viernes, 19 de agosto de 2022

Van Gogh en un mundo cercano (2)

 



Van Gogh en un mundo cercano (2)

 

Pepe Gutiérrez-Álvarez

KAOSENLARED

19 de agosto de 2022  

 

En esta ciudad Van Gogh tendrá escasas amistades y la población siente una profunda desconfianza hacia su carácter y su arte. Consigue a través de Theo la compañía de Gauguin, que convivirá con él dos meses de intensa y febril creatividad, pero también de conflictos personales que concluirán el 23 de diciembre cuando Van Gogh se castiga amputándose con una navaja una oreja que, envuelta, regala a una chica de un burdel. Esta es la primera de una serie de crisis violentas, que le llevarán finalmente al suicidio.

En mayo de 1889 entra en el hospicio psiquiátrico de Saint-Rhémy de Provenza para intentar curarse. Mientras descansa conoce su primer éxito oficial: su participación en la exposición del Salón de los Veinte de Bruselas. Durante la permanencia en el asilo pintará 150 telas y numerosos dibujos, fruto de un esfuerzo titánico que se desenvuelve en medio de largas crisis y dolorosas postraciones. Al cabo de un año abandona la clínica, y cuando todo parece ir mejor, se dispara un tiro en el corazón en pleno campo. Un “cura obrero” en el Borinage

Aunque nunca tuvo ningún compromiso político preciso, Van Gogh fue un inconformista social y religioso, un “republicano” adversario de la monarquía y del bonapartismo, un “bohemio” que durante mucho tiempo pensó que se podía trasladar a su arte los ideales que no veía realizables en la política. Estas concepciones (animadas y fecundadas por las lecturas de obras de Víctor Hugo como Los miserables, o como La tierra y Germinal, las dos novelas más radicales de Emite Zola), están mezcladas con un intenso sentimiento religioso en una orientación muy familiar con lo que hoy se llama Teología de la Liberación. En uno de sus cuadros, Naturaleza muerta con Biblia (1885) aparece el libro sagrado del cristianismo junto con La joie de vivre, de Emile Zola, ambos colocados al mismo nivel.

En esta dimensión de su vida hay un capítulo decisivo de Borinage, la cuenca carbonífera belga cerca de la frontera francesa donde llega Van Gogh para convertirse en lo que hoy llamaríamos un “cura obrero”, en un sacerdote laico que trata primero de dar a conocer la palabra de Dios a los mineros y acaba descendiendo al mismo infierno en un afán incontenible por ser consecuente con dicha palabra y con su acusada sensibilidad, siempre perturbada ante la presencia del dolor y de la opresión. Una de sus primeras obras maestras es el retrato de Sien, Sorrow (Tristeza). En su primera versión Van Gogh añade una cita de Jules Michelet que dice: “¿Cómo puede ser que haya en la Tierra una mujer sola y abandonada?”.

Bajar a las minas

Mientras, baja a las minas, cuida a los niños ya los inválidos y se desvive cuando suena la sirena de los accidentes: “… Sus ojos de artista captaron el efecto pictórico de los mineros ennegrecidos por el carbón sobre el paisaje nevado; al tiempo, las espantosas condiciones en que vivían los mineros conmovieron su piedad y su conciencia social. Sus cartas evocan el paisaje sucio y desolado, las chabolas pequeñas y humildes de los trabajadores, unos hombres de corta estatura, pálidos y flacos, casados con unas mujeres estropeadas, envejecidas antes de tiempo. Después de bajar a una mina dejó una descripción especialmente intensa de las estrechas celdas en las que trabajaban los hombres en el tajo del carbón, mientras que los chicos pequeños realizaban la mayor parte de la carga, y los viejos caballos arrastraban vagonetas. Las minas de Borinage eran escandalosamente inseguras, incluso para las negligentes normas de la época, y se producían frecuentes desastres ocasionados por el grisú, las inundaciones, el aire viciado y los derrumbamientos. La descripción de Van Gogh es similar, en esencia, a la que hará siete años más tarde uno de sus personajes más admirados, el novelista francés Zola en su obra maestra, Germinal” (Nathaniel Harris, El arte de Van Gogh, Ed. Polígrafa, Barcelona, 1982, p. 16).

Después de Borinage

Desde su experiencia en Borinage, Van Gogh abominó la religión convencional y las diferentes iglesias, y aunque siguió siendo, a su manera, un creyente, su verdadera religión fue la pintura.

Tal como lo documenta claramente su pintura, sentía una intensa aversión hacia la industrialización y el mundo de las máquinas, hacia los “comerciantes de hombres”, y compartía con los teóricos del “socialismo artístico” (William Morris, John Ruskin, Oscar Wilde) el ideal de una sociedad libre de dominadores y se unía a un himno radical de alabanza hacia la dignidad del trabajo oscuro, hacia el esfuerzo de los campesinos y campesinas que había conocido y estimado a lo largo de su vida, y hacia el trabajo artesanal hecho con amor. No obstante, estas inquietudes nunca llevaron a Van Gogh hacia el naturalismo o hacia el realismo social. Pensaba que pintaba para el pueblo y que los trabajadores tenían que ser su autentico público, pero entendió esta convicción en el sentido de que tenían que ser éstos los que se elevaran hacia el arte y no el arte el que tenía que descender “didácticamente” hacia ellos.

Desde que comenzó su actividad artística, Van Gogh fue sostenido por su hermano Theo, sin el cual jamás podría haber realizado su obra. Theo falleció un año después, y fue enterrado junto con su hermano. En esta relación Theo fue algo así como el alter ego del artista, su otra cara, la que le dio para el sustento, le ayudó siempre y al que pudo confiar sus pensamientos más íntimos y secretos. Vincent escribió 650 cartas a su hermano. Son cartas que sorprenden por la sinceridad de sus sentimientos y por la claridad teórica con que expone su evolución artística; también son una vívida descripción de su sufrimiento y de sus inquietudes. Resultan una lectura apasionante, un testimonio desgarradamente objetivo de los acontecimientos que jalonaron su vida artística, de los lazos que unen sus diferentes etapas personales, y dan en su conjunto una viva imagen de las luchas que un individuo, aparentemente desfavorecido, libró contra la fuerzas internas que le impulsaban, un hombre que en medio de la adversidad, capaz de labrar su destino.

Fragmentos de vida

A título de ejemplo citaremos algunos de sus fragmentos: “Se dice -y yo así lo creo- que es difícil conocerse a uno mismo; pero tampoco es fácil pintarse a uno mismo. En este momento trabajo en dos autorretratos; a falta de otro modelo me pinto a mí mismo.”; “Pero tengo que atenerme al camino que he elegido. Si no hago nada, si no estudio ni busco, estoy perdido. Y entonces pobre de mí!”; “Prefiero disponer de cien francos al mes y tener la libertad de hacer con ellos lo que quiera, que de doscientos sin esa libertad. “; “Esto es lo que llaman un ‘café de noche’… Los ‘vagabundos nocturnos’ pueden encontrar asilo aquí cuando no pueden pagarse un alojamiento o cuanto están demasiado borrachos para que los admitan en otro lugar… En mi cuadro (…) he intentado expresar que el café es un lugar en el que uno puede arruinarse, volverse loco, cometer un crimen…”…

“Y no me extrañaría que dentro de un tiempo los impresionistas se pusieran a criticar mi manera de trabajar, más bien fecundada por las ideas de Delacroix que por las suyas. Pues en lugar de reproducir con exactitud lo que delante prefiero servirme arbitrariamente del color para expresarme con más fuerza.”; “La cuestión de pintar las escenas o los efectos de noche al aire libre, y la noche misma, me interesa enormemente. Esta semana no he hecho absolutamente nada más que pintar, dormir y comer. Esto quiere decir sesiones de doce horas, de seis horas como mínimo, y luego un sueño de doce horas sin interrupción también:”; ” Ahora que he visto el mar aquí, experimento de pronto la importancia que tiene permanecer en el Sur y sentir que falta todavía llevar el color hasta su último extremo -África no está muy lejana.”; “Cuando uno goza de buena salud, es preciso poder vivir de un trozo de pan, trabajando toda la jornada y teniendo todavía la fuerza de fumar y beberse unas copas; esto es necesario en esas condiciones. Y al mismo tiempo, sentir claramente en lo alto las estrellas y el infinito. Entonces la vida puede llegar a ser a pesar de todo casi fabulosa. ¡Ay!, el que no crea aquí en el sol es un descreído.”…

” Ahora tenemos por aquí un calor espléndido y fuerte sin viento, lo que me viene muy bien. Un sol, una luz que a falta de mejor cosa no puedo llamar más que amarilla; amarillo de azufre pálido, limón pálido oro. ¡Qué hermoso es el amarillo!”

“Tanto en la vida como en la pintura puedo muy bien prescindir de Dios, pero sin embargo soy una persona que sufre y no puedo prescindir de algo superior a mí mismo y que representa toda mi vida -la fuerza creadora…Quisiera pintar a hombres y mujeres con un algo de eternidad, lo que en otro tiempo estaba simbolizado por la aureola de los santos y que nosotros tratamos de representar con la luminosidad y el movimiento oscilante de nuestros colores…”;”Cuanto más feo, más viejo, más maligno, más enfermo y pobre me vuelvo, tanto más intento recuperar lo perdido dotando a mis colores de una luminosidad y un resplandor equilibrado. “

“Es una verdad como un templo que muchos pintores se vuelven locos, y es que es una vida que, por decirlo de una manera discreta, le aparta a uno de la realidad. Está bien sumergirse de golpe en el trabajo una y otra vez, pero mi corazón se resiente y se quedará medio perturbada para siempre.”

Gaughin…

“Quisiera pintar cuadros que dentro de cien años aparezcan como una revelación. Pero no me gustaría conseguirlo con fidelidad fotográfica, sino a través de mi manera apasionada de ver las cosas, con ayuda de nuestros conocimientos y de nuestro gusto actual del color como medio de expresión y de profundización del carácter.”; “Yo no tengo la culpa de que mis cuadros no se vendan. Pero llegará el día en que la gente reconozca que valen más que el dinero que costaron para pintarlos.”

“Pobre muchacho, no ha disfrutado de mucha felicidad y no le queda ninguna esperanza; la soledad pesa tanto… Me ha dicho que nunca ha sospechado toda la tristeza de su vida. ¡Ah! ¡Sí pudiéramos darle ánimos! Pero no te inquietes demasiado, porque ha estado ya en situación desesperada y su fuerte constitución le ha ayudado a recuperarse.” (Theo a su mujer el día antes del suicidio de Vincent van Gogh.)

Gauguin y Van Gogh se conocieron en el otoño de 1866, seguramente en el establecimiento de “tío Tanguy” y se causan mutuamente una fuerte impresión. Tenían bastantes similitudes, ambos habían comenzado tardíamente su vocación, habían sufrido y compartían la misma obsesión, también eran inquietos renovadores, aunque no por el mismo terreno.

Pero igualmente existían disonancias: Gauguin tenía una familia, era fornido y gustaba a las mujeres, no tenía la sensibilidad social de Van Gogh -a pegar de ser el nieto de la extraordinaria Flora Tristán, la famosa feminista y socialista – y aborrecía el desorden que rodeaban la vida de éste. En su soledad de Arlés, Van Gogh sintió la apremiante necesidad de tener a su lado a un artista y amigo que le sacara del abismo, y encontró en Theo al aliado idóneo para obligar a Gauguin a trasladarse a vivir con él. Este no apreció la invitación y desconfiaba tanto de Vincent -al que consideraba extravagante y artísticamente dudoso- como de Theo. “Por mucho que me aprecie, no creo que Theo se preste a mantenerme en el Midi solamente por mi cara bonita. Con su frío carácter holandés ha estudiado el terreno y proyecta llevar la cosa lo más lejos posible”, escribió a su común amigo Bernard en octubre de 1888.

Gauguin llegó a Arlés la mañana del 23 de octubre del mismo año y se encontró con un Van Gogh alborozado que hacía todo lo posible para acomodar a su nuevo amigo. Tenía un alto concepto de él: “Todo lo que hace tiene algo de delicado, de conmovedor, de asombroso. La gente todavía no lo entiende, y él sufre porque no vende riada -al igual que otros poetas auténtico”.

No compartía Gauguin el mismo entusiasmo por su compañero, y en diciembre dice de él: “El es el más romántico, yo en cambio me siento más inclinado a lo primitivo. En la aplicación del color a él le gusta lo casual de la mezcla pastosa, mientras que yo odio la ejecución desordenada”. Durante un tiempo Van Gogh pareció someterse a la superioridad del pintor francés, y siguió con gran interés su rumbo artístico, hasta llegó a imitarle, pero al final terminó por restituir su propia estimación: “En esa época la abstracción me pareció un camino seductor. ¡Pero es un terreno embrujado, querido amigo!”, le escribe a Theo.

Esta evolución artística tiene su traducción en las relaciones personales. En un principio existió cierta armonía, una división del trabajo relativamente equilibrada, y ambos artistas intercambiaron diferentes cuadros como señal de amistad. Después vino la desilusión. Gauguin se irritaba con la tendencia de Van Gogh a lanzarse a borracheras desenfrenadas, Vincent envidiaba la solidez de Gauguin, su éxito con las mujeres. Este consigue al fin despegar, Theo organiza una exposición de sus obras y vende algunos cuadros. Las discusiones entre ambos sobre la historia y la práctica de la pintura son cada vez más crispadas. Partían de supuestos muy diferentes. Van Gogh admiraba el colorismo de Delacroix y la conciencia social de Millet, y por su lado .

Gauguin se sentía mas próximo al arte distanciado, a Ingres y Degas. Las discusiones no fueron obstáculo para la creatividad de ambos, pero mientras que Van Gogh buscaba un motivo, Gauguin no soportaba las condiciones en que tenían que trabajar. Llegó un momento en que se ponían mutuamente los nervios de punta. Gauguin pinta un retrato de su amigo en el que éste aparece pintando girasoles, con una larga mandíbula y una mirada inequívoca de loco… Una noche de diciembre Gauguin tiene que esquivar un vaso de absenta que Vincent lanza contra su cabeza. Desde entonces duda entre dejarlo o quedarse, siente que su amigo “está enfermo, sufre y me necesita”. Cuando en otra ocasión Van Gogh teme que su amigo lo va a dejar le entrega un recorte de prensa en el que se lee: “El asesino ha huido”. La situación límite llegó el 23 de diciembre. Gauguin ha dado dos versiones de los hechos. Van Gogh lo amenazó con una navaja y luego se cortó la oreja izquierda. A continuación, se apresuró a volver a París.

La influencia de Gauguin sobre Van Gogh fue efímera, menor de lo que en ocasiones se ha dicho.

Van Gogh es, junto con Gauguin, uno de -si no el que más- los más importantes pioneros de la corriente expresionista que tendrá su apogeo al principio del siglo.

El expresionismo hace suya “la idea que Van Gogh expresa a Theo en una de sus cartas -cartas que son, digámoslo de paso, verdaderos tratados de teoría sobre su arte-: “Me sirvo de los colores arbitrariamente para expresarme de modo más intenso”. En sus memorias -Antes y después- Gauguin dice en él: “…la caja de colores apenas era suficiente para contener todos sus tubos apretados, que nunca cierra, ya pesar de todo este desorden y todo este embrollo, un todo brillaba en su tela; en sus palabras también. En su cerebro holandés ardían Daudet, Goncourt, la Biblia. En Arlés, los muelles, los puentes y las barcas se convertían para él en Holanda. Se olvidó incluso de escribir en holandés…”.

Pintar, pintar, pintar…

Lo que cuenta del color es su valor expresivo, su propio mundo interior, el reflejo en sus cuadros de su estado psíquico a través de los objetos, los paisajes, las personas y en particular de sus impresionantes autorretratos. Esto le distingue claramente de “nabis” y “fauves”. En Van Gogh el lenguaje no se independiza de la naturaleza para evocar una idea más o menos etérea, o para formar una magistral combinación de colores, sino que tienden a expresar toda su intensidad interior, todo su ansia de vida. Como hijo de su tiempo y como individuo que busca su yo interior a través del arte, acusa internamente las nuevas condiciones sociales, la polarización social, el aburguesamiento de la vida, una realidad de que alguien con su sensibilidad sólo le queda huir hacia la pintura, ya que la utopía -la colectividad de artistas- no parece de momento posible.

Van Gogh fue un luchador nato. Busca siempre más allá de la línea del horizonte: “Siempre tengo la esperanza de encontrar algo nuevo. El amor entre dos amantes hay que expresarlo mediante la unión de dos colores complementarios, su mezcla y sus contrastes y mediante la secreta vibración de tonos afines. El pensamiento de una frente mediante el brillo de un tono claro sobre un fondo oscuro, la esperanza mediante alguna estrella, el ardor de un ser mediante el resplandor del ocaso del sol. Eso no es una técnica ilusionista, pero ¿acaso no es algo totalmente existente?”

Sus pinturas están siempre marcadas por sus sentimientos, por su dolor ante la miseria y la incomunicación humana, como lo están por su potente fuerza interior, su potencial creativo y por su necesidad como artista de ir más allá. Hay una unidad interior en sus diferentes composiciones. “He intentado poner el mismo sentimiento en el paisaje que en la figura; el mismo intento de arraigarse apasionada y enérgicamente en la tierra, ya la vez, sin embargo, procuro estar a merced de las tormentas.” En sus cuadros hay una comunión con la naturaleza, una naturaleza animada, viva, como lo hay en todos sus retratos. De esta manera, unos girasoles, un dormitorio o unas sillas adquieren un significado excepcional.

Van Gogh es igualmente un innovador en la técnica pictórica, es un simplificador de los colores en beneficio de una mayor acentuación en las líneas. Sus pinturas denotan una resolución armónica, rotundamente personal, “a su manera”, de tal manera que la clásica dinámica de colores del impresionismo es ampliada por una estética lineal que alcanza -algo que le costó entender a muchos de sus contemporáneos- una profunda capacidad de vibración cromática. Los cuadros de Van Gogh impresionan a los que miran y perturban a los que lo leen.

El entorno está lleno de animación, tiene una vida propia, una llamada sentimental, un grito, una expresión de miedo y de esperanza como ese Campo de trigo con vuelo de cuervos en el que lo sombrío no excluye otras connotaciones. El sentimiento de soledad interior, de desamparo social, de desesperación ante lo que la vida está planteando detrás de la Belle Epoque es una llama que Van Gogh transmite a los expresionistas de las generaciones siguientes.

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