viernes, 19 de abril de 2013

MONARQUIA Y POLITICOS CORRUPTOS, ¡FUERA! (ESTAMOS EN MANOS DE UNOS MAFIOSOS POLITICOS OPORTUNISTAS QUE NOS LLEVAN AL KAOS SOCIAL, POLITICO Y ECONOMICO)


RECUERDOS DE SABINO FERNÁNDEZ CAMPO. LO QUE PASÓ DE VERDAD EL 23 F

 (1/2) 

(El teniente Coronel Tejero de La Guardia Civil, en la Tribuna de oradores del Congreso de los Diputados, pistola en mano, sobre las seis y media de la tarde del día 23 de Febrero de 1.981)

¡PÁSALO!

Iñaki Anasagastegui 

Aquella mañana llegué algo tarde a “Río Frío” (1) y Don Sabino ya estaba allí, en la mesa habitual donde nos sentábamos los sábados y con vistas a la plaza de Colón. Tenía un café delante, un vaso de agua, y ojeaba los periódicos del día. Nada más saludarnos me senté y casi sin mediar más palabras sacó unos folios doblados del bolsillo interior de su chaqueta y me dijo:

 Ten, este es uno de los “Recuerdos” que estoy escribiendo. Lo escribí anoche casi de un tirón. Quiero que lo leas aquí y ahora y me des tu opinión.

Yo cogí aquellos folios y me puse a leer con verdadero interés. Reproduzco aquí las notas que allí mismo tomé a vuelapluma y cuando él me lo autorizó, pues no quiso dejármelos ni para sacar fotocopias. Los folios estaban escritos de su puño y letra. Y recordaré siempre su bella letra.

 “Aquella tarde, la tarde del 23 de febrero de 1981, yo estaba en mi despacho revisando papeles, como casi todas las tardes, cuando de pronto irrumpió sin ni siquiera llamar a la puerta, Fernando Gutiérrez* y casi gritando me dijo:

¡Sabino, rápido, conecta la radio!

Inmediatamente conecté la radio y ambos escuchamos con asombro lo que todos los españoles: los gritos de Tejero y los tiros... y sentí como un latigazo en todo mi cuerpo. Debí ponerme blanco en segundos y sin pensarlo di un salto y me fui directo al despacho del Rey.

Cuando entré, tampoco yo llamé a la puerta, vi que el Rey y la Reina ya estaban pegados a la radio y escuchando atentamente. Eso sí, tranquilos.
- ¡Señor!, ¿qué está pasando en el Congreso?
- Sabino, por favor, no te alteres. ¡Estás pálido! 
- ¡Señor, si ha habido tiros!. 
- Lo sé, yo también lo he oído.
- Majestad, esto es muy grave. ¡Puede haber muertos! 
- Tranquilo, hombre, tranquilo. No hay que perder la calma en situaciones difíciles. Ponte en contacto rápido con Seguridad y entérate de lo que está pasando. 
- Señor, por si acaso voy a dar instrucciones para reforzar la seguridad del Palacio.
- Sí, me parece bien. ¡Hazlo! -

La Reina no había dicho nada, aunque su cara era un poema. Pero, cuando fui a salir sonó el teléfono y el Rey, mientras lo cogía, me pidió que esperase.

Entonces Su Majestad, ya al teléfono, dijo muy alterado:
- ¡Alfonso!, ¿qué pasa? ¿Qué han sido esos tiros?
- ...¿?
- Naturalmente yo no escuché bien las palabras del otro lado del teléfono ni me enteraría salvo por las respuestas del Rey.
- ¡Qué coño es eso de intimidación! ¡Eso no estaba previsto! ¡Quiero saber urgentemente lo que está pasando ahora mismo allí. 
- ... ¿? 
- Sí, entérate de todo y te vienes urgente a la Zarzuela 
- ... ¿?

- En ese momento y con señas le hice saber al Rey que pospusiese su respuesta. Entonces Su Majestad dijo: 

- Alfonso, déjame unos minutos y me llamas después (y colgó el teléfono). 
- ¿Qué pasa, Sabino?
- Señor, no sé lo que pasa, pero pienso que el General Armada debe quedarse en su puesto.
- ¿Por qué? 
- Señor, en plena batalla un jefe no puede abandonar su puesto. Sería un disparate. 
- Pero, es que necesito saber lo que ha pasado. Los tiros no estaban previstos.
- Señor, no lo entiendo.
- Sí, Sabino, perdona (y el rey volvió a su control habitual). Después te lo explicaré. Bueno, tal vez tengas razón. Le diré ahora que se quede en su puesto. 
- Tiene razón Sabino –dijo la Reina. 

Y entonces, no habían transcurrido ni tres minutos, volvió a sonar el teléfono y otra vez era el general Armada. 
- Mira, Alfonso, hemos decidido que sigas ahí y no te muevas hasta nueva orden. 
- ...¿? 
- Sí, ya lo sé, Alfonso, ya sé que la situación es difícil y complicada. Pero, insisto, quédate ahí, más tarde volveremos a hablar. 
- Señor, me voy a mi despacho –dije entonces, asombrado como estaba-. Voy a recabar información y a dar instrucciones a Seguridad.
- Vale, está bien.

Y me volví a mi despacho, donde esperaba angustiado Fernando Gutiérrez. 
- Fernando, tienes que llamar urgentemente a la televisión, a las radios y a los periódicos, para enterarte qué está pasando y que noticias tienen ellos. Venga, rápido. 

Al quedarme sólo me di cuenta que mi cabeza era un volcán y cien preguntas me surgieron como centellas. ¿Qué significaba lo de “no estaba previsto”? ¿Por qué el Rey aparentaba estar tranquilo conmigo y no con Armada? ¿Qué era aquello? ¿Era la acción individual del loco Tejero? ¿Era un Golpe de Estado? ¿Era la cabeza de puente de otra cosa mucho más seria?... ¡Y las dudas inundaron mi cabeza! ¡Dios, la situación apenas si me dejaba pensar!. Así que cogí el teléfono y llamé al teléfono especial que tenía del Congreso para hablar con la persona de la CASA que habíamos destacado aquella tarde para tener información directa. Pregunté, al descolgarlo alguien al otro lado, por el hombre de confianza que tenía allí destacado porque no estaba. Pero la persona que lo cogió me adelantó, muy nerviosa, lo que había pasado y lo que estaba pasando, y una cosa me produjo tal impacto que casi me tumba. Que Tejero había dicho que aquello lo hacía ¡¡EN NOMBRE DEL REY!!. Eso me nubló hasta la vista y hasta mi corazón empezó a latir peligrosamente. ¿En nombre del Rey? ¿Qué está pasando aquí? Entonces llamé también a mi amigo Lacaci, el Capitán General de Madrid, y comprobé que estaba tan desorientado y desconcertado como yo. El hombre estaba intentando saber con exactitud lo que estaba pasando en la Brunete. Quedamos en hablarnos después y estar en permanente contacto, porque era fundamental saber lo que iba a hacer la Acorazada. 

Y otra vez me fui a ver al Rey. Entré en el despacho y Su Majestad estaba hablando por teléfono y a su interlocutor, que no era otro que el General Armada, le decía: 

- Alfonso, si es verdad que ese loco ha entrado en el Congreso en nombre del Rey hay que desmentirlo urgentemente y quiero saber con urgencia 
–y el Rey casi gritó- por qué ha dicho Tejero semejante cosa. 
- Y sin más colgó el teléfono. Yo me acerqué y sin sentarme, de pie (allí sentada seguía la Reina). 
- Señor, veo que ya lo sabe. Eso es muy grave. 
- Sí, Sabino, la cosa es grave. Creo que debemos autorizar a Armada a que venga a la Zarzuela y nos explique detalladamente lo que está pasando, porque creo que aquí están pasando cosas que no estaban previstas.  
- ¿Cosas que no estaban previstas? ¿A qué se refiere Su Majestad?
- Bueno, es un decir (pero, por primera vez noté cierto nerviosismo en el Rey, como si quisiera ocultarme algo) 

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