lunes, 13 de noviembre de 2017

INDEPENDENTISMO CATALÁN. UN ANÁLISIS SERIO



Un comunicado-manifiesto que merece no pasar desapercibido

13.11.2017

De nuevo -¡qué bien!, no son buenos días para la lírica ni para la felicidad!- he visto entusiasmada a mi compañera. Como en el poema de Brecht, un poema que hubiera encantado a nuestra heroína, a Jenny Marx, también a Tussy: “La primera mirada por la ventana al despertarse/ El viejo libro vuelto a encontrar/ Los rostros entusiasmados…”. ¿Y por qué? Pues esta vez por un comunicado. ¡Un comunicado! ¿Cómo se entiende? ¿Habrá perdido el juicio, pensarán. Pues porque no es comunicado cualquiera. Bien escrito, muy bien escrito, muy bien argumentado, con defensa de finalidades justas y razonables, con críticas respetuosas y sin gritos. Tocando mano y cerebro, simultáneamente. Y yo estoy de acuerdo con ella. Vale la pena. Se lo cuento brevemente.

Está fechado significativamente, el ¡7 de noviembre! ¡Pinta bien la cosa de entrada! Desconozco la autoría pero ¡seguro que tiene nombre de mujer... o bien, en su defecto, es un hombre con alma muy feminista, muy de mujer ! Les hablo de un comunicado-Manifiesto de ASEC/ASIC [1] y está publicado el 11.11.2017, cuatro días después de su redacción y aprobación. Sin votos en contra por lo que parece. Se abre con estas palabras:

Ante las próximas elecciones al Parlamento de Cataluña, la izquierda se encuentra en una difícil encrucijada. El llamado “proceso hacia la independencia” impulsado por una serie de organizaciones de ámbito catalán, como los partidos ERC, PDeCAT (exCDC) y CUP y asociaciones como ANC y Òmnium Cultural, con toda suerte de acciones, abiertas o encubiertas, legales e ilegales, ha conseguido, a lo largo de los años, y especialmente los cinco últimos, desviar el discurso político propio de la izquierda, que es el de la justicia social, su promoción y defensa, hacia la llamada “cuestión nacional”, con el pretexto de una supuesta “opresión” de la población de Cataluña por el gobierno español y demás instituciones del Estado.

La división de las clases populares y el conflicto político que ello ha provocado y sigue provocando, prosiguen, facilita que sigan sin afrontarse seriamente los graves y usualmente olvidados problemas sociales que aquejan al país, “en plena resaca de una crisis económico-financiera que ha agudizado enormemente las desigualdades sociales y ha sumido en la pobreza sin paliativos a amplias capas de la población”. Lo sabido pero que conviene recordar. Los datos conocidos son abrumadores. La realidad de la que dan cuenta esos datos es peor.

En tales circunstancias, se apunta siguiendo el conocido aviso del ex conseller de Santi Vila, “sólo cabe entender el proceso independentista como una cortina de humo hábilmente tendida por los poderosos e ingenuamente asumida por muchos ciudadanos de a pie”. Efectivamente, la cosa pinta así, ha sido así. En cualquier caso, “condición indispensable para que la suplantación de una defensa de los verdaderos intereses de la gente por proyectos disolventes como el independentista deje de producirse” es evitar que de las urnas del 21 D vuelva a surgir una mayoría parlamentaria secesionista en escaños (ya en votos no la consiguieron el 27S, a pesar de su sufrida estafa en el cómputo). Ese es el objetivo esencial de las fuerzas de izquierda que no sean secesionistas.

Si bien, se admite, “fuerza es reconocer y lamentar que la mayor oposición al secesionismo no ha venido de la izquierda presente en las instituciones”, sino de partidos de la derecha de ámbito español. De ahí que se sostenga:

Especialmente lamentable es y ha sido el papel desempeñado por los partidos de la llamada “nueva izquierda”, cuya actitud ante el independentismo ha oscilado entre la adhesión pura y simple de algunos sectores minoritarios y la condescendencia abierta y cómplice de la mayoría de sus dirigentes, apenas disimulada con tímidas declaraciones de rechazo de la declaración unilateral de independencia anunciada y finalmente ejecutada por el gobierno de la Generalitat hoy destituido y procesado.

Resulta difícil de entender, por principio básico de no contradicción, que se pueda estar a la vez “en contra de dicha declaración y de las medidas adoptadas por el gobierno central para ponerle freno”, por más, se matiza, “que siempre sea lícito discutir la justeza o conveniencia de tales o cuales medidas concretas”.

Lo paradójico, a la vez que positivo, de esta situación, se señala también, es la notable falta de sintonía existente “entre los dirigentes de esos partidos de la nueva izquierda y sus bases, no sólo electorales, sino orgánicas, como han puesto de manifiesto diversos referendos internos celebrados en su seno”. Los resultados de estas últimas semanas están en la mente de todas. Nada tiene de extraño este fenómeno, “que no es sino la punta de un iceberg mucho mayor, a saber: la existencia de una masa ciudadana sociológicamente situada a la izquierda que se encuentra huérfana de representación política”.

Mi compañera y yo estamos incluidos en esa masa que no es propiamente una masa, es otra cosa más viva, más real, más diversa. Masa esa, que no es masa, “que se hizo clamorosamente visible en las grandes manifestaciones que inundaron el centro de Barcelona los días 8 y 29 de octubre”, unas manifestaciones olvidadas y atacadas sin contemplaciones por tierra, mar y aire secesionistas y sistemas afines inconsistentes. Y con insultos:

La maledicencia connatural a los portavoces independentistas y a sus compañeros de viaje no se ha cansado de llamar “fascistas” a quienes se manifestaron aquellos días o de sostener, al menos, que la inspiración, organización y orientación de dichas manifestaciones era de claro signo derechista. El hecho de que el símbolo más profusamente exhibido por los manifestantes fuera la enseña rojigualda (que, guste o no, es la bandera constitucional) ha servido de pretexto para insistir en las mencionadas descalificaciones. Olvidando, por un lado, que en esas manifestaciones volvió a recuperar protagonismo la señera, que los independentistas parecen haber olvidado sustituyéndola por la estelada cuatricolor (cuyo origen derechista casi nadie recuerda); e ignorando, por otro lado, que la tricolor republicana es apenas conocida por las nuevas generaciones.

En cualquier caso, planteado el conflicto en los términos en que lo ha hecho la ofensiva secesionista, “nada tiene de extraño que, cuando de defender la existencia misma de un país se trata, coincidan en esa lucha personas de todo el espectro ideológico”. Nadie parece escandalizarse en el bando independentista, conviene recordarlo, “ante la “extraña pareja” formada hasta ahora por Junts pel Sí y la CUP, cuya legitimidad todos justifican invocando la famosa “transversalidad” (eso que, en tiempos mejores para la política, se llamaba “interclasismo”)”, tan extraña pareja que ha significado dos años -¡dos años!- de apoyo parlamentario de una fuerza de extremísima izquierda radical-cañera que aspira nada menos que a unos “Países Catalanes” -¿qué debe ser eso?- enrojecidos, apoyos, decía, a una de las fuerzas más corruptas (la fuerza dirigente de Junts pel sí) y más burguesa-empresarial (con pasado negrero entre sus representantes más conocidos y que manejan más hilos) de la historia de Cataluña.

Las alianzas tácticas, en todo caso, no deben hacer perder de vista los objetivos estratégicos de la izquierda, se afirma a continuación. No deben hacerlo, por supuesto.

Por ello es urgente contar lo antes posible con una izquierda que recupere los valores que dan sentido a su existencia y que responda a los intereses vitales de su base social, que son las capas subalternas, los trabajadores en sentido amplio. Una izquierda que acabe con la discordancia entre los intereses de su base y las decisiones de sus dirigentes.

Una izquierda por el momento inexistente en Cataluña y una no sabe si existente en el conjunto de España. Una izquierda se caracterizan en estos términos.

Una izquierda que dé voz a la masa silenciada hasta ahora por el consenso nacionalista excluyente tejido durante años entre las diversas fuerzas políticas de Cataluña. Una izquierda cuya influencia en la contienda electoral que se avecina contribuya a impedir una nueva mayoría parlamentaria secesionista desde un programa de auténtica regeneración democrática en que libertad, igualdad y fraternidad sean la divisa fundamental, en que todas las diferencias puedan convivir sin exclusiones contribuyendo por igual al bienestar común.
Y feminista además. ¡No hay revolución democrática futura que no sea feminista! ¡Hasta las narices de tanta violencia y tanto acoso sexual!

A este respecto, se afirma con la claridad necesaria y exigible, “parece suficientemente probado que la mencionada “nueva izquierda” no ofrece ninguna garantía de cumplir ese papel”. Su supeditación al interés partidista de crecer a expensas de otras opciones políticas cuyo espacio disputan “la ha llevado progresivamente a aliarse en diversos grados con los impulsores del secesionismo”, una y mil veces, el 11S y en fechas posteriores, “cuyas faltas excusan por el simple hecho de que el gobierno central al que se enfrentan está en manos de un partido de derechas” (un argumento pueril donde los haya), al que por cierto, se añade, “tuvieron ocasión de desalojar mediante una simple abstención parlamentaria y se negaron a hacerlo”, como se recuerda, en marzo de 2016. Sus propuestas de “referéndum pactado”, sin explicar nada más y convirtiéndolo en fórmula agradable-bonita-hermosa-que-suena-bien a los oídos nacionalistas-secesionistas, “son una forma encubierta de defender el derecho de secesión sin pasar por un debate constitucional que es realmente necesario en España”, y por el que nosotras apostamos claramente, “pero no tanto (aunque también) para resolver conflictos territoriales como para atacar las desigualdades sociales contra las que la actual Constitución no protege suficientemente a la ciudadanía”. Exacto, desigualdades sociales, injusticias, explotaciones. El rovell de l’ou, lo esencial… que no olvida otros aspectos de la situación.

Las propuestas de estas fuerzas “de construir alianzas “de progreso” con partidos como ERC, que de izquierda sólo tiene el nombre y cuyo único objetivo constatable es el de segregar Cataluña de España”, propuestas que ya han formulado (recordemos la cena Junqueras, Iglesias, Domènech) demuestran, por si fuera necesario, “hasta qué punto es un sarcasmo que quienes eso dicen pretendan ser considerados de izquierdas”. Tal cual han leído.

Desde su voluntad de contribuir a que ese enfermo social -de nuevo la palabra- que es España (no el Estado español) se recupere, condición previa para lo cual es impedir que se le amputen miembros, como algunos pretenden, con estas palabras finaliza el comunicado, “hacemos un perentorio llamamiento al electorado de izquierdas de Cataluña a que no eluda la grave responsabilidad que la historia ha cargado sobre sus hombros y vote masivamente el 21 de diciembre teniendo presentes estas consideraciones. En su buen criterio confiamos”. Nosotras también. ¡Hay que acudir en masa y con ganas y buena elección!

Ese buen criterio, que la mayoría de mujeres trabajadoras (¡o jubiladas pero con trabajo en casa!) ya tenemos de hecho, queda reforzado, en mi opinión (y en el de mi compañera, ¡me ruega que lo diga diga explícitamente!), por el análisis, la información y los argumentos de este texto singular que hemos comentado. Gracias, muchas por él. Gracias por el esfuerzo.. y por el magnífico resultado.

Si el lenguaje es la casa del Ser y el ser humano (a veces, ¡el hombre!, dicen, es su guardián, como decía aquel filósofo alemán reaccionario de muy triste recuerdo, el buen lenguaje es casa del buen Ser f-f-f-: fraternal, federal... y feminista, y nosotras, las mujeres federalistas, somos guardianas de esa casa, que es casa de todas… y de todos si saben comportarse. Si no, fuera, a aprender y a reciclarse. Con humildad y humanidad.
Nota:


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