
decir la “desintegración”, entre los países del área todo lo cual fomenta la
suspicacia sobre las futuras intenciones de Itamaraty en el terreno
internacional. Por eso la movida de Lula en Kazan es un “veto suicida” porque
debilita la gravitación internacional de Brasil no sólo en Latinoamérica sino a
nivel mundial. El analista brasileño José Luis Fiori lo dijo con todas las
letras: “una Sudamérica dividida viene perdiendo relevancia geopolítica y
geoeconómica y sus pequeñas unidades ‘primario-exportadoras’, en su
aislamiento, son completamente irrelevantes en el tablero geopolítico mundial.”
La alternativa sería construir un eje entre Brasil, Argentina y Venezuela, pero
eso es lo que ha sido roto este año con el rechazo de Milei a la incorporación
de Argentina a los BRICS+ y el veto brasileño el ingreso de Venezuela a esa
organización.
Con su veto el
gobierno brasileño privó al BRICS+ de la enorme ventaja que le otorgaría a este
nucleamiento incorporar a sus filas al país que cuenta con la mayor reserva
comprobada de petróleo del mundo. Objetivamente: debilitó al BRICS+, para
beneplácito de Washington. Por eso creo que este veto no tendrá larga vida y
que Lula terminará desairado, porque pocos yerros pueden ser más graves en el
mundo de hoy que dejar esa enorme reserva petrolera a merced del manotazo que
pudiera dar Estados Unidos, algo que ni China, Rusia e inclusive la India
verían con buenos ojos. Lo que ocurre es que Itamaraty no cree que el tablero
internacional ya se haya transformado en un sistema multipolar y de ahí su
errónea decisión de vetar el ingreso de Venezuela al BRICS+. Sigue apostando a
la declinante hegemonía estadounidense y a un putrefacto “orden mundial basado
en reglas” con el cual Estados Unidos defiende sus intereses nacionales.
Tiene razón la
cancillería bolivariana cuando calificó al veto como “un gesto hostil, que se
suma a la política criminal de sanciones que han sido impuestas a un pueblo
valiente y revolucionario”. Decir que “se suma”, en un cuidado lenguaje
diplomático, equivale a decir que Brasil actuó como un diligente peón de
Washington, convalidando las más de 900 medidas coercitivas unilaterales que
afectan a ese país hermano y haciendo gala de una penosa falta de solidaridad.
¿No se enteró
Lula que durante la pandemia, durante el gobierno del impresentable Jair
Bolsonaro, la gente moría en los hospitales de Manaos por falta de oxígeno y el
presidente Nicolás Maduro ordenó el envío de 107 médicos y seis cisternas con
un total de 136.000 litros de oxígeno para atender la dramática situación de
los hospitales de esa ciudad? ¿Es este el pago de Brasil ante aquel gesto
solidario? Veto lamentable e imperdonable. El presidente Lula tendrá una ardua
labor por delante si quiere que su país recupere su credibilidad y su gravitación,
no sólo en el orden regional latinoamericano y caribeño, sino también ante los
principales socios del BRICS+, fundamentalmente China, Rusia y la India.
Seguramente no habrá de pasar mucho tiempo antes de que ese fatídico veto sea
revertido, y el presidente brasileño tenga que soportar un amargo desaire.
Notas
- Ver Adrián Sotelo Valencia, Subimperialismo y dependencia en
América Latina (CLACSO, 2021)
- Sobre ese primer ciclo ver Klachko, Paula y Katu Arkonada, Desde
Abajo. Desde Arriba. (Buenos Aires, Prometeo: 2016, disponible en
Internet) y sobre el segundo ciclo progresista consultar Atilio A. Boron y
Paula Klachko, Segundo Turno. El resurgimiento del ciclo
progresista en América Latina y el Caribe (Buenos Aires:
ediciones varias, 2023).
- https://www.lanacion.com.ar/el-mundo/lula-pidio-a-chavez-moderar-su-hostilidad-hacia-washington-nid700008/5
- Eleonora Gosman, en El DiarioAR,
https://www.eldiarioar.com/mundo/empenado-asumir-rol-mediador-global-lula-hablo-zelensky-plan-paz_1_10004942.html
5 Marzo 2023
Fuente:
Página12
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